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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Un desesperado doctor McCoy los utilizó en sus experimentos médicos, realizando pruebas con la extraña sangre de Khan, el humano genéticamente modificado hacía más de trescientos años con el que tuvieron la suerte o la desgracia de toparse. Así se dio cuenta de que había una posibilidad de recuperar a su mejor amigo, el capitán James Kirk, de entre los muertos. ¿No son encantadores estos bichitos? Suaves y peludos, sin cara, sin dientes que puedan morder, y con ese ronroneo hipnótico que emiten cuando se sienten bien. El sonido de un tribble feliz ejerce, como bien dijo Spock, un efecto tranquilizador sobre el sistema nervioso humano... al que él mismo declaraba ser inmune. ¡Ja... ja!

EL TRIBBLE TRAVIESO


 


                                                                          Las tres ceremonias más importantes en la vida de Anton fueron, sin duda alguna, su Vimeilaya, *(iniciación) cuando con siete años su sa'mekh'al *(abuelo) le descubrió lo que significa ser un vulcano; el koon'ul, *(compromiso) que inesperadamente coincidió con su primer Pon farr; y el momento en que se convirtió en el r'uustai de Jadzia que, también de manera anómala, ocurrió el mismo día en que el klingon superaba su MajQa *(prueba de madurez) en el monte No'Mat.


          No es de extrañar que cuando se casó con su hermano guerrero y t'hy'la, decidieran hacerlo a la manera humana pues se trataba de una simple formalidad: hacía tiempo que ambos ya se consideraban casados, tanto por la cultura klingon como por la vulcana. Demora, como capitana de la USS Reliant, tuvo el honor de unirlos en matrimonio y, gracias a la mejorada teletransportación transcurvatura, pudieron hacerlo en presencia de su extensa y querida familia a pesar de encontrarse a cientos de parseks de distancia del cuadrante Alfa, donde el planeta Tierra seguía girando como siempre en torno al Sol.


 - Ah dedushka! *(abuelo) ¡No llores, me matas! - Le regañó el novio durante la ceremonia al escuchar a su espalda una buena sonada de sus narices. - Esto es un puro trámite, nada más. Todos sabéis ya que este klingon cabezota y yo estamos juntos hace veinte años, desde que éramos unos críos... ¡Ahora hasta tenemos uno! - Añadió guiñando un ojo a su chiquitín.


 - Y entonsses ¿por qué la boda, moy syn? *(hijo mío) – Preguntó Pavel sorbiéndose la nariz al tiempo que Khan le propinaba un codazo y Sulu ponía los ojos en blanco.


 - Por si uno de los dos muere. - Respondió Anton con total tranquilidad, todos los presentes en la gigantesca cubierta B de la Reliant se quedaron en silencio. - ¿Qué? - Protestó ante las perplejas miradas de sus parientes y amigos. - Casarnos es lo más lógico. Realizar labores de exploración científica no es ningún paseo en estos tiempos, si alguno de los dos cae frente a los cabeza de cuchara será mejor que el otro posea la custodia legal de Klasha sin tener que presentar pruebas de paternidad que pudieran llamar la atención sobre ya sabéis qué peliagudo asunto... Se supone que Klasha es adoptado, ¿no?


 - ¡Yo no soy adoptado! - Chilló el pequeño de casi tres años revolviéndose entre los brazos de su abuelo Klaa que intentaba taparle la boca. - Estuve en tu barriguita, mami...


 - No me llames así delante de todo el mundo y tú, capitana Sulu... ¿quieres acabar de una vez? - Empezaba a sentirse incómodo, algunas risas se escucharon al fondo de la sala de ceremonias. - Hay banquete... ¡Ésa sí es una buena razón! ¿Os parece mejor?


 - Menos lúgubre sí que es. - Comentó Spock por lo bajo.


 - ¿Crees que hemos venido hasta aquí sólo por la tarta? - Gritó Bones sentado a su lado. - ¡Menudo fraude! ¿En qué traje te has dejado el romanticismo, Anton?


 - Ah, Bones, por favor... - Amy le puso la mano sobre el hombro impidiendo que se levantara. - ¿Mi hijo el lógico dejando asomar una pizca de romanticismo? ¿De cuándo a dónde? - Añadió con todo su sarcasmo.


 - Siempre igual, tratando de fingir que es un frío vulcano sin emociones para hacerse el interesante. - El viejo doctor refunfuñó como solía hacer, elevando el tono y apuntándole con el dedo. - ¡Deja ya de intentar impresionar a todo el mundo! ¡Eres un Kirk, Chekov!


 - ¡Y tú un bocazas, Bonssy! - Jim le soltó uno de sus propios capirotazos. - Dame otro pañuelo y cállate ya.


 - Yo os declaro unidos en matrimonio. - Remató Demora con una amplia sonrisa antes de que la sala estallara en un barullo de gritos, protestas y sonoras carcajadas.


 - Creo que debes darle un beso a Anton, hijo mío. - Murmuró Klaa, su nieto batía palmas entre sus brazos con sus manos regordetas. - Es la costumbre.


 - Dabai papá! *(vamos) ¡Dale un beso a mami! - Le animó su hijo sin dejar de aplaudir mientras su padre obedecía. - ¡Mis papás se han casado! ¿A que no soy adoptado, abuelo?


 - No, no lo eres pero tienes que guardar eso en secreto. Ya lo sabes. - Klaa lo mecía en su regazo mientras le hablaba con voz muy suave. - Nadie, salvo la familia, tiene por qué saber cómo viniste al mundo.


          El pequeño Klasha echó un vistazo a su alrededor. Aquellas personas que le rodeaban eran su familia: estaban los Scott, aunque ya sin el abuelo Scotty, el anciano ingeniero que hacía un par de años que se había ido al cielo según le había contado la abuela Nyota, que estaba, como todos le decían, tan guapa como siempre, sentada entre los tíos Bean y Tuvok, junto a la tía Johari, la esposa del tío Cayden, que también se sentaba allí con ellos y que llevaba a un pequeño Scott en su barriga, el tío Sam, que es médico, se lo había dicho; luego estaban “toooodos” los Kirk... Los tíos Peter y Alex, el tío Sam, la tía Freya y su marido el tío Otto, el tío Jabin y el tío David, la abuelita Carol y el abuelo St. John... además de su dedushka Pavel y sus abuelos Khan y Sulu, el papá de Demora, que, seguramente, era la capitana más bonita de toda la Flota Estelar y que acababa de casar a sus padres. Y sus otros abuelos, los D'Mogh, Bazthum y Klaa, y su tía Kalesh, la hermana de su padre, que vino acompañada de un muchacho klingon muy calladito del que solamente sabía que se llamaba Worf, y la abuela Amy, con su mujer, la abuela Ne'mah, sentadas junto a los bisabuelos Jim, Bones y Spock.


          Sí, una gran y extensa familia. En cuanto a los demás todos eran miembros de la tripulación del Reliant, su hogar, o viejos amigos de la familia como la doctora Suzanne Woolcott y su marido, el doctor Oetker, los papás de su tío Otto, el biólogo marino esposo de la tía Freya; o como el viejo señor Riley, otro ingeniero como su tío Pavel al que no conocía muy bien aunque escuchó como todo el mundo le prohibía cantar en la boda mientras se reían con él por algo que llamaban “los viejos tiempos”; o como el capitán Quiroly, que había venido de la USS Farragut-B y en ese momento corría hacia la pared opuesta a la tribuna de Demora para poner en marcha el sistema de megafonía.


 - La costumbre humana es bailar... - Klaa le entregó el pequeño a Khan, de pie a su lado, para dar un paso y tomar a Anton de la cintura, - ...con el padre del novio.


 - Klaa... por favor... Esto se hace después de comer, no antes... - Era tarde, el vals “Sobre las Olas”, compuesto por el compatriota del capitán Edward Quiroly, había empezado a sonar y el klingon le guió en dar los primeros pasos. - Oh, está bien... Un vals mexicano. ¡Oye! ¡Eres bueno con esto! - Rió dejándose llevar por su fornido suegro.


 - Creo Klaa se ha confundido, es el padre de la novia y, con la novia, el que acostumbra a abrir el baile, como hice yo en HarOs durante su boda con Ne'mah. - Murmuró Spock. - Y por su puesto debe ser después de los postres. Tengo hambre.


 - Bueno, aquí no hay ninguna novia, mi vida, y yo también estoy hambriento. Aún si hubiese tomado a Jadzia en lugar de a Anton... - Bones acariciaba la cabeza de su amante apoyada en su hombro. El rubio, ahora todo canas, no había parado de llorar.


 - Digas lo que digas, Spock, ha sido una boda preciosa. - Pensó Jim para sus dos t'hy'la. - Me alegra que hayamos llegado vivos los tres para verla, después de tanto tiempo esperando... - Rió, su nieto Anton había sido duro de cazar. - ¡Veinte años! - Exclamó entre carcajadas.


          Al final Klasha se las arregló para que su abuelo Khan le soltara y así escapar hacia la mesa dispuesta al fondo de la enorme sala. Le había parecido ver por allí un pastel con una pinta deliciosa... se moría de ganas por probarlo y todo el mundo se había puesto a bailar, incluso Sulu, que lo hacía con el tal Riley y que parecía estar divirtiéndose mucho a juzgar por cómo ambos se reían. Lejos de las miradas de los adultos, el niño corrió hasta hundir los dedos, sin saberlo, en el tufeen hushani de sus papás.


 - ¡No! - Gritó una voz sorprendiéndole a su espalda. - ¿Pero qué haces? ¡Oh, Klasha! ¡Lo has arruinado!


 - ¿Tío George? - Le miró con los ojos aguamarina abiertos de par en par. - ¿Qué haces aquí? Le dijiste a mami que no vendrías, te peleaste con él.


 - Le dije muchas cosas... no importa. - El rubio se apartó el flequillo para mirar al niño cara a cara, agachándose hasta quedar a su altura y clavar en él sus ojos azules. - Lo que importa es que te acabas de cargar el pastel de bodas, al estilo vulcano, que me había currado en la cocina. ¡Me llevó horas, Klasha! ¿Te parece bonito? Tuve que llamar a la Tierra y hablar con el abuelo Jim para que me diese la receta, ahora está como si lo hubieran atacado los tribbles... ¡Eres un diablillo!


 - No te enfades conmigo... - Suplicó haciendo un puchero y devolviendo el trozo de pastel que había robado a su bandeja. - No se nota si le pones esto así. - Siguió manoseando el tufeen hushani un buen rato delante de un atónito tío George con los ojos en blanco. - No, da igual. Es un desastre. Izviní! *(perdón)


        A George, reconocer la genuina cara de metepatas de los Chekov en su pequeño sobrino klingon, le hizo mucha gracia. Echándose a reír se puso en pie. Klaa seguía llevando a su yerno en el baile, recorriendo en círculos el perímetro de la sala de ceremonias de la cubierta B al ritmo estridente de los platillos que resuenan en el vals, en ese preciso instante pasaban por su lado. Anton se detuvo en seco al verle.


 - ¿Me disculpas un momento, suegro? - Dijo con su voz ronca y quebradiza. - Mi primo y yo tenemos que hablar.


 - Está bien, pero yo te llevo. - Consintió el rubio tomando la mano que Anton le ofrecía. - Soy el más alto... - Argumentó.


 - ¿Qué haces tú aquí? - Le dijo usando su tactotelepatía. - Me dejaste muy claro lo que pensabas de este matrimonio.


 - ¿Que no era necesario? - Respondió en silencio, igual que su primo. Mientras apretase su mano con la suya no precisaba hablar para hacerse oír. - Estarás de acuerdo conmigo en eso, la excusa del trámite, el papeleo por la custodia legal de Klasha, es una tontería y lo sabes. ¡Por todos los dioses! ¡Vuestro hijo lleva el ADN de los dos! Si uno muere el otro no tiene más que...


 - Si muero yo, bien, pero si es al contrario... ¿cómo explico yo su parte klingon?


 - ¡Igual que explicas tu parte vulcana! Tampoco se nota tanto; tía Amy es también hija de dos varones y no pasa nada. ¿Por qué te preocupa así que se conozca el origen de Klasha?


 - ¡Estamos en guerra con Cardassia Prime! - Le recordó. - ¿Y a ti por qué te jode que me haya casado? ¡Estás celoso! - Le acusó. - Eres un crío celoso. Nada más.


 - No, Anton. Ya no soy ningún crío. - Lo que sí habría tenido que reconocer eran sus celos, y lo habría hecho si Anton hubiese apretado aquella mano un poco más.


 - ¡Me he casado con Jadzia porque le amo! - Le espetó furioso. - ¡ A él y sólo a él! ¿Te queda claro?


 - ¡Diáfano! - Gritó soltándolo de repente, dejándolo solo en mitad de la improvisada pista de baile, dando grandes zancadas para atravesar la sala y salir de allí como alma que lleva el diablo.


 - Ponfo mirann! *(improperio vulcano, sin traducción) ¡George! - Iba a correr detrás de él pero se contuvo. Era el objeto de todas las miradas y aquel era el maldito día de su boda, no iba a dejar que “el enano” se lo fastidiara. - Bah, ya volverá... - Murmuró girándose para tomar ahora la mano de su esposo y bailar con él. - Supongo que tú también querrás llevarme. - Dijo sin saber muy bien qué posición tomar.


 - No sé hacerlo de otro modo, t'hy'la, pero si lo deseas puedo aprender. Enséñame... - Le propuso con sus pensamientos, ofreciéndole su mano izquierda.


 - Mejor no, a ti se te da muy bien, debe ser cosa de familia. - Sonrió cambiando de manos y permitiendo que el klingon le guiase en la danza igual que había hecho su padre. Al vals aún le quedaban unos cuantos compases. - Lo lamento, Jadzia, sé que no ha sido lo que tenías en mente.


 - ¿La boda? Es justo como imaginaba. Toda la familia reunida: tíos, primos, abuelos, nietos, bisabuelos... Humanos, klingons, vulcanos, romulanos y kazons... ¿Cómo no íbamos a discutir? Era inevitable. ¿Tú y tu primo estáis bien?


 - Ya sabes, lo de siempre. - Respondió ladeando la cabeza con media sonrisa en su boca torcida.


 - ¿Estás seguro? - Susurró. Temiendo que alguien pudiera saber de qué estaban hablando optó por utilizar el tel. *(vínculo) - Ha pasado mucho desde entonces, George es un hombre, no puede seguir teniendo las mismas obsesiones que cuando era un muchacho.


 - No ha cambiado, no lo hará nunca. - Murmuró Anton cabizbajo.


 - En ese caso, estrella mía, me gustaría que tuvieras una conversación en serio con él. - Se había detenido, el vals terminó y, después de un fugaz aplauso, todo el mundo fue a sentarse a las mesas para disfrutar del banquete. Jadzia sostenía la cara de Anton entre sus manos mirándole a los ojos en aparente silencio. - Y cuando digo conversación no me refiero a esos gritos que os dais, a esas parrafadas inconexas en las que os escupís vuestra rabia el uno al otro con vuestros típicos ataques de verborrea. Quisiera, Anton, por una vez, que te sentaras y escuchases lo que tiene que decirte y que luego, calmadamente, con esa paciencia y esa lógica vulcana de las que tanto alardeas y que muy pocas veces pones en práctica, le hables y le digas lo que tengas que decirle. Sea lo que sea.


 - ¡Vaya! ¿Y el de la verborrea se supone que soy yo? - Fingió protestar entre risas.


 - Ve a buscarle, anda. - Le ordenó empujándolo hacia la puerta del fondo. - Sí, ahora. No lo dejes para más tarde. Es mi boda y quiero una foto con toda la familia.


 - Está bien, teniente Jadzia, como tú digas... - Murmuró abandonando la sala de ceremonias camino del turbo-ascensor al final del pasillo. - Nunca debí contarte aquello, lo hice como r'usstai, un secreto entre tú y yo, algo de lo que no volveríamos a hablar jamás.. y tú... - Farfulló en sus pensamientos.


 - Y yo voy y te pido esto, lo hago como t'hy'la. - Le interrumpió, en su mente había podido oírle con total claridad.


           Jadzia había sabido perdonar la vieja infidelidad de Anton. Éste le desveló lo sucedido con George cuando, a punto de nacer Klasha, sintió que podía morir llevándose aquel secreto a la tumba. No es que a Jadzia le hiciese ninguna gracia saber que George, once años después de lo ocurrido durante su estancia como prisioneros de los cardassianos, siguiera enamorado de Anton pero apreciaba al joven oficial científico de la USS Reliant, su compañero de fatigas, le conocía desde que era un niño de ocho años y, muy a su pesar, le quería como a un hermano igual que hacía el que ahora era su esposo... o eso quería pensar.


         Fuera como fuese, lo cierto era que deseaba una foto enorme para colgar en su salón el día de mañana. Un día no demasiado lejano, esperaba, en el que pudiese comprar una casa donde vivir en paz junto a su familia, preferiblemente en la Tierra, planeta al que consideraba su verdadero hogar. Una nave estelar no era lugar para criar a un niño, en eso su madre tenía toda la razón y empezaba a hartarse de oírselo decir cada vez que se veían.


 - ¿Dónde ha ido mami, papá? - Klasha intentaba trepar por sus rodillas, se había quitado los zapatos cuando nadie le vigilaba, a saber dónde los habría dejado tirados.


 - Vamos a comer, estrellita mía, seguro que estás tan hambriento como yo. - Dijo tomándolo en su regazo y sentándose junto a su suegro, Pavel, que ya masticaba un buen bocado de langosta. - Mami vendrá enseguida. ¡Vaya! Ese crustáceo tiene muy buena pinta, señor Chekov.


 - Está essselente, yerno. Y podrías empessar a llamarme Pavel. - Asintió el ruso con una gran sonrisa. - ¿Anton ha ido a buscar a George? Han discutido otra vess, ¿verdad? Ah, seguro que no es nada, no te preocupes. Cosas de chicos.


        Jadzia no dijo nada. En el silencio halló la virtud de la ignorancia, pensó que a sus setenta y cuatro años el hombre no estaba para disgustos.


 


                    Tardó un buen rato en dar con él. Después de subir al puente y preguntar, habiendo comprobado que su camarote estaba vacío, optó por consultar con el ordenador de a bordo y buscar, directamente, el código genético de su primo con el escáner.


 - Teniente George Kirk-Marcus localizado en el hangar cinco, señor. - Informó la computadora con su tono mecánico e impersonal.


          Bajó por el turbo-ascensor hasta la cubierta A y corrió por las galerías dando largas zancadas que hacían resonar su botas. El rubio detectó los irregulares y familiares pisotones a distancia y trató de huir. Anton usó su telequinesia para bloquear las puertas automáticas y dejarlo sin salida, le tenía atrapado entre la Chekov y el pasillo externo cuyo acceso le denegaba. El rubio caminó hacia atrás retrocediendo ante su avance. Su primo traía la cara desencajada, por un momento pensó que le iba a pegar y llegó a cubrirse el rostro con el brazo izquierdo.


 - Baja esa mano y mírame a los ojos, George. - Le pidió en un ronco susurro, no había nadie alrededor pero no le interesaba ser escuchado. - Sube a la nave, tenemos que hablar.


        Obedeció sumiso, con la cabeza gacha, sentándose en el puesto de artillero y dejando a Anton el de piloto. Así podía evitar la mirada directa al tenerle de medio lado.


 - George, primo... Tú sabes que te quiero, lo sabes muy bien. Pero no puedo darte todo lo que necesitas. Ya no. Nunca más. Te lo dije bien claro desde el principio: lo nuestro terminaría cuando saliésemos de la prisión cardassiana. Y así ha sido. ¿Por qué no lo aceptas de una vez? No puedes vivir aferrándote a un recuerdo... ¡Oh, George! Yebat! *(joder) Sé que has estado con algunas mujeres y con otros hombres... y, he oído algo acerca de ti y un kazon que...


 - ¡Nada serio! - Se apresuró a interrumpir, no estaba orgulloso de aquella historia en particular.


 - De acuerdo, nada serio. ¿Y por qué no? ¿Por mí? - Le miraba con los ojos aguamarina a punto de salirse de sus órbitas. - ¿Tenías esperanzas de que abandonase a mi t'hy'la y a mi hijo para....? ¡No sé! ¿Para fugarme contigo? ¿En serio, George?


 - ¡Pues claro que no! - Le miró lleno de cólera. Sintiendo una punzada aguda en su corazón y deseando devolvérsela, como si se tratase de una flecha que él le hubiera lanzado primero. - ¡Cuando te vi embarazado dejé de desearte, so idiota!


 - Mientes... - Sonrió con ternura intentando atrapar la barbilla del rubio con su mano, él retiró la cara. - Recuerdo cómo te colabas en mi cuarto durante la siesta y me acariciabas la barriga cuando creías que estaba dormido, Klasha reaccionaba dando una patadita cada vez que le ponías la mano encima.


 - ¡Lo sabía! - Se golpeó los muslos con los puños cerrados. - ¿Y escuchabas lo que te decía mientras lo hacía? Porque creo que dejé bien claro que me alegraba por lo del bebé... por ti y por Jadzia...


 - ¿Y por qué no te alegras igual por mi boda? - Anton volvió a intentar acariciarle, de nuevo se vio rechazado. - No lo entiendo.


 - ¡Porque es una gilipollez! - Protestó sujetándole la muñeca derecha, impidiendo así que le rozase la cara. - Tú y Jadzia solamente hacéis esto porque los abuelos están mayores, porque vuestros padres están mayores... Porque un día de estos tendremos que volver a reunirnos todos, vistiendo el negro del luto por la irremediable ausencia de alguno de ellos. - Escupió todo aquello con profunda rabia, la idea era algo que le aterraba y sentir miedo le provocaba el enfado.


 - La muerte es parte de la vida y como tal hay que agradecerla a los dioses, no es algo que se deba temer. - Susurró sintiendo cómo el rubio estaba a punto de cortar la circulación sanguínea en su mano. - George... - Musitó su nombre. Los ojos azules de su primo ardían con fuego sobrenatural.


 - Antes has dicho “te quiero”... Vuelve a esa parte, Anton... vuelve a decirme lo mucho que me quieres... lo mucho que me amas... - Le pidió echándose con ímpetu encima de él, mordisqueándole ansioso el cuello mientras hablaba, susurrando las palabras entre tórridos besos que quemaron la pálida piel, sintiendo las manos del otro en la cintura y el aliento entrecortado de su respiración rozándole la frente, levantándole el flequillo al expulsar el aire. - ¡Porque yo te quiero igual que siempre y siempre te voy a querer así! - Exhaló quedándose sin fuerzas. - Aunque no vuelva a tenerte nunca, primo Anton...


        Dejó los labios mudos y húmedos con su cálida saliva, abandonados en un silencio eterno e inquebrantable. Después de devorar la boca de su primo, George se levantó para dejar la Chekov y regresar a la fiesta.


 - Vamos a comer, tengo hambre. - Le sugirió ofreciéndole la mano para ayudarlo a levantarse. - He preparado un postre para los novios... aunque tu pequeño tribble lo ha fastidiado metiendo la zarpa pero aún estará rico, eso seguro.


 - George... - Saltó al suelo del hangar un paso por delante de su primo, girándose hábilmente al mismo tiempo y empujándolo contra el frío metal del casco de la Chekov, allí donde su apellido estaba escrito con enormes letras junto al número de identificación de la Flota. - ¿Cuándo vas a sentar la cabeza? ¿Te enamorarás alguna vez de alguien que no sea yo?


 - Olvida eso, no tiene importancia. - Murmuró con una retorcida sonrisa.


 - Pero tienes celos, no soportas verme...


 - ¿Qué? ¿Con tu marido? ¡No digas gilipolleces! Jadzia es un buen amigo mío, le quiero muchísimo. ¡Y tú no es que seas precisamente el rey de corazones, Anton! Has sido mamá y eso se nota... - Bromeó hincando un dedo en una diminuta rosquita de grasa en el no tan plano abdomen de su primo.


 - ¡Ah, idiota! - Se quejó. - ¿Y qué postre dices que has preparado, primo?


 - Un tufeen hushani. - Respondió guiñándole un ojo. - El abuelo Jim me ha dado la receta, ahora soy “el futuro de los Kirk en la cocina”, según me dijo. ¿Sabes? Creo que el pobre empieza a chochear. ¿Te puedes creer que lloró mientras me repetía la lista de ingredientes?


 - A mí me enseñó a preparar su famoso pollo a la cazadora y montó el mismo show... - Rió cómplice con su primo. - Están mayores, George. Es cierto, no tardaremos demasiado en vestir el luto por alguno de ellos.


 - ¿Sabes algo que yo no sepa? - El rubio se detuvo en mitad del pasillo para mirarle a los ojos, preocupado por si Anton conocía algún secreto que Apolo hubiera podido mostrarle.


       George suspiró más tranquilo cuando le vio reír y encogerse de hombros, empujándolo al interior del turbo-ascensor antes de que las puertas volvieran a cerrarse delante de sus narices.


 - Un día te casarás y seré yo el que tenga celos estúpidos. - Vaticinó apoyando la mano izquierda junto al poderoso brazo del rubio sobre la pared del ascensor, apartando el flequillo rebelde del ojo azul con la derecha en una suave caricia.


        Anton fue acercándose, milímetro a milímetro, hasta que al rubio no le quedó otra opción que besarle en los labios. Él, simplemente, se dejaba hacer. Y de nuevo apareció el ansia voraz de George atrapando aquella boca de fresa, lamiendo su perfil con la punta de la lengua al retirarse.


 - Será mejor que dejes de besarme así, primo. Por mucho que mi marido te quiera como a un hermano... - bromeó cargado de cinismo, - ...no deja de ser un klingon.


 - Lo sé. Uno muy guapo... - Añadió con su boca retorcida. - ¡Oh, reconoce que está supersexy con su uniforme de gala! ¿No te mueres por arrancárselo a mordiscos? Porque yo sí... ¡Podrías ayudarme a hacerlo! - Rió George a carcajadas viendo la cara de asombro de su primo.


 - Da poshel ty! *(vete a la mierda) – Exclamó empujándolo fuera del turbo-ascensor. - Compórtate, Georgie, o le diré a tu madre lo mal que te portas.


 - Y yo tendría que contárselo a Sulu...


 


                         Las bromas sobre el tema habían dado todo de sí, lo mejor era cerrar el pico y regresar al banquete. El novio tendría que pedir disculpas por haberse ausentado tanto rato. Entre ellos siempre sería así, un eterno tira y afloja, un amor muy especial, a veces tenso y a veces cercano al odio, pero sin lugar a dudas, un amor puro y eterno.


 - ¿Dónde estabais, muchachos? - Preguntó el abuelo Jim al verles llegar a la mesa principal. - Spock estaba explicando a Jadzia cómo tenéis que servir el tufeen hushani.


 - ¡Es un rollo! - Protestó Klasha lanzándose a por un pedazo de pastel, ni su padre ni su abuelo Khan pudieron detenerlo a tiempo. - ¡Está muy bueno, tío George! - Exclamó al sentir el delicioso sabor llenándole la boca.


 - Taluhk... *(cariño) ¿Así respetas tú las tradiciones de tu pueblo? Eres un dieciseisavo vulcano, Pavel Klaa... - Le regañó su lo'uk sa'mekh'al *(bisabuelo) levantando su ceja izquierda y ladeando la cabeza cuarenta y cinco grados.


 - ¡Oh, Spock! - Intervino Nyota en defensa del pequeño. - ¡No le riñas! ¡Es tan mono!


 - Sí que está bueno... - Afirmó Jim, sin que su marido se diera cuenta había hurtado un buen trozo del pastel. - Tienes mejor mano que yo para esto, Georgie. - Felicitó a su nieto. - Vamos, Antosha... *(diminutivo de Anton) ¡Prueba el dulce de tu primo, te va a encantar!


        Jadzia carraspeó al ver cómo su esposo se ponía ligeramente colorado con las palabras de su abuelo. El klingon tragó saliva, dando por supuesto que la conversación entre ambos habría incluido algo más que palabras.


 - Yo te lo serviré, sa-telsu. *(esposo) – Le dijo entonces poniéndose en pie, dejando que Klasha se acomodase en las rodillas de Pavel. - Ahora puedo llamarte así, ¿no es cierto?


 - Da, moy muzh... *(sí, esposo mío) – Respondió él meloso, sosteniendo firme su plato mientras el klingon colocaba, con cuidado de no rozarlo con los dedos, un pedacito de tufeen hushani para él.


          Sus miradas se cruzaron, el azul grisáceo de Jadzia perdido en el aguamarina intenso de Anton. El rumor de la sala se silenció de repente, no había nada ni nadie más allí, solamente ellos dos.


 - Estrella de mi vida... - Suspiró Jadzia al pensarlo.


 - Mi amada constelación... - Respondió Anton en un susurro de su mente.


          Porque a sus tres años era un niño muy listo, Klasha sabía que sus padres estaban comunicándose a través del tel. *(vínculo) Lo mismo que debían de estar haciendo sus abuelos, Khan y Pavel, que se miraban a los ojos con una ternura infinita por encima de su cabeza; e igual que sus bisabuelos Jim, Spock y Bones, el viejo médico cascarrabias que siempre encontraba algo por lo que protestar.


 - ¡Bebamos por los novios de una vez y que alguien termine de repartir ese dichoso pastel! - Refunfuñó alzando su copa y esperando a que alguien iniciara el brindis. - Me gustaría probarlo antes de morir de viejo, no tengo todo el día.


 - ¡Por mis primos y su amor eterno! - Sam se había puesto en pie, alzando su vaso de whisky escocés de veintiún años, contento de que George al final se hubiera unido al banquete. El rubio le miró con una cara muy rara.


 - Sláinte! *(slon-cha, salud en gaélico) – Pronunció Cayden con su acento escocés, haciendo chocar su vaso con los de su hermano y su cuñado Tuvok.


 - Nassarobia! - Le secundó Pavel con un vasito de vodka que tuvo que apartar de las manos de su espabilado nieto.


 - Kampai! - Le siguió Sulu con su sake.


 - Prost! - Brindó en alemán el doctor Oetker desde el otro extremo de la mesa.


 - Ka'i la masu! *(he aquí que yo bebo) – Remató Spock sumándose al brindis.


          Todos bebían sus bebidas favoritas, riendo y estrellando sus vasos unos contra otros, aunque Klasha pudo ver cómo su tío George apenas se mojaba los labios sin apartar la vista de sus papás, que seguían mirándose el uno al otro en silencio. ¿Por qué David buscó los ojos de su hermana Amy y los dos se miraron con aquella expresión, igual de rara que la del tío George, antes de sacudir ambos la cabeza y echarse a reír? La piel en las mejillas de su nana vulcana se había vuelto algo verdosa. Entonces, con su voz grave y fuerte, su papá solicitó la ayuda de la joven alférez a cargo de las telecomunicaciones en la Reliant, una muchacha romulana que intentó cumplir con la orden de su teniente de seguridad.


 - Está bien, señor. - Dijo intentando enfocar alejándose unos pasos. - Pero tendrán que apretarse todos un poco más si quieren salir en la imagen.


 - Ya habéis oído, los menores de cincuenta al suelo. - Sugirió Cayden que acababa de cumplir esa edad. - Salvo mi mujer, que está embarazada y los novios, claro... La foto quedaría muy rara. - Añadió con su tensa sonrisa en el rostro echando el brazo por encima de los hombros de su madre, Nyota.


 - ¿Salimos todos? - Jim sonreía de oreja a oreja, sintiéndose el gran patriarca de aquella familia tan grande como feliz. - Esta foto presidirá la escalera. ¡Quiero una copia, Jadzia!


          El klingon asintió al tiempo que sonaban los clic del aparato, había activado la función automática, lanzando una ráfaga de disparos de entre los que, fijo, estaría la fotografía perfecta que tanto anhelaba. La que colgaría ampliada en su salón, donde poder ver las caras sonrientes, de todos su parientes, en un solo vistazo desde el sofá estilo chester que tenía pensado comprar.


 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.


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