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La mirada del asesino por Jesica Black

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Capitulo X

 

 

                Se sentó en un banco de plaza y miró la iglesia que se encontraba frente a él, estaba nervioso, ¿Cómo podía ser tan estúpido? Una cosa, era compartir una velada con una persona que quisiera estar con él, y otra cosa es traumar a un joven hasta el punto de generarle mutismo. No comprendía que era lo que había hecho, no recordaba y eso comenzaba a desesperarlo.

¿Qué debía hacer? Su mente viajaba a millones de posibilidades pero ninguna le pareció realmente apropiada. Si él mismo se entregaba a la policía no estaba seguro si le iban a creer, ni siquiera estaba seguro si él había violado al chico o no, sólo pensaba que algo había pasado a la noche, en su habitación y la brutalidad se notaba en su cuerpo. Suspiró y se levantó para caminar a la comisaría, no podía aguantar más, sabía que Minos era un manipulador, pero era mejor despejar dudas y saber si Albafica o su familia habían establecido una denuncia y de ser así, entregarse a la justicia para ser juzgado.
Su enfermedad había arruinado su vida. Según lo que le comentó el doctor Zaphiri Lesath en ese momento, es que debido a un hecho traumático en su vida –como la infidelidad de su esposa–, ocasionó que la enfermedad pre-existente en su psique despertara abruptamente. Al principio “Manigoldo” como él lo llamaba, era un semental y ruin, que no hacía grandes cosas más sólo molestar y mantener relaciones sexuales con prostitutas. Pero ahora se estaba volviendo una verdadera molestia. Eso más el hecho de no haber tomado sus medicamentos como le había dicho el doctor, le ocasionó que hoy esté frente a la comisaría de la zona.

–¿Puedo ayudarlo? –preguntó un policía que salía del lugar, Manigoldo al fin despertó de su ensoñación.

–Necesito hablar con el comisario primero ¿esta?

–Claro señor, pase –murmuró y le abrió paso para que accediera. El italiano estaba nervioso, tanto que casi se choca con varios inmobiliarios en el proceso. Al fin llegando a la oficina, se sienta encima de una silla y espera hasta que un hombre grande hace su aparición.

–Mi nombre es Brighton Lidman, soy comisario primero, ¿con quién tengo el gusto? –preguntó el viejo hombre extendiendo la mano.

–Constantino Bennini, soy un empresario de la zona.

–¡Oh, sí, Bennini! Su padre era un muy buen empresario de la zona, dígame ¿en qué puedo ayudarle? –se sienta mientras mira al hombre dubitativo.

–Vengo a averiguar sobre una denuncia.

–¿Una denuncia? ¿Hecha por usted? –preguntó y tomó las carpetas de fichas para fijarse.

–No, no, sino por la familia Rose.

–¿Los Rose? No comprendo.

–Su hijo, digo, el hijo de Lugonis, Albafica…..me enteré que le pasó algo y…..

–¿Quiere saber si hizo una denuncia sobre algo? Disculpe señor pero esas cosas son de índole confidencial y privado.

–Sucede que……creo que yo sé……quien le hizo eso a Albafica….–Manigoldo miraba por otros lados, sus ojos estaban desencajados y el señor Lidman notó eso.

–¿Usted sabe quien puede ser el violador? –El comisario habló un poco de más, pero lo dijo, Manigoldo asintió con la cabeza–. Bueno, verá, como usted sabe esto es de índole privado y si el denunciante no hace la denuncia precisamente no podemos investigar. Como debe saber, Albafica Rose no ha hablado de ello y por tanto, no ha realizado denuncia.

–¿No? –preguntó–. ¿Por qué?

–No lo sabemos, no comprendemos como un muchacho víctima de una violación de esa magnitud se niega a decir quién es su violador, porque por lo que sabemos, es alguien que conocía, no un extraño.

–¿Cómo sabe eso?

–Si el chico se niega a hablar, eso significa que está encubriendo a alguien. Si fuera alguien desconocido, no dudaría en decir como era.

–Ya…..–masculló–. Pero si yo les digo quien fue ¿ustedes lo encerrarían igual?

–No, son cosas de la ley, ya sabe usted, si el denunciante no dice nada, no podemos hacer nada, es un delito privado. Solamente si hay homicidio, nosotros empezaríamos a trabaja porque es delito de orden público –comentó el hombre y cerró la carpeta que había abierto.

–Creo que yo lo viole –soltó, el comisario le miró sorprendido–. No comprendo por qué no me denuncio.

–¿Cómo “creo”?

–Es que…..verá yo…..yo sufro de trastorno de identidad disociada, es decir, tengo múltiples personalidades……investigue, vea mis fichas médicas del consultorio del doctor Zaphiri Lesath. El me lo diagnosticó hace unos años –se tomó de la cabeza–. Yo estoy realmente muy afligido por esto, no comprendo nada, pero sé que encontré los pantalones de Albafica en mi habitación.

–……usted sabe lo que está haciendo ¿verdad?

–Sí.

–Puede ir a la cárcel por esto.

–Sí….

–Si Albafica decide hablar, usted será al primero que iremos a buscar…..–cruzó los brazos–. Aunque si es verdad sobre su patología, lo más común es que sea confinado a un neuropsiquiatrico.

–Yo quiero saber la verdad, no voy a entorpecer a la justicia, pueden ir a mi cuarto ahora mismo antes que Helena limpie la casa, ella llega a las 11 de la mañana, vean que no les estoy mintiendo –señala con el dedo en dirección a su vivienda.

–No habrá disponibles policías hasta después de las 13, pero enviaremos a alguien.

–…..¿y qué hará conmigo?

–No podemos hacer nada hasta que Albafica Rose no de su testimonio y la denuncia que empezó Ilias tenga sustento, hasta ahora usted está libre, siga tomando su medicación.

 

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Mansión de la familia Montreal

 

                Dégel lo engañó, había llegado con aquella historia de re-pensar el matrimonio, de mantener una charla informal sobre establecer un tipo de relación, a pesar de las dudas de Unity Montreal, le abrió la puerta. El joven no era estúpido, y había escuchado los rumores del compromiso entre Dégel du Verseau y Kardia Skorpius, pero la mirada del peliverde y su dulce voz le hacía creer que lo que comentaba el muchacho era real.
Tonto, como el francés lo creía, logró que lo acompañara hacia el patio trasero y allí muy disimuladamente le abrió la puerta trasera a Kardia, quien entró para tomar a Unity desprevenido. Cuando lo vio, ya era demasiado tarde, una cuchilla se clavó fuertemente en su estómago dejándolo sangrar y machar su ropa. Mientras su vista se nublaba, exclamaba, preguntaba e imploraba saber el porqué de tan horrible crimen, y aunque Dégel aún continuaba algo espantado y petrificado por la violencia con la cual Kardia había actuado, no se arrepentía en lo absoluto.

Se sintió con aire, viendo escurrir la sangre por debajo de sus pies y observando la mirada hacia él. Montreal Unity les observaba.

–Dé…Dégel….¿en…en qué te….convertiste? –cuestionó Unity, Dégel le miró, aun con un extraño brillo en los ojos.

–Yo le pedí que te mate Unity. No mereces vivir, no amenazándome de la manera que lo hacías, tampoco amenazando a Kardia como lo hiciste, tuviste momentos para casarte con Seraphina, ella te amaba, pero ahora ya no podrás.

–Aaagh…..te…..te maldeciré…….te maldeciré –gruñó el hombre de cabello blanco.

 

                Dégel no se inmutó, no movió un solo dedo cuando Kardia volvió a arremeter contra el moribundo y matarlo definitivamente. Apretó sus labios y se acercó a su novio para intentar protegerse de la muerte. Enterró su rostro en el pecho ensangrentado, los quejitos de dolor ya no se escuchaban y lo único que quedó fue el suspiro agónico de Unity antes de abandonar este mundo.

 

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Habitación de Milo. Mansión Du Verseau.

 

                Milo se encontraba realmente sorprendido ante la propuesta de Camus de hacer el amor. No es como si no le gustara la idea, pero no comprendía por qué el cambio de repente. El pelirrojo se veía realmente agobiado y consternado, le había comentado que Valentino se había vuelto su sombra para constatar su embarazo y la única forma de mantenerlo alejado sería si ya no era virgen. Al principio, Skorpius estaba de acuerdo con ello, pero la culpa comenzaba a hacerlo sentir mal. La relación con Camus iba viento en popa, pero no estaba dispuesto a tener sexo con un chico de esa manera, definitivamente no, no dejaría que Camus se hiciera esto a sí mismo.

–Escucha Camus, yo te amo y te he pedido que te cases conmigo, pero tener sexo para que DeathMask te deje en paz, no voy a permitirte eso –comentó separándolo de si–. Quiero casarme contigo y sólo si aceptas sabré que realmente puedo hacer esto sin sentirme culpable.

–Lo siento Milo –se da la vuelta–. Pero estoy desesperado.

–¿Y si estas desesperado, por qué no te quieres casar conmigo? –preguntó nuevamente, Milo no comprendía como si un muchacho tan lindo le profesa los mismos sentimientos que él profesa, no quiere unir sus vidas.

–Tampoco quiero que el casamiento sea una carga para ti….

–No lo es.

–Milo –nuevamente lo mira a los ojos–. Aceptaré casarme contigo sólo si me dices ¿quién eres?

–…. ¿quién soy?

–Sí, ¿quién eres? No eres Milo Skorpius, eso lo sé, dime ¿quién eres? Y sólo así podré aceptar tu propuesta de matrimonio y confiar en ti.

 

                Hacía mucho tiempo, Camus quería saber aquello. Milo le miró, suspiró y se dio cuenta que Camus no pedía nada del otro mundo, más que se sincerara con él y una vez que esto pasara podría aceptar o no la propuesta que Milo le estaba ofreciendo. El rubio heleno se sentó en la cama y pidió a su “novio” que hiciera lo mismo junto a él, respiró profundamente, se sentía nervioso porque era algo que Kardia le había confiado hacía mucho tiempo, pero si esto hacía que el pelirrojo comenzara a creer más en él y tener un amor libre de sospechas, haría lo que fuera, eso sí, trataría de no comentarle cosas escabrosas sobre la vida de su hermano, pues estas no formaban parte de él.

–Mi nombre real es Milo Sargas, como sabes tengo 27 años y nací en Athenas, Grecia. Soy hijo de Tristan Sargas y Vannesa Sargas, ambos fallecidos. Mis padres tenía una relación horrible, mi padre era violento con mi madre y la asesinó frente a mi hermano y yo. Kardia se tuvo que ocupar de mí desde entonces y como no teníamos padres, ni casa, ni dinero, vivíamos en la calle. Kardia pedía monedas a un lado de la iglesia. Un hombre nos acobijó y fuimos con él a Londres, donde nos educó. Kardia se fue a los dieciocho años pero yo seguí con él varios años más hasta hace diez años, cuando me pidió nos fuéramos a Liverpool a empezar una nueva vida.

–¿Por qué mintieron? –preguntó sorprendido por el discurso.

–Mi hermano siempre quiso darme lo mejor y pensó que si nos mezclábamos con gente rica lograríamos amasar una fortuna y vivir como reyes, pero cuando conoció a Dégel, él se enamoró.

–¿Realmente está enamorado de Dégel?

–¡Claro que sí! Nunca vi a nadie tan enamorado como Kardia, bueno, he visto a alguien más enamorado.

–¿Quién? –preguntó Camus frunciendo el ceño.

–Yo…..–comentó y el galo ablandó sus facciones–. Sé que fui muy ruin apenas te conocí, pero definitivamente no puedo vivir sin ti, cada vez que DeathMask se acercaba a nosotros, me daba un ataque de ira….no podía contenerlo, no deseaba que nadie te tocara.

–Lo sé, moliste a golpes a Valentino –rio bajito–. Aun así, no comprendo por qué Kardia y tú engañaron a todos, ¿no era más fácil decir la verdad?

–Es verdad, es difícil mantener el papel de galán tanto tiempo jejeje.

–Bobo…..–susurró acariciándole la melena rubia–. Entonces no vivían en ningún palacio.

–No, rentábamos un cuarto a las afueras de la ciudad, vivíamos en una especie de sótano con una ventana que daba a la calle, todos los días veíamos decenas de pies pasando por allí.

–Pobrecito, debiste padecer mucha hambre también, ahora comprendo muchas cosas, como que siempre estabas en la cocina de la mansión o porque tenías tus manos lastimadas –Camus abrazó por la cabeza a Milo, el cual depositó su oreja en el pecho del joven y se sonrojó–. Tu robaste las flores de la casa Rose.

–Mi hermano quería darle un buen regalo a Dégel y me pidió que le armara un ramo que pareciera real, no sabía qué hacer y lo robé, pero la flor que te di a ti la compré haciendo pequeños trabajos para algunos aldeanos.

–¿Pequeños trabajos? –Camus le soltó para verlo a los ojos.

–Sí, un anciano me pedía que le cargara sus compras y me daba una moneda, o que ayudara con fuerza física a las mujeres del lugar.

–Ya veo, por eso te veía cargando canastas en el centro….–comentó con una sonrisa–. Acepto.

–¿Aceptas qué?

–Casarme contigo…..sé que me has mentido y no tolero las mentiras, pero veo que eres un chico bueno y has hecho todo esto por mi….–le acaricia la cabeza–. Sería un honor casarme contigo y tener a tus hijos.

–¿Lo dices de verdad? –preguntó emocionado, Camus sonrió y asistió con la cabeza.

 

                Bastó solo eso para que Milo lo tomaba en brazos y lo depositara en la cama, recostándose encima y besándole los labios. El pelirrojo sintió por primera vez que besaba a Milo Sargas y no a Milo Skorpius como venía haciéndolo antiguamente. Ahora podía ver en ojos del muchacho toda una historia de sufrimiento, abandono y desamor, cosa que traería a un criminal, pero el heleno no lo era y eso es lo que más valoraba el galo.
Cuando las manos de Milo comenzaron a acariciar sus piernas con extremo cuidado, la tensión aumentó aún más y lo hizo comprender que las cosas iban más allá de lo que imaginaba. No aguantó mucho y se separó.

–¿Qué? ¿Qué sucede, Camus? –cuestionó aturdido, creyó que había lastimado al joven y por eso su cara estaba desencajada.

–Es que…..bueno, yo nunca he hecho cosas así.

–Hace un rato querías hacerlo porque le habías dicho a DeathMask del bebé ¿no es así?

–Hmmm….si…..–murmuró algo indeciso–. Pasa que me da miedo, qui-quiero decir, nunca antes había sentido algo duro ahí y…..mierda es difícil.

–Si quieres podemos, dejarlo aquí….

–No…..–masculló Camus y volvió a tomar a Milo para colocarlo contra su cuerpo–. Quiero hacerlo, porque si fuera por mí jamás lo haría, siempre tendré miedo por mi primera vez.

–Yo no soy un experto, Camus, nunca he tenido pareja porque me he dedicado a seguir a mi hermano como ratón al queso…..por lo que tampoco sé mucho sobre esto.

–Aprenderemos juntos entonces –murmuró con una sonrisa, Milo asiente.

 

Se notaba que ambos no tenían la menor idea de cómo realizar los juegos sexuales previos a la penetración, pero les encantaba el hecho de poder descubrirlos ellos mismos con los gemidos del otro o los gritos. Milo parecía el más hábil en ello, acariciando la cintura, caderas y piernas del pelirrojo con una experiencia que envidiaría a los mismos dioses, mientras le dejaba pequeños besos en el rostro y cuello. Camus, el más inexperto, acariciaba la musculatura con habilidad, desprendiéndola del cuerpo y tirando su cabeza hacia atrás permitiendo que le besara aún más.

La poca ropa que tenían por haberse levantado recientemente, desapareció de sus cuerpos a medida que avanzaban más y más, el placer comenzaba a volverse su aliado y las caricias su destino. Fue entonces que el pelirrojo tuvo una idea, pasó su mano por delante del cuerpo ajeno y comenzó a estimular con sus dedos ese viril falo, duro y erecto. Se sintió terriblemente invadido por un dolor espectral a pesar de no haber sufrido la penetración en esos momentos, pero pasar sus fríos dedos por aquella longitud le hizo fantasear suciamente lo que podía llegar a pasar si se lo metían.
Milo comprendió, y besó ligeramente los labios para luego ir bajando hacia el pecho, abdomen y llegar hasta la ingle. Pasó su lengua por allí, lo que resultó en una excitación inminente. Con sus manos, acarició los blancos muslos, y con sus ojos, observaba como la mirada del pelirrojo se tornaba tan fuerte como su color de cabello. Tomó por los costados las piernas y las abrió y levantó, para ir directo a la entrada pasando la lengua allí.

–¡Aaaah! Mi….Milo –se sintió terriblemente avergonzado pero excitado, sus mejillas habían tomado un tono rojo sangre.

–Shhh….disfruta….–masculló separándose un poco solamente para volver a adentrarse.

 

                Mordió sus labios y cerró sus ojos, el menor estaba viviendo un momento de puro placer y experiencias nuevas que no quería olvidar, después de todo sus miedos habían sido infundados. Los dedos no querían quedar atrás, y cuando el rubio dejó ese orificio de lado solamente para meter sus dedos húmedos, Camus comprendió lo que era una penetración, y apretó fuertemente las sábanas de su cama lanzando un alarido de frustración. No, no quería, era demasiado doloroso, pero no deseaba que Milo se quedara con las ganas, quería darle una buena experiencia y la gratitud era más fuerte que el dolor.
Apretó sus labios y aguantó, aguardando que el pene lo penetrara y no tardó demasiado, puesto que sintió algo enorme apoyándose allí. Cuando abrió los ojos un momento, vio a Milo en posición, sus paredes internas se abrieron dejando pasar el sexo del otro. Aguantó todo lo que pudo, pero sus manos estaban rasgando las hermosas telas de su cama. Milo comprendió y se detuvo unos momentos, esperando.

–¿Ya estas mejor? –preguntó unos segundos después, Camus no podía hablar, así que solo asistió.

A pesar de no estar seguro, su falo comenzaba a ponerse azul y doloroso, por lo cual volvió a penetrar aquel estrecho agujero y una vez dentro aguantar a que el otro se acostumbre. Ahora si, estaba decidido y comenzó. Los movimientos eran suaves, lentos, pero poco a poco Camus fue deseando que fueran más aprisa, suculentos y excitantes. Las manos del pelirrojo se apoderaron de la espalda, arañando de placer, mientras gemía en su oído que quería más. Las manos de Milo se adueñaron de los glúteos, abriéndolos para poder golpear sus testículos contra el hermoso traserito del francés.

Ahora nada era doloroso, todo resultaba placentero y Camus se sintió libre de gemir a su antojo, gritar y pedir más a medida que avanzaba. Su miembro no tenía atención, por lo que comenzó a masturbarse el mismo pensando en lo que Milo le estaba haciendo a su trasero en ese momento, eso le excitaba aún más.
No tardaron mucho en salir las pequeñas semillas del interior del pelirrojo, para apretar aún más el miembro viril del heleno y sentir el pre semen que salía de la cabeza del miembro en su interior. El último alarido antes del orgasmo era ronco, fuerte y repleto de sensualidad, ocasionando que Milo se viniera abruptamente dentro de él.

Esto sería el comienzo de algo apasionado y amoroso entre los dos jóvenes.

 

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Casa Montier.

 

–Varón…..–masculló Jean mirando el agua que se encontraba en su caldero, pestañó varias veces y se separó un poco para girar a la derecha y luego a la izquierda–. ¿Qué MIERDA HACEN TODAVIA EN MI CASA? –gritó el más joven irritado–. Tú –señala a Itia–. Largo de aquí y tú –esta vez señala a Aspros–. ¿No habíamos terminado ya tu asunto?

–Si él está, yo también –Aspros mira a Itia, quien sonríe de costado.

–¿Eh? –Jean los mira sorprendido–. ¿Qué diablos? ¿Me están acosando?

–No es eso…..es sólo que….

–Si –comentó Itia con una sonrisa, Jean comienza a irritarte.

–¡Ya está bien! Y a todo esto ¿no tienen vida? Tú deberías estar trabajando, Itia….y tú….bueno no sé precisamente que haces tú –susurró cruzando los brazos y mirándolo con el ceño fruncido.

–Manejo una empresa, pero eso se lo dejo a mis subordinados –habló Aspros, Jean nuevamente suspiró, pero esta vez de resignación.

–Bien, ¿puedo hacer algo por ustedes antes de perder mi paciencia? –tanto Itia como Aspros se miraron entre sí, ambos parecían enojados con que el otro esté allí.

–Oye, tú, niño bonito –gruñó Itia desafiando con la mirada a Gemini, este alza una ceja–. ¿Cuándo piensas dejar a Jean en paz?

–Esa misma pregunta podría hacértela tranquilamente a ti, se nota que no está cómodo con tu compañía.

–Sólo porque le besaste cuando estaba desprevenido no significa que puedes venir aquí como si fuera tú casa ¿eh? –bufó con cólera y se acercó al menor, este parecía indignado.

–Tú me dices eso, viejo pervertido, y el otro día tú estabas en la cama de Jean manoseándolo.

–¡Y hubiéramos terminado haciéndolo rico si tu no interrumpías!

–¡PEDERASTA!

–¡MIRA QUIEN HABLA! –gritó Itia señalando al sujeto.

–¡YA BASTA, LARGUENSE DE AQUÍ AMBOS! –con un empujón, logró que ambos cayeron al suelo.

–Je-Jean…..–la voz de Itia se escuchó rasposa, el muchacho caminó hasta estar frente a él–. Yo te mantuve durante todos estos años además de pagarte el colegio, tú me debes mucho.

–Ya lo sé viejo ruin, pero no te daré mi virginidad porque me la pidas –colocó ambas manos en la cintura–. Quiero hacerlo con alguien a quien ame.

–¿No me amas?

–¡NO! –gritó y pisó la cabeza de Itia, este terminó comiendo tierra.

–Wo, realmente no quiero meterme en tu camino, Jean –comentó Aspros–. Pero debo decirte que me siento terriblemente angustiado que ese tipo que tienes bajo tus pies esté durmiendo bajo el mismo techo que tú.

–Eso es porque Itia es como mi padre, y dije “es como” porque no estoy seguro si realmente lo es, pero puede serlo –miró con el ceño fruncido al hombre, este negó con las manos–. Quién sabe, se ha acostado con tantos tipos y mujeres que no sabría decirte si él realmente es mi otro padre.

–Entonces ¿no sientes nada por él, verdad?

–En lo absoluto, Aspros, no podría gustarme alguien que me anda manoseando desde que tengo memoria –se separa de Itia y camina dentro de la casa, Aspros le sigue–. ¿Por qué me sigues?

–¿Te bastaría si te dijera que no tengo idea? Simplemente no quiero irme de aquí.

–Aspros, sigues negándote al hecho de formar una familia y casarte –El muchacho no comprendió–. Vienes aquí para que rompa el hechizo, luego vienes porque quieres saber con quién te casarás, no puedo darte respuestas todo el tiempo.

–Pero tú lo sabes.

–Si te dijera algo, el futuro cambiaría y puede ser peor que el que vi, por favor Aspros, hazte un favor y vete de aquí, ve y has tu vida, cásate y ten los hijos más hermosos –le empuja suavemente por la espalda, Aspros no parece querer irse–. Por favor, hazlo más fácil para todos.

–Es que…..siento que mi futuro está aquí.

–No está aquí, por favor vete –lo vuelve a empujar.

–De acuerdo, me iré, sólo con una condición –gira hacia donde está el chico.

–¿Cuál es?

–Dime cuál es tu futuro. Dado que no es mío y tú ya lo sabes, no afectará en nada –indicó, Itia se acerca un poco levantando las sábanas que cubre la puerta para ver qué ocurre dentro, los ve, a Jean parado estupefacto a un costado al lado del caldero y Aspros cerca de la puerta, con la mirada firme.

–No lo sé.

–Dímelo, o no me iré.

–De acuerdo…..–comentó y mirando a otro lado sus ojos se llenaron de lágrimas–. Seré asesinado.

 

                Tanto Aspros como Itia se quedaron petrificados, con la mirada completamente desencajada  y los ojos casi blancos. Itia ingresó rápidamente y dio dos pasos hacia adelante para que ambos supieran que estaba allí, pero tan fuerte había sido la noticia que el joven Gemini no se movió de su sitio. ¿Asesinado? ¿Eso quiere decir que Jean a pesar de saber que no tendría una vida prospera, deseaba que Aspros la tuviera, indicándole que no siga allí pues terminaría encariñándose de un cadáver?

–¿Có….cómo….? –preguntó Aspros, intentando razonar–. ¿Cómo podemos hacer para que eso no ocurra?

–El destino está trazado, no puedo cambiarlo. Mi Jacques fue asesinado, yo también lo seré, y mientras estoy en este mundo, quiero ayudar a todos los que tengo a mi lado a no encariñarse conmigo.

–Pero….

–Por eso no deseo que estén aquí, por eso quiero que se alejen….–señala la puerta–. Por favor….

Aspros miró a Itia con angustia, este le responde de igual manera y ambos se retiran de allí, aunque ninguno quería abandonarlo. No tardó mucho tiempo en aparecer el mayor nuevamente por la puerta, cuando Jean se había sentado en el suelo y le miró frunciendo el ceño.

–¿Qué demonios….?

–No es verdad…..–masculló Itia, Jean suspira–. Tú no serás asesinado.

–No sé.

–¿Por qué mentiste?

–Porque de verdad no lo sé, mi destino depende de las acciones que tome a partir de ahora y no quiero que Aspros esté involucrado.

–¿A qué te refieres? ¿Qué viste?

–No puedo decírtelo, si lo digo……podríamos cambiar las directrices del futuro……pero es verdad, si me casara con él como rige el destino, ambos podríamos estar en serios problemas.

–Tú mismo lo dijiste, puede ser peor.

–Peor….

–Casarte conmigo –sonrió, pero antes que se acerque, Jean le pone la mano en el rostro.

–Ni borracho lo haré.

–¡Aaaagh! Aun así, tú mismo dijiste una vez, no es fácil cambiar el destino, si tu amor por él es muy fuerte y el suyo por ti también, nada podrá separarlos, ni siquiera el dolor.

–No hables más Itia, por favor, no hables más.

 

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Mansión du Verseau

 

Krest llegó a la casa de su hijo a las 18:20, vestido elegantemente y con unos lentes de sol ocultando sus ojos. Se los quitó y dejó las maletas para que sus empleados las acomodasen en su cuarto. Sintió un aroma diferente al ingresar y cuando giró y vio a un muchacho rubio persiguiendo entre risas a uno de sus empleados su ojo derecho comenzó a hacer un tic gracioso.
La escena era por demás divertida y afable, un joven de diecisiete años corriendo con un pan francés en las manos, cubierto por solo un pijama blanco y siendo perseguido por un muchacho sin camisa y en bóxer azules. Sonrió de costado, eso le recordaba un poco a su juventud, aun así no tenían por qué andar en paños menores correteando por la casa.

 

–Ejem….–carraspeó un poco y los jóvenes se detuvieron, si el blanco pudiera llegar a la rostro de las personas, definitivamente Camus tenía ese color en la piel, de repente había perdido toda la circulación de su cuerpo–. Amor joven ¿no? Deberían cambiarse al menos y ponerse una ropa más acorde.

–¿Qui….quién es, Camus? –preguntó el rubio, Krest le miró.

–Es….es Krest du Verseau, el papá de Dégel.

–¡ES EL PAPÁ DE DÉGEL! –Gritó sorprendido y se colocó detrás de su pareja, Camus frunció el ceño–. Es muy joven para ser papá de Dégel –intentó arreglarlo y funcionó, Krest sonrió.

–Que agradable chico, ¿cómo te llamas?

–Ehm, Milo…..Milo Skorpius –a pesar de haber debelado su verdadero apellido a Camus, no lo hizo con Krest.

–Así que Milo. Mucho gusto……por cierto, ¡Camus! ¿Dónde está Dégel? –comentó guardando sus lentes de sol en un estuche.

–¿Dégel?.....usted quiere…..es decir quiere saber….donde está ¿Dégel?

–Sí, Dégel….mi hijo Dégel ¿dónde está?

–Hmmm….Dégel…..este….–Miró a Milo que negaba con la cabeza–. Bueno verá Dégel….está…en….un lugar.

–¿Dónde está? ¿Acaso no sabes? –preguntó cruzando los brazos, comenzaba a enojarse.

–Ósea, sí, sí sabemos dónde está Dégel….esta…..–nuevamente mira a Milo y este sonríe de costado.

–Arriba….si arriba tomando una ducha –masculló el rubio.

–Oh, ya veo…..bueno, traje algunas cosas de Grecia para él.

–¿Grecia? ¿Estuvo en Grecia? –Milo aparta un poco a Camus para avanzar hacia Krest.

–Sí, el padre de Dégel era griego, bueno, es, no se ha muerto.

–¿Hm? ¿Habla de Itia? –cuestionó.

–Recuerda, Camus, que Itia sólo fue mi esposo, además supe que ya no está más en Grecia gracias a dios, abandonó a sus hijos y esposa por un trasero francés, me alegra que no sea el mío –comenzó a sacar de una de sus valijas de mano algunas cosas–. Visité a un viejo amigo y recorrí las hermosas calles de Alemania, toma –le extiende un adorno–. Lo compre para ti, sé que te gustan estas cosas.

–¡Gracias señor Krest! –agradeció Camus con una reverencia.

–¿Qué es? –Preguntó Milo acercándose a Camus, este le enseña una pequeña estatuilla–. Oh, una estatuilla de la diosa Athena.

–Es muy hermosa.

–Bien, esperaré a mi hijo en el living, tú –señala a Milo–. Lleva mis valijas a mi cuarto.

–¿Eh? Pe-pero yo no soy un sirviente –murmuró señalándose a sí mismo.

–Te vi correteando a mi sirviente semi desnudo por mi casa y no te dije nada, es lo mínimo que puedes hacer por mí, bombón….–Krest le guiñó el ojo y se retiró, Milo sonrió estúpidamente.

–Tu jefe es muy bueno.

–Deberías verlo en sus días malos….te da miedo….–Camus le da un pequeño beso en la boca a su novio, volviéndolo a la realidad–. Ahora debo saber dónde se metió Dégel.

–Está arriba bañándose.

–Tonto, eso es lo que le dijimos a Krest para que se lo creyera….

–No, no…en serio, mientras bajaba a la cocina los vi entrar por la puerta trasera a mi hermano y a Dégel, así que deben estar arriba duchándose.

–¡Tonto! ¿Por qué no me lo dijiste? Estaba asustado.

–Bueno, no era buen momento cuando intentaba tocarte tus curvas para hablar de Kardia y Dégel –pasa sus manos por las caderas de Camus y este se las aparta–. Ok, entendí, avisarte todo lo que pase en esta casa.

–Así me gusta, iré a ver si Dégel necesita algo….tú ve a dejar eso al cuarto de Krest.

–¿Cuál es el cuarto de Krest? –preguntó tomando de la manija las valijas.

–Segundo piso la habitación imperial ¡rápido! Me volveré viejo hasta que vuelvas con las valijas.

–Eres tan gracioso.

 

                Milo se retira justo en el instante que Dégel baja las escaleras y se lo cruza. Ambos intercambian miradas unos minutos, Milo es una persona bastante inteligente a pesar de su idiotez por enamoramiento, pero se da cuenta que hay terror en los ojos de Dégel que ha intentado contener. No dice nada, solo se retira, dejando que el peliverde bajo de las escaleras para asustarse al encontrarse con otro ser humano, en este caso Camus.

–¿Estás bien? –preguntó Camus, Dégel no habla solo asiente–. Bueno, tu padre llegó, está esperando en el living.

–¿Mi padre? –preguntó sorprendido e inmediatamente se retiró de la cocina para ir a fundirse en un abrazo. Camus lo nota extraño pero no dice nada.

–Hijo, tanto tiempo, bien, siéntate, quiero saber todo del Adonis que gano tu corazón.

–Bueno, no sé si es buen momento, mamá.

–En unas horas tenemos que retirarnos al casamiento de Dokoh y Shion –comunica Camus a los dos Du Verseau.

–¡Cierto, cierto! Me quedé tanto tiempo en Grecia que había olvidado el casamiento de esos dos –murmuró e inmediatamente acarició la pierna de su hijo, este sonrió de costado–. ¿Pasa algo, Dégel?

–¿Eh? No….no pasa nada estoy bien, es que….he estado con mucho trabajo, tú sabes.

–Oh, cierto, la empresa familiar. Pero oye, ya te desligo de toda responsabilidad. Ahora estoy yo a cargo.

 

                Mientras padre e hijo continúan hablando en el living, Milo dejó las maletas en la habitación imperial y bajó al primer piso, topándose con su hermano mayor que salía del baño. Milo observó aquellos cortes leves en las manos, lo que le daba a entender que manipuló un puñal hacía muy poco tiempo, además, los ojos de su hermano estaban brillosos, como si hubiera pasado algo en estas últimas horas, pero dado que no estaba herido ni tenía otro golpe en su cuerpo que lo alertara, supuso que los matones de Melvicke no fueron.

–¿Quién llegó?

–Krest du Verseau, me agarró así ¿Puedes creerlo? En paños menores persiguiendo a su sirviente –Milo, como siempre, hacía reír a Kardia con sus ocurrencias.

–Tienes que tener cuidado, eres medio idiota cuando te enamoras, me recuerda cuando estabas prendido de esa chica….

–Shhhh…..–el muchacho lo calló–. Eso está en el pasado, nunca funcionó, pero con Camus deseo que funcione y….–señala las manos cortadas de su hermano–. No quiero nada de esto cerca de él.

–¿Nada de esto?

–Tú sabes, no quiero que hagas payasadas…..–bufó, luego bajó sus hombros–. Camus está aterrado por los últimos acontecimientos, tú sabes, la violación de Albafica.

–Yo no tuve nada que ver, yo no he violado a nadie –gruñó, hizo un ademán con la mano a su hermano para que entre al cuarto de Dégel donde se cambiaría la ropa.

–¿Y el tipo que encontraron a las afueras de Paris?

–Era uno de los secuaces de Melvicke. ¡Querían degollarme! Yo me defendí.

–¡Era padre de familia, Kardia!

–Yo también lo seré algún día y eso no conmoverá el frío corazón de ese viejo –Kardia se colocó una camisa y le pasó una playera manga corta a su hermano, así al menos estaría vestido para ver a Du Verseau padre–. Ya que te follas a su sirviente, al menos ponte una camisa y luce presentable.

–Me casaré con Camus –comentó honesto, Kardia le mira y sonríe.

–Jajajajajajaja muy buena.

–Te estoy siendo honesto, me casaré con Camus y quiero ser padre pronto….

–Camus no tiene nada, vive de regalo aquí ¿cómo piensas mantenerte? –Preguntó acercándose a Milo, este no dice nada–. No se vive de amor, Milo.

–Trabajaré.

–¿De qué? Tú no sabes hacer nada…..rompe este compromiso –Kardia se da la vuelta y continua cambiándose, mientras Milo aprieta sus puños.

–¡No! –el mayor se da la vuelta inmediatamente y se abrocha el cinturón.

–¿Qué dijiste?

–Que no hay nada en este mundo que me separe de Camus…..

–……Milo….–caminó nuevamente hacia el rubio y le coloca una mano en el hombro–. No quiero ser cruel contigo, no quiero amenazarte. Pero vinimos a este lugar a conseguir dinero.

–Pero tú amas a Dégel.

–¡Sí! A Dégel y a su dinero.

–………..Kardia….–susurró, sus ojos turquesa se abrieron.

–Oye, no pienses mal……que ame la fortuna de Dégel no significa que le mataré, mi idea es que él y yo nos hagamos de poder aquí, y no quiero tener que mantenerte toda la vida a ti, a Camus y a tus vástagos…..así que más te vale que antes de seguir poniéndosela al pelirrojo este, consigas a alguien con dinero para abandonarlo rápido, antes que la cigüeña llame a tu puerta.

–Kardia, yo amo a Camus.

–Y yo amo el pastel de pollo, no se puede tener todo en la vida.

–¡NO COMPARES A CAMUS CON UN PUTO PASTEL DE POLLO! –gritó, pero Kardia le golpeó el rostro y lo hizo callar.

–No quiero tener que escucharte protestar porque te casaste con un don nadie por “amor”, así que te la haré fácil. O te alejas de Camus…..–busca en sus pantalones y saca una navaja–. O yo te alejaré a la fuerza de él….y no, no seré dulce y gentil con el pelirrojito, seré horriblemente cruel.

–No…..no te atrevas a tocarle un pelo.

–No puedes protegerlo toda la vida, pero si quieres, anúlalo de tu vida….y él estará feliz, tú también….y conseguirás a alguien con dinero…. ¿quedó claro? –Milo no responde–. ¿QUEDO CLARO?

–……….sí…..–susurró.

–Ahora vete, verte la cara me da nauseas….

 

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Palacio Dómine. 22:30.

 

                Se habían casado y todos estaban allí para festejar su amor. Shion sonreía a más no poder y Dokoh le abrazaba como buen marido que era. Ambos se amaban más de lo que era permitido. Inmediatamente, como era normal en aquella civilización pequeña de empresarios multimillonarios, recibieron a uno por uno a los invitados, abrazándose y sacándose fotos con ellos. Sísifo había ido con su pareja, El cid y con Regulus, quien se encontraba brillando de la emoción. Deuteros fue con Asmita, su esposo, que aún no conseguía embarazarse. Y Aspros, sólo, podía pasar la noche entera en velas mirando la silla vacía a su lado y pensando en que estaría haciendo el jovenzuelo adivino. ¿Realmente sería asesinado? No podía creerlo, pues se lo dijo con tanta nulidad que pareciera no tener sentimientos.
Dégel había ido con su prometido Kardia, con su compañero Camus y con su padre, mientras que el pelirrojo había llevado a su futuro esposo que sudaba frío mirando de reojo a su hermano. No podía hacerlo, no quería terminar su relación.

–Gracias a todos por venir, pero quisiera hacer un brindis por aquellas personas que no han venido a la fiesta por problemas. Ilias, Lugonis y Albafica Rose, un salud para ellos –comentó Shion alzando su copa.

–¡Salud!

–También un brindis para Manigoldo Bennini quien no pudo venir por estar enfermo ¡salud!

–¡Salud!

–Por último y no menos importante, para Unity Montreal, quien no se ha presentado pero esperemos no tenga nada grave. ¡Salud por Montreal, un buen amigo! –alzó la copa esta vez Dokoh.

–¡Salud! –dijeron todos, Dégel miró con espanto a Kardia, quien sonreía amablemente.

 

                Milo tomó a Camus del brazo y lo llevó a un lugar escondido. Le acarició el rostro y lo besó con dulzura, recibiendo la misma dulzura del muchacho. Cuando acabaron de besarse y se escuchaba solamente la música de la orquesta que había contratado Dokoh, Milo habló.

–No quiero dejarte…..–comentó apretando sus labios.

–¿Eh? ¿Por qué dices eso?

–No quiero dejarte pero tengo que hacerlo, tengo que dejarte por tu bien.

–Milo, me estas asustando…..–separó las manos que tenía del rubio en su rostro–. ¿Por qué dices eso?

–Te…..te acuerdas lo que te conté, de mi hermano y yo….que mi hermano fue casi criado por bandas delictivas y eso…..

–No…

–Oh, mierda, cierto….bueno te conté que a los dieciocho años mi hermano se fue ¿verdad?

–Sí, eso sí….

–Bueno, él es perseguido y yo…..yo….–no podía decirle que Kardia lo amenazaba, sino tenía que inventar algo y estuvo pensándolo todo el tiempo–. No puedo casarme contigo.

–¿Qué? –preguntó sorprendido.

–No….no puedo casarme, lo lamento.

–¿QUÉ? ¿ME ESTAS TOMANDO EL PELO? –gritó con enfado, obviamente no era de esperarse una hermosa escena romántica ante esto.

–Camus, yo….en serio, me duele…–nuevamente Milo le tomó del rostro.

–No veo que te duela más de lo que te dolerá cuando te de una patada en las bolas ¡me entregué a ti! Me prometiste….

–Es tu vida…

–¡CIERRA LA BOCA Y DEJAME HABLAR! –nuevamente gritó, Milo se alejó un poco de él–. ¿Cómo puedes hacerme esto? ¡Milo! ¿Realmente tú quieres dejarme?

–No…..no…..–Camus se alejó apenas Milo intentó acercarse.

–¡DEJAME SOLO! –bufó irritado, corriendo hacia una de las alcobas.

–¡CAMUS! –gritó estirando su mano por el pasillo, pero se quedó allí estático.

–Vaya, eres un completo imbécil –una voz bastante cercana y conocida apareció, al girar vio un muchacho muy similar a Camus.

–¿Camus?

–¿Cómo VOY A SER CAMUS, ACABA DE IRSE? –un golpe terminó en el trasero del chico, lo cual le hizo caerse.

–Aaaagh….–gruñó irritado Milo, ese muchacho tenía mucha fuerza, entonces debía ser–. Jean Montier.

–Idiota, eres un completo imbécil, le temes a tu hermano…..y renuncias a un amor por idioteces, a Camus le costará muchísimo salir a delante.

–¿Hm? ¿Cómo sabes lo de…….? –Pero antes que Milo terminara de hablar, el chico se esfuma frente a sus ojos, es como si en un pestañeo desapareciera–. Mierda…..debo estar drogado.

 

                Jean sonrió, amaba confundir más a las personas, sobre todo a sabiendas que estaban psicológicamente perturbadas por algún trauma, sabía que Milo necesitaba un empujón para volver con Camus, pero le sería difícil ahora que el galo se creía rechazado por el rubio, eso le pasaba por no terminar las frases y no decirle el plan que tenía. Milo quería proponerle actuar frente a los demás, como si no fueran pareja, pero a escondidas mantener una relación de pareja constante, una vez que ambos pudieran juntar dinero suficiente, irse del país a otro lado para estar juntos, pero el rubio daba tantas vueltas que sólo se quedó con la idea en la boca.
Mientras el heleno quedó con el corazón destrozado y el galo lloraba en una habitación alejada, Jean caminaba como si nada por el palacio, observando cada una de las habitaciones hasta que un frio recorrió su cuerpo. Giró y vio una luz.

–¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? –Preguntó, pero aunque no existía ningún ruido, le hablaban directamente a su alma–. ¿Qué? Tú eres…….Unity Montreal.

 

Unity Montreal comenzó a formarse frente a Jean, el cual no podía creer lo que estaba viendo. ¿Cómo una persona podía hacer un viaje astral a unos kilómetros de distancia? El joven miró por los ojos a Jean y le comentó.

Eres el único que puede ayudarme, he intentado comunicarme con otras personas pero sólo tú tienes un poder espiritual impresionante.

–¿Cómo puede una persona viva hacer un viaje astral como este? ¡Es increíble! –El pelirrojo se acercó y notó que la fuerte luz estaba dotada de mucho poder–. No puede ser, tanto poder significar una cosa, toda tu alma salió de tu cuerpo.

Estoy muerto, mi querido Montier. Necesito tu ayuda para vengarme de quien me hizo esto –el fantasma mostró las puñaladas en su abdomen.

–Tú sabes que no puedo vengarme de alguien, las cosas ocurren por algo.

Mi vida fue arrebatada, pequeño Montier. Aun no comprendo las cosas pero voy a mostrarte todo, y quiero que sepas donde está mi cuerpo….de esa forma podré descansar en paz dejándote todo lo que pueda ayudarte a que la policía esclarezca el caso.

–Montreal yo…

Shhhh……una chica también me habla, muchos espíritus hablan, ayúdanos…..–imploró. Jean cierra los ojos concentrándose en lo que Unity quería explicarle y entonces sus ojos se abren, mostrando todas las escenas de asesinatos que las almas le explicaban. Tomó su cabeza sintiendo un fuerte dolor y poco a poco las imágenes se van disipando.

–Unity

Me quedaré en ti –el alma de Unity ingresó al cuerpo de Jean, el cual al ser más flexible pudo tomarlo pero seguir siendo él. (*)

–De acuerdo Unity Montreal, te ayudaré a descansar en paz…..por favor, quédate conmigo.

 

                Una hora después del banquete, mientras todos descorchaban champagne y celebraban, un muchacho trajo la terrible noticia. Unity Montreal había desaparecido.

 

 

Continuará.

Notas finales:

(*) Con esto quiero decir que a pesar de Unity encontrarse dentro de Jean, este no pasará a ser Unity ni nada de eso, el alma de Jean acomoda a Unity a su cuerpo para mantenerlo vivo en su memoria, todo lo que Unity recuerda lo verá Jean, por lo que este sabe precisamente quien mató a Montreal.

Bueno gentita, espero que les guste este capítulo, estuvo bastante largo aun para mi. En realidad ya no sé para donde disparará el fic. Tenemos a un Alba recuperándose, a Camus con el corazón destrozado, Unity muerto aunque ahora está en cuerpo de Jean, a Mani más que loco, en fin, tenemos muchas líneas para abarcar. ¡Gracias por sus comentarios!

 

ESTE CAPITULO VA DEDICADO A VERONICA POR SU CUMPLEAÑOS QUE FUE AYER! LAMENTO NO HABER LLEGADO CON EL FIC AYER uwu gomen pero esta largo y sexoso.


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