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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Último capítulo de esta OVA de cinco, Puro Teatro, que nos ha llevado atrás en el tiempo una vez más, disfrutando así de la tripulación original del Enterprise y sus locas aventuras espaciales. El cinismo del doctor McCoy, la belleza de la fuerte Uhura, la dulzura de la observadora Christine, las tensas sonrisas del ingeniero Scott, la tensión sexual no resuelta de Sulu y Pavel, siempre señalada por el dedo acusador de Riley... ¡Ah, les echaría de menos si, de vez en cuando, no fuese a hacerles una visita!

PURO TEATRO. PARTE V:


Un final agridulce


 


                                                                         A estas alturas ya sabemos cómo funciona esto. Una luz azulada se arremolina en torno a los cuerpos de los seis expedicionarios, girando cada vez más rápido y brillante, y las moléculas se desmaterializan para de nuevo materializarse en el planeta de turno...


 - A ver... - Comenzó Jim a dar sus órdenes. - Pavel, tú a por las computadoras. Los demás...


 - ¿Y dónde están? - Preguntó el ruso echando un vistazo a su alrededor. - ¿Lo sabes? Porque aquí hay muchas instalassiones, Jim.


          Algo totalmente cierto. Se encontraban en una plaza rodeada por edificios de aspecto anodino, un puñado de grises mamotretos arquitectónicos sin ninguna chispa. Afortunadamente no había un alma por allí.


          Echaron a andar hacia lo que parecía una instalación gubernamental, Sulu advirtió una especie de escudo sobre la puerta. En su interior dos pasillos rodeaban las múltiples habitaciones girando a derecha e izquierda, Spock decidió dividir la expedición hasta dar con los ordenadores en cuestión.


 - Johnson, a la retaguardia y no le quite ojo de encima al Secretario. - Le encomendó el vulcano al sargento de seguridad. - Sólo faltaba que le pasara algo malo, sería responsabilidad nuestra.


 - Cuidaré de él, señor. - Asintió estirándose orgulloso la camisa roja y empuñando su fáser con firmeza.


 - Esho, tú cuida del lobo, no se haga daño. - Estuvo de acuerdo Jim. - Yo... iré con mi niño y con Hik! - Hipó el rubio. - Y con Hikaaaru.


 - El primero que vea los aparatos que lo comunique. - Añadió Spock. - ¿Entendido, t'hy'la? Deja abierto el vínculo. - Le pidió usando su mente para comunicarse con su esposo. - Por cierto... ¿estás bien?


 - Ferpectamente, amor. - Le respondió del mismo modo regalándole una pícara sonrisa.


 - ¿Por qué arrastra las palabras? - El andoriano se acercó a husmear el aliento del capitán. - ¡Lo que suponía! ¡Está usted borracho señor Kirk!


 - Un Kirk borracho vale más que dos. - Argumentó con escasa lógica el rubio, tenía que reconocer que el brebaje vulcano se le había subido a la cabeza.


 - Vamos, señor Secretario. - Spock tomó el corredor de la derecha. - Sígame, no se separe de nosotros.


          Y así Jim, Sulu y Pavel, estos últimos cargados con el equipo del ruso, echaron a andar por el pasillo de la izquierda. Ambos grupos caminaban con atención, por si escuchaban a alguien por allí, mirando tras cada ventana y abriendo todas las puertas. No sabían qué aspecto tendría la sala de ordenadores, ni siquiera si existía algo así. De pronto unos pasos se acercaban por el corredor, dos hombres vestidos con tonos chillones, en terrible combinación, agitaban sus coletas rubias al dar sus enormes zancadas: la raza eminiariana era bastante alta.


          Jim no se acobardó y se dirigió a ellos con toda la sobriedad que pudo sacar de su mente embriagada. Les explicó que, como capitán de una nave estelar diseñada para recorrer la Galaxia entera y con una capacidad de destruir mundos completos con sólo un disparo de sus torpedos, no estaba dispuesto a permitir que una absurda guerra, como la que Eminiar VII mantenía con Vendikar, siguiera adelante.


 - Jim, hemos encontrado las computadoras. - Era la dulce voz de Spock sonando en su cabeza. - Te envío mi posición al comunicador.


 - Pavel, toma esto y ve con Sulu allí ahora mismo. - Le ordenó entregándole su fáser.


 - ¡Ustedes no vian a ninguningunia parte! - El alienígena ataviado de verde fosforito y naranja, les cortó el paso extendiendo la mano abierta ante sus caras.


 - ¿A dónde tengo que ir, Jim? - Preguntó extrañado el ruso devolviendo el fáser a su capitán. - Me das tu arma, supongo que las coordenadas estarán en tu comunicador.


 - ¡Qué tonto estoy, mi niño! Me equivoqué de trasto. - Reconoció corrigiendo el error y rascándose la cabeza con una sonrisa. - Sulu, ve con él.


 - Sí, señor. - Masculló entre dientes. - ¿Y qué hacemos con estos? - El japonés ladeó la cabeza señalando a los eminiarianos.


 - Ni casho... - Farfulló el rubio. - ¿No tienen una guerra de mentira? ¡Pues que nos maten de mentira!


          Apartándolos a empujones, Sulu y Pavel consiguieron avanzar por el pasillo camino del punto que señalaba el comunicador de Jim. Éste se quedó a hablar con los alienígenas, echándoles con confianza los brazos por encima de los hombros se colocó en medio de los dos.


 - A ver, amigos... - Comenzó una pesada charla de borracho que, de pronto, se vio interrumpida.


 - ¡No habliamos con muertos! - Espetó el eminiariano de amarillo limón con capa fucsia sacudiéndoselo de encima. - Usted debe ir a la casieta de desinintemgración, está usted muerto.


 - ¿Ah sí? - Bromeó el rubio. - ¿Y eso en qué se nota?


 - Diurante el último ataque de Vendicar, su niave, capitán, fue destruida por un satiélite de tri-coloblato...


 - Creo que se dice tri-cobalto. - Interrumpió Jim para corregir la peculiar forma de hablar de aquel tipo.


 - ¡Tioda la tripululación de su niave está muerta! - Terminó gritando el alienígena, no comprendía por qué aquel hombre negaba los hechos de esa manera.


 - Así que el Enterprise ha sido atacado, ¿no? - Dijo tomando su fáser del cinturón y llevándoselo a la boca. - Scotty... aquí Jim. ¿Seguís respirando ahí arriba?


          Por razones obvias no hubo respuesta. El rubio devolvió el arma a su cinturón y echó a andar por el pasillo, tenía que darles la noticia a sus compañeros: eran los únicos supervivientes de tan terrible suceso. Y los eminiarianos le siguieron asombrados por la tenacidad de aquel rubio tan extraño.


 - Spock... - Le llamó tomando ya el pasillo de la derecha a la entrada del edificio, allí donde la expedición se había dividido. - ¡Spooock! - Gritó.


 - ¿Quié hace? - Se preguntó el eminiariano de verde. - ¿Por quié no nos aconompaña a la casieta de desinintemgración?


          Su compañero se encogió de hombros y ambos continuaron siguiendo al capitán. Ya no llamaba a nadie a gritos, por fin el rubio había recordado que poseía un vínculo sagrado con su esposo y lo estaba utilizando. Así no tardó en dar con el resto del equipo.


 - ¡Estos dos dicen que el Enterprise ha sido destruido en un ataque de Vendikar! - Entró a la sala de los ordenadores gritando desesperado. - ¡Y Scotty no responde a mi llamada!


 - ¿Cómo va a contestar el escossés? - Pavel se echó a reír. - Seguro que le has llamado usando el fáser.


 - ¿Y esto? - Sulu le tendía el pesado decodificador con el que había cargado todo el rato a su espalda. - ¿Tampoco te sirve?


          El ruso negó con la cabeza. Nada más ver la clase de computadoras que tenían en Eminiar VII, supo que lo único que le hacía falta para jaquearlas era su pendrive.


 - Scott, aquí Spock. - El vulcano llamaba al Enterprise con su propio comunicador, todavía tenía la ceja izquierda levantada. - Llamando por el fáser... ¿pero qué te pasa? ¿Es cierto, Jim? ¿Estás ebrio? - Le decía mientras aguardaba la respuesta del ingeniero.


 - Señor, todo en orden. - Contestó Uhura. - Los mensajes han sido enviados a ambos mundos, y Monty dice que la santabárbara está cargada y apuntando a los objetivos.


 - ¡Trae acá! - Jim arrebató el aparato de las manos de su marido. - ¡Nyota, preciosa perla negra! ¿Estáis bien? ¿No habéis sido atacados?


 - Jim... - Spock le quitó el comunicador. - Es evidente que el ataque de Vendikar ha sido ficticio, como el anterior. Además, has pulsado el botón de colgar.


 - ¡Lo tengo! - Exclamó Pavel. - Game over! *(fin del juego)


 - ¿Te has cargado ese estúpido juego de guerra sólo con tu pen? - Sulu miró el resto del pesado equipo con rabia.


 - ¡Bueno, amigos! - Jim volvió a engancharse del cuello de los eminiarianos. - Por si no tenéis claro lo que está pasando os lo voy a explicar. En primer lugar, aquí el genio de mi niño, ha destrozado vuestros computadores...


 - ¡Y los de Vendikar también! - Interrumpió Pavel orgulloso. - Les he mandado un virus, un pedasso de troyano que no lo para ni un oso panda.


 - Así que vuestros estúpidos juegos de guerra han terminado para siempre. - Siguió Jim. - Y ahora vais a decirme dónde están esas condenadas casetas de desintegración de las que tanto habláis porque Spock, Johnson y yo mismo, vamos a volarlas en pedazitos... ¿Lo vais captando?


 - ¡No hariemos tal cosa! - Se negó en redondo el eminiariano de amarillo, cruzando los brazos sobre el pecho.


 - Lo harán. - Intervino Spock. - Nuestra nave, como habrán podido comprobar, está armada con una tecnología que supera sus conocimientos, capacitada para arrasar la superficie de dos planetas enteros con un solo disparo.


 - Amor... ¿un solo disparo? Estás alardeando... - Rió Jim usando el vínculo, con los achispados ojos azules clavados en los de su marido.


 - Exagerando un poco, nada más. - Se justificó el vulcano del mismo modo. - ¿Qué dicen ahora, caballeros?


 - ¿Y cuál es la altiernativa, ser de oriejas puntiaguiudias? - El alienígena de verde le miraba con incertidumbre y algo de desprecio.


 - Sentarse en una mesa, eminiarianos y vendikaritas, juntos para negociar una paz que les ayude a prosperar. - Respondió Spock con absoluta sinceridad vulcana.


          Hasta ese instante el Secretario andoriano se había limitado a observar en silencio toda la escena, tomando buena nota de todo para informar en cuanto tuviese la oportunidad al Cuartel General. Pero cuando oyó al comandante vulcano hablar así y observó la mirada que el capitán sostenía con él, algo se movió en su estirado corazón.


 - Será para mí un honor y un verdadero placer ayudarles como intermediario en esas negociaciones, caballeros. - Dijo con solemnidad acercándose a los eminiarianos. - Ahora veo cual es realmente su trabajo, capitán. Usted y su partenaire lo han realizado a la perfección, con verdadera eficiencia profesional.


 - ¿Partenaire? Eso es... ¿pareja? - Pensó Spock para su sa-telsu. *(esposo)


 - ¡Ah, no pasa nada! Se refiere a que trabajamos juntos, creo... - Contestó Jim haciendo una graciosa mueca que reflejaba sus dudas.


 - Yo solamente digo una cosa... - Anunció Sulu con firmeza. - ¡No pienso cargar con todos estos trastos, pesados e inútiles, de vuelta al Enterprise! - Espetó pateando el equipo de Pavel.


 - Yeppa! ¡Que es material frágil! - Se quejó el ruso.


 - El pen... - Masculló entre dientes el japonés. - Sólo ha utilizado el puñetero pendrive...


 - Pero moy drug... *(amigo mío) – El chico se sonreía echando la mano sobre el hombro del piloto. - Yo no sabía cómo iban a ser estos ordenadores...


 


                                                  Un par de días más tarde la USS Enterprise abandonaba el sistema solar de Eminiar VII, dejando al Secretario de Estado de la Federación, Garth de Izar, a cargo de las negociaciones entre ambas civilizaciones. Eminiarianos y vendikaritas, sentados a la misma mesa por primera vez, después de siglos de una guerra surrealista. Todas las casetas de desintegración, en uno y otro planeta, fueron destruidas por los fasers de la nave. Ya sólo quedaba la salida de la paz, y con toda la buena voluntad del pitufo secretario, sería difícil que los beligerantes alienígenas no alcanzaran un acuerdo.


          La tripulación entera celebró aquello con una cena de gala, compuesta por suculentos manjares traídos de Eminiar VII y de Vendikar. Curiosamente acabaron combinando sendos menús, los eminiarianos tenían un gusto demasiado agrio y los vedikaritas estaban demasiado dulces: juntos sabían mucho mejor. Para beber sirvieron toda clase de licores de nombres impronunciables, algunos de ellos bastante fuertes. Amy probó casi todos los platos aunque ya había cenado su sopa plomeek, la niña disfrutaba de la compañía de sus padres y de toda la familia del Enterprise al completo, después de pasar los últimos días jugando a aquella especie de escondite con el misterioso lobo.


 - A'nirih... - Le llamó tirando de la manga de su uniforme, dejando junto a los galones de capitán, una mancha de salsa espesa y azulada. - ¿None tá el lobo? Pedo ya no disse nada.


 - ¿Te refieres al pad, a Pedrrrrro? - Sonrió Jim remarcando la erre para que su hijita aprendiera a pronunciarla. - Bueno, bebé. El lobo ya no está, se ha ido.


 - ¿A none? Yo tero al lobito... - Protestó algo ofuscada.


 - Con suerte no volveremos a saber de él, ko-fu. *(hija) – Spock soportó que le tirase de la perilla con una casi imperceptible sonrisa.


 - ¡Brindo por eso! - Exclamó Jim levantando su copa.


 - Aye, pal! *(sí, amigo) - Le secundó Scott a la escocesa. - Sláinte! *(salud)


 - Esperemos que las negociaciones entre Eminiar VII y Vendikar den buenos resultados. - Dijo Nyota uniéndose al brindis.


 - Pero hay algo que no entiendo... - McCoy mantenía el vaso levantado delante de sus narices, mirando por encima de él al capitán sentado en frente. - ¿Por qué bajaste borracho a ese planeta, Jim?


 - Me dolía la cabeza, no pude acceder al dispensario porque en ese momento estaba al completo, ya me entiendes... - Contestó a su amigo haciéndole un guiño y señalando con la cabeza a Christine, la enfermera se sonrojó al instante. - Así que fui al dormitorio y pillé esa botella con forma humanoide tan rara que tienes en tu zona de meditación, Spock. Le di un traguito...


 - ¿El brebaje curativo que me regaló mi padre? - El vulcano levantó su ceja y ladeó la cabeza unos cuarenta y cinco grados a la izquierda. - Contiene algo de alcohol, es cierto pero no tanto como para... Espera. ¿Cuánto ingeriste?


 - ¡Demasiado! - Exclamó Jim soltando después una buena carcajada.


          La risa del capitán, escandalosa y vibrante, sonora y masculina, pronto se contagió a todo el personal. No sabrían hasta varios años después, cuando todos vivían en la Tierra excepto Pavel, que andaba por Kronos, y Sulu, que capitaneaba la Excelsior, que las conversaciones de paz se rompieron muy a pesar de los esfuerzos de Garth de Izar, quien acabó siendo asesinado por un eminiariano rebelde, un tal Méate-Tú. Ocurrió una guerra nuclear, esta vez no ficticia, que obliteró completamente el planeta Vendikar y acabó convirtiendo un tercio de Eminiar VII en tierras baldías radioactivas. No todo puede salir bien siempre.


 - No te enfades, mi amor... - Murmuraba meloso Jim en la mente de su marido. - Dejé un traguito en la botella por si alguna vez te falla tu disciplina vulcana.


 - T'hy'la... - Susurró Spock echándose a reír también.


 


Fin de la OVA


 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma. Sólo espero que os hayáis divertido al leerlo, tanto como yo al escribirlo.


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