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Promesas por kura

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Los derechos de los personajes de One Piece  le pertenecen al mangaka Eichiro Oda.

 

 

 

Perdon a todos por desaparecer por taaaanto tiempo, tenia muchos deberes que resolver. Pero ahora es tiempo de retomar lo que deje de lado, y volver  internarme en este gran mundillo de los Fics.

 

 Nuevamente me disculpo por desaparecer tanto tiempo.

 

De antemano,  les agradezco en tomarse  tiempo para  leer este fic.

 

YU

 

 

 

Valor Heroico

 

 

 

«Álzate sobre las masas de gente que teme actuar. Ocultarse como una tortuga en su caparazón no es vivir»

 

 

 

~ 0 ~

 

 

 

— ¿Por qué el maestro Zoro se ve tan impaciente por un simple mago? ¿Sabes algo sobre  esto, Cavendish? —mascullo Kanjuro  con su voz áspera.

 

Cavendish no se movió ni hablo  a pesar de saber la respuesta a aquella pregunta. Él  comprendía toda la determinación y el esfuerzo que existía tras esa impaciencia, y conocía el nombre del motor  que obligaba a su maestro a  no sucumbir en una lucha. Sanji había llegado a crear un sentimiento único en el corazón de  Zoro y este nunca negó su existencia, aunque siempre terminaba alegándolo a una promesa de infancia y a los fuertes lazos de amistad que albergaba con esa persona.

 

Cavendish entrecerró los ojos y con su expresión tiesa miro directamente a Zoro. Rogaba al universo para que el anhelado encuentro sea el  esperado por todos, de lo contrario,  la gran felicidad que buscaba su maestro se convertiría en un camino lleno de trabas y espinas.

 

Zoro se mantuvo firme todo el tiempo, evito mostrar la inquietud que lo embargaba al solo imaginar que haría cuando viera  a Sanji nuevamente. Mil escenarios pasaron por su cabeza verde en menos de un minuto. Era ridículo imaginar que al encontrarse ambos se abrazarían regalándose sonrisas amplias y que chocarían puños como cuando eran solo un par de niños ingenuos que desafiaban a la vida. Si, era algo ridículo, ¡Absurdo! Sin embargo, ese era el escenario que más le gustaba y el que esperaba sucediera.

 

La puerta fue deslizándose a un extremo hasta quedar por completo abierta.  Cobi ingreso a través de ella inclinándose al instante.

 

—Señor, ya están aquí.

 

Inmediatamente tras el anuncio, Rocinante se mostró ante todos, firme  bajo la puerta, y junto con él una leve ráfaga de viento ingreso al recinto, donde los traslados de algún modo a un nuevo plano dimensional, donde se pudo distinguir la gran diferencia de auras entre los asistentes.  Rocinante se vio demasiado grande y brillante en comparación  a algunos de los samuráis.

 

 La presencia de  un Onmyouji siempre fue resaltante. Desde años fueron considerados  los hombres más cercanos a las divinidades celestiales como infernales, siendo esa diferencia la causante de que nunca pudieran ser aceptados por las personas supuestamente normales.

 

Rocinante lanzo un silbido cuando sus ojos se pasearon por la habitación. Había muchas personas a las que conocía, a las que ignoraba y unos cuantos a los que aborrecía, pero no se centró en ninguno de ellos.

 

Los miembros del consejo se quedaron en silencio, atónitos,  con las mandíbulas desencajadas de sus rostros. Lo menos que esperaban y deseaban ver en ese instante  era a un despreciable  mago.

 

Zoro vio como Rocinante con porte regio se acercaba con lentitud  hacia él y su padre.  Extendiendo un poco más el cuello  logro distinguir dos personas más que caminaban a sus espaldas. Uno de pelo negro y otro de rubios cabellos.

 

«Sanji»

 

 El corazón de Zoro comenzó a saltar en su interior, el sudor frio de la ansiedad se deslizo por su mejilla llegándole hasta el cuello. Por un momento quiso gritarle a Rocinante de que mueva más rápido el  puto culo, para así  poder apreciar de una vez el rostro que no vio hace bastantes  años.   No fue necesario hablar ni  pensar más  cuando el mago mayor de algún modo que nadie podría explicar —porque nadie se lo esperaba— cayo de bruces sobre su propia espalda, causando que las personas se queden mudas por un segundo antes de echarse a reír a carcajadas señalándolo con los dedos.

 

A pesar de ser ridículo y callado; Rocinante siempre fue el corazón de cualquier reunión o fiesta.

 

Reincorporándose  de inmediato, el mago realizo reverencias a todos los lados posibles disculpándose  por su ridícula precipitación,  pero Zoro ya no prestaba atención a dicha escena ni siquiera a su alrededor. Sus ojos se agrandaron y su respiración se pauso cuando se quedó  prendido del  joven mago rubio que ya no permanecía oculto tras nadie.

 

Aturdido como si la luz cegadora de la mañana chocara contra sus ojos después de haber permanecido en las sombras durante eras, así sintió el esperado encuentro. Sus ojos quisieron cerrarse pero Zoro se negó a hacerlo. Si parpadeaba puede que ese ser se evapore frente a él. Si parpadeaba puede que el sueño termine ahí.  Si parpadeaba dudaría de que ese día había llegado al fin.

 

—Ustedes dos no pierdan más tiempo y acérquense —Ordeno Mihawk dirigiéndose al joven mago y al nuevo guerrero samurái. Zoro estaba tan sumergido en su mar de  asombro a medida que Sanji caminaba, que no noto el tono despectivo y frio que uso su padre para con esa gente.

 

Tanto Sanji como Gin se detuvieron e inclinaron de rodillas con la frente casi pegada al suelo, mostrando así su respeto y sujeción.

 

Mihawk extendió el brazo y se dio tiempo para presentarlos. Solo como formalidad, ya que la verdad,  no le interesaban en lo más mínimo esas personas ni sus nombres.

 

—Él es Gin, un samurái que se ha ganado su prestigio en algunas campañas aisladas en el Oeste. Como tu nuevo escolta te seguirá por todas partes como si fuera  tu propia sombra, y tiene la orden de ofrecer su vida por ti si fuera necesario.

 

— ¡Mi nombre es Gin, y será un honor Pelear por usted! —Dijo Gin sin moverse de su sitio.

 

—  Y él… —Mihawk tanteo su mirada moviéndola del mago hacia su hijo—  cumpliendo con tus pretensiones y mi palabra,  él será tu Onmyouji, Pierna Negra Sanji —dijo  ignorando por completo al mago, ya que sus mirada perspicaz estaba atenta a la  expresión de depredador derrotado que poseía su hijo— Como consejero, espero que te ayude a tomar decisiones correctas en momentos  difíciles, aunque sé que alguien como tú  no las  necesitara.

 

—Mi nombre es… Sanji,  y estoy aquí… para recibir sus ordenes—Zoro dejo su deslumbramiento a un lado al oír la voz de Sanji. Sus palabras parecían ser forzadas, como si evitara no gritar de rabia.

 

 Mihawk sabía que todo lo referente con ese joven mago sería un gran error. Presentía avecinarse la desgracia si su hijo no lo mantendría en control, pero no se alarmo en lo más mínimo,  sabiendo que ese error poseía un gran candado de seguridad que solo un samurái podría controlar. Y si se debiese  solucionar su existencia en tiempos posteriores, él mismo se encargaría de ello.

 

— ¡Esto es inaudito! ¡¿Un Onmyouji?! —grito furioso uno de los presentes, que al ponerse de pie, mostro su repudio a lo que estaba presenciando— ¡Mihawk, sabes bien que nuestro objetivo principal es de tener un Japón libre y puro,  los miserables Onmyouji son el vivo ejemplo de la influencia china!  ¡¿No crees que perderemos credibilidad del pueblo  al incluir a otro de estos seres a nuestro clan?!  ¡De por sí, los Fujiwara en la corte están planeando deshacerse de su único mago!

 

— ¡Tiene razón!

 

— ¡Esto es una aberración a nuestra familia!

 

El reclamo del hombre fue seguido por comentarios reprobatorios  de muchos que opinaban de igual manera. Incorporándose  uno tras otro,  el desprecio que tenían a aquellos seres era tan real  que se sentía la intensión de arremeter contra el mago en el mismo aire.

 

—Oye, oye ¿Qué ese no es el Onmyouji que  cuidabas con extremo recelo, Krieg? —Pregunto Buggy, echando una mirada inquisitoria al hombre sentado a su ala.

 

—Sí, lo era. No pude negarme cuando Mihawk ordeno que se lo entregara apenas se enteró que lo tenía. Mmm,  fue una lástima perderlo. Aunque, no puedo quejarme —Krieg sonrió y con sus dedos realizó un ademan de dinero—  ya que pude sacarle un buena botín a Rocinante para que se lo entregara  sin quitarle la vida primero.

 

— ¡Mihawk, no podemos aceptar esto!

 

— ¡Los magos no son más que una maldición para los samurái desde hace  más de  diez años!

 

— ¡No lo aceptaremos nunca!

 

Zoro no podía creer lo que estaba pasando. Los gritos estaban por todas partes,  y las voces de desprecio y el deseo de muerte que emanaban junto con tales palabras crueles, eran similares a las que se presentaban en los campos de Lid.  En donde uno  se encuentra con el enemigo olvidándose de inmediato de su humanidad. En donde repudias  a personas que no conocías y que de seguro eran amadas en su hogar.

 

«Qué demonios  les pasa a estos bastardos»

 

Zoro rechino los dientes contemplando esa ridícula y trivial discusión. Sentía como la sangre se le acumulaba en el rostro producto de la ira. Hablaban de Sanji como si no estuviera presente. No, era algo peor a eso, ellos hablaban así de él por la misma razón de que estaba  ahí presente.

 

— ¡Mihawk!

 

La voz de un hombre mayor se oyó claramente entre los reclamos inentendibles de repudio. Los hombres fueron acallando hasta silenciarse por completo. Estos se movieron descubriendo entre ellos a un hombre mayor  apoyado en un bastón. Todo el mundo lo conocía y por eso mismo le temían. Callados,  retomaron sus sitios dejando  solo a ese samurái de pie.

 

—No quiero diferir con tus decisiones Mihawk, pero  en estos tiempos los Onmyoujis… — Zoro quedo atento a lo que diría— son solo seres obsoletos, inservibles para un samurái. Aceptamos que mantuvieras a Rocinante contigo solo por el hecho de haber crecido junto contigo. Pero este chiquillo… —el viejo lanzo un par de carcajadas antes de proseguir— Solo míralo, ni siquiera parece tener experiencia en algo de la vida. En cambio, los Monjes Souhei, son los que ahora se consideran  el nuevo guía espiritual que debe acompañar a un samurái.

 

— ¡Así es! ¡Los monjes son lo que el país necesita!

 

— ¡Los magos son solo monstros disfrazados, los monjes conocen el camino divino!

 

Zoro se sorprendió al oír hablar de esa forma a su abuelo, el que era conocido como el gran y benévolo  Fujitora, mismo quien fundo el clan bajo creencias de perdón e igualdad. No podía soportar por más tiempo este espectáculo denigratorio, estaba enojado con el consejo, con su abuelo, con su padre, consigo mismo. Todo estaba saliendo mal.

 

 Zoro fijo su vista en Sanji, quien desde que fue presentado no se movió de su lugar.

 

«Mierda»

 

— ¡Silencio! —Exclamo Mihawk, extendiendo su brazo hacia adelante— La decisión ya fue tomada y no pienso dar explicaciones a nadie de mis actos. Un monje también fue solicitado al Templo Hiei, y nos confirmaron que llegara en unos cuantos días. Además… —Mihawk movió la cabeza fijándola  en Rocinante, quien se había quedado en un rincón oscuro de la habitación—  Yo confió plenamente en mi Onmyouji y estoy seguro que este muchacho servirá de igual manera a mi hijo.

 

Rocinante sonrió como agradecimiento por lo dicho.

 

El silencio volvió a asentarse como lo hace el polvo en un montón de muebles viejos. Era difícil acotar algo más cuando Mihawk hablaba y los veía así.

 

Zoro por primera vez en su vida estaba feliz y orgulloso de ese hombre, sin imaginar que su padre era el único monstro disfrazado en ese lugar y  el único en quien se debería desconfiar.

 

 

 

~ 0 ~

 

 

Sanji se mordía la lengua al sentirse sumido en la degradación y la humillación. Los malditos hijos de puta se referían a él como un ser inferior.  De la más baja calaña. Alguien menor a un perro.

 

Cerraba los ojos con fuerza y apretaba la frente contra el suelo. No deseaba elevar la cabeza, no podría contener su rabia iracunda si veía los ojos de desprecio, asco y superioridad de gente que según él ni siquiera merecían vivir.

 

«Malditos samurái, si por mi fuera en estos momentos todos ustedes…» en su interior rugía su odio. En su interior gritaba de impotencia. Solo en su interior podía decir lo que pensaba, lo que sentía, lo que dolía. Siempre, solo en su interior.

 

—Sanji, por favor tranquilízate.

 

Sanji abrió los ojos, y sin despegar la frente del suelo miro a donde creyó oír la voz que lo nombro, encontrándose con rostro de Gin, rogándole con su expresión a que se serenara, a que intentara controlar  su hostilidad, y que muy pronto todo terminaría.

 

« Gin, porque… por qué siempre que me miras así yo… »

 

Sanji apretó los dientes mientras la discusión yacía en todo su alrededor. Pero a pesar de que los insultos y la agresividad verbal iban en aumento, él comenzó a serenarse y su presión interna a relajarse. Ese es el afecto que su amigo Gin tenía sobre él.

 

Su amistad sería algo que atesoraría por siempre.

 

— ¡Yo no acepto a esos malditos bastardos!

 

El grito se oyó en algún lugar distante del salón. El instinto de Sanji le indico que un objeto había sido arrojado en contra suya con toda la intención de lastimarlo. Él sabía la dirección de dónde provenía, también  cuando impactaría y que daño le  ocasionaría. Lo que no sabía era si debía intentar actuar para esquivarlo o no.

 

«—Todos están poniendo de su parte, intenta hacer lo mismo» La voz de rocinante resonó en su mente, reflexionándolo e instándolo a no causar más caos del que solo su presencia ya causo.

 

Pero…

 

— ¡Sanji! —murmuro Gin intentado no gritar, cuando vio al mago ponerse de pie sin que nadie se lo ordenara.

 

Sanji decidido, se levantó para recibir aquella chancleta vieja, no con el cuerpo sino con la palma de su mano. No permitiría que lo humillen por más tiempo. A la mierda la sumisión y las palabras bonitas de ideales para una pronta superación. Todo tenía un límite y él lo sobrepaso hace tiempo.

 

Posiblemente el castigo a su supuesta  rebeldía seria la misma muerte, pero qué más daba. Tal vez los dioses se acuerden de él en el último momento, salvándolo segundos antes de su ejecución

 

Lo que Sanji nunca se imaginó es que los dioses se acordarían de él mucho antes de lo que hubiese imaginado.

 

« ¿Verde?»

 

 

~ 0 ~

 

 

—Jo-joven amo.

 

Zoro vio como el hombre que había expresado su rechazo contra el mago no solo con palabras sino que también con acciones, se retraía asustado y aparentemente arrepentido, pero no por el daño que podía haber producido, sino  por las consecuencias que repercutiría en su vida posterior ante su acto.

 

Su iris dilatado y los ojos inyectados de sangre, eran provocados por el aumento de su presión sanguínea, debido a la secreción abundante de dopamina en su sistema. Sabía que el golpeteo que  martillaba  dentro su pecho hacia afuera  era por su rabia inmensa.  Deseaba drenar esa ira por sus puños y acabar con el desgraciado que tuvo la osadía de lastimar a su amigo preciado.

 

La expresión de sorpresa en los miembros del consejo se quedó congelada en lo que Zoro dejaba deslizar ese objeto de la palma de su mano produciendo un sonido sordo cuando toco  el suelo, La fuerza con la que había sido sujetada se apreció en el aspecto deforme que dejo impreso sus manos y dedos sobre aquella chancla vieja.

 

Zoro lanzo un profundo suspiro relajándose un poco, mirando después sobre su hombro encontrando al fin, a muy poca distancia de él, ese anhelado y risueño rostro.

 

La realización de ese acto creo un efecto efervescente en su estómago, y que lo intangible en su interior flotara tan ligeramente que parecía haber dejado su cuerpo en alguna parte del mundo  mientras su espíritu realizaba un desdoblamiento astral.

 

— ¿Estas bien? — pregunto siendo lo primero que su cerebro llego a formular.

 

El muchacho rubio  solo asintió con la cabeza aun con la sorpresa total en su pálido rostro. Parecía no creerse lo que Zoro había hecho por él. Zoro sin embargo, aprovecho el momento para  vagar por todas las facciones visibles de su nuevo mago. Y antes de que su cuerpo reaccionara de forma involuntaria y extraña con Sanji, Zoro se dirigió a los samuráis.

 

—Si alguien más de ustedes tiene problemas con este chico, será mejor que hablen directamente conmigo, ya que desde ahora, Pierna Negra Sanji estará bajo el cuidado mío, Roronoa Zoro —dijo en voz alta, señalándose a si mismo con el dedo pulgar,

 

Sus palabras fueron acogidas por un silencio total. Echo una mirada furtiva a su alrededor, percibiendo por  primera vez una ligera aceptación y un leve respeto a su autoridad,  aunque,  decidió ignorar los aplausos solitarios y lejanos que el tonto de  Bartolomeo le regalaba.  Pero, de alguna manera sentía que había matado a dos pájaros de un tiro.

 

 

 

~ 0 ~

 

 

Al principio todo fue un trago amargo para Zoro que  gracias al cielo no paso a mayores, había salido bien librado de esta. El consejo se retiró sin realizar comentario alguno. Su padre no acoto ninguna reprimenda ante su extraño actuar, y lo mejor de todo era que logro recuperar a su gran amigo como siempre soñó, como lo prometió. Parecía que todo había salido a la perfección.

 

Pero no era así.

 

Zoro se sentía demasiado agobiado para moverse. En su mente los recuerdos del pasado se revelaban una vez más. Juegos y promesas. Sonrisas y llanto. Amistad y rivalidad. Todo era distorsionado por amalgamas de la incongruente realidad que observaba.

 

«Es él, esa ceja ridícula solo me confirma que es él» Los pensamientos de Zoro se debatían entre la alegría y el abatimiento.

 

¡Dios! Desde que llegó no había hecho más que pensar  en él. Y ahora se sentía dolido, ya que el muchacho por el que lucho durante años, ni siquiera intentaba  verlo a la cara y mucho menos hablar con él.

 

— ¡Mierda! —Golpeo con su puño cerrado la pared donde reposaba— ¿Sera que ese idiota me está jugando una broma?

 

El relinchar de los caballos, las conversaciones sin sentido de sus hombres y el aire de la intemperie fuera de los cobertizos, por un momento le parecieron extraños y muy lejanos. Su mundo parecía venirse abajo.

 

—Es muy atractivo —Cavendish se acercó posándose junto a él. Se frotaba el mentón con una mano, aparentemente analizando a Sanji desde lo lejos— Ahora entiendo porque durante las noches mientras duerme susurra su nombre; Sanji, mi querido Sanji —bromeo contemplándolo con burla.

 

— ¡Ya cállate! —dijo Zoro, ocultando su evidente sonrojo al mirar a un extremo. Cavendish solo sonrió como respuesta.

 

El suave  viento movía con lentitud las nubes en el cielo, y los pájaros cantaban y saltaban sobre los techos de las caballerizas. Los dos samurái tenían los ojos fijos en el mago quien estaba sentado bajo la sombra de un gran árbol, rodeado por aquellos que serían sus compañeros de ahora en adelante. Bartolomeo resaltaba entre todos ellos,  ya que al ser el miembro más reciente era la primera vez que veía de tan cerca de un verdadero Onmyouji y no controlaba su asombro mientras fantaseaba a su alrededor.

 

—Amo Zoro —Cavendish retomo la palabra y su voz poseía un tono de melancolía— Dígame, ¿realmente este es el encuentro que esperaba?

 

Zoro sorprendido abrió los ojos, quedándose en estado por un minuto completo para luego cerrarlos con evidente angustia, evitando responder.

 

—Como lo imagine — continuo Cavendish—. Sabe, siempre que usted me hablaba de él, lo hacía con cierta alegría en el rostro y en cada una de sus palabras. El entusiasmo con el que lo describía hizo que deseara conocer con todo mi corazón al ser que movía tan buenos sentimientos en mi señor, y formándome una idea de cómo sería esa gran persona, pensé encontrarme a un chico alegre, inquieto, un poco torpe pero con un gran talento.

 

Zoro elevo la cabeza mirando fijamente al cielo, y hablo.

 

— ¿Y qué fue lo que encontraste ahora que lo viste?

 

Cavendish entrecerró los ojos y su expresión se entregó por completo a la angustia.

 

 —Pues  lo que encontré es completamente diferente a lo que imagine. Nunca creí encontrar a una persona que…  poseyera un dolor tan profundo en el interior de sus ojos.

 

Zoro suspiro y bajo la cabeza claramente tenso. Él también  lo había notado. Los ojos azules como el cielo despejado que le gustaban tanto, se habían transformado en un azul tan oscuro como las profundidades del mismo océano. Incluso por un segundo creyó ver a una persona diferente al que el buscaba, al que el recordaba.

 

—Las personas cambian con el tiempo. Incluso yo cambie, era obvio que él no sería la excepción —Zoro trataba de convencerse con escusas patéticas y  pese a lo que observaba y lo que su intuición le dictaba, que  en definitiva, esa persona era y debía ser el Sanji de sus recuerdos— No lo culparía si el…  se hubiera olvidado de mí.

 

Cavendish parpadeo intrigado.

 

—Y porque no va  con él y confirma o no sus dudas —La voz de Cavendish le llego como una orden.

 

— ¡Ja! Porque debería, es él quien debe venir hacia mí, después de todo ahora soy su señor.

 

Zoro cerró los ojos y cruzo los brazos sobre su pecho, ignorando el escrutinio que Cavendish le dio ante tan patética respuesta.

 

—Mmmm,  ¿No será que mi señor  tiene miedo? —Zoro se sobresaltó sin moverse de su lugar—  Es claro  que el Onmyouji no ansiaba este reencuentro como usted lo hacía. Y ahora tiene miedo de confirmar que ese chico ni siquiera recuerde la promesa que me conto hicieron cuando niños.

 

Zoro se sintió confundido por un momento. ¿Acaso esa incomodidad en el pecho y garganta, eran causadas por el miedo con el cual jamás se imaginó perder? ¿Acaso ese  miedo de alguna manera lo había destrozado en los campos elíseos de su corazón sin darse cuenta?

 

¿Miedo? ¿Miedo? ¡¿Miedo?!

 

«—Sanji, esto no es un adiós. Prometo volver por ti cuando sea un hombre fuerte y valiente. No importa cuánto tarde, lo hare. Solo espérame. Espérame por favor.  

—Zoro, yo… te esperare, ¡Te esperare, esta vida y la otra si es necesario!»

 

Zoro observo su dedo menique recordando aquella pequeña pero importante promesa realizada cerca de la cascada en los límites de las tierras de su padre. Recordaba también el brillo y la seguridad de la sonrisa que Sanji le regalo tras sus palabras, siendo ese acto el más fuerte símbolo de su actual determinación.

 

El miedo era un vergonzoso sentimiento que él mismo se prohibió experimentar. Se lo prometió a Sanji y al mundo entero. El miedo no debería existir  para él.

 

«Si, debo afrontar todo lo que se venga de frente. Si él de verdad llegó a olvidarme, entonces solo debió ayudarlo a que me recuerde nuevamente»

 

Cavendish le poso una mano en su hombro y lo miro irradiando seguridad, como sabiendo de alguna manera lo que cruzaba por su mente.

 

Zoro asintió con una inclinación firme de su cabeza.

 

Si, solo debía ser valiente y afrontar esta nueva realidad.

 

 

~ 0 ~

 

 

Con el parloteo que amansaba su alrededor, le pareció casi un milagro que pudiera escuchar hablar a la naturaleza. Su voz mágica estaba en cada hoja, en cada piedra y en cada ser animal. Su instinto de libertad lo llevaba a apreciar día tras día, todas las bondades del universo entero.

 

Desde la gran masacre Onmyouji —un hecho que sería excluido de la historia— había sido vendido como un tipo de reliquia, pasando de un dueño a otro a la corta edad de diez años. Siendo uno de los últimos Onmyoujis siempre fue una sensación para sus compradores, de la cual se aburrían muy rápidamente y terminaban  por deshacerse de él al instante.

 

Su último comprador el comerciante de armaduras y espadas Don Krieg, fue quien lo conservo por más tiempo del que estaba acostumbrado y del que hubiera deseado, ya que permaneció  bajo un tormentoso encierro durante años.

 

Por los últimos tres años, se le había negado la luz del día. Tres años donde experimento en carne propia lo aberrante que podía ser la raza humana. En este caso, la clase samurái.

 

Cuanto deseaba olvidar las veces que su cuerpo había sido corrompido por ese hombre y por los bastardos que le regalaban unas cuantas monedas para pasarse el rato. Pero sabía que era imposible. Como olvidar esos horribles sucesos, si la misma oscuridad que se aprecia al cerrar los ojos  se lo recordaba. La noche, las sombras, el negro limbo de la nada, donde sus gritos no hallaban oídos que lo escuchen, en donde no existía esperanza alguna de vida, en donde la muerte no era una escapatoria valida a la desesperación. Si,  en eso se había convertido la oscuridad para él. Pura desesperación.

 

— ¡Increíble! ¡Simplemente increíble!

 

Sanji hizo una mueca cuando Bartolomeo se  acerco a pocos centímetros de su rostro.

 

«Demasiado cerca» pensó irritado.

 

— ¡Oiga dígame! ¿Puede mostrarnos  alguno de sus hechizos? ¿Puede convocar algún tipo de demonio bestia? No, espere, mejor léame el futuro ¿Sera que mañana conozca a la afortunada y bella mujer que se convertirá en mi esposa?—Bartolomeo brincaba a su alrededor con sus grandes ojos iluminados de fascinación, realizando preguntas tras preguntas sin darle tiempo a responder alguna.

 

— ¿De verdad creen que estoy aquí para divertirlos? —Sanji saco su pipa de entre sus ropas, tomándose su tiempo para encenderla, aspirando el humo y echándolo después—  la situación de un onmyouji no es cómo piensan. No puedo negar que  todo lo que mencionaste lo podría realizar con facilidad. Nosotros los magos tenemos ese poder y la suficiente  capacidad para lograrlo, pero…— Sanji fijo su vista en alguna parte del suelo y llevó una mano sobre  su pecho  donde sujeto sus propias ropas con fuerza — de usarlos a nuestra voluntad, ¿no crees que ya me habría largado de este maldito lugar? A pesar de que  nos vean sin cadenas ni grilletes nosotros no somos libres como los son ustedes, nuestro gran poder en algún momento de la historia se convirtió también en  nuestro peor yugo. Pero claro, que le puede importar nuestra vida a un samurái.

 

— ¡Muchacho, hablas como si fuéramos unos monstros insensibles!  Deberías dirigirte a nosotros  con más respeto.  Si mal no recuerdo, los magos habían jurado lealtad al emperador, al país y a todos  los samurái —dijo Kinemon  haciéndose campo entre sus compañeros.

 

Sanji lo observo sin ocultar su molestia.

 

—Puede que tenga algo de razón, abuelo. En tiempos pasados nuestros antecesores  juraron  proteger al emperador y al país entero de cualquier mal que se avecinara, pero  se equivoca al creer que eso incluía a la clase samurái. Ni en el pasado, ni ahora jurare lealtad a los culpables de la infamación que sufrimos los magos en estos tiempos. Si desean respeto, entonces respétenos ustedes también.

 

Los hombre lo vieron en silencio, varios sujetaron sus armas sin perder de vista al mago, excepto Bartolomeo, quien parpadeaba sin parar moviendo la cabeza a varias direcciones. Sanji les pareció alguien muy insolente, arrogante y con un profundo odio hacia ellos.

 

—Vamos muchachos, sonrían y  no le den importancia. Él siempre habla con sarcasmos, y humor negro —Gin se interpuso entre Sanji y los demás, elevando las manos y sonriendo de forma nerviosa, intentando excusar ese comportamiento tan agresivo— para nosotros es un honor trabajar junto a ustedes. Esa es la única verdad.

 

Sanji noto que ni Kinemon ni los demás parecían convencidos por las palabras de Gin, sin embargo soltaron sus armas.

 

—Bueno, como sea —dijo Bartolomeo acercándose de nuevo hacia él— Entonces señor mago, para disipar una más de mis dudas,  podría decirme: ¿Cuál es la relación que tiene con el amo Zoro?

 

— ¿Relación? —pregunto Sanji perplejo, y ante la nueva pregunta varios hombres que lo rodeaban se sonrojaron y aclararon sus gargantas audiblemente.

 

—Sí, relación. Como el amo siempre habla tan bien de usted, creí, pues que ustedes eran algo más que amigos, usted me entiende  ¿verdad? —Bartolomeo le dio unos cuantos codazos en el hombro— incluso, con la intensidad con la que habla de usted, por un momento creí que hablaba de una hermosa mu… ¿eeeeh? ¡Ahhhh!

 

Bartolomeo fue levantado de la chaqueta por el fuerte brazo de un gran hombre —literalmente hablando—.

 

—Oye, no lo incomodes tanto con tus preguntas que  son súper molestas

 

—S-suéltame, b-bájame  ¡Que me sueltes! —gritaba Bartolomeo removiéndose en el aire.

 

— ¿Un poco cansado hermano? No te preocupes por lo que te diga este idiota, como puedes ver este grupo está lleno de locos como él, pero ninguno es mala gente. Te  aseguro que muy pronto te acostumbraras a  todos  nosotros —el hombre gigante sonrió y  le tendió la mano—. Mi nombre es Franky mucho gusto  — Sanji lo miro por un momento algo dudoso antes de decidir sujetarla. Era extraño e inexplicable  pero el tipo gigante  le cayó muy bien.

 

—Mi nombre es…

 

— ¡Sanji!

 

 Antes de que pudiera presentarse, alguien más había mencionado su nombre. Franky soltó a Bartolomeo de repente,  él y  los demás se movieron a diferentes lugares descubriendo a nada menos que a Zoro, su señor.

 

Inevitablemente los ojos de Sanji se enfocaron primero en su extraño cabello verde, se preguntaba desde que lo vio, ¿Por qué era de color verde? El color y el aspecto le recordaban mucho a los marimos que el viejo Zeff guardaba dentro de frascos en la despensa de su posada.

 

Sanji se puso de pie de inmediato. No podía ver la expresión de Zoro porque  se ocultaba debajo de la sombra de su propio cuerpo al interponerse entre la luz del sol. Por el momento no quería causar más problemas ni llamar más atención, ya que  al día siguiente tenía que escabullirse de alguna manera para poder  reunirse con sus amigos onmyouji, por lo tanto,  a pesar de lo que dijo hace unos momentos, debía fingir respeto, por lo menos  a ese hombre y para ello tenía la supuesta obligación de agradecerle  por defenderlo ante la agresión de los hombres del consejo hace horas atrás.

 

—Señor...

 

—En este mismo momento vendrás conmigo y me dirás qué diablos te pasa —Zoro lo interrumpió mientras empujaba a Gin con un brazo.

 

Sanji parpadeo varias veces sin comprender a que se refería, y antes de que pueda preguntar  siquiera algo, sintió como su nuevo dueño lo sujeto de la cintura echándolo  sobre su hombro, llevándoselo con él mientras caminaba y se alejaba de sus compañeros.

 

— ¿eh? ¡¿Eh?! ¿A dónde me lleva?

 

—A donde nadie pueda vernos ni oírnos.

 

—Pero, ¿Por qué? ¿Para qué? ¿No podía decirlo enfrente de su equipo?

 

—Calla y no hables hasta que yo te lo ordene.

 

— ¿Qué me calle? —Sanji no caía en cuenta del giro tan inesperado que dio ese escenario, sin duda  ese hombre quería algo de él, y pensando que podría ser alguien igual a Krieg, término imaginando lo peor— ¡pues no me callare hasta que el Gran señor verde me suelte! —En un arranque de ira y frustración  Sanji se  removió con violencia para intentar escapar de la condición tan vergonzosa en la que se hallaba metido.

 

—Te dije que no hablaras —Dijo Zoro—Si deseas gastar tus energías intentando librarte de mí, hazlo. Pero metete esto en la cabeza, ahora que te tengo nuevamente conmigo… Prometo jamás soltar tu mano, de ningún modo lo volveré a hacer. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Espero que haya sido de su agrado. Si tiene alguna duda, critica o sugerencia, estare muy feliz de recibirla.

 

 

 

Nos vemos,  y gracias por leer.


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