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El Amor intoxica. por Mikeso

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Notas del fanfic:

Estos personajes no me pertenecen, pertenecen a Marvel.

 

¿Qué pasará si estoy mejor muerto?, ¿Qué pasaría si hubiera muerto en “ese lugar”?, ¿Qué pasaría si simplemente me suicido?, pensaba Anthony Stark.

Todos dicen que esta mejor ahora, que está mejor sin lo que tenía antes, que está mejor sin él, pero no es verdad.

Cada vez que pueden, sus “amigos” lo llevan a un bar para que beba y se olvide de sus problemas, que se olvide del mundo…

Frente a las personas muestra una sonrisa, palabras, e intenciones falsas, ya que lo que le ha pasado le hirió bastante.

Dicen que unas cuantas cosas hacen olvidar las cosas, dicen que al beber hacen olvidar tus preocupaciones, que al estar bajo los efectos del alcohol no tienes recuerdos de lo que te preocupa. Por algo los rechazados o los que no tienen deseos de vivir van a tomar, a beber alcohol.

Pero no es verdad, nada de eso es verdad. Al beber unas copas de más sabes que eso nunca pasará, que nunca lo olvidará, nunca olvidará aquel recuerdo que le sacaron las ganas de vivir. Aunque sus amigos/compañeros saben, lo intentan igual. Saben a donde llegará eso.

Ellos dicen que está loco por amor, que no se olvida de él aunque tome el alcohol de Asgard, pero para él, todo tiene sentido.

Y sus amigos están allí, apoyándolo, sea cual sea su decisión estarán a su lado igual. Tratando de calmarle de ir con la persona que le rompió el corazón, la persona que amó y estuvo ahí para él.

Al salir del bar, el genio multimillonario gritó su nombre desde el fondo de su corazón, un grito tal alto que se escuchó por toda la cuidad, las pocas personas que caminaban por la fría calle de New York que sabían quién era el hombre, pero que gritaba un nombre desconocido para ellos, no se acercaban.

Sus compañeros tratan de detenerle ya que él quiere ir a su departamento con una idea en la cabeza.

—Siento que si le digo algo, lo haré cambiar de opinión…— Murmuró tan bajo, pero decidido. Sus ojos amenazaban con soltar las lágrimas que por días se contenían en esos ojos, en esas pupilas color chocolate, pero su orgullo no se lo permitía.

La fuerza de sus compañeros impidiéndole el paso no eran comparadas con el deseo de verlo a él y hablarle para hacerlo cambiar de opinión. Sus manos temblorosas, su respiración acelerada, pasos tambaleante. La vista del de ojos chocolates se nublaban, pero ni siquiera eso le impediría llegar hasta la puerta de aquella persona.

Aún sabiendo que estaba borracho tenía una leve esperanza de que él escuchase lo que tiene que decir, aunque tartamudee.

Sin esperarlo más agarró el celular que yacía en su bolsillo derecho de su pantalón y marcó el número de la persona que le rompió el corazón

El silencio inundó la calle que era iluminada a la luz de la luna. Los tonos de la llamada se hicieron presentes por unos segundos ya que alguien contestó.

Le confesó todo lo que tenía que decir, todo lo que sentía por esa persona, una confesión que tuvo presente la frase que todo hombre enamorado dice:

“Aún estoy enamorado de ti”

Pero la persona que yacía del otro lado de la línea no tuvo respiración agitada, ni llantos leves. No se oía nada, absolutamente nada.

El Filántropo cortó la llamada ya sin esperanza de nada, ya sin ganas de vivir. Quería dejar de respirar, quería dejar todo a cargo de la gravedad. Sus deseos de morirse en este instante se convirtieron en lágrimas que salían como si no hubiera mañana por sus mejillas.

“Así que tropecé aquí…”, pensó débilmente. Sus compañeros no dijeron nada y solo observaron tal escena, algunos arrepentidos de llevarlo al bar y otros que no sentían nada.

Pero aunque ya no tiene esperanza tiene aún ese leve deseo de que si habla cara a cara con él entrará en razón.

Después de largos minutos interminables, por fin se levanta del frío suelo húmedo, aún de noche va con sus compañeros a deambular sin rumbo alguno. Sus pasos tambaleante y su cabeza agachada sin vida alguna, aun con los efectos del alcohol.

Sin darse cuenta que al deambular sin rumbo lo lleva a un departamento conocido, pero doloroso para él.

“Si hablo son él… tal vez… entrará en razón”, nuevamente pensaba Tony.

Su vida ya no tiene sentido, su vida ya no tiene nada importante, ¿Qué puede perder al visitar a la única persona que amo en verdad?

Dejando a sus compañeros atrás se adentra al edificio lentamente con sus pies pesados, subió las escaleras por culpa de no haber ascensor. Y mientras subía las escaleras rechinando pensaba como expresarle lo que siente.

Aún sin creérselo, sus “amigos” no le dijeron nada hiriente como lo hacen siempre, sus bromas sarcásticas no se hicieron presentes esta noche, solo dejaban que los deseos y esperanzas del multimillonario los guiara.

Cuando terminó de subir las escaleras y de acercarse a su puerta, sus manos no les respondieron, y las dudas le advirtieron de que no lo haga, pero él es Tony Stark, no le hace caso a nada. Mordió su labio inferior e intentó mover su mano para tocar aunque sea la puerta, pero nada.

No podía dar el siguiente paso.

Ya arrepentido de las acciones que había hecho, salió del edificio con una sonrisa triste a sus compañeros, una sonrisa sincera y triste que demostraba un acto cobarde que se hizo presente en ese momento.

—No pude… — Confesó sin miedo, tampoco vergüenza, solo tristeza. Sus amigos lo consolaron con unos golpes en su espalda y todos son una sonrisa se desvanecieron de aquel lugar que nunca más querrán visitar.

Ahora con una ligera conversación llegaron a un puente, él desaceleró el paso y miro el agua que parecía lo suficiente profunda y oscura como para tirarse. Entonces lo hizo, se paró en esa madera sin miedo alguno y recordando ese momento en el teléfono donde no recibió respuesta alguna dio un paso adelante ocasionando que se tire en aquella congelada agua.

Los pocos segundos que le faltaban para que la respiración se le agotase vio la silueta de Steve, su gran y lejano amor. Cerró sus ojos esperando su final, pero nunca sucedió. Sintió el brazo de alguien rodeándole el cuerpo y cuando quiso abrir sus ojos estaba fuera del agua, apoyado en la tierra mojada, respirando aire –que por primera vez odió-

Hay veces que el amor te intoxica hasta tal punto de ya no poder respirar, te vienes abajo y tus manos tiemblan cuando no tienes a nadie esperándote.

“¿Estaré mejor muerto?, ¿Estará bien si soy un cobarde?”, pensó nuevamente como la primera vez que visitó el bar esta noche.

Y ahora, sus amigos gritándole desesperadamente que sobreviva, que todo estará bien.

Aunque él trate de negárselo a cada momento de su vida desde “ese” momento, es imposible, lo ama, no importa lo que le digan o piense.

Escuchando las sirenas de la ambulancia y el sonido de ésta, él cerró sus ojos cayendo en un sueño profundo a lo que las personas llaman “quedarse inconsciente”

El amor es un veneno mortal que no tiene cura.

El amor que él sentía hacía esa persona tenía nombre, y ese nombre era Steve Rogers.


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