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Sky made of sapphires por Erzebet-sama

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Notas del fanfic:

Hola todo el mundo! He venido hoy a participar en el Evento del grupo AoKiLovers~ con el día #24 que le correspondia a una cancion de OLDCODEX, de nombre "Aching Horns". En realidad, se me hizo un poco complicado entender la canción (no habia lyrics en ingles, mucho menos en español) cuando pude entenderla, me costo trabajo tener inspiración (venga que tenia 23 días para crearla y en verdad me demore casi 17 días) Es el one-shot más largo que he hecho y sinceramente ha valido tanto esfuerzo, pues el AoKi es mi OTP de todas mis OTPs (?)

Espero que les guste tanto como a mi.

Advertencia:

- Este fic es [AU] ambientado en el antiguo Japón, epoca Taisho, puede que tenga algunos errores con el ambiente y me disculpo de antemano.

- Puede que contenga Ooc por parte de Kise, pero lo tenia que adecuar a la época, me disculpo de antemano también por ello.

-"lalalala"- son los pensamientos de Kise

Sin más dilación, espero que disfruten la lectura.

"Este fic es parte del "Mes AoKi: Segunda Edición" organizada por el grupo AoKiLovers~. La canción "Aching Horns" pertenece a OLDCODEX

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Sky made of sapphires

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Mi historia comienza con darme cuenta de que al ser el último de los 5 hijos que tuvo mi padre,  no era lógico que siguiera pensando que no me casaría como ellos, fui iluso y lo admito. Era el último hijo que aún estaba en esta casa y era lo más correcto que mi padre apurara todos sus esfuerzos en ya casarme. Aunque yo no quisiera ello.

Mi padre es un renombrado maestro de samurái, además es  mano derecha del Señor Feudal, y por azares de los dioses, sin ningún heredero varón (pues solo fuimos 3 mujeres y 2 donceles),  por ello busco entre sus discípulos uno que le llenara de expectativas. Y lo consiguió.

Fue una ceremonia formal, fui participe de ella donde el jovencillo (que tenía tan solo 16 años,un año más que yo) era puesto bajo el apellido de mi padre, pero fue algo sorpresivo que mi padre no le cambiara el nombre al nuevo integrante de la familia, como es tradición.

-No cambiare tu nombre- había dicho mi padre- Por qué el cielo ha vaticinado que harás cosas grandiosas y muchos enemigos temerán tu nombre. Bienvenido  a la familia, Aomine Daiki.

El joven era muy alto, lo interesante a mis ojos era el contraste de su piel oscura con sus ojos azules, en un momento los asociaba con el cielo y en otro momento lo asociaba con el broche de zafiros que mi padre me regalo en una oportunidad y que, paradójicamente, lo llevaba puesto en el cabello. Su musculatura era discreta bajo la armadura que llevaba. Lo que era también sorprendente, aparte de sus bellos ojos, era que no llevara el pelo como los samuráis, sino lo llevaba corto y del mismo color que sus ojos. Y eso, aunque fuera muy raro, por no decir inapropiado, me pareció atractivo.

-“¿Qué cosa estoy pensando?”- me dije mientras cerraba los ojos por un instante- “Es mi nuevo hermano, no debo pensar así”

Asustado a mis pensamientos, pensé que sería buena hora para que me retirara, pues después dela ceremonia formal de adopción, era fiesta para los varones igualmente, entonces hice una discreta reverencia que solo mi padre noto, e hice que una criada me acompañara a mis aposentos.

Ya en mi dormitorio, con mi ropa de cama, me dispuse a acostarme, pero no pude pegar el ojo pues solo me la pasaba pensando en mi nuevo hermano.

-       Esto está mal- me dije a mi mismo mientras apagaba la vela que estaba cerca de mi lecho.

 

El nuevo día se alzó ante mi  demasiado rápido, que daba cuenta que en realidad no había dormido nada. Mi día a día se resumía a seguir los cursos de bordado que me daba una de las sirvientas, caminar por el jardín de mi hogar, sentarme cerca del estanque de los peces y darles de comer hasta que bajara el sol, para así esperar yo la hora de la siguiente comida.

Pero hoy no deseaba hacer nada de ello.

Miraba los diferentes kimonos que sostenían varias criadas a mi alrededor, pero ninguno se sentía perfecto para llevarlo este día, y sin razón alguna, me sentí extremadamente nervioso. Escogí uno amarillo con bordados de color bronce. Me ayudaron a vestirme y siguió el momento de escoger las joyas, y cuando mis ojos vieron la joya de zafiros, mi mente divago a mi nuevo hermano.

-Quiero el dorado- le dije a una de mis criadas, mientras evitaba mirar de nuevo aquel broche.

Salí de mis aposentos, con una sensación extraña sumado a la  pesadez producto de mi poco descanso, pero sabía perfectamente que no podía volver a dormir si es que lo quisiera.

Me senté en la pequeña terraza que daba a mi estanque favorito, las criadas me dejaron solo para traerme mi desayuno. Me sentía un poco aburrido al estar en esta gran casa, o mansión según como lo viese la gente. Pues desde que mis hermanas mayores y mi hermano contrajeran matrimonio, solo era  yo el que quedaba.  Mi madre murió 4 años después de haber nacido, fue muy confusa su muerte, algunos decían que era una rara enfermedad, otros, como por ejemplo, la criada mayor de mi hogar, decía a las otras criadas, cuando creía que no estaban mis hermanos o yo por ahí, que mi madre estaba enferma, y que además se dejó morir a raíz de las palabras cruentas de mi abuela, pues le decía “una mujer inútil” al no poder concebir ningún hijo varón. Mi abuela, madre de mi padre,  a quien en realidad nunca conocí, pues de ello se encargaron mis hermanos mayores y mi propia abuela misma, era una mujer estricta. Murió cuando tenía 6 años, días antes de la boda de la mayor de mis hermanas. Mi padre, desde que tengo memoria, la pasaba más en el castillo del Señor Feudal o yendo a ver el entrenamiento de los aprendices a ser samuráis que en casa. Las chicas y chicos de mi clase de pintura, a la que un tiempo yo asistí, pasaban por lo mismo que me pasaba. Con el tiempo, me pareció común aburrirme con la monotonía de mi vida.

-Pensé que no había nadie….- se escuchó una voz al inicio del pasillo de la pequeña terraza, que me hizo volver a la realidad. Gire a ver quién era y ahí estaba, el chico que adopto mi padre ayer. Llevaba una yukata de color negro y parecía un poco adormilado. Unas pocas criadas lo seguían, y una le pregunto si gustaba desayunar- Desayunar suena bien….- le dijo a lo que la criada bajo su cabeza y fue apurada a la cocina, supongo yo.

-Buenos días- dije mientras daba una pequeña reverencia y mirar el piso de inmediato. Era parte de nuestra etiqueta, no poder ver un varón a los ojos, el hacerlo era inapropiado, a menos que sea tu padre o tu esposo.

-Tú debes ser el  hijo doncel que me dijo Touya-sama- dijo mientras tomaba asiento a unos metros de mí- Mi hermano…

- Ryouta…- pronuncie algo nervioso, mi estómago se retorcía, y quería pensar que era por el hambre que sentía- Es un gusto conocerte, Daiki…- volví a hacer una reverencia pero un toque en cabeza me retuvo.

-Somos familia ahora ¿verdad?- dijo mientras alejaba su mano de mi cabeza, para luego girarse para ver llegar a una de las criadas que traía  la bandeja con el desayuno. Las criadas nos dejaron la comida ahí, dieron una reverencia y se fueron la mayoría a sus labores.- No me enfadare si me diriges la mirada, al contrario, me sentiría mucho mejor si puedo verte mientras hablas. Así que no uses la etiqueta conmigo, es innecesario.

- Oh….- dije bajando el tono de mi voz- ¿Entonces no está mal que te diga Daicchi?- dije mientras cogia mi taza de té.

-¿Daicchi?- dijo con una extraña expresión de duda, era tan cómica que sonreí.

-A todas las personas que aprecio le agrego un “-cchi” a su nombre.- le respondí para tomar mi primer sorbo de té.

- Tampoco está mal que me digas Daicchi- dijo con una mueca que interprete como sonrisa, pues solo iba de lado.

Tome mi té en silencio, muy nervioso, era la primera vez que tenía tantas confianzas con un varón que no era mi padre, y se sentía una sensación agradable.

-Somos familia- escuche desde el fondo de mi cabeza, apreté la tacita de té.- Somos…familia

 

Después de esa peculiar presentación, me tome la molestia de pasar tiempo con Daiki cada vez que él se encontraba en casa, aprendí demasiadas cosas de él, en especial que tiene un sentido del humor…muy raro, que después de varias bromas, algunas ofensivas a mi persona, me termine acostumbrando.

-       ¡Ryouta!- grito Daicchi una vez que salimos a pasear por un bosque cercano, él se las había ingeniado para sacarme a caminar sin llevar a ninguna de las criadas o jóvenes que teníamos en casa.- ¡Mira, aquí está el río!

-       Se ve muy…lindo- le dije de manera pausada, pues con mi traje, me era un poco dificultoso seguirle el paso apurado que él tenía- ¿Y qué es lo especial con el río?

-       ¡Esto! dijo con una sonrisa, que me percate muy tarde que era demasiado sospechosa, en menos de 5 segundos, me había sujetado y me había tirado con él hacia el río, mojando las puntas de mi kimono, hasta la altura de las rodillas.

-       ¡Daicchi!- chille sin poder evitarlo, tratando de volver a la orilla, pero el traje al mojarse se volvía demasiado pesado- ¡Me estas arruinando la ropa!

-       Vamos…- empezó el moreno mientras me ayudaba a llegar a la orilla, poniendo sus manos en mi cintura, algo que pase por alto, muy abochornado- Tienes miles… por no decir millones de kimonos.

-       ¡Pero este era nuevo!- replique algo ofuscado, así disimulando mi vergüenza- ¡No quería que se estropeara!

-       ¿Un kimono nuevo, Ryouta?- cuestiono mientras me dejaba sentado en la orilla- ¿Para qué necesitabas un kimono nuevo hoy? Creí haberte dicho que caminaríamos por el bosque, este lugar no es para kimonos nuevos…

-       Me olvide- respondí de inmediato mientras me cruzaba de brazos- ¿Contento?

-       No tanto- dijo él mientras me miraba fijamente, me sentí nervioso de nuevo y desvié mí mirada- Ahora ni me miras- río un poco y se acercó a mí- ¿Qué ocultas, Ryouta?

Estaba demasiado cerca y me asustaba. No porque él me hiciera algo malo, yo confiaba en él como para saber que no me haría nada, excepto bromas, sino que después de todo este tiempo de conocerlo había caído en cuenta por fin, que estaba enamorado de mi hermano adoptivo. Por eso procuraba verme en mis mejores galas cada vez que regresaba a casa, simulaba no estar al borde del colapso nervioso cuando sabía que él iba a batallas por el bien del feudo,  de donde al final él volvía con solo una cicatriz que me mostraba como hazaña, aunque me moría de vergüenza ver su pecho o uno de sus brazos lejos de las telas de su armadura. Y tenía miedo que él se enterara y cortara toda esta confianza que había nacido entre los dos, como cortar un pequeño árbol que daba inicios de volverse más grande.

-¿Por qué estás tan cerca, Daicchi?- dije temblando un poco, producto del frio por mi ropa mojada y el nerviosismo.

Él me miró por un largo rato, no dijo nada, solo me miraba. Sus ojos, me analizaban de una forma que inquietaba, que me hacía sentir más incómodo que antes. Entonces, solo giro su rostro y miro el río, ello me tenía confundido.

-¿Daicchi?- volví a preguntar intentando acercarme un poco a él. Se levantó del suelo, mas no me miro.

- Vámonos, Ryouta- dijo mientras me daba una mano para que me levantara, y aun así, no me miraba.  

Luego de eso, me llevo a casa donde recibió una reprimenda de mi padre por permitir que me mojara, él no le respondió ni lo miro, solo escucho las palabras de mi padre y se fue, supongo yo, a su alcoba.

-       No debes permitir que nadie te moje, siempre tienes que estar perfecto, Ryouta- dijo mi padre cuando Daiki se fue- Si la gente supiera que actúas tan inapropiadamente, no seré capaz de conseguirte un buen esposo- chisto su padre- Anda a tu alcoba, no quiero verte en lo que queda de día.

-       Si, padre- respondí y di una pequeña reverencia antes de irme a mi dormitorio.

Después de ese suceso, Daiki no me miraba ni me hablaba, fui ignorado muchísimas veces que quise desayunar con él, o siquiera cuando volvía de alguna batalla. Estuvimos así por 4 largos meses, en los cuales me sentía mal porque, al final, nuestra amistad que habíamos forjado, de un momento a otro, se había esfumado.

Un tarde, ya a los inicios del invierno, mi padre me había mandado a llamar para decirme algo importante.

-Ryouta- había empezado mi padre mientras tomaba una taza de té, estábamos en mi terraza favorita, aunque corría mucho aire y pareciese que fuera a llover, a  mí siempre era cómodo estar ahí,  por ello quizá mi padre escogió hablar conmigo aquí- Ya te he conseguido un prometido, es el sobrino del señor Feudal, dentro de unos meses cuando la primavera haga florecer los primeros botones, te vas a casar.

Baje mi cabeza a la noticia, mientras fruncía mis labios y apretaba mis puños por debajo de las telas del Kimono.

-No quiero- dije de manera tranquila, aunque por dentro me mataba la rabia- No voy a casarme.

- Nadie pidió tu opinión, Ryouta- dijo mi padre dejando su taza en el piso. La había dejado de manera tan brusca, que me sorprendió que no se hubiese roto- Te vas a casar y eso es todo.

Sin pedir permiso, dejando atrás la etiqueta que tanto me había exigido llevar, me levante de ahí y corrí hacia mi alcoba. No quería casarme con alguien que no conocía, alguien a quien no quería.

-       No quiero casarme con nadie que no sea Daiki- me dije en mi mente mientras cerraba la puerta corrediza de la alcoba y explotaba en llanto.

Ese día llovió por varias horas, hasta el siguiente amanecer.

Después de negarme a casarme con el sobrino del Señor Feudal, cosa que no cambio mucho, porque mi padre seguía los preparativos de la boda. Daiki volvió a hablar conmigo, como si lo que hubiese ocurrido en el bosque nunca ocurrió.

-¿No te casaras?- dijo él una semana después de lo ocurrido con mi padre, comíamos bolitas de arroz que había cocinado la criada por petición mía- Suena ridículo, Ryouta.

- No deseo casarme con alguien no quiero ni conozco-le dije muy ofuscado mientras me comía la bolita de arroz de un solo mordisco.

- Suena raro que digas eso o te comas tan rápido la bola de arroz, en cualquier caso.- señalo mi boca, mientras masticaba lo que fue la bolita de arroz-No sé por qué haces tanto rollo, es normal entre ustedes los ricos.- contesto Daiki, dando a relucir de nuevo, su linaje plebeyo- solo podría haber una respuesta para tu terquedad con el tema ¿Acaso te gusta alguien, Ryouta?

Casi me atoro con la otra bolita de arroz que estaba mascando a su pregunta y mis mejillas ardieron, delatándome acerca del tema.

-       Oh mira ve…- dijo Daiki con una sonrisa, demasiado extraña ¿parecía triste? No lo entendía- ¿Te gusta alguien?

Lo mire por un momento mientras trataba de recuperar el aire después de casi atorarme con la bolita de arroz.

-       No- dije tajante mientras miraba a otro lado- No me gusta nadie.

-       Es obvio que mientes, Ryouta- hincó de nuevo mientras comía otra bolita de arroz- Venga ¿es el chiquillo que trae los víveres a las criadas? O ¿el hombre que viene a cocinar en los festines? Si es él, es demasiado viejo.

-       ¡No es ninguno de ellos, Daicchi!- dije totalmente sonrojado- Tú…lo conoces…

-       ¿Lo conozco?- dijo confundido, dejo las bolitas de arroz a un lado y enfoco su total atención en mi- ¿Es un samurái?

-       Si…- dije preso de los nervios- Es un samurái… muy raro…

-       ¿Raro? Solo le dices a una persona  en todo el mundo que es rara y es…- Daiki se quedó en silencio y yo, estaba ahí a unos cuantos metros de él, preso del pánico y con ganas de huir por que sabía perfectamente que él había captado la indirecta.-…a mi…

A veces me preguntaba ¿Por qué se lo dije? Sinceramente me respondía lo mismo, no lo sé. Probablemente, soy muy débil a la presión o simplemente, los Dioses no encontraron mejor momento para que yo le dijera lo que sentía a él. Pero yo estoy seguro que ni los Dioses creyeron que lo que haría Daiki, fuera posible.

Él se inclinó hacia mí y sin importarle las bandejas de comida que estaba entre nosotros, me arrastro por el resbaladizo piso y me apretó contra él. Estaba mudo y frio, por la impresión. Pero podía sentir claramente su aliento en mi cuello. Después de unos segundos, sin mirarlo, sentí su cabeza girar hacia el inicio del pasillo, amenazando con la mirada a las 2 únicas criadas que nos acompañaban y ellas salieron de ahí, en silencio. Lo miré con miedo pero solo pude ver sus ojos unos segundos antes de que él me besara.

-       ¿Estoy soñando?- pensé mientras sentía como Daiki me apretaba a él-Por favor, Kami-sama. Dígame que no estoy soñando.

Un dolor sentí en mi labio, Daiki me había mordido haciendo que abra los labios y el colara su lengua, me sentía muy abochornado y con una extraña sensación en todo mi cuerpo. Él me siguió tocando por encima del kimono mientras besaba, lo sentí tan mágico que desde el fondo de mi corazón, sabía que este momento debió haber llegado hace muchísimo tiempo.

-       Yo te quiero, Ryouta- susurro Daiki en mi oído cuando termino el beso- ¿Tú me quieres?

Lo mire fijamente, sus ojos azules, esos que tanto me habían llamado la atención desde que piso esta casa, brillaban tanto como los zafiros de mi broche favorito al sol. Sentía una energía impropia de mí fluyendo en mi interior, y entonces lo supe.

Él era como una luz, la que tanto ansié en mi vida.

-       Te amo desde el mismísimo momento que pisaste este lugar, Daicchi- susurre besando su nariz.  

El que él y yo nos hemos dado cuenta lo que sentíamos, no cambiaba que yo estuviera a punto de casarme y que tendría que irme lejos, a vivir con el que sería mi esposo.

-       Nos iremos- dijo una tarde que él y yo caminábamos por el jardín de mi hogar, un poco lejos de las miradas indiscretas de las criadas- Te juro que nos iremos lejos de aquí iremos al pueblo donde nací, y ahí viendo el cielo azul, viviremos felices.

-       Que así sea, Daicchi- respondí mientras lo abrazaba- Que así sea.

Muy dentro de mí, la esperanza que albergaba esa promesa, se encendía como una vela, manteniendo el calor de un porvenir con el hombre que amaba.

Mi primera vez fue una noche antes de mi boda.

Mi padre estaba dormido y las criadas que cuidaban mi puerta, estaban por el mismo camino.  En cambio yo, no podía dormir por el miedo a que llegara el mañana, pues supuestamente escaparíamos en el amanecer, eso me emocionaba, pero al mismo tiempo me preocupaba que algo malo pasara y nuestro ideal de irnos lejos, quede truncado.

Un sonido en la ventana abierta de mi alcoba, hizo que saliera de mis pensamientos, una mano apareció en ella, para luego por el reflejo de la luz de mi vela encendida, viera los ojos de color zafiro que me sacaba suspiros.  Sonreí al verlo, él en silencio, entró.

-¿Qué haces aquí?- le pregunte en susurro, entonces se acercó al inicio de mi futon.

- En unas horas le dirás adiós a tu hogar, Ryouta- susurro él mientras se acercaba más y más a mí, me destapo de la mullida tela del futon, viéndome tan solo con mi ropa de cama, blanco impoluto. - ¿Quieres crear otro recuerdo en esta alcoba?

-¿A qué te refieres, Daicchi?- pregunte mientras sentía sus brazos enrollarse en mi cintura.

- ¿Quieres pertenecerme a mí lo que resta toda la vida?- susurro en mi oído, a lo que jadee sorprendido. Intentando entender a lo que se refería. Su boca bajo a mi cuello y deposito un beso ahí.

-¿Ya no te pertenezco?- respondí a lo que recibí una mordida en mi cuello como respuesta, que hizo que gimiera algo fuerte.

Lo siguiente que sentí, era que me alzaba y me tratara de quitar mi ropa de cama, pero sus esfuerzos inútiles hicieron que riera divertido, a lo que me desabroche la tela, que bajo lentamente, mostrando mi pálido cuerpo a él. Él se quitó suavemente la tela negra que lo cubría y me sentí muy avergonzado.

-       Esto será nuestra noche de bodas, esposo mío- dijo sonriendo mientras jugaba con los botones rosados de mi pecho, haciendo que me quejara un poco.

-       Noche…de bodas…- dije con la mente nublada por el placer-…amor mío…

La habitación se llenó de besos, jadeos y gemidos acompasados con sudor y suspiros. Fui amado de una manera que me hacía tan indecente, pero aun así era amado, y por ello, no quería que el sol se asomara.  

Desperté después de unas horas con un dolor indescriptible, me incorpore en el futon para entonces darme cuenta que estaba  solo y desnudo, mire para todos lados y caí en cuenta de que Daiki pudo haberse ido después de que yo me durmiera.

Con mucho pesar, me levante de mi lecho y busque las cosas que hace días había guardado en una tela amarilla, tenía todo lo que podía necesitar y puse además, el hermoso broche de zafiros.

-Joven amo- escuche a una de las criadas por la puerta, me apure a ponerme la ropa de cama, que estaba un poco sucia, disgustado me metí al futon de nuevo- Es hora que se despierte, joven amo. Hoy es su boda.

-Ahí iré- le dije simulando estar adormilado- Dame unos minutos, y que nadie entre, yo me cambiare solo.

- Como usted desee, joven amo- llegue a oír, para luego escuchar sus pasos lejos de mi alcoba.

-Mi boda- pensé con diversión, mientras me quitaba toda la ropa y la ponía en uno de los muebles, escondida.- Hoy no se celebrara ninguna boda.

Me puse un kimono dorado, con mucha paciencia pues al estar solo y adolorido era muy complicado. Pase un buen rato pensando en que ponerme en el cabello, al final saque de mi equipaje improvisado, el hermoso broche de zafiros y me lo puse.

Salí de mi cuarto de manera apresurada pero mirando a todos lados para que nadie se diera cuenta, después de un considerable tramo, llegue a donde se encontraban los caballos.  Ahí encontré a Daiki que ponía la silla de montar a uno de los caballos, ningún criado o criada estaba cerca.

-       Ya despertaste y te estas bellísimo- me dijo con una sonrisa, me apresure a darle mi equipaje- Está bien, vámonos ahora.

-       ¿Y tu equipaje?- le pregunte mirando al caballo, y no veía otro morral de tela que no fuera el mío.

-       Lo llevo puesto- dijo con una sonrisa y me dio un beso en la frente- No perdamos el tiempo.

Me subió al caballo y luego el también, nunca había subido a uno. Me sujete fuerte a las cuerdas que salían de la silla de montar y el animal se empezó a mover a pedido de Daiki. Un criado se acercó a abrir la puerta.

-¡Joven amo!- escuche un grito, no tenía que girar para saber que era una de las criadas- ¿A dónde va? ¡Tiene que estar listo para la boda!

La puerta ya estaba abierta para el momento que la joven dijo eso, así que Daiki no perdió el tiempo e hizo que el caballo acelere, poco importándole que casi atropelle al criado.

-¡Joven Amo!- gritaba la criada- ¡Alguien llame al Amo! ¡Ryouta-sama está huyendo!

Podía escuchar aun los gritos, y sabía que mi hogar estaba hecho un caos. Baje mi cabeza por un momento, entonces sentí un suave roce en mi cabeza. Él me había dado un pequeño beso.

-No te preocupes, en un buen rato pasaremos al inicio del bosque y no será fácil que nos encuentren.

Y la sola idea de irse lejos para poder vivir felices, lo llenaba de alegría. Imaginar que iba a formar una familia, probablemente en una casita que fuera la octava parte del lugar donde naci, pero con el ser que amaba, me hacía llenarme de esperanza.

De qué ver el cielo con él, libre, fuera posible.

Un sonido agudo sonó en el aire un segundo, me preocupe. Entonces gire y vi a Daiki con una expresión extraña. Muy lejos, podía escuchar galopes, pero no tenía el valor de mirar más allá.

-¿Daicchi….?- pregunte con miedo- ¿Te duele algo?

- Una…flecha….- susurro, con dificultad para hablar- Esta en mi espalda….

-¡Detengámoslo!- dije aterrado- ¡Debo  curarte! ¡Dime como detengo al caballo!

- No hay tiempo…- susurro, con más dificultad que antes. Temblaba y yo quería detener el caballo, pero no sabía cómo- Tiene veneno… lo siento entrar…en mi cuerpo.

-No…te puedo curar… por favor dime como detener el caballo- decía mientras movía las cuerdas en un vano intento de hacer que se detenga- Daiki…por favor…

-¿Dónde…esta…el...Daicchi?- rio un poco, su agarre en mi cintura se hacía débil y eso me ponía más nervioso que nunca- Te amo Ryouta, te amo… desde que te vi en la ceremonia…

- No digas esas cosas- dice mientras varias lagrimas llenaban mis mejillas- ¡Llegaremos a las montañas y seremos libres!

Daiki me miro, pero sus ojos no tenían el mismo brillo de todos los días, estaba opaco, el veneno estaba alcanzándolo. Entonces vi que antes del camino que iba al bosque había un precipicio, vi lo que se acercaba y entonces pensé.

Si Daiki moria, me regresarían a casa

Si Daiki moria…

-       No me iré sin ti- dije sacando de mi cabello el broche que tanto simbolizo mi amor hacia él, me lo incruste muy fuerte en el estómago-¡AGH…! Tu… sabes… que hacer…

Daiki entendió lo que quería, así que con el poco esfuerzo que aún le quedaba, movió las cuerdas de tal manera que nos llevaba directo al precipicio.

-Te…. Amo… Daiki- le dije cuando le di el último beso, el animal chilló y se detuvo de improviso.

El caballo sabía que queríamos, y como una medida de sobrevivencia para él, nos hizo caer a ambos, pero directo al precipicio.

Cuando abrace a Daiki mientras caíamos, sentí helada su piel. Cerré los ojos, dentro de poco yo también estaría helado.

“Dejando las joyas y la opulencia, pensando en el cielo azul que nos vio en días mejores. No quiero entender por qué se ha ido ese hermoso cielo, que nos acompañó cuando nos dijimos aquella promesa. Ahora, ese azul manto podrá ser visto por nosotros nunca más….”

Notas finales:

Eso es todo, espero que les haya gustado

¡Que haya más AoKi en el mundo!


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