Meneó sus manos para poder llegar a la cintura de su mayor y acariciarla. Se sentía en el mismo cielo estando así. Subió de nuevo sus palmas hasta el castaño cabello del más grande y lo enredó entre sus dedos, tirando un poco hacia atrás conforme sus labios se unían a los contrarios. Gimieron al unísono cuando, en una estocada brindada por el más alto, tocó el punto dulce de JungKook, haciendo que este apretara su interior lo suficiente como para que su hyung intentara aumentar el ritmo para satisfacerlos a ambos.
— Ah… Jin… SeokJin… ah… Sí, sí, sí. Ahí joder, ahí… —gruñó con fuerza sintiendo su interior vibrar ante las constantes penetraciones de este donde sabía lo volvía loco.
Sin reprochar nada, el castaño aumentó su ritmo y la profundidad, sin dejar de atender o besar a su dongsaeng en ningún momento. Su mente gritaba en que no debía decir nada, pues los dos sabían que esa sería la última vez en que se verían de esa manera tan íntima y especial que tenían marcando sus cuerpos y temblando en placer. Sabían que serían una historia inolvidable en la que se amaban mutuamente, y por primera vez querían vivir en un cuento de hadas como los que veían de pequeños; querían quedarse así para siempre, juntos, amándose y entregando todo de ellos las veces que quisieran, pero no podían. Ya se habían resignado a eso desde el principio de su amistad. Los dos. Había sido de manera parcial en la que habían decidido aquello, tal vez por eso, en ese momento se sentían llenos, felices y plenos, aunque la realidad de todo era que sus almas estaban destrozadas.
Tardarían mucho para poder reunir los pedazos que se habían desgajado cuando llegara el final. Y vaya que sería pronto.
— Jinie, Joder…. No… —murmuró contra su oído una vez que sus cuerpos yacían acostados en la tibia y húmeda cama, recuperándose de la actividad física de antes. El nombrado acarició su espalda y se mordió los labios, sintiéndose un imbécil por no poder hacer nada— No quiero que te vayas… no todavía… No hoy… Por favor no…
El castaño apretó los párpados y besó su frente.
Realmente se odiaba.
— JungKookie-ah… —soltó con voz queda y algo nasal. Apretó el cuerpo a su lado, demostrándole que él tampoco quería hacerlo, pero no le quedaba de otra— No nos hagas esto… —sollozó— Sabías que este día iba a llegar, y, aunque me duela —carraspeó y pasó saliva—, debo irme. Sabes que no es porque yo lo quiero, lo sabes —afirmó con suavidad a la vez que limpiaba las mejillas del menor—. Te amo, ¿sí? Recuerda eso.
JungKook agitó la cabeza afirmando.
— Lo sé, SeokJin~… Yo también te amo…
Sorbió sus mocos para luego sentir sus parpados pesar. Mojó sus labios notándolos secos y deshidratados, quizás por haber llorado, o quizás simplemente por falta de líquido. No recordaba la última vez que había tomado agua o cualquier cosa relacionado con eso, pero no le hacía falta, y aunque lo hiciera, no tomaría, pues estaba tratando de ir a donde él se había marchado. Su idea era acompañarlo lo más pronto posible, y procuraría hacerlo. No dejaría que pasara más tiempo sin su SeokJin a su lado dándole todo aquel amor que dejaron de profesarse desde el día en que el castaño se había marchado a su nuevo mundo.
“Y pensar que a todos les decía que iría a cocinar al cielo… quién diría que al final sí terminaría yéndose.”
Frotó sus ojos con pesar, de manera lenta y con cuidado, como si dolieran. Meneó su cabeza con lentitud y se apoyó en sus codos alzando el rostro. Su respiración estaba agitada e irregular, tanto que le dolía el pecho. Gimió al notar su estómago retorcerse del dolor y se sentó como pudo en la cama. Intentó levantarse, pero las piernas no le respondieron; su cabeza punzaba y su corazón se oprimía con cada respiración forzada que hacía. Sus ojos se volvieron a cristalizar, y entonces lo comprendió.
Ese día finalmente estaría de nuevo al lado de su amado hyung, y eso lo hacía feliz.
Secó las pocas lágrimas que estaban en sobre sus mejillas y se giró lentamente hasta poder ver la foto que yacía sobre el tocador al lado de la cama, pudiendo ver así la cara de alguien a quien se empeñaba en recordar. Sollozó amargamente al pensar sobre la promesa que le había hecho a él, y se sintió la peor mierda del mundo. Le había prometido quedarse ahí y seguir con su vida pasase lo que pasase, pero los dos sabían que era débil y no podría hacerlo. Sabían que a medio camino, antes de que llegara el amanecer, se rendiría y tiraría todo su esfuerzo por la borda, y terminaría como en esos momentos, recostado en la cama, lamentándose por ser un idiota y fingiendo entusiasmo por llegar a ver la luz al lado del cuarto.
Varios minutos más tarde, se recostó de nuevo en el colchón y cerró los ojos, saboreando con amargura lo que con tantas ganas había deseado en todos esos años en que se dijo a sí mismo que no podía morir y dejar todo eso a sus familiares, pero a esas alturas ya le importaba un comino, y sin más, se dejó abrazar por la fría y oscura muerte, que a su parecer, eran los brazos de Jin, que tiraban de él con fuerza para poder verse al fin luego de veinte años que habían pasado en soledad.