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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Ya no sé si en la TARDIS o en la Nébula pero hemos vuelto a viajar al pasado. Al escribir T'HY'LA en ocasiones fui veloz con el transcurso de los años, dejando así de contar miles de historias que, no por falta de ser escritas, carecían de solidez en mi imaginación.

 

Estos lapsos tuvieron lugar en los huecos de la narración y son tan parte de la vida de los protagonistas, como todas las historias que os he contado y que ya conocéis. La magia de las palabras hace que asomen entre las rendijas, mostrando así su verdadero esplendor, al igual que los rayos de sol que al amanecer se filtran a través de la persiana mal cerrada y que te recuerdan que, ahí fuera, te espera todo un mundo por descubrir.

 

Veamos hoy una de esas viejas historias entre el sobrehumano y el ruso, la extraña pareja que nos sorprendió en “Síndrome de Estocolmo” y que siempre nos hace enloquecer. Para poder situarnos os recordaré que, tras el compromiso con Amy en la Tierra, Pavel y Khan embarcaron junto con Peter y Alex en la nave USS Enterprise-A bajo el mando del capitán Sulu. Pasarían tres años hasta que regresaran a casa y, nuestro querido Anton, fuese finalmente concebido.

 

 

MITWAN, EL LAGO DE HIELO


 


                                                                   Aquel planeta era frío, inhóspito, pero terriblemente hermoso. Su naturaleza helada le proporcionaba un aspecto de fábula nórdica difícil de ignorar; entre las brumas que rodeaban las montañas uno esperaba ver en cualquier momento un ejército de valkirias descendiendo al galope sobre sus briosos caballos.


          Alex habría estado encantado de bajar allí, seguramente se sentiría como en casa, el lugar se parecía y mucho a la Noruega de su infancia. El paisaje nevado, las grandes extensiones de bosques de coníferas, rodeadas por montañas coronadas con impresionantes glaciares, le habrían hecho regresar a la niñez impregnándole el espíritu de pegajosa nostalgia.


           A Pavel le chocó que, conociendo previamente la geografía de Tullwon, mundo de clase M del cuadrante Beta, Sulu decidiera enviarlos en la expedición a él y a Khan nada más. Pero el capitán sabía bien lo que hacía; la misión era sencillamente reparar el reactor de meletio de la estación científica sita en uno de los enormes glaciares, el de Mitwan, al norte del sector beta-cinco. Pavel, con sus capacidades como ingeniero, se bastaba para ello él solito y Khan sería suficiente como guardia del puesto mientras durasen las tareas del ruso. En algún lugar del sistema Rigeliano una señal de alarma automática se había disparado sin causa aparente, la USS Enterprise-A tenía que comprobar que todo iba bien por allí.


 - No te preocupes, anata... *(cariño) - Khan se golpeó la frente, había olvidado que las comunicaciones con la nave estelar siempre eran grabadas. - Digo que no debe usted preocuparse, capitán. Todo marcha como esperábamos, el reactor estará listo en un par de días.


 - Está bien, teniente Black. - El japonés se sonrió, había escuchado el golpecito por el telecomunicador, sabía exactamente el gesto que había hecho su amante. - Será tiempo suficiente para ir hasta Rigel XII, ver qué ha sido esa dichosa alarma y regresar. Dígale al teniente Chekov que nada de florituras con ese chisme, basta con que vuelva a funcionar correctamente. No es preciso que lo convierta en una de sus genialidades... ya me entiende.


 - Sí, señor. Vigilaré que no se exceda en sus trabajos. - Khan había leído bien entre líneas. - Le vigilaré en todo momento, señor.


 - Afirmativo. - Sulu volvió a sonreír, los dos sabían bien de qué podía ser capaz Pavel si le daban rienda suelta a la hora de desmontar y volver a montar cualquier clase de aparato. - Y cuídese teniente Black, a partir de ahora están ustedes solos. Capitán Sulu, cierro.


          Solos, los únicos humanos en el planeta. La estación científica tenía unas vistas impresionantes; el glaciar Mitwan podía ser contemplado a través de las amplias cristaleras del lado norte, un espectáculo que tenía boquiabierto a Pavel durante el desayuno mientras Khan se deleitaba en sus tostadas de mantequilla, su café bien cargado y los brillantes ojos de su precioso novio que apenas parpadeaba ante la luz grisácea del día.


 - Moy prekrasnyy mal'chik... *(mi precioso muchacho) – Murmuró extasiado, tragando el último bocado de pan tostado con un buen sorbo de café. - Deberías ponerte las pilas y arreglar ese trasto cuanto antes.


 - ¿Por qué tanta prisa? - Pavel apoyó la mejilla en su mano derecha, clavando el codo sobre el mantel blanco de la mesa frente al ventanal. - Puedo hasserlo en un par de horas y tengo dos días...


 - Precisamente, cuanto antes lo termines antes podremos dar un paseo... tú y yo. - Su tono de voz, grave y seductor, tenía la habilidad de poner la piel de gallina. - ¿No quieres ver esas montañas de cerca? ¿Caminar por esos bosques? ¿Navegar por esos lagos? Hay un bote ahí fuera, podríamos...


 - ¿Dormir al aire libre? Niet! *(no) – Pavel bajó la mano de pronto haciéndola sonar contra la mesa. - No es seguro, hay lobos... osos...


 - Maté mi primer lobo a los seis años. - Khan puso los ojos en blanco por un segundo al hablar. - Y mi primer oso a los ocho. ¿Crees de verdad que no estarías seguro conmigo? Vamos, es un planeta tan bello... quiero hacer mil fotos. A Alex le van a encantar, es una lástima que no haya venido con nosotros.


 - Bueno, podemos hasser una pequeña excursión, ya veremos. - Respondió huraño, frunciendo la boquita de fresa en una mueca de disgusto. - La estassión es acogedora, moy lyubov... *(mi amor) No quiero dormir fuera.


 - ¿Y quién está hablando de dormir? - Dijo el moreno con una pícara sonrisa. Tenía en mente otras actividades.


          Levantando a su novio de la silla por las axilas, lo cual provocó en Pavel un ataque de risa debido a las cosquillas, lo llevó prácticamente a rastras hasta la sala de máquinas. Abriendo la caja de herramientas le animó a empezar con las reparaciones de inmediato.


 - Voy a nessesitar dos cosas Khan. - Refunfuñó el ruso viéndose obligado a trabajar. - Una: que me ayudes a desmontar el reactor, eres más fuerte que yo y no te será difíssil... Empiessa quitando esas tuercas.


 - Está bien... - Murmuró deshaciéndose del jersey para estar más cómodo con la camiseta negra. La llave inglesa pronto le hizo entrar en calor. - ¿Y cuál es la segunda?


 - Que desaparesscas, cuando levantes esa cúpula de dossientos kilos sal de aquí. - Los ojos azul hielo de su amante le miraban abiertos de par en par. - Ah, yebat! *(joder) Ya sabes que trabajo mejor solo... - Añadió encogiendo los hombros.


          En cuanto desarmó el aparato, dejando a un lado la gigantesca tapa del reactor, Khan volvió a ponerse el jersey y abandonó la sala de máquinas. Pavel había dicho dos horas, serían al menos cuatro. Decidió ir con la cámara a sacar unas cuantas fotos de los alrededores de la estación, el emplazamiento era excepcionalmente hermoso.


          El aire helado cortaba la piel, para Khan resultaba tonificante. Le bastó con ponerse el chaquetón verde de la Flota y colocarse una bufanda azul en torno al cuello para salir al exterior, la encontró colgada de un perchero en la pared, debía ser de algún científico de los que venían a realizar tareas de mantenimiento de vez en cuando. La estación estaba completamente automatizada y no era necesario presencia humanoide permanente, lo cual, por otro lado, habría sido muy duro considerando que estaban en verano y las temperaturas no subían de los ocho grados, las cumbres que rodeaban el Mitwan permanecían nevadas durante todo el año.


         Al caminar sobre la nieve medio derretida sintió el placer de escuchar el sonido de sus propios pasos, las botas quebraban la superficie helada dejando huellas encharcadas tras de sí. Unos pájaros cantaban desde lo alto de las copas de los árboles, la vida bullía durante aquellos meses de breve bonanza, luego llegaría de nuevo el invierno.


         A lo lejos vio unos lobos en una calva de la montaña, un pequeño grupo de seis, tal vez media manada. Sacó la cámara y realizó unos cuantos disparos, la luz no era demasiado brillante pero los contrastes del gris de la roca y el blanco de la nieve, resultaban encantadores. El moreno suspiró. Por un momento se vio transportado a otro tiempo, a otro lugar, esperando la llegada del jefe de la tribu local con quien negociaría los términos del tratado.


        Como khan de más de treinta naciones cuyos dominios se extendían desde la India hasta los confines de Rusia, intentaba hacerse con una salida al mar por el norte, cerca de las fronteras escandinavas. Cansado de tantas guerras y deseando regresar a su palacio en Nueva Delhi cuanto antes, citó a aquel pobre tipo con la promesa de pactar algo beneficioso para ambas partes. Por aquel entonces, Khan no era el hombre paciente y respetuoso en el que se había convertido, todavía corría por sus venas la sed de venganza, el odio y el desprecio por la humanidad. El resultado de aquella reunión en los montes Kjolen fue la muerte del jefecillo vikingo, decapitado por sus propias manos usando el hacha ceremonial de la tribu. Y así se convirtió en su nuevo jefe, no haría falta ningún tratado. Los detalles se habían perdido en el tiempo pero aquellos ojos azules que le miraron por última vez, rogando a sus dioses un milagro que le salvara la vida y que nunca llegó, no se borrarían nunca de su memoria. Khan podía recordar los ojos de todos los hombres a los que había matado, no los olvidaría jamás. Al menos les debía eso.


          Siguió ascendiendo la escarpada vereda cada vez más impresionado por el apabullante paisaje, aquella inmensa naturaleza virgen le hacía sentirse pequeño. El aullido de un lobo sonó demasiado cerca e, intuitivamente, Khan se llevó la mano a la cinturilla del pantalón, donde solía enganchar su fáser. Al darse cuenta de que lo había dejado olvidado en la estación científica se llevó la mano a la frente para golpearse un par de veces. ¿Cómo podía haber sido tan estúpido? El viento soplaba en contra, tendría que correr para ponerse a salvo. Seguramente los lobos ya habían descubierto su rastro.


          En su huida alcanzó la cima de la montaña, allí el frío era más intenso y las vistas aún más espectaculares. La lengua del glaciar Mitwan se deslizaba eternamente hacia el valle, arrastrando su riqueza de materiales con el hielo; los aullidos del temido depredador le llegaban flotando en el aire helado, sonando más fuerte aunque se encontrasen muy lejos. Khan echó un vistazo alrededor y decidió que esperaría allí hasta que la manada descubriese otra presa a la que acosar, no estaba en condiciones de enfrentarse a los seis especímenes que había fotografiado antes.


          Sin nada que hacer, una vez hubo tomado cientos de imágenes del glaciar y del lago desde allí arriba, su mente empezó a divagar por su oscuro pasado una vez más. Recordó a la pequeña cuya vida salvó en Londres inyectándole un suero que él mismo fabricó con su propia sangre, aquella pobre niña huérfana... ¿qué habría sido de ella? Lucille Harewood se llamaba... Su padre no debió morir en la explosión, él no le pidió eso, no lo hizo. “ Lucille... algún día te encontraré, te debo una disculpa .” Se dijo ensimismado en sus propios pensamientos. El aullido del lobo sonó aún más lejos, parece que finalmente se habían inclinado por rodear a un reno que, seguramente, les sería mucho más nutritivo y apetitoso que un delgado sobrehumano de más de trescientos años. Era hora de volver a la estación.


          Encontró a Pavel cubierto de grasa hasta las orejas, había sufrido un pequeño accidente mientras reparaba el reactor. Sin mediar palabra, sin pedir explicaciones que, por su carita de metepatas, el ruso no parecía querer dar, Khan le envió a la ducha con un simple gesto de su dedo índice. En cuanto bajó la mirada aguamarina y se giró para salir de la sala de máquinas camino del baño, el moreno se echó a reír en silencio, aguantándose las ganas de soltar una carcajada de las gordas. ¿Cómo podía ser tan torpe y a la vez tan hábil? El aparato estaba funcionando a pleno rendimiento, el ingeniero había solucionado el problema en sólo unas horas e incluso volvió a montar el artefacto, con la pesada cúpula atornillada a la perfección en su lugar.


 - ¿Has usado tu telequinesia, Pavel? - Le preguntó desde la puerta del dormitorio, tuvo que gritar para hacerse oír por encima del sonido del agua corriente. - La tapa del reactor... ¿cómo la has puesto tú solito?


 - Ah, como solía dessir moy papa... *(mi padre) – Pavel apareció entre una nube de vapor al deslizar la mampara de la ducha, dejando a Khan boquiabierto con semejante visión. - Nessesidad ayuda.


 - ¿Qué eso de la necesidad? - Preguntó, no tan atento a sus palabras como a su piel, húmeda y pálida al igual que la nieve que había estado viendo toda la mañana.


 - Es una vieja historia rusa, ya te la cuento otro día. - Respondió meloso, sabiéndose devorado por los ojos azul hielo. - No sé por qué le dijiste a Sulu que me llevaría dos días arreglar ese cacharro. ¡Ya está listo! ¿Qué se supone que vamos a hasser aquí hasta que la Enterprise regrese de Rigel dosse?


 - ¿En serio quieres que te lo explique, moy krasivyy mal'chik? *(mi chico guapo) – Khan no aguantó más. De repente se quitó el jersey junto con la camiseta negra dejando su pecho al descubierto, libre para poder rozarse con el de Pavel.


 - Mmm... da... *(sí) - Gimió el ruso. - Explícamelo todo... quiero detalles...


 - Pues verás... - Khan le tomó en brazos haciendo que Pavel se echase a reír. - Tengo un par de ideas nuevas que me gustaría probar... ¿te importa si te llevo al salón? Estaremos mejor delante de la chimenea.


          No esperó respuesta, él tampoco podría dársela. Pavel estaba partiéndose de risa por verse transportado como una novia en los fuertes brazos de Khan. Cuando le dejó sobre las pieles de oso que cubrían el suelo de madera, el moreno echó unos troncos al quemador y encendió el fuego. Luego se quitó los pantalones y la ropa interior, quedándose tan desnudo como su amante que, con evidente excitación, le esperaba sentado e inclinando la espalda hacia atrás apoyado en los antebrazos.


 - Será como un permiso, una pequeña escapada romántica... - Su acento británico y su voz grave volvieron a poner de punta todos los vellos de Pavel. Khan le miraba a los ojos aguamarina arrodillado entre sus piernas. - Solos... tú y yo... en esta especie de cabaña en el bosque nevado. Por cierto: mañana te llevaré a ver el glaciar, es precioso.


 - ¿Más que yo? - Preguntó juguetón.


 - No... - Rió Khan tendiéndose encima, dejando que sus cuerpos se acoplaran el uno al otro como solían hacer. - Nada es más precioso que tú, moy muzh. *(esposo mío)


 - Khan... - Tuvo que apartar los labios de su boca para poder hablar. - ¿Has vuelto a llamarme muzh?


 - ¡Oh, Pasha! ¡Cállate! - Protestó retomando los besos que le dejaban sin aliento, inundando la boca del otro con su lengua y su saliva. - Te amo, Pavel... te amaré siempre... - Murmuró en su mente usando el tel. *(vínculo)


          Su abrazo nada tenía que envidiar al de un oso, Pavel se sentía preso de su amante y eso le excitaba, le hacía volar. El aliento de Khan se deslizaba por su pecho dejando un rastro de diminutos besos húmedos por toda su piel. El ruso seguía apoyándose en sus brazos sin querer tumbarse del todo, observando con detenimiento la espalda de Khan que se arqueaba para alcanzarle el abdomen. Le recorría el ensortijado vello de aquella zona con la punta de la lengua, bajando hasta la base de su miembro que lamió con avidez... y aquello le hizo dar un respingo, aferrándose al pelo de Khan que se dejó hacer. Ahora le tenía con la cabeza entre las piernas, arrodillado y postrado ante él, y Pavel le forzó a devorarle el sexo una y otra y otra vez, hasta que derramó un poco de líquido preseminal acompañado de un gemido agudo.


 - Tiéndete, deja que siga yo solo. - Susurrando las palabras, probablemente a conciencia con su voz más grave, Khan le estiró los brazos por encima de la cabeza, sujetándolos allí un momento mientras le clavaba su mirada azul hielo.


 - Da... átame... - Suplicó el ruso entre jadeos.


          Khan buscó a su alrededor y terminó levantándose para ir a buscar los pantalones de Pavel que éste, tan descuidado como de costumbre, había dejado tirados en el suelo del dormitorio. Regresó en un salto con la correa entre las manos, arrojando la prenda allí mismo sin ningún miramiento. Su precioso novio le había pedido que le atara y así lo hizo. Le colocó el cinturón alrededor de las muñecas y lo ciñó a la pata del cercano sofá de madera y cuero. Lo cierto era que la estación científica tenía unas instalaciones para el alojamiento de lo más acogedoras.


 - ¿Está bien así? - Consultó comprobando que la ligadura no le hacía daño.


 - Da... i teper' yebat' menya... *(sí, y ahora fóllame) – Musitó con la mirada turbia por el deseo. - Yebat' menya zhestkiy! *(fóllame duro)


          Parpadeó con sus ojos azul hielo, esbozó una ligera sonrisa de medio lado, resopló por debajo de su flequillo negro haciéndolo volar sobre la pálida frente un instante... pero la cara de Pavel seguía exactamente igual, con la misma expresión libidinosa. Hablaba en serio. Sin apartar la mirada de los ojos aguamarina de su amante, Khan tragó saliva y se dijo a sí mismo que debía hacer lo que le pedía. Sí, le follaría duro, salvaje. Si lo que quería era brutalidad podía dársela, tenía mucha ira dentro, mucha rabia que soltar.


          Primero buscó su abertura al tiempo que pellizcaba con fuerza los pezones, volviéndolos duros y sonrosados como bombones de fresa listos para ser mordisqueados, y empujó su dedo índice entre la nalgas hasta estar dentro de él. Un quejido largo y agudo le llegó desde más arriba, Pavel había cerrado los ojos pero en su boca se dibujaba una sonrisa. Siguió adelante con aquella intromisión, ahora acercando la boca al pezón izquierdo y apretando los dientes alrededor de la aureola, añadió el dedo corazón y empujó con más fuerza.


 - Ay da... da... *(sí) - Gimió el ruso con el rostro enrojecido de repente.


          Pensó que había dado con la postura adecuada, la longitud de sus dedos debía estar alcanzando el punto mágico dentro de Pavel. Lamiendo el pezón maltratado con suavidad, sacó e introdujo sus dos dedos una y otra vez sin llegar a salir del todo. Sabía que estaba golpeando el lugar exacto, los gemidos de su novio iban en aumento.


 - Sil'neye... glubzhe... *(más fuerte, más adentro) – Le rogaba sujetándose de la correa de cuero que le mantenía con los brazos estirados por encima de la cabeza.


          Khan siguió chupando y mordiendo la piel del vientre de Pavel hasta llegar a su sexo. Lo encontró tan excitado, el miembro apoyaba su calva cabeza cerca del ombligo de su dueño. Aquella punta circuncidada, tan espléndida y hermosa, le cautivó por un buen rato. Ya no le oía pedirle nada, simplemente jadeaba, gemía de gozo con su boca allí. El sobrehumano pensó que podría pasarse la eternidad lamiendo aquel glande, deslizando la punta de su lengua con extrema dulzura a lo largo de su hendidura, saboreando cada gota blanquecina que asomaba sin cesar por su diminuto agujero.


          No se dio cuenta de cómo o cuando lo hizo, pero Pavel había abierto tanto las piernas y había separado así sus caderas para poder echarse hacia delante y empujar dentro de sí los dedos de Khan. Prácticamente se estaba follando a sí mismo, él apenas hacía nada salvo mantener allí su mano en esa postura. Quizás era hora de dejar de beber de su inagotable fuente, tal vez era el momento de cumplir con lo que le había pedido.


 - Date la vuelta. - Le ordenó. Y lo hizo propinándole un par de azotes en los muslos con la mano abierta.


 - Mmm... - El gemido venía por sentirse vacío sin sus dedos allí dentro, aunque también agradecía las palmetadas. - ¿De rodillas?


 - Sí, a cuatro patas. - Khan le empujó la espalda hacia abajo, no podía poner las manos atadas en el suelo pero le obligó a tomar aquella posición de todos modos. - Voy a darte lo que quieres...


 - Ay da... yebat' menya kak v pervyy raz... *(sí, fóllame como la primera vez) – Rogó agarrado al pie del sofá, ofreciendo su abertura al duro miembro de su amante.


          No tuvo que esforzarse demasiado, tenía una erección de campeonato después de todo lo que le había estado haciendo a Pavel, ni siquiera tuvo que tocarse para alcanzar el volumen y la firmeza que mostraba su miembro. Lo introdujo sin más, dejando que el otro le recibiera con gusto, sabiendo por su vínculo que ambos estaban disfrutando de aquello.


          Sí, le sentía gozar, sabía hacia dónde dirigir sus embates, con qué frecuencia, a qué profundidad. Y lo sabía muy bien porque cada latigazo de placer que Pavel sentía, le recorría también a él la columna vertebral, hasta inundar los cerebros de ambos con la eléctrica sensación que les hacía ver chispitas blancas por todas partes.


          Desde arriba, con Pavel en posición sumisa bajo su cuerpo, Khan podía ver los caprichosos juegos de sombras que el fuego de la chimenea proyectaba sobre las cicatrices de su espalda. Imaginó que eran cordilleras montañosas que recorrió caminando durante días con sus dedos... y allí debajo, justo en su rabadilla, se topó con el trisquel. El círculo empezaba a cambiar de color, al principio ligeramente azafranado, poco a poco se iba tornando rosa fucsia. Supo que de seguir con aquel frenético vaivén Pavel alcanzaría el orgasmo, así que se detuvo.


           Los gemidos sonaron a protesta, ¿por qué le había abandonado, dejando un hueco frío y vacío en su interior? Pavel se dejó girar el cuerpo, Khan le empujaba a tenderse de costado, sentándose justo a su espalda le levantó la pierna derecha para volver dentro de él. Al sentir su regreso gimió de nuevo, esta vez con agrado. Los embates no eran tan furiosos, la cadencia del movimiento cambió y todo era mucho más suave y delicioso.


          A través del vínculo podía sentir en su mente la de Pavel, volando envuelta en nubes rosas de algodón. El sobrehumano se dejó llevar por aquella dulzura, sorprendido una vez más por hallarla en su corazón. Era como si todo el amor de su novio encontrase dentro de él mismo una imagen idéntica, reflejo de tan bellos sentimientos. Khan se lo explicaba así, no sabía hacerlo de otro modo. Sólo Pavel había sido capaz de cambiarle, su amor, sus sentimientos, su pasión... todo eso es lo que le había convertido en el hombre que era ahora, lejos del asesino que fue, lejos del supersoldado fabricado en un laboratorio hacía más de trescientos años.


          La primera vez que le tuvo, en aquel planeta del sistema Aldebarán, apenas se dio cuenta de lo que realmente estaba ocurriendo allí. No era un príncipe tomando a un vasallo, no era un soldado satisfaciendo sus bajas pasiones junto a otro compañero. No, nada de eso. Entonces Khan cayó preso de toda la ternura de Pavel, de su enorme corazón, y se vio atrapado por aquella inmensa capacidad de amar que le abrumó. Para cuando vino a percatarse ya era tarde, el muchacho le amaba y, lo más insólito, lo que jamás dejaría de sorprenderle: él mismo amaba al muchacho.


 - Moy lyubov... *(amor mío) – Susurró Pavel sin dejar de jadear, al borde de la explosión que no tardaría en llegar. - Szhat' moi shary... *(apriétame las pelotas) – Le pidió.


          La voz rasgada y ronca, susurrando las palabras en ruso, hizo que la petición sonase mucho más sensual y atractiva de lo que a simple vista pudiera parecer. Khan cerró los ojos un segundo, deslizando la mano derecha por el muslo de la pierna de Pavel, que aún sostenía en el aire, descendió hasta alcanzarle los testículos y apresarlos con fuerza. Un gemido agudo llenó el aire, estaba a punto...


 - Ah... yebat... ya... yaaaa... koonchiiiiill... *(joder, me corro) – Gritó en ruso y a pleno pulmón justo antes de derramarse por entero.


 - Pavel... moy muzh... *(esposo mío) - Bisbiseó Khan enredando el aliento en los rizos castaños y sudorosos de su nuca, esperando que su amante no le hubiese oído decir aquello otra vez.


          Y el sobrehumano se dejó caer al vacío, abandonado al vértigo que el orgasmo provocó en su mente, sintiendo cómo el otro se giraba hacia él y posaba los labios sobre los suyos. Pavel se había deshecho del cinturón, mordiendo la correa con los dientes desató el nudo y se soltó. Ahora le besaba por todas partes, las mejillas, la recta nariz, la pálida frente, los párpados que tuvo que cerrar, los hoyuelos que se formaron alrededor de su boca al sonreír...


 - Bueno, bueno... déjame respirar un poco, cariño. - Se quejó medio en broma de aquel ataque de mimos.


 - Spasiva, moy lyubov... *(gracias, mi amor) – Rió echando la cabeza hacia atrás y dejando correr el aire entre sus narices. - Por darme lo que te pedí, grassias...


 - No hay de qué. - Respondió el moreno abrazándolo contra su pecho. - Pavel... ¿me cuentas esa vieja historia rusa de la necesidad?


          Mientras le acariciaba el trisquel tatuado sobre el corazón, con la cabeza posada sobre su torso, Pavel le contó la historia del muchacho al que su padre envió al bosque a buscar leña por primera vez.


 - “Debes traer al menos tres fardos, hijo mío...” - Pavel usó un vozarrón grave para interpretar al padre en la historia. - “Pero papa, ¿cómo voy a cargar con toda esa leña desde el bosque hasta la casa?” - Para hacer de hijo puso un tono mucho más agudo. - “No te preocupes, moy syn. Tú ve allí y ata los fardos, luego, para traerlos a casa, Nessesidad te ayudará.”


          Khan estaba completamente relajado, jugueteando con los dedos entre sus rizos mientras le escuchaba, imaginando a un muchacho de ojos aguamarina yendo a por leña al bosque en una Rusia blanca y nevada.


 - Y cuando hubo recogido toda la madera, el chico llamó a Nessesidad para que le ayudara. Gritó una y otra vess pero nadie se presentó... “¡'Nessesidad... ayuda!” - Otra vez la voz aguda para interpretar al hijo. - Y como Nessesidad no venía y se hassía de noche y los lobos empessaban a aullar, el chico cargó él mismo con la leña hasta su casa donde su papa le ressibió dissiendo: “¿Lo ves moy syn, como la nessesidad ayuda?” - Y después del vozarrón del padre de la historia, Pavel soltó una buena carcajada.


 - Ah, los rusos y vuestro sentido del humor. - Khan le besó la frente por debajo de los rizos, su precioso novio le miraba con la más bonita de sus sonrisas. - Ahora a dormir, mañana iremos de excursión al Mitwan.


 - Da, moy lyubov... - Bostezó somnoliento. - Spokoynoy nochi. *(Sí, mi amor. Buenas noches)


          A la mañana siguiente le despertaron unos golpecitos en la ventana. Pavel se revolvió envuelto en la piel de oso, desnudo y solo. ¿Dónde estaba Khan? Pues fuera, al otro lado del cristal. Había madrugado y le llamaba lanzando bolas de nieve al ventanal.


 - Ya voy... - Farfulló poniéndose los pantalones y rescatando la correa de debajo del sofá. Sonó otro golpe en la ventana. - ¡Ya voy, no seas pesado!


          El moreno se sentó en uno de los bancos de madera del exterior, cubierto con pieles de lobo, a saborear su humeante taza de café preparado sobre el fuego. Llevaba puesta la bufanda azul olvidada por algún científico que le mantenía caliente el cuello. Pavel se había vuelto a sentar en la piel de oso del salón después de colocarse el cinturón en los pantalones negros. Se observaban el uno al otro en silencio, ni siquiera se comunicaban por el tel, *(vínculo) ambos parecían estar preguntándose qué era lo que les hacía amarse de ese modo el uno al otro. ¿Sería solamente la magia del trisquel, el desconocido y misterioso futuro que les aguardaba junto a Amy? ¿O había allí mucho más de lo que podían comprender?


          Horas más tarde subían la escarpada vereda de la montaña, camino de la cima. A Pavel el desayuno le dio ganas de volver a disfrutar del sexo con su amante y Khan se dejó hacer allí mismo, fuera, sobre las pieles de lobo estiradas en la nieve junto al fuego, donde ninguno de los dos sintió frío, presos ambos de la ardiente lujuria que les inflamaba los corazones. Al mirar hacia abajo, donde la lengua del glaciar se sumergía en el lago derretido por la época estival, Pavel estuvo de acuerdo con su novio en que el paisaje era de una belleza sobrecogedora.


 - El assúl del hielo es el assúl de tus ojos, moy lyubov... *(mi amor) – Observó pasmado ante los hermosos tonos que se extendían en la distancia.


 - Y el color de ese lago... aguamarina como los tuyos, moy dragotsennyy mal'chik. *(mi precioso muchacho) – Respondió el sobrehumano tomándolo de la cintura desde atrás, estrechando su cuerpo fibroso entre los brazos.


          Sí, entre los dos había mucho más que unos tatuajes que milagrosamente brillaban cuando alcanzaban el clímax, algo tan grande y tan imperfecto que ninguno de ellos podía comprender. Algo verdaderamente humano y divino: amor, simple puro y verdadero amor.


 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.

 

Gracias por estar ahí, lectores... aunque sea calladitos... yo... os quiero igual.

 

Oh, y feliz día del libro para tod@s... os dejo un regalito, un capítulo que he escrito esta mañana presa de la inspiración. Se titula UN CORAZÓN TALLADO EN PIEDRA, espero que os guste.


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