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La mirada del asesino por Jesica Black

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Capitulo XII

 

 

                El dolor le sacudía la carne y no lo dejaba respirar. Sus uñas se clavaban en la espalda del otro y lo arañaba para que lo deje en paz, pero Itia se encontraba en un trance abismal o bajo su mismo poder influenciado por la maldad. Las manos le sujetaba de los glúteos mientras golpeaba fuertemente el piso con su cuerpo, intentando romperlo por la presión que ejercía sobre él. Lloró, gritó, arañó pero era imposible detener a Itia en ese momento, le estaba violando y no solo eso, lo partía por la mitad.
Sus ojos se nublaron unos instantes y podía ver una escena detrás de otra, estaba experimentando lo que se llama la visión escarlata, lo cual significaba que estaba siendo profanado por un miembro de su familia, uno muy cercano como puede ser un hermano, un padre o un tío. Jean cerró los ojos y lentamente las imágenes pasearon por su cabeza.
El olor a la sangre era cada vez más fuerte, tanto, que sintió que la tenía en sus manos y una vez que pudo verse a si mismo se encontraba frente al cadáver ensangrentado de su padre Jacques, se sorprendió ante esto ¿qué estaba haciendo allí?

–¿No lo recuerdas? –la voz de Itia resonó a su espalda y cuando se dio la vuelta el hombre se encontraba justo detrás de él, medía al menos dos metros más de lo que recordaba y eso era porque él era más pequeño–. ¿No recuerdas, pequeño Jean? ¿Quién asesinó a su padre?

–No fui yo.

–Huy, eso suena muy honesto, pero míralo, ese es el cadáver y tú tienes el arma homicida –comentó el adulto, Jean observó en su mano derecha un puñal.

–No fui yo.

–Ya casi te lo crees.

–¡NO FUI YO! –gritó agobiado, Itia sonrió.

–Oh claro, como tú digas…..–susurró y caminó hacia el cadáver.

–Y si fuera yo ¿por qué no lo recuerdo? –masculló con lágrimas en los ojos, Itia le miró unos instantes.

–Porque los hechiceros tenemos la capacidad de anular recuerdos perturbantes de nuestras cabezas, sólo otro miembro de la familia puede liberarlos.

–Pero….eso significa que tú…

–Exacto mi querido Jean, soy tu padre.

 

                Los ojos del joven se abrieron, se encontraba adolorido, aun le costaba moverse y dio dos pasos hacia atrás. ¿Su padre? Ahora recordaba otras imágenes de su pasado, aquellas donde Jacques le comentaba sobre Itia, su padre, un hombre al que conoció mucho antes que el pequeño pelirrojo naciera, ese hombre que fue a su casa y le hacía el amor fuertemente a su padre, aun a sabiendas que él estaba espiando más por miedo que por otra cosa. Jean dio otro paso hacia atrás y le miró, ahora ya no era un niño, sino un joven, su cuerpo se veía más estirado y con más curvas.

–¿Por qué me violas? ¡Eres mi padre!

–Porque tú eres mío, solamente mío……y sólo yo puedo desflorarte…..–gruñó acercándose a él y aferrándolo con sus brazos, acariciándole las nalgas descaradamente.

–¡NO! ¡YO NO TE QUIERO! –gritó intentando alejarlo, pero era imposible, dado que esas visiones las controlaba su progenitor.

–Estúpido…. ¿y con quién vas a ir? ¿Aspros? ¿Crees que te querrá ahora que estas desvirgado? No me hagas reír.

–¡DEJAME, DEJAME! –gritó como pudo, pero sus palabras morían en la resonancia del pensamiento.

 

                Cuando volvió a la realidad, sintió un líquido caliente en su interior, sus ojos estaban húmedo por haber llorado durante todo el trance, y el miembro duro del hombre aún estaba dentro de él despierto para continuar con el ultraje. Giró la mirada y observó a Itia encima suyo, el odio y el rencor que sentía el joven Jean por su padre iba más allá de cualquier tipo de sentimiento, ahora solamente quería destruirlo por lo que le había hecho. Itia continuó embistiéndolo fuertemente, llegando hasta la parte más profunda, pero aunque el cuerpo del joven reaccionaba a ese tipo de sensaciones, la mente de Jean estaba completamente muerta, ya no pensaba, ya no miraba, ya no quería sentir absolutamente nada. El alma del joven estaba abandonando el cuerpo para no ser testigo de ello, y repleto de un odio interminable aguardaba que dejaran de profanar su cuerpo de esa manera.

Aun le costaba asimilar que él había asesinado a la persona que más amaba, a su padre, quien había sido todo para él no solo su mentor y compañero. Jacques siempre estaba ahí para Jean, le ayudaba en sus primeras pociones, lo guiaba, lo abrazaba cuando dormía y lo cuidaba cuando estaba enfermo, y, no….no podía comprender como le arrebató la vida. Tal vez se merecía este sufrimiento del cual jamás se libraría.

 

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                Camus observaba desde lejos las flores de la primavera, ya habían pasado unas pocas semanas desde que Milo se marchó y aún continuaba esperando a que algo en los astros cambiara y le hicieran reaccionar para volver con él, pero nada cambió. Todos los días iba solo a comprar pan y tomaba el mismo camino que siempre tomó con el rubio, pero nada ocurría. Luego pasaba disimuladamente por algunos lugares que había dicho ir en algunas conversaciones informales, pero tampoco se encontraba, era como si se hubiera esfumado del planeta.
Sus sentimientos hicieron que poco a poco comenzara a decaer y sentirse mal constantemente. No tenía fiebre, pero si vómitos y maros que no lo dejaban descansar. Muchas veces, Dégel vio como tambaleaba de un lado al otro por no poder focalizar bien, y le recomendó ir a visitar a un oftalmólogo. Camus sabía que aquello no se debía a sus ojos, era algo más allá de lo que creía. Kardia lo observaba constantemente y tenía miedo que vaya a saber lo que ocurría en su mente, no lo ayudaba cuando se caía, es más, pasaba por su lado y lo miraba, intentando preguntarse ¿por qué Camus está de esta manera? Tal vez suponiendo lo que ocurría.

Camus estaba embarazado.

                Lo había descubierto en una plática con DeathMask, al cual le rogó volver a mantenerse como prometidos, pero el sucio carnicero le explicó que ahora que iba a tener un bebé de otro, no quería a Camus, no deseaba criar al hijo de Milo. El pelirrojo le explicó que todo había sido una mentira y que él no estaba embarazado, pero DeathMask no le creyó y lo llevó hacia una fuente. La fuente de las embarazadas era bastante especial, decía que si un joven o doncella lanzaba una moneda hacia la fuente y salía “cara” la persona estaba embarazada, en cambio sí decía “cruz” no lo estaba. Camus no creía en cuentos de hadas, pero era verdad que tenía un acierto de al menos 90% y era mucho decir. Realizó la prueba y salió cara, lo intentó de nuevo y cara otra vez, al menos diez veces y siempre salía cara, aun cuando el galo hacía todo lo posible para que no saliera cara. Entonces se rindió y aceptó su embarazo a pesar de no estar seguro. No observante, fue a un obstetra para poder constatar que efectivamente, tenía al niño de Milo en su vientre.

                A pesar que el rubio heleno no estaba con él, se sentía feliz por llevar dentro un bebé con la sangre del hombre a quien más amaba, no podía negarlo, pero le hubiera gustado muchísimo más que el joven Skorpius quisiera estar con él.

–¿Camus? –una voz conocida se acercó a él, sonriendo de costado mientras avanzaba a pasos lentos, Camus solamente dio un pequeño giro y al verlo volvió a su estado actual–. ¿Pasa algo?

–No, nada….–Camus había vivido los tiempos de su embarazo en solitario, aunque mucho tiempo no había trascurrido desde que se enteró hasta ahora, pero aun así el dolor que le causaba era muchísimo para soportarlo.

–Camus, te conozco.

–Hmmm, no estoy tan seguro –bufó algo molesto.

–Camus….–susurró cruzando los brazos, el pelirrojo se dio la vuelta y apoyó todo su cuerpo contra la pared–. A ver, ¿es por Milo?

–Aparte de Milo, hay otras cosas que no me cierran…..pero no importa

–Claro que importa, eres mi amigo, puedes decirme lo que sea y te escucharé.

–Bueno….no quisiera ser un aguafiestas pero no estoy muy de acuerdo con tu casamiento –lo expresado no pasó desapercibido por Dégel, quien le miró.

–Pensé que estabas feliz, ¿o toda tu felicidad se debía a que tenías a Milo al lado?

–¡No! Escúchame, no me malinterpretes, sé que Kardia te ama y tú a él…pero…

–¿Pero qué? –preguntó agrio, Camus notó que el joven estaba a la defensiva, no por nada había arreglado todo para casarse en una semana, las invitaciones se habían enviado y se encontraba caótico por la fiesta.

–Aaaah….–suspiró.

–Dime, Camus ¿pero qué?

–Escucha Dégel, tú siempre creíste en mis instintos, y ahora, cada vez son más fuertes. Kardia no es una buena persona…

–¿Y cómo sabes tú eso, eh?

–Milo me dijo algunas cosas de él, algunas cosas sobre lo que hace….–al peliverde se le prendió la lamparita, y miró aturdido al jovencito, ¿acaso Camus sabía lo que Kardia hacía? –. Escúchame, él no te conviene….–no pudo continuar su discurso pues la puerta se abrió y unos hermosos ojos azules se depositaron en Camus fuertemente.

–¡Kardia! –exclamó Dégel apenas se dio vuelta y se acercó–. Qué bueno que estas aquí, ya envié las invitaciones –pero los ojos del muchacho no se despegaban del menor.

–Qué bueno, cariño, ¿de qué hablaban? –mientras él conversaba con Dégel, Camus aún continuaba sintiendo esa mirada en su cabeza, tan fuerte que creía que si mataban, él ya estaría muerto hacía mucho.

–Nada, nada, cosas de la boda ¿tú sabes? Me estaba diciendo que el verde no quedaba para un casamiento y ¿sabes qué, Camus? Tienes razón –continuó como si nada el galo, y se acercó a la mesada, Camus inmediatamente reacción y solo afirmó.

–Sí, lo mejor es un color pastel –los ojos azules se fijaron en el chato vientre de Camus, el cual hacía muy poco había comenzado a crecer, pero no lo suficiente para ser visto por un ojo cualquiera, en cambio, Kardia no era un cualquiera.

–Invitaciones enviada, colores elegidos, ¿puedes llamar a los Rose y decirles que quiero rosas blancas para la boda? –preguntó Dégel al pelirrojo, este simplemente afirmó.

–Claro, inmediatamente –hizo una reverencia y salió apenas pudo. Kardia miró con intensidad la puerta donde se marchó.

–Sabes, creo que esa mirada no me agrada mucho.

–¿Qué mirada? –preguntó dando la vuelta.

–La que le das a Camus, sí, esa mirada –señaló a su pareja, Kardia suspira–. ¿Por qué tienes que ser tan frío con él? Es mi sirviente y lo quiero, compórtate.

–¿Me estás regañando?

–Sí, te estoy regañando Kardia –se acercó amenazante–. Camus está sensible porque el idiota de Milo lo abandonó, sé más gentil.

–¡Soy gentil! ¿Cuándo me viste no ser gentil?

–Ahora mismo, Kardia, poniendo esa cara amenazante que sueles poner.

–¿Acaso no lo viste? –preguntó, Dégel pestañea varias veces.

–¿Ver qué cosa? –Kardia entonces supo, Camus no le había dicho a nadie que iba a tener un bebé, solamente él lo había podido percibir.

–Nada, cosas mías, sabes, necesito hacer un par de llamadas, ¿quedamos para almorzar? –preguntó sonriente, como si la conversación anterior no hubiera pasado, mientras se acerca a su chico y lo toma de la cintura.

–De acuerdo ¿quieres que comamos aquí?

–No, mejor salgamos…..–el menor lo miró frunciendo el ceño–. Pago yo, cobré este mes un sueldo suculento.

–Bien, me aseo y estaré listo…–le besa suavemente en los labios y se dirige a su cuarto.

                Kardia espera hasta escuchar los pasos de Dégel lo suficientemente lejos y comienza a buscar entre sus pantalones un número telefónico que tenía por ahí. Lo mira y camina hacia el teléfono que está colgado en una pared. En ese instante Camus colgaba con Lugonis, o mejor dicho, Lugonis colgó y Camus aún continuaba en línea escribiendo, cuando sintió el tubo del otro lado hacer un ruido y como los botones comenzaban a teclearse para llamar a alguien. Inmediatamente tapó el micrófono y escuchó, esa respiración era de Kardia.

–¿Sí? –se escuchó del otro lado una voz ronca, como la de alguien adulto.

–Soy yo, Kardia, tengo un encargo que hacerte…..–murmuró y miraba para todos lados, Camus sentía que la voz del joven no le temblaba ni en un momento–. Quiero que mates a alguien para mí.

–¿Matar? Tú sabes que eso te saldrá dinero ¿por qué no lo haces tú? Eres muy bueno.

–Sí, pero esta vez no puedo hacerlo yo, dado que soy parte de una familia y necesito estar limpio….–comentó, el hombre del otro lado comienza a reír.

–Y dime ¿quién es? ¿Una suripanta?

–No, no….es un sirviente de la casa de mi esposo, se entromete en todo y creo que le está llenando la cabeza a mi novio para que no se case conmigo, además sería matar dos pájaros de un tiro, creo que está embarazado.

–¿Embarazado? –preguntó, Camus entonces supo que hablaban de él.

–Sí, bien, te pasaré los datos mañana, vete armando de valor, eso sí, es un chico muy bonito, tal vez puedas juguetear con él antes de matarlo, aunque si prefieres la necrofilia….

–¡Ya, ya, está bien! Nos vemos mañana y ten listo el primer pago.

–Lo tendré, una vez que lo mates tendrás todo lo que quieras. Eso sí, trata de no dañarle el rostro, mi hermano irá a su funeral y querrá verlo….

–Sí, comprendí –habló, luego la conversación se había ido a otros lugares, pero Camus no podía sacar de su mente la petición que Kardia estaba haciendo a otro hombre peligroso, lentamente depositó el auricular con lentitud para no hacer ruido y se separó inmediatamente, necesitaba decirle a alguien, ¡la policía! Alguien, pero tenía tanto miedo que no sabía qué hacer, solo se en caminó a su habitación y allí se encerró.

 

                Kardia al cortar se dirigió al cuarto de Dégel, donde este salía de la ducha completamente desnudo, al notar a su futuro esposo se cubrió con la toalla que envolvía su pelo, haciendo que este cayera elegantemente encima de sus hombros. Frunció el ceño y se sonrojó avergonzado.

–¿Por qué entraste aquí? Te dije que me iría a bañar.

–Vamos Dégel, conozco tu hermoso cuerpo.

–No me importa si me conoces o no, no es lindo que entres aquí y violes mi intimidad.

–Lo siento cariño –se acercó y lo abrazó completamente, apoyando su mentón en el hombro de su chico–. Sabes, tengo ganas de tener un hijo contigo.

–No es buen momento, Kardia.

–Lo sé y te respeto, pero, sólo quería decírtelo.

–Eso ya lo sé…..–suspira–. Kardia, aún sigo atormentado por lo que pasó.

–¿La muerte de Unity?

–Eso….–bufó aturdido y se dio la vuelta para quedar frente a Kardia–. ¿Así fue tu primera vez?

–Hmmm, no….–murmuró–. Bueno, yo no le tenía miedo a nada en ese momento, ya sabes, tenía mis propios problemas en la cabecita.

–Eres tan dulce cuando no estas asesinando –Dégel le toma del rostro y lo besa profundamente, Kardia le corresponde de igual manera–. Por favor, prométeme que nunca me harás daño.

–No hace falta que lo prometa, nunca lo haré.

–Pero necesito escucharlo.

–Lo prometo –Dégel lo miró, y Kardia siguió–. Prometo que nunca te haré daño.

–Gracias, ahora me quedo más tranquilo –el mayor lo aferra contra su cuerpo.

–Debes estarlo, yo te protegeré con mi vida de ser preciso.

 

 

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Mansión Rose

 

                Albafica se miró nuevamente al espejo, sólo traía unos pantalones cortos y una camisa abierta, giró un poco y observó su ya abultado vientre. ¿Cuánto tiempo más iba a ocultarlo? Desde que se encontró en la comisaría con Manigoldo habían pasado un par de semanas, por lo cual, ahora su vientre había crecido mucho más. Según sus cálculos debía estar por el tercer mes y medio o algo así, pero sentía que explotaría en cualquier momento. Afrodita, su hermano menor, era el único que sabía sobre el próximo nacimiento de su sobrina o sobrino, también se encontraba en aquella habitación, limándose las uñas mientras su hermano daba vueltas y vueltas. Bufó, no podía entender como tenía esas actitudes tan de niño a pesar de sus ya veinte años, pero tenía que aceptarlo, Albafica siempre fue una flor cubierta por una copa de cristal, donde nadie era capaz de herir, y la violación por parte de Manigoldo le había destrozado el corazón a tal punto que no sabía si podría volver a amar.

–¿Puedes dejar de dar vueltas? Me estas enfermando –murmuró Afrodita y se levantó de la cama donde estaba, caminando hacia su hermano–. Ya es hora que le comentes esto a papá y mamá.

–No puedo, simplemente no puedo hacerlo….–colocó una mano en su vientre y le acarició–. Sé que no debería sentir esto, pero….este bebé…..lo he conservado porque es lo único que me une a Mani.

–¡Él te violó!

–¡Él está enfermo!

–No lo justifiques –gruñó el muchacho, Albafica suspiró.

–No lo justifico, sólo….lo entiendo.

–Sabes Alba, creo que haces las cosas mal. Yo te quiero, pero definitivamente haces las cosas mal –se sienta en la cama y cruza las piernas–. Seguir amando a ese tipo que te violó, y tener pena de él solamente porque está enfermo de la cabeza.

–Si hubiera estado en sus cabales, seguramente no lo hubiera hecho.

–Tú no sabes eso, Albafica, tal vez se excusó en su enfermedad porque le dio culpa.

–¡Manigoldo no es así!

–¿Y tú como sabes que no es así, eh? –preguntó, Albafica caminó hacia su cama, se sentó junto a su hermano y le dio dos pequeñas palmadas suaves en la pierna.

–Porque lo sé.

–¿Y cómo?

–Hace unos años atrás…..

 

                Yo era muy joven, debía tener doce años. Había ido a recolectar flores a nuestra otra casa y tenía que llevar todo el ramillete a nuestra florería. Era de tarde y el cielo se encontraba nublado, casi no me daba cuenta que la tormenta estaba próxima en ese momento y tomé el camino más largo que me llevara allí. Entonces una gota de agua calló justo en mi cabeza, cuando miré para arriba ya el chaparrón había comenzado. Al menos me quedaban tres cuadras de caminaba y la ropa se me pegaba a la piel. No había mucho techado en esas tres cuadras y debía aceptar que estaba destinado a empaparme completamente. Fue ahí cuando lo vi, estaba vestido hermosamente al igual que yo, con sus ojos violeta mirándome intensamente, parado con un paraguas en la mano.
Se acercó a mí y me cubrió con él, ganándose unos cuantos chaparrones en su ropa. En ese momento nuestros ojos se conectaron profundamente. Él debía tener treinta y pico de años, pero lucía como un hombre de veinte.

–Perdóname si te ofende, pero no pude evitar ayudarte –comentó. Yo en ese momento quedé fascinado.

–Oh, no, lo….lo lamento, soy yo el idiota por no llevar paraguas.

–Toma, te lo regalo –me extiende completamente el paraguas, pero era demasiado bello.

–No, no podía aceptarlo, es demasiado hermoso.

–No tanto como tú….–agregó galante, en ese momento debí sonrojarme porque me sentía completamente acalorado–. No te preocupes por mi paraguas, yo vivo cerca.

–Aun así, no puedo aceptarlo…–intente devolverle el paraguas pero como de costumbre llevaba un enorme ramillete en sus manos, no pude hacerlo, Manigoldo entonces me acompaño, dado que así como estaban se mojaban aún más.

–No te preocupes, sino quieres tenerlo está bien, pero te acompañaré hacia la florería.

–¿Eh? ¿Cómo sabes que voy a la florería? –le pregunté sorprendido, Manigoldo sonrió y señaló con la mano libre las flores.

–Tienes un montón de flores y pareces ser miembro de la familia Rose.

–¿Cómo sabes que soy un Rose?

–Los Rose suelen ser muy hermosos.

 

–¿Hm? Te la pasaba coqueteándote y tú no dabas una–bufó agobiado Afrodita, Albafica comenzó a reír.

–Es verdad, era muy joven e ingenuo, además estaba acostumbrado a que me dijeran hermoso, pero aunque antes no me gustaba, cuando lo escuchaba de él sonaba bello –suspiró y se empezó a abrochar la camisa–. ¿Debería ponerme faja?

–Creo que deberías decirle a nuestros padres lo que te pasa.

–No, no quiero que me lo hagan regalar ¡es mi hijo! –se levanta rápidamente.

–¿Y cómo sabes eso? ¿Cómo puedes creer que mamá regalaría a tu bebé? –preguntó sorprendido Afrodita, Alba bajó la mirada.

–Porque es el hijo de Manigoldo.

–Es hijo de una violación, Alba.

–Pero es de Mani y con eso me basta para seguir amándolo….–suavemente acarició su vientre, Afrodita sonrió.

–Entonces yo te ayudaré en lo que pueda.

–Gracias –los hermanos se abrazan.

 

 

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                Comisaría de Paris.

 

                Caminó directo hacia uno de los oficiales más distinguidos de allí, con su mirada amenazante y sus ojos claros buscando a quien sería el hombre con quien deseaba hablar. No tardó mucho tiempo en encontrarlo pues siempre estaba en el mismo lugar. Se acercó lo más que pudo y se sentó en la silla frente al escritorio. El hombre viejo, al ver que lo miraban con intensidad, levantó su vista de la carpeta para ver al adorable hechicero completamente golpeado. Se sorprendió, Jean era conocido en esa ciudad como uno de los hechiceros más poderosos de todos, además de ser amable y adorable, Brighton lo quería mucho, pero el verlo en el estado que se encontraba era otra cosa.
Inmediatamente tiró su silla para atrás y se levantó, sin creer lo que observaban sus ojos.

–¿Qué fue lo que te ocurrió, Jean? –preguntó el hombre viejo, acomodando sus lentes.

–Vengo a denunciar una violación –susurró con un hilo de voz, el viejo Brighton no podía creerlo.

–¿Violación dices?

–S-Sí, violación……–volvió a repetir–. Itia Lovetti.

–¿Itia? ¿El ex marido de Krest du Verseau?

–¿Conoce a otro Itia? –Jean intentaba aguantar su llanto en aquellos momentos, su cuerpo aún estaba adolorido por el golpeteo contra la cama y luego contra varias partes de su casa al caminar.

–Llamaré a Zaphiri y también al médico de la comisaría, tú sígueme…..–Brighton caminó por delante de jean hasta una de las cabinas particulares en el fondo, abrió la puerta de una de ellas.

–Quédate aquí, el doctor vendrá en un momento –se levantó y salió del pequeño cubículo donde estaba, Jean continuó allí hasta que sintió unos ruidos desde afuera. Se levantó y caminó hacia la puerta para ver el pasillo y vio a su primo, Camus, el cual se veía consternado, llorándole en los brazos a un viejo oficial de allí, inmediatamente el joven hechicero se acercó.

–¡Camus! –exclamó, el galo levantó la mirada y se cruzó con su primo.

–¡Jean! ¿Qué haces aquí?

–Vengo a denunciar una…..violación –los ojos de Camus se desencajaron de su lugar y apreció mejor a su compañero, definitivamente estaba seguro que el chico abusado sexualmente era Jean y no alguien más.

–¿Quién te hizo esto? –preguntó, pero no recibió respuesta, Camus creyó que Jean necesitaba tiempo y ganas para hablar, por lo que tampoco lo presionó a hacerlo–. Yo también vengo a denunciar que alguien quiere matarme.

–¿Qué? –cuestionó con desagrado.

–Escuché a Kardia decirlo por teléfono, contrató a un asesino serial, pero dado que no tengo pruebas no quieren tomarme la denuncia.

–¡Es inaudito!

–Jean, puedes tú saber cuándo me van a matar o cuando planean atacarme, tengo mucho miedo –le toma la mano–. Por favor, Jean.

–Yo sabía que Kardia era peligroso.

–¿Hm?

–Lamentablemente no puedo hacer nada porque soy tu primo y creerán que lo ideamos nosotros, pero yo sé que Kardia no es ninguna blanca palomita y tiene más muertos en su closet que cualquier mafioso –se toma la cabeza pensando–. Me están hablando en mi cabeza y solo veo muerte y destrucción.

–¿De qué hablas?

–El único que puede salvarte es Milo, ve a por él….–señala la puerta, Camus le mira sorprendido.

–Pero Milo me ha dejado, no puedo ir a rogarle protección.

–Tú tienes algo de él ¿no? –el pelirrojo menor miró al mayor a los ojos y luego desvió hacia el vientre, Camus comprendió–. Dile la verdad y Milo estará contigo más que nunca.

–Pero no sé dónde está, ya lo busque en todas partes donde solía frecuentar…..

–Hmm, sabes, hace un tiempo fui a las afueras de Paris, había algo así como un barrio pequeño con muchos departamentos viejos, ahí vi a Milo una vez, creo que si vas allí lo encontrarás.

–Gracias Jean, por cierto, suerte….–el mayor le besó las manos al más joven y salió corriendo de allí, mientras Jean continuó esperando a que le realicen todos los estudios correspondientes.

 

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                Krest pensó unos momentos en lo que había ocurrido hacia unas semanas antes, haberse encontrado con aquel viejo amor no solamente fue lo que más esperaba, sino lo que deseaba fervientemente con su corazón.

Hacía mucho que no lo veía, y solamente posar sus ojos sobre él cuando abrió la puerta ese martes, volvió a ser un muchacho de diecisiete años. Olvidó todo lo que sabía de sexo o moralidad en ese momento y simplemente se dejó llevar por un embriagador abrazo. Todo desapareció, Dégel, los empleados, su padre taladrándole la cabeza constantemente con respecto a cómo debía ser, como debía comportarse.
Poco a poco Aeneas lo encaminó a un sofá que se encontraba allí y se besaron nuevamente, después de mucho tiempo. No sabía que era o a que se debía, pero su sex appeal era inmenso, no podía detenerse en ningún momento, siquiera cuando la ropa comenzó a desaparecer y comenzaron el constante y sonante sexo adulto.

Los dos ya eran grandes, no unos curiosos adolescentes. Ambos tenían hijos, sin ir más lejos compartían uno de ellos a Dégel, por lo tanto, el sexo era diferente. Al recibir la penetración recordó a todos los hombres con los que había compartido lecho, y obviamente ninguno de ellos se comparó con Aeneas, sin duda era el hombre de su vida.

                Ahora, luego de unas semanas, sabía que Aeneas había regresado a su Grecia natal con el fin de mudarse a Paris y esperó la llamada de su amado durante diez días. Suspiró y creyó que nunca llegaría ese momento, pero el teléfono sonó, y el corazón de Krest saltó de su tronco. Tomó con seriedad el auricular, con la elegancia que lo caracterizaba y se lo colocó en la oreja.

–¿Residencia Du Verseau? –preguntó.

–Krest –murmuró en ese acento griego que tanto le encantaba, el menor se derritió ante esa entonación.

–Oh, mi querido Aeneas, al fin puedo escucharte ¿qué ocurrió? La fecha límite para tu llegada fue hace diez días.

–Tuve algunos problemas para viajar, pero estaré ahí con mi familia en dos días –el entrecejo de Krest se frunció.

–¿Familia?

–Sí, iré con mi esposa e hija allí, obviamente quieren compartir el casamiento de su hermano Dégel.

–¿Esposa? –la voz de Krest parecía caótica, sin posibilidad de creer lo que escuchaba.

               

–Ehm, sí……Krest, te comenté que estaba casado….

–Sí, pero pensé que ahora que nos habíamos encontrado tú y yo estaríamos juntos –el muchacho de baja estatura se levantó de sopetón de su escritorio, golpeándose con el mismo.

–Krest, no puedo dejar a mi mujer así como así….

–¡Y a mí si pudiste dejarme durante veinticinco años!

–Krest, no seas infantil –susurró–. No es como si lo nuestro fuera, no sé, ¿oficial? Tú querías experimentar el sexo en ese momento y yo también, fue solamente eso…..pero con mi esposa estoy casado.

–¿Osea que fui solo un juguete para ti? –sentenció, Aeneas entonces quedó helado ¿realmente creía eso?

–¡Claro que no, tonto! Yo te amé cada instante de mi vida.

–¡Pero te casaste con una y tuviste una hija! –las ganas de matar y el odio cruzó la cabeza del joven, pero del otro lado Aeneas intentó ser más compasivo.

–Escucha, hagamos un trato Krest…. ¿sí? Yo dejaré a mi esposa y estaré contigo así como queremos, pero debes esperarme por favor.

–¿Esperarte? ¿Veinticinco años no es suficiente espera para ti? –su corazón bombeaba, y sus ojos comenzaban a aguarse, Aeneas se podía hacer una imagen pero no tenía la menor idea de lo que ocurría.

–Por favor, cariño….escuchame….

–Te arrepentirás Aeneas.

–¡Krest! ¿Qué dices? Debes estar intranquilo, mejor hablemos más tarde cuando te hayas relajado y….

–Te arrepentirás –cortó con tanta fuerza que por un instante creyó que había roto el teléfono.

 

                ¿Cómo podía decirle eso? ¿Cómo podía proponerle que espere más? Su juventud se iba al igual que su vida y había hecho mucho para lograr encontrarse. Aunque, bueno en definitiva fue Aeneas quien lo encontró a él, pero ¡si no fuera por su carta seguramente ni se acordaría! Tal vez no le hizo volver el amor, sino Dégel.
Se sentó y cruzó sus piernas pensando, aun sentía un gusto amargo en la boca y no dejaría de sentirlo. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero de repente se escuchó unos golpes en su puerta. Krest dio la indicación de que pasaran y una jovencita se acercó abriendo la puerta, comentándole que había llegado Itia a la casa. Krest le dijo que pasara musculoso hombre entró.

–¿Qué estupidez hiciste para venir a verme? –preguntó el más joven con una sonrisa socarrona.

–No me vas a decir “hola cariño, tanto tiempo sin verte”.

–Hola, cariño, tanto tiempo sin verte……ahora dime ¿qué estupidez hiciste para venir a verme? –nuevamente cuestionó, Krest e Itia estuvieron poco tiempo casados, pero se conocían mucho. Particularmente porque sus padres eran amigos.

–Viole a alguien.

–¿Quieres que te cubra una violación? ¿Sabes cuantos policías hay que comprar por una de esas? –la mirada de Krest había cambiado a una más seria.

–Ya lo sé, hice mi pequeño trabajito sucio, aun así quería pedirte un favor con respecto a eso.

–¿Cuál? –susurró y se levantó.

–Que me quites a los investigadores de encima, sé que tú eres amigo de un par, si al niño le hacen un adn estoy muerto.

–A ver, niño….que tu violaste, debo suponer que te comiste a Jean Montier, el hijo de Jacques….–sonrió de costado bastante irritado.

–¿Lo recuerdas?

–Como recordar a la rata que te sedujo mientras estabas en mi casa, casándote conmigo. Ahí estaba él, moviendo sus caderas para que lo penetraras como una simple puta –cruzó los brazos–. Se merecía lo que le pasó, siempre estuvo en un mundo oscuro.

–Todo lo que hacía era por el bastardo que tenía por hijo.

–¿Jean?

–No, el otro, el primero –bostezó, Krest se sorprende–. ¿Qué, no te acuerdas?

–No recuerdo mucho de la vida de Jacques porque él se adueñó de ti, pero no recuerdo otro hijo.

–Bueno, será que tienes mala memoria –comentó Itia y tomó del escritorio un adorno–. Jacques tenía dos hijos, uno que ya no está en la casa, que era grande, creo que hasta cuando nació Jean no estaba.

–Jacques siempre fue una puta, así que no me sorprendía que tuviera un hijo siendo menor de edad.

–Su padre lo vendió a un obrero que lo desfloró sin piedad y lo tiró como si nada, quedó embarazado de su primer hijo por el cual luchó muchos años. Luego me conoció a mí y le hice otro, a Jean, mi pequeño bebé –Krest levanta la vista sorprendido y consternado.

–¿Violaste a tu propio hijo?

–Claro que sí, es mi deber para iniciarlo en las artes que su padre dejó.

–Estás loco. Ya violar a alguien es suficientemente malo y que sea menor es peor, pero ¿tú propio hijo? Solamente un perverso le hace algo así a un hijo.

–Me encanta serlo.

 

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Residencias a las afueras de Paris.

 

                Había tardado demasiado en llegar a las residencias que Jean le había indicado, eran unos pequeños departamentos uno encima del otro y amontonados. Al principio no supo cuál era el departamento, pero encontró un viejito sentado justo frente a ellos y mirando en dirección a la calle, por lo cual se acercó a él con mucho sigilo.
Camus se dejaba llevar por sus instintos, que obviamente le decían “vete de allí”, pero tenía fuertes convicciones que su amado Milo estaría en uno de aquellos pequeños lugares. Al acercarse al anciano pudo notar su arrugado rostro, la barba blanca que le llegaba hasta la mitad del pecho y escaso o nulo cabello en su cabeza, cubierto por un sombrero de paja en pico. No quiso molestarlo pero tuvo que hacerlo y el hombre tras saber la descripción del muchacho al que buscaban inmediatamente indicó el departamento 1B, el cual se encontraba en la planta baja.
Agradeció y fue directo allí, aun con el corazón en la boca y golpeó fuertemente la puerta. Para cuando se quiso dar cuenta, ya los ojos celestes de Milo lo miraban con un amor indescriptible.

–¡Camus!

–Mi….Milo….

 

                A pesar de todo, ellos se envolvieron en un fuerte abrazo, el cual duraría varios minutos.

 

 

Continuará.

Notas finales:

 

¡Hola gentita! Espero que les guste este capítulo, cuesta mucho hacerlos jajaja. Saludos y dejen sus comentarios.

 

PARA LA ESCENA DE ALBITA Y MANI DE JOVENES ME BASE EN ESTA IMAGEN 


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