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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Tercer capítulo de esta nueva OVA de EXTRAS, la continuación de T'HY'LA.


¿Qué aventura deparará el destino a nuestros amados protagonistas? Todo estaba sucediendo muy deprisa: en un minuto se encontraban en la USS Reliant y al siguiente eran transportados por una niebla de color violeta. Anton y Jadzia no han tenido tiempo de hablar sobre el asunto, ¿cómo llevará el fiero guerrero klingon lo de ser padre?

 


MOMENTOS EN LA NÉBULA


III – La extraña mujer rosada


 


 


                                                                     Las frías y peladas paredes metálicas a su alrededor, lucían unos sospechosos manchurrones de tono azafranado. Aquello debía ser la bodega de carga de la nave alienígena, el suelo estaba cubierto por herrumbrosas rejillas. De repente unos chorros a presión escupían líquido naranja contra sus cuerpos, pulverizando el desinfectante por todas partes, penetrando en los tejidos y empapando la piel y los cabellos.


 - Ponfo miran! *(improperio vulcano) – Anton procuró que aquel empuje no dañase al bebé dándose la vuelta. - ¿Ese tipo dijo que iba a desinfectarnos o a matarnos?


 - ¡Pégate a mí! - Jadzia le envolvía con su propio cuerpo, encerrando entre los brazos a su precioso tesoro que guardaba un tesoro, más precioso todavía, en su interior; como si fuesen un juego de esas muñecas matrioska rusas.


 - ¡Joder! - George se revolvió. Plantando los pies en el suelo con firmeza, interpuso su propia espalda entre el chorro, que golpeaba con fuerza a Demora amenazando con derribarla, y ella misma. - ¡Capi, no te muevas, yo te cubro! ¡Sam...! - Gritó cogiéndolo del brazo y pegándolo a su capitana contra la pared. - ¡Joder, joder... joder!


 - ¡Eh! ¡Como médico creo que ya estamos suficientemente desinfectados! - Chilló el pelirrojo refugiándose tras el corpulento cuerpo de su primo.


           Las puertas de la improvisada “sala de tortura” se abrieron y una figura femenina se dibujó entre la neblina anaranjada que lo cubría todo; las oxidadas bocas de riego de las paredes habían dejado de escupir su dañino desinfectante y millares de gotas, suspendidas en el aire, poco a poco se precipitaron al suelo colándose por las rejillas metálicas.


 - Bienvenidos a bordo de la Nébula. ¿Quién de ustedes es el Chekov? - Preguntó con una gran inclinación de su cuerpo la mujer alienígena, ataviada únicamente con un corto vestido blanco de tirantes que resaltaba el insólito color rosa chicle de su piel.


 - Soy yo... - Anton asomaba por detrás de Jadzia levantando la mano.


 - ¡Y yo la capitana Sulu! - Demora hizo lo mismo apareciendo entre los primos Kirk. - ¿Dónde está su capitán?


 - El amo espera en la sala de máquinas, la presencia del Chekov es requerida de inmediato. - Respondió forzando una sonrisa artificial que, de un modo encantador, quedaba perfectamente enmarcada por la inmóvil media melena peinada con las puntas hacia afuera.


           Sin decir nada más, la mujer de la piel rosada y el vestidito de charol blanco echó a andar hacia el pasillo, pisando las rejillas cuidadosamente con sus botas de caña a juego con su única prenda. Se notaba que no quería que se mancharan con el líquido azafranado. Si deseaban averiguar dónde estaban y quién comandaba aquella nave, tendrían que seguirla. Los cinco se miraron unos a otros, estaban empapados y apestando a desinfectante. Soltando un buen bufido, casi a la vez, sacudieron sus cabezas y se apresuraron en dar alcance a la alienígena.


          Era una mujer delgada de aspecto llamativo por su color, de cabellos blancos como la nieve y unos ojos vidriosos y completamente negros que asomaban curiosos por debajo del recto flequillo. Sus piernas no parecían demasiado largas aunque era tan alta como Anton, tal vez debido a la forma de las botas que la cubrían hasta casi las rodillas, a sólo un palmo de la falda; sin embargo caminaba con prisa en sus cortos pasos que daba, uno tras otro, con la disciplina de una geisha.


 - Les sugiero que cuando vean al amo no le miren directamente al rostro, no le gusta. Su poder y su gloria son infinitos. - Les advirtió con aquella vocecilla dulce y aguda antes de dejarles pasar a la sala a la que les había conducido. - Muestren respeto y serán premiados con su benevolencia. El amo les recompensará, la Nébula debe ser reparada.


 - ¿El amo? - George escupió las palabras como si fueran las más repugnantes del mundo. - ¿Cómo que el amo? ¿Acaso eres su esclava?


 - Yo... ¡Le sirvo con gusto! El amo es poderoso, su gracia necesaria para la vida. - La mujer rosa sonrió de nuevo y pulsó un botón junto a las puertas metálicas que chirriaron con penoso estruendo al abrirse. Y lo hicieron sólo unos centímetros, quedando una abertura angosta aunque suficiente como para poder acceder al interior. - Ésta es la menos importante de las averías de la Nébula. - Se explicó la alienígena flexionando las rodillas y señalando las puertas con sus manos extendidas, como si fuese una azafata de vuelo. De hecho ése y no otro era su aspecto, salvo por el escandaloso tono de su piel y la melenita blanca.


 - Ya veo... - Anton había estado observándolo todo por el camino: puertas que no se abrían, ascensores que no funcionaban, luces que no encendían y mucho moho y mugre por todas partes. - La nave necesita unas cuantas reparaciones, ¿verdad?


 - El amo precisará las instrucciones al Chekov. - Sonrió la mujer como respuesta, entrando por la estrecha abertura y manchando su vestido blanco de óxido al hacerlo.


          George siguió a la chica color chicle. Tuvo que aguantar la respiración para poder entrar, el espacio era muy ajustado. Sam pasó sin apuro, al igual que Demora, tan esbelta como su madre, Selene; pero el corpulento Jadzia se atascó un poco ante las carcajadas de su novio.


 - ¡Mete el culo, hombre! - Bromeó Anton palmeándole con fuerza en aquella parte.


 - Si empujo un poco más... - El klingon ejerció fuerza sobre las hojas metálicas oxidadas utilizando pies y manos. - Ka'pla! *(victoria) – Exclamó haciendo mayor el hueco hasta poder colarse por él. - Vamos estrella mía, ten cuidado con tu precioso vientre... - Le susurró con suavidad tendiéndole una mano.


          Anton sonrió y se dejó ayudar. Una vieja melodía, de esas que los abuelos Jim y Bones solían cantar a dúo haciendo que las mejillas del abuelo Spock se tornaran verdosas, empezó a sonar en sus mentes al unísono. Compartían en secreto, con su tel, *(vínculo) aquella empalagosa canción de enamorados.


 - El amo espera. - La mujer sacudió su vestido acharolado limpiándolo del polvo rojizo y se dispuso a mostrarles el camino. Una mano atenazaba su brazo impidiéndole avanzar.


 - No me has contestado. - George la miraba a los ojos negros clavando en ellos los suyos de un azul de azules. - ¿Eres su esclava? ¿Por qué lo permites?


 - Siempre he servido al amo, estaría muerta si no fuese por su infinita misericordia. - Respondió arqueando las cejas por debajo del flequillo, sin comprender el motivo de la repentina indignación en el rostro de aquel extraño de cabellos amarillos.


 - Vamos, teniente Kirk. - Demora le empujó ligeramente, apartándolo así de la alienígena. - Estoy impaciente por conocer a tu amo, mujer rosa.


 - Es raro pero mi escáner no consigue identificar la especie a la que pertenece. - Sam le pasaba el tricorder sobre la media melena blanca, impecablemente peinada como la de una muñequita. - ¿Qué eres tú, cómo se llaman los de tu pueblo?


 - ¿Todos? - La mujer se encogió de hombros. - El amo me llama Laila por mi costumbre de cantar mientras trabajo. Los demás... no sé... Están Agujas, el sastre del amo, Delicias, el cocinero del amo...


 - No sigas, ya nos hacemos una idea. - Sam la interrumpió, aquella boba parecía ir a decir los nombres de todos los humanoides de color rosa que conocía. - Tu especie no es muy espabilada, ¿verdad?


 - ¡No te metas con ella! - George le dio un puñetazo en el hombro al llamarle la atención. La chica de color chicle empezaba a gustarle.


 - ¡Laila! - La voz metálica que antes les había atronado en el puente de la USS Reliant, volvió a resonar en sus oídos. El amo debía estar cerca. - ¿Por qué te entretienes? ¡Trae aquí a ese Chekov de una vez!


 


(Continuará...)


 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.


Oh, y si alguien tiene algo que decir... ¡que lo digaaaaaaaaaaaaaaa!


Comentad si os atrevéis... ¡Comentad!


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