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La mirada del asesino por Jesica Black

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Capítulo VI

 

 

                El silencio era abrumante y hasta cierto punto, intrigante. Se encontraba sentado estilo indio, con sus brazos adelante y su espalda completamente recta, sus ojos cerrados y una bola de cristal encima de sus piernas.
Llevaba el cabello recogido por dos palillos que puso ahí de causalidad para que no le molestara su largo cabello color sangre. Traía una túnica corta blanca, ligera, que le llegaba hasta sus rodillas y unas sandalias.
Respiraba hondo y exhalaba todo lo que incorporaba. De repente, unos ruidos lograron avisparlo, abrió sus ojos y observó por el rabillo del ojo quien se acercaba, apenas podía ver un hermoso pantalón decorado, digno de la realeza, y un olor embriagante y sensual. Sonrió, no necesitaba verlo para saber quién era. Cerró sus ojos y volvió a su meditación. Nuevamente escuchó como crujía el piso y las botas perfectamente lustradas se ensuciaban con el polvo.

−Huelo a colonia barata, así que debe ser el cartero o Aspros Gemini –eso molestó aún más a quien había entrado a sus aposentos, al costo de gruñir.

−No sé para que vine aquí –comentó, estaba realmente enojado, ese niño no paraba de molestarlo y le ponía los pelos de punta.

−Al menos yo no te dije “puta mal parida” como sí me lo dijiste a mí –comentó el joven, Aspros iba a decir algo pero inmediatamente se silenció, tenía razón el enano.

−Tienes razón, he venido a disculparme por mi ofensa….−comentó y buscó en su ropaje. No tenía mucha ropa encima salvo unos pantalones negros, unas botas de cuero, una camisa blanca abierta dejando ver su tonificado pecho, y un abrigo similar a un manto color escarlata abierto también.

−Vaya, ni yo hubiera adivinado eso –comentó incorporándose, su hermoso cabello rojo cayó por su espalda cuando quitó los dos palillos de su cabello.

−No te rías de mí –murmuró y sacó de uno de los bolsillos de su pantalón un broche−. Este es un bronche de oro que perteneció a mi familia desde hace veinte generaciones, quiero que lo guardes.

−¿Por qué? –preguntó tomando dicho objeto, era pesado, se notaba que estaba hecho con oro sólido.

−Porque te he insultado sin razón aparente, me has dicho una triste verdad y no la he aceptado, por eso, joven Montier, quiero que me ayudes….−se agacha y toma la mano del muchacho, besándola y haciéndole sentir muy incómodo.

−Ehm, levántate, una persona de tu posición no debe estar agachada frente a alguien como yo, es una deshonra –miró para todos lados, temiendo que alguien pudiera verlos, pero gracias a su suerte no había nadie. Jean ayudó con sus manos a Aspros a pararse−. Bien, dime que se te ofrece.

−No quiero acabar solo esta vida, así que deseo que me ayudes a terminar con la maldición de mi familia, bueno, mejor dicho la mía –murmuró agachando su cabeza, el joven hechicero sonríe de costado.

−De acuerdo, lo ayudaré……pero debe hacer un juramento, si está de acuerdo diga que lo jura ¿está bien?

−Sí.

−¿No importa si es ridículo, usted lo hará?

−Sí, lo juro.

−¿No importa si se siente como un imbécil, usted lo hará?

−Sí, juro.

−No importa que cosas diga, ¿usted lo hará?

−Sí, juro –dijo, Jean sonrió e inmediatamente fue por un pergamino.

−Bien, aquí esta…..desahogo de la maldición, de cinco vueltas en su eje –comentó leyendo, Aspros lo había jurado, entonces toma un envión y logra hacer las cinco vueltas continuas−. Perfecto, ahora ponga sus piernas en posición de cuatro…..una en el piso y la otra flexionada hacia el costado, mantenga el esquivo.

 

El muchacho no comprendía bien pero nuevamente hizo caso al joven, intentó colocarse en posición pero se caía continuamente, hasta que le tomó la mano y logró hacerlo, mirando de frente a Jean.

−Ahora flexione su brazo hacia arriba y coloque su dedo índice en su nariz –Aspros lo hace sin pensar−. Ahora diga después de mi….. “me veo ridículo”

−Me veo ri…..−captó entonces la señal y cayó al piso, sintiendo solamente las risas del bastardo en todo el lugar. Apenas abrió los ojos notó al muchacho en el suelo, con la mano en su vientre no pudiendo respirar de la risa−. Eres un idiota.

−No te iba a perdonar así como así, has ofendido mi honor –se levanta como puede−. Pero dado que me hiciste pasar un buen rato burlándome de ti, te ayudaré.

−¿No estarás planeando algo más, verdad?

−Oh, no, no….es mi deber, claro si me pagan haré lo que sea…..−se acomodó su cabello hacia atrás−. Bien Aspros Gemini, hoy empieza su buena racha….−se da la vuelta y va en busca de un caldero, Aspros se siente más relajado y se quita su sobretodo para apoyarlo en la mesa.

−Gracias, supongo.

−Va a ser muy difícil, señor Gemini –comentó el muchacho y dejó el caldero en una estufa. Luego toma un balde con agua y llena la misma para que esta hierva con el fuego−. Has estado disfrutando mucho del dinero maldito de tu padre…..y tú has usado ese hechizo también.

−Yo no sabía.

−¿Tú padre no te explicó de que iba el hechizo que estaba haciendo? –preguntó el pelirrojo, Aspros negó−. Ay dios….

−Pensé que no ocurría nada, que mi prometido se haya ido con mi hermano o que mis ex novias me hayan dejado a los pocos días de estar con ellas, a sabiendas de mi enorme fortuna –murmuró y turó su cabello oscuro hacia atrás−. No disfrutaba del sexo, me sentía agotado todo el tiempo y las personas a las que ponía el ojo, por ejemplo, Dégel Du Verseau, sólo me veían como su amigo.

−Jejeje perdedor –susurró.

−¿Qué dijiste? –preguntó sin escuchar bien.

−Dije “por dios” es increíble como un muchacho tan apuesto no encuentra consorte –abrió los cajones y tomó una pequeña caja de madera, la abrió y allí habían doce polvos diferentes, cada uno contenía un color y aroma particular−. No te preocupes, yo haré que la gente corra a tus pies.

−¿Y tú?..... –preguntó por primera vez, dejando sus problemas de lado−. Tú vienes de una familia de brujos ¿verdad?

−Verdad….−susurró tirando un poco de polvo rosado.

−Bueno, creí que me dirías más de ti.

−No suelo hablar con las personas de mi vida privada ¿sabes? –comentó bastante aturdido mientras tomaba una cuchara de madera y mezclaba el líquido para ver lo que había dentro.

−Bueno, al menos podrías decirme la edad que tienes.

−Quince años, ocho días, catorce horas…..−masculló, Aspros rio de costado, el muchacho era bastante rarito.

−Eso significa que eres de acuario, ¿por casualidad no eres pariente de algún Verseau? –Jean levanta la mirada, parecía enojado−. Lo siento, ¿te ofendí?

−No, no…..es sólo que me hiciste recordar algo, no es nada –dejó de mezclar y miró en el interior−. Dame un cabello.

−¿Cómo?

−¡Qué me des un cabello! –murmuró y casi manoteando el pelaje hermoso del muchacho Gemini, le tomó unos cuantos cabellos y lo echó al agua.

−Sabes, eres muy brusco para medir un metro sesenta –Jean le silenció con la mano y sus ojos se abrieron de par en par cuando vio algo allí. Casi cayó del trasero al piso, pálido como un fantasma−. ¿Qué sucede? ¿Qué pasa?

−……no creo que pueda ayudarte……lo lamento….−murmuró cabizbajo. Aspros se sintió desolado.

 

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Mansión Holinwells, Berlin, Alemania.

 

Muchos se ponen a preguntar ¿Quién era Krest du Verseau? Muy pocos tenían el placer de conocerlo y la osadía de enfrentarlo. A pesar de su joven edad y su talento para las finanzas, Krest tenía un punto débil y era su corazón. Aunque quisiera ocultarlo también poseía uno, en la mayoría de su tiempo era este quien le impedía ser feliz.

Nació en una familia de nobles Parisinos, hijo único y bastante benevolente. Se casó a los diecisiete años de edad con Itia Lovetti, pero poco y nada duró ese romance, pues al saber el muchacho que su esposo estaba embarazado de otro, decidió separarse y marcharse de Paris. Krest jamás reveló quien era el papá de Dégel, no se supo si era por encubrir a aquel hombre que le había arrebatado la virginidad o más bien era porque su amante es inferior a la clase de donde pertenecía el galo. Cualquiera que pueda el por qué, Itia comenzó a regar por todo el país que Krest era un hombre del mal vivir, encamándose con cualquiera y estos rumores, sólo por despecho, llegaron al oído de Don Kowel  du Verseau, padre de Krest, el cual puso el grito en el cielo y no era para menos.

Ahora estaba allí, en la casa de un viejo amigo.

−Gracias por permitirme pasar la noche aquí –comentó Krest con una mirada apacible−. Lamentablemente mañana tendré que embarcar a Grecia.

−¿Tienes miedo de volvértelo a encontrar? –preguntó el magnate alemán, Krest le miró.

−¿A Itia? Ja, lo de Itia es pasado, mi padre quería que me casara con él para encubrir que estaba embarazado de otro hombre –tomó un poco más de vino−. Teníamos buen sexo, pero no era mi tipo, peleábamos más de lo que nos queríamos.

−¿Y el padre de Dégel? –preguntó, sorprendiendo a Krest.

−Sólo estuve con él una semana a mis diecisiete años, él trabajaba como barman de un bar antiguo en Atenas –susurró, miró el vino que estaba en su copa−. Es horrible pensarlo, pero apenas recuerdo su nombre.

−Bueno, al menos tienes algunas pistas,  es griego, trabajó en un bar en Atenas ¿qué más?

−Su cabello era rubio y lacio −sonrió−. No sé si estaba enamorado de él o sólo me dejé llevar por la pasión de su cuerpo.

−Luego empezaron “esos” rumores.

−¡Ja! Si mi padre supiera, solamente tuve sexo con el papá de Dégel e Itia cuando comenzaron los rumores sobre mis carreras sexuales o ese tipo de cosas. Una vez que me separé de Itia y tuve a Dégel las cosas no fueron fáciles para mí, tener dieciocho años y una familia que mantener fue agobiante.

−Aun así….−comentó el viejo amigo, Krest sonrió.

−Cuando mi hijo comenzó a valerse por sí mismo aprovechaba algunas reuniones de empresarios para divertirme un poco, pero era sólo eso, diversión de momento, no quería casarme ni nada.

−Aun así te buscabas a todos los empleados.

−Los empresarios son fruncidos y agrios, en cambio los empleados siempre fueron más apasionados. Ya no lo hago tanto, me di cuenta que jamás encontraría a alguien como el papá de Dégel, por más que buscara por toda Grecia.

−¿Cuántos años tendría ahora?

−Bueno, yo tengo 40, él debería tener 44 o 48, no estoy seguro de ello –sonrió y giró su cabeza hacia la ventana−. Aeneas….

−¿Qué?

−¡Recordé su nombre! Era Aeneas.

−Ja, ¿cuántos Aeneas griegos encontrarás? Deben ser un montón, es un nombre de origen greco –comentó casi como si fuera encontrar una aguja en un pajar.

−Pero tú tienes contactos ¿no?

−Te va a costar.

−Tú sabes que no me importa pagar lo que sea por lo que quiero.

 

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Paris.

 

Albafica caminó por las avenidas, se encontraba con ropa demasiado veraniega para el clima que hacía en Francia, unos shorts cortos, una camiseta fina y sandalias. Llevaba al menos una hora caminando sin saber dónde estaba hasta que preguntó a un aldeano donde estaba la mansión Benini. Grata fue su sorpresa al ver que dicho lugar estaba justo frente a sus narices.
Era una enorme casona antigua, con un bello jardín delantero lleno de rosas con espinas. No dudó ni un minuto en ir sin saber que se arrepentiría mucho en unos años.

El lugar estaba asolado, desértico, y Albafica creyó que estaba abandonado, algunas flores se marchitaba a medida a medida que caminaba hacia la casa. Subió las pequeñas escaleras del pórtico y golpeó la puerta al carecer de timbre. Miró para todos lados, aún tenía bastante frío, pero al sentir unas pisadas y la perilla moverse, el calor comenzó a invadirlo.

Manigoldo estaba vestido con unos pantalones rojos al cuerpo, mostrando toda su anatomía masculina, y solamente una especie de sobre todo de tela muy transparente lo cubría. Su cabello estaba enmarañado, traía una copa de vino en la mano contraria a la que abrió y un cigarro en la boca. El joven Rose tuvo un poco de temor por la visual, pero el amor tiende a dejarnos con la guardia baja y eso le pasó por la mente.

Mientras tanto, en la cabeza del italiano, no podía creer como le llegaba el banquete a la puerta, era una criatura prodigiosa y bella, su piel era tan blanca que se notaba la virginidad por sus poros, además que su cabello celeste le llegaba hasta las caderas curveadas elegantemente por sus pronunciados glúteos. ¡Ahora recordaba quien era! El hermoso y sensual hijo de Lugonis e Ilias Rose, Albafica Alix Rose.

−Ehm…..buen día….digo, buenas tardes –susurró el menor bajando la mirada.

−Hola….−dio un paso hacia atrás y le dejó espacio para ingresar a la casa, cosa que Albafica no dudo en hacer−. ¿Qué te trae por aquí, hijo de Lugonis Rose? –preguntó y usó su cuerpo para cerrar la puerta, dejó su vaso de vino en la mesa y tomó otra calada de humo de cigarro.

−Bueno…..este….−Albafica no sabía que decir, no sabía qué hacer, deseaba que ese hombre le tocara, pero tenía algo de miedo, era nuevo en esto−. Yo quería, ya sabes….tú y yo…..

−Oh….−Manigoldo creyó ver lo que el joven estaba diciendo, además ese cuerpo necesitaba algo de acción, algo de movimiento que el italiano estaba dispuesto a dar−. ¿Deseas algo de vino?

−Hm, gracias….−comentó y aunque no tomaba, aceptó una copa para no menospreciar al “buen samaritano”.

 

Manigoldo ya sentía su miembro hincharse entre sus ropas, y mientras servía el vino en una copa de vidrio, observaba de reojo el bien formado cuerpo de su visita. Estaba deseoso de él, y notaba que el chico también estaba deseoso, pues no paraba de verle la entrepierna cada vez que Benini giraba su cabeza para mirar a otro lado. Lo sentía, sentía esa mirada justo allí, donde comenzaba a crecer.
Le entregó un vaso y lo chocaron suavemente para tomar un trago, el mayor le miraba exquisito, esperando algún movimiento del más joven, pero este carecía de práctica.

−¿Lo quieres, verdad? –comentó una vez que dejó su vaso en la mesa y se acercó, masturbándose encima de la ropa.

−¿Eh? ¡No! Digo….yo sólo vine a….−cuando vio al hombre avanzar hacia él, Albafica comenzó a arrepentirse−. Escucha, no es lo que tú crees.

−Claro que es lo que yo creo, vienes, me muestras la mercadería…..y me ves el amigo…..−lo arrinconó en una de las paredes−. Estoy más que seguro que quieres disfrutarla.

−¡NO! Escúchame….−coloca ambas manos en el pecho desnudo y nota el calor que emana−. Yo solo vine a hablar y a estar contigo….

−Claro….−susurró y le tomó fuertemente del brazo arrastrándolo hasta la habitación de invitados, jamás tenía sexo en su recamara con alguien así, era como darle nombre de “esposo” a una simple follada.

Albafica comenzó a gritar, pero Manigoldo hizo caso omiso y en varias ocasiones le comentó que ni los sirvientes estaban ese día, por lo que había elegido un pésimo momento para visitarlo. Una vez que llegó al cuarto cerró la puerta y lo tiró a la cama, abriendo sus pantalones ajustados para sacar su enorme miembro a la vista, estaba orgulloso de él, nadie resistía una noche de sexo con el italiano, porque dado a la magnitud de su entrepierna, nadie disfrutaba más que él.

El joven de origen greco-francés, intentó salirse de la cama, pero el mayor le tomó de la  pierna y lo tiró hacia él abriéndolas para sacar con mayor facilidad los shorts. Obviamente el joven continuaba gritando y resistiéndose, pero el italiano no andaba con juegos y le tapó la boca con la almohada.

−¡YA CÁLLATE, MALDITA PUTA! –gruñó, Albafica dejó de hacer tantos movimientos y Manigoldo le quitó la almohada y la remplazó con su mano−. Así me gusta…..ahora escúchame, tranquilo, soy completamente estéril. La puta de mi esposa tuvo hijos con los empleados más no conmigo, hasta ahora no he eyaculado en nadie dentro…..pero a ti….a ti te tengo leche caliente para que te la comas con el culo….

 

Albafica no pudo contener su ira y comenzó a moverse nuevamente, impidiéndole que le quiten ropa, pero Manigoldo era más grande y fuerte, le arrancó el short y la camiseta de un tirón, transformándola en rodajas. Abrió y levantó las piernas con sus brazos para comenzar a lubricar la entrada y cada vez que el jovencito se movía de más o lo golpeaba, le mordía con fuerza las piernas y glúteos, de ese modo dejaba de molestarlo por unos segundos.

−¿QUIERES QUE TE META MI COSA SIN LUBRICAR, PUTA? Vaya que eres un temerario –gruñó y una vez que Albafica se estaba poniendo demasiado difícil, le penetró.

 

El miembro del italiano era enorme por lo que le costó media hora meterlo por completo. Albafica sufría y lloraba, gritaba y pedía por favor que le dejara en paz, pero hizo oídos sordos, le encantaba esa agonía y en cierto punto estaba enfermo de la cabeza. Apretó las piernas y abrió las nalgas para pasar cada vez más y más, ni siquiera esperó a que se acostumbrara porque las embestidas eran más fuertes y profundas que la anterior. Se estaba desgarrando en cada instante y la sangre comenzó a salir por donde el miembro entraba con presión.
Se resistió contantemente, golpeó al italiano más de una vez, le mordió y gritó, pero Constantino disfrutaba ello, lo veía como un hobbie.

Pasaron horas, en las cuales el miembro del hombre entraba y salía, Albafica ya se dejaba hacer, completamente meditabundo, mirando con los ojos vacíos al techo. Tenía varios golpes por haberse resistido al menos una hora, moretones, mordidas, lágrimas en los ojos. El semen se deslizó por segunda o tercera vez dentro de él dejando completamente exhausto al empresario. Rose se sentía violado, no, no se sentía, había sido violado por ese hombre al que creyó amar.  Sentía un horrible vacío en su corazón, pero sobre todo, sentía una profunda decepción en su alma.

 

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Mansión Du Verseau.

 

Los besos eran cada vez más intensos y eso encendía ciertas partes de Kardia que pensaba que tenía anuladas con el tiempo, pero era adictivo, Dégel era adictivo. Las caricias se intensificaban más y más.
Dégel intentaba llevar la armonía del beso y continuar en un equilibrio, pero Kardia no era muy paciente y aunque tratara de respetar a su “prometido” (y lo respetaba bastante) no pudo evitar aumentar la pasión más y más, moviendo sus manos descaradamente por las piernas hasta rozar el glúteo con extremo cuidado. Pero las cosas se zafaron cuando una mordida suave y un apretón descarado en las nalgas del más joven hicieron que el galo se separara bruscamente.

−¡Kardia! –se secó la boca algo indagando, el muchacho no pudo más que pedir perdón.

−Lo siento, lo siento.

−Mierda…..acuérdate que aun estas a nivel de futuro prometido, esto ocurriría si al menos estuviéramos comprometidos con una argolla en mi dedo.

−¿Hm? ¿Ósea que realmente quieres…..ya sabes…..comprometerte? –Kardia estaba sorprendido y a la misma vez saltaba de emoción, su plan estaba saliendo como quería.

−Obviamente tendremos que esperar a que papá te de la bendición, ya sabes, Krest Du Verseau, él vendrá supongo la próxima semana.

−¿Eh? ¿La próxima semana? –gritó espantado y aligeró su rostro para tomarlo de la cintura y acercarlo hasta él−. No puedo esperar tanto.

−Tendrás que hacerlo. Vendrá justo para el casamiento de Shion y Dokoh, así que….oh, hablando de eso, ¿tú fuiste invitado? –preguntó, Kardia alzó sus hombros.

−A mi casa no ha llegado nada.

−Tal vez como no estás viviendo aquí y sólo te encuentras temporalmente no saben dónde mandártelo –interrogó Dégel y se separó, dejando a Kardia algo molesto por no poder continuar el beso.

−Bueno, sí, ¿a quién le importa? –susurró, el muchacho peliverde giró en su eje, algo molesto.

−¡A MI! Eres mi futuro esposo y ellos son mis amigos, me agradaría que te emocionaras más por ello.

−No empecemos a pelear como casados….−gruñó también Kardia, se preguntaba hasta cuando tendría que fingir ser amable, poco a poco soltaba su verdadera personalidad.

−No quiero eso –murmuró y volvió a dar unos pasos hacia él, acariciando con suavidad el traje que llevaba Kardia−. Discúlpame, cariño.

−No, discúlpame tu –comentó bajito, la mirada de Kardia cambió repentinamente al igual que sus pensamientos internos que solo deseaban llegar a la noche de bodas para conocer todo lo que se encontraba bajo esas ropas.

−Me gustaría que vayamos a la fiesta juntos…..−le sonrió mirando hacia arriba, dado que el heleno era al menos unos diez centímetros más alto.

−Dónde tú quieras ir, iré yo….−le tomó la mano derecha y la besó, Dégel sonrió de costado, sabía en su mente que estaba preparando un plan para hacer caer la careta de Kardia y descubrir quién es.

 

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–Hay dos cosas en mi vida que se hicieron cotidiana –habló Camus mientras caminaba con una cesta de pan en las manos–. La primera son los contantes acosos de Valentino, que ahora que te ve conmigo paseando por la ciudad, no para de desafiarte….–susurró y miró de reojo al rubio que también cargaba una cesta de pan–. Y lo segundo, es que parece agradarte hacer enojar a Valentino y me persigues a donde voy.

–Es pura casualidad –comentó más con una sonrisa dibujada en su rostro.

–¿Puedo saber por qué me visitas constantemente? Es como si los grandes magnates greco-ingleses no tuvieran nada que hacer que andar de parranda en Paris –susurró, Milo sabía a donde quería llegar Camus, era listo.

–Oooh, que listo eres, quieres hacerme pisar el palito.

–No es por ser listo, es porque tú eres demasiado idiota –comentó el pelirrojo, Milo tomó aquello como una ofensa.

–Oye, eso es una ofensa.

–No me digas.

–Sabes…..–susurró y dio un frenazo en su caminar, volteó a ver al joven parisino y sonrió de costado–. Para ser muy lindo e inteligente, también eres un idiota.

–¿Eh? –pestañó rápidamente–. ¿Crees que soy lindo?

–…….–la cara de Milo se tornó más roja que el cabello de Camus, tan roja que sentía se incendiaba–. No…..ósea…digo….

–¿Ves? Eres un idiota –sonrió de costado y continuó caminando, Milo entonces comprendió, Camus era más listo de lo que podía imaginar, tendría que decirle a Kardia sobre ello.

–Bueno, bueno…….sí es verdad dije que eres lindo –susurró, en una expresión que Camus creyó adorable, Milo continuó siguiéndole–. Mi hermano me dijo que los franceses eran difíciles.

–No sé si los franceses, pero yo lo soy –habló y miró de costado a ver si lo alcanzaba–. Valentino ha estado tras de mi desde que estaba en parvulario.

–¿Y aun no se han besado?

–¡Claro que no! Valentino o DeathMask o como quiera llamarse no es mi tipo, además sé que se acostó con Afrodita durante su adolescencia y dudo que haya dejado de hacerlo por mí.

–Bueno, todos tenemos nuestro pasado –murmuró y llegó hasta la parte de atrás de la casa dejando las paneras en una mesa.

–Yo no.

–¿No? ¿Acaso no tienes familia, raíces?

–Nunca supe quién era mi padre y mi madre murió en el parto….–Camina dentro de la cocina trasera seguido por Milo, quien cierra la puerta tras sí. El pelirrojo se sienta en la mesada y mira hacia la enorme ventana que da a los jardines–. Solamente sé que el señor Du Verseau me ha dado la familia que nunca tuve, aunque mi madre adoptiva fue muy buena conmigo, siempre noté la diferencia con mis otros hermanos.

–¿Tus otros hermanos?

–Asmita, Shaka…..ellos son mis hermanos y ya se han casado….–se acomoda el cabello–. Asmita se casó con un magnate de Paris, creo que lo conociste en la reunión, Deuteros.

–¡Oh, sí! El ciego.

–Sí, él y Shaka nacieron en la india pero vinieron a vivir aquí con su madre que trabajaba de sirvienta cuando su padre fracasó en su trabajo, siempre ellos volaron con sus propias alas y Asmita se trasformó en un poderoso empresario, tiene buen olfato para esas cosas.

–¿Y tu madre? Digo, la mamá de esos dos chicos.

–Ella ahora no está aquí, gracias a que Asmita y Shaka se casaron con personas poderosas, pues….ya sabes…..ahora anda de lujos, yo quise quedarme aquí con Dégel, quien fue un verdadero hermano, no quiero decir que Shaka y Asmita no lo fueran.

–Hmmm, parece que tuvieron éxito, pero ¿por qué no te quería casar con alguien exitoso? Eres bonito…..como dije.

–Jajajaja, no basta con ser bonito para casarte aquí, tienes que tener dinero y eso es lo que carezco. Por lo cual, nadie me querría, además yo quiero enamorarme.

–Suena lindo…..–musitó y le miró de costado casi sin entender si el muchacho hablaba de verdad o quería de alguna forma sacarle información.

–¿Y tú? –ahí estaba la tan ansiada pregunta, Milo sonrió cohibido–. ¿Te has enamorado?

−Una vez, hace muchos años –comentó, sorprendiendo al galo−. Pero no funcionó, mi familia siempre fue muy dura conmigo.

−¿Te refieres a Kardia?

−A Kardia, a mis padres……supongo que hay cosas que no puedo…..−pero antes de continuar un golpe seco los hizo voltear a ambos, Camus bajó de donde estaba se acercó a la puerta trasera mirando de la mirilla, al ver quien estaba allí sonrió y abrió la puerta.

−Milo, quiero presentarte a un pariente lejano mío –comentó y dejó entrar a un joven allí−. Se llama Jean, Jean Montier.

 

Milo tembló por primera vez en su vida, nunca había visto a alguien que le inspirara tanta frialdad con solo verle los ojos. Aun así no quiso juzgar, había mucha gente como ese joven en esa ciudad, pero algo no le agradaba mucho. Camus, a sabiendas del terror que inspiraría Jean a Milo, le había llamado para poder concretar una cita, al ser Jean un hechicero tenía la posibilidad de ver a través de Milo y saber sus intenciones, pero se sorprendió cuando Jean le miró apacible, pareciera que no encontraba nada en esos ojos turquesa.

−Gracias por invitarme, Camus…..este lugar es muy bonito –caminó por la casa, Milo se mantuvo en su lugar sin moverse.

−Sí, el señor Krest es una de las personas más exitosas de por aquí, por lo que su casa es bastante acogedora. ¿Y cómo te ha ido, Jean?

−Pues, hay otro lunático que está tras de mi porque quiere que desate su maldición. Pero le dije que no puedo.

−¿Qué no puedes? –preguntó sorprendido, Milo continuaba sin decir una palabra.

−En realidad ya lo hice, pero me gusta hacerlo sufrir jajajaja…..por cierto, tu amigo es callado.

−Sí, es raro porque habla como una cotorra ante que llegaras…..Jean, él es Milo Skorpius, Milo, él es mi primo Jean –acercó a Milo hacia el pelirrojo más joven y este le extendió la mano. Desde donde estaba, el heleno pudo ver el increíble parecido entre los dos jóvenes con alguna que otra diferencia, más bien parecían hermanos.

El rubio extendió la mano y la estrechó con el pelirrojo, no pasó mucho tiempo que ya sentía lo helado que era, un frío horrible recorriendo su cuerpo como si le invadirá, por lo que la soltó rápidamente. Jean sólo sonrió, ya sabía lo que estaba buscando. Camus se quedó perplejo cuando el más joven amagó a irse.

−Espera ¿A dónde vas?

−Necesito hacer algo a mi casa, no te preocupes, te vendré a ver mañana a primer ahora –y dicho eso se retiró como vino.

 

Ahora Camus tenía muchísima más curiosidad con respecto a Milo, le miró y este sonrió de costado aun con la mano adolorida. Tal vez no era buena idea meterse con los Du Verseau.

 

Continuará.

Notas finales:

Lamento mucho no haber explorado más a las parejas principales pero debo hablar sobre los demás para que el contexto de las parejas sea muchísimo más dramático. Pronto se acerca el primer lemon (de pareja) y las primeras verdades develadas.

A las personas que adivinaron que Alba iba a ser violado aquí está su premio, el capitulo!!! XD espero les haya gustado. (La ley del mínimo esfuerzo)

Jean tiene dos acosadores, uno es Aspros y el otro lo veremos en el próximo capitulo.

¡Saludos! 


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