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Recuerdos del Norte por fussili

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Recuerdos del Norte. Capítulo 2.

ADVERTENCIA: El capítulo 1 ha sido editado casi completamente, aunque en esencia sigue siendo lo mismo. Me di cuenta de que estaba desarrollando i5;el dolori5; de Noruega a través de Dinamarca. Eso es imperdonable y todavía estoy dándome cabezazos contra la pared. Lo siento mucho, mis más sinceras disculpas. Intentaré tener más cuidado de ahora en adelante.

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No recordaba la última vez que había despertado tan calmadamente. Lo recordaba todo. Correr frenéticamente atravesando una tormenta de nieve, el sobre, Noruega acurrucado en su pecho. Tomó aire y acarició el pelo del que aún estaba dormido. Todavía era temprano para despertar, disfrutaría de esta serenidad hasta el último momento. Dinamarca amaba a Noruega con locura, y estaba que seguro que el otro lo correspondía, pero ninguno había hecho nada al respecto. Fue un tema de conversación largo y tendido con Finlandia hace algún tiempo.

Noruega había ido a visitar a Islandia y Suecia había pedido a Finlandia un día a solas con Sealand, tiempo de calidad padre e hijo, había dicho. Fue así como ambos países habían acordado encontrarse en un bar para hablar y hacerse compañía. Dinamarca escuchaba con atención e interés lo que Finlandia estaba contándole, la devoción con la que expresaba su vida con Suecia y Sealand lo hacía sentirse cálido por dentro. Estaba feliz por la joven nación, pero no podía evitar sentir cierta envidia. Él quería lo mismo, sentir eso mismo. Abrazar a Noruega no como un amigo, más bien con el fervor de un amante. Poder confiar el uno en el otro tanto como Finlandia confiaba en Suecia era uno de sus sueños más preciados.

Al percatarse que Dinamarca ya no lo escuchaba, Finlandia sonrió. Tomó un trago de su cerveza y contempló la mirada perdida y soñadora del otro rubio durante un rato. “Deberías decírselo, si ambos sentís lo mismo, actuad al respecto. No dejéis que se os acabe el tiempo. Somos inmortales, pero no eternos.”

En efecto nada era eterno. Luego de esa tarde con Finlandia Dinamarca había hecho todo lo que estaba a su alcance para demostrarle a Noruega como se sentía. Pero el otro no había actuado al respecto. Se sonrojaba pero con el ceño ligeramente fruncido lo alejaba, algún comentario irónico o sarcástico que lo volvía a alejar. Dinamarca estaba acostumbrado al comportamiento de su, actualmente, mejor amigo. Sabía que lo que hacía lo dejaba un poco avergonzado. Pero el tiempo pasó y fue dándose cuenta que aunque Noruega lo correspondía, había algo que lo detenía. Pudo ver como lo miraba intensamente para luego recordar algo y alejarse nuevamente. Esto pasaba cada vez. El tiempo siguió pasando y Dinamarca dejó de intentarlo. Se resignó al cariño fraternal que le expresaba el norteño atesorando cada momento, soñando, imaginando, como podría ser su vida si todo hubiera sido diferente.

Pero tal vez ahora podría serlo. Lo que sea que haya pasado cuatrocientos años atrás es lo que mantenía a Noruega a raya con sus sentimientos. Lo había olvidado, debía hablar con Finlandia; y para eso debía escapar del agarre del noruego. Realmente no quería hacerlo.

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Eran casi las nueve cuando Noruega se había dignado a despertar. Bostezó y sintió los brazos de Dinamarca abandonar su cintura. Se levantó apenado, había estado aplastando al de ojos azules durante toda la noche. Bien sabía que el otro habría podido despertarlo, después de todo tenia trabajo que lo esperaba en su propia casa, pero en el fondo estaba contento porque no lo hubiera hecho. Estaba más tranquilo. Las noticias del día anterior realmente lo habían perturbado y necesitaba apoyo.

Recuperó su cruz y se ofreció a preparar el desayuno para ambos mientras Dinamarca se tomaba el tiempo necesario para recuperarse de la noche que había pasado durmiendo en el piso. El danés no se había quejado en ningún momento pero era seguro que su espalda estaría matándolo a estas horas.

“Siento haberme quedado dormido sobre ti, ya suficiente te he hecho sufrir anoche con la nevada, no debí haberme aprovechado”. Noruega no estaba realmente arrepentido, lo había disfrutado todo, pero una disculpa era imperiosa.

“Si puedo liberarte de tus penas al menos una noche, entonces todo valdrá la pena”. No sabía si fue lo que dijo, su sonrisa o el modo en que lo dijo, pero Noruega sintió su corazón dando vuelcos en su pecho. El calor que coloreaba sus mejillas lo había sacado de su estupor y su cuerpo se agitó violentamente. La taza que sostenía no fue capaz de contener el café caliente que aterrizó en sus manos. Un pequeño quejido escapó de sus labios y Dinamarca se apresuró en su auxilio. Tomó la taza semivacía y la apoyó en la mesa. Llevó sus manos hasta el fregadero dejando caer agua fría sobre ellas. 

Luego de ese incidente prosiguieron con la mañana como si no hubiera pasado nada. Terminaron el desayuno y Dinamarca lo ayudó a ordenar la cocina. Hablaron amenamente durante horas acerca de sus respectivos países y prometieron encontrarse nuevamente. El danés había dicho a Noruega que tenía cosas que hablar con Finlandia, quien lo esperaba en la tarde y debía ponerse en camino para llegar a tiempo. Todo lo de ayer había quedado olvidado.

Noruega había vuelto a quedarse solo.

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Había llegado un poco tarde, igualmente Finlandia lo esperaba ansioso en su casa. Luego de un corto saludo y saciado el antojo por el regaliz finlandés, empezaron a discutir la razón por la cual Dinamarca se encontraba visitando al exmilitar. Le había contado sobre el estado en el cual había encontrado al noruego y el contenido del sobre, que no era más que un contrato que aprobaba el inicio de la construcción de un nuevo monumento; pero que algo allí dentro lo había hecho reaccionar de esa forma. En cierta manera Dinamarca se sentía responsable pero no sabía por qué, un pedazo de su historia le rehuía y eso lo molestaba.

Finlandia tampoco estaba seguro de entender la razón del comportamiento de su compañero nórdico, había contemplado la posibilidad de llamar a Islandia pero la dejó de lado por la misma razón que había detenido a Dinamarca, Islandia era muy joven y a pesar de su exterior rebelde tenía en alta estima a su hermano, saber que algo malo le ocurría lo pondría nervioso y no podían permitirse tener a dos naciones fuera de control al mismo tiempo.

Dinamarca le había dicho a Finlandia todo lo que recordaba de ese año en particular. Los conflictos de religión, acerca de Cristian IV, la sombra de Holanda que iba alcanzándolo poco a poco. Nada de esto parecía vincularse directamente a Noruega, al menos no para afectarlo con esa magnitud. Hasta que recordó su súbita desaparición por un par de meses. Tal vez tres. Eso debía ser, algo había pasado con Noruega en esos meses que no estuvieron juntos. Sí recordaba haber viajado hacia el norte para buscarlo y llevarlo de vuelta a la capital. Recordaba habérselo encontrado en medio del mismo camino yendo hacia el sur, recordaba la misma mirada perdida que tenía tan solo la noche anterior, su temperamento alterado, furioso y atemorizado.

Recordaba haber querido tomar su brazo y la mirada de desprecio que le había lanzado antes de lograr acercarse lo suficiente para tocarlo. Recordaba la tensión del viaje de vuelta a Copenhague y como ponía cada vez más distancia entre ellos. Recordaba haber intentado acercarse por la fuerza y fracasar, intentar ser comprensivo y fracasar. Intentó ser paciente y esperó que el primer paso lo diera él, y como Suecia se lo llevó consigo.

El sonido de la puerta abriéndose lo distrajo de sus recuerdos, se volteó y vio entrar a Suecia seguido de Sealand, entre sus piernas corría Hanatamago. Finlandia se levantó y se lanzó hacia el más alto. Un beso en los labios seguido por un “bienvenido a casa Berwald” con una sonrisa más radiante que el mismo sol. Los celos y la tristeza lo carcomían por dentro. Observó como Finlandia tomaba a la pequeña nación en sus brazos y lo alzaba, abrazándolo. Un sonoro beso en la mejilla, “bienvenido a casa, Peter”.

Sintió una mano pesada en su hombro, por como Suecia lo miraba probablemente se había dado cuenta de su deseo por vivir algo como lo que acababa de presenciar. Suspiró y bajó su mirada. A pesar de todos sus años de violencia, en la actualidad ambos eran buenos amigos. No hablaban mucho entre ellos pero siglos de convivencia habían sido suficientes para aprender a comunicarse sin necesidad de palabras.

Dinamarca vio como Suecia se dirigía hacia la alacena y sacaba unos platos. Oyó a Finlandia mandar a Sealand a asearse para la cena. Decidió que era momento de irse. Se volteó y se topó con Suecia que le tendía unos cubiertos, eran cuatro pares. Sonrió. Lo ayudó a poner la mesa y una vez que hubieron terminado cada uno tomó su asiento, Suecia en un extremo, Finlandia a su derecha y Sealand su izquierda. Dinamarca tomó el otro extremo.

Las horas pasaron entre kaalikääryleet y anécdotas. Dinamarca se preguntó cuándo había sido la última vez que se había sentado con su familia a compartir de este modo. Claro que se encontraban a menudo pero la mayor parte del tiempo lo hacían por cuestiones de negocios o en las reuniones mundiales. Era agradable saber que aun podían hablar relajadamente fuera del trabajo. Solo faltaban Islandia y Noruega para que la familia esté completa. Se prometió a si mismo que cuando todo este pleito estuviera resuelto, los invitaría a todos a su casa, para recuperar el tiempo perdido.

Cuando Sealand hubo terminado de comer se levantó rápidamente de su asiento, urgiendo a Finlandia a que lo acompañara a su habitación para mostrarle el “asombroso juego que había estado jugando con papá esta mañana”. Finlandia se disculpó y se dejó llevar por el niño, quedando la tarea de recoger la mesa para Suecia y Dinamarca.

Ambos habían empezado a lavar los platos en un silencio apacible, Dinamarca irradiando felicidad por sentirse incluido en el pequeño paraíso familiar de la otra nación vikinga. Suecia generalmente mantenía un semblante estoico, pero esta vez una pequeña mueca de alegría se hizo presente. No lo admitiría nunca en voz alta pero le agradaba tener allí a su hermano, compartiendo juntos y no peleando como antaño.

Los platos limpios y la cocina reluciente. Dinamarca bostezó. Se había hecho tarde y estaba seguro que no encontraría un vuelo que lo llevara de regreso sino hasta la mañana temprano. Tampoco se había preparado para pasar la noche en territorio de Finlandia. Un sentimiento de incomodidad lo invadió. No sabía qué hacer. Tal vez podría pasar la noche en un hotel, sus superiores le habían dado una tarjeta que podía usar en casos de emergencia y esta situación definitivamente meritaba su uso. Una vez más se volteó para despedirse y sintió un suave golpe en la cara. Una almohada tapaba su vista. La retiró de enfrente suyo y miró con curiosidad a Suecia que le ofrecía ropa de cama y unas toallas. Amaba a su hermano.

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Era de madrugada cuando Finlandia y Suecia, quien cargaba a un dormido Sealand, despedían a Dinamarca. El danés había encontrado un vuelo de vuelta pero debía salir temprano para llegar a tiempo a su trabajo. Les agradeció por haberle dejado quedarse en la noche y Finlandia lo golpeó en la cabeza.

“Somos familia. Estamos aquí para ti del mismo modo en que tú lo estas para nosotros”.

La ahora eterna sonrisa de Dinamarca no podía ser más grande. Se despidió de Sealand con un beso en su pelo rubio y subió al taxi que lo llevaría al aeropuerto. Una vez que hubo desaparecido en la oscuridad de la madrugada, la pareja volvió a entrar a la casa. Suecia se llevó al niño, quien preguntaba si el “tío Matthias ya se había ido”, de vuelta a su habitación.

Finlandia lo esperaba en la cama, acostado pero no dormido. Despacio, Suecia se acostó a su lado y lo abrazó contra su pecho. Finlandia suspiró complacido. Le vino a la mente lo que había estado hablando con Dinamarca mientras esperaba que su familia volviera a casa. Debería decírselo a su esposo. Lo haría mañana, cuando sus sentidos estuvieran despejados de ese aroma intoxicante que lo envolvía y le quitaba la razón. Si, mañana.

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Sealand se había despertado temprano, alerta y con energía suficiente para conquistar el mundo. En realidad esto no era nada extraño en él, después de todo era hijo de una poderosa nación vikinga y una gran nación militar. Les demostraría que él también podía ser un guerrero y los tomaría por sorpresa.

Ya había logrado evadir a Finlandia varias veces, se escabullía por la casa cuando lo llamaba o se escondía de él mientras jugaban y nunca podía encontrarlo. A veces se escondía detrás de la última puerta del armario de pared de sus padres. Finlandia siempre revisaba todas menos la última, y Sealand se sentía complacido por haber escapado exitosamente. Estaba seguro de que algún día llegaría a ser tan valiente y fuerte como sus padres.

Pero a pesar de su riguroso entrenamiento, nunca había sido capaz de eludir a la nación sueca. Parecía que podía leerle la mente, siempre sabía dónde estaba y era el único que podía encontrarlo cuando se escondía en el armario. Lo sabía porque había oído a Finlandia llamarlo y decirle que había buscado en el armario pero no encontraba a ese niño travieso. Entonces Suecia lo sacaba agarrándolo de la camiseta y cargándolo en sus hombros como una bolsa de papas, y Sealand reía.

Se levantó silenciosamente, tal vez hoy podría por primera vez sorprender a su padre desprevenido. Se acercó sigilosamente a la habitación de sus padres, no había ningún ruido proveniente de la cocina que indicara que estuvieran ya despiertos así que debían seguir dormidos. Era la ocasión perfecta, saltaría sobre ellos y los sorprendería desprevenidos, ya podía ver el orgullo en sus ojos cuando supieran que había sido capaz de derrotarlos.

Había llegado a su puerta, pero estaba cerrada. Si la abría corría el riesgo de dejar entrar la luz de la mañana o hacer algún ruido y despertarlos. Acercó la mano tentativamente al pomo de la puerta pero se detuvo a medio camino. Escuchó voces. Sus padres estaban despiertos y hablando en voz baja. Parecían estar discutiendo algo importante. Se pegó más a la puerta para escuchar la conversación.

“… el fuego lo destruyó completamente, solamente quedaron sus cenizas.” Era la voz de su padre ¿Podría acaso estar hablando de él? “Es importante que no se lo digas a…” Todo sonido proveniente de la habitación había cesado. Dejó pasar unos segundos y aun no oía nada. Se pegó a la puerta incluso más y…

Sealand cayó cara al piso. Suecia había abierto la puerta y se lo había encontrado husmeando en una conversación privada con Finlandia. Toda la energía con la que se había despertado parecía haberse desvanecido. Una vez más había fracasado y no solo eso, su padre lo había capturado espiando, había quebrantado la única regla que le habían impuesto cuando fue a vivir con ellos. Ahora lo esperaba una reprimenda, sus ojos ardían y no quería respirar. Estaba seguro que empezaría a llorar en cualquier momento.

“Peter, no sabía que estabas aquí. Me has tomado desprevenido”.

Escuchar eso le devolvió un poco de la dignidad que había perdido al estrellarse contra el suelo. Ya no quería llorar.

Suecia lo levantó agarrándolo de la camiseta, como solía hacerlo. Lo llevó hasta la cama donde Finlandia lo recibió gustoso. “Buenos días Peter”. Su voz melosa y amable lo relajó, acurrucado entre los brazos de Finlandia sintió la mano de Suecia acariciarlo en la cabeza; tal vez no estaban enojados con él.

“Buenos días pa, siento mucho haberlos espiado”.

“Peter, sabes que eres parte indispensable de nosotros y que jamás te alejaríamos, ¿no es así?”. Ante el movimiento afirmativo, Finlandia continuó. “No queremos mentirte, ni guardarnos secretos, pero hay ciertas cosas que tu padre y yo debemos discutir a solas. Especialmente si nos encontramos en una situación muy delicada y difícil. Sabemos que ya eres mayor, y estas aprendiendo muchas cosas, pero esto solo nos concierne a nosotros dos. ¿Lo entiendes?” Una vez más, afirmó con un movimiento de cabeza. Tomó la camiseta de Finlandia entre sus puños y se acercó más a él. No quería que sus padres se enfadaran o se decepcionaran, pero realmente quería saber de quién estaban hablando. Lo dejaría pasar por el momento. Por ahora, sentirse apreciado y amado por ambas naciones que lo estrechaban fuertemente era suficiente.

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Ya era hora de desayunar, toda la familia había ido directamente a la cocina una vez que Hanatamago se había echado sobre ellos reclamando su alimento matutino. Sealand, habiendo recuperado toda su alegría, fue el primero en correr escaleras abajo buscando el pienso para dárselo a la graciosa perrita blanca.

Suecia, seguido de cerca por su esposo, no estaba tan contento por abandonar la cama que compartía con su familia; mas al oír la algarabía provocada por su hijo no pudo más que respirar divertido ante la escena que ahora se desarrollaba frente a él. Pienso esparcido por todo el suelo, pero Hanatamago solo estaba interesada en los trozos que habían caído sobre Sealand, la joven nación intentó evadir a la insistente criatura cuanto pudo, pero fue vencido, cayendo de bruces al suelo por segunda vez en la mañana. Hanatamago, ajena a la deshonra que experimentaba, se trepaba a su espalda para alcanzar esos pequeños trozos tan apetitosos. Acomodando sus lentes, Suecia apartó la mirada y fue a ayudar a Finlandia, quien ya había hecho los panqueques.

Una mesa completa con muesli y smorgas los invitaba a sentarse y disfrutar, Finlandia y Sealand no parecían tener problemas con eso. Suecia por su parte estaba concentrado en lo que había descubierto esta mañana sobre la visita de Dinamarca. Él sabía la razón del comportamiento de Noruega, o al menos creía que lo sabía, y se lo había contado a Finlandia antes de ser interrumpidos por Sealand. Realmente estaba preocupado por como terminaría la nación mágica luego de todo este desastre. No podía hacer otra cosa más que apoyarlo en todo lo que pudiera.

Dinamarca igualmente parecía bastante serio en cuanto a confortarlo, pero no podía decirle nada, no era nada suyo para contar. Así que debía pensar en otra cosa.

Islandia también sabía acerca de ello. Tal vez podría llamarlo y convencerlo para que vaya a ayudar a Noruega. Estaba claro que no se negaría, ambos eran muy cercanos a pesar de la aparente rebeldía del más joven. Pero dejarlos solos no le parecía lo correcto. Era mucha carga emocional y si las cosas volvían a salirse de control, si Noruega volvía a perder el control sobre su magia, no estaba seguro si Islandia sería capaz de mantenerlo con cordura.

“Papá, el tío Matthias vino ayer, ¿eso quiere decir que el tío Lukas también vendrá pronto a visitarnos?”

Los niños no saben el valor de sus palabras. Los ojos de Suecia se iluminaron.

“Si, pronto”.


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