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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Décimo capítulo de esta nueva OVA de EXTRAS, la continuación de T'HY'LA.


La Nébula debe haberse paseado por toda la eternidad, Jambalaya Jones parece un hombre de mundo... de todos los mundos y de todos los tiempos. Quién sabe a qué momentos históricos ha viajado y a cuántos personajes, más o menos ilustres, ha conocido. Tal vez uno de ellos fue un joven florentino que, deslumbrado por los asombrosos prodigios que esconde la nave, acabó por convertirse en el más grande genio del Renacimiento italiano. ¿Y por qué no? Desde luego tiempo... ha tenido.

MOMENTOS EN LA NÉBULA


X – El hombre de Vitruvio


 


                                                             Los días iban pasando y Anton, como ingeniero jefe, continuó dirigiendo a sus compañeros en las reparaciones de los numerosos desperfectos de la nave. No sabían cuánto tiempo había transcurrido desde que estaban allí, las leyes de la física se comportaban de una manera extraña a bordo de la Nébula.


          Mientras que las barbas de los hombres crecían, incluso Jadzia se la arreglaba dando forma a una sexy perilla de chivo que enloquecía a su novio, la capitana Sulu debía cortarse el pelo cada dos por tres si no quería terminar pisándoselo. Sin embargo el propio Anton permanecía con el mismo aspecto que tenía cuando llegaron, su vientre apenas había aumentado de tamaño unos pocos centímetros.


          “Si hay algo de sobra por aquí es Tiempo”, les había dicho Jambalaya Jones cuando le conocieron en persona. Y era cierto, en aquella misteriosa nave disponían de todo el tiempo del mundo.


 - ¡Bueno! Pues todo va como la seda, primo. - Sam apagaba su tricorder médico después de haberle examinado, como hacía cada mañana. - El feto se desarrolla con absoluta normalidad y tus niveles hormonales en sangre no son preocupantes, aunque entiendo que no te crezca la barba... y lo de tus bruscos cambios de humor, que a veces nos vuelven locos a todos. - Rió apartando la mirada de los ojos aguamarina, que parecían centellear con algo de ira.


 - ¡Estupendo! Cambios de humor... ¿Puedo irme ya? - Su paciente, farfullando entre dientes, presentaba la misma impaciencia que cualquier Kirk tendido sobre una camilla. - George estará esperándome para desmontar el panel de control de la sala redonda. Le dije que no empezara si mí.


 - Anda, sí, márchate de una vez... - Consintió el pelirrojo con media sonrisa. - Y nada de esfuerzos, deja que Jadzia ponga los músculos. ¿Entendido?


          El ingeniero se incorporó de un salto, haciendo que su primo le mirase con indignación en los ojos azules. Acababa de decirle que nada de esfuerzos y él brincaba como si fuese una cabritilla. Encogiéndose de hombros, Anton le dio a entender que se encontraba perfectamente y salió caminando con su paso irregular hacia la cubierta inferior.


          La nave Nébula era un verdadero laberinto de pasillos con multitud de estancias que apenas habían tenido la oportunidad de descubrir. Y eso que dedicaban gran parte del día a explorarla, siempre bajo la supervisión de alguno de sus rosáceos habitantes, claro está. Como Laila, que asomaba ahora la inmutable melena blanca por la puerta para acompañar al médico en su paseo matinal.


 - ¿A dónde me llevarás hoy, preciosa? - Preguntó con una amplia sonrisa. - ¿O debería preguntar a cuándo, más bien?


 - El Chekov y los demás están haciendo un gran trabajo, la Nébula ha recuperado muchas de sus funciones. - La chica color chicle flexionó sus rodillas y apuntó, con las palmas de sus manos hacia arriba, en dirección al pasillo. - Como médico que eres, el amo cree que lo que voy a mostrarte te complacerá.


 - ¿Sin pistas? - Bromeó el doctor. - ¡Vaya! Pero qué misteriosa te has vuelto desde que duermes en el camarote del enano...


 - No acostumbro a dormir allí, no mucho al menos. - Protestó frunciendo el ceño bajo el recto flequillo. - Y George Kirk Encantado es un hombre muy alto, más que tú. Es tan alto como el hombre marcado, el padre del bebé del Chekov. ¿Por qué le llamas enano?


 - Porque es el pequeño de la familia. - Argumentó riéndose por cómo se refería Laila a George y a Jadzia. - ¿Me puedo llevar el escáner portátil? Quisiera analizar algunas cosas por el camino...


          La alienígena asintió y, pasando por delante del doctor, inició la excursión dando su pequeños pasitos de geisha. Algunas veces la orientación del espacio se volvía confusa, Sam no sabía si subían o bajaban, si giraban a derecha o a izquierda mientras caminaban por los pasillos de la Nébula iluminados con tenues luces color malva. Cada vez que encontraban una puerta ésta le parecía nueva, encerrando un misterioso lugar por explorar. Todas eran diferentes en color, forma y tamaño, fabricadas con los materiales más diversos. Así, cuando llegaron a la de piedra tallada ante la cual Laila detuvo sus peculiares andares, Sam se preguntó qué prodigios ocultaría.


          El médico sacó su escáner y analizó las condiciones ambientales que le sorprendieron una vez más. Con las yemas de sus dedos acarició los bajorrelieves geométricos de las jambas, parecían tener miles de años. Entonces la puerta se abrió lentamente. El áspero sonido que produjo al arrastrar las pesadas hojas sobre el suelo, le puso los pelos de punta.


 - ¿Qué hay ahí dentro? - Preguntó a su acompañante con gesto de preocupación. - El aire será respirable, ¿verdad?


 - El amo jamás permitiría que corrieseis ningún peligro, sois unos invitados demasiado valiosos. - Respondió ella con otra de sus forzadas sonrisas artificiales.


          A Sam aquello le tranquilizó. Hasta el momento no había ocurrido nada malo aunque sí vivieron más de una situación desconcertante a bordo. Los misterios de la Nébula, asombrosos y fascinantes, nunca les eran revelados en su totalidad.


          Laila accionó unos controles y la enigmática sala, de forma oblonga y paredes de piedra, se iluminó con una brillante luz de tonos sonrosados que resaltaron aún más su insólito color de piel. También había bajorrelieves allí dentro, por todas partes. Sam giró sobre sus talones trescientos sesenta y cinco grados, escrutándolo todo a su alrededor, midiendo con su tricorder las dimensiones y condiciones de la habitación. Una de aquellas tallas en particular, llamó la atención del doctor Freeman-Kirk. Parecía la silueta de un hombre con brazos y piernas abiertas, encerrado en un cuadrado a su vez inscrito dentro de un círculo.


 - ¡El hombre de Vitruvio! - Exclamó el médico con sorpresa, la figura se parecía mucho al viejo dibujo de Leonardo da Vinci. - ¿Cómo es posible?


 - Sirve para hacer reconocimientos médicos. - Laila se había aproximado también a aquella pared. - Pon tu mano encima y púlsalo. - Le indicó.


          Al hacerlo, una pantalla negra emergió del muro de piedra, activándose así el complicado mecanismo que permitía interactuar con las funciones del aparato. Diversos puntos de colores se mostraron parpadeando en el monitor, la mayoría en amarillo, uno blanco y cinco de color azul. Una cuadrícula se dibujó sobre ellos con una trama de líneas verdes.


 - Es la nave... ¡Un plano de la Nébula! - Sam parecía emocionado, comprendía la complejidad de lo que estaba observando. - Los puntos de colores... son las señales vitales de la tripulación.


 - Los amarillos, sí. - Afirmó Laila.


 - ¿Los azules somos nosotros? - La alienígena asentía con la cabeza. - Y el blanco... ¿Jambalaya?


 - Es el amo, sí. - Asintió confirmando la certera hipótesis del pelirrojo. - Debe estar con tu capitana... - Añadió mostrando con su dedo el punto azul que seguía al blanco por toda la cuadrícula.


 - Sí... Igual que tú y el enano, esos dos han confraternizado mucho últimamente. - Sam hizo el comentario en tono de burla. Sabía bien que Demora y Jambalaya Jones se habían convertido en algo más que amigos.


 - Puedes examinar al sujeto que desees desde aquí. - Ignorando la picardía del médico, Laila puso su dedo índice sobre uno de los tres puntos azules que se agrupaban en lo que, según el plano, debía ser la sala de controles redonda al fondo de la sala de máquinas. - El aparato te dará los resultados que desees.


 - ¿De quién? - Sam abrió los ojos como platos, la pantalla le mostraba ahora, en primer plano, la figura azul de un hombre con el vientre algo abultado. - ¡Es Anton!


 - El análisis considera diversos aspectos superponiéndolos en diferentes capas. - Laila deslizó la mano por el lateral de la pantalla. - Escáner de temperatura corporal... - Tonos naranjas y rojos aparecieron junto a zonas algo más claras, amarillentas. - Aquí puede verse en detalle la circulación sanguínea con sus pulsaciones y constantes, y si bajamos un poco más se obtiene una tomografía que puede detallar cualquier órgano de su cuerpo...


 - ¡Espera, espera! - Al médico aquello le parecía impresionante. - ¿Es... como mi tricorder... pero con capacidad de realizar exploraciones más profundas y completas? ¿Cómo narices funciona?


 - El amo sabrá responder mejor que yo a esa pregunta, no me ha indicado más que las instrucciones que debía darte. Dijo que el estado de salud del Chekov te preocupa y con esto... - Volviendo a deslizar la mano, en sentido ascendente esta vez, la figura del hombre regresó a su tono azul del principio. - Controlarás todo lo que le sucede con exactitud.


 - ¡Muy útil! - Sam sacudió la cabeza, ¿para qué preguntarse cómo funcionaba algo tan increíble? Mejor usarlo y ya está. - Veamos de nuevo el análisis de la capa térmica...


          Laila dio unos pasos atrás y buscó, con la mirada, algún lugar en el que ponerse cómoda: aquello duraría horas. Tal y como había supuesto Jambalaya, el artefacto de exploración médica fascinó al hombre de cabellos rojizos hasta el punto de terminar ignorando la presencia de la mujer rosada en la sala. Tendida sobre un diván de cuero, Laila se abandonó al sueño; George Kirk Encantado no la dejaba descansar demasiado por las noches.


 - Veamos bien a ese bebé medio klingon que crece en tu interior, primo... - Murmuraba el médico entusiasmado con su nuevo juguete. - ¡Vaya! Así que su sangre y la tuya ni se rozan... Parece que los dioses tuvieron mucho cuidado con eso cuando habilitaron tu vientre para la gestación. Pero... ¿qué pasaría si llegaran a mezclarse? Durante la cesárea será inevitable la transferencia. A ver si consigo examinar en condiciones al feto...


 


                                     Al igual que Sam, la capitana Demora Sulu realizaba una nueva excursión matinal. Sólo que ella siempre era guiada por el mismísimo amo de la Nébula en persona. Jambalaya Jones caminaba elegantemente, con su traje de paño negro y sus botas de montar, unos pasos por delante de ella.


 - Un trasero impresionante desde cualquier perspectiva... - Musitó Demora con una sonrisa de felicidad en el rostro. - ¿Qué vas a enseñarme hoy, anata? *(cariño) – Hacía tiempo que había empezado a llamarle así.


 - Los confines del mundo no son suficientes. - Dijo girándose para mirarla con aquellos ojos verdes que sabía que la derretían. - Ayer ya viste morir una galaxia, hoy te enseñaré dónde empezó todo. - Susurró tomándola entre los brazos, le gustaba encerrar así aquel cuerpo menudo de mujer y cubrirlo de besos por todas partes.


 - Anata, aquí no... Delicias está mirando. - Protestó entre risas, sus mejillas se habían ruborizado.


          De inmediato, viéndose sometido a la mirada asesina que el amo le estaba lanzando, el cocinero de piel rosa como la de Laila echó a correr camino de sus dominios: las cocinas de la Nébula. Tenía que preparar el almuerzo y, conociendo ya los gustos de sus invitados, sería un menú completamente distinto al organizado para la tripulación. Nada de ratas quilón para ellos. Por suerte contaba con un interminable suministro de alimentos terrícolas que la Nébula, ya reparada en esas funciones, le proporcionaba a diario sin ningún problema.


 


(Continuará...)


 


 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.


Gracias a Nikki, Fran y Gisela por comentar. Sois un amor...


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