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¿Cómo Pagarte? por Tseje

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Notas del fanfic:

Dia 1 de los 14 Dias de Rockola KagaKuro

Espero sea de su agrado 

Dedicado a todos los chicos del grupo y a todo amante de la pareja

¿Cómo pagarte?

La lluvia, aunque poca, no parecía querer dar tregua.  Golpeaba incesantemente contra el cristal, mientras sus claros ojos seguían su trayecto sobre la transparente superficie.

“El cielo también llora” pensó “llora tanto como yo”

-Kuroko-kun- un llamado suave y tranquilo lo obligó a alejar la mirada del espectáculo exterior y fijarla en la bandeja de comida que, hábilmente, la enfermera colocaba sobre el soporte de la cama. Se veía exquisita; sin embargo, en cuanto la chica se retiró, la alejo lo más lejos que pudo de su persona.  

No importaba que tan apetitosa luciera, ni siquiera que fueran sus platillos favoritos; él no tenía ninguna intensión de probar bocado.

“Debes comer” solía regañarlo el medico “¿Cómo piensas recuperarte?” seguía, como si al pequeño paciente realmente le importara.

Antes, habría hecho hasta lo imposible e impensable por salir adelante y dejar el hospital pero, ahora, poco le importaba.

Tanto busque, ¿Cuánto encontré? Tanto perdí ¿Cuánto gane?

Tantos amores y desamores no hicieron bien

Dejándome el alma vacía

Dicen que en momentos dolorosos y difíciles es cuando conoces a tus verdaderos amigos; entonces, estaba claro que él no tenía ninguno. Desde el momento en que lo hospitalizaron, podía contar con los dedos de una mano las veces en que sus “amigos” habían pasado a visitarlo.

Y pensar que llego a amarlos… No había nada en lo que no los apoyara, nunca los dejaba solos.

Y pensar que llegó a sufrir por ellos… y a llorar por ellos.

Pero no los odiaba. Pues albergar ese tipo de sentimientos por personas como esas significaba que aún le importaban, que aun sentía algo por ellos.

Y no, no valía la pena.  Entonces ¿Qué hacia allí?  Sintiendo el viento colarse por el más minúsculo de los poros de su piel hasta sus huesos.

¿Qué hacía agarrado a la baranda? ¿Qué hacía mirando al vacío?

-Terminar con todo- declaro, como si el viento le estuviera pidiendo explicaciones.

-¿Y no sería mejor empezar?-

 

Llegas a mí, para sanarme para enseñarme como vivir

Quitas mis miedos, solo te importa hacerme feliz

Como nunca nadie lo hacía

Escucho los suaves golpes en la puerta y, en automático, una sonrisa apareció en su rostro.  Dejó el libro que estaba leyendo en la mesita de noche al tiempo que un “adelante” salía de sus labios.

-Yo, Kuroko- saludó el pelirrojo recién llegado, con su habitual sonrisa- ¿Cómo estás?-

-Eso debería preguntarlo yo- respondió- pero veo que te han quitado el yeso- termino mirando hacia abajo, donde hacía solo dos días el chico aún tenía una enorme masa blanca. Ahora, en cambio,  lucía un simple vendaje- Imagino que te darán el alta pronto- continuó, con un tono de voz decaído que no paso desapercibido por el mayor.

-Siempre puedo volver a rompérmela-

-¿Por qué…?- empezó el menor, un poco asustado por la seriedad de sus palabras. Conocedor (un poco) de lo loco que podía ser.

-O puedo venir a visitarte- terminó, como si Kuroko no hubiera dicho nada

-¿Por qué harías eso?- preguntó, con la cabeza gacha tratando de ocultar su sonrojo- Solo somos conocidos de hospital-

-Me gustas- contestó, mirándolo con fuego en la mirada- No sé qué te habrá pasado, pero estoy dispuesto a pelear con esos fantasmas… aunque me cueste toda la vida-

¿Cómo he de pagarte por tanto amarme?

-¿Tanto así te gusto?- preguntó Kuroko, atreviéndose a levantar la mirada y enfrentarse a esos ojos que, aunque no quisiera admitir, lo derretían de una forma que nunca había sentido.

-Tanto así- respondió sin bajar la mirada- ¿Tienes un problema con ello?-

-Eres un idiota, Kagami-kun- sonrió, mientras con torpeza tomaba su mano y lo hacía acercarse a su lado. Permitiéndole acercarse y juntar sus labios, en un roce que envió un impulso eléctrico por todo su cuerpo, hasta las puntas de sus dedos entrelazados.

Tanta bondad, cuanta verdad

Tantos abrazos fueron mi paz

Pintas el cielo, eres el tiempo, la tempestad que vino a cambiar mi sequia

Kagami fue dado de alta, y aun así cada día lograba conseguir una hora (como mínimo) para pasarla a su lado. Un día, incluso, había llegado con un celular nuevo para él con una sonrisa y murmurando un “Para saber cómo estas”

Y desde ese momento no había noche en que no recibiera un mensaje para desearle dulces sueños, ni mañana en que no se desearan un buen día.

Entre fotos y conversaciones, Kuroko lograba conocer un poco más de la vida del chico.

Aprendió que, como él, amaba el básquet; que su entrenadora era una mujer pequeña que tenía una fuerza descomunal y el carácter de un demonio. “Nadie quiere hacerla enojar” comentó en una de sus incontables platicas.

Aprendió que le encantaba cocinar y que, dicho sea de paso, podía comer lo de un ejército entero.

Aprendió que no tenía ni un poco de tacto, y carecía completamente de sentido común. Entraba y salía del hospital y de su cuarto como si fuera su casa. Que armaba un escándalo cada vez que no lo encontraba (aunque lo hubieran llevado a hacerse algún análisis).

Aprendió que se emocionaba de tal manera antes de un partido, que no era capaz de dormir en toda la noche y, por consiguiente, él tampoco podía dormir.     

Y también, entendió que amaba la comida que cocinaba, que amaba el olor que desprendía cada vez que lo abrazaba, que no le molestaba (en lo más mínimo) tenerlo al lado todo sudado después de su entrenamiento.

Entendió que no le afectaba, ni perturbaba, de ningún modo que Kagami lo mantuviera despierto días seguidos, que lo obligara a ver partidos de practica completos y a llamarle todos los días.

Aunque, al principio, todo era nuevo y le causaba un poco de malestar. No tardó nada en entender lo importante que era para el pelirrojo.

Ese chico llegó para transformar su vida, y de verdad se lo agradecía.  

Perdón, quisiera bajar las estrellas para regalarte una de ellas

Que brille en tus noches y amaneceres.

Perdón no sé si me alcance la vida para siempre ser el calor que calme tus manos frías

Y siempre cuidar tu sonrisa

Era un egoísta, lo sabía. Pero no quería, ni podía, renunciar  a la luz que había entrado a su vida.

Siempre sumergido en la oscuridad, conociendo solo retazos de luminosidad que se colaban de la vida de otros, pero terminando en un abismo aún más oscuro que antes.

Seis meses habían pasado desde que se habían conocido, cuando por fin le dieron el alta- con cuidados especiales, obviamente-  y sin saber, exactamente como ni a donde iría a vivir. Durante casi un año el hospital había sido el único lugar al que había pertenecido.  Se sentía como un barco al que dejan a merced de las olas y del arrastre del viento. A la deriva.

Pero, Kagami de nuevo lo sorprendió.

Esperándolo fuera del edificio y llevándolo hasta el “modesto” apartamento que su padre le había regalado al cumplir los 16.

Taiga era así. Con una bondad mayor que las estrellas, con infinitos e ínfimos detalles que lo sorprendían y lo hacían enamorarse aún más de su persona.

Incluso logro que lo admitieran en su instituto, después de pasar el examen de admisión. Le presento a sus amigos, lo hizo parte de su vida de una forma tan natural que Kuroko llegó a pensar que esa era su verdadera vida.

Pero, a pesar de la felicidad que lo rodeaba, aun manchas oscuras se mantenían en su camino.

Por más que lo intentara, no podía olvidar que estaba enfermo y que, quizá, no viviría tanto tiempo como Taiga soñaba.

Si, era un egoísta.  

El año juntos paso sin siquiera notarlo, como si el tiempo se detuviera en aquellas cuatro paredes que compartían.  Muchas veces, Kuroko había descubierto a Kagami observándolo; cuando dormía, mientras almorzaba, mientras guardaba los balones de la práctica o le llevaba el almuerzo.  Sonriendo siempre.

Pero, esa noche, al despertar lo encontró viéndolo y llorando.

Llorando como si la vida se le estuviera esfumando del cuerpo, como si el alma se le hubiera roto.

-Kagami-kun…- susurró en su oído, mientras con sus pequeños brazos abarcaba todo el ancho de su pareja. Enterró su cara en su espalda y dejó que las lágrimas mojaran su pijama- Perdóname… yo… No sé qué hacer-

-No, perdóname tú- contesto, sujetando las manos que descansaban en su estómago; frías como si las hubiera mantenido en el chorro de agua helada- Tu… no tienes que hacer nada-

-Pero…- comenzó pero Kagami, mucho más fuerte que él, logró llevarlo hacia el frente. Abrazándolo, de tal manera que su cabeza se lograra recargar en su pecho

-Con que estés conmigo me basta… Un mes, un año o diez. Estoy feliz de haberte conocido.  Y no cambiaría nuestro encuentro por nada del mundo- término, con la voz cargada de tal seguridad que, pronto, Kuroko se vio contagiado y también lo creyó.

Sin importar si pasaban  1 dia, una semana o 50 años, ambos iban a disfrutar juntos cada minuto que la vida les regalara. 

Y siempre cuidar tu sonrisa

Notas finales:

Si llegaron hasta aqui, Muchas Gracias!!

Este Fic conmemora el inicio de los 14 dias para San Valentin. 

Aunque algunos dias no se publicara ninguno, espero disfruten de los Fics que se suban en estas fechas.

Nos leeemos pronto!!

Para el Grupo: Kagakuro Is Love

-Tseje-  


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