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A dazzling being por Dixon

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Notas del capitulo:

El principio fundamental de la existencia es lo que llamamos amor

                                               - Yann Martel

 

Haru recuerda haberse quedado callado ante la confesión de Rin.

No sabía cómo con tanta facilidad le había dicho eso, simplemente no podía decir que le gustaba.

Dentro de Haru cosas que no había pensado, o que quizás no quería pensar, crecieron al saberlo. No estaba seguro de sentir lo mismo por Rin, no estaba seguro de poder brillar a su lado, no quería opacar su existencia tan brillante, pero de cierta forma cuando lo miraba podía sentir su cuerpo estremecer, admiración quizás. Movió su cabeza de un lado a otro, tratando de ordenar sus ideas. Se hundió nuevamente en la bañera, esperando que su cabeza dejara de formular ideas por cuenta propia.

Tenía que darse un tiempo para pensar, tiempo que claramente no podía ser porque a Nagisa se le había ocurrido ir de viaje. Unas vacaciones, los demás no pudieron negarse y arrastraron al pelinegro con ellos, y obviamente al equipo de Samezuka también.

“Solo serán unos días antes de salir de clases, ¡estoy seguro que lo pasaremos bien!”- había comentado mientras comían.

Una semana había pasado desde ese día y aún no hablaba con Rin, aunque a decir verdad, desde que Sousuke estaba ahí tampoco es que hubiera sido tan fácil que digamos.

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 Rin se culpaba.

Haru había reaccionado de la peor manera. Durante esa semana se repitió una y otra vez que no debería haberlo dicho, hasta que llegó el día del famoso viaje. Se juntaron por la mañana en la estación y emprendieron el viaje a un Onsen a unas cuantas horas de ahí. El pelirrojo lo miró desde lejos, parecía el mismo, con ese rostro tan inexpresivo, escuchando a Makoto hablar.

“¿Qué te ocurre?” Le había preguntado Sousuke, quien preocupado lo veía desanimado hace unos días.

“Estoy cansado.” Respondió, apoyándose en su hombro izquierdo para cerrar los ojos un momento, dejando que su amigo acariciara su cabello superficialmente, como si hiciera dormir a un bebé.

El onsen era bastante acogedor. Dejaron sus cosas, comieron algo y salieron a recorrer el lugar.

Mientras caminaban, Haru recordó las palabras de Rin: le gustaba. Y él, como un cobarde, no había respondido nada. Quería hablarle pero se veía tan animado conversando con Yamazaki que prefirió hacerlo en otro momento. Después de todo, sus habitaciones estaban una al lado de la otra.

Llegaron para la cena, hablaron animadamente por unas horas hasta que el cansancio les pudo. Ya mañana podrían disfrutar otro poco. Aunque a excepción de algunos, que estaban con más energía que el correcaminos, habían salido a dar una vuelta más. Los demás no tuvieron más opción que ir con el resto para cuidarlos, y con cuidadores hablamos de Sousuke y Makoto.

Al  final los únicos que se quedaron fueron Rin y Haru, cada uno en su habitación, con miedo de salir y encontrarse en el pasillo.

Pero como si por obra del destino fuera, el pelinegro había ido al baño, y antes de que tocara la puerta esta se abrió, encontrándose con los ojos de Matsuoka mirándolo fijamente. Él llevaba una camiseta bastante delgada y bóxers. Su cabello estaba revuelto y tenía las sábanas marcadas en la cara. Era seguro que se había quedado dormido mucho antes que él. Cuando el pelirrojo notó al contrario, sus ojos parecieron desperezarse.

“Hola” Dijo Nanase, sin saber que más decir. Él mismo se recordó todas esas veces que no había querido hablar para no decir algo tan seco como eso.

“Hola”
Contestó el pelirrojo, vio cómo una sonrisa se dibujaba en los labios de este. De pronto algo le estrujó el pecho, una presión que no era dolorosa. Haru se dio cuenta de que ya no estaban compitiendo, que no había ninguna piscina frente a ellos en aquél lugar. Estaba frente a su amigo, estaba frente a una persona que nunca dejaba de brillar.

“Rin, la otra vez yo…” pero antes de que Haru terminara la frase, vio como Rin alzaba las manos en forma de rendición.

“No tienes que esforzarte por esto, no lo dije esperando que me correspondieras, lo dije porque quería que lo supieras. Esto no tiene que afectarnos a ninguno de los dos, y tampoco tendría que afectar nuestro rendimiento.” Nanase también lo interrumpió alzando las manos.

“Yo no estaba preocupado por esas cosas” le replicó con su típico tono de voz.

“Me alegra escuchar eso” le comentó de pronto el pelirrojo. La mirada que le dirigió fue de agradecimiento y alivio. Haru sintió de nuevo esa presión en el pecho y su corazón comenzó a latir fuerte, pero no acelerado, cuando lo vio sonreír.

Se quedaron en silencio un momento sin saber que decir. Entonces a Haru se le ocurrió algo, algo que, o los podría ayudar, o enviar todo a la misma mierda.

“Tengo una idea Rin” comenzó a decirle, “bésame” le dijo, asombrando al otro y a él mismo, sintiendo la presión en el pecho y el sonido de su corazón al latir resonando en su cabeza. “Tal vez esto nos ayude, si esto no funciona, no sé qué mas hacer.”

Rin lo miraba como si se le hubiese zafado un tornillo. Tenía los labios entreabiertos y sus ojos ardían en un rojo intenso. El pelinegro también lo miraba con sus ojos azules muy abiertos, esperando a que él actuara primero, pero no se le veía muy convencido. O por lo menos no tanto hasta que sonrió de medio lado de una manera arrebatadora. Nanase se sintió como si el mismo viento lo estuviese arrasando, como si un fuego abrasador lo condujera hacia su centro. Sin darse cuenta soltó el aire que había estado conteniendo, por un momento se olvidó de respirar.

 Algo tenía bien seguro: esos ojos rojos le quitaban la respiración. Matsuoka alzó una mano y la movió lentamente hasta que tocó la mejilla de Nanase. Se estremeció de una manera poco común cuando sintió el tacto de su mano contra su piel, acarició el contorno de la mandíbula del nadador más bajo, hasta bajar a su cuello y se entretuvo recorriendo su clavícula. Suave, tan suave como si estuviera recorriendo una obra de arte.

El pelinegro soltó un suspiro. Quiso decir que estaba cansado de ese previo, pero la verdad es que sus emociones se arremolinaban como un vendaval sin orientación dentro de él. Sentía excitación, fastidio, nervios y morigeración. Todo su cuerpo era una masa vibrante que necesitaba, en ese momento, más de aquellas caricias.

“¿Lo harás o no?” Preguntó Haru con la voz enronquecida, el contrario notó la desesperación en su voz. Volvió a sonreír. En un movimiento rápido rodeó el rostro del pelinegro con las dos manos y se acercó.

Acortó toda la distancia que había entre ellos. Haru sintió la presión de unos labios sobre los suyos, una presión que era superficial. Los dos tenían los ojos cerrados. Sintió cómo su espalda tocaba la pared, fría a comparación de cómo sentía a Rin contra su cuerpo: firme, vehemente y cálido. Apretó la camiseta del pelirrojo hasta que las yemas de sus dedos estuvieron blancas. El pelinegro abrió la boca, Rin correspondió el gesto acariciando sus labios con la lengua. Desplegó sus palmas en el pecho del más alto y éste respondió a las caricias con un pequeño suspiro que tuvo mayor efecto en Haru que en él mismo. Por un momento sus miradas se encontraron: la de Matsuoka seguía siendo fuego carmesí, la de Nanase era como el mar, un mar que arrasaba y atraía todo a su alrededor.

Sus alientos danzaban entre ellos. Haru recargó su cabeza contra el pecho de Rin y aspiró su aroma. Ese olor que parecía diferente y a la vez tan conocido, perfume, un aroma a cítricos y sudor evaporándose. Hundió su mano en su cabello, el pelirrojo suspiró en la oreja del más bajo. Luego sus labios se juntaron nuevamente, ahora fundiéndose en caricias húmedas y suaves. Fue un beso tranquilo y apasionado. Lenguas y labios. Sólo eso.

¡Joder! Podría hacer aquello por horas. El calor crecía entre ambos, un calor que nadie se preocupaba por querer sosegar. Sus narices rozaban cuando se movían para tratar de inhalar un poco mas de oxígeno. Rin tomó el labio inferior de Haru entre sus dientes, provocándole un dolor que lo recorrió en forma de escalofrío por todo el cuerpo. Siguieron besándose mientras metía la rodilla entre las piernas de Nanase y, al mismo tiempo, se abría paso por debajo de su camisa para dormir acariciando suavemente su abdomen.

Y haciendo uso de todo su autocontrol, lo detuvo.

“¿Qué pasa?” Preguntó el pelirrojo separándose agitado y notando el rubor en todo el rostro de Haru. El más bajo negó con la cabeza.

“Creo que ya fue suficiente ayuda.” Dijo sin poder alzar la vista. El contrario se separó por completo de él, se llevó la mano a la cara y se la pasó por el cabello. Rin sentía que toda la energía adquirida le salía por los poros, el calor no lo dejaba y se sentía tan excitado como para sentir que el suelo temblaba bajo sus pies.

 “Espero que haya sido útil.” Comentó cuando por fin se recuperó un poco. Le sonrió y notó la mirada de los ojos azules todavía oscurecida, no dudaba que sus propios ojos también lo delataran. Quería seguir tocándolo… llevarlo a su cuarto y…

“Acabo de recordar…” Haru le interrumpió los pensamientos. “Yo voy al baño”, comenzó a caminar.

Rin pensó que lo dejaría ahí, sin ningún atisbo de esperanza. Se dio la vuelta para dirigirse a su habitación: una habitación que lo esperaba oscura y fría.

“Rin.” Haru lo llamó y no dudó en regresar la vista. Lo tenía enfrente, con la cabeza baja y el rubor que todavía no le abandonaba el rostro. Se veía tan adorable. De pronto entrelazó las manos sobre la nuca del pelirrojo y lo atrajo hacia él para depositarle un beso en los labios. “Buenas noches” y, ahora de verdad, dirigiéndose al baño.

El pelirrojo aún sin poder creérselo escuchó la puerta principal abrirse, y a un griterío por parte de Nagisa y Momo alegando que el paseo fue demasiado corto.

Ya no quedaba tiempo, pero quizás mañana podrían hablar mejor.

Notas finales:

Fanfic dedicado a Yotsuba, como regalo atrasado de cumpleaños


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