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Contra el tiempo por acuariuscorpio

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Notas del capitulo:

Hola a todos, les agradezco a todas las personitas que se han tomado el tiempo de leer esta historia,pero aún más a las chicas que dejaron un review que me motivó a seguir la historia.

No recuerdo el cómo logré llegar a mi cama, ni mucho menos el cómo logré conciliar el sueño, sólo recuerdo que me quedé varios segundos, quizás minutos en el mismo lugar, estático, sosteniendo la carta, mirándola fijamente como si fuera algo aterrador, aunque a decir verdad no estaba lejos de ser cierto. Meneé mi cabeza repetidas veces tratando de alejar aquellos sentimientos de angustia que me producía el “presente”, pero fue en vano, por lo que decidí levantarme con pereza  y ponerme algo para asistir a la facultad.

-Hola, Camus-dijo Aioria después de que entré al salón.

-Hola, Aioria.-contesté sin mucho entusiasmo. Fue todo lo que dije, pues no tenía mucho ánimo como para quedarme a platicar, así que después de responderle fui directo a mi lugar.
Las clases continuaban con cierta monotonía, pues la maestra hablaba bastante, por lo que puse el mínimo de atención.

-Camus, Milo, espérense un momento por favor- escucho decir a la maestra cuando me disponía a salir del aula, veo de reojo a mi compañero y le escucho proferir un improperio en voz baja.-Camus sé que eres nuevo en esta facultad y que tal vez se te dificulte localizar algunos edificios de esta escuela, por eso un alumno mío, Milo, te acompañara a conocer un poco el campus, disculpa sino lo hice antes, pero con tantas cosas que tengo en la cabeza se me olvida-me dirigió una sonrisa- por eso he decidido que en la tarde se dediquen, más que nada tú Camus, a que conozcas más las instalaciones.

Me vi obligado a hacer una sonrisa a medias, pues si bien no me desagradaba del todo conocer más hacer del campus en el que estudio, el “guía” me desagradaba en toda la extensión de la palabra.

-Camina, Camus-lo escucho decirme  después de que habíamos salido del salón. Caminaba rápido, con intención de dejarme, por lo que apuré a mi paso.

-¿Podrías caminar más lento?- dije en voz alta cuando estuve a punto de correr para alcanzarlo.

-No.-se detuvo-no es mi culpa que tú camines tan lento.-volteó su cuerpo a mi dirección-así que camínale.

-No, quizás no tengas la culpa-dirigí mis ojos amenazantes hacia él- pero deberías tener un poco de consideración, no todos caminan rápido.- “que parecen correcaminos”. Completé en mi mente. Calló unos segundos, quizás para pensar en su siguiente “movimiento”, o responderme son sus palabras “hirientes”.

-¿Consideración?-alzó una ceja con cinismo- ¿Es que acaso estás inválido como para no caminar a un paso considerable? Y además…¿No crees que estoy teniendo demasiada consideración el mostrarle las instalaciones a un desconocido, Camus?

-No tendrías que mostrar demasiada consideración si yo supiera dónde se encuentran las instalaciones del campus-dije a manera de contrataque, pues a pesar de que muy en el fondo sabía que él tenía un poco de razón, indirectamente también me había declarado una “guerra” de palabras, sin saber que esa área es mi especialidad.

-Exacto-sonrió con aires de victoria- por fin estamos de acuerdo en algo Camus- dio unos cuantos aplausos que resonaron en toda la extensión de uno de los tantos pasillos del campus-Has dicho “si supieras”, lo cual no sabes, así que me tengo que verme  obligado a tener consideración contigo.

Callé sin saber qué decir, pues Antares me había ganado, la primera persona, quizás me confié mucho a la hora de hablar, o quizás siempre supe que él tenía un poco de razón o sólo tal vez si es bueno con las palabras.

-Camus, te has quedado estático- clavó su mirada sobre mí, una mirada tan fuerte que me vi obligado a salir de mi estado de trance, dejando así mis pensamientos-   ¿O tal vez ya no sabes qué contestar? Al punto de quedarte sin palabras.

-No tiene sentido hablar contigo, Antares-contesté tratando de desviar el tema, por lo que él sólo se encogió de hombros y siguió su camino, por primera vez le di las gracias sin que él me escuchara. Caminamos por el largo pasillo adornado de arcos en los costados, al parecer, el edificio emanaba un poco de antigüedad, afuera se podían observar grandes árboles que con su sombra hacían ver el paisaje más oscuro de lo normal, quizás  para algunas personas les podría parecer este panorama algo “siniestro”, a mí por el contrario se me antojaba recargarme a leer en uno de esos troncos, abrigado  de aquellas sombras, simplemente hermoso.

-¿Es hermoso no crees?-dijo al aire, quizás buscando que alguien le diera la razón.

-Sí-respondí después de dirigirle una rápida mirada a mi interlocutor, pues me había sorprendido su comentario.

-Se antoja descansar en uno de esos árboles, ¿No es así, Camus?

De nuevo asentí, no me atreví a darle una respuesta con palabras, pues me sentía algo conmocionado con el cambio de actitud de Antares, pues ¿Quién se sentiría seguro de entablar una conversación “normal” con una persona con la cual, minutos anteriores habías mantenido una discusión  o peor aún, considerabas tu enemigo? Seguramente que muchos me apoyan; al menos si eres una persona normal, por lo que me fue difícil de entender el como la persona que tengo a unos cuantos metros de mí pueda hablar con tanta naturalidad conmigo, no, estoy seguro que la persona que en estos momentos miro con expectación no es normal.

-Hemos llegado a los comedores-dice al detenerse a una poca distancia de una gran puerta que parece pesar mucho, la empuja suavemente y me permite apreciar lo que hay en su interior, dentro de pueden ver grandes comedores acomodados y limpios, algunos están ocupados por estudiantes, ingreso lentamente sorprendido por la sobriedad del lugar, a pesar de ello no parece aburrido, quizás las pláticas de los estudiantes agregan esa pizca de diversión. Me detengo y recuerdo que no vengo solo, busco con la mirada a Antares y lo encuentro platicando muy animadamente con la cocinera, sonríe y yo no puedo evitar hacer lo mismo, hasta que me doy cuenta de lo que hago y niego repetidas veces.

-Camus, ven.

Levanto de nuevo mi vista a dirección suya y su expresión ha cambiado, me mira quizás con curiosidad mezclada con molestia y me pregunto si quizás me habré visto como un tonto sonriéndole a la nada. Avanzo hasta que me sitúo a su lado.

-Mira, Camus, quiero presentarte a Afrodita-volteo a ver a la antes mencionada y grande es mi sorpresa al ver que es un chico- él va en nuestro salón, quizás ya lo has visto antes, pero también es súper bueno cocinando, por lo que es uno de los encargados de la cocina junto con Ángelo.

-Hola cariño, sí creo que ya nos habíamos visto antes, es un placer saludarte-ríe suavemente- espero que Milo sea una buena persona-se acercó lo suficiente a mi oído- y no trate de propasarse contigo, pues eres muy lindo.-dijo a manera de susurro tratando de que Antares no lo escuchara, para cuando terminó me guiñó un ojo, dejándome sin palabras.- Ah Milo ¿buscas a Ángelo?, por el momento está ocupado cocinando una lasagna y ya vez que la cocina se lo toma muy a pecho, por lo cual te aconsejo esperar.

-Pff, cocina-hizo una mueca- mejor tendré que esperarlo,  ya casi salen ¿no?- Afrodita asintió-entonces esperaré, por mientras dame algo para comer, muero de hambre.

-Tú siempre te estás muriendo de hambre, te traeré lo mismo de siempre- se dirigió de nuevo a mí- cariño, ¿y tú qué pedirás? Hay muchas ensaladas, también hay hamburguesas, o quizás puedo pedir que te preparen tu plato preferido, pide lo que gustes, como eres nuevo lo que pidas corre por mi cuenta.

Dudé en lo que iba a pedir, pues dudaba que lo que yo ansiaba, solté un suspiro y por fin me animé a pedir.

-¿De casualidad no preparan comida francesa aquí?

-Depende de qué comida.

-Quenelle*-solté sin más, pues era y es una de mis comidas favoritas, como me encontraba lejos de mi país natal, y en este país rebosante de calidez  era muy difícil conseguir una comida así. Vi dudar a Afrodita al mismo tiempo que Antares me mostraba una mueca en señal de disgusto, estaba a punto de decir algo cuando Afrodita sonrió comprensivamente.

-Claro que sí, cariño, en un momento te la traigo-sonreí internamente aliviado-¿gustan esperar sentados en uno de los comedores mientras les traigo los platillos?

Antares le sonrió y se dirigió a uno de los tantos comedores sin dirigirme la palabra, me vi obligado a seguirlo, mientras caminaba sentía penetrantes miradas, quizás porque nunca me habían visto o porque sabían que era un chico nuevo, un nerviosismo se apoderó de mí y me vi de nuevo forzado a seguirlo pues involuntariamente me sentía un tanto “protegido” con su presencia.

-¿Por qué has pedido eso?-comentó cuando había llegado a la mesa.

-Si te refieres a la comida, es solo porque me gusta.

-ah…

No dije más, pues no tenía caso, así que nos sumergimos en un incómodo silencio, hasta que por fin Afrodita trajo los platillos hasta nuestros lugares.

-Milo, una hamburguesa como siempre, cariño, aquí tienes tu plato, me costó algo de trabajo hacerlo, pero he cumplido-sonrió de nuevo-yo ya he terminado mi trabajo, pero Ángelo no quiere salir con la ropa que trae, así que en estos momentos se está cambiando-dijo mientras se quitaba el sombrero y se soltaba el cabello, dejando ver así su largo cabello ondulado de un tono azul celeste.-uff…se siente tan bien sin el sombrero, ahora sí puedo respirar.-dijo al momento de sentarse a un lado mío.

Afrodita y el chico rubio empezaron a platicar de cosas que yo no entendía en lo más mínimo, hubo momentos en los que el peliceleste me preguntaba algo y yo sólo me limitaba a contestar lo que quería saber,  a decir verdad nunca fui bueno para hacer amigos, suspiré y fijé mi vista a un lado donde alcancé a visualizar a un chico con el mismo traje de chef que Afrodita, traía su gorro a la altura del antebrazo, en el contrario traía lo que parecía ser un cambio de ropa y se dirigía hacia nosotros con cara de pocos amigos.

-¡Afrodita!-gritó y le dirigió una mirada fulminadora-¡¿Se puede saber por qué mi ropa está manchada de salsa?!-dijo al momento de mostrar su ropa, efectivamente manchada de salsa, Afrodita agachó la mirada dejando que su cabello cubriera las risas que amenazaban escapar de su boca, después volvió a mirar al chico y le dirigió una mirada enojada.

- “Hola, ¿Cómo estás? Yo bien y ¿tú?, oh ¿y ese milagro que Milo está aquí?”-dijo al momento que se levantaba de la mesa y recriminaba al chico de cabello corto su falta de educación- y ahh se me olvidaba, “Mi nombre es Ángelo, mucho gusto”-Ángelo se quedó estático, quizás temiendo que el peliceleste lo golpeara en grado caso si replicaba- Maldición Ángelo, cómo es posible que se te olviden los modales.

-Perdón, Dita, yo-emitió un suspiro- lo siento, pero ya sabes que en público no me gusta que me llames así.-dijo al punto de sonrojarse.

-Cómo si te hubieras portado tan bien.-Volteó a verme y me dijo-Camus, te presento a Ángelo, aunque le gusta que le digan Death Mask-se acercó a mi oído sutilmente-odia que le digan Ángelo-dijo en un susurro y río un poco.

En los minutos siguientes Antares y yo nos dedicamos a comer nuestros alimentos, mientras Dita y Death se dedicaron a disculparse, más que nada Death.

-¿Chicos, no les gustaría dar una vuelta?-dijo Afrodita cuando por fin habíamos terminado nuestros alimentos.

-Lo siento Dita, pero tengo que terminar de mostrarle la facultad a Camus.

-Mmm…qué fastidio tener que recorrerla-suspiró-pero ni modo Camus, tienes que saber las instalaciones de aquí y más porque el campus se caracteriza por tener muchos pasillos, en fin.

Lo único que pude hacer fue asentir antes de que Afrodita se llevara a Antares a decirle quién sabe qué, que a juzgar por las expresiones de él, podría asegurar que no era nada bueno lo que le estaba diciendo.

-Vámonos-dijo cuando por fin Dita lo hubo soltado.

-Bueno cariño, el deber te llama, nos vemos luego, chao

-Adiós Afrodita y Death- dije mientras se alejaban de nosotros. Volví mi vista hacia el sujeto que me acompañaba y que estaba a unos metros alejado de mí, suspiré de nuevo y me vi de nuevo obligado a seguirle. Salimos de la “cooperativa” y nos dirigimos por otro pasillo iluminado con poca luz, nos situamos en frente de otra puerta igual de grande que la anterior, Antares la empujó con un poco de fuerza y pude ver su contenido, mentiría si dijera que no quedé sumamente maravillado de lo que vi, había libros por todos lados, acomodados en estantes que podrían triplicarme la estatura, de distintos colores y tamaños, parecía una biblioteca sacada de los libros que leía de niño, la habitación en sí podría ser del tamaño de cuatro casas promedio, pero eso no me importó, ahora sólo veía el momento en el cuál empezar a leer.

-¿Cómo…?-sólo alcancé decir torpemente, después de salir de mi sorpresa.

-¿Cómo qué?

-¿Cómo puede haber algo como esto?, no mejor dicho ¿Cuántas bibliotecas tiene este campus?

-sólo dos, la mayor es esta que estás viendo y hay otra al lado de nuestro salón, pero al parecer ya conoces la otra-me miró fijamente- entonces nuestro viaje ha terminado, ya conoces la cocina principal, en donde los estudiantes desayunan comúnmente y también las dos bibliotecas, lo demás son jardines y salones, pero eso lo conocerás por ti mismo o con la ayuda de Aioria, mi trabajo aquí ha terminado.

-Ajá-contesté dándole entender que estaba de acuerdo, estaba por escoger un libro cuando Antares apretó los puños y soltó una maldición baja.

-Vámonos, Camus.

-¿Eh?-contesté sin entender lo que me estaba diciendo.

-Que nos vamos, ¿Eres tonto o te haces?-dijo al momento que se acercaba y me tomaba de la mano, jalándome hacia la salida.

-No, yo no iré contigo, ya no es necesario, me sé el camino-contesté al tiempo que trataba de soltarme.

-Mira Camus, no es que me importes o intereses, pero he hecho una promesa, así que aguántate como yo, mañana podrás venir y regocijarte con tus malditos libros.

Me sentí ofendido por lo que me dijo, pero inesperadamente me vino la mente la carta del asesino, estaba oscureciendo, pues eran cerca de las ocho, casi la misma hora del asesinato, me entraron unos escalofríos y decidí que era una buena opción en que el chico que tenía a mi lado me acompañara, pues no quería sufrir un ataque de pánico en media calle, así que sólo asentí y comencé a seguirlo…de nuevo. Tardamos cerca de media hora en llegar a mi casa y la despedida fue la misma que la última vez, un movimiento de manos  y adiós. Entré a mi casa cansado, pues no había dormido en la tarde, me recosté unos minutos en la cama, para cuando desperté ya había pasado una hora, fui directo a la puerta, pues necesita cerrarla con llave, últimamente me sentía con miedo, sin embargo  al llegar a mi destino me paralicé, ahí estaba de nuevo, un sobre color azul sellado delicadamente esperando a ser abierto.

Notas finales:

Gracias por llegar hasta aquí:3

*Quenelle:aspecto similar a una croqueta o una albóndiga de forma cilíndrica u ovalada. Se hacen con una pasta de sémola de trigo o harina mezclada con mantequilla, huevos y leche o agua a la que se añade bien algún tipo de carne desmenuzada de pescado, ternera, ave, cangrejo de río o bien tuétano. Aunque también puede ir acompañada de una pequeña ensalada.


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