Tic, Tac, Tic, Tac, CAPITULO II
Sigo aquí.
La humedad se podía sentir en el aire, a pesar de que se podían escuchar las gotas de lluvia cayendo en el suelo, su frescura no llegaba a la habitación, aquel sentimiento reconfortante que trae paz y se lleva a rastras la amargura, no obstante eso puede variar dependiendo de la persona, para algunas, el simple hecho de ver el cielo nublado ya es una causa de tristeza, mientras que para otros es un aire de alivio y tranquilidad, para Allen, ninguna de las dos era el caso, pues toda su vida la había pasado en ese lugar, sin poder apreciar un pasto húmedo o un día soleado.
Su cansancio no desaparecía sólo con dormir, siempre se preguntaba si algún día podría sentirse completamente en forma, no sentir su cuerpo con peso de muerto, y su mente fresca, sin agotamiento o depresión, sin embargo, cuando lograba aliviar un poco de su estrés acumulado, siempre sucedía, tarde o temprano alguien turbaba su pequeña y fugaz paz, extrayéndolo a rastras y llevándolo a un vacío de dolor.
***
Dejando atrás la casa iluminada con péquelas luces tenues, se adentraba en el bosque sin temor alguno, no parecía importarle perderse en la gigantesca oscuridad, completamente ajeno a su alrededor tarareaba una canción desconocida, sus pies daban pequeños saltitos a medida que avanzaba, el pequeño albino parecía seguir a alguien invisible para el ojo humano normal.
-¿A dónde vamos? –Preguntaba sonriendo, emocionado como si de una excursión se tratase.
-Bueno, me dijiste que querías explorar el mundo, bueno, si no haces al menos esto, no podrás explorar ni tu casa. –Dice el pelirrojo, mientras sujeta suavemente la pálida mano del pequeño.
-Dime hermano, ¿Por qué no puedo hablarte cuando madre, o padre, o los demás están cerca? –Pregunta Allen, mientras recoge una de las ramas del suelo para jugar con ella mientras avanzan en la oscuridad.
-Eso es… Ellos, ya no me pueden ver. –Dice con tono triste y desgarrador en su voz, pero sin dejar el ritmo de sus pasos.
-¿No te pueden ver? ¿Fue por mi culpa? –Ladeando la cabeza cuestiona al adolescente frente a él, quien se detiene en seco, se agacha a la altura del infante y posa su mano en la cabeza de éste.
-¿Por qué dices algo tan terrible? –Pregunta suavemente, con una cálida sonrisa en los labios.
-He escuchado a madre decirlo, que yo fui el culpable de que mi hermano Jake ya no esté. –Rompiéndose la voz en dos, el infante posa sus manos en sendos ojos, limpiando las lágrimas diminutas de su lagrimal.
-¿Pero, es que acaso no estoy aquí? Puede que ellos ya no me vean Allen, pero siempre estaré aquí contigo, para protegerte y cuidarte. –Acariciando cariñosamente la cabeza del menor, se volvía a poner en marcha a la pequeña aventura que deseaba mostrarle a su hermano menor.
***
Uno de los enfermeros había entrado a la habitación, para preparar al albino para su tratamiento, el adolescente parecía agobiado, e intentaba luchar en contra de las correas de la camilla, nulos esfuerzos, pues su energía había sido drenada completamente por su visitante la noche anterior, no presentaba ningún obstáculo para ellos el que se resistiera con tan poca fuerza, así que lo llevaron hasta una habitación más allá de la de él, aquella habitación que se había vuelto la de sus pesadillas, aquella habitación que detestaba con el alma.
Su cuerpo fue trasladado hacia otra camilla, ésta era de metal frio, sus cinturones de seguridad eran aun peores que los anteriores, su rostro obligatoriamente miraba hacia el techo, y la brillante luz de una maquina arriba de él, hacia molestia en sus retinas, obligándolo a cerrar los ojos, su respiración era agitada y su nerviosismo era extremo.
Pese a conocer lo que le esperaba, el solo hecho de imaginar y de sentir nuevamente el dolor causado por sus “terapias” era aterrador, así era, tenía miedo, ganas de llorar, ganas de apoyarse en alguien, pero era imposible, estaba completamente solo, en su miseria y dolor, nadie lo acompañaba salvo de su hermano mayor y aquellos niños que se había topado por casualidad, sin embargo no podía sentirlos, no podía decir que en verdad estuvieran allí, pero, si no lo estuvieran, su poca cordura sería historia.
***
-¡Hermano! ¡Hermano! ¡Mira esto! –Decía el pequeño albino, llamando eufóricamente a su hermano mayor, quien al verlo, un susto de muerte lo estremeció, y sus piernas gritaron fuertemente a su cerebro, para fueran al rescate del pequeño y delicado albino.
-¡No! –Allen estaba caminando felizmente por una de las calles de la ciudad, ajeno al peligro que corría, pues un automóvil a toda velocidad se aproximaba al pequeño infante.
Hasta escuchar el sonido muy cerca de él, fue que el niño se percató de lo que ocurría a su alrededor, y al ver aquellas luces centellantes su cuerpo se paralizó, deteniendo toda acción motriz, mientras que el pelirrojo corría a su rescate, empujándolo fuera del alcance de aquella maquina, en ese instante, el cuerpo del pelirrojo colapso fuertemente contra el vehículo, perforando profundamente su abdomen y cráneo, dejándolo completamente inmóvil, arrebatándole la vida en un instante.
Sin embargo, Allen era tan pequeño que apenas y es capaz de recordar lo sucedido, por esa razón no sabe con seguridad si había sido culpa de él o no, aunque eso no representa ninguna molestia para Jake, pues para él, jamás culparía a su lindo hermano menor.
***
Murmullos incomprensibles se adentraban en su cabeza, el miedo impedía todo razonamiento, sus músculos estaban completamente tensados, y sentía como el sonido de un motor encendiéndose perturbaba sus oídos, un sonido zúmbante llegaba a él con una velocidad increíble, hasta que sintió el comienzo de un torbellino sin fin de dolor.
Su espalda se arqueo hacia arriba, mientras su mandíbula se cayó fuertemente hacia abajo, fuertes cargas de electricidad recorrían su cuerpo, rompiendo sus músculos, haciéndolo ver blanco bajo sus parpados cerrados fuertemente, Allen gritaba de dolor, internamente, pues debido a la descarga eléctrica su voz se había cortado, lagrimas salían por el costado de sus ojos, y un fuerte sentimiento de desesperación invadía su ser, deseando morirse ahí mismo, cortar todo dolor y angustia.