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La mirada del asesino por Jesica Black

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Capitulo XV

 

Hospital.

 

                Miró la pared donde habían unas imágenes infantiles, no había duda, lo habían trasladado a la sección de embarazadas a pesar de los escasos meses que tenía de gestación o al menos él creía que no había pasado mucho tiempo, pero Kardia logró que una de las enfermeras lo inyectara para hacerlo dormir varios días sin consecuencias aparentes sólo porque le coqueteó un poco. El peliazul no paraba de ir a visitarlo todos los días y comprar cosas para el niño en gestación, aunque aún no sabía si era niño o niña.
Ese día no era diferente a los otros que trascurrieron, Dégel seguía sin hablarle, Milo de vez en cuando venía a verlo, trayéndole comida, Camus continuaba con un horrible terror al verlo a los ojos y no era para menos. En el momento que estuvo solo, tuvo tiempo para pensar en todo lo que había pasado.
Primero: el intento de asesinato a Camus, ¿en qué demonios estaba pensando? Está bien que su lógica de pensamiento era igual a la de siempre, su hermano era muy atractivo y no podía casarse con un vulgar muchacho de personal de servicio. Pero también había visto en los ojos celestes y risueños, que Milo era feliz de aquella manera, con ese extraño pelirrojo que a simple vista parecía arrogante el primer día que lo vio.
Segundo: La nula comunicación que tenía con Dégel se debía a que estaba obligando a su esposo a gestar un bebé que no deseaba, creyó que tal vez con el tiempo el francés podría asimilar la llegada de su pequeño Alexei, bueno, así quería llamarlo, pero las cosas no eran color de rosa y el muchacho continuaba molesto.
Tercero: pero no menos importante, Joseph Montier. Ese extraño muchacho pelirrojo que había mandado Melvike sería más que un dolor de huevos para él, tenía que vengarse de ello y debía hacerlo pronto, pero su miedo que en su ausencia Dégel cometiera una locura le intimidaba y decidió dejarlo para después del nacimiento del niño.

                Salió del cuarto, el peliverde seguía sin hablarle y solamente se la pasaba mirando aquellos patitos colgados en la pared. Mejor dejarlo descansar y que siga asimilando que a partir de ahora serían tres en la familia. Kardia abandonó la habitación y apenas la cerró vio a Milo llegar con una taza de café. Kardia se acercó a él y se sentó en la silla en la sala de espera.

−¿Cómo esta Dégel? –preguntó Milo extendiéndole la taza, Kardia sonrió de costado.

−Mejor, ya al menos no me grita. ¿Y tú? ¿Cómo estás?

−Bien, emocionado, ya quiero que nazca mi niño….−toma un sorbo de su propio café, Kardia lo mira de reojo.

−Milo ¿puedo hacerte una pregunta?

−Hmm, claro….cof…−tosió un poco al sentir el líquido caliente.

−¿Cómo fue……digo, cómo recibiste el embarazo de Camus?

−¿El embarazo? –re preguntó, Kardia asiente con la cabeza−. Bueno, yo estaba realmente feliz con la noticia, es decir, ser padre es laborioso, pero……cuando vea a mi pequeño, yo….

−De acuerdo, entendí –masculló irritado−. ¿Y Camus?

−¿Camus qué?

−¡Como recibió la noticia!

−Oh, bueno, no tengo idea porque yo no estaba ahí cuando la recibió, pero, creo que estaba contento o al menos eso creo.

−¿Jamás pensó en la opción del aborto? –cuestionó, Milo le mira sorprendido.

−Kardia, nadie pensaría en eso, bueno, tal vez las víctimas de violación o las personas que no quieren tener hijos y desean hacer lo que quieren con su cuerpo. Aunque, siendo honestos, creo que le hacen más daño al cuerpo abortando que cuidándose correspondientemente o teniendo a la criatura y amarla…..−volvió a tomar un sorbo, Kardia le observa.

−Dégel me pidió que firmara los papeles del aborto consentido.

−¿Hm? –Milo giró con todo y taza hacia donde estaba Kardia.

−No quiere al bebé.

−¿Y tú que le dijiste?

−Que sí quiero al bebé y que no dejaría que hiciera algo estúpido.

−¿Te das cuenta que estas al límite del autoritarismo? –cuestionó esta vez el menor, Kardia bufó y le observó−. No digo que no puedas ser un excelente padre y todo eso, tú me criaste un buen tiempo y te salí bueno. Pero Kardia, es el cuerpo de Dégel y tú sabes cómo se ponen los fértiles con su cuerpo.

−Quiero a ese bebé, es MI hijo….no dejaré que Dégel haga algo estúpido solo porque quiere esperar, pasé mucho tiempo y ya no tengo quince años, sino treinta y cuatro.

−Ya sé la edad que tienes hermano pero también debes pensar en Dégel, en su vida, en sus pasiones en lo que quiere hacer…..−le da unas palmadas en la espalda.

−Ya. Voy a cuidarlo ¿quieres entrar?

−No, está bien, solo vine aquí porque Camus debe hacerse unos chequeos……ya pronto cumplirá los seis meses y queremos que todo esté perfectamente.

−De acuerdo, me avisas cuando nazca el enano.

−Te avisaré….

 

 

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28 de Febrero.

 

 

                Pasado los meses, la luz del sol llegó a la casa de la familia Rose. Afrodita pudo ver que su hermano mayor estaba extraño, más que eso, se encontraba bajo un trance que solamente Minos podía sacar o poner a su antojo, lo cual le daba mala espina. El vientre del joven creció y el bebé esperaba salir en cualquier momento.
Era pasada de las once de la mañana cuando comenzó a tener contracciones, pidió ayuda a sus padres y hermanos para que lo socorrieran, pero el dolor no le permitía hacer más que unos pocos gestos. Cuando Afrodita llegó, Albafica se encontraba en el piso con las piernas abiertas gritando del dolor, no tardó mucho para saber lo que pasaba y embarcar hacia un hospital de la zona. Lo ingresaron y a los pocos minutos ya se encontraban esperando en la sala. Lugonis firmaba y llenaba la planilla de ingreso de su hijo, mientras que Afrodita se enrulaba con su dedo su lacio cabello celeste. La tensión aumentaba a medida que pasaba el tiempo y no había respuestas, ya estaba colmándose la paciencia de todos, inclusive de los padres. Minos había llegado a la hora de ingresado, dispuesto a conocer al bebé que Albafica llevaba en su vientre, pero lo único que obtuvo fue esperar hasta ser llamado.

−¿Y? ¿Qué dijeron los médicos? –preguntó DeathMask bastante aturdido de estar allí, rodeado de bebés y llantos.

−Que aún no, me preocupa que algo haya salido mal en el proceso –habló Afrodita.

−Estoy asustado, creo que debí ir a la sala de parto con él –Lugonis era quien más intranquilo se encontraba, mordiéndose los labios frecuentemente y jugando con sus dedos.

−Lo único que podemos hacer es esperar, pronto nos darán una noticia.

−Lo sé, Ilias, fui madre también ¿lo recuerdas? Pero siempre estuve del otro lado –comentó Lugonis.

−Ya lo sé…..−suspiró y continuó mirando la puerta.

 

                Cuando ya habían pasado cinco minutos de la primera hora, el doctor salió del quirófano con las manos ensangrentadas. Se quitó los guantes y el barbijo y dio la buena nueva. Albafica Rose era “madre” de una pequeña bebé. La niña estaría en exámenes pediátricos durante unos minutos, mientras tanto, Albafica sería ingresado a una habitación común. Los médicos le explicaron entonces que la herida de la cesaría tenía que ser cuidada bastante bien. Lugonis entonces se tranquilizó y pudo relajarse un poco antes de ir a ver a su hijo, quien aun estaba algo adormilado.
La habitación 501 era como todas las demás, salvo que estaba decorada con las flores de la familia Rose, las más hermosas de todas. Afrodita se había encargado de ello apenas supo la habitación de su hermano y no dudó en hacerle su propio regalo. Minos trajo un oso gigante para la niña y los flamantes abuelos le compraron muchas cosas a la pequeña. Cuando Albafica se despertó, vio la decoración y lloró de alegría, abrazándose a sus familiares.

−La niña quiere comer –una enfermera anciana entró al cuarto, trayendo a la pequeña en una especie de carrito con rueditas hecho de plástico transparente. Albafica la vio y se enamoró completamente de la niña−. El doctor me pidió que llenaran los datos de la pequeña con su nombre, apellido, padre y demás para mandarlo con la asistente social a hacer los trámites.

−Gracias –agradeció Lugonis saludando a la enfermera antes que se vaya.

−¿Ya pensaste en un nombre, Alba? –preguntó Afrodita, DeathMask miraba de reojo desde su extremo, su novio estaba emocionado con el hecho de tener un bebé.

−Sí, la voy a llamar “Florencia”.

−¿Florencia? ¿Nombre extranjero? –preguntó Ilias.

−Es una ciudad italiana, el nombre es del latín, dado que su apellido es Bennini, me pareció indicado ponerle un nombre de esas características.

−Ya hablamos de eso, Albafica –comentó Ilias−. No puedes poner a Constantino como su padre.

−Ja…..ese sujeto sí que es perseverante en la mente de Albafica, su nombre lo lleva bien puesto (*) −dijo Minos en voz baja, nadie lo escuchó más sólo Afrodita.

−Quiero que la niña se llame Florencia Bennini Rose, mamá…..−mira a Lugonis que tiene la planilla−. Anótala así.

−No puedo anotarla con el apellido Bennini sin el consentimiento de Constantino, hijo, lo siento.

−Él ni siquiera sabe que estabas embarazado.

−¿Nunca lo supo? –le preguntó de nuevo a su padre, este negó con la cabeza−. ¿Por qué no se lo dijeron?

−¡Esta loco, Alba! Por amor de dios, ¡reacciona! –esta vez Lugonis parecía estresado−. Ese tipo no es para ti, lo mejor es que esta niña olvide a su padre y conserve el apellido Rose ¿de acuerdo?

−……de….de acuerdo –el mismo Albafica no sabía porque estaba diciendo eso y miró a Minos nuevamente, ese talismán seguro le estaba gobernando la vida.

 

 

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                En la casa de Shion y Dokoh, se había asentado una reunión como solía hacerla cada mes. El cid se encontraba leyendo un libro cómodamente a un costado del sillón mientras el resto cuchicheaba. Como era de esperarse, Dokoh siempre andaba haciendo remodelaciones en su vivienda y también estaba lejos de la reunión, pero Sisifo, Regulus y Shion se encontraba muy cerca hablando en voz bajita para no distraer al capricorniano, el cual solía ser bastante agrio a la hora de relacionarse.

−¿Ya supieron lo de Albita? –preguntó Shion, Elcid levantó la vista y suspiró nuevamente−. Se casará con Minos, es decir ¡Minos Griffo!

−Ese patán, pero ¿no estaba casado ya? Con ese chico, ehm ¿cómo se llamaba? –preguntó Sísifo, pero Shion niega.

−Sólo fueron amantes con Aiacos, si, tienen dos niños pero solamente son amantes.

−¿Pueden dejar de chismorrear todo el rato? –preguntó Elcid, Dokoh se acerca limpiándose las manos, llevaba solamente unos jeans con tirantes−. Ya me arden las orejas.

−Lo siento, Elcid, pero no sé por qué viniste si sabías lo que hacíamos –comentó Shion.

−¿Cómo es eso que Albita se casa con Minos? –esta vez quien se metió en la plática fue Dokoh.

−¿Tú también, Dokoh? Ahora si me siento en minoría –gruñó el capricorniano, Sisifo se le acercó y le abrazó el brazo.

−Tranquilo cariño, sólo estamos charlando, es muy raro que Albita quiera casarse con un tipo así.

−Es verdad, creí que tenía cerebro –murmuró Regulus.

−¿Será porque está embarazado?

−Oh, cierto, sí, ya debe haber tenido o tendrá…..−se preguntó a si mismo Dokoh, Shion lo mira.

−Tuvo hace unos días, fue una hermosa niña, ¡fuimos a verla, Dokoh!

−Oh, oh sí, recuerdo, el café de la tienda estaba delicioso –tanto Shion como el resto de los ocupantes del sillón suspiraron.

−Yo vi a Alba hace unos meses charlando con Minos y no parecía tener ninguna intención de formar una familia con él –El cid dejó su libro y entró a la conversación para sentirse parte.

−Es verdad, todo es bastante extraño −masculló−. Primero se embaraza, luego se casa con ese patán de Griffo, me pregunto ¿qué hará Aiacos ahora que se sabe esto?

−¿Matar a Alba? –todos quedaron mudos ante esa proposición de Regulus.

−No creo que Minos lo deje, es decir, le costó mucho casarse con él. Creo que lo agarró con la guardia baja.

−Tiene razón Elcid, creo que Albafica estaba triste y sin los patitos en fila, de esa forma solamente se pudo casar con él o se casará.

−Regulus ¿qué clase de lenguaje es ese? –regañó Sisifo−. Bueno, a fin de cuentas no se puede hacer nada, Alba ya es un chico grande y tiene un bebé.

−Tienes razón, igual creo que hacen linda pareja –murmuró Dokoh, todos le miraron−. Bueno, si dejáramos de lado que Minos es un loco psicópata con dos aterradores niños.

−Tendríamos que dejar de lado más que eso si queremos que Alba sea feliz –masculló Shion.

−¿Y entonces qué hacemos?

−Por ahora nada mi querido Sisifo, pero si Alba necesita de nosotros, allí estaremos para darle una mano, por cierto ¿alguien sabe de Dégel? –preguntó Shion−. Hace tiempo que no lo vemos, luego de su casamiento fallido.

−¿Fallido? ¿Por qué? Si se casaron –indicó Dokoh.

−No sé Dokoh, ¡será porque le dispararon en pleno casamiento! –nuevamente Shion habló con sutil ironía.

−Ya bueno, me voy a trabajar –gruñó el muchacho y salió por la puerta.

−Oh, sí, escuché que estaba embarazado.

−¿De dónde escuchas todas esas cosas, Regulus?

−En la escuela.

−Bueno, iré a visitarlo mañana, así que preguntaré su estado de salud –comentó Shion.

 

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Mansión Gemini

 

                Aspros se encontraba allí, tirado, recortando todo lo que había ocurrido, no quería siquiera hallar en sus pensamientos al hermoso joven que había dejado ir por una estupidez como lo era la virginidad. Jean siempre tuvo la razón, el niño virgen y el no virgen eran iguales para él, el francés seguía siendo atractivo, amable y generoso, pero nunca supo apreciar aquellas cosas. Tal vez por eso, en su momento, quiso alejarlo, porque sabía el dolor de aquel rechazo.
Para quitarse de la cabeza al pelirrojo, fue a varios lugares a tomar alcohol y pasarla bien, tuvo sexo hasta el hartazgo y bebió hasta que Deuteros tuvo que pasar a buscarlo y arrastrando su pesado cuerpo, lo llevó a la casa que compartían.
Asmita estaba feliz, pues el último resultado de la prueba de embarazo había dado positivo, pero no obstante, aún se encontraba con el Jesús en la boca esperando las definitorias pruebas de sangre.
Ese día, Deuteros acostó a su hermano mayor en la cama y se retiró para buscar algunas compresas frías y café caliente, muy caliente y amargo, de esa forma espabilar a su hermano mayor sería pan comido. Cuando llegó, Deuteros no pudo evitar mirar como las lágrimas caían de los ojos de su hermano y los puños se apretaban fuertemente hasta sentir que rasgaba su piel. Sin duda alguna, estaba sufriendo.

−Aspros, ¡hey! Aspros –comentó Deuteros moviéndolo ligeramente, pero el joven no reaccionó, peor aún, continuó llorando.

−¿Qué sucede, amor? –Asmita caminó hacia ellos tocando con su mano las paredes.

−No quiere despertar y más encima está llorando –Deuteros se levantó y observó los ojos cerrados.

−¿Por qué estará así?

−Supongo por Jean…..–masculló y se sentó en la cama junto a Aspros–. Oye, hermano, anda ¡despierta! –lo mueve suavemente y los ojos del muchachos e van abriendo.

–¿Hm? ¿Deuteros?

–Sí, soy yo……toma, te traje café…..–Aspros se levantó lentamente y tomó la taza de café, bebiendo–. Sí que te diste una buena panzada de alcohol.

–¿Alcohol? ¿Qué quieres decir?

–¿Acaso no recuerdas nada? –Preguntó el menor, el gemelo negó con la cabeza–. Bueno tuve que ir a buscarte en el bar de Calvera….

–¿Cal….Calvera? –musitó y suspiró–. Sí, ya recuerdo.

–Me comentó un poco lo que pasaba, parece que ya fuiste borracho a ese bar, ¿en qué demonios estabas pensando? –Suavemente le golpeó la cabeza, lo que hizo quejarse al otro por el dolor–. Aspros, eres mi hermano y te quiero, me gustaría que fueras más honesto conmigo.

–Lo…lo siento.

–¿Es Jean? ¿Quieres que lo busque? –preguntó arqueando la ceja, Aspros negó–. ¿Entonces?

–Yo fui cruel con él, me lo merezco, pero, cada vez que lo veo me pongo rabioso si alguien lo toca es como ¡aaagh! No puedo tolerarlo…..–se tira nuevamente a la cama–. Creo que me he enamorado sin siquiera saberlo.

–Eso es bueno ¡ve y dile!

–No después de lo que hice, Deu, no después de haberle roto el corazón de la manera que lo rompí. Él fue abusado por su padre y necesitaba consuelo, yo solamente lo regañé, echándole la culpa de su violación.

–¿Su padre? ¿Jacques?

–¡No! Su otro padre, su otro padre, ¿acaso crees que Jean nació de la unión de Jacques con el espíritu santo? No, hablo de Itia.

–¿Itia era su padre? –nuevamente Deuteros no parecía comprender, Aspros suspira.

–Sí, Itia es el padre de Jean y dado a las características del tipo no creo que solamente haya tenido un hijo, lo más probable es que se haya tirado a más de uno, sobre todo cuando estaba en la casa de Krest du Verseau, por eso Krest lo hecho.

–Espera, espera….pensé que fue Itia quien se había ido.

–Yo también lo pensé, pero en una de mis pláticas con Jean, él comentó que Itia andaba de amoríos con todo el personal de la casa de Krest, todos piensan que Itia se fue apenas nació Dégel pero no fue así, se fue un tiempo después, cuando dejó embarazado a la “madre” de Camus.

–Espera ¡espera! ¿Camus? ¿El sirviente de Dégel es hijo de Itia?

–¿En qué mundo vives, Deu? ¿No lo sabías? Bueno, supongo, al menos eso es lo que Jean me dijo una vez, que él pensaba que Itia había puesto sus semillas por ese lado, aparte de haber estado con su padre.

–Vaya, ese tipo sí que tenía los espermatozoides veloces.

–Tan rápidos que embarazó a su hijo también ¿puedes creerlo? ¡Itia embarazó a Jean! –Se tapa la cara con ambas manos–. Ese viejo hijo de puta tocó a mí chico.

–Técnicamente no es TU chico.

–¡Me importa un bledo! Quiero que lo sea…..pero ¿qué debo hacer? ¿Cómo debo actuar?

–Primero lo principal –comentó Deuteros haciéndolo levantar nuevamente–. Báñate por favor, aféitate y ponte guapo.

–¿Y eso de qué me sirve? No sé dónde está Jean.

–Iremos a ver a alguien de la familia, tal vez con su visión nos pueda decir dónde está Jean.

–¿A dónde iremos?

–A lo de Camus.

–No creo que sea buena idea, hermano, Camus está embarazado, tal vez esté a punto de tener familia –murmuró Aspros.

–¿Entonces qué pretendes que hagamos? ¡No quiero verte así!

–Sólo déjame llorar y sentirme devastado un tiempo más…..luego podré salir al mundo –susurró.

–Ok, pero ¿puedes sentirte devastado luego de un baño? Apestas a alcohol.

 

 

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5 de Junio.

 

 

                En aquel viejo rancho, solamente había un poco de agua en una palangana, unos trapos viejos y una toalla blanca. El más joven no dejaba de gritar ante tal dolor. Su espalda estaba a punto de colapsar y sentía que se abrían sus caderas a más no poder. El mayor, solamente podía mirar hasta que el médico terminara de limpiar todos los artefactos que necesitaba, sería un parto algo rústico.
Joseph no llevaba ni una semana en ese pequeño lugar donde había acogido a su hermano menor y el vástago que éste esperaba, había llegado allí con unos dos meses o tres de embarazo y pasó todos los meses restantes en completa soledad.
Las lágrimas caían por sus mejillas depositándose en el suelo y las manos apretadas para contener el grito. Joseph se acerca y le toma de la mano a su hermano menor, jamás había visto un parto, bueno, sólo el de su madre cuando tuvo a Jean, pero era demasiado pequeño para recordarlo.

−¿Fa…falta mucho? –preguntó agonizando, el dolor era terrible, ese maldito bebé lo estaba destrozando desde dentro o al menos él no podía siendo tan joven aguantar el tamaño del pequeño.

−Aun no, tengo que preparar la anestesia –comentó el señor colocando un poco de anestesia en la jeringa.

−¡No me importa! ¡Sáqueme a este pequeño bastardo de mí! Me está rompiendo los huesos –gritó el muchacho, era más que normal el estar sufriendo de esa manera.

 

                El cuerpo de Jean era muy pequeño aun, sus caderas no estaban plenamente desarrolladas para recibir un niño y sobre todo, un niño de Itia, quien tenía su fisonomía y no hacía falta ver al pequeño para saberlo. A pesar de sólo tener siete meses de embarazo solamente, Jean necesitaba dar a luz inmediatamente, era demasiado grande y pesado para que pudiera sostenerlo por más tiempo. Joseph entonces fue a buscar al médico de la aldea, quien justamente había asistido el parto tanto del mayor como del menor de los hijos de Jacques. Por un momento, el hombre vio a ese joven muchacho en el rostro del niño, aunque inmediatamente dejo esa visión, el joven Jacques era muy joven cuando tuvo a Joseph, tan joven que estuvo en riesgo su vida. Pero el caso de Jean era completamente diferente, aunque era pequeño no estaba en riesgo su vida, dado que tenía un desarrollo corporal capaz de soportar al niño.

−¡MORDERÍA ACERO! –gritó en agonía, y Joseph miró al doctor.

−¿Ya está listo? –preguntó desesperado.

−Ya…..esto te dolerá un poco –comentó el médico arrodillándose y dándole un poco la vuelta.

−No me….dolerá más de lo que me duele ahora tener a este niiiiiiñoooo….aaagh –sintió el pinchazo en su espalda y lentamente todo se detuvo, el dolor iba decayendo hasta desaparecer−. Esto es magia.

−No cariño, es medicina, ahora vamos por ese bebé.

 

                En aquel instante, Jean solamente se relajó mientras el hombre realizaba su trabajo. Joseph miraba a su hermano demasiado tranquilo, con las piernas abiertas y una almohada debajo de su cabeza. Estaba dando a luz en el suelo y no en un hospital, al igual que toda la familia Montier había traído al mundo a sus hijos.
El hombre comenzó su trabajo, lentamente el silencio del lugar iba siendo remplazado por el llanto de un niño pequeño, Joseph sonrió al verlo, definitivamente ese bebé era un sueño, había heredado la belleza de su madre, pero también muchos rasgos de su padre así como el incipiente cabello en su cabeza y esos ojos que al abrirlos cautivaban a quien fuera. El hombre acobijo al niño con una manta que traía consigo y extendió al pequeño en brazos de su tío mientras cosía a Jean nuevamente, no pudo entonces apartar la mirada de él y quiso tocar esa manita, esa naricita y acariciar la pelusita que llevaba encima, pero la sangre impedía cualquier tipo de contacto.
Llevó al recién nacido, luego de cortarle el cordón, hacia el recipiente de agua para lavarlo lentamente y luego acercarlo a su madre.

−Míralo, Jean, es tuyo –pero el pelirrojo yacía perdido completamente.

−No sé, Joseph, no me siento madre….

−Te sentirás mamá cuando lo tomes en tus brazos y le des su leche, es tuyo Jean……−sonrió de costado−. Mamá estaría orgulloso de ti.

−No digas eso….−la mirada de Jean oscureció, aun recordaba aquella visión que había tenido y su madre muerto en el piso−. Mamá….

−Jean, el bebé, tienes que tomarlo.

−No puedo.

−¡Claro que puedes!

−¡QUE NO PUEDO, MIERDA! –golpeó con su mano la madera del suelo y hasta el doctor se asustó, haciendo que el bebé llorase.

−Mira lo que hiciste, Jean, ya, ya bebé, ya…..mami está loco –murmuró Joseph levantándose del piso y meciendo a su sobrino. Jean lo miró desde donde estaba.

−Bien, debes cuidar mucho esa cicatriz, Jean, tienes que limpiarla correctamente o si no se puede infectar, tengo siempre en tu cabeza….−comentó el médico levantándose del suelo y limpiando sus manos.

−Una cicatriz –el joven aún estaba en trance y el llanto de su niño le impedía pensar−. Ya calla a ese mocoso.

−Jean…..−susurró Joseph.

−Es normal, Joseph, no seas duro con tu hermano, algunas personas tienen una crisis post parto….sobre todo si la concepción del bebé no fue consentida en su totalidad –masculló y se acercó al niño−. Recuerda de cuidar bien a tu hermano ¿sí?

−De acuerdo, cuidaré de Jean y del pequeño….ehm… ¿cómo lo llamaremos? –preguntó Joseph mirando a Jean.

−Sebastián –inquirió mirando hacia otro lado, Joseph sonrió ante esta muestra, dado que Jean había pensado en un nombre para otorgarle al niño.

El venerado –respondió, dando a entender el significado de aquel nombre−. ¿Viste bebé? Mamá te ama….

−……claro que lo amo –masculló, unas lágrimas salieron por sus ojos y se dio la vuelta para no ser visto, el llanto se volvió más fuerte y terminó en el piso.

 

 

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14 de Septiembre.

 

                Había pasado tres meses desde el nacimiento de Dante, el hijo de Camus y Milo. El niño, quien había heredado los ojos de papá y el cabello rojizo de mamá, había traído alegría al hogar donde vivía la pareja. Tranquilos, en ese alquilado departamento, los tres estaban felices. El pequeño, nacido el 15 de Junio bajo el signo de géminis, era por demás un niño muy alegre, explorador y vivaz. Siempre intentaba hablar por sus propios medios pero solo le salían garabatos. Las cosas no habían cambiado mucho en sus agitadas vidas. Dégel aún estaba internado en revisión debido a algunos problemas con su bebé, aunque Camus quien había ido a visitarlo notaba que el muchacho no estaba para nada contento con su reciente embarazo, es más, siempre hablaba de su hijo como “el bebé” jamás poniéndolo en el lugar de un ser unido a él, lo que le hacía ruido a Camus, aunque cuando vio la ropita de Dante se puso un poco más amable con ello.
El parto no fue nada agradable, pero Camus se había repuesto muy rápido de la cesárea, tal así que ya al mes estaba paseando con su niño por el parque.

Ahora, ya con un bebé de tres meses, la cosa era diferente. El niño se encontraba en su cunita, al lado de Milo, quien escribía algunas cosas para su nuevo trabajo, había conseguido uno y aunque no tenía mucha experiencia en administración, logró estudiar en ese tiempo muy duro para poder entrar y darle un futuro mejor a su esposo e hijos, bueno, “esposo”, aun no se habían casado, pero Camus no estaba mal con ello, sabía que en algún momento tendrían dinero suficiente para hacer una pequeña fiesta con algunos invitados y su bebé sería la estrella. Ahora Camus estaba preparando la comida y Milo seguía allí sentado.

−Cariño, ven –llamó Milo, Camus, que se encontraba con un mandil de cuerpo entero, se acercó a su esposo−. Mira, ya termine mi primer reporte ¿Puedes leerlo y decirme qué tal?

−Hm, claro….−se sentó en una silla y comenzó a leer, Milo giró su cabeza nervioso y observó a su bebé que se estaba chupando el pie.

−¡Mira, mira Camus! Que flexibilidad tienes, pequeño Dante.

−Jejejeje, siempre fue un niño muy flexible –comentó Camus levantando su vista para observar al niño.

−Es igual a ti en eso –agregó con un tono seductor, Camus le dio un leve empujón.

−Milo….−suspiró y terminó de leer−. Me gustó mucho, será un gran trabajo, por cierto, debo darle de comer a Dante.

−Oh cierto, cierto –susurró Milo levantando todos los papeles para dejarle espacio a Camus.

                El pelirrojo fue a la cocina por la leche con solución, la cual estaba preparada para bebés, al niño le encantaba y Camus era muy estricto con la dieta del bebé. Trataba de darle las cosas con poco dulce, sea leche o cualquier otra cosa, para que no se acostumbre y suba de peso de grande. También estaba preparando una dieta especial para cuando el niño comiera sólidos, aunque a Milo le parecía demasiado trabajo, Camus estaba muy a gusto con ello. Cuando el heleno vio al pelirrojo levantar al bebé y darle de comer, supo que estaba en su lugar feliz, que estaba realmente contento, que no podía haber nada en esta vida mejor que eso y se acercó para abrazar a Camus de la cintura y mirar al bebé por encima del hombro.

−Estoy feliz de ser el papá de este bebé y estoy feliz de que tú seas la mamá –le dio un beso suave en la nuca.

−Milo, me haces cosquillas –rio bajito, no dejaba de ver a su niño con esos hermosos ojos celestes bien abiertos, comiendo.

−¿Y sabes que sería mejor? Que estuviéramos legalmente casados.

−Milo, hablamos de eso, no tenemos suficiente dinero para ello, por ahora quiero que juntemos para la casa, quiero que nuestro bebé tenga su propio cuarto y su cunita nueva, sus juguetes, por ahora solo está entreteniéndose con la cuchara de plástico y una bola de lana.

−Sé que no tenemos mucho dinero, pero no puedo no desear que seas mi esposo, quiero que estemos juntos toda la vida –se apoya mejor en el hombro−. Quiero que nunca me dejes.

−Nunca te dejaré, Milo. Eres el amor de mi vida, Dante tiene tu verdadero apellido……estamos unidos aunque no estemos casados –gira su cabeza un poco para encontrarse con la de Milo−. Te amo.

−Quiero que nos casemos, ahora mismo.

−Milo, no tenemos….

−Shhh, no quiero una fiesta, solo quiero casarme, y que nuestro bebé esté allí, no quiero que Dante sea un bastardo, quiero que sea mi hijo hecho y derecho en un matrimonio estable. Mi hermano se casó y tendrá una familia, tal vez yo no tenga dinero, pero mi hijo tendrá una familia de verdad, con un papá y una mamá y tal vez otros hermanitos –una mano se deslizó por el vientre de Camus y este sonrió.

−Tonto, ya somos una familia de verdad.

−No completa –se separa−. Cásate conmigo, Camus, me harías el hombre más feliz.

−Claro que me casaré contigo, amor…..−Milo le besa los labios suavemente pero Camus aun no comprende que es lo que este planea.

−Déjame llevarte a la iglesia.

−¿Qué?

−No te preocupes, no es la iglesia que tú crees, es la iglesia de personas como tú, de hechiceros.

−¿Qué? ¿Cómo sabes que yo?

−No me casaría con alguien sin saber sus raíces, además tuve un poco de ayuda de Jean hace unos meses atrás, él me dijo lo que quería saber, que tú eres hijo de un hechicero también, del hermano de Jacques….

−……..pero mi “madre” murió hace mucho tiempo……

−Eso también lo sé……pero lo importante es que según tus prácticas y tu religión, puedes casarte con un hombre….y gratis, por lo tanto, quiero que nos casemos ya mismo.

−¿Es legal?

−Más legal que tú y yo, es absolutamente legal.

−¿Y por qué no me lo dijiste antes? –gruñó.

−Porque estábamos ocupados con el nacimiento de Dante, ahora ya no, y quiero que seamos felices los tres juntos…. ¿aceptas?

−Claro, cambiaré al niño e iremos…..Milo….

−¿Hm?

−Gracias por amarme.

−Gracias por amarme tú.

 

Continuará.

Notas finales:

¡Hola a todos! Gracias gentita por dejarme sus hermosos y maravillosos comentarios, lamento mucho sino contesto algunos pero suelo revisar de mi celular, luego me olvido XD gomen pero como trato de escribir lo más rápido que puedo tiendo a olvidarme ese detalle, pero si tienen dudas o quieren preguntarme algo lo responderé apenas me lleguen los mensajes.
Ahora si, les dejo abajo dos imagenes para ver el arbol familiar de la familia DU VERSEAU y la MONTIER de ese modo saben como son los personajes.

 

(*) Constantino significa “Perseverante” (origen latino) y es un nombre originario del latín al igual que Florencia que significa “la que es bella como una flor” (origen latino)
Sebastián significa: el venerado. (Origen griego)
Dante significa: El de carácter firme (origen latino)
Alexei: El que defiende. (Origen Ruso)

 

ARBOL DE LA FAMILIA VERSEAU (contiene imagenes de adulto de Dante, Alexei y Sebastian)

ARBOL DE LA FAMILIA MONTIER

 

 


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