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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Décimo primer capítulo de esta nueva OVA de EXTRAS, la continuación de T'HY'LA.


No busquen este desorden en el Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, me lo he inventado. Tampoco es tan extraño, pues no es otra cosa que los típicos cambios de humor muy comunes durante el embarazo. Piensen que un varón humano con un octavo vulcano en sus genes, que además resulta que está embarazado de un klingon, es mucho más rebuscado que el título que elegí para este episodio.

MOMENTOS EN LA NÉBULA


XI – Ciclotimia gestacional


 


 


                                                             En la sala de controles circular, Jadzia, distraído, se atusaba la perilla con la mano mientras no quitaba el ojo de encima a su rubio compañero. George no había aguardado la llegada de Anton y empezaba a desmontar uno de los paneles, decenas de cables de colores se enredaban bajo el monitor.


 - ¡Menudo lío! - Exclamó con fastidio. - ¿Dónde se ha metido tu novio? Estas conexiones son endiabladamente complejas... ¡No entiendo nada!


 - Creía que la electrónica era tu fuerte, señor Encantado. - Se burló el klingon usando el tercer nombre que Laila solía darle a su rubio amigo. - Esa mujer rosita a lo mejor está distrayendo tu atención, por eso no comprendes el funcionamiento de este artefacto.


 - ¡No estaba pensando en ella, idiota! - Le gritó mirándole con el ceño fruncido. - Aunque ahora que lo dices... ¿sabes que su color no es la única cualidad que comparte con los chicles? - Jadzia abrió la boca para preguntar pero el rubio no le dejó decir palabra. - ¡Es muy flexible! - Rió soltando una buena carcajada.


 - ¿Cuál es el chiste? - Quiso saber Anton asomando por la puerta. Al ver aquel revuelto de cables al aire, se enfureció. - ¡Imbécil! ¿Has empezado sin mí? ¡Te ordené que no lo hicieras! - Gritó dándole un buen empujón a su primo el menor que se tambaleó. - ¿Nunca vas a hacerme caso? ¿Cómo vamos a averiguar para qué es cada cable si los quitas todos de una vez? ¡Hacen falta dos para comprobar las conexiones!


 - Tranquilo, t'hy'la... - A Jadzia le preocupaban las exageradas reacciones de su novio, su telequinesia podría verse afectada por los elevados niveles de hormonas en su sangre. - No te alteres, no es bueno ni para ti ni para el bebé. - Dijo pensando en su secreta melodía, intentando calmarlo.


 - ¡Si este idiota me obedeciera no estaría alterado! - Chilló volviendo a empujar a George. No estaba de humor para cancioncitas románticas.


          El rubio hizo un esfuerzo por no perder el equilibrio, la fuerza de Anton parecía haberse incrementado con el embarazo. Tomando aire con un profundo suspiro, le mostró el panel que había extraído de la consola dándole la vuelta.


 - ¡No he desconectado nada, genio! - Su primo abrió los ojos de par en par comprobando que era cierto. - Y no me fastidies con eso de las órdenes, no eres mi superior: los dos somos tenientes.


 - ¡Ni cuando eras alférez obedecías, siempre serás un grano en el culo! - Protestó Anton. - Anda, vamos a trabajar. Tú eres el experto en esto. Desengancharé un cable y así observas el resultado, poco a poco, ¿entendido?


 - Disculpas aceptadas, supongo. - Remató con cinismo el rubio. Sabía bien que no le iba a sacar nada mejor.


          Jadzia se limitó a observarles trabajar por un buen rato, hasta que alguno de los dos le pidiese que levantara ésta o aquella pesada pieza de metal, el klingon no tenía nada que hacer. De pronto se vio entretenido en una tonta rutina mental, algo que no era la primera vez que hacía: comparar los cuerpos de los dos primos mientras trabajaban codo con codo.


 - Anton es más bajo, sí, pero también es fuerte. Sus músculos están trabajados, las pantorrillas torneadas, los muslos... las nalgas... mmm... ¡Qué nalgas! - Iba pasando la mirada por las piernas de su novio, deleitándose en ello y comparando lo observado después al hacer lo propio con el rubio. - Tú también tienes un buen trasero, George. Apretado y redondo... que dan ganas de pellizcar... - Pensaba únicamente para sí mismo, o al menos eso creía él.


 - Jadzia... te advierto que la interfaz de la Nébula está activa. - Murmuró su rubio compañero entre dientes, estallando en una sonora carcajada cuando se dio la vuelta y observó la expresión atónita del klingon. - ¿Quieres darme un pellizco en el culo? ¡Adelante! - Bromeó con una abierta sonrisa.


 - Lo siento, yo... - Su atezada piel se tornó más oscura en las mejillas debido al repentino rubor. Jadzia no sabía dónde meterse.


 - Tienes un buen culo, sí... - Intervino Anton sin apartar los ojos del monitor que parpadeaba en determinadas secciones. - Mi novio no es ciego, ni tonto... se ha dado cuenta. ¿Y qué? Vamos, Georgie... ¡Estamos trabajando! ¿Desconecto otro cable? ¿Qué tal el negro?


 - No me llames así, no me gusta. - Se quejó el rubio, solamente toleraba aquel nombre si venía de sus abuelos o de su “mami”, Jabin. - ¡No es culpa mía que tu novio se fije en lo bueno que estoy!


 - Ponfo miran! *(improperio vulcano) – La voz de Anton se quebró al gritar. - ¿Quieres volver al trabajo de una vez? Y tú, Jadzia... ¿por qué no vas a recoger los repuestos que Jambalaya Jones trajo ayer por la tarde de vete a saber cuándo? Los voy a necesitar aquí.


          Ante otro de sus ataques de histeria, debido a la peculiar ciclotimia gestacional diagnosticada por Sam, George y Jadzia tomaron aire y resoplaron con paciencia. El médico les había recomendado ignorar este problema hasta el punto de prohibirles mencionarlo siquiera, a Anton no le sentaría nada bien, lo mejor era callarse y seguirle la corriente.


          Ambos preferían oírle gritar en lugar de las explosiones repentinas de llanto que acostumbraba a tener, eso siempre era más incómodo. La mayoría de las veces, si trataban de consolarlo, terminaban por provocar un nuevo brote de ira: nunca acertaban con su humor. Agachando la cabeza, cada uno cumplió con los deseos del ingeniero. George volvía a hacer comprobaciones con el monitor y Jadzia salió a buscar los materiales de los que Anton le había hablado.


 - Desconecto el negro, ahí va... céntrate. - Masculló tirando del cable. - ¿Qué hace, George? ¿Se ha apagado otro punto?


 - Esto sería más fácil con Jambalaya aquí... - Murmuró estudiando el resultado de la acción del ofuscado ingeniero. - ¿Dónde anda?


 - Le estará enseñando algo a Demora. - Respondió Anton encogiendo los hombros con un comentario inocente.


 - Creo esos dos ya se lo han enseñado todo... - Bromeó su primo con la típica sonrisa Kirk de comemierda dibujada en su boca.


 - Oye... - Dejando por un momento su labor con los cables, Anton levantó la mirada para atravesar la de su primo con sus ojos aguamarina. - Demora ya es mayorcita, lo suyo con ese Jones no es asunto nuestro pero...


 - Tienes razón. - Asintió el rubio.


 - ¿Qué hay de ti y Laila? - Le preguntó directamente, sin apartar la vista de su cara que empezaba a ponerse roja. - ¿Estás enamorado o es sólo diversión?


 - ¡Ah, claro! Yo no soy “mayorcito” ¿verdad? - Dijo en tono despectivo, entrecomillando la palabra con un gesto de sus dedos. - Mi relación con Laila sí es asunto tuyo, ¿no es eso? - Masculló indignado.


 - Tú.. y yo... tenemos un pasado, George. - Balbuceó justificando su actitud entrometida. - Es lógico que me interese por tu bienestar emocional.


 - ¡No me des la brasa vulcana, primo! - Anton incluso había retirado sus manos entrelazándolas a su espalda, al más puro estilo de Spock. - Si estás celoso reconócelo, y si no lo estás... - George se cruzó de brazos completamente erguido delante de Anton, enfrentándose a él. - ¡No es asunto tuyo lo que haga con Laila en la intimidad! - Le espetó desafiante.


          Las hormonas hicieron el resto; en nada, el brillante ingeniero de treinta y un años, se derrumbó como un niño pequeño en un llanto inconsolable. George suspiró y acercó con cuidado el brazo para acariciarle la espalda, no sabía cómo iba a reaccionar.


 - ¡Ya no te gusto! ¡Ni a Jadzia! - Gritó su primo entre sollozos descontrolados. - Desde que estoy preñado no le gusto a nadie... ¡Estoy gordo! ¡Y feo! - Terminó hipando, intentando recuperar algo de aliento.


 - Pero ¿qué tonterías estás diciendo? - George le envolvió en un abrazo, besando su frente por debajo de los rizos castaños. - No estás gordo, tu vientre se ha abultado un poco, nada más... y es por el embarazo, ¿qué esperabas? Además... - Ahora el rubio levantaba la barbilla de su primo, sosteniéndola con un dedo para mirarle a los ojos. Las lágrimas hacían brillar el tono aguamarina convirtiéndolos en dos profundos lagos.


 - ¿Qué? - Preguntó entre gimoteos algo más calmado.


 - ¡Jamás has estado más guapo, Anton! Tu piel resplandece, tus ojos centellean con la belleza de tu estado. - Acariciando el vientre de su primo con la otra mano, George se sumergió en aquellos preciosos y grandes ojos que le miraban con tanto amor. - Esperas un hijo, el milagro de la vida en tu interior te hace parecer más hermoso que nunca. Jadzia te ama con locura, te desea, te devora con su mirada... ¡Ya lo has visto antes!


 - ¿Y tú? - Musitó sorbiendo con fuerza los mocos que estaban a punto de asomar por su nariz.


 - Yo... - George le soltó apartándose un paso atrás. - Eso no debería importarte. Laila me gusta mucho, me hace reír... - El labio inferior de Anton parecía que fuese a echar a volar por cómo temblaba y sobresalía. - ¡Vas a ser madre, Anton!


 - ¡Padre! - Le corrigió poniéndose serio. - Voy a ser padre.


 - Te amo, sabes que es así. Siempre serás el primero en mi corazón pero... - Echándose a reír se giró de medio lado, no quería enseñarle los ojos a su primo, los tenía de pronto empañados en lágrimas. - ¡Ah, Laila es una caja de sorpresas! Me estoy divirtiendo mucho con ella, la verdad.


 - Yo también te amo, George. - Pensó imaginando que tal vez la Nébula, con su mágica interfaz, haría llegar las palabras a la mente de su primo aunque no le estuviera rozando. - Siempre te amaré.


          Unos enormes tubos metálicos aparecieron progresivamente por la puerta. Jadzia estaba de regreso con el material que su novio le había pedido, justo a tiempo de escuchar la implícita confesión de Anton. Viendo cómo éste se secaba la cara con la manga del jersey rojo, señal inequívoca de que había estado llorando, decidió pasar por alto todo aquello y actuar como si tal cosa.


 - ¿Dónde te dejo esto, estrella mía? - Consultó con voz melosa y una sonrisa.


 


                                     Asomados a la claraboya de la cabina de transporte, permanecían inmóviles y en silencio. Una oscuridad completa les rodeaba. Estaban fuera de la Nébula pero también fuera del tiempo. No parecía haber nada allí salvo el vacío más absoluto. Demora no sabía a dónde... o a cuándo la había llevado su misterioso anfitrión. Sentía su respiración en la nuca, sus grandes manos rodeándola por la cintura. Atreviéndose a girar el rostro, vio aquellos ojos verdes que la hacían estremecerse bajo la caricia de su mirada.


 - Jamabalaya... ¿qué es esto? - Atinó a murmurar después de tragar saliva.


 - Un segundo eterno, el anterior al principio de todas las cosas. - Respondió en un susurro grave de su voz metálica. - Ahí viene, sujétate capitana Sulu: vas a contemplar la singular maravilla del nacimiento de un Universo.


          La apretaba contra su pecho con fuerza, Demora apenas podía respirar. El aliento se trabó en su garganta cuando, ante sus ojos abiertos de par en par, una luz blanca estalló en aquella nada convirtiendo el espacio, negro y vacío, en una miríada de estrellas que expandían su masa por doquier. Pronto se formaron las galaxias, repletas de mundos nuevos surgidos de aquella explosión. La sacudida de la onda expansiva les hizo girar sobre el eje de la cabina unas cuantas veces, todo se tambaleaba a su alrededor. Poco a poco el movimiento cesó y Jambalaya Jones rió entre dientes, aflojando el agarre sobre su atónita visitante.


 - Por supuesto la Nébula ha acelerado el proceso para que lo comprendas mejor. - Murmuró orgulloso de ser capaz de mostrar semejante prodigio a su invitada. - Así es como nació el universo que habitas. Allí está tu galaxia, ¿cómo la llamáis?


 - La Vía Láctea... - Contestó a la pregunta como una niña en la escuela, su espíritu había regresado a la infancia. - ¡Oh, esto es... impresionante, anata! *(cariño) ¡Me siento tan minúscula y a la vez tan importante!


 - Lo eres, Demora. - Sonrió besándola en el cuello, tuvo que apartar su negra melena para hacerlo. - Minúscula pero no insignificante. Una parte de la materia de este infinito Universo está en ti, eres tú. ¡Y desde luego que eres importante!


 - ¿Cómo agradecerte todo lo que me has enseñado? - Demora se giró y besó los labios del hombre extraordinario que la miraba con infinita dulzura en los ojos verdes.


 - Sí, ésa es una buena manera de darme las gracias. - Sonrió Jambalaya arrastrándola al fondo de la cabina de transporte, dispuesto a disfrutar de su íntima compañía una vez más.


 


(Continuará...)


 


 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.

 - Sí, Klasha, ya sé que el bebé en la tripa de Anton eres tú. - El tribble travieso no deja de tironear de mi manga, así no puedo escribir. Me agacho a su altura de niño de tres años y le acaricio las marcas klingon de su frente tan poco pronunciadas. - Y no, no vas a nacer en la Nébula, no te preocupes.

 

 


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