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Rock you like a hurricane por Athena Selas

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Rock you like a hurricane

Capítulo 13


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Octubre 2010

 

Para aquellas fechas Kanon finalmente había hecho de Londres su residencia temporal mientras Poseidon Marines se encontraba en época sabática; claro que de vez en cuando tenía que trasladarse a otro país a realizar esporádicas entrevistas para alguna revista o medio televisivo; también era importante que continuara entrenando su voz para que no perdiera su claridad, potencia y seducción, por ello tomaba clases particulares con especialistas de toda Europa; a su vez gustaba visitar a sus amigos o compañeros de banda, en especial Isaak e Io, de hecho existía una pequeña banda de origen finlandés que él y su colega guitarrista de cabellera verde se encontraban patrocinando en cubierto. En fin, había muchas actividades en la agenda de la estrella de rock a pesar de que se encontraba en una etapa de descanso en su carrera artística. No obstante, cuidaba mucho de dejar la mayor parte de sus fines de semana libres porque indudablemente los dedicaba al hombre con quien estaba saliendo oficialmente desde hacía cuatro meses.

 

Harto de quedarse en hoteles cada semana que visitaba a Radamanthys, el griego decidió que era hora de buscar un lugar para vivir en Londres. A decir verdad, a Kanon no le apetecía pedirle al inglés que lo dejara hospedarse en su departamento. De hecho prefería encontrar su propio refugio en capital inglesa, pues podía necesitar de un santuario personal eventualmente. Así, haciendo uso de algunas semanas de septiembre y las primeras de octubre, el gemelo con ayuda de Wyvern encontró el hogar adecuado: un condominio lujoso, pero no demasiado, que se encontraba en la pintoresca y boscosa zona de Highgate, casi a las afueras de la Ciudad. La residencia era perfecta, pues contaba con una piscina que lo enamoró a primera vista, además de un completo gimnasio, sauna y sala de vapor. Sin dudarlo, Kanon adquirió el derecho de un departamento en aquel envidiable lugar rodeado por primorosos y espaciosos jardines bastante bien cuidados, incluso contaba con un pequeño laberinto de arbustos.

 

El cantante se vio en la necesidad de comprarse también una motocicleta para trasladarse mucho más cómodamente por Londres y dejar de depender tanto del automóvil del rubio y el uso de taxis.

 

¿Por qué había elegido Inglaterra como su nueva morada? Sin duda el rubio con quien estaba saliendo significaba un gran peso en los motivos, pero no era un factor absoluto. Gran Bretaña innegablemente había sido la cuna de gran inspiración para legendarias figuras de la música contemporánea y a Kanon le fascinaba respirar aquel aire único y particular de la talentosa y disciplinada cultura anglosajona. Además, se sentía saludablemente lejos pero no completamente exiliado de su familia y amigos. Cierto que al cantante le parecía elemental mantener una prudente distancia de Grecia y todo lo que esta tierra representaba para él, pero después de todo no podía alejarse mucho de su país natal y familia, pues bien pudo haberse trasladado a residir en Estados Unidos para que un océano entero lo separara de su pasado; no obstante, un sentimiento de nostalgia sumamente arraigado en el fondo de sus emociones le impedía abandonar el continente Europeo por completo.

 

La verdad, al griego no le gustaba detenerse a pensar demasiado en sus propias cavilaciones; así que ahora, sintiéndose más cómodo al tener un lugar estable dónde vivir mientras permanecía en Inglaterra, Kanon disfrutó aún más de lleno su estancia en la capital inglesa.

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Al transcurrir el mes de octubre, el cantante comenzó a tocar un tema con Radamanthys bastante dinámico: cómo festejarían el cumpleaños del abogado.

 

— ¿Qué te parecería una fiesta? — le sugirió el peliazul a Wyvern discutiéndolo un sábado por la tarde en la amplia sala del nuevo departamento de Kanon. La pareja miraba alguna película cualquiera en una sofisticada pantalla de alta definición a la que no pusieron mucha atención realmente, pues el tema del aniversario de Radamanthys salió a relucir desde el principio.

 

— Me gustaría reunirme con algunos amigos, pero no quiero algo demasiado engorroso. Una comida estaría bien, quizás podamos ir al bar — rezongó el inglés.

 

— ¿El bar? Festejamos tu cumpleaños, no cualquier cosa ¡Y además, será fin de semana de Halloween! Podemos hacer una fiesta de disfraces aquí o en tu casa — intentó convencerle el gemelo aunque sin duda aquel comentario sonaba bastante imperativo.

 

— No y no hablaré más al respecto — zanjó el más alto con severidad.

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Pronto Radamanthys descubriría las artimañas de convencimiento lento, pero efectivo que Kanon utilizaba con él y, en general, sobre otros seres humanos que sintieran una mínima debilidad por el cantante, lo cuáles sin duda no eran pocos individuos.

 

Para su cumpleaños, Wyvern ofrecería una fiesta en su propio departamento, para lo cual logró negociar algunos términos con el griego: el número de invitados sería controlado y pequeño, la celebración además sería moderada y sin nada de índole ilegal dentro de su casa. El peliazul aceptó estas condiciones de buena gana siempre y cuando la temática fuera una fiesta de disfraces. De este modo, la pareja cerró el trato y la pasaron muy bien planeando y preparando el festejo las siguientes semanas.

 

Aquel 30 de octubre, fecha exacta del cumpleaños de Radamanthys, tuvieron la fortuna de que el día cayera en sábado. Una noche antes al día de la fiesta Kanon durmió en el departamento del rubio, pues prometió ayudarle a afinar los últimos detalles para la celebración.

 

Durante el día siguiente procuraron tener todo preparado: las bebidas; los muebles habían sido desalojados para dejar libre desde el recibidor hasta un vistoso balcón al otro extremo del departamento; habían contratado a un DJ modesto para ambientar el baile sin percances; y finalmente ambos adornaron el lugar con aditamentos acordes a la temática de la Noche de Brujas.

 

Para ser honestos, Radamanthys nunca había organizado una fiesta de disfraces durante sus veintisiete años de vida. Sin duda, todo el camino de organizar, aunado al inextinguible entusiasmo que el cantante demostró durante los preparativos le fueron altamente contagiosos y el día esperado él estaba tan animado como su compañero.

 

Al atardecer todo estaba listo, pero aún faltaban algunas horas para que los invitados comenzaran a llegar; sin embargo, Kanon le avisó al inglés que iría a cambiarse de ropa. El abogado miró cómo el griego se metió al cuarto de huéspedes. Mientras tanto, Radamanthys permaneció en la cocina comiendo algunos bocadillos, pues sorprendentemente se le había pasado la hora del té por tantas tareas que debían terminar.

 

Al cabo de una hora, el peliazul salió de la habitación de huéspedes y encontró al rubio en la cocina mirando bastante entretenido el partido de aquella tarde de la Premier League. El gemelo aprovechó esta completa distracción para sacar del refrigerador una cajita que se las había ingeniado en esconder sin que el rubio metiera sus narices dentro de ella, la abrió y descubrió el pastel miniatura que provenía de una famosa y refinada pastelería de Londres. Luego Kanon colocó una sola velita sobre la bonita superficie de la tarta adornada con fresas y chocolate de primera calidad.

 

— Radamanthys — le llamó finalmente el griego cuando encendió la vela.

 

— Mnnh? — alcanzó a emitir el inglés totalmente ensimismado con su deporte favorito.

 

— ¿Quieres voltear por amor de Zeús? Ni siquiera es un partido de Newcastle — le reprochó sabiendo que si el equipo que apoyaba Wyvern estuviese jugando, el inglés ni siquiera se hubiese molestado en medio responderle.

 

De mala gana, el abogado finalmente dedicó su atención al cantante y no esperó encontrarse con una escena que le robó el aliento y al mismo tiempo le conmovió. Si quería darle una sorpresa, definitivamente Kanon se la dio en el momento adecuado.

 

El griego llevaba un galante disfraz de pirata que le iba maravilloso y a Radamanthys dejó boquiabierto al admirar el atuendo para la ocasión del peliazul: el vestuario de Kanon consistía en entallados pantalones café que simulaban desgaste, botas de cuero negro con un doblez debajo de la rodilla, una delgada camisa de lino de manga larga sin botones; una faja roja bastante bien hecha y el cantante había elegido argollas de oro a juego en los orificios de sus piercings en su rostro: en el cartílago de las orejas y una solitaria en el labio inferior. Aún faltaban implementos en su disfraz que se pondría más tarde: una elegante gabardina escarlata de corsario, un parche y, por supuesto, un gran sombrero de capitán.

 

— Te ves… te ves muy bien — balbuceó el rubio algo atontado. Sin duda aquella noche su compañero lucía espléndido, pues había un brillo especial en sus ojos verdes, o en su forma de moverse tan naturalmente coqueta, o quizás eran las expresiones de su rostro que parecían más atractivas de lo usual. O quizás todo al mismo tiempo.

 

— Gracias — soltó una risa complacida el gemelo —. Por cierto, feliz cumpleaños. — Kanon le indicó con la mirada al inglés la dirección hacia el pastel para que dejará de concentrar sus ojos ámbar sólo en él y dejara de babearse encima, pues la pequeña vela de la tarta se consumía a prisa.

 

Wyvern dio un respingo y de golpe la sangre le regresó al cerebro, pues parecía querer acumularse con ganas en su entrepierna. Se dio cuenta del detalle achocolatado por la celebración de su nacimiento y sonrió levemente, la verdad no estaba acostumbrado a esbozar este gesto tan relajado y feliz, pero Kanon sabía cómo sonsacarle esa inusual expresión contenta de repente.

 

El griego se mostró victorioso al saber que al rubio le había gustado el detalle y en unos segundos depositó la charolita que contenía el pastel frente a él. Juntos hicieron el ritual de pedir un deseo, apagar las luces de la tarta y dar un mordisco travieso al postre.

 

Radamanthys tomó una fresa de la cubierta, la cual estaba bañada en delicioso chocolate obscuro, luego la colocó entre los labios del griego y entonces depositó un beso en su boca, disfrutando compartir la frutilla entremezclada con el sabor de los labios del cantante.

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La fiesta salió a pedir de boca. Por supuesto, existieron algunos inconvenientes típicos de esta clase de celebraciones, pero nada que lamentar y ni que destruyera el ambiente de celebración e ímpetu por el cumpleaños del festejado.

 

Asistieron únicamente amigos y camaradas cercanos del rubio, los cuales se encargaron de animar la noche, embravecidos por el excelente alcohol que el anfitrión había ofrecido sin escatimar en gastos.

 

Fue tal el ambiente de euforia y animosidad, que Kanon tuvo que negociar con el DJ para que se quedara un par de horas más a cambio de una buena remuneración por sus horas extras.

 

Hubo muchos disfraces; la mayoría acorde a la fiesta americana de Halloween encarnando personajes típicos de películas de terror; empero hubo otros que sacaron más de una carcajada por lo bizarros e ingeniosos que resultaban: una mamila gigante; un hombre vestido de monja; un trio de amigos simulando figuras de tetris; un espermatozoide…

 

Minos hizo aparición pasada la medianoche e iba acompañado de Albafica. Kanon insinuó si ahora eran pareja, a lo que el modelo casi le pisa de enojo y le aclaró que sólo eran amigos. Griffon iba vestido de vampiro muy al estilo gótico y sin duda su plateada melena ayudaba a que el efecto fuera irresistible; mientras que Albafica se notó que improvisó de última hora un disfraz de perro con orejas de diadema y cola de resorte color marrón sacadas de alguna tienda de segunda mano, o del armario del noruego.

 

— ¿Eres un perro? — preguntó el gemelo en seguida de abrirle la puerta y mirar a ambos pelilargos.

 

— ¡No! Soy un lobo — reprochó el hermoso joven y Minos rodó los ojos como si hubiesen discutido ese mismo tema hasta el hartazgo.

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La estrella de rock era un hombre sumamente malicioso, pues notó pronto que los ojos ámbares del festejado no dejaban de seguirlo por donde iba a la fiesta; sabía de sobra que la mirada del inglés casi le quemaba la espalda cuando se detenía por demasiado tiempo con otro hombre. El griego lo sabía y no hacía nada para inhibirse.

 

Pronto llegó donde se encontraba el abogado con quien estaba enrolado; a su lado estaban Valentine, Niobe y un tercero que no conocía.

— ¡Hola! — se hizo notar el cantante.

 

— ¡Kanon! — rió Niobe borracho —. Te ves muy bien esta noche… pero ¿Cuándo no te ves bien? — continuó carcajeándose torpemente y sin duda lo que lo hizo callar fue la severa mirada involuntaria que le lanzó su jefe.

 

— ¿Y quién eres tú? — preguntó con descaro el gemelo recorriendo con la mirada a un hombre con un porte bastante parecido al de Wyvern, pero sin la ceja y su cabello era plateado. Sin duda era apuesto.

 

— Basilisk Sylphid — se presentó debidamente mirando con extrañeza al atractivo recién llegado disfrazado de pirata —. Soy… fui… El señor Radamanthys fue mi tutor; bueno, aún lo considero mi superior — bajó la vista apenado.

 

— ¿Kanon tienes un minuto? — habló Wyvern con una voz gutural. Automáticamente sus subordinados, incluyendo a Sylphid bajaron la mirada con una clase de miedo respetuoso.

 

— Por supuesto — repuso el peliazul algo arisco.

 

Radamanthys le tomó del codo y lo arrastró a la solitaria alacena de su cocina.

 

Aquella noche el rubio se había vestido de hombre lobo; pero no utilizaba una máscara, sino una melena bastante práctica que servía de pelaje y de orejas; las garras y la cola también eran de trapo pero bastante bien hechas. Había sido una ganga en la tienda de disfraces y Kanon le convenció de comprarlo en parte porque al griego le gustaba verle con ese atuendo, pues le daba un aspecto bastante salvaje, pero no demasiado. De hecho lo adecuado para lucir varonilmente sexy. Ayudaba bastante que usara pantalones y camisa desgarrados manchados con sangre artificial.

 

Al cerrar la puerta detrás de él rodeados de alimentos enlatados, semillas y mermeladas. Wyvern tomó al peliazul por los hombros y lo besó hambrientamente, casi con desesperación. El sombrero pirata de Kanon cayó al suelo por la vehemencia de la caricia y el griego decidió rendirse y rodeó el cuello del otro con sus brazos para profundizar el contacto que se tornó húmedo y caliente. Al cabo de los minutos, finalizaron la danza de sus labios con un sonoro sonido de separación.

 

— No me provoques, compórtate un poco — fue lo primero que le lanzó el inglés con sus bocas a unos centímetros de distancia.

 

— Tus celos son insoportables — ronroneó el griego fingiendo enfado — ¿Acaso quieres que no le hable a nadie en la fiesta? ¡Estás loco! —

 

— Sólo… nnnhggh — gruñó el abogado peleándose con sus propios pensamientos — ¿Podemos venir aquí regularmente cuando no pueda resistir más el deseo de besarte? —

 

— Vaya… literalmente guardándote las cosas en el clóset… o mejor dicho en la alacena. No deberían importarte esas cosas, se supone que aquí está la gente que de verdad te aprecia y… — Kanon se rindió ante aquellos ojos ámbares que reflejaron estrés

 

— ¡Bien! Sólo porque es tu cumpleaños —

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Aquella velada Radamanthys consiguió embriagarse de lleno, y sus amigos y subordinados queridos lo permitieron porque aquella noche el rubio tenía un humor inmejorable y eufórico. De hecho, con bastante whisky en la sangre el inglés hasta se reía. El festejado disfrutó con creces el baile y la celebración; sin duda, todos lamentaron cuando el DJ tuvo que retirarse a las cuatro de la mañana y junto con él más de la mitad de la fiesta también se despidió.

 

Los poco invitados restantes permanecieron charlando y cantando animadamente con música que sonaba en el equipo de audio de la sala de Wyvern. La velada continúo hasta el amanecer,

 

Finalmente, Minos y Albafica medio dormido recargado en su hombro, Valentine y Syplhid, fueron los últimos invitados en despedirse con las luces matutinas del domingo iluminándoles el paso.

 

— Duerme en mi cama, si quieres yo duermo en el sillón. Recuerda que alguien vomitó en el cuarto de huéspedes — repuso el inglés rotundamente agotado mientras arrastraba los pies.

 

— ¿Qué tonterías dices? Durmamos los dos en tu cuarto, no voy a abusar de ti o nada, tarado — replicó Kanon con aspereza y algo ofendido.

 

La verdad el rubio no tenía ya nada de energía para discutir y dejó entrar al peliazul al cuarto con él. Ambos se tiraron sobre el colchón bien tendido y al tocar sus cuerpos el lecho, quedaron pesadamente dormidos sobre él.

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Alcanzaron a dormir algunas horas, pero no demasiadas. La resaca del abogado era impresionante y el dolor de cabeza no le dejaba ni siquiera pensar. Kanon amaneció bastante bien a comparación, la verdad aquella fiesta resultó sumamente tranquila a diferencia de otra clase de diversiones a las que estaba acostumbrado la estrella de rock.

 

Desafortunadamente venía la peor parte de organizar una fiesta en tu propia casa: la limpieza.

 

Así, el griego le preparó a Radamanthys una bebida levanta-muertos, brebaje que había aprendido a realizar en su larga y desenfrenada experiencia; luego, ordenó algunos kebabs bien grasosos a domicilio para llenar sus estómagos que sólo habían recibido alcohol por horas.

 

Y, entonces, los dos se dispusieron a limpiar el departamento de Wyvern o al menos los lugares que habían sufrido de lleno todos los estragos. Esta labor les llevó una buena parte del día

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Terminaron al atardecer y volvieron a pedir una pizza para calmar su hambre. Después de saciar sus estómagos ambos tomaron una ducha en sus respectivos cuartos de baño. Luego, se echaron al sillón a descansar merecidamente mientras miraban televisión.

 

Kanon recostó su cabeza en el regazo del rubio y dormitó arrullado por el hipnótico sonido que provenía de la pantalla.

 

Radamanthys lo observó largamente disfrutando el espectáculo del rostro relajado y tranquilo del otro hombre quien cada vez le gustaba más y más. Esta atracción que sentía por él de alguna manera hacía estragos incontrolables en su estómago y en su pecho, la verdad le inquietaban mucho todas las sensaciones que aquel griego desataba en él en cadena y, sobretodo el hecho de que aquello no le molestaba demasiado.

 

El inglés inclinó su rostro y sintió la tibia respiración del otro entremezclándose con la suya, aquella caricia fue irresistible y deseó besarlo suavemente. En unos segundos, el rubio cumplió su voluntad y selló sus labios con los del semi-durmiente hombre quien entreabrió sus espesas pestañas para cerciorarse de que era el inglés quien lo besaba. Las pestañas del peliazul eran tan largas que hicieron cosquillas a la mejilla del rubio.

 

Ambos disfrutaron largamente la caricia de amantes.

 

— Si no estuviera tan cansado, te haría el amor ahora mismo — confesó sin pena Radamanthys con los labios apenas despegados de los ajenos.

 

— Y si yo tuviera sólo un poco de energía más te obligaría a cumplir tus palabras — le refutó despacio Kanon, volviendo a cerrar sus ojos agotado.

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Marzo 2013

 

El Santuario estaba en crisis, Saga lo había visto venir sólo de mirar los libros de contabilidad durante el cierre del año pasado. No obstante, el gemelo se empeñó en salvar a la Fundación a toda costa y pasó los últimos tres meses en vela buscando solucionar el crónico problema financiero que atacaba a la empresa que llevaba el nombre de la Diosa de la Guerra. Sin duda, el tiempo le demostró que era una tarea colosalmente imposible, pues parecía que de repente todo estaba en su contra y los más sólidos prestamistas y banqueros le dieron la espalda a la Fundación sin ninguna explicación. Algo más grande estaba detrás de aquella ruina y el imponente hombre de larga cabellera color añil sabía perfectamente que el apellido Heinstein hacía mella en sus teorías de conspiración.

 

Aquella calurosa noche primaveral, al gemelo se le vino el tiempo encima como de costumbre analizando la economía del Santuario y realizando ajustes, revisiones a los libros de contabilidad y alguna que otra llamada. Estaba tan absorto en sus labores que no notó cuando Aioros llegó a su oficina.

 

— Deberías dejar todo por hoy e ir a descansar. Nunca piensas en ti — habló el recién llegado con firmeza pero al mismo tiempo con un sabor amable en su tono de voz.

 

Saga levantó la mirada sorprendido, sus cejas oscuras searquearon profusamente como muestra de su sorpresa.

 

— ¡A-Aioros! — exclamó desperezando la mirada de sus deberes —. Creí que estabas en Bulgaria ¿Qué hora es? — se preguntó más a sí mismo que a su interlocutor, revisando su elegante reloj de pulsera y, de cierta manera, ya no le sobresaltaba saber que se había quedado en la oficina pasada medianoche.

 

— Regresé antes de lo esperado, es verdad — admitió bonachón el apuesto hombre de piel bronceada — ¿Debo disculparme con el aspirante a patriarca por no haber avisado? — bromeó risueño.

 

— ¡Por favor, no digas tonterías! Todos sabemos que tú serás quien sustituya a Shion y yo… — Saga se mordió el labio inferior y desvió su esmeralda mirada rehuyendo la presencia del otro hombre —. Yo siempre estaré aquí para apoyarte, pase lo que pase… ¡Y a la Fundación, por supuesto! —

 

La sedosa risa que soltó su colega fue deliciosa y en cierta forma fungió como un bálsamo revitalizante para la mente sobrecargada del gemelo después de tantos meses de trabajo interminable.

 

Aioros caminó resueltamente hacia el peliazul y rodeó su escritorio de caoba, luego se colocó detrás del aspirante a patriarca, quien resultaba ser su rival y a la vez su mejor amigo.

 

— Relájate un poco, Saga. Hablo en serio; todos los ejecutivos de la Fundación sabemos lo precaria que es la situación. Fui a Bulgaria a conciliar con algunos hombres de negocios, pero fue un intento fútil. Se vienen tiempos difíciles, sin duda pero… — El castaño colocó sus grandes manos morenas sobre aquellos anchos y fuertes hombros. El hombre nacido bajo el signo de Sagitario disfrutó el pequeño sobresalto del siempre recto y distante hombre que fungía como la mano derecha de Shion; Aioros, por su parte, era la izquierda —. Tómatelo con calma ¿Qué haríamos si nuestro Saga desfallece de agotamiento? — Suspiró sinceramente preocupado — ¿Por qué no vienes a tomar un baño conmigo? —

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Ambos verificaron que ni Shion, ni el maestro Dohko –o ambos– estuviesen ocupando las instalaciones para sentirse libres de hacer uso de ellas. Luego de deshacerse de su ropa en el área adecuada, ambos hombres griegos se sumergieron en la colosal bañera llena de columnas dóricas en la que grifos de color oro no dejaban de alimentar la gran poza con agua a más de cuarenta grados, provocando que espesas cortinas de vapor llenaran todo el lugar.

 

El escultural cuerpo desnudo de Saga se sumergió por completo en aquellas aguas de alta temperatura que provocaron a todos los poros de su piel oliva comenzar a transpirar lentamente. Sus tensos músculos, firmes y perfectos a causa del hábito de entrenamiento físico diario inculcado en el Santuario desde la infancia, comenzaron a relajarse tenuemente.

 

Por su parte, Aioros se introdujo algunos segundos después que el peliazul. El hombre de cabellera castaña emitió sonoros sonidos de placer al sentir aquella agua perfumada y caliente rodeando casi por completo su cuerpo. Un poco más juguetón que el otro, el Sagitario, comenzó a sumergirse y a chapotear, alejándose un poco del meditabundo gemelo, sabiendo que el Géminis necesitaba unos momentos consigo mismo.

 

Aquellos largos baños en agua insoportablemente caliente era un hábito muy común en Saga, la verdad era un complejo que adquirió pocos años atrás. Lo hacía no sólo para limpiar la suciedad de su cuerpo, sino para alcanzar una singular experiencia de purificación interior que le provocaba la sensación de agua perfumada a alta temperatura recorriendo su cuerpo para arrastrar toda suciedad y así poder apaciguar un poco a su atormentada mente presa de interminables remordimientos causados por todos los pecados que había cometido muchos años atrás, incluido el intento de asesinato de su mejor amigo. Ante esta memoria, Saga apretó los puños y los párpados de sus ojos cerrados con fuerza ¿Qué hubiera sido de él de haber tenido éxito? Aioros fue durante mucho tiempo el único faro que lo guió a través del océano de oscuridad de su propio corazón. Y luego… luego le había consolado dulcemente y había sido su único apoyo, además de la señorita Saori, durante su reintegración a una vida decente, de bien y productiva.

 

Culpar de todas las tragedias de las que había sido autor a su padecimiento psiquiátrico de trastorno de personalidad múltiple, médicamente comprobado, le sabía muy irresponsabley la necesidad de buscar redención, no sólo con los demás, sino consigo mismo era castigo suficiente de por vida.

 

— ¿En qué piensas? — le despertó de su sopor Aioros momentos después. El gemelo agitó su cabeza, como si disipara alguna clase de velo sobre su rostro. Saga se tensó un poco al notar que el castaño estaba a un lado suyo, tan cerca que podía sentir su suave y reconfortante energía. Como un reflejo estúpido, el peliazul cerró sus muslos buscando ocultar un poco su desnudez que de repente le incomodó; por el contrario, el otro griego parecía tan despreocupado por la ausencia de prendas íntimas en los dos —. Saga, prométeme que te vas a relajar sólo un poco… —

 

— De acuerdo… — accedió sin demasiada solidez su interlocutor.

 

— ¿Por qué no hablamos con tu hermano? Quizás pueda convencer a Julian Solo para que interceda por nosotros — sugirió afablemente el moreno, sintiéndose en confianza; tanta que colocó una de sus manos sobre la de Saga, la cual tocaba el fondo de la bañera.

 

— ¡De ninguna manera! — un cambio impresionante se reflejó en cada fibra del cuerpo del peliazul quien se deshizo sin delicadeza de aquella reconfortante mano sobre la suya con un movimiento agresivo — Kanon tiene sus propios problemas — comentó arrugando la frente y comenzando a respirar ansioso por la nariz —. Y en todo caso, la señorita Saori sería más efectiva para persuadir a Julian. Mi hermano es un juguete bastante usado por ese maldito magnate, pronto le aburrirá —

 

— ¡Saga! — replicó Aioros con severidad, sin poder creer aquella manera de expresarse del otro de su propio hermano —. No me parece adecuado que hables así de tu mellizo, no es correcto y tampoco fue adecuado lo que insinuaste de la señorita Saori… —

 

Ignorando olímpicamente al hombre con quien estaba a punto de compartir un momento íntimo, el apolíneo cuerpo del peliazul se puso de pie y gruesos hilos de agua le resbalaron exquisitamente por toda la anatomía, acariciando cada tentador rincón de tono oliva. Esta vez parecía que Saga estaba bastante cómodo con su desnudez.

 

— Buenas noches — se despidió golpeando sus palabras y parándose frente al Sagitario quien estaba sentado aún en la bañera. Aquella pose de alguna forma era imponente y hasta agresiva. Mirándolo desde arriba, le dedicó una afilada mirada esmeralda antes de retirarse.

 

Aioros suspiró frustrado y hundió su cabeza despacio en el agua intentando serenarse rápidamente, pues contestar violencia con violencia no iba para nada con él.

 

El castaño no tuvo cuidado al tocar el tema del hermano gemelo de su amigo; sabía que desde hacía meses a Saga le carcomía el remordimiento por sentirse responsable de haber destruido el corazón de su mellizo sin ninguna clase de tacto. El Sagitario sabía la historia de lo sucedido aquella mañana en un hotel en Athenas donde Kanon y su pareja se separaron de manera inadecuada por intervención impulsiva de Saga. Aioros no podía negar que el comportamiento de gemelo mayor había sido reprobable e insensible, cosa que la mano derecha de Shion sabía y le gustaba torturarse con la idea. Vaya masoquista que era su mejor amigo.

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Abril 2013

 

Tenma había escapado del Santuario aquella mañana. El jovencito de mirada color chocolate estaba completamente consciente de la grave falta que aquello suscitaba a las normas de su hogar, pero era una carga que estaba dispuesto a afrontar, pues su determinación estaba totalmente focalizada a una sola meta: encontrar a Hades por su cuenta.

 

Unos días antes, escuchó una conversación que no debía en las oficinas administrativas del Santuario, pues buscaba a Dohko para entregarle unos ensayos que el viejo maestro le había encargado como parte de un proyecto individual. Al no encontrar a su tutor, el muchacho deseó preguntarle a Shion cuándo podría localizarlo; no obstante, encontró a Saga en la oficina del patriarca realizando una llamada telefónica en la cual el gemelo parecía sumamente abstraído y lleno de emociones contenidas. Tenma supo que no debía espiar conversaciones ajenas, menos de un personaje tan temible como el peliazul, pero la curiosidad le supo más convincente y escuchó toda la plática. El Santuario estaba en serios aprietos, casi al punto de la quiebra y la mano derecha del patriarca culpaba a Hades y a la familia Heinstein del hecho.

 

Al enterarse de aquellas confabulaciones por parte de Saga, Tenma se inquietó aún más cuando quiso comunicarse con Hades para aclarar todo aquello, pero todo intento fue inútil y no fue capaz de localizarlo jamás. Totalmente inquieto y confundido, el joven de cabello castaño decidió en ir en su búsqueda él mismo.

 

El joven ya estaba cruzando el valle que separaba a Rodorio, pueblo vecino al Santuario, del resto de Grecia con su pequeña mochila al hombro cuando, de repente, una imponente presencia le impidió el paso.

 

— ¿A dónde crees que vas? — le habló una severa y profunda voz masculina.

 

— ¡I-Ikki! — exclamó Tenma impresionado.

 

En efecto, Ikki notó la fuga del jovencito de inmediato y le siguió. Cuando se dio cuenta de que el castaño escapaba sin lugar a duda, Fénix decidió intervenir.

 

Aquel joven moreno tres años mayor que Tenma poseía una fortaleza física impresionante, aunado con su rostro de expresión permanentemente severa, la cual agudizaba cierta cicatriz que nacía desde el tabique de la nariz hasta la frente. A pesar de ello, Tenma no flaquearía ni en broma.

 

— Déjame pasar, es urgente que vaya a hacer… lo que tengo que hacer. Si tengo que pelear contra ti, lo haré ¡Apártate! — le espetó con total convencimiento en cada palabra.

 

El mayor arqueó una ceja y cruzó los brazos con aire estupefacto.

 

— Convénceme de que lo que tienes que hacer es más importante que permanecer a salvo en el Santuario y te dejaré ir sin hacer preguntas.

 

— ¿Lo sabes no? La Fundación Athena está a punto de caer en la ruina y Saga inculpa a Hades y a su familia. Si eso es verdad, tengo que hablar con él en persona.

 

— ¿Y el gran señor Hades va a escuchar a un enano insignificante como tú? — inquirió mordaz el severo joven a quien habían apodado Fénix debido a su fuerza y temple descomunal.

 

— ¡Lo hará! — exclamó sin un deje de duda en sus orbes avellana.

 

— De acuerdo — bufó Ikki frunciendo el ceño —. Te creo. Puedes ir, pero te acompañaré y no vas a poder deshacerte de mí. Son mis condiciones; así de fácil —

 

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