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Dos días al año por Mitsuki_neko_Uchiha

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Notas del fanfic:

De verdad quería acabar esto antes de que terminara el veintisiete y pudiese participar en el III Festival BaeRi, pero no pudo ser, pero aun así lo subo, yyyy no soy muy de poner notas al principio.

Notas del capitulo:

Todo lo que se presenta en esta historia es ficticio, solo utilizo a las personas y ambientes para crear algo para divertir, entretener y hacer un homenaje a la pareja que se presenta, cualquier parecido a la realidad es mera coincidencia.

 Un gemido resonó en la obscura habitación y la cabecera de la cama golpeo la pared con fuerza–. Mas fuerte… mas –su voz sonó entrecortada por la falta de aire y los repentinos besos que le impedían seguir hablando. Las manos del mayor sostuvieron su cadera y se empujó con más fuerza contra el–. Y-Young-Bae –se arqueo soltando otro gemido.

– Me voy a venir –murmuro Bae enterrando su rostro en su cuello y el solo pudo rodearle los hombros moviendo sus caderas al mismo compas que el otro había puesto.

– Hazlo, hazlo dentro –ambos alcanzaron a escuchar el sonido que producían los fuegos artificiales afuera y algunos gritos de gente que seguía festejando. Se miraron fijamente a través de la obscuridad antes de que YoungBae cerrara los ojos y eyaculara con un jadeo ronco. SeungRi murmuro masturbándose para poder acabar también entre pequeños gritos.

Después de eso se quedaron quietos, la música, los fuegos artificiales, los gritos y risas se escucharon a través de las ventanas cerradas de nuevo. Se acomodaron de lado, frente a frente mirándose a los ojos nuevamente, tironeando de las gruesas cobijas para que les cubriera del frio que se sentía más fuerte esa noche.

– Feliz navidad –dijeron en voz baja ambos, y se acercaron para darse un beso tranquilo en los labios, y después se acurrucaron en los brazos del otro para compartir el calor que el acto sexual les había dejado y que aún no querían perder.

 

Sentían un poco de lastima el uno por el otro, porque sabían que pensaban y sentían lo mismo. Eran dos hombres que aún eran jóvenes pero que estaban completamente solos en el mundo, aun a pesar de tener amigos y familia, ellos sabían que estaban solos, porque cuando los amigos y familiares se iban se quedaban en su pequeño mundo obscuro y silencioso.

Aun sentían que eran unos completos desconocidos, porque en realidad, eso eran. Unos desconocidos que buscaban compañía en esas fechas que podían ser una tortura si no tenías a alguien a tu lado. En esas fechas de amor, paz y amistad y un montón de cosas que en realidad no muchos tenían el privilegio de vivir, muchas veces eran más las apariencias que sentimientos verdaderos.

Ese era el tercer año en que se reunían para llenar el hueco vacío que tenían en sus vidas. Dos desconocidos que solo se veían dos veces al año y los demás trecientos sesenta y tres días se ignoraban.

La forma en la que se conocieron fue igual a la forma en la que empezaron esa extraña tradición. Simplemente se vieron en esa plaza comercial, ambos frente al enorme árbol navideño que decoraba la entrada principal. Supieron que eran iguales. Lo supieron por sus miradas vacías y porque, al contrario de toda la gente que iba y venía comprando regalos y demás cosas de último minuto para la celebración de la navidad, ellos simplemente estaban parados ahí, dejando pasar el tiempo para que todo terminara más rápido.

Se sentaron juntos cuando una de las bancas se desocupo y siguieron mirando a la gente pasar hasta que un guardia de seguridad se les acerco para decirles que pronto iban a cerrar.

 

¿Tienes que ir a alguna parte?

No. Estoy solo.

 

Quien inicio la conversación no tenía importancia, aun hasta la fecha, no lo tenía. Simplemente cada uno fue hasta su auto y fueron hasta la casa del menor, que es la que estaba más cerca, y se sentaron en su sala con tazas de café en su mano, bien juntos el uno del otro para que el frio de la calle dejara sus cuerpos.

No hablaron, solo se miraron el uno al otro escuchando el sonido de un reloj de manecillas que estaba colgado en la pared detrás de ellos. Ambos alzaron la mirada y vieron la hora. Las doce de la noche. Las cero horas. Navidad. Como les gustara llamarlo.

Dejaron las tazas en el piso y se levantaron para abrazarse y ambos cerraron los ojos apretándose con fuerza porque, aunque estés acostumbrada a ella, la soledad podía llegar a ser cruel y fría, dolorosa y el tener a alguien que entienda eso que estas sintiendo y que nadie más puede ver era un bálsamo para las heridas.

Al separarse se volvieron a mirar y se besaron, no porque se quieran, al final seguían siendo desconocidos que ni sus nombres sabían, pero era navidad, y era una fecha en la que se debía dar amor, en la que querían sentir amor. El calor de otra persona a través de sus pieles en forma de besos y caricias, entre roces eróticos y gemidos y jadeos y gritos que decían lo bien que se sentía. Esa clase de afecto que tarde o temprano era una necesidad humana.

 

– Eres tan tibio –murmuro SeungRi con la cabeza apoyada en el pecho del otro escuchando las palpitaciones de su corazón–. Me gusta que seas tan tibio.

– Yo… –YoungBae le acaricio la línea de la espalda despacio–. Te traje un regalo –le soltó.

– No… muéstramelo después –se abrazó más a él y volvió a acurrucarse cuando el mayor le obedeció–. Solo un rato más.

 

El segundo año que se reunieron fueron a buscarse de nuevo frente al árbol de navidad. La probabilidad de que se encontraran ahí de nuevo era muy poca pero no perdían nada intentándolo, tampoco es que tuvieran algo mejor que hacer. Jamás habían vuelto a verse y mucho menos intercambiaron contactos de teléfono, ni siquiera porque pasaron también la noche vieja juntos. Simplemente desaparecieron el uno del otro de sus vidas.

Ocultaron su sorpresa y emoción al verse y sin decir nada empezaron a caminar juntos por la plaza, mirando a la gente ir y venir como el año anterior, miraron las vitrinas en las que se mostraba ropa y demás artículos a la venta y se detuvieron en una tienda de café cualquiera que estaba adentro, y se sentaron en una banca vacía hasta que de nuevo un guardia les fue a avisar que pronto cerrarían sus puertas.

– ¿Trajiste tu auto? –SeungRi negó y caminaron juntos hasta el auto de YoungBae y fueron hasta su casa.

El lugar era más grande, y también mas frio. Un perro se le acercó al menor olfateándolo una y otra vez mientras le ladraba, porque era un desconocido. El perro se llamaba Boss y se le acercó hasta que su dueño dejo que el desconocido se sentara en sus piernas mientras se besaban en el sillón en la sala.

Quizás el perro le tomo confianza tan rápido porque sabía que él y su humano sentían lo mismo, y quizás sabía que su humano a veces necesitaba la compañía de otro humano igual que el para poder seguir junto a el otro año más, para no dejar que la soledad se lo tragara por completo.

Así que les ladro una última vez antes de que se encerraran en la habitación y al día siguiente agito la cola emocionado la verlos salir juntos de la habitación, el ambiente más tranquilo y las miradas más brillantes.

 

El sonido de los niños jugando le despertó a la mañana siguiente, seguían frente a frente debajo de las cobijas tibias, alzo la mirada y se encontró con YoungBae, quien parecía estarle mirando tratando de despertar por completo.

– Hola –SeungRi casi había olvidado su manera de saludar al despertar juntos.

– Hola –se cubrió hasta la nariz con la cobija y desvió la mirada–. ¿Tienes hambre? –nunca habían pasado más tiempo de lo que ellos consideraban necesario juntos. Se despertaban, se daban un baño y, dependiendo en a casa de quien habían ido, se retiraban diciendo en donde se iban a ver para noche vieja.

– Algo –se sentó en la cama, cuidando de no descobijarlo.

– ¿Quieres ir a desayunar a algún lado? Podemos ir al centro comercial y comer ahí –YoungBae asintió sin decir nada.

Tomaron turnos para bañarse y después fueron a una cafetería en el centro comercial. A pesar de que era una fecha festiva el lugar estaba lleno y de alguna manera eso les hacía sentir incomodos.

– Toma –le enseño una pequeña caja–. Es para ti –SeungRi dejo los cubiertos aun lado mirándolo asombrado.

–  Creí que –tomo la caja inseguro–, estabas bromeando.

– No es la gran cosa –vio como quitaba la tapa.

– Es bonito, pero no tenías por qué comprarme nada y lo sabes –saco la pulsera que venía dentro de la pequeña caja.

– No la compre –estiro sus manos y le ayudo a ponérsela–. Yo la hice –el menor miro la pulsera de colores.

– Gracias… pero yo no tengo nada para ti.

– Esta bien, no necesito que me des nada, tu tampoco necesitabas que te diera algo pero aun así te la traje –siguió comiendo sin mirarlo–. Por cierto… me invitaron a una fiesta para ir al fin de año –SeungRi cerró los ojos entendiendo a que venía todo el asunto del regalo.

No le sorprendía. Al final, como todas las personas, YoungBae se iba a ir de su vida. Obviamente, si tenía más gente a su alrededor, no un desconocido que simplemente lo utilizaba para llenar el vacío de la soledad que tenía–. Comprendo… está bien si no puedes pasar esa no…

– Quería saber si te gustaría ir conmigo. Podemos ir un rato y después estar nosotros solos como siempre –SeungRi se mordió los labios sin saber que decir, de repente sus huevos fritos parecían ser lo más interesante en el lugar–. Pero está bien si no quieres ir, haremos lo de siempre.

– Pero tú quieres ir.

– Yo quiero estar contigo –se miraron.

– Esta bien, iré… iré contigo –pico la llena del huevo haciéndola explotar–. ¿Dónde nos vemos?

– Yo puedo pasar por ti, no hay problema.

Ambos lo ocultaron bien, la emoción que les produjo las palabras del otro mientras comían.

 

SeungRi no entendía nada, los amigos de YoungBae eran… increíbles. JiYong era el más increíble de todos, entonces ¿Por qué? ¿Por qué cuando conoció a YoungBae vio que tenía la misma mirada vacía que él? Miro al muchacho, quien se había mantenido a su lado todo el tiempo, sonreía pero sabía que esa sonrisa era falsa.

La gente empezó a hacer la cuenta regresiva. Fue en ese momento que se dio cuenta de que habían pasado toda la noche ahí, hablando con personas que no conocía y manteniéndose pegado a YoungBae, incluso se habían tomado de las manos frente a todos.

Dejo su vaso en la mesa que tenía cerca y miro a YoungBae, quien estaba concentrado en el enorme reloj digital que llevaba la cuenta regresiva. Susurro su nombre despacio para que lo volteara a ver.

– ¿Quieres irte ya? –lo podía ver, la soledad en los ojos del moreno y se preguntó si los suyos se veían igual en ese momento.

– Espera –se puso frente a él, comprobando una vez más que los pocos centímetros que había en la diferencia de alturas hacia mucha brecha. Cuando toda la gente a su alrededor empezó a gritar y el reloj marco las cero horas junto sus labios suavemente–. Feliz año nuevo.

– Feliz año nuevo SeungRi –se abrazaron con la misma fuerza que cada año lo hacían, agradecidos de tener a una persona que comprendiera su soledad y que los acompañara en ella, que continuara en ella.

No se despidieron de nadie, todo el mundo estaba demasiado ocupado dando felicitaciones y abrazos y diciendo las cosas que ese año prometían cumplir.

– ¿Y Boss? –murmuro buscando al perro mientras se quitaba su enorme chamarra, la luz de los fuegos artificiales entraba por la ventana de la sala.

– Boss murió.

– Yo… lo siento –miro al mayor, que seguía dándole la espalda mientras se quitaba la chamarra–. Solo lo vi una vez pero… parecía un buen perro.

– No te preocupes, ya hace un tiempo de eso, y si, lo era, era el mejor –le hizo una seña para que lo siguiera, SeungRi se quitó lo zapatos y fue con el hasta un rincón de la sala, donde había un montos de pequeñas cobijas–. Él es Homie –quito una de las cobijas dejando ver a un cachorro blanco que dormía tranquilamente.

– Pobrecito, debe estar asustado por los ruidos de afuera –se agacho a su lado y le acaricio la cabecita, sintiendo como el perro se removía ante el toque y cambiaba de posición, haciéndole sonreír.

– Por eso lo deje tapado, así estará calientito y el ruido no le molestara tanto –ambos se pusieron de pie–. ¿Te gusto ir?

SeungRi asintió en silencio y después le paso los brazos por el cuello–. Pero siempre voy a preferir celebrar de la misma manera que lo hemos hecho.

– A mí también.

Se separaron lo suficiente para empezar a besarse. Caminaron entre besos hasta la habitación de YoungBae y se recostaron en la cama–. ¿Está bien que hagamos esto cuando hay un bebé en la sala?

– Creo que está muy ocupado durmiendo –SeungRi sonrió empezando a quitarle la camisa, YoungBae lo imito y le ayudo a quitarse la suya hasta que ambos estuvieron desnudos debajo de las sabanas, porque la casa de Bae era más fría y aun no entraban en suficiente calor.

– ¿Quieres que nos veamos mañana? ¿O quizás hoy pero más tarde? –SeungRi apenas pudo comprender su pregunta mientras sentía los dedos del mayor moviéndose en su interior, preparándolo para recibirlo.

– N-no se debe… salir con extraños –miro la sonrisa en el rostro del otro.

– Quizás ya no quiero que seamos extraños –SeungRi sintió que el mundo se detenía por completo y después soltó un gemido cuando los dedos alcanzaron su próstata, empezando a masajearla con violencia–. Quizás… ya no quiero seguir esperando por ti para que la soledad desaparezca.

Lo abrazo cuando saco sus dedos y lo penetro despacio, y él se entregó por completo, dejando que ese hombre llenara el vacío que parecía jamás terminar y esperaba, de verdad esperaba, que YoungBae también se estuviese entregando a él para que así pudiese quitar esa mirada vacía que siempre tenía.

Entrelazaron sus manos antes de acabar y se besaron con más ganas que nunca. SeungRi apretó sus manos lo más que pudo, porque no quería tener que esperar otro año para tener que estar así con él, y él tampoco quería que siguieran siendo dos extraños que se utilizaban el uno al otro para pasar juntos dos fechas en las que la gente se sentía más sola que nunca. Quería estar con él.

Le sonrió en la obscuridad y en el silencio que dejaba el final de las celebraciones, le acaricio el cabello y se acercó para acurrucarse en su pecho–. Eres tan tibio.

– Te encanta que sea tan tibio –Bae le beso la frente y lo recibió con cariño–. SeungRi.

– Primero tienes que darme tu número de teléfono –murmuro aun sin sentir sueño–. Podemos ir a desayunar y podemos pasear a Homie y quizás ir a comer.

– Esta bien –el menor alzo la vista y le vio sonreír, y se preguntó si detrás de sus parpados cerrados al fin el vacío había dejado su mirada, y si no era si, él se iba a esforzar por hacerlo, porque quería estar seguro de que le hacia sentir de la misma forma que él. Que no se sintiera solo a pesar de tener amigos maravillosos, y tener un animalito que lo esperaba en casa. Quería que también él se sintiera completo al estar en sus brazos–. SeungRi.

– ¿Si? –le beso el hombro desnudo.

– Gracias por aparecer de repente en mi vida –el otro tembló y lo apretó con más fuerza.

– Gracias a ti, por haber preguntado si tenía que ir a algún lado –contuvo las lágrimas–. Por estar conmigo… por no dejarme solo –ambos soltaron una pequeña risa porque al final su historia se oía bastante tonta.

Se besaron una última vez y se cubrieron más con las cobijas.

Notas finales:

Esta fue la tercera idea que tuve, las primeras dos no me terminaron de gustar a pesar de que manejaban algo parecido. Fue corto pero quede bastante satisfecha (La verdad no, no me gusta hacer cosas tan cortitas xD) pero en fin, aquí esta y espero que lo hayan disfrutado, yo lo disfrute.

Ya empecé con Fix it up y después de eso sigue No scent, que como siempre, me quieren matar con él.

Amor para ti~ *manda amor*


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