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High Definition. El ladrón del multiverso. por LeonSmith

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Notas del fanfic:

Es una idea que me vino a la mente hace poco, sólo que no sé qué tan buena sea. Por eso, lo he subido como un o-s, para saber sus opiniones. 

Notas del capitulo:

Como dije, es sólo un piloto para un futuro fic. Es de vital importancia saber su opinión. Espero que lo disfruten. 

Luis es un joven de 28 años que acaba de comprar un pequeño departamento, al sur de la ciudad. Ha pasado la mayor parte de su vida dependiendo de sus padres; sin embargo, ya está harto de los constantes ataques de ellos, por no haberse casado aún.

Fue la decisión más importante en su vida, siempre había gozado de tantas atenciones, que ahora le parecían tan necesarias. En su vida había movido un solo mueble, mucho menos tuvo que organizar una mudanza (aunque, para ser francos, no son muchos los muebles que ha podido comprar).

Bajo la mirada lasciva de sus nuevos vecinos, Luis logra meter la base de su vieja cama por la angosta puerta, al fin ha terminado. Se encierra, por primera vez, en su nuevo hogar; observa la pequeña sala que se ilumina escasamente por la luz del sol.

Se sienta en el polvoso sillón de segunda mano, y suspira con alivio, al fin era totalmente libre de la presión. Cada vez se hunde más y más en su asiento, imaginando todo lo que su nueva vida le depara.

«Uf… en verdad que me hace falta condición [nota su agitación y masajea su ligeramente abultada barriga], tal vez, cuando todo esté más tranquilo, me inscriba a un gimnasio, me parece que vi uno a unas calles.»

Frente a él, se encuentra un pequeño aparador. “Definitivamente, necesito una televisión, ¿qué demonios se supone que haré los viernes por la tarde? ¿Cómo veré mis partidos de hockey? ¡¿Y mis películas?!”

Termina de desempolvar, lo mejor que puede, sus pertenencias. Y, al encontrar su caja de ahorros, se dirige hasta un pequeño bazar (que más bien parece anticuario).

Baja las escaleras de dos en dos, casi tropieza con una señora bastante gruñona, parece que no es muy bienvenido que digamos en el edificio. A Luis le da igual, siempre ha sido rechazado por la gente, pues no entra en el estándar de personalidad que la sociedad aprecia.

Camina un par de calles, sólo se detiene para comprar una soda sabor cola, el verano ha sido agobiante. Llega a la tienda y se asoma, con una mirada pícara. Un viejo encorvado lo observa desde el mostrador, pareciera que ha estado esperando su llegada.

 ─ Buenos días, muchacho. ¿Qué te trae por aquí? – Luis voltea sorprendido, no se había percatado de su presencia.

 ─ Ah… hola. Sabe, necesito una pantalla pero, no sé si usted… - sonríe nervioso, no cree que la vieja tienda venda algo tan moderno.

 ─ ¿Qué? ¿No crees que éste viejo tenga tus modernos trastos? ¡Ja! Estos chicos de hoy… - el misterioso hombre entra a la parte trasera de la tienda, no sin antes hacerle una seña a Luis para que lo espere.

El despistado pelinegro camina en círculos, olfateando los detallados taburetes que están de oferta, y bebiendo los últimos sorbos de su bebida. Luego de un par de minutos, el encargado del lugar regresa con una gran caja de cartón.

 ─ ¡Genial! – Luis abre la boca y dilata sus negras pupilas al observar la lujosa smart t.v.

 ─ Te lo dije, nunca juzgues a un libro…

 ─ Sí, sí, sí… un libro. Ahora, ¿cuánto quiere por ella? – entra en plan “negociador”.

 ─ Muchacho insolente, te la dejaré en $3500. – el joven sospecha, alza su ceja y rasca su barba de tres días.

 ─ ¿Sirve?

 ─ ¡Claro que sirve!

 ─ Mmm… ¿es robada?

 ─ ¡No!

 ─ ¿Evidencia policiaca?

 ─ ¿Le perteneció a…?

 — ¡Escucha! – el señor tapa su boca – Es una televisión común y corriente, sólo que… no he tenido muchos clientes el último mes. ¿Me entiendes? – Luis asiente – Entonces, ¿la quieres? – vuelve a asentir – Muy bien, así se habla.

Luis da un gran bocanada después de que el viejo lo liberara. Saca el dinero de su bolso trasero y carga la pesada caja, en verdad lamenta no haber traído algo con que ayudarse.

Mientras sale de la tienda, el anciano sonríe triunfante; chasquea sus dedos y aparece, de la nada, un refrescante té helado. Vuelve a chasquear sus dedos, y hace desaparecer el local entero, como si nunca hubiera existido.

. . .

El pobre de Luis ha logrado subir la pesada televisión, después de casi morir en las descuidadas escaleras. La saca de su empaque y, para su sorpresa, no encuentra ni un solo instructivo.

 ─ Genial.

Como puede, arma la base de su televisor, la sujeta con unos cuantos tornillos y tuercas, y la posa sobre su pequeño aparador. Toma la clavija y la enchufa al contacto más cercano, reza a todos los santos que conoce para que funcione. Aprieta el botón de encendido del control remoto y…

 ─ ¡Sí! – cierra su puño y sonríe, como si su equipo hubiera anotado.

Corre a su cocina y toma una enorme bolsa de Doritos y unas cervezas, regresa a la velocidad de la luz, y se tumba sobre el sillón. Emocionado, pasa los canales hasta encontrar el partido de los Penguins de Pittsburgh contra los Bruins de Boston.

Después de horas de ver películas, y pasado un buen rato desde su partido (el cual fue “más que épico”), Luis cede ante su cansancio. Ni siquiera se da cuenta del momento en el que cierra sus ojos y se acurruca sobre una bolsa de cheetos.

Es casi media noche, en la televisión solo pasan infomerciales sobre tostadoras integradas con cafeteras que usan luz solar. Nuestro joven independiente ronca abruptamente, casi ahogándose con su saliva teñida de naranja.

De pronto, la pantalla cambia de canal, sin que nadie la controle. Llega hasta un canal de películas, muestra un filme de ciencia ficción. Al parecer, es una especie de aventura futurista, ligada a criminales del bajo mundo.

Uno de ellos, un castaño de gabardina roja, es emboscado por una chica japonesa gótica y un rubio con goggles plateados. El hábil protagonista logra dispararle al sujeto, pero la chica lo ataca con una especie de granada electromagnética.

El fornido castaño corre en dirección del espectador y, antes de poder activar su escudo de ondas beta, es aturdido por la explosión. Su cuerpo sale disparado fuera de la pantalla, cayendo estrepitosamente sobre un aterrado Luis.

 ─ ¡No pienso casarme, mamá! – despierta súbitamente y grita al encontrar el pesado cuerpo del hombre sobre él.

 ─ No… no pueden quedarse con los planos…

 ─ ¡¿Quién demonios eres tú?!

 ─ Zack… Zack Basher. – antes de que Luis pudiera preguntar más, el criminal se desploma sobre su pecho, con una confiada sonrisa sobre su rostro.

 

 

Notas finales:

Ojalá haya sido de su agrado, lamento que fuera tan corto. No olviden hacerme saber sus opiniones. 

 

Soy León smith, les deseo muy buenas lecturas. 


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