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MEMORIES por Sakurako

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Notas del fanfic:

Hola, ¿Me extrañaron? Espero que sí. 

 

En esta historia hay dos protagonistas, Hyde y Yukihiro, todo gira en torno a ellos. 

Este fic será un poco diferente a lo que han leído, hablo de mis historias hasta ahorita. En realidad, es una espinita que quería sacarme. 

Aun así espero les guste. 

Será una historia muy, muy larga, tal vez algo lenta, pero en serio quise tomarme mi tiempo con ella. 

 

MEMORIES

 

                PROLOGO

                UNA NOCHE TORMENTOSA

 

 

Hacía frío.

Era de noche y hacía tanto frío que parecía a punto de nevar.

Todo estaba en calma.  

La noche era profunda, abismal, tan serena…

La quietud solamente perturbada por los silbidos del viento que recorrían las calles inertes. Calles vacías…

Pasaba de la media noche y las calles estaban desiertas, la gente estaba resguardada en sus casas, tranquilas, durmiendo, tan ajenas...

Pero en una de esas casas, la última de la calle, en la más grande, la más imponente, se podía escuchar el llanto de un joven. Un llanto que se mezclaba con el sollozo del viento que se filtraba.

-¿Por qué?, ¿Por qué?- Susurraba. -¿Por qué me dejaste?- preguntaba el hombre con el bebé en brazos. Mirándole suplicante, desesperado. Pero la pregunta no estaba dirigida a ese niño, sino a una incorpórea madre. 

El hombre observó los ojos pequeños, profundos y tristes de su hijo y allí, en el fondo, perdida, encontró la historia de su amor. 

Yoshiro Awaji era un joven tranquilo, prometedor, de buena posición social. Excelente estudiante, el mejor de todo el instituto. El hijo perfecto, el único descendiente.

Natsuki Ogura era una joven hermosa, dulce y muy delicada. No sólo de carácter, también de salud.

Ambos se conocieron en el instituto. “Amor a primera vista” les había dicho Yoshiro a sus padres cuando se las presentó.

Natsuki había tenido una vida difícil. Su padre se había suicidado por las presiones monetarias de su pequeña empresa; dejando a su familia con una deuda casi imposible de saldar.

Su madre había fallecido en un accidente de tráfico un par de años después; así que ella había quedado sola, pero supo salir adelante, tenía una fortaleza de espíritu asombrosa.

Tal vez fue eso lo que tanto impresionó a Yoshiro Awaji. Ella también se había enamorado a primera vista de él. Pero debía ser cautelosa, así que no lo aceptó enseguida. Además, debía ser sincera, y la verdad era que le encantaban los esfuerzos que el chico hacía para ganársela.  

Adoraba ver cómo se ponía nervioso al hablarle. O cómo batallaba por encontrar un tema de conversación. Le fascinaba ver los esfuerzos que hacía porque le gustara la misma música que a ella, o los mismos libros, o las mismas películas. Simplemente era adorable.

Sin embargo, sus padres se opusieron a sus relaciones, pues al ser ella huérfana, y debido a la historia familiar, no la consideraban digna de ser parte de la familia Awaji. Aun así él se casó con ella. Cuando sus padres se enteraron lo desconocieron, sobra decir que también lo desheredaron.

No le importó.

Tres años después de su matrimonio, Natsuki quedó embarazada. Era lo más natural y eran muy felices, pero, el embarazo comenzó mal. Todo su embarazo fue de riesgo. La salud de Natsuki decayó  y durante el alumbramiento, todo empeoró.

El doctor tuvo que decidir entre la vida del bebé o la madre. Natsuki, en todo momento, mientras estuvo consciente, le suplicó que salvara al bebé.

Ella murió durante el parto.  

-Es tu culpa…- murmuró el hombre al recostar al pequeño en su cuna. –Si tú no hubieras nacido, ella estaría aquí, conmigo…- los ojos del hombre destellaron con un tinte de rencor. Su voz se quebró al igual que su espíritu.

El pequeño Yukihiro Awaji, ahora dormía plácidamente en la cuna. Inconsciente de los suplicios que atormentaban el alma de su padre.    

 

********************************************************************************

 

Pero no todas las calles estaban en paz. No todos los seres penaban ocultos.

A pesar del frío intenso, de la brisa gélida; había otra persona, o mejor dicho, había un par de personas  que también se paseabas por ellas, sigilosas como el viento,  lóbregas como la noche. 

Del otro lado de la ciudad, una mujer caminaba con un bebé en brazos; un bebe que lloraba, que penaba por la decisión que su madre había tomado…

 

La mujer caminó por horas, hasta que los pies le dolieron de tanto andar. Mientras caminaba, cantaba una canción de cuna intentando acallar el llanto de su bebé, la misma que le cantará a ella la monja del orfanato en el que había crecido. Una mujer amable y cariñosa. Y que había fallecido cuando ella tenía apenas cinco años. Aun así, y aun así la recordaba con mucho cariño.

La joven tenía  una voz hermosa, suave y llena de sentimiento. Su voz era un reflejo de su apariencia, ella era una mujer atractiva, delicada y sus ojos… tenía una mirada intensa, capaz de hipnotizar a cualquiera. Pero, lamentablemente, también era una mujer ingenua…

Huérfana, jamás conoció a sus padres. Creció en una casa hogar y conocía mejor que nadie lo que significaba la soledad, el hambre y la desesperación.  Pero descocía la maldad y la crueldad de la naturaleza humana.

Hacía casi dos años, conoció a un hombre, en el bar en el que cantaba por las noches, donde trabajaba para poder pagar sus estudios. Estudiaba de día y trabajaba de noche. El horario perfecto y el sueldo… no era mucho, pero bastaba. Por un tiempo todo había sido bueno.

Hasta que una de esas noches, lo conoció.

Él era el chico más gentil, tierno y comprensivo que jamás había conocido. Mentira. Él era un timador, un vividor y un ser despreciable.  

Ese hombre la había seducido, la había enamorado y se había aprovechado de su inocencia. Era un predador que vagaba por toda la ciudad en busca de chicas incautas, necesitadas de cariño.

Luego de muchos esfuerzos, una noche había logrado llevarla a su departamento y con la promesa de matrimonio, había conseguido que ella se entregara a él.

Luego de esa noche desapareció.

 

-Perdóname…- le susurró al bebé en medio del llanto.

Entonces, se detuvo justo frente a una casa pequeña, observó la pequeña tablilla en la entrada, donde se podía leer “Familia Takarai”. Justo en frente, había un pequeño restaurante, uno que ya antes había visitado un par de veces; el que pertenecía a esa pareja que a pesar de tener años de casados no tenían hijos. Eran personas nobles, amables; sin duda, unos padres dignos de su hijo…

-Perdóname, pequeño…- volvió a susurrar. El bebé dejó de llorar, como presintiendo lo que estaba a punto de pasar. Le devolvió la mirada su madre, una mirada penetrante, insondable. Una mirada que le causó un escalofrío a la mujer.

Le dio un último beso a su bebé, lo arropó mejor, pues esa noche hacía mucho frío, y lo acomodó en la entrada. Tocó el timbre un par de veces y entonces corrió a esconderse detrás de uno de los postes al otro lado de la calle.

Se quedó mirando hacía la entrada, observando cómo una pequeña mujer salía y tomaba al niño en brazos. La joven mujer miraba al bebé embelesada, al borde del llanto. Observó un par de veces a la calle pero esta estaba desierta.

-¡Cariño, cariño!- gritó la mujer.

-¿Qué pasa?

-Mira…- le mostró al niño. –Dios ha escuchado nuestras plegarias, ¿ves?- dijo la mujer con la mirada brillosa, con la voz emocionada.

El hombre, que a pesar de tener un rostro recio, miró dulcemente al bebé, luego lo tomó en brazos. Lo miró un largo rato, el pequeño le devolvía la miraba atento y luego sonreía. El hombre sintió una calidez recorrerle el pecho, se lo devolvió a su mujer y él salió para inspeccionar la calle.

Pero no encontró a nadie.

La madre, al ver la reacción de la pareja, no pudo más que echarse a correr antes de que estos la notaran. Había elegido a las personas correctas. Su instinto de madre, por muy tonto que sonara, le decía que había elegido bien, que su hijo estaba en buenas manos.

Había sido la decisión más difícil de su vida, pero no se arrepentía. No podía.

Corrió tan fuerte como sus piernas se lo permitieron.

Y lloró esa noche, lloró hasta que ya no le quedaron lágrimas. Esa noche se permitió sufrir. Pero sólo esa noche. Porque su hijo tendría la vida que merecía, la vida que ella no podía darle.

 

Esa, sin duda, era noche de tormentas. 

 

Notas finales:

Espero les guste cómo comenzó la historia. 

Continuará...

 


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