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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Basado en el capítulo cuatro de la temporada uno de la serie original Star Trek, “Horas desesperadas”. Esta franquicia de series de televisión y películas de ciencia ficción fue creada por Gene Roddenberry, sus personajes no me pertenecen... pero T'HY'LA sí y esta historia también.

LOCURA CONTAGIOSA



                                                                                                  Fecha estelar 1704.2. El USS Enterprise, pilotado hábilmente por el teniente Sulu, se aproximaba a la órbita de Psi 2000, un mundo desierto y helado a punto de desaparecer. Las órdenes de la Flota eran rescatar de la superficie al equipo de científicos que había estado meses estudiando el fenómeno. También debían observar su desintegración desde una distancia prudente que les permitiese analizar lo que sucede cuando un planeta de clase M, como la Tierra, se muere. Jim hubiera deseado estar al mando de la misión, su vena de explorador se le inflamaba con esta clase de aventuras, pero la baja médica debida a su extraño embarazo se lo impedía. Spock, en contra de lo que su esposo le había rogado la noche anterior, decidió formar él mismo parte de la exigua expedición de rescate junto al teniente Joe Tormolen, valioso miembro de la división científica a bordo.

 - No corra riesgos innecesarios, teniente. - Le aconsejó con voz grave al observar la situación.
 - Sí señor... quiero decir no, no lo haré. - Respondió el joven científico algo aturdido ante lo que veían sus ojos.

    Las instalaciones de la base estaban congeladas, como si los sistemas vitales hubiesen fallado. Sobre la consola principal de control yacía el cuerpo de un miembro de seguridad completamente cubierto de hielo, unos pasos más al fondo, el de una mujer con uniforme azulado apenas distinguible del escarchado suelo. Tras inspeccionar por separado las distintas dependencias del refugio, Spock consultó a su subordinado qué es lo que había observado.

 - ¡Todos están muertos, señor! - Dijo perdiendo por un momento la compostura y apoyándose en la consola de control. - Será mejor que lo vea usted mismo. He encontrado a un hombre congelado bajo la ducha... ¡con la ropa puesta!
 - No necesito ver algo así, gracias. - Spock negó con la cabeza, su recorrido por el edificio también había estado repleto de cadáveres.
 - Supongo, aún si estuviera desnudo... - Susurró tapándose la boca con disimulo, desconocía el buen oído que poseen los vulcanos.
 - Regresemos a la nave, no hay nada que podamos hacer aquí. - Pulsando su intercomunicador obvió el sarcástico comentario del joven teniente. - Doctor McCoy, prepare su equipo. Algo desconocido ha acabado con las vidas del grupo de científicos en este planeta, no quiero arriesgarme a un contagio a bordo. El teniente Tormolen y yo entraremos en cuarentena nada más materializarnos ahí, no nos mezclaremos con el resto de la tripulación hasta que usted dé su consentimiento.
 - ¡Vaya, eso es nuevo! - Exclamó Bones desde su puesto en la enfermería. - No sé qué haré con tanto poder... - Bromeó con una sonrisa burlona.
 - Doctor, sé bueno y devuélveme pronto a mi maridito. - Susurró Jim justo a su lado.


                      Las órdenes del vulcano fueron cumplidas y después de que Scott les descontaminase con el transportador, ambos fueron acompañados a la enfermería por el propio McCoy.

 - Bien, teniente... puede volver a su puesto. - El médico dejó que Tormolen se levantara de la camilla y acompañó con un gesto de su mano a Spock para que tomase su lugar. - Veamos, pulso a doscientos dos, presión sanguínea prácticamente inexistente... si damos por sangre esa cosa verde que te corre por las venas...
 - ¿Estoy bien? ¿Lo estamos ambos? - Levantando su ceja izquierda miró al médico dándole a entender que no estaba para sus gracietas.
 - Sí, bueno... eso parece. - McCoy bajó la mirada, tras lo ocurrido en Psi 2000 tenía que reconocer que no era el momento adecuado para meterse con su amigo. - No he detectado nada raro, tú también puedes volver a tu puesto.

    Spock agradeció su opinión médica, dejando la camilla volvió a ponerse su jersey azul, por el rabillo del ojo le pareció ver al teniente Tormolen frotándose la mano derecha con insistencia. De pronto Jim irrumpió en el box, parecía preocupado.

 - ¿Estás bien, mi amor? - Preguntó dirigiéndose exclusivamente a su marido.
 - Según el jefe médico no hay razón para mantener el aislamiento, capitán. - Respondió en voz alta intentando evitar que surgieran más rumores entre la tripulación sobre su forma peculiar de mirarse el uno al otro mientras se comunicaban con el tel. *(vínculo) - Convoco una reunión de las distintas divisiones en la cubierta D, hemos de discutir lo que está sucediendo y qué opciones tenemos.


                      El rubio estuvo de acuerdo y subió en el turbo ascensor junto a su esposo y su mejor amigo. Estando de baja no podría tomar decisiones de mando pero sí dar su opinión al respecto. Una vez sentados alrededor de la mesa de juntas, Bones y los demás permanecieron atentos a las grabaciones de seguridad que Spock había tomado de la base científica sobre el planeta. El doctor vio morir a un grupo de hombres y mujeres que se comportaban de manera extraña, como si nada les importara, como si estuviesen locos o drogados y, desconcertado, no supo responder a las preguntas que el comandante le hacía sobre las posibles causas.

 - ¡Soy médico, Spock, no adivino! ¿Me has traído alguna muestra, un cuerpo que poder examinar? - Se defendió cruzando los brazos sobre el pecho.

    El capitán en funciones pidió a la sala del transportador que dejasen uno de los cadáveres directamente en la bahía médica e inclinó la cabeza hacia el doctor como señal de disculpa. Luego sopesó si debían permanecer cerca del planeta o sería más seguro alejarse, dado que Psi 2000 iba a desintegrarse tenían que poner a salvo la nave. Consultó a sus compañeros y Scott le respondió con su tensa sonrisa que si a nadie en ingeniería le daba por ducharse vestido, los motores podrían sacar al Enterprise de allí en el momento en que le diese la orden.

 - ¿Ducharnos vestidos? - Murmuró el alférez Chekov mirándose la camiseta roja, el ruso formaba parte eventualmente del equipo de Scott en la cubierta A.
 - Señor Sulu, ocúpese de mantener una distancia adecuada con el planeta, no queremos que su destrucción nos afecte. - Le indicó el vulcano. - Oh, y mientras que el señor Chekov le prepara el cálculo de las coordenadas, procure usted que comprenda bien a qué se refería el señor Scott.
 - ¡Nada de experimentos en la ducha, Pavel! - Rió Jim revolviéndole los rizos del flequillo al confundido muchacho.


                      Más tarde, en una de las salas de descanso, el japonés le daba una charla sobre lo conveniente que es practicar el deporte de la esgrima a su compañero Kevin Riley, quien sustituía como artillero a Chekov en el puente.

 - Colega, no entiendo cómo te permiten guardar esa espadita bajo tu consola de navegación. - Se asombraba el irlandés sacando una ración de comida de la máquina expendedora.
 - Wakizashi, Kevin. - Le corrigió Sulu haciendo lo propio.
 - ¿Puedo comer con vosotros? - Preguntó Pavel cargando su bandeja detrás de ambos.
 - Eso depende, alférez. - Bromeó el japonés. - ¿Has concretado ya cuáles serán esas coordenadas?
 - ¿De qué estabais hablando? - Quiso saber el ruso sin hacer caso de la pregunta de su amigo, hacía rato que había terminado con esa tarea para él sencilla.
 - Hikaru intenta convencerme de que me apunte a clases de espada... - Rió Kevin dejando que pasara delante. Cuando nadie podía verle se entretenía en admirar la atlética figura del muchacho.
 - Esgrima. - Volvió a corregirle Sulu añadiendo un codazo, había advertido claramente cómo el pelirrojo devoraba el trasero de Pavel.
 - La semana pasada intentó que me interesase por la jardinería. - Protestó Kevin burlándose de las aficiones del japonés.
 - ¿Qué sentido tiene todo esto? - Gritó una voz sacándolos de su conversación.

    Se trataba del teniente Tormolen, sentado al otro lado de la mesa parecía enajenado, fuera de sí. Había estado frotándose la mano derecha todo el tiempo como si viese allí una mancha que intentase borrar.

 - ¡Si el hombre estuviese hecho para vivir en el espacio no necesitaríamos respirar! - Espetó tomando un cuchillo. - ¡Seis personas han muerto ahí abajo! ¿Qué derecho tenemos a seguir vivos?
 - ¡Riley, llama a seguridad! - Le exhortó Sulu.
 - ¡Eh, cuidado con eso! - Exclamó Pavel apartándose de un salto al ver a su compañero armado.
 - ¡Joe, deja el cuchillo! - El japonés intentaba sujetarle, en el forcejeo Tormolen se hirió a sí mismo y cayó al suelo.
 - ¡Rápido, envíen un equipo desde enfermería, tenemos dos heridos por arma blanca en la sala de descanso tres-nueve! - El irlandés mantenía pulsado el comunicador de la pared con su puño, no podía apartar los ojos de Sulu. Toda aquella sangre...
 - ¡Yo estoy bien, Kevin! - Se apresuró a corregir el piloto. Volviéndose hacia Pavel notó cómo su rostro se volvía más pálido. - Estoy bien, no estoy herido. - Le repitió.
 - Hikaru... - Musitó el nombre sin fuerzas, al ruso le temblaban las rodillas.

    Riley ayudó a Sulu a colocar el cuerpo inconsciente del teniente Tormolen sobre la camilla. Luego vio cómo Chekov recibía un abrazo por parte del japonés antes de regresar a ingeniería.

 - Estará bien. Sólo se ha asustado un poco. - Comentó Kevin de camino al puente. - Cuando te vio lleno de sangre debió pensar que...
 - A veces creo que nunca dejará de ser el niño inocente que conocí en la Academia. - Murmuró Sulu con rostro circunspecto.


                      Chekov, tras asegurarse de que en el puente hubiesen alcanzado las coordenadas que él mismo había programado, se centró en comprobar que los motores estuviesen listos para alejarles a toda máquina en caso de que fuese necesario. Todo esto ante la atenta mirada de Scott que, sabiendo bien lo susceptible que era el ruso, procuraba vigilarle sin que se diese cuenta.

 - ¿Cómo está mi niño, Scotty? - La voz del capitán sonó melosa a su espalda.
 - Si se refiere al Enterprise, señor, nuestro joven genio se está encargando de que los motores de curvatura se mantengan a pleno rendimiento. - Respondió el escocés socarrón.
 - No hablaba de eso pero has respondido a mi pregunta. - El rubio le palmeó la espalda. - Mientras esté ocupado es buena señal. Si se queda plantado mirando al infinito me lo dices. Estaré en enfermería. Creo que Tormolen está empeorando.


                    Y así era. Bajo las desconcertadas miradas de McCoy y la enfermera Chapel, el teniente agonizaba sobre una camilla sin que pudiesen hacer nada. Finalmente exhaló su último aliento y falleció.

 - No lo entiendo... - Murmuró McCoy apenado. - Sus heridas ni siquiera eran graves.
 - Es como si... - Los azules ojos de Christine se llenaron de lágrimas. - Como si hubiese perdido las ganas de vivir. ¡Oh, Leonard! ¿No es horrible? - Se dejó envolver por el cálido abrazo de su amante, la enfermera sentía una profunda angustia en su interior y un extraño picor en su mano derecha, la misma con la que había sostenido la del paciente hasta que éste les abandonó.
 - ¿Y ya está? - Protestó el capitán enérgico. - ¿Quieres decir que no tienes ni idea de lo que le ha pasado a Tormolen? ¡Vamos, Bones! ¡Necesito respuestas! - Le gritó.
 - Jim, estoy analizando muestras en el laboratorio, cuando tenga esas respuestas se lo haré saber al comandante Spock. - Llevándose a Chris consigo pasó junto a su amigo dedicándole un gesto de indiferencia.
 - Claro, a Spock. De hecho es él quien necesita las respuestas... - Murmuró con resignación. - Yo no estoy al mando, sigo de baja.

    Encogiéndose de hombros se marchó a su camarote. Las puertas del armario estaban abiertas y pudo ver su figura reflejada en el espejo. No estoy al mando, Spock está al mando. Se dijo acariciándose el vientre plano y preguntándose dónde estaría ahora su bebé.


                    Entretanto, en el puente, Spock se concentraba en analizar los datos que les iban llegando del planeta con la cabeza inclinada sobre su consola de observación científica. Psi 2000 se contraía sobre sí mismo con rapidez, era necesario corregir la posición del Enterprise y Pavel ya le había enviado unas nuevas coordenadas. Sulu se frotaba la palma de la mano derecha restregándola contra su pierna, sudaba copiosamente.

 - Hace calor... - Murmuró Kevin a su lado en la consola de artillero. - ¿No tiene calor, señor Spock?
 - No, la temperatura en el puente es la habitual. - Ni se molestó en levantar la cabeza y mirarle, de haberlo hecho habría notado que tanto el teniente Riley como Sulu se comportaban de un modo extraño. - ¿Han compensado la atracción gravitatoria con los motores?
 - Sí que hace calor... - El piloto se agachó a recoger algo de debajo de su consola. - Oye, yo me voy al gimnasio, de repente me apetece practicar un poco la esgrima. - Susurró al oído de su compañero.
 - Espera, Hikaru... no puedes irte... - Mirando de reojo notó que su comandante seguía atento a las lecturas del ordenador y suspiró. No se había dado cuenta de que el japonés se había largado por el turbo ascensor con la wakizashi en la mano.

    Entonces todo empezó a pitar. La nave parecía estar escorando atraída por la gravedad del planeta. Spock se giró y corrió hacia la consola vacía del piloto.

 - ¿Dónde está Sulu? - Pulsando unos botones evitó el desastre. - No compensó la atracción con los motores como le ordené. ¿Dónde está el teniente Sulu? ¡Responda! - Preguntó directamente a Kevin.
 - No debes tener miedo, Riley está aquí, un sólo irlandés vale por más de diez mil... - El pelirrojo parecía eufórico, su piel brillaba por la sudoración.
 - ¿Ahora me habla en verso, teniente? ¡Uhura, ocupe el puesto de Riley y que alguien pilote, por favor! - Spock ayudó a un tripulante de camiseta roja a sentarse a los mandos. - Teniente, queda usted relevado. - Remató agarrando al irlandés de la muñeca derecha.
 - Estupendo, que las mujeres también trabajen, ¿no querían igualdad? - Rió Kevin cediendo el sitio a Nyota mientras intentaba deshacerse del agarre del vulcano.
 - Vaya directo a la enfermería. - Le ordenó el comandante.
 - Sí, señor... - Dando cómicamente media vuelta sobre una pierna, tal y como lo haría un borracho, subió al turbo ascensor. - Es precisamente donde tenía pensado ir. - Mintió divertido.
 - Aquí el comandante Spock a la bahía médica. Doctor McCoy, les envío al teniente Riley, algo le ha afectado. - Dijo pulsando el botón del comunicador en la silla de mando.
 - ¿Kevin? ¿Está bien? - La voz era la de Jim, debía encontrarse en compañía del médico.
 - Seguridad, quiero que el teniente llegue a su destino. - Continuó Spock. - Ah... y encuentren al señor Sulu, que se presente en el puente de inmediato. Doctor, le recomendaría establecer un protocolo contra enfermedades infecciosas a bordo, ¿no sabemos aún de qué pueda tratarse? La tripulación empieza a comportarse como esas personas de la base científica de Psi 2000.
 - ¡Maldita sea, Spock! - Refunfuñó el médico por los altavoces. - Necesito un poco más de tiempo.
 - Si la enfermedad ha comenzado a extenderse, tiempo es precisamente lo que nos falta, doctor. - Usando un tono de voz algo más suave que cuando dictaba sus órdenes, añadió una tácita súplica dirigida a su amigo. - Tal vez sería buena idea que cierta persona no pululase por toda la nave como acostumbra a hacer.


                      Por supuesto el vulcano se refería a su marido. Temía que pudiese acabar enfermo también, esperaba que McCoy consiguiera aislarle y protegerle de lo que fuese que empezaba a afectar al personal. Algo con lo que Jim no estuvo en absoluto de acuerdo.

 - ¡Encerrarme en mi camarote no ayuda, Bones! - Gritó cuando dos guardas de seguridad le cerraban el paso impidiéndole salir.
 - Si algo malo te ocurriese, ninguna locura contagiosa sería comparable a la furia de tu marido conmigo. - Respondió el médico con la intención de regresar a la enfermería.
 - Tú asegúrate de que Spock no sea el siguiente en caer... - Le advirtió Jim con enojo.
 - El duende de sangre verde está perfectamente bien. - Argumentó McCoy indicando al guardia que cerrase la puerta con clave.
 - ¡Sí, eso mismo dijiste de Tormolen! - Se oyó al rubio gritar desde el otro lado.

    El médico volvía a su despacho negando con la cabeza y refunfuñando frases ininteligibles entre dientes. Por la galería se topó con un Sulu desbocado que, con el torso desnudo y sudoroso, recorría los pasillos empuñando su wakizashi y gritando tonterías como “alerta Richelieu” mientras lanzaba estocadas al aire.

 - ¡Eh, samurai! - Le gritó para detenerle. - ¡Te reclaman en el puente!
 - Pues acudiré raudo, doctor McCoy. - Contestó con el rostro congestionado. - Y pondré mi espada al servicio del sensei Spock.
 - Sí eso, tú ponte a su servicio... - Bones se pegó a la pared dejándolo pasar. - Luego te acercas a la enfermería para que te eche un vistazo, cuando hayas dejado ese juguetito puntiagudo en su lugar, ¿te parece? - Sonrió nervioso, la afilada hoja de acero había estado muy cerca de su cuello. - La enfermedad de la locura se está extendiendo... - Masculló preocupado retomando su camino.


                      Cuando Sulu llegó al puente Spock meditaba si bajar a ingeniería ya que no podía contactar con nadie de la sección por el intercomunicador. El Enterprise había vuelto a abandonar las coordenadas que Pavel había programado, alguien parecía estar pilotando desde allí abajo y, de seguir así, acabarían peligrosamente cerca de Psi 2000. Un planeta a punto de implosionar y desintegrarse no es el destino más aconsejable para ninguna nave.

 - ¡Sulu! ¡Deje esa espada! - El vulcano tuvo que dar un salto y retroceder, su compañero salía del turbo ascensor lanzando un ataque.
 - Hikaru... - Le llamó Nyota a su lado, con una sonrisa trató de calmar a su amigo. - Vamos, suelta la wakizashi.

    Al final Spock tuvo que aplicarle la pinza vulcaniana hasta dejarle sin sentido, lo hizo aprovechando la distracción de la teniente Uhura situándose a la espalda del piloto.

 - Llévenlo a enfermería. - Ordenó a uno de los tripulantes.
 - Señor... - La voz de Nyota sonó temblorosa. - Si continuamos el descenso en veinte minutos nos estrellaremos contra Psi 2000.

    Spock se volvió a pulsar el botón sobre la consola llamando a ingeniería, necesitaba desesperadamente hablar con alguien allí. Al fin un oficial respondió de mala manera...

 - ¡Qué insistencia! Aquí el capitán Kevin T. Riley. Sí, yo también tengo una T entre mis iniciales, T de Thomas, ¿por qué no iba a ser capitán? Igual que Jim... eso es... - Parecía completamente ebrio. - ¿Qué es lo que quiere señor Spock? Porque es usted, ¿verdad? Casi puedo escucharle levantando esas cejas picudas.
 - ¡Detenga el curso que lleva o nos matará a todos! - Le acució. - ¿Dónde está el señor Scott?
 - Le he relevado. - Contestó repanchigándose en la silla.
 - ¿Y Pavel? - Inquirió preocupado el comandante al mando.
 - Oh, a él no le he relevado... - Rió Kevin con esa risa floja de los borrachos. - Le he ordenado que se quite la ropa pero no me hace caso y eso que le estoy apuntando con un fáser.
 - ¿Sabes qué, Kevin? - Pavel se escurría pegado a la pared hacia la puerta de salida. - Mejor voy a buscarte otro whisky, ¿quieres? ¿Cuántos te has bebido ya?
 - ¡Una copa! - Exclamó encantando. - Sí, gracias, me tomaré una chico. Y mientras le voy a cantar una canción irlandesa que me viene a la cabeza, señor Spock... - Girando la silla dejó el arma sobre la consola desde la que manejaba la nave, Chekov aprovechó para salir de ingeniería sin que el pelirrojo se diese cuenta y huir en el turbo ascensor.


                  La escena era tensa pero no podría resultar más ridícula. El Enterprise se dirigía hacia una muerte segura mientras que por el sistema de megafonía se escuchaba al teniente Kevin T. Riley destrozando una canción popular de su país.

 - Te llevaré de nuevo a casa, Katherine, a través del ancho mar... - Desentonaba pegado al micrófono.
 - ¡Por todos los dioses! - Jim golpeó la puerta de su camarote para llamar la atención de los guardias. - ¡Déjenme salir de aquí!
 - Negativo capitán, tengo órdenes. - Respondió una voz.
 - Al menos paren esa horrible cosa... - Chilló tapándose los oídos.

    En el puente Uhura informó a su comandante que se estaban produciendo extraños conflictos en todas las cubiertas. Spock declaró la alerta B2 y la señal luminosa rojiza estalló en cada pared de la nave. Riley seguía cantando.

 - El dulce brillo de tu tez se está apagando hasta morir... - Se tambaleaba de un lado a otro en la sala de ingeniería junto a los controles. - ¿Dónde se habrá metido ese querubín con mi whisky? - Se preguntó en voz alta.

    En ese instante Pavel saltaba de contento en la galería de oficiales de la cubierta C, acababa de dejar inconsciente al guardia de seguridad frente a la puerta del camarote del capitán. Se valió de un golpe seco en la base de la nuca, justo como su amigo Sulu le había enseñado a hacer.

 - ¿Eres tú, mi niño? - Le gritó el rubio desde el otro lado de la puerta. - Han puesto una clave, con su nivel probablemente no te costará mucho descifrarla. ¡Tú eres más listo!
 - Spasiva... - Agradeció el cumplido con una gran sonrisa cuando consiguió abrir a su capitán. - Me preocupaba que te encontraras mal tú también.
 - ¿Cómo has...? - Preguntó Jim señalando a los guardias en el suelo.
 - Oh, uno ya estaba así cuando llegué. - Se explicó. - El otro debía estar enfermo. Yo me encuentro bien pero Kevin la está liando en ingeniería.
 - Tengo oídos Pavel, aunque a punto de ser destrozados. - Dijo señalando los altavoces en el pasillo, el irlandés había retomado su popurrí. - Bajemos ahí, si la nave sigue el rumbo que ese loco ha marcado nos estrellaremos en menos de quince minutos.

    El ruso se daba patadas en el culo siguiendo las largas zancadas de su capitán. De camino pudo ver cómo Sulu era atendido en la enfermería por el doctor McCoy. Algo se le removió en el estómago ante la expresión histriónica en el rostro de su amigo. El piloto continuaba fuera de sí.


                   Spock consiguió contactar con Scott por una línea privada que, afortunadamente, el irlandés no había tenido en cuenta a la hora de sabotear las comunicaciones. Juntos acordaron que lo prioritario era sacar a Riley de ingeniería y hacerle callar. Durante la llamada Jim y Pavel llegaron junto al ingeniero jefe y se dispusieron a ayudarle. Habría que cortar la pared, tras la salida del ruso al borrachín de Kevin se le ocurrió bloquear las puertas.

    Dejando el asunto en manos de su satelsu, *(esposo) el comandante decidió ir a hablar con el jefe médico. McCoy ya debería tener resultados, disponía del cuerpo del científico de Psi 2000 además del de Tormolen y ahora contaba con un sujeto recién infectado: el japonés.

 - ¿Cómo está Sulu? ¿Se recuperará? - Preguntó nada más entrar en la enfermería.
 - ¿Qué importa eso? - Le respondió Christine con el rostro resplandeciente por el sudor. - En menos de un cuarto de hora todos estaremos muertos.
 - ¿Dónde está el doctor McCoy, señora Chapel? - El vulcano retrocedió un paso, la mujer se le acercaba sigilosamente con una extraña mirada perdida en los ojos azules.
 - Ha ido al laboratorio... - Susurró atusándose el pelo bajo la nuca. - Leonard no está, Jim tampoco. - La sonrisa en sus labios se tornaba lasciva por momentos, una mano aferró la muñeca de Spock. Estaba húmeda, sudorosa. - En unos minutos habremos muerto, no quiero irme de este mundo sin decirte lo mucho que envidio a Nyota. Las mujeres hablamos. Ella y Jim son afortunados por haberte... - Devorando el espacio entre ambos sin soltarle de su agarre, la enfermera Christine Chapel posó sus labios sobre los del incrédulo vulcano. - Por haberte tenido.
 - Chris... - Musitó alejándose de la rubia. - Tengo que encontrar a McCoy. Usted no se mueva de aquí, señora Chapel.
 - Está bien. - Le confirmó sonriendo tranquila. - No tengo miedo a morir, estoy en paz.


                     Cuando solamente faltaban unos minutos para que la aproximación al planeta moribundo fuese irreversible, un furioso James Kirk noqueaba de un puñetazo en la barbilla al cantarín irlandés. Scott y Pavel enmendaron el rumbo y consiguieron poner a salvo la nave. Ya en camino de las coordenadas que calculó, el genio ruso se aseguraba en persona de llegar hasta allí haciéndose con los controles del Enterprise. El capitán se despidió de sus ingenieros notando un inquietante picor en la palma de su mano derecha.

 - Scotty, voy a la enfermería. Es preciso que Bones encuentre una cura, de lo contrario todos nosotros... - Farfulló sin dejar de rascarse. - Vigila a Pavel y toma el mando, algo me dice que mi marido también se está viendo afectado por esta cosa.
 - Aye, *(sí, al modo escocés) capitán. - El hombre se pasó la manga por la frente, de pronto empezaba a sentir mucho calor.

    Jim lo había presentido antes, cuando consiguieron romper la pared de ingeniería y abrir la puerta de manera manual. Su esposo estaba en problemas.

 - ¿Que Christine Chapel se te ha insinuado?  - Pensó para su marido utilizando el vínculo que unía sus mentes. - ¿Qué tontería es esa?
 - No sé, Jim... yo... no he hecho nada... ella... me ha besado.
 - ¿Será descarada? Bueno, no se lo tengas en cuenta, probablemente esté infectada. Por cierto, no te asustes pero me siento un poco mal...
 - Yo también, tal-kam. *(querido) – Spock se apoyó contra la puerta de su dormitorio, había caminado hasta allí sin pensar. - Creo que me voy a desmayar... estás enviándome tus emociones además de tus pensamientos lógicos, Jim... Y no puedo con toda esa carga de... responsabilidad, deber, culpa, miedo, incertidumbre... Tu nave... el kan-bu... *(bebé) temes perdernos a todos... temes...
 - ¡Spock! - Le gritó empujándolo al entrar en su camarote. Sabía en todo momento dónde estaba su marido y había ido directo a su encuentro. - Spock, contrólate...


                   El grito de Sulu al sentir el efecto del hipospray que McCoy le acababa de inyectar fue desgarrador. El médico le observaba fijamente, poco a poco el rostro de su amigo iba recobrando la normalidad con su expresión seria de siempre.

 - Yo estaba en el puente... - Murmuró como volviendo en sí de un largo sueño. - ¿Qué ha pasado doctor?
 - Lo he aislado... ¡He dado con la respuesta! - Se alegró. - Laboratorio, inicien la producción en masa, necesitaremos cinco milímetros cúbicos para cada tripulante. - Ordenó pulsando el intercomunicador de su mesa. - El agua de ese planeta mutó su cadena de moléculas, se convirtió en algo inestable, un depresor de los centros de autocontrol. Sus efectos son como los del alcohol y algunas drogas alucinógenas, sólo que letales. Pero la cura es sencilla: una dosis de suero y como nuevo. - Se jactó girándose hacia el japonés que, agradecido por haberle salvado la vida, le devolvía la sonrisa.


                  En el camerino del capitán ocurría una trágica escena completamente opuesta a la felicidad de la enfermería. Spock se lamentaba por la pérdida de su madre antes de que cambiase su forma de ser al estar en contacto diario con su t'hy'la.

 - Nunca le dije que la quería, Jim. - Gemía tratando de contener el llanto, cosa que le resultaba imposible en aquel momento, unas lágrimas caían descontroladas de sus oscuros ojos negros.
 - Amanda sabía bien cuáles eran tus sentimientos por ella, Spock. - Intentó consolarlo, pasaba su mano derecha frotándose la palma contra la espalda de su esposo. Picaba a rabiar y el tacto del jersey le aliviaba.
 - No, yo debí decírselo y la perdí antes de ser capaz. Pasé mi infancia ocultando mis sentimientos, mi lado humano. Me avergonzaba de ello. - Había bajado tanto el tono de voz que no se oía más que un murmullo. - Sin embargo ahora podría hacerlo, tú me has cambiado. Irónicamente es demasiado tarde.
 - Cariño, tu madre lo sabía... - Le repitió irritado por su testarudez.
 - ¿Cómo estás tan seguro? - Inquirió levantando su ceja izquierda.
 - ¡Porque una madre sabe esas cosas, joder! - Tomando la mano de Spock se la llevó al vientre. - Créeme, yo también soy madre. Y te juro que si le cuentas a alguien que te he dicho esto te cortaré la lengua de un mordisco, mi amor.
 - Lo mismo digo, si alguien se entera de cómo he llorado... - Tratando de recobrar la compostura se estiraba el jersey. - Jim, deja de rascarte la mano contra mi uniforme. - Le pidió elevando las comisuras de su fina boca de una manera casi imperceptible.

    Ambos se quedaron un momento mirándose el uno al otro. ¿Qué acababa de ocurrir? Estaban padeciendo los efectos de la misteriosa enfermedad que había invadido la nave, debía ser eso. Prudentemente ninguno de los dos utilizó la telepatía para comunicarse, era peligroso en su estado compartir el tel. *(vínculo) Los ojos negros se mantenían clavados en los azules, imposible separarse, imposible perderse. Alzaron sus manos hasta unirlas en ozh'esta cuando de repente alguien les interrumpió con acostumbrada brusquedad.

 - ¡Tengo la cura! - McCoy gritaba como un loco blandiendo un hipospray al entrar, sin haber llamado, por la puerta del dormitorio de sus amigos. - ¿A quién pincho primero?
 - Spock... - Jim se apartó del médico ocultándose detrás de su marido. - ¡Que no me toque con esa cosa! Podría hacerle daño a la niña...
 - Vamos, satelsu *(esposo) mío. - El vulcano ofreció su brazo levantándose la manga del jersey azul. - Adelante doctor, demostremos a Jim que no corre ningún peligro salvo si no se deja pinchar.
 - Jim, te aseguro que no pasará nada malo a menos que, como dice Spock, no dejes que te inocule el suero. - McCoy aplicó el hipospray a su comandante y después de cargarlo de nuevo se fue acercando a su rubio amigo. - ¿No te fías de mí? Sabes que nunca te haría daño...
 - ¡Ay! - Gritó al sentir el pinchazo. - Ya, claro... más bien aprovechas cualquier excusa para hacérmelo. ¡Sádico! Si encima se ríe, mírale Spock...
 - T'hy'la... ya pasó todo. - Musitó su esposo en su mente con voz dulce y suave mientras le agarraba por la cintura.
 - Mi bebé... - Pensó para sí. - Nunca te perderé. Nunca. - Susurró acariciándose el musculado abdomen por encima del jersey, algo le había dado una patadita allí dentro.


                      Desde el otro lado de la realidad, oculta bajo un manto oscuro, una nave se había aproximado a sus coordenadas para ser testigos también de la desaparición de Psi 2000. La Pantheion no quería perderse semejante acontecimiento.

 - Recuerdo haberme corrido buenas juergas en ese mundo hace miles de años. - Dejó caer Hércules con cierta nostalgia.
 - Jim está bien, la niña está bien... - Susprió aliviado. Apolo se levantaba de su trono para posicionarse junto a su oficial de navegación. - Me sorprende que recuerdes nada con todo lo que bebías por aquella época, hermano.
 - El problema era Dionisio. - Se justificó el piloto. - Es imposible no emborracharse cuando uno sale a divertirse con el dios del vino.
 - Es la hora, el planeta se desintegra. - Cassandra se concentró en mantener las defensas al máximo, debían permanecer a salvo de las inmensas ondas de energía que seguidamente atravesarían el espacio.
 - ¡Impresionante! - Exclamó el dios del quitón dorado. - El tejido del universo empieza a desgarrarse, puedo sentirlo. La grieta no tardará en abrirse. Hércules, pon rumbo al borde de la frontera romulana.
 - El nacimiento de mi amazona se acerca. - Musitó Artemisa con una dulce e intrigante sonrisa en los labios.


                      Pronto las imágenes de Jim y los demás desaparecieron del monitor de la nave oscura, se encontraban demasiado lejos, en otra dimensión. Los humanos siguieron adelante con sus atareadas y breves vidas, ignorantes de la existencia de los dioses. El teniente Kevin Riley acabó por recuperarse y tuvo que pedir disculpas a todos sus compañeros por sus actos de locura, pero sobre todo por haber pasado las horas más desesperadas perpetrando viejas tonadas irlandesas a pleno pulmón. Por si fuera poco haber tenido que prometer que no volvería a cantar jamás, ahora debía enfrentarse a un susceptible genio ruso seriamente ofendido.

 - Te lo he explicado ya mil veces, Pavel. - El pelirrojo se tiraba del flequillo ante la mirada furiosa de aquellos ojos aguamarina. - Lo de “querubín” no es ningún insulto, puedes buscar imágenes en la computadora, eran unos seres muy hermosos...
 - ¡No hablaremos más de eso! ¿Vale? ¡Si me vuelves a llamar así te daré un golpe en la nuca y te dejaré inconssiente! Sé cómo hasserlo... - Le advirtió enseñándole el puño cerrado antes de dar media vuelta y marcharse a ingeniería.
 - Condenado angelito... - Murmuró el irlandés, viendo cómo Sulu sonreía al seguir a Pavel un paso por detrás a lo largo de todo el pasillo. - ¡Qué suerte tienen algunos!
 - Pasha, no te pongas así con Riley, estaba enfermo... - Intentando darle alcance le tomó del brazo entrando al turbo ascensor.
 - Ha sido horrible... todos locos... ¡Hemos estado a punto de morir! ¿Sabías que también afectó a Spock y al capitán?, lo sé por el vínculo que tengo con la niña. - Murmuró bajando la mirada hasta clavarla en su propias botas.
 - Pero se terminó, Pasha. - Abriendo los brazos se preparó para lo que seguía: Pavel lanzándose contra su pecho como un kamikaze. - Estoy aquí, amigo. Estoy aquí. - Susurró calmándole.


                    La noche llegó trayendo el prometido descanso, había sido un día muy largo y todos estaban agotados. Spock acunaba sobre su pecho la cabeza rubia de su amado esposo, la respiración de Jim se cortó de repente.

 - ¡Otra vez! - Dijo intentando incorporarse, los peludos brazos de su marido se lo impedían. - He vuelto a sentir una patada, Spock.
 - El momento se acerca, ya estás muy avanzado.
 - ¿No debería ir a la enfermería?
 - Mañana se lo comentas al doctor McCoy, ahora el hombre estará durmiendo.
 - Sí, no voy a despertarlos a él y a Christine por una tontería como esta, ¿verdad?

    El vulcano suspiró, besando la frente de Jim procuró arroparlo de nuevo como le gustaba.

 - Christine... ¿estará de verdad enamorada de ti?
 - Estaba enferma, t'hy'la. Todos lo hemos pasado, la locura nos afectó en mayor o menor medida.
 - Sí pero creo que sólo sacaba de nosotros algo que ya estaba allí... Mira a Riley con sus ínfulas de capitán, cantando canciones de su patria y obligando a Pavel a desnudarse. Está claro que mi niño le gusta. - Rió. - Tú acordándote de tu madre y yo...
 - No, no creo que la enfermera Chapel esté enamorada de mí. Simplemente dijo que tú y Nyota erais afortunados por haberme tenido. También dijo que las mujeres hablan. No entendí eso. Las mujeres hablan, los hombres también hablan, no comprendo...
 - Mi amor, creo que te has creado fama de buen amante. - Volvió a reír. - Anda, sé buen chico y demuéstramelo...

    Le pasaba las yemas de sus dedos por el suave vello del pecho, acariciando la aureola de aquel botón que comenzaba a erguirse. Algo se alzaba también un poco más abajo, en su entrepierna. Jim restregó su vientre contra aquella parte, hasta sentir la dureza que se frotaba contra la suya propia. Sí, el vulcano tenía fama de ser increíble en la cama y no eran rumores infundados.

 

Notas finales:

Porque se acerca el día de Spirk, (15 de septiembre) los chicos lo merecen.

 

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.

 

 

Hoy, dos de noviembre, he cometido un error garrafal a la hora de actualizar el fic, el resultado es que todo fue eliminado. La memoria caché del navegador no me ha permitido rescatar los comentarios a este capítulo. Lo lamento.

 


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