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¿Y si hubiera...? por Tseje

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Notas del fanfic:

Ni la cancion ni los personajes me pertenecen, son de sus respectivos autores.

https://www.youtube.com/results?search_query=el+hubiera+no+existe+carlos+rivera

Les recomiendo escucharla mientras leen.

Ya sabran en que momento...

Las nubes grises cubrían el cielo, impidiendo el paso de los rayos del sol.  A la distancia, se respiraba el olor de la lluvia.

“Amenaza de tormenta” rezaban por todas partes las bocas de las personas que, enfundadas en sus ropas más abrigadoras y sombrillas en mano, recorrían la avenida principal de aquel pequeño pueblo.

Entre todas esas personas, un grupillo llamaba la atención. No solo por sus extravagantes cabelleras (Celeste, rosa y amarillo) sino también por las costosas ropas que portaban. Kimonos de seda con bordado de plata y oro.

A la distancia, se escuchó  el inconfundible sonido que avisaba de la llegada del ejército: “El regreso a casa de los héroes” vociferaban los vigilantes de las entradas mientras, de todas direcciones, casas y tiendas los pobladores salían para vitorear, para recibir a sus familiares.  La alegría emanaba de las primeras filas, los niños saltaban y corrían tratando de alcanzar a los caballos, para recibir una mirada, incluso una sonrisa, de parte de esos héroes. De esas personas a las que ansiaban parecerse.

-Aominecchi!!- grito el rubio, corriendo en dirección a un joven moreno ataviado con las vestimentas de general. Sin importarle el decoro y el estar frente a varias y chismosas miradas se le lanzo encima.

-Cálmate, Kise… Maldición, te he dicho que no te cuelgues así-

-Dai-chan!!- Momoi imito al chico, con mucho menos efusividad que el primero, pero con la misma alegría- No puedes culpar a Ki-chan por preocuparse-

-Sí, si- dijo, con un casi invisible, sonrojo en sus mejillas

-Aomine-kun- saludo el tercer chico, de cabello celeste y ojos a juego, con la mirada ausente, sin brillo.

-Tetsu… -

-Mo~ Tetsu-kun- reprocho la pelirrosa con un puchero que, a ojos ajenos, parecería tierno y mono pero a los tres chicos, al menos de momento, les pareció totalmente fuera de lugar.  Pero claro, nadie podía juzgar a la chica que no conocía nada del asunto- Deberías de alegrarte que tu amigo regreso sano y salvo… y a tiempo para la boda-

Ah, claro… Se casaba en unas cuantas horas.

La boda de Tetsuya Kuroko y Satsuki Momoi era, entre muchas cosas, uno de los sucesos más mencionados en todo el lugar. No era de todos los días que familias tan influyentes  se lograran unir.

-Satsuki, deja de dar la lata con eso de la boda- Aomine salió en defensa del menor, al ver que el chico ni siquiera tenía intensión de responder y que eso, seguramente, molestaría aún más a la chica.

Mientras tanto Kise como Aomine trataban de calmar a la pequeña chica, a lo lejos, se escuchó un grito que desgarró el aire y cortó algo en su interior. Detrás de la caravana de soldados venia, tirada por un par de negros caballos, una enorme carroza. Traía cargando los cuerpos de aquellos que, pese a todo, no salieron del campo de batalla.

Y es que la guerra era así, “O regresas de pie, a lomo de un caballo o regresas con los pies por delante” era una de las frases favoritas de Aomine.

-Me voy yendo- murmuro suave con la mirada clavada en el suelo. Retirándose sin decir una sola palabra más, sin preocuparse por despedirse. Mientras el llanto llegaba hasta sus oídos y le calaba más fuerte que el frio aire que golpeaba su cuerpo. 

-Mo~… ¿Qué le pasa? Es grosero dejar a su futura esposa aquí sola, al menos podría llevarme a casa-

-Déjalo ya, Momocchi- Respondió Kise, más serio que de costumbre- Hay cosas que es mejor que no sepas de Kurokocchi- terminó, con la vista clavada en la pequeña espalda encorvada que caminaba con pasos apresurados, tratando de alejarse.

Quería correr, volar… lo que fuera para poder alejarse de aquel espectáculo que le destrozaba el corazón. Para evitar que las lágrimas se desbordaran, para evitar preguntas incomodas que –seguramente- Momoi le haría al verlas.

Hubiera preferido perder en batalla

A mi alma, que perderte a ti

Te hubiera regalado mi fracción de aire

Y, aunque es tarde, respirar por ti.

Ya lejos, pero sin llegar a casa, el peliceleste lloraba.

¿Cuántas veces? ¿Cuántas veces había deseado que desapareciera de su vida? ¿Cuántas veces había ansiado que le llevaran lejos para olvidarlo, para volver a su vida normal?

Y, ahora, ahí estaba. Llorando su ausencia.

-Deberías dejar el ejército- le había dicho, como muchas otras veces, mientras, en la privacidad y resguardo de su cuarto, se recargaba su espalda contra su cálido pecho.

-Solo un poco más- respondió como tantas otras veces- Solo un poco, y ya nada nos impedirá estar juntos-

-Si ya estamos juntos- susurró con un puchero, buscando su gran mano y entrelazando sus dedos. Bajo la luz de la luna, piel pálida contra piel morena se fundían.

-Pero yo quiero que TODOS lo sepan, tonto- le había respondido al oído, en un susurro suave y cargado de sensualidad.

-Estúpido, Bakagami- sollozaba, con la espalda recargada en el tronco de un árbol.

El bosque, frio y húmedo, se extendía por todo el rededor del pueblo. Crecía sobre las montañas, una barrera natural contra los enemigos.

Un lugar al que lo niños encantaba por sus incontables historias y relatos, donde miles de leyendas habían surgido. Recordaba cuando, de niño, había sido arrastrado por Aomine a su interior y se habían perdido.

Ahora, años después, todavía era propenso a perderse entre la espesa maleza pero, en este caso, sus pies sabían exactamente la dirección que debían tomar. Un camino que, a base de recorrerlo, ya se había aprendido de memoria.

Si hubiera dicho todo y sin guardarme nada

Me asustaba no decirlo bien

Si hubiera la manera de cambiarlo todo

O algún modo de volar al ayer

Era la parte más peligrosa del bosque, porque un paso en falso te podría llevar al fondo del acantilado, y no habría poder divino que te salvara de la muerte. Y por eso mismo es que no existía lugar más seguro y solitario para colocar su tumba.

En aquel lugar al que, a pesar del miedo, le había permitido guiarlo; donde se veían sin las miradas de los demás y a sus cuchicheos insulsos. El lugar que había sido testigo de tantos besos, de tantas caricias y tantas palabras de amor.

Ahora, solo un pedazo de piedra era prueba de la existencia de aquella persona, del ser que duramente se había ganado su confianza y su amor. Kagami no tenía familia y, por regla, era imposible que se le enterrara en el cementerio. Y por más que hubiera deseado darle un espacio digno, porque se lo merecía, el mundo en el que estaba sumergido se lo impedía.

Si en aquel momento, le hubiera dicho que no se fuera. Si antes le hubiera tomado la palabra, sujetado su mano y corrido lejos, donde nadie los conociera… quizá no estaría llorando, no estaría sufriendo…

No estaría cayendo en aquel abismo de desesperación.

 

Pero no, no existe

El hubiera no existe, solo queda la continuación

Y aunque me arrepienta no hay boleto de vuelta

Para ir a pedirte perdón

La lluvia continuaba a intervalos y él seguía allí.

De pie, mojado y frio. Con la mirada perdida, perdido en sus pensamientos. Hundido en los recuerdos.

Y, a pesar de lo solo y vacío que se sentía, las lágrimas ya no salían.

-Mañana me caso, Kagami-kun- informó con la voz seca, escupiendo cada palabra como si le quemaran- Con alguien… que no eres tu-

Te hubiera dado abrazos mucho más eternos

Sin movernos, solo imaginar

Si no hubiera olvidado cuanto es que te amaba

No pensaba ya no verte más

Se arrepentía, mil y un veces se maldecía.

De no haber aprovechado cada momento, de no haberle abrazado ni besado más. De no haberse dejado devorar por su ferocidad, ni por su luz. Por desperdiciar sus sonrisas.

Se arrepentía por haberle deseado la muerte más de una vez. En aquel tiempo en que no era capaz de entender su sentir por el pelirrojo. En el tiempo en que Kagami no era más que un estorbo en su perfecta vida. “¿Perfecta?”

“-Mi vida solo fue perfecta cuando te conocí… cuando te deje entrar y tú, como buen soldado, te arraigaste en mi interior de tal modo que nunca podré sacarte de mí”

Pero…El hubiera no existe.

Solo queda… ¿la continuación? Pero, ¿Qué continuación?

“Sin ti, Kagami-kun… Esta historia no puede seguir… Yo no quiero seguir”

La sangre resbalaba por su cuello, se mezclaba con la ropa, teñía la plata y el oro de carmín. Mientras se hundía, en un abismo de oscuridad deseoso solo de una cosa… de volver a escuchar su nombre salir de sus labios.

 

 

 

-Kuroko…-

Se sentía como si estuviera saliendo de las profundidades del océano, la cabeza le pesaba y le dolía.

-Kuroko- volvió a escuchar, ahora abriendo los ojos pero teniendo que volverlos a cerrar con fuerza ante la intensa luz que lo recibió.

-¿Dónde estoy?- alcanzó a preguntar. Recordaba la sangre, la sensación de caer al vacío…

-¿Cómo que donde estás?- escuchó la voz molesta, y sintió un golpe sobre su cabeza- En la escuela, es obvio… Y no te duermas, tenemos entrenamiento-

¿Entrenamiento? Entonces abrió los ojos, y fue consciente de su alrededor. Embelesándose con la magnífica visión de su compañero a su lado, mientras terminaba de colocar sus cosas en la mochila.

-Pero me parece tan injusto- seguía parloteando el pelirrojo, como si no sintiera la mirada celeste que parecía querer desvestirlo- Que puedas dormirte en clases y nadie te diga nada… yo me duermo y… ¿Kuroko?- sorprendido miro al chico fantasma, por cuyas mejillas se resbalaban unas silenciosas lagrimas- ¿Estas bien?- preguntó preocupado.

-Estoy bien- respondió, manteniendo su mirada fija en el rostro angustiado que lo miraba como si no pudiera creerle- Estoy muy bien, Kagami-kun-

-¡¡No te pongas a llorar!!- exclamó generando que varias miradas voltearan en su dirección.- ¿Qué te pasa?-

-Estoy feliz de que estés aquí, Kagami-kun- contesto, sonriendo de tal modo que, a los ojos del tigre, parecía un ángel.

-Es obvio que estoy aquí… No pienso dejarte, al menos hasta ser los mejores-

-Claro…. Los mejores-

-Bueno- parándose, en un vano intento de ocultar su visible sonrojo- Vámonos o la entrenadora nos matara-

-Te matara a ti, Kagami-kun… Yo nunca tengo la culpa-

-Si serás…- comenzó a refunfuñar a gruñir el tigre, como cada día cuando se veían “obligados” a recorrer juntos el camino al gimnasio.

Sí, todo había sido un sueño

“Debo dejar de leer las novelas samuráis de Hyuuga-senpai” pensó dejando salir un suspiro.

-Kagami-kun- llamó, recordando algo, justo antes de llegar a su destino. Acorto la distancia entre ambos cuerpos y, sin darle tiempo a reacción alguna, rozo sus labios con los propios. Sintió una corriente recorrer el camino desde el punto de contacto hasta las puntas de sus dedos que descansaban, no cómodamente, en la nuca del contrario.- Te amo- susurro contra sus labios, separándose y posicionando los talones en el suelo.

Contento por la mudes de Kagami, y más que feliz por el sonrojo que adornaba su rostro y lo hacía ver demasiado adorable.

Porque fuera un sueño o no, una cosa era segura...

El hubiera no existe

Notas finales:

Si llegaron hasta aqui se los agradezco mucho!!(Y agradeceriamos más si dejaran un review)

Es la primera vez que escribo este genero, y la primera vez que mató a algun personaje.

Asi que espero no haya cometido tantos errores, y si es asi les agradeceria que me lo comentaran, para mejorar. 

 

Nos estamos leyendo y continuen disfrutando del esta Rockola.

 


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