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La mirada del asesino por Jesica Black

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Capitulo XIV

 

 

 

                En los brazos de Milo cualquier noche era placentera, eso Camus lo sabía de antemano a la hora que se mudó forzadamente del palacio en el que vivía a un departamento debajo de una tienda de abarrotes. Ahora su vida no era glamorosa, pero tampoco le interesaba mucho, pues tenía un bebé en camino y un futuro esposo durmiendo junto a él. No acostumbraba a quedarse mucho tiempo en la cama, pero esta vez sí, el embarazo solía cansarlo y de las 7 horas que solía dormir, las duplicó a casi 14. Al abrir los ojos observo otro cuerpo al lado de él, salvo que este se encontraba sentado, con el brazo del pelirrojo encima de sus muslos.
Levantó un poco la mirada y vio unos anteojos de orillas gruesas y negras, también pudo distinguir como la mirada iban y venían encima de un papel blanco con algunas letras escritas. Camus nunca se metía en las cosas de Milo y era para mejor, el rubio trataba de resguardarlo de cualquier situación poco agradable que afectara su embarazo, pero siendo sinceros, Camus siempre lograba meter sus narices en los papeles, ¡tenía derecho a saber qué pasaba con el padre de su hijo!
Los músculos que se encontraban a la vista y estaban tensos, Milo para dormir solamente usaba sus bóxer largos y blancos, los cuales Camus solía lavar hasta dejarlos blanco sorprendiendo al propio Milo.

                A diferencia de Kardia, y no yendo tan lejos en sus pensamientos, Milo era muy colaborador con las cosas de la casa. Cocinaba Milo, planchaba Milo y limpiaba el suelo Milo. Camus vivía como un rey y se dedicaba a veces a lavar la ropa y sólo a veces, cuando el rubio lo dejaba o se iba a buscar algo y cuando volvía ya estaba la ropa tendida y el pelirrojo victorioso. Éste le solía decir con insistencia a su pareja que estar embarazado no era estar inválido, pero es difícil hablar con un chico cerebro de roca, aun así le gustaba que lo mimen.

 

−¿Estás despierto? –el heleno al fin paso sus ojos de los papeles hacia su flamante novio, este se estiró un poco, desperezándose.

−Desde hace un rato.

−¿Quieres ir a desayunar o prefieres comer algo aquí? –como siempre, Milo era muy amoroso, y ese día no era lo contrario.

−Quiero desayunar aquí –se levantó como pudo y le dio un beso al rubio, este inmediatamente dejó los papeles a un lado y se le puso encima−. Milo, ya salte de encima, hice mermelada de frutos rojos como te gustan, casera.

−No tienes que esforzarte, Camus….−murmuró y le besó la mejilla muy suavemente mientras comenzaba a bajar.

−Me gusta hacerte el desayuno, quiero disfrutar cada momento a tu lado….−murmuró, un poco triste, Milo sintió esto pero no dejó de bajar hasta el vientre, el cual estaba cubierto por una prenda.

−¿Sigues triste?

−Mañana Dégel se casa y no soy bienvenido a su boda –susurró girando su cabeza hacia un costado, Milo levantó la camisa y vio el pequeño vientre.

−Yo tampoco lo soy, Camus, pero ya veremos, Dégel seguramente nos invitará –besó la piel−. Buen día, bebé.

−Milo, creo que el niño ni siquiera puede oírte –giró un poco la cabeza, dejando caer los hermosos cabellos rojizos por encima de sus ojos y sonrió.

−Me gusta hablarle a la panza, ¿ya cuánto tiempo llevas ahí, campeón? ¿Dos meses? ¿Tres?

−Milo….−habló bajito y pasó una de sus manos por los rizos rubios de su pareja.

−Eres un niño ¿verdad? Papi lo sabe y te dará mucho amor.

−¿Cómo tan seguro que es un niño? El que viene de familia de adivinos soy yo…….−aun así no dijo nada con respecto al sexo del bebé, estaba seguro que Milo tenía la razón−. ¿Te agrada la idea de ser papá?

−¿Y a ti? ¿Te agrada la idea de tener un bebé con un hombre que conociste hace unos seis meses? –volvió a besar el vientre con dulzura y Camus le acarició nuevamente con una mirada perfecta.

−Milo, desde que te vi, supe que algo sentía por ti, al principio creí que era odio, eras tan presumido y egocéntrico. Pero luego, conociéndote mejor, me di cuenta que tú eres más de lo que crees…..

−¿Hm? ¿Más de lo que creo?

−Milo, has pasado por muchas cosas en tu vida y eres dulce, amable, me has sacado de la basura y me has dado una hermosa familia, creo que no podría estar más agradecido porque te hayas cruzado en mi camino…..−con ambas manos le acaricia el rostro a su amado, el heleno sonrió, mirar al pelirrojo siempre era lo más hermoso que podía hacer.

−Camus, tú eres quien me llena el corazón de bondad…..

 

                Eso fue suficiente para que el pelirrojo rompiera en llanto, alertando a su novio hasta el punto de la histeria, aunque le dijo que no le pasaba nada, Milo continuaba nervioso pensando que le dolía algo. Camus lo abrazó y lloró en su pecho, para luego ser acariciado y besado como siempre. De algo estaba seguro el galo y era que su elección había sido correcta, a pesar de la familia y el oscuro pasado de Milo, éste era el hombre que siempre soñó para que sea padre de sus hijos.

 

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                Cuando Ilias se enteró de lo sucedido a su hijo no pudo creerlo hasta varias horas después. Su mirada se perdió completamente en el vientre abultado que Lugonis le señalaba. Tuvo que ser descrita toda la historia antes de tomar una decisión ¡Dar al bebé! Pero eso no era una opción para Albafica, quien se negaba rotundamente a ese hecho. Afrodita se encontraba allí también y se reclinó encima de una mesa, intentando parecer invisible a la disputa familiar.
La guerra no iba a acabar así, el mayor estaba completamente furioso por tal motivo, no podía aceptar a un miembro más de la familia producto de una violación y más encima hijo o hija de un psicópata o lo que fuera Manigoldo, porque en definitiva ese bebé también era probable que padeciera de algún trastorno psicológico en el futuro, pero Albafica no estaba en plan de aceptar nada, él quería vivir tranquilo con su bebé.

−¡Albafica, qué parte no entiendes! Tienes 20 años cumplidos hace muy poco, no puedo dejar que arruines tu vida –habló esta vez Ilias, Lugonis se mantenía al margen.

−¡Deja de gobernar mi vida, no te has aparecido 15 años de esos 20 que tanto hablas! ¿Y ahora quieres decirme que es lo que debo hacer con mi bebé? ¡Claro que no!

−¿Qué dirán todos sobre tu honra? Sabes que aún está mal visto que un joven tenga hijos sin estar casado…. ¿quién harás? ¿Casarte con Manigoldo? Apenas es consciente de donde está.

−No me importa –se abraza a sí mismo y baja su mirada−. No me importa nada.

−El otro día me hablaron y dijeron que Manigoldo se volvió loco en su celda –miró esta vez a Lugonis quien parecía preocupado−. ¿Realmente quieres que ese tipo este solo con nuestro hijo?

−Bah, no te hagas el padre responsable ahora, Ilias –gruñó Lugonis−. Ya le he dicho a Albafica que puede conservar el bebé pero no deseo ni quiero que se case con Constantino, es un hombre peligroso.

−¡Mi hija tendrá su apellido! –tanto Ilias como Lugonis miraban a Albafica sorprendidos, ¿hija?

−¿Es una niña?

−Sí, me lo ha dicho una adivina –comentó y acarició su panza, susurrando−. Quiero que ella sepa quién es su papá, no me importa que me haya violado ni tampoco que esté loco, no le negaré a su heredera.

−¿Qué heredera? Con su locura, Constantino está en la ruina –comentó Ilias, bastante frustrado, el timbre sonó y miró a su hijo menor−. Afrodita, ve a atender.

−Claro, porque aquí soy el sirviente –chistó pero aun así correspondió y fue directamente a la puerta.

−¿Y qué haremos?

−Casemos a Albafica con algún candidato –propuso Ilias, Albafica frunció el ceño.

−¡CLARO QUE NO!

−¡Claro que sí! Ya te mandaste muchas idioteces para dejarte que te mandes más, buscaremos un prometido y listo ¡te casarás!

−¡No puedes obligarme a decir que acepto, papá!

−Pues lo harás, mira en todos los problemas que nos has metido, sino fuera porque Manigoldo se entregó en un estivo de consciencia, seguiría dando vueltas por el mundo así muy tranquilo después de las que te hizo pasar.

−¿Vengo en mal momento? –preguntó una vez suave pero profunda, todos allí se dieron la vuelta para ver al elegante Minos Griffo, usualmente venía a visitar a Albafica, pero este nunca quería verlo, apenas cruzaron miradas, Alba suspiró agobiado.

−Justo a tiempo –Ilias se acercó a Minos y golpeó suavemente con su mano la espalda, el joven le miró de reojo aun con semblante sereno−. ¡Minos Griffo! Gran apellido, excelente casta, sabe que estas embarazado pero no le interesa, pondrá su apellido al bebé y serán felices.

−¡Sobre mi cadáver! –gritó Albafica, pero Minos se le acercó, lo que mantuvo al muchacho bastante sorprendido.

−Albafica, tranquilo –le toma una mano y la besa−. No vengo aquí a hacerte daño ni a pedirte que me aceptes, sólo quiero que charlemos y si después de la charla deseas no casarte conmigo, está bien….lo aceptaré.

−¿Hm? –el joven francés miró a su madre y luego a su padre, ambos confundidos−. ¿Hablar?

−Exactamente, hablar….−le extiende la mano para estrecharla con el joven y guiarlo hacia una de las habitaciones. Aun sin mucha confianza Albafica lo sigue, pero quien no parecía contento era Afrodita.

 

                Minos ingresó a uno de los cuartos que tenía una mesa grande y varias sillas. Guio al más joven hacia unas del costado y se sentaron, uno al lado del otro pero levemente enfrentados. Griffo no dejó de sonreír un momento hasta que pasó su mano por el cabello celeste del francés y lo tomó con fuerza sacando de su bolsillo contrario un talismán para hacérselo ver y enceguecerlo. Albafica no tenía para nada control de su cuerpo, ese talismán era muy fuerte.

−Este talismán es demasiado poderoso ¿sabes? Puede hacer que un ingenuo como tú esté en mi poder hasta que yo lo desee –masculló con osadía, no parecía tener un estivo de culpa por lo que hacía−. Ya es suficiente con saber que ese mugriento loco te la puso, sino que ahora cargas a su bebé pero bueno, no me importa mientras te desflore a ti todas las noches de mi vida –gruñó, pasó la lengua por el rostro de Alba haciendo que este haga una mueca de asco−. Estoy deseoso por la noche de bodas, cariño, muy deseoso…..

                Albafica no dijo nada, tampoco podía decirlo si quisiera, pero sus ojos se tornaron grisáceos al ver de lleno aquel majestuoso talismán violeta. Le habían contado hace tiempo que solamente los brujos o quienes tienen sangre de hechiceros podían conseguir y vender de esos talismanes, no era común usarlos entre los nobles.

–Seguramente te preguntarás ¿de dónde conseguiste eso, Minos? Bueno, antes que estés completamente bajo mi poder te lo diré, me lo dio Jean Montier, el brujo de la aldea, te preguntarás ¿cómo un chico bueno amante del dinero pudo habérmelo dado? Por más dinero que tenga, Jean sabe lo que soy. Digamos que no es fácil quitarle algo a ese enano, pero fue hace muchísimo tiempo.

 

                Recuerdo ese día, pues entré a la casa del joven sin avisar y le tomé por uno de los brazos violentamente. Al ser Jean, no fue fácil reducirlo, pues ese demonio de cabello rojo tiene mucha fuerza, pero pude doblegarlo y mirarlo directamente a los ojos para que me diera uno de los talismanes de posesión.

–¡Ni de broma, Griffo! Tú eres un ser oscuro e inmundo, nada me hará darte el talismán –comentó con asco mientras le miraba con el ceño fruncido.

–No es la primera vez que manejo un talismán con esa fuerza, enano de jardín –con ambos brazos y una fuerza abismal lo acerqué contra mí, apoderándome completamente de sus fuerzas–. Dame el talismán o te juro que te torturaré.

–Estúpido, antes que pongas una mano encima de mí podré usar uno de mis hechizos.

–Jajajaja ¿piensas que soy tonto? Los hechiceros mediocres como tu padre y tú no pueden hacer nada contra la familia Griffo, ahora, dame el maldito talismán o no me conformaré con torturarte, sino que te violaré hasta que tus entrañas queden destruidas y sabes que lo haré –lo miré, solamente con eso bastó para que cayera al suelo y casi sin que le den las piernas me entregó el talismán.

 

–Pero sabes Albafica, un niño como Jean Montier es peligroso, por lo que no lo volveremos a ver por estos lares, ¿sabes por qué? –Vuelve a lamerle el rostro, Albafica no puede más, le dolía el cuerpo por el poder de aquella piedra–. Hice que su papi le dé su merecido, las putas solo tienen un lugar y es el prostíbulo o el pene de un hombre….ahora, tú te has portado muy mal y es el momento en que ruegues por mí, Albafica…..ruega por mi….–y sin más colocó el talismán en la frente de Albafica.

 

Todo se nubló a partir de ese momento para el joven Rose.

 

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                Dégel se desayunó la noticia que cayó como un balde de agua helada encima de su cabeza. ¿Ese hombre de allí era su padre? Honestamente durante toda su vida, el nombre y rostro de su padre había pasado a ser un misterio, tal así, que comenzó a aprender a vivir sin la necesidad de saber una parte de su historia, pero el vacío siempre estuvo allí esperando a ser llenado. Kardia, y solamente Kardia, había logrado con él armar un poco de su historia, pero no fue nada a comparación de esto. Miró a su madre, el cual intentaba explicarle todo con un movimiento de ojos, pero era de mala educación dejar esperar a su padre, aunque este entendiera que todo había sido demasiado abrupto.
Solamente lo reunió un día, Krest Du Verseau y Aeneas Antares en la misma habitación, pidieron que se llamara a Dégel que se encontraba en la cama durmiendo con su esposo, se cambió, aseó, y fue directamente para darse cuenta que la historia perdida revivía frente a sus ojos.

−Disculpa mi silencio, padre –susurró Dégel, hablando siempre en griego−. Pero es demasiado shockeante como para que hable ahora –el muchacho sabía perfectamente lo que pensaba su padre y lo dijo antes que le pregunte.

−Tranquilo, siéntate y hablemos –Krest se sentó en el sillón, a unos metros alejado a Aeneas, quien aún mantenía el semblante inmaculado, propio también de Dégel.

−Así que.…tú….−masculló y tragó de su propia saliva−. ¿Eres mi padre?

−Exactamente.

−¿Cómo dijiste que te llamabas? –empezó con la catarata de preguntas, Aeneas sonrió.

−Aeneas Antares, soy griego. Lo siento por no hablar en tu francés natal pero como te darás cuenta, jamás he visitado Francia hasta ahora –se acomodó un poco en el sillón y sonrió.

−Entonces, tú eras de Grecia y conociste a mamá allí ¿verdad?

−Sí, bueno….−Krest intentó persuadir para que no se hable más, pero Aeneas tenía ganas de contarle su historia a su hijo, y lo dejó.

−Krest me cautivo con su mirada, era y sigue siendo el hombre más hermoso que he visto. Lo conocí en un bar, yo era el que lo atendía y Krest era menor de edad en ese momento. Éramos impetuosos, yo acababa de dejar mi escolaridad universitaria por un sueño, el sueño de construir mi propia empresa, y bueno, tu madre era un heredero acaudalado, pero no lo supe hasta que se fue de mi vida −corrigió−. No soy un caza fortunas.

−No lo iba a creer –Dégel intentó acercarse un poco más, ante el rubor de la mejillas de su madre−. Cuéntame más.

−No creo haber estado tanto tiempo con Krest, creo que habrán sido una o dos semanas.

−Una semana –corrigió el francés y miró hacia otro lado, bastante abochornado por sus hazañas adolescentes.

−¿Se enamoraron?

−¿Cómo no hacerlo? Era la joya más hermosa del alhajero, realmente nada se comparaba a él. Tuvimos encuentros sexuales en la recamara de él, nos salteábamos las horas de comida y a veces me venía a ver a mi trabajo y nos enrollábamos en la vinoteca…..tanta fue la pasión que veo rindió frutos. ¡Aquí estás!

−Mamá siempre se negó a contarme de ti ¿por qué?

−No lo sé, él tampoco me ha hablado de ti en todos estos años –ambos miran a Krest con sorpresa y este suspira cruzando la pierna para el lado contrario.

−Es verdad, que no les he hablado a ninguno de los dos del otro, pero no es mi culpa en su totalidad, yo era muy joven y mi padre me quería matar gracias a mi aventura sexual con Aeneas, por lo cual, dado que no era una persona importante, mi padre me pidió que lo olvidara e hiciera pasar a Dégel como hijo de Itia.

−¿Itia? ¿Quién es Itia?

−Mi padrastro –susurró Dégel−. Nunca se hizo responsable de mí, siempre andaba por otros lados.

−Siempre persiguiendo culos ajenos, el punto es que dado a esto mi papá me prohibió hablar de ti o contigo hasta que él falleciera, como murió hace un año, me cité con mi viejo amigo en Alemania para empezar a indagar donde estabas, no podía recordar tu nombre –suspiró y tiró su cabello hacia atrás−. Por lo cual empecé de cero.

−Pero lo bueno es que ahora conozco a mi hijo –Aeneas se levanta y camina hacia Dégel para abrazarlo, ambos se estrechan amablemente.

−Gracias por venir, me gustaría que seas mi padrino, bueno en realidad el de Kardia –murmuró Dégel y miró a su padre, este sonríe de costado−. Me gustaría verte ahí.

−Quisiera conocer al hombre que se ganó el corazón de mi bebé –comentó el padre, Dégel asiente y mira hacia la puerta nuevamente−. Ehm, déjame que vaya por Kardia.

 

 

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Mansión Nupcial.

 

                Kardia estaba allí, parado con ese traje hermoso de piel oscura, unos gemelos de diamantes en sus muñecas y su cabello rubio atado. Por un momento se sintió mal de no tener a su hermano al lado, aun lo imaginaba con el traje gris de padrino a su lado mientras se vestía frente al espejo, pero esa imagen desaparecía al instante y volvía a la realidad. Dégel tenía razón, debía dejar que su hermano sea feliz, no por nada, el que se haría cargo de todo era el mismo Kardia junto a Dégel.
Cerró sus ojos y vio una imagen muy oscura, estaba su esposo allí, vestido de blanco con un enorme vientre que no se podía ocultar y en su mano un cuchillo, despertó entonces de su ensoñación. ¿Qué diablos? Respiró profundamente, le había prometido a su esposo no lastimarlo y sería capaz de autodestruirse para cumplir esa promesa, aunque no estaba seguro de poder cumplirla en su totalidad, siempre el monstruo renacería en él.

–Señor Skorpius –una voz suave lo hizo cortar su fantasía–. Soy Regulus, señor, vengo a avisarle que todo está listo para su casamiento.

–Gracias Regulus.

–Por cierto, vino alguien que tal vez quiera ver –murmuró Regulus y dejó pasar al hombre, Kardia ya se había dado la vuelta y no lo vio.

–No creo que haya nadie que quiera ver.

–¿Ni a mí? –la voz lo hipnotizó y al darse vuelta observó a Milo allí parado, no podía creerlo. Su hermano, Milo, había ido.

–¿Milo? ¿Eres tú….? –Se acercó sin creerlo, el rubio asintió con su cabeza–. No puedo creerlo.

–Pues créelo, porque aquí estoy….–le da una palmada en su espalda–. Kardia, sé que cometiste errores, pero vine solamente para decirte que no soy como tú y yo si deseo que seas feliz.

–Milo, tiene razón Dégel, he sido muy cruel contigo y Camus…. ¿dónde está?

–Afuera, no quiso entrar, solo desea ver a Dégel en su casamiento, por favor, no te acerques a él, aún tiene miedo de ti.

–Lo lamento…..–acarició la espalda de su hermano–. Vamos.

 

                La música decoró la mansión y el blanco traslucido también, estaba todo perfecto, la gente contenta a su alrededor. Aeneas y Krest hablando amablemente, Dégel esperando a un costado y Kardia ingresó por el otro costado, encontrándose los dos en el altar. Milo iba al lado de su hermano Kardia y le hizo una señal a Camus para que se mantuviera cerca de él. Los amantes tomaron sus manos mientras el sacerdote recitaba las oraciones. Allí estaban Shion con Dokoh, llorando por la boda, también estaba Camus con su embarazo, Albafica quien se mantenía mudo y mirando al centro al lado de Minos, quien sería su futuro esposo. Lugonis e Ilias sonriendo, contentos por el acontecimiento. Aspros, con el corazón destrozado por la fuga de Jean y su rechazo hacia él, había sido muy duro con el joven, también Deuteros quien intentaba darle ánimos al muchacho junto a su esposo Asmita, quien aún no pudo concebir. También se encontraba Shaka y su esposo Mu, Sisifo junto a Elcid, quien se casaría próximamente y demás amigos de la familia e invitados.

–Dégel Du Verseau, ¿aceptas como esposo a Kardia Skorpius, para amarlo y respetarlo, en la salud y enfermedad, en la riqueza y la pobreza, mientras que ambos sigan vivos? –preguntó el hombre.

–Acepto.

–Y tú, Kardia Skorpius, ¿aceptas como esposo a Dégel Du Verseau, para amarlo y respetarlo, en la salud y enfermedad, en la riqueza y la pobreza, mientras ambos sigan vivos?

–Acepto….–sonrió el muchacho.

–Si hay alguien en este recinto que esté en contra que este casamiento se realice, que hable ahora o calle para siempre –Un silencio sepulcral se formó y eso dio por sentado la reunión–. Si no hay nadie en contra, los declaro oficialmente casados, pueden besarse.

 

                Kardia se acercó y por primera vez Dégel sintió un fuerte mareo, pero no le dio mucha importancia, había tenido vómitos durante todos estos días y el estrés del casamiento lo estaba matando, creyó entonces que al decir que sí, todos sus problemas desaparecerían pero no. El beso fue bastante corto pero lo suficientemente afectuoso para que todos se dieran cuenta del amor. Una voz de alarma los hizo a todos voltear para ver a un muchacho allí parado, de cabello rojo hasta los hombros y atado en una coleta alta, una chaqueta de jean encima de la camiseta blanca, unos pantalones inapropiados para la ceremonia y zapatillas. El joven aplaudió con una sonrisa socarrona en sus labios.

–Bravo Kardia, tengo un regalito para ti del señor Melvike…..–saca de su ropa un arma y dispara varias veces para luego darse a la fuga.

 

                Apenas vio el arma, Milo se arrojó encima de Camus para protegerlo con su cuerpo, gracias a dios ningún disparo lo hirió, tampoco a Kardia, pero si a Dégel, quien cayó de rodillas frente a su esposo. La mirada del mayor cambió drásticamente y luego de acostar a su esposo y dejarlo bajo el cargo de los presentes, fue directamente hacia el pelirrojo quien corría muy rápido.

–¡VUELVE, HIJO DE PUTA! –gritó, pero el joven sonreía mientras corría más rápido.

–¡JAMAS PODRÁS ALCANZARME INFELIZ! –gritó y se dio la vuelta, corriendo para atrás.

–¿QUIÉN ERES, POR QUÉ TE ENVIÓ EL BASTARDO DE MELVIKE? –gritó Kardia, el odio y la sed de venganza le ganaban.

–Me….ME LLAMO JOSEPH MONTIER…..–¿montier? Ese apellido lo había escuchado en alguna parte, ¿no era el apellido de Camus? ¿No era el apellido también de ese muchachito pelirrojo, Jean? Eso significaba que ese hombre era pariente de esos dos jovenes–. Y SOY UN DISCIPULO DE MI SEÑOR MELVIKE.

–ESE VIEJO ES UN ASESINO.

–¿CUÁL ES LA DIFERENCIA ENTRE MELVIKE Y TÚ, BASTARDO? –gruñó Joseph, Kardia entonces se detuvo y el joven también–. Yo que tú agradecería que no te disparé directamente, pero me hubiera gustado verte sin algún ojo o algo así –juega con el arma mientras se mantiene con un pie encima de un muro.

–Hijo de puta.

–Yo que tu voy a ver cómo está mi esposo…..tal vez este sea el primero de muchas cosas que te pasarán hijo de puta….

–Maldito….–gruñó, pero Joseph inmaculado sonrió, con sus ojos rojo fuego y su mirada caótica, ese tipo estaba demente.

–Por cierto asesino inmundo, no te acerques a mi hermano ni tampoco a mi primo, supe que casi mandas a matar a Camus y no te faltaría mucho para meterte con mi hermanito, así que pobre de ti si le pones una mano encima ¿escuchaste?

–¡Ja! A esos dos ya le pusieron otra cosa….–bufó y aunque Joseph estaba invadido por la ira después de esa frase, no cayó víctima de su deseo, simplemente se retiró.

 

                Cuando regresó a la realidad fue corriendo en busca de su esposo, quien había sido ingresado al hospital. Gracias a dios sólo había sido un rasguño y estaba fuera de peligro, por lo cual despertó muy rápido de su desmayo, aunque aún se mantenía semi dormido por los terribles mareos que tenía. Kardia creyó que la falta de sangre le había hecho mal, pero que errado estaba.

–¿Cómo estás? –preguntó Kardia una vez los ojos de Dégel se abrieron por completo.

–Me duele todo……me siento mal….–murmuró cerrando nuevamente los ojos.

–Lo lamento, Dégel, falte a mi promesa y te herí.

–Tú…..tú no fuiste…..–masculló, Kardia negó.

–Es como si hubiera sido, la bala es para mí….y la recibiste tú –comentó mientras intentaba mostrarle donde había rozado la bala, justo en su cintura.

–Lo siento….

–No tienes que sentirlo, cariño, está todo bien…..

–Lo siento…–le tomó la mano–. Por preocuparte…..–la puerta se abrió y el doctor pasó con los estudios en su mano.

–Dégel Du Verseau, no te preocupes por nada, el bebé y tú están en perfecto estado.

–¿El bebé? –preguntó Kardia y miró a Dégel, quien estaba tan o más sorprendido que Kardia.

–¿No lo sabían? El señor Du Verseau está en la dulce espera, apenas va a cumplir el mes y medio pero el niño está allí dentro –sonrió. Kardia también lo hizo pero Dégel no parecía muy feliz con la noticia, aunque intentó disimularla.

–Nuestro hijo y el de Milo nacerán casi igual, bueno, Camus tiene más tiempo pero ¡qué importa! Le diré a todos….–comentó parándose.

–Los dejo solos, me alegra que estén felices –el doctor se retiró dejando al eufórico Kardia con su esposo.

–¿A quién se lo diremos primero? ¡Ya sé, a Milo! Se pondrá feliz o Camus, estará que se muere….o tal vez….

–Kardia, Kardia….–intentó llamarlo, el muchacho giró.

–¿Necesitas algo?

–Hmmmm Kardia no se lo digas a nadie.

–¿Eh? ¿Por qué? ¿No estás feliz?

–No Kardia, no estoy feliz, yo no quiero a este bebé….–la frase fue un puñal para el corazón del heleno–. Yo te dije que quería esperar, no me siento capaz de cuidar al niño, no estoy psicológicamente bien para eso, aun me duele haber tomado esas estúpidas decisiones y me atormentan. Quiero abortar.

–Dégel, tal vez el disparo te produjo un shock que….

–No, Kardia, no estoy en shock y sino firmas el aborto tú, lo haré yo….–intentó levantarse pero el hombre se lo impidió.

–¡No! ¡No te dejaré que mates a mi hijo!

–¿Tú hijo? ¡Ni siquiera tiene órganos para decir que es tu hijo, dudo que tenga corazón aun…. ¡quita tus manos de encima! No puedes obligarme.

–¡Si puedo y lo haré! Así deba mantenerte sedado en este hospital….–la mirada de Dégel cambió absolutamente, Kardia le iba a hacer parir a pesar que él no quisiera.

–Kardia….tú….

–Lo haré……así que más te vale que no pienses hacer una idiotez.

–¡NO QUIERO A ESTE BEBÉ KARDIA, DEJAME! –nuevamente intentó incorporarse pero Kardia lo impidió–. ¡DEJAME KARDIA, ES MI CUERPO Y YO DECIDO CUANDO TENER UN BEBÉ!

–¡ES MI SEMEN Y YO QUIERO QUE ESE BEBÉ SIGA ALLÍ DENTRO! –lo tomó por los hombros y lo volvió a estrellar contra la cama. El forcejeo era cada vez más fuerte hasta el punto que la herida de Dégel se abrió nuevamente.

–¡AAAGH! MI HERIDA –gritó llorando, Kardia se detuvo en ese instante–. ¡MIRA LO QUE HICISTE HIJO DE PUTA! –gritó.

–Ese bebé es mío y lo tendrás….así deba golpearte para que estés aquí……–los ojos de Kardia lo asustaron, no podía creer lo que oía.

–Prometiste no hacerme daño….

–Tú te haces daño solo….. ¿Por qué quieres abortar?

–Es mi cuerpo, es mi psique….–señaló con lágrimas en los ojos, aun le dolía la herida abierta pero la morfina que el proporcionaba la máquina le impedía poder sentir dolor suficiente para alarmarse, aunque poco a poco manchaba de sangre las sábanas.

–Es mi hijo y lo tendrás…..

–Llama a un doctor….–el francés miró su costado que sangraba–. Llámalo, así me cose nuevamente la herida.

–No hasta que digas que tendrás al bebé.

–¡DEJAME EN PAZ! No quiero al bebé, no estoy preparado, no deseo traer al mundo a un niño sólo porque TÚ quieres un hijo, un bebé….aaagh….se trae de a dos….aaagh…–no lo estaba viendo pero Kardia había comenzado a bajar el nivel de morfina, cosa que Dégel se desmaye del dolor que sentía.

–¿Qué dijiste?

–….aaagh……Ka…Kardia….pro….prometiste…..

–Lo siento amor, ¿dices que quieres al bebé? Yo también…..yo también –comentó con una sonrisa mientras reducía la morfina a cero, Dégel se desmayó por el dolor que le producía la herida.

 

 

Continuará.

Notas finales:

¿Por qué la última escena? Últimamente escucho mucho sobre esto que el cuerpo es de la mujer y ella decide si tener al bebé o no. En caso de violación y esas cosas lo acepto, pero en el caso que la mujer haya consentido tener sexo sin preservativo y no cuidarse con anticonceptivos es algo diferente, así como las mujeres tenemos derecho por nuestro cuerpo me parece irresponsable no tomar las medidas suficientes para enfrentar la natalidad que no se desea. Por otro lado, el que alguien te obliga a tener un hijo que tú no quieres, me parece horroroso y lo describí de una forma brutal. Sé que muchos odiarán más a Kardia después de lo que hizo, pero también esta encegecido por el hecho que quiere ser padre y estar unido a Dégel toda su vida, tan loco esta por eso que no me sorprende que haga idioteces.

También apareció Joseph, el hermano mayor de Jean, a pesar que no se ven mucho los hermanos, se respetan y quieren intensamente, pero Jean y Joseph que ¡SORPRESA! Empiezan con J al igual que Jacques, tienen su historia.

Gracias por leer.


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