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La Familia de Yanina por RemyKen

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Notas del fanfic:

Hola! Les traigo una historia, la primera de varios capítulos que publicaré aquí en AY. Espero que les guste!

Como vieron en el resumen, una de las protagonistas es mujer, pero no se preocupen que habrá yaoi (y mucho). Solo que también me quiero centrar en lo que es el entorno familiar, no solo en la relación de dos chicos.

En fin, me alegraría un monton que me hicieran saber si les gustó, dejando un comentario. También acepto críticas constructivas, mi mayor sueño es ser escritora, y la única forma que tengo de mejorar es que me hagan saber mis errores y así poder corregirlos.

Saludos y abrazos,

Remy.

 

Notas del capitulo:

Esto es como un prólogo, o una presentación de los personajes, si lo quieren ver así. La historia comenzaría realmente en el próximo capítulo, pero este es para entender un poco a los protagonistas y su entorno.

Capítulo 1- ¿Qué falta en mi vida?

Dos hermanos se encontraban caminando hacia su casa luego de un largo día en la escuela. El hermano mayor se notaba irritado y molesto, mientras que la menor caminaba rápido intentando no prestarle atención a las palabras de su autoproclamado "protector" -El trabajo puede hacerse de a tres...

-Estás en otra clase, idiota.

-No digas malas palabras, Nina. Además, la profesora dijo que como es un proyecto muy importante se puede hacer con personas de otras clases.

-Vaya, por primera vez en años prestas atención en clase -Yanina estaba comenzando a molestarse. Siempre había sido así, ella estaba acostumbrada a que su hermano y su padre la protegieran en demasía, pero llegaba un momento en que ya no lo soportaba. ¡Tenía dieciséis años, por el amor de Dios!

-Solo cuando me conviene. Sabes que no te dejaré estar sola en tu habitación con un chico cualquiera -Yao intentaba convencerla. Le fastidiaba que ella fuera tan... tan... despreocupada. Por eso debía protegerla para que ningún hijo de puta se aprovechara de ella.

-¡No es un chico cualquiera! -Gritó, y se detuvo en medio de la calle. Algunas personas que pasaban los miraron, mas ella no le dio importancia. Su paciencia se estaba acabando

-Se trata de Dee, mi mejor amigo. Lo conoces, Yao. Además, deberías dejar de molestarlo.

-Si, lo conozco -dijo el chico de pelo negro teñido de rojo en las puntas y ojos oscuros -Es un pequeño idiota que se hace pasar por buen chico. Pero tú eres demaciado necia. ¿Sabes? Hay personas que aparentan ser inocentes y no lo son. Él podría hacerte daño si tú estás sola con él. Y que conste que eso no sucederá, aunque no me aceptes en tu grupo estaré vigilándote detrás de tu puerta, si es necesario -El chico lo decía con normalidad, como si todos los hermanos fuesen así, y como si a su hermanita no le molestara -Y... no voy a dejar de molestarlo. Es divertido ver su cara de niña asustada- Su mirada se tornó maliciosa... mucho. Demasiado. A decir verdad, daba un poco de miedo.

La chica se quedó pensando. Claro que sabía que no todos eran como aparentaban... ella lo sabía mas que nadie. Pero estaba segura de que Dee no era malo... es más, ella se hizo amiga de él para que otros dejaran de molastarlo y acosarlo en la escuela.

Su amigo Diego (al que todos conocían por "Dee") se podía decir que era una de las personas más tranquilas que conocía. Sus padres trabajaban mucho, y él para ayudarlos también tenía un trabajo de medio tiempo. Era hijo único y no le causaba problemas a sus padres para nada. En la escuela era un buen estudiante, no excelente, pero tampoco malo. No le iba muy bien en asignaturas como matemáticas o química, pero era el mejor en literatura. Él, al igual que ella, amaba los libros y las buenas historias, una de las razones por las cuales se hicieron amigos el año anterior.

Su hermano, al contrario de Dee, era el típico adolescente descontrolado y rebelde. Eso era algo que ella odiaba, ya que su padre se esforzaba mucho trabajando y criándolos solo y él, como el malagradecido que era, solo causaba problemas. Nina y su padre ya se habían cansado de hablar con él, parecía no escucharlos, simplemente seguía con su vida de "chico malo".

Sonrió de una forma maliciosa (casi como su hermano) mientras una idea se formaba en su mente. Lo que Yao necesitaba, era alguien que lo hiciera pensar y querer ser mejor persona. No iba a poner mucho esfuerzo en buscar a esa persona... es más, ya tenía en mente quién iba a ser. Prácticamente estaba planeando poner a la "obejita" directamente en la boca del lobo. Y, quizá, solo quizá... tendría un poco de acción en vivo y en directo.
-Sabes... creo que es una buena idea -dijo levantando la cabeza y sonriendo dulcemente-Podrías hacer equipo con nosotros, sería mas fácil, creo.

Yao sonrió complacido -¿Ves? Hasta tú desconfías de ese chico. Él esconde algo, y yo lo voy a descubrir. Luego, tú me darás la razón- Comenzó a caminar de nuevo, con un paso relajado y esa pinta de "no te me atravieses porque te pateo". Ella lo siguió, sin responder. En su mente algunas imágenes pasaron rápidamente, pero ella sacudió la cabeza, concentrándose en lo importante.

Era hora de iniciar el plan. Ah, y de llamar a Val.

 _____________---------_____________

Cuando llegó a su casa, Yao fue directamente a su cuarto. Tiró la mochila en algún lugar de la habitación, al igual que su chaqueta. Hacía un mes que las clases habían comenzado, y él ya quería que terminaran.

Odiaba ir a la escuela, lo odiaba con toda el alma, pero este año debía poner un poco más de empeño ya que había repetido el año anterior. Solía saltarse clases, armar peleas, molestar a los nerds con sus amigos... en fin, todo lo que hace el típico chico problemático, por lo que era imposible que pasara de clase, y este año los profesores no tolerarían una vez más ese comportamiento. Si no se portaba relativamente bien, lo iban a expulsar.

Suspiró y decidió ir a darse un baño, pero cuando fue a abrir la puerta, estaba ocupado

-¡No se puede, estoy yo! -gritó su hermana. Podía escuchar el sonido del secador de pelo... malditas adolescentes. Seguro demoraría mil años allí adentro.

-¿No puedes hacer eso en tu cuarto?

-Claro que no, no tengo donde enchufarlo -dijo ella.

-¿Por qué mierda no desenchufas algo más? Necesito bañarme.

-No tengo ganas, jodete.

Cerró los ojos, tomó aire y contó hasta tres. Nina podía ser como una pulga molesta si se lo proponía -Maldita pulga egoísta.

-Mira quien habla de egoísta... el que repitió el año cuando le dan todo y no le falta nada... -ya no estaban jugando. Ese era un tema serio. El sonido del secador cesó y la chica de pelo castaño claro y ojos acaramelados salió del baño -Tú eres un desagradecido. Y no estoy jugando, Yao. Cambia de actitud de una maldita vez. -le dijo, poniendo un dedo acusador en su dirección y mirandolo enojada.

-¿En serio me estás diciendo qué hacer, mocosa? Yo hago lo que quiero, no necesito que una niña como tú me diga qué hacer -No le gustaba hablarle así a su hermana, pero no podía evitarlo. Eso, tarde o temprano, terminaba sucediendo. Las discusiones con su familia, para él, eran normales.

-¡¿Me dices mocosa, idiota de mierda!? ¡Soy un año menor que tú, pero siendo sincera, actúo como alguien de MI edad! No como tú, Yao. Eres un inmaduro, además de egocéntrico estúpido. Puedes molestar chicos mas "débiles" que tú. Puedes follarte y romperles el corazón a todas las chicas que se te antoje, también puedes meterte en líos y problemas solo para pertenecer a ese grupo de "chicos malos" de cuarta -Tomó aire, luego de tanto gritar. Ella solía gritar y estar molesta, pero no tan seria como en ese momento. Yao solo respiraba rápido en frente de ella, como si estuviera en una situación que lo llenaba de adrenalina. Cerró sus manos en puños, conteniéndose, mientras se mordía la lengua hasta sangrar. No quería hablar, no quería que las cosas con su hermana terminaran peor... ella se notaba enojada como nunca -... ¿Sabes?, el día que los que más quieres se alejen de ti, vas a sentirte muy mal. Pero, lo que más triste te hará sentir, lo que será peor para ti, el momento que más odiarás, va a ser el día que te enamores, y esa persona no te corresponda. Allí sufrirás al igual que tú has hecho sufrir a muchos. Lo siento, pero es la verdad- Le dio una mirada llena de decepción luego alejarse y entrar en su habitación, cerrandola de un portazo.

Él hizo lo mismo con la puerta del baño, y luego le dio un golpe a la pared, enojado. Su puño comenzó a sangrar, pero no le dio importancia. Ese golpe, el dolor físico... era lo que menos le importaba en ese momento.

Sabía que estaba haciendo las cosas mal. Sabía que decepcionaba a su padre y a Nina a cada rato, pero no sabía como remediarlo, mejor dicho, como remediarse. Siempre había sido así, desde pequeño sentía que tenía responsabilidad de su familia. Su padre tenía que hacer también de madre, trabajar y encargarse de todo él solo, por eso Yao sentía que debía proteger a su hermana, él había pasado mucho tiempo con ciertas personas y sabía que muchas cosas malas que pasaban en el mundo. Tenía miedo de perderla, de que algo le pasara. Lo que menos quería era que su familia se alejara de él... ellos eran todo. Su vida entera.

Con respecto al amor... no creía en él. Odiaba todo lo que tenía que ver con lo cursi y lo romántico, para él era solo sexo y nada más. Nada de palabras lindas, nada de mundos pintados de color rosa, nada de promesas que no se van a cumplir. Así es mas fácil, así no sufres. Eso era lo que él creía.

Para Yao, el mundo se trataba solo de eso. Un lugar en donde los más fuertes pisoteaban a los más débiles. No era nada extraño, él había nacido y crecido en ese mundo. Por creer en las personas, por confiar en los demás y sentir ese "amor", por no querer ser mas fuerte ni demostrarlo, por ceder ante debilidades y sentimientos estúpidos... por eso su padre había terminado herido. No lo culpaba de nada, era incapaz de hacerlo. Lo que odiaba era ver a su padre culpandose a si mismo día a día, sin superar algo que había pasado hacía años, y no poder hacer nada por él.

Él no iba a enamorarse nunca, jamás. Iba a seguir haciendo lo que quería, y, sobretodo, demostrando su fuerza sobre los demás. Esa era la única forma de proteger a su familia y a él mismo. No necesitaba sentimientos estúpidos interponiéndose, y si eso lo iba hacer quedar como el malo, lo haría de todas formas.

Dejó que el agua tibia se deslizara por su cuerpo marcado. No era muy musculoso, pero tampoco flaco, ya que le gustaba mucho hacer deportes. Pero sobretodo, amaba correr, una de las razones por las cuales no fumaba, como todos sus amigos lo hacían. Se quedó un buen rato así, dejando que el agua limpia se llevara los pensamientos que lo aturdían, aún cuando sabía que volverían siempre para molestarlo...

¿Qué era lo que faltaba en su vida?

 

Yanina cerró la puerta, molesta. No entendía a su hermano. Bueno... ni siquiera se entendía a sí misma. Quizá venía de familia.

Aún así, le molestaba. Al hablarle así a su hermano, vio esa expresión de superioridad que ponía siempre, para luego transformarla a enfado. Pero lo que no entendía era el por qué, en sus ojos se veía ese... ¿Arrepentimiento? ¿Tristeza?

De alguna manera, se daba cuenta de que su hermano no amaba ser como era. Ya habían hablado miles de veces, junto con su padre, y la charla siempre terminaba igual: con Yao diciendo que no cambiaría y lléndose por ahí para no volver en horas. Nunca decía que teníamos razón, nunca les daba ni siquiera una muestra de querer ser diferente... simplemente continuaba siendo igual. Alejando a todos de él, y burlándose como si no le importara en lo absoluto. ¿Por qué no cambiaba? ¿Por qué razón no intentaba dejar de hacer las cosas mal, si sabía que hacía daño a los demas y, sobretodo, a él mismo? Sabía que su hermano realmente no era así. Se daba cuenta por su forma de actuar con ella y con su padre... solo que no era así con nadie más (quizá solo con sus amigos). Cuando aparecía alguien ageno o extraño, él solo mostraba los dientes y las garras, sin dejar que nadie se acercara a ese lastimado pero, increíblemente, dulce corazón...

-Quizá solo hay que darle un empujoncito... -pensó en voz alta, mientras tomaba su celular y le escribía un mensaje a Dee.

-Tendremos que hacer el trabajo junto con Yao...

Recibió su respuesta unos segundos después.

-¡¿QUEEEEE?!

Iba a contestarle, pero en la pantalla apareció que la estaba llamando, así que atendió. -¿Cómo que VAMOS a hacer el trabajo con tu hermano? ¡Me va a matar! ¡Me va a asesinar y luego prenderá fuego mi cadáver, después escupirá las cenizas y las tirará al río para luego hacer pipí en él y mostrar su dedo medio mientras ríe como un lunático! -Se notaba un poco... aterrado -Y luego... y luego...

-Tranquilo, Dee. El no es tan así... bueno... solo un poco. Pero no va a matarte... Creo.

-Entónces me torturará lentamente -dijo con voz exagerada, como siempre. Así era él, seguramente sería un buen actor.

-No si yo estoy contigo. Él se enteró de que haré el trabajo junto a ti y no con Val, como siempre. Supongo que ya te imaginas como se puso, y no quiere que nosotros hagamos el trabajo solos. Es solo su... pequeño complejo de hermano, supongo.

-...casi puedo ver sus ojos de un color rojo intenso, mientras me apuñala una y otra vez... -el chico parecía no estar escuchándola -¡¿No recuerdas la última vez?! ¡INTENTÓ TIRARME DE UNA VENTANA SOLO POR SALUDARTE!... si no fuera por los profesores...

-Dee, estabas en un primer piso...

-¡O cuando puso una araña encima de mi pupitre, sabiendo que soy aracnofóbico, solo para molestarme!

-Bueno, admito que fue gracioso verte saltando y gritando como niña...

-...Y cuando me golpe... digo...

-¡MALDITA SEA, QUE VOY A ESTAR CONTIGO! -se detuvo -Espera... ¿Qué fue lo que dijiste?

-Yo... yo... no dije nada. Haremos el trabajo, ¿Okay? ¡Bay! -y cortó.

Dejó el celular encima de su cama, mientras se dirigía al espejo para arreglarse, pues iba a salir con Val, su mejor amiga. Mientras se miraba, pensó en lo último que había dicho Diego. ¿Que lo había golpeado? Quizás sus burlas y sus bromas iban mas allá de solo ser eso... conociendo a su estúpido hermano y a sus estúpidos amigos, quizá Dee tenía razón en tenerles miedo. Quizá realmente lo molestaban y golpeaban.

Tendría que arreglar eso. Ella no podía dejar que el maldito de Yao le hiciera daño a el pequeño Dee. Aunque, aún pensando eso, ciertas historias un poco hard no podían parar de crearse en su mente. Maldita adolescencia y malditas hormonas.

Cuando terminó de maquillarse, se quedó mirando pensativamente el espejo, viendo su propio reflejo en la superficie.

Allí se encontraba ella. Ojos marrones muy claros, que en los días lindos se tornaban acaramelados. El pelo castaño claro, casi rubio y algo ondulado, caía hasta su cintura. Piel con un leve tono canela, natural. Según su padre, ella era una réplica de su madre, la cual no había conocido por haberla dejado con su padre cuando era una bebé. No la odiaba, es más, intentaba no pensar en ello. Le gustaba la vida que tenía, eso y mucho más era todo gracias a su padre, que se había desvivido para criarla a ella y a su hermano. Por eso estaba más que agradecida con él y con la vida, e intentaba no pensar en su extraña madre.

Aún así, habían días en los que sentía que algo le faltaba... que algo en ella no andaba bien. No se sentía completa, sentía repentina tristeza, como si algo le faltara y lo extrañara con toda el alma. Pero, por mas que lo intentara, no se daba cuenta de qué.

¿Qué era lo que faltaba en su vida?

 _____----_____----_____

-Muchas gracias, profesor.

-De nada -respondió un hombre que se notaba ya en sus treinta. Tomó algunos libros que se encontraban en su escritorio y los miró detenidamente, recordando en qué lugar de la enorme biblioteca iba cada uno.

-¿Necesita ayuda, profesor Lacoste? Yo puedo ordenar esos libros, si quiere.

-No te preocupes, Dana. Yo puedo hacerlo, muchas gracias -Luego, pensó un poco, recordando sus días de juventud y sintiéndose identificado con la joven -Puedes tomar un descanso si quieres, has trabajado tres horas enteras sin parar.

-Pero... aún me quedar un montón de libros por marcar, además de los que hay que ordenar y los que están rotos... -dijo la joven, pensativa.

-Tranquila, yo puedo hacerlo. En estas horas nadie suele venir a la biblioteca. Puedes salir ahora, si gustas. No creo que nadie se entere -dijo con una sonrisa de complicidad y amabilidad. La chica le dió las gracias y se marchó de allí luego de ordenar algunas cosas.
Una vez solo, el profesor de literatura Tyler Lacoste suspiró. Se puso a hacer el trabajo que la chica había dejado, solamente para matar el tiempo y distraerse, aún le faltaban dos horas para volver a casa. Él había estado en la pocisión de Dana, y de muchos otros jóvenes que allí trabajaban. Chicos que venían de familias pobres o de clase media, pero al ser muy inteligentes y tener un gran futuro, tenían la oportunidad de estudiar en la Universidad de Iriss, la más prestigiosa de su ciudad, pero también la más cara. Ellos tenían sus estudios y estadía asegurados, pero no otras cosas como la comida o la ropa, por lo que también les daban trabajos en la universidad, uno de ellos era ser ayudante en la biblioteca. Y podía ser muy agotador, aunque no lo pareciese.

Hacía muchos años, luego de que sus hijos comenzaran a asistir a la guardería, decidió terminar sus estudios. Era alguien inteligente, pero ni de cerca tenía el nivel de los chicos que asistían a la UI. Fue a una universidad no muy conocida ni prestigiosa, una para gente mas "normal", por así decirlo. Consiguió una beca, pero tenía dos hijos y debía criarlos, por lo que también tenía que trabajar... como ayudante de biblioteca. Al principio sentía que odiaba ese lugar. Le parecía aburrido y cansador tener que estar horas y horas arreglando libros, limpiándolos, ordenándolos en lugares específicos... era como una tortura.

Luego de un tiempo, y sin darse cuenta de como, comenzó a tomarle gusto al lugar. Quizá se debiese a que estaba estudiando profesorado, más específico, de literatura, pero empezó a ver ese sitio como ningún otro. No solo era su trabajo, era el único lugar en donde podía pensar tranquilamente. Rápidamente, la tarea de tener que ordenar libro por libro se volvió como una terapia para desestresarse y liberarse del nerviosismo que le causaba su situación. En ese momento, a pesar de tener dos hijos hermosos, no podía sentirse el hombre mas feliz del mundo.

Al ver el empeño que ponía, y la manera en que podía manejar ese lugar tan grande como si fuera suyo, su hogar, rápidamente lo ascendieron y le dejaron ser el encargado de esa biblioteca. Tiempo después terminó sus estudios, y rápidamente lo recomendaron para dar clases en esa cara universidad para niños ricos. Pero al darse cuenta lo bien que se manejaba en esa biblioteca, y al ver su gran eficiencia en ese lugar, le ofrecieron ser el encargado de la biblioteca de la UI, una de las mas grandes en toda la ciudad, pero por un sueldo que no ganaría siendo profesor. Obviamente, querían que aceptara, y él, pensando en sus hijos y la mejor vida que podía darles si tenía ese sueldo, aceptó.

Y allí se encontraba, tomando un café y leyendo un libro luego de haber terminado con el trabajo. Faltaba una hora para que su horario terminara.

Escuchó pasos apresurados resonando por todo el lugar, y miró hacia la puerta jueto cuando un rubio de pelo desordenado y con un poco de ojeras enmarcando sus ojos entró, sonriendo al ver al bibliotecario -Hola, profesor. ¿Cómo fue tu día?

Se conocían hacía un año, y rápidamente habían formado una gran amistad. El chico era muy distraído y olvidadizo, pero aún así se esforzaba en los estudios, no como la mayoría de los riquillos que estudiaban allí, que preferían resguardarse tras los apellidos de su familia y los nombres de sus padres. Tyler solía ayudarle a estudiar y a buscar libros para que se le hiciera mas fácil, y luego él volvía feliz a mostrarle las notas que había sacado, aunque siempre tenía grandes ojeras por haber estado toda la noche estudiando -Estoy bien, ¿Y tú?

-Preparándome para los exámenes

-¿Pero no son dentro de un mes?

-Si no estudio ahora, luego me olvidaré -Dijo el rubio, sonriendo un poco avergonzado. -Aunque no estoy aquí por eso... ¿Recuerdas cuando te dije que mi padre quería conocerte? Bueno, él está muy feliz de que alguien me haya ayudado con los estudios, ya que él no está muy presente por el trabajo y eso... Bueno, la cosa es que el sábado él estará en casa, y le gustaría que fueras a cenar allí, ¿Te parece bien?

Ya habían hablado de ese tema, y estaba claro que aceptaría. Aaron era un gran chico, solo que un poco despreocupado. Sabía que al joven le dolía que su padre trabajara tanto y que no compartiera tiempo con él y su hermano de dieciséis años, según lo que le había contado en una de sus tantas charlas. Le gustaría poder hablar con ese hombre para explicarle un poco la situación, aunque estaba seguro de que no le haría mucho caso. La gente de dinero era así.

-Aaron... mañana es sábado.

-¿En serio?, yo pensé que hoy era martes -dijo el rubio, totalmente perdido. Aunque parecía el típico chico deportista, musculoso y egocéntrico de universidad, la verdad era que tenía una actitud bastante... distraída. Aunque, para un joven de su edad, solía ser muy maduro en cuanto a ciertas situaciones de su vida. Cómo me gustaría que en un futuro, mi hijo sea así... pensó. Su hijo era bastante problemático, y si, lo amaba, pero a veces le daban ganas de encerrarlo en su habitación por un mes entero y sin internet (y todos sabemos que los adolescentes no viven sin internet), aunque eso no arreglara nada -...bueno, podemos dejarlo para otro día, si tienes algo que hacer -continuó Aaron.

-Bueno... no tengo nada que hacer, solo tengo que avisarle a mis hijos que no estaré. Tú solo dame la dirección y la hora y yo iré.

-A las siete y media está bien... ah, y puede pasarte a buscar el chofer, si gustas -No le pareció raro que dijese aquello, después de todo, eran de una familia muy adinerada.

-No, no. Yo iré por mi cuenta, tengo que hacer unos mandados antes de eso -mintió. La verdad era que le incomodaba mucho el solo pensar en ser llevado por un chofer en un auto lujoso. No estaba acostumbrado a eso. Siempre fue alguien humilde que vivió con lo justo, no conocía nada de lujos.

-En ese caso, esta es la dirección- tomó una lapicera del escritorio y anotó las referencias en una hoja -Aquí está. Espero que no te pierdas. Si eso sucede, puedes llamarme y te irán a buscar enseguida.

-No soy como tú, Aaron, no me perderé en mi propia ciudad...

-Como digas -El rubio volvió a sonreír. Así como había llegado, tomó su mochila y salió por la puerta, siempre rápido y enérgico -¡Nos vemos el sábado...! digo... ¡Mañana!
-Adiós -Respondió el castaño oscuro, aunque el menor ya había salido por la puerta.

Él no estaba viejo, para nada. Aún era joven, pero a veces envidiaba esa gran energía que tenían los demás. ¿Cómo se podía ser tan feliz? ¿Cómo podía él no serlo, si tenía todo lo que quería y más?

Sabía las razones. Por más que intentara olvidarlo, habían heridas que siempre estaban latentes en su corazón, y que eran imposibles de cerrar. Aún así, a veces no podía evitar preguntarse...

¿Qué era lo que faltaba en su vida?

Notas finales:

Espero que les haya gustado! Espero sus comentarios y opiniones! 


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