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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Cenizas a las cenizas, polvo al polvo. Finaliza aquí esta OVA de tres episodios donde George descubre que siempre salimos de una jaula, para terminar metidos en otra.


Los dioses no son todopoderosos como nos gustaría pensar. Al igual que nosotros, efímeras copias creadas a su imagen y semejanza, tienen sus propias limitaciones. Por no mencionar sus extravagantes y retorcidas diversiones, sobre las que siempre podremos opinar lo que nos dé la gana.


Contiene la letra de “Wish you were here”, de Pink Floyd, una de esas canciones que te hacen pensar.

 


DESEARÍA QUE ESTUVIERAS AQUÍ


 


PARTE III - Polvo al polvo


 


 


PLANETA PREENOS, PERIFERIA DEL SISTEMA TELLAR


 


                                                                 Los cardassianos seguían atropellando y disparando a todo lo que se interpusiera en su camino, buscaban uniformes de la Flota; se les había colado algo de escoria humana en la cloaca que era aquel maldito muelle de carga y tenían que deshacerse de ella. La turba de refugiados les lanzaba ahora la propia especia a puñados, a falta de piedras, si el hajjlaran cae en los ojos puede llegar a hacer mucho daño.


          Anton se puso en pie. Dejando a Erzi recostada sobre una roca, tiró de la camiseta de listas verde y blanca del niño, arrastrándolo junto a su madre. Volvió a gritar a pleno pulmón, hasta quedarse sin aliento y sin voz, el nombre de su primo.


 - ¡George! - Tenía las manos ensangrentadas, igual que en sus pesadillas. - ¡George! - Girando la cabeza a uno y otro lado, le buscaba incansable entre la multitud. - ¡George!


 - ¿Anton? - Respondió al fin una voz entre las mil que chillaban presas del pánico. - ¡Anton!


          Abrazarle fue un acto reflejo, su primo había localizado a su familia. Pero al ver el estado en el que se encontraba su esposa, el rubio cayó de rodillas ante ella. Le miraba con un reproche en los ojos azul oscuro.


 - ¿Te quedarás con él? Con tu primo... - Susurró sin fuerzas apretando el jersey rojo de la Flota contra su costado sangrante. - ¿Va a sustituirme?


 - ¡Oh, Erzi... cállate! - Protestó examinando la herida y volviendo a mirarla con mal disimulado horror. - Te llevaremos a un médico, te pondrás bien.


          George tomó en brazos a su esposa y caminó siguiendo de cerca a Anton, que cargaba a su vez con el pequeño Jim. Si lograban llegar hasta la Chekov tal vez podrían escapar.


 - Un poco más, ya veo la nave... - El rubio masticaba las palabras subiendo la colina. Una de las torres de vigilancia había sido derribada a patadas por los colonos, de aquel lado ya no llovían disparos. - Sólo aguanta un poco más, Erzi.


 - Creo que no vamos a sobrevivir esta vez, ni el trill ni yo... - Susurró débil al oído de su esposo.


 - ¡Maldita sea! - Anton había dejado al niño en el suelo y pateaba con rabia el casco agujereado de la Chekov. - Yebat! *(joder) ¡Está inutilizada! Espera un momento... ¡El transportador! ¿Cómo he podido ser tan estúpido? - Exclamó golpeándose la frente al recordarlo, entrando rápidamente a la nave para coger el aparato portátil y asomar, ipso facto, su cabeza rizada lleno de satisfacción. - Está programado para ir a la base estelar pero solamente puede teletransportar a uno de nosotros cada vez. Aparta, George, subiré primero a tu esposa.


 - ¡No lo hagas! - El rubio le impidió que accionara la máquina. - Eso los mataría.


 - ¿A ella y al bebé? ¡No, qué va! - Anton la apuntaba con el teletransportador portátil, dispuesto a sacarla de allí cuanto antes. - Es seguro, confía en mí...


 - ¡Es una trill además de betazoide! - George se interpuso entre su primo y su esposa, empujando a Anton hacia atrás. - Si usas tu transportador la matarás. Los matarás a los dos, anfitrión y huésped...


 - ¿Una trill-betazoide? - Murmuró verdaderamente pasmado. - Está bien, entonces sacaré de aquí al niño y traeré a Sam. Ya está recogiendo su mochila médica...


 - ¿Sigues usando el tel *(vínculo) con Jadzia? - Preguntó viendo que así era. - Vaya, ¡pero qué práctico! - Exclamó no sin cierta envidia.


 - No he interrumpido la comunicación con él ni un segundo... - El rubio le miraba levantando las cejas con expresión de incredulidad. - ¡Oh, me hizo prometérselo! Por cierto, opina que tu mujer es la criatura más bella y especial de todo el universo conocido. ¡Eh! - Se quejó por lo que Jadzia acababa de hacerle decir. - ¿De verdad lo piensas? - Murmuró apuntando al niño con el teletransportador. - No te muevas, Jimmy. Tu tío Jadzia te recibirá en unos segundos.


          Para el niño fue toda una experiencia sentir cómo su cuerpo se desintegraba, envuelto en un brillante haz de luz azul. A pesar de las circunstancias tan trágicas, no pudo evitar reírse y chillar “mamá” emocionado, nunca antes había vivido nada igual.


 - George... - Erzi le llamó a su lado. Una vez que Anton hizo desaparecer las moléculas de su hijo, poniéndolo a salvo, consideró que era el momento de despedirse de su marido. - Te pedimos que permanezcas junto a tu primo, él cuidará de ti. Te lo rogamos, nos... - La luz azul trajo de vuelta a alguien, apenas podía ver de quien se trataba pero venía armado. - Una larga vida llega hoy a su fin, cariño... me temo que voy a llevarme a tu hija conmigo...


 - No... Erzi... no... - George recibió su último beso en la nariz; se había acercado hasta tenerla entre los brazos, pero no estaba preparado para perderla así. - ¡No!


 - Retírate George, hazte a un lado... - Era la voz de Sam justo a su espalda, el tricorder médico vibraba ya alrededor del cuerpo de su paciente.


 - Ro Laren... ¿a qué brillante cerebro encargaste el pasaporte? - Erzi aún tenía tiempo de una última burla dirigida a su marido.


 - No hables... - Murmuró George. - Sam, dile que no hable, dile que... ¿Qué estás haciendo?


          El médico pelirrojo había dejado de atender a Erzi, ahora se centraba en examinar al feto. Comprendió que nada se podía hacer por salvar a la betazoide al ver, con el escáner, que el trill en su interior se moría. Tal vez pudiese hacer algo por la pequeña criatura que crecía en su vientre...


 - ¿De cuánto está, George? - El rubio no podía responder, se encontraba en estado de shok. - ¡Vamos! Es betazoide, su tiempo de gestación es superior al humano... - Sam tuvo que agacharse, los disparos volaban a su alrededor desde que se había transportado de la base estelar detrás de Jadzia. El klingon y Anton mantenían de momento a raya a los cardassianos pero tenían que salir de allí cuánto antes. - ¡George! ¿De cuánto está embarazada tu mujer?


 - Veintiséis semanas... - Murmuró Erzi entreabriendo los ojos, regalando una sonrisa al médico llena de esperanza. - ¿Puedes salvarla?


 - Demasiado poco, no sobreviviría fuera del útero. - Murmuró el pelirrojo bajando la mirada, los ojos azul oscuro de la betazoide eran tan bellos... y tan tristes...


 - Podemos utilizar el teletransportador como incubadora. - Anton había tenido una repentina inspiración. - ¡Sácale al bebé, Sam! Si funcionó con el enano lo hará también con su hija. - Le sugirió al recordar a su primo el médico, cómo el propio George había sido salvado así por su madre de la destrucción de la USS Valiant: oculto en el código de un teletransporte.


 - George... - Sacando fuerzas de ninguna parte, con su último aliento, Erzi se aferraba a la mano de su esposo. - ¡Jura por Zeus que no te alejarás de nuevo de tu familia!


          Ella podía sentirlo. Su empatía le revelaba el profundo amor que Anton, Sam, el médico pelirrojo, y el klingon que luchaba con la furia de diez hombres, sentían por su marido. Poco a poco, el trill en su interior se apagaba como una vela: más de dos mil años de existencia en cientos de miles de huéspedes humanoides, toda aquella sabiduría y experiencia acumulada, desapareciendo en la fría oscuridad de la nada. Su parte betazoide, sutilmente, empezaba a recibir pensamientos de nuevo.


 - Anton te ama, George. - Le rebeló a su marido. - Más de lo que se permite a sí mismo creer.


 - No... - Hipaba, el llanto corría por sus mejillas como un río desbordado. - Erzi, por favor, no me dejes...


 - Quédate con él, mi amor... y con Jadzia. Cuidarán de ti y de los niños. - Tenía la esperanza de que su hija la sobreviviría; por lo que podía captar en la complicada mente de Anton, semejante milagro sería posible. - Oh, y dale mi nombre a la pequeña, ¿querrás? Fue también el nombre de mi madre, es mi deseo. - Su esposo asintió en silencio, tomaría aquello como una promesa.


 - ¡La tengo! ¡La niña está en la memoria del teletransportador! - Exclamó feliz el genio de poderosa katra *(alma) vulcana, que había estado ocupándose de esa tarea con la ayuda de Sam.


          Anton extrajo la memoria auxiliar del aparato y se la entregó a su primo. George miró aquel pequeño rectángulo negro sintiendo que su bebé se encontraba a salvo allí dentro, al menos por ahora. Igual que hizo Zeus con Dionisio, escondió el feto nonato de su progenie en el interior de su muslo, guardando el chip en el bolsillo lateral de la pernera de su pantalón.


 - George, lo siento... - Sam cerraba los párpados de la hermosa betazoide, despidiéndose para siempre de aquella mirada azul repleta de esperanza. Su agonía había terminado al fin. - Tu esposa ha fallecido. Debemos irnos ya.


          Antes de ser transportado por Jadzia, pues el guerrero klingon fue el último en abandonar la superficie de Preenos, George pudo ver cómo el gasterópodo simbionte, el trill, salía de la cabeza de su mujer y se convertía en polvo ante sus ojos. Las adorables manchitas de leopardo se habían esfumado con él.


 - Transporta su cuerpo también, comandante. - Le rogó a Jadzia aguantándose las lágrimas. - Jimmy tiene que despedirse de su madre, le daremos un funeral betazoide.


 


*********


 


BASE ESTELAR PRÓXIMA AL SISTEMA TELLAR


 


                                                                               Y así lo hizo, al día siguiente. El más triste, el más amargo de toda su vida. Jimmy pudo dar un postrero beso a su madre antes de decirle adiós, hasta otra vida. Klasha, compadecido por su dolor, lo abrazó durante toda la ceremonia.


 - Parecen llevarse muy bien, los dos primos. - Jadzia señaló con una breve sonrisa a los niños, sentados junto a Sam en el banco de delante. Su marido pegó un respingo a su lado.


 - ¡No digas eso! - Masculló con la mandíbula ajustada. - Se criarán juntos, como hermanos. ¡Y nada más!


 - Anton... - El klingon utilizó el vínculo para hablarle en privado, George estaba sentado en el mismo banco, al otro lado de su esposo. - La historia no tiene por qué repetirse con los pequeños. Que tú y George seáis amantes no significa...


 - ¡No somos amantes! - Protestó del mismo modo, obviando que su primo estaba agarrado a su mano. - Lo fuimos, pero hace mil años...


 - Y acabaréis siéndolo otra vez, es sólo cuestión de tiempo. - Jadzia se fundamentaba en los hechos del pasado, tarde o temprano su marido y su muy querido amigo George, volverían a caer en la tentación. - ¿Sabes? Creo que incluso su mujer se dio cuenta, antes de morir le pidió que no se separase de ti. Pude oírla.


 - ¡Y yo puedo oíros a los dos! - Intervino George harto de escuchar sus voces en su cabeza, girando el cuello y lanzándoles a ambos una mirada asesina. - ¿Queréis dejar de cuchichear en el funeral de mi esposa?


 - ¿Cómo lo has hecho? ¿Cómo nos escuchabas? ¡No abrí el vínculo hacia ti! - Anton soltó la mano de su primo de inmediato y la mostró, palma arriba y junto con la otra, a los ojos grises y abiertos de par en par de su esposo. - No lo hice Jadzia, no me mires así. - ¿Qué había pasado exactamente? Llevaba casi cinco años sin ver a su primo, sin hablar con él una sola vez. Creía seguir teniendo bajo control sus poderes telepáticos. - Oye, ¿y qué le dijo su mujer exactamente?


 - Me dijo que me amas. - Respondió George por el klingon. - Que me amas más de lo que te puedes permitir.


 - ¿Le estás tocando? - Preguntó Jadzia, asomando incrédulo la cabeza por detrás de la espalda de su marido y asustándose al comprobar que no era así. Entre un primo y otro había unos seis centímetros de separación. - ¿Cómo te ha oído entonces?


 - A lo mejor resulta que yo también soy su t'hy'la, Jadzia. - Contestó el rubio con media sonrisa de autosuficiencia. - ¿No lo has pensado? Podía leer mis pensamientos mucho antes que los tuyos... ¡siempre ha podido hacerlo! Anton me ama, Erzi lo vio en su mente antes de partir al más allá. - George se volvió para mirarles a los dos a la cara. - Sois mi familia, lo sé. Pero no me importa lo que piensen los demás, no es asunto suyo, sólo nuestro.


 - ¿Nuestro? ¿Qué quieres decir? - El klingon tembló por un momento, todo su cuerpo se estremeció cuando la mano de George, que había vuelto a estirarse sobre el respaldo del banco, se posó sobre su nuca hasta hundir los dedos por debajo de su trenza y acariciarle la piel. - ¿Qué ha querido decir, Anton?


 - Bueno, ¿y yo qué sé? - Respondió encogiendo los hombros. - También puede oírte a ti sin tocarme, y tú puedes escucharle... está claro que hay un vínculo entre los tres.


 - ¿Los tres? - Jadzia estuvo a punto de levantarse y salir de allí corriendo. Un sudor frío le perló la frente. - ¿Significa eso que George se va convertir en nuestro amante?


 - ¡Un respeto, por todos los dioses! - Exclamó el rubio haciendo tronar su voz grave en las cabezas de los dos. - ¿Aún no hemos quemado el cuerpo de mi esposa y ya estáis pensando en meterme en vuestra cama? ¡Amo a Erzi! O la amaba... ¡La amo con toda mi alma!


 - ¡No estamos...! - Jadzia se mordió la lengua para corregirse. Basándose en experiencias anteriores, prefirió hablar solamente por sí mismo. - ¡No estoy pensando en meterme en la cama contigo, pedazo de idiota narcisista! Eres tú el que no deja de meterse en mi cabeza... ¡ y te ordeno que no lo hagas!


 - Como si fuera tan sencillo... - Anton soltó una risita sardónica y echó la cabeza hacia atrás, rebotando en el hombro de George al hacerlo. - El tel *(vínculo) es imposible de controlar, sobre todo al principio... ¿o es que ya no te acuerdas?


 


*********


 


                                                                      Fuera como fuese, al final, a duras penas, el rubio pudo hacerse con el control de aquella nueva habilidad suya surgida a saber cómo: consiguió dejar de meterse en los pensamientos de Jadzia y de su primo. Lo hizo justo a tiempo, pues era el momento de decir unas palabras en honor a su esposa. El oficiante de la ceremonia, un verdadero peregrino bajorano con sus auténticas arrugas en en el entrecejo sobre la nariz, le hizo una seña para que se acercara. George no había preparado nada, pensaba simplemente decirle adiós a Erzi, hasta la vista.


          Subiendo los peldaños de la pequeña tribuna que presidía el templo de la base estelar, George empezó a escuchar una melodía en su cabeza. Echó un vistazo rápido a su primo Anton, no parecía provenir de allí. Fue al disponerse a hablar ante el micrófono cuando se dio cuenta de qué canción era aquella. La había tenido en la cabeza durante semanas, repitiéndose una y otra vez desde que su hogar, Caldonia, fue invadido por los cardassianos, desde que todo se fue a la mierda y empezó a sufrir la pesadilla que había acabado por convertirse en realidad.


          Anton llamándole a gritos, con las manos manchadas por la sangre de Erzi, y el horrible dolor de la pérdida de algo muy, muy, pero que muy querido...


 - Así que crees que puedes distinguir entre la Gloria y el Infierno, entre el cielo azul y el dolor... - Comenzó titubeando nervioso, sin comprender del todo lo que estaba haciendo ni por qué. - ¿Puedes distinguir un campo verde de unos fríos raíles de acero? ¿Una sonrisa a través de un velo? ¿Crees que lo puedes distinguir?


            Lloró. En silencio, inmóvil, delante del micro. Todos los presentes en el funeral le estaban mirando. La mayoría le eran desconocidos; personal de la estación, unos cuantos refugiados de los que habían empezado a llegar por centenares tal y como Sam había pronosticado, contados miembros de la Flota y algún que otro diplomático de la Federación. Tragó saliva y siguió con su improvisado discurso.


 - Te hicieron cambiar a tus héroes por fantasmas, cenizas ardientes por árboles, aire caliente por la fresca brisa, la fría tranquilidad por el cambio... - Al recitar los versos pudo comprender el verdadero significado de aquella canción. - E intercambiaste un papel secundario en la guerra por uno principal en una jaula.


         Bajando la vista contempló a los niños en el primer banco, una lágrima rodó hasta el suelo acompañando su profundo dolor. Klasha estaba muy alto para su edad, ni por un instante había dejado de abrazar a Jimmy. Su hijo tenía los ojos hinchados de tanto llorar, sin embargo ahora le miraba embobado, escuchando atentamente cada una de sus palabras.


 - ¡Cómo desearía...! - Pensó en su esposa entonando ya sin pudor la melodía, en algún momento se había puesto a cantar. Con los ojos cerrados casi podía ver los suyos azul oscuro devolviéndole una mirada limpia, llena de amor y comprensión, la que siempre le había otorgado. - ¡Cómo desearía que estuvieras aquí! Tan sólo somos dos almas perdidas nadando en una pecera, año tras año, corriendo sobre el mismo viejo suelo. ¿Qué es lo que hemos encontrado? Los mismos temores de siempre... - George se volvió de espaldas a su particular audiencia, hacia el féretro donde dulcemente reposaban los restos de su esposa. Las lágrimas caían sin control alguno, como un maldito río que nunca encontraría el mar. - ¡Desearía que estuvieras aquí!


 


*********


 


NAVE PANTHEION, EN ALGÚN LUGAR CERCA DEL ESPACIO NEUTRAL


 


                                                                                La sacerdotisa se secaba las lágrimas utilizando un fino pañuelo de hilo de algodón, la pena en su corazón la estaba ahogando. Sintió los fuertes brazos de su amante rodeándola desde atrás, apretándola contra su pecho. Apolo también se había conmovido.


 - De no haber estado al otro lado del horizonte de sucesos, yo... - Hubiera deseado hacerlo, más que nada en toda su eterna existencia. - ¡Yo...!


 - La habrías salvado, lo sé. - Cassie se giró para darle un beso con el que sellar aquellos labios, salados por las lágrimas del dios. - De nada sirve lamentarse ahora. Erzi era una criatura única, maravillosa... su pérdida pesará siempre en el corazón de George.


 - ¿Por qué le permitimos hace siete años establecerse tan cerca de la zona cardassiana? - Apolo continuaba lamentándose, se culpaba por lo sucedido. - ¡Gracias a la absoluta falta de fe de los condenados cabeza de cuchara, no hemos podido llegar a tiempo hasta ellos!


 - Fue hace cuatro años y unos meses, querido. - Cassie le corrigió con dulzura. - Después de la muerte de Jim, ¿te acuerdas?


 - Cuando decidió alejarse de su primo, de toda su familia en la Tierra, en Ocampa y en Nuevo Vulcano, debimos hacer algo... - El de los cabellos dorados hablaba con amargura.


 - De haberlo impedido, Apolo, el pequeño Jim no habría nacido jamás. - Mirando a su amante con infinita ternura en sus ojos violeta, sonrió. - Ni la pequeña que pronto lo hará y a la que darán el nombre de su madre.


 - Erzi... - Murmuro el dios con fascinación. - Pero ella no será una trill, sólo una híbrido humano-betazoide.


 - Aún así tendrá el poder de la empatía, amado mío. - Argumentó la bella sacerdotisa. - Algo que le será muy útil en su larga y próspera vida.


 - Así será, estoy convencido. - Asintió Apolo, sabiendo que si Cassandra lo decía se haría realidad.


          Continuaron abrazados unos minutos más, contemplando las imágenes que captaban de la base estelar, plantados allí de pie, en mitad de los aposentos del capitán de la Pantheion. Después del discurso, George besó los labios de su esposa muerta y regresó a su lugar en el segundo banco. Esta vez se sentó entre los dos. Flanqueado por su amado primo Anton y su querido amigo Jadzia, el rubio, aunque destrozado por la pérdida, sintió que estaba a salvo.


 - Deja de mirar, sol de mi vida. No te tortures más. - Cassie apagó el monitor acercándose al lecho y tendiendo la mano a su amante. - Esta noche George descubrirá por qué puede oír los pensamientos de Jadzia tan claros como los de Anton, aunque no esté tocando a ninguno de los dos...


 - O incluso tocándoles, ¿no? - Apolo sonrió con su boca retorcida, dejándose arrancar el quitón por las pálidas manos de su amada. - Si duerme con ellos, como mínimo se rozarán.


 - Puede que aún sea un poco pronto para eso pero... - Poniendo los ojos en blanco tuvo una breve visión. - Criarán a los tres pequeños juntos, como hermanos. George cumplirá su promesa a Erzi y ya jamás se separará de Anton.


 - Ni de Jadzia... - Rió Apolo con una carcajada que sacudió el cuerpo grácil de la sacerdotisa entre sus brazos. - ¡El klingon siempre le pareció muy guapo!


 


                       Al otro lado del pasillo, en el laberinto de la nave oscura, Pan iba tocando una suave melodía en su flauta. El fauno saltaba y trotaba contento; acompañado por Eros, se dirigían a celebrar su pequeño triunfo al pabellón dedicado a la Naturaleza, donde residían las ninfas. La fiesta prometía, llevaban consigo una considerable provisión de néctar.


 - Me agrada esa cancioncilla de George, ¿Pink Floyd, dices que se llamaba el grupo? - El dios del amor parecía exultante. La imagen del rubio, que siempre le había parecido cautivador, sentado entre Jadzia y Anton en el funeral, le había dejado extasiado. Venían de la sala de la clepsidra, a Eros no se le olvidó lanzar al agua una piedrecita de amatista que desdibujara la superficie líquida, borrando así las huellas de su intervención no autorizada. - ¡Al fin ese muchacho tendrá lo que de verdad se merece!


 - Pink es rosa y floyd... - Pan había dejado de soplar su flauta, ahora se devanaba los sesos buscando un significado para aquella palabra.


 - ¡No hay nada como el amor de un guerrero! - Exclamó Eros ignorando las dudas existenciales de su compañero, al fin y al cabo era medio cabra. - No me malinterpretes, amigo. La criatura Erzi Dax era verdaderamente extraordinaria pero... ¡Ah! ¡No nos engañemos! El amor de un guerrero... pero no... ¡De dos! - Gritó soltando una eufórica carcajada.


 - ¿Floyd significa algo? - El fauno estaba a punto de sufrir un dolor de cabeza. Ignoraba que simplemente era el nombre de un músico.


 - Vuelve a tocar tu flauta, Pan. - El dios había tomado ya del brazo a una preciosa ninfa de los bosques. - Sólo el propio Eros convence la pasión de los hombres por los hombres, algo que el apuesto George pronto descubrirá.


 


Fin


 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.

Sé que algún día, alguien hará un comentario.


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