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Rock you like a hurricane por Athena Selas

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Capítulo 20

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Septiembre 2013

 

Kanon debía volver a Londres inevitablemente, no sólo porque había firmado una serie de contratos que lo comprometían a cumplir los conciertos que culminarían aquella extenuante gira en la que Poseidon había dado prácticamente la vuelta al mundo, sino además porque era completamente necesario para Kanon enfrentar aquella ciudad que había sido testigo de su relación con Radamanthys, una historia de amor que había resultado nada menos que un castillo de naipes.

 

Al bajar del avión que los había traído de vuelta desde América, los compañeros de banda del gemelo se dispersaron cuanto antes, pues tantos meses de convivencia hombro con hombro los habían ya sacado de quicio y necesitaban urgentemente unas vacaciones de ellos mismos, anhelando culminar aquella gira de manera definitiva y gozar de al menos unos meses sabáticos antes de volverse a ver las caras por necesidad laboral.

 

La banda solicitó a su cuerpo técnico evitar una conglomeración a su llegada, pues lo que todos querían era descansar de las extenuantes jornadas de trabajo que les habían provocado un fatal cansancio acumulado, más el jet-lag interminable a causa de recorrer el globo sin descanso por meses.

 

No obstante, cuando Kanon bajó del avión tuvo uno de sus típicos cambios de planes e informó sonriente el equipo de Poseidon que deseaba saludar a las personas que se habían molestado en hacer uso de su tarde para recibirlos. El cantante no esperó reacción alguna por parte de sus compañeros y ninguno de ellos deseó acompañarlo en su empresa.

 

Cuando finalmente Poseidon cruzó por la sala de llegada que les habían asignado, casi todos los miembros de la banda pasaron de largo a la multitud, protegidos por sus cuerpos de seguridad; sin embargo, el gemelo se acercó hacia sus seguidores con una galante sonrisa y de detuvo frente a ellos tras el cerco de seguridad.

 

Esta acción causó furor entre las decenas de fanáticos que habían esperado muy pacientemente por horas sólo por el anhelo de saber si la casualidad les permitiría ver de cerca a sus ídolos.

 

A pesar de que el resto de Poseidon Marines no imitó a Kanon, su sola presencia fue suficiente para causar el clamor de sus seguidores quienes lo recibieron con pancartas, vítores e incluso regalos. Con su digna actitud de estrella de rock, detrás de la línea de seguridad, Kanon estrechó la mano de los afortunados que se encontraron en el lugar y momento precisos, les dedicó palabras de agradecimiento en su casi perfecto inglés y al final, estresando demasiado a sus guardaespaldas, ya no pudo contenerse más y eliminó la distancia entre él y la multitud y terminó tomándose selfies, firmando toda clase de afiches, pieles y recibió histéricos abrazos.

 

Los elementos de seguridad del aeropuerto tuvieron que rogarle al cantante de rock que se retirara pronto, pues estaba provocando una conmoción que podría poner en riesgo la estricta seguridad del aeropuerto de Londres, Kanon entonces se despidió en medio del estrepito humano que solo era una pizca de lo que le esperaba durante las siguientes jornadas.

 

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En cuanto Kanon pisó su viejo apartamento en Londres, el cual emanaba un peculiar aroma a humedad, polvo y desuso a causa de los todos los meses durante los cuales permaneció desocupado, supo que deseaba deshacerse de aquella morada tan rápido como fuera posible.

 

No deseaba simplemente desocuparla y venderla. Quería profanarla y ultrajarla, pues aquella vivienda ostentaba un simbolismo sumamente importante de su empalagoso romance con Radamanthys Wyvern, episodio que deseaba convertir en cenizas. Profanarlo.

 

El gemelo menor no contaba con mucho tiempo libre a pesar de que se encontraba en el destino final de la gira de Poseidon, pues la agenda de la banda se hallaba sumamente ajustada y Kirshna únicamente les concedió 24 horas libres antes de iniciar las sesiones de ensayos, entrevistas y compromisos de naturaleza artística que los célebres músicos tenían que cumplir en Inglaterra.

 

Supuestamente aquel día libre debía ser utilizado para el descanso y la recuperación del jet-lag experimentado tras el viaje transatlántico y tras el terrible cansancio que todos y cada uno de los miembros de la banda y su equipo de soporte cargaban luego de meses de agotamiento sobrehumano.

 

Pero el solista no se iba a quedar quieto, la vida era demasiado breve como para desperdiciarla durmiendo o echado; más aún si tenía la apremiante misión de profanar su hogar en la capital inglesa.

 

Así que Kanon recorrió su vieja morada con el labio torcido y mientras realizaba aquella inspección general se encargó de eliminar cualquier leve detalle que tuviera relación con Radamanthys: desde la taza de té que el abogado solía utilizar cuando lo visitaba, hasta portarretratos que contenían fotografías de la antigua pareja en alguna de sus citas.

 

Al gemelo comenzó a escapársele el aire de los pulmones lentamente mientras realizaba aquel ritual, hasta que un cosquilleo insoportable dentro de su pecho no le permitió continuar y de repente olvidó como respirar.

 

Ahogado en frustración, el gemelo tomó asiento en el sofá de su sala de entretenimiento y recuperó la compostura como pudo.

 

Apretó los puños hasta que dejó de sentir sus nudillos mientras fruncía su ceño con infinito enfado. Aún era demasiado pronto, no podía hacer aquella tarea él solo.

 

Entonces buscó con apremio su teléfono móvil en el bolsillo de su abrigo y supo exactamente a quienes debía llamar.

 

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Unas horas más tarde, esa misma silenciosa y casi fantasmagórica sala de entretenimiento se encontraba abarrotada por varias docenas de extravagantes invitados quienes sostenían una escandalosa y psicodélica reunión desbordante de alcohol, drogas, rock y sexo, mucho sexo.

 

Sin mayor demora, las viejas malas compañías de Kanon en el Reino Unido, a quienes abandonó por influencia de Radamanthys, acudieron al llamado de su antigua fuente de dinero y drogas. El griego patrocinó aquella orgía con una billetera de recursos ilimitados y técnicamente no estableció restricción alguna, únicamente exigió a sus amigos darse el maldito desfogue de su vida.

 

El sofisticado equipo de sonido del cantante reproducía a un volumen casi torturante una selección de música improbable. A veces se escuchaba punk, otras death metal, en ocasiones melodías psicodélicas y de vez en cuando ritmos poperos que invitaban a fornicar.

 

El alcohol parecía casi interminable, pues habían sido comprado cajas y cajas de todos tipos de licor, desde los más populares hasta reservas exóticas que los invitados de Kanon se dieron el lujo de solicitar.

 

Los estupefacientes también fueron adquiridos en un bacanal grado de generosidad: había anfetaminas, cristal, heroína, cocaína, hongos, LSD, marihuana y demás sustancias de recreación alternativa.

 

Kanon apenas había bebido unos cuantos tragos de alcohol y fumado un poco de cristal a petición de sus amigos, pero no tenía la menor intención de ahogarse en aquel mar de perdición. Únicamente quería ser testigo de la profanación de su próximamente antiguo hogar, además era un profesional y todavía tenía que trabajar con su cuerpo y mente en un estado de sólida entereza.

 

Mientras tanto sostuvo múltiples charlas insulsas con algunos de sus invitados. Cuando se hartó de aquellas conversaciones, dos chicas voluptuosas rubias se turnaron para montársele y besuquearlo con una sed sexual incontenible. Kanon les devolvió los besos y las caricias hasta que le dolió la erección, pues no tenía intención alguna de fornicar aquella noche, él era un espectador no un partícipe.

 

Cuando logró quitárselas de encima y convencerlas de que ellas mismas continuaran complaciéndose mutuamente, salió de la sala y recorrió su apartamento colmado de dopado invitados cual antro de los barrios bajos de cualquier capital.

 

Entonces se adentró a su habitación, la cual no pensaba volver a usar jamás, y fue testigo de cómo su antigua cama era el lugar preferido para que diversas parejas se encontraran follando como animales mientras emitían una serie de sonidos que distaban de ser eróticos, más bien eran grotescos.

 

Toda la escena en general era repugnante, tanto que su hinchada hombría por las atenciones de las lujuriosas rubias se desinflamó rápidamente.

 

Y el gemelo contempló la orgía por largos minutos mientras los participantes se sentían excitados de que el pelilargo los mirara con tal detenimiento; en realidad Kanon deseaba quemarse la retina con aquella escena de pieles chocando con lascivia en movimientos obtusos mientras los presentes gesticulaban pujidos reptiles. El griego deseaba recordar esa cama con esas imágenes en su memoria y no como el lecho donde él y Radamanthys hicieron el amor en incontables ocasiones.

 

Cuando tuvo demasiado de aquel repulsivo espectáculo, se dirigió a la salida de la habitación y luego a la del departamento. Esquivó con determinación a sus sosos invitados hasta que encontró un espacio privado, cerca de los ascensores.

 

Ahí encendió un cigarrillo y deseó mantener sus pensamientos en blanco, pues cuando pensaba en que se encontraba quemando un santuario con gran valor emocional un insoportable cosquilleo doloroso le atravesaba el pecho, dejándolo indefenso.

 

No tenía intención alguna de regresar al bucólico festejo, así que esperó durante largos minutos hasta que sus plegarias por terminar aquello fueron escuchadas: de un momento a otro la policía de Londres salió de la puerta del ascensor liderados por un enfurecido vecino de los condominios quien tenía el rostro morado a causa de la cólera.

 

Kanon sólo alcanzó a reír cínicamente, teniendo por seguro dos cosas: sus días como habitante de aquel piso de lujo terminaban esa misma noche y tanto Krishna como Kaysa la iban a pasar muy duro para sacarlo de aquel escándalo legal en vísperas de los tan esperados conciertos de Poseidon en Londres.

 

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Grecia

 

Saga tenía claro que él debía que acudir personalmente a mediar la delicada situación entre su gemelo y Wyvern. Después de todo, era lo menos que podía hacer al haberse entrometido sin cuidado entre los asuntos de ellos dos.

 

Por lo tanto, algunos días pasada la primera quincena de septiembre, la mano derecha del patriarca dejó en orden todos los asuntos de su competencia en el Santuario y se cercioró de que las personas de alta confianza quienes lo suplirían tuvieran claras todas sus instrucciones, así como los medios para contactarlo en caso de emergencia.

 

Saga salió por la mañana, ataviado con pantalón de vestir y camisa bien planchada, descendió por el ascensor del edificio donde se encontraban los aposentos de los líderes de la Fundación Athena en el Santuario y caminó por el vestíbulo con una pequeñas valija en la mano que rodaba tras su paso. Cuando el gemelo estuvo por cruzar la puerta automática de salida, un grito lo detuvo.

 

— ¡Espera, Saga! — El gemelo giró su cabeza al reconocer la voz profunda, pero amable de Aioros la cual provenía de las escaleras, las cuales el castaño había recorrido corriendo para alcanzar al hombre de larga cabellera cobalto —. Iré contigo a Londres — vociferó deslizándose hasta quedar frente al otro con la respiración agitada emitiendo su clásica sonrisa angelical.

 

— No puedo llevarte escondido en mi valija, Aioros — puntualizó el mellizo arqueando una ceja, obteniendo en respuesta una sonrisa más ancha y un aura de triunfo por parte de su compañero.

 

— Compré mi propio boleto en tu mismo vuelo. Tu secretario Dócrates me confió todos los detalles de tu viaje a cambio de una cena — estipuló orgulloso y el gemelo sólo alcanzó a poner los ojos en blanco a causa del descuido de su subordinado con ojo de vidrio.

 

— ¿Qué asuntos tienes en Londres? — espetó con el ceño fruncido el pelilargo aunque ya presagiaba la respuesta.

 

— No quiero que enfrentes solo a Kanon y a Radamanthys, además no tenemos idea de cómo pueden complicarse los escenarios. Quiero estar a tu lado.

 

Saga se mordió el labio inferior y apretó la manija de su valija en un intento por aminorar el impacto que aquella dulcísima intención por parte de su mejor amigo le provocó a un nivel emocional. El gemelo enmudeció y sólo pudo responder fingiendo indiferencia.

 

— ¿Entonces compartimos taxi?

 

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Londres

 

Aioros y Saga se instalaron en el hotel de la capital inglesa donde se establecerían para encarar la misión que el mellizo se había impuesto para sanar a su hermano menor.

 

El Santuario enfrentaba una severa crisis, por lo que ambos directivos de la Fundación Athena no buscaron un hotel de lujo y sin ningún empacho se instalaron en un hotel de tres estrellas localizado en el la zona de County Hall de Londres, una ubicación que ofrecía un fácil desplazamiento hacia las zonas céntricas de la capital británica.

 

El Premier Inn contaba con instalaciones pulcras y con los servicios indispensables para su categoría; además contaba con un restaurante bar donde la relación entre precio y sabor era razonable.

 

Para alivio del tenso gemelo, Dócrates reservó dos habitaciones distintas para ambos; después de todo no hacía mucho tiempo que Saga se dejó llevar por sus bajos instintos mientras compartía bañera con Aioros. Además, el gemelo agradecía inmensamente al hombre de cabellera castaña que no hablara sobre aquella ocasión así como había callado muchas otras antes.

 

— ¡Qué emocionante! — exclamó el nacido bajo el sol de Sagitario mientras aguardaban en el lobby la asignación de sus habitaciones. — ¡Es la hora del té, Saga! — señaló en griego mientras miraba con suma curiosidad el restaurante tras el hombro del pelilargo.

 

Fuera del comedor, lucía un vistoso anuncio colocado sobre un tipié. El encabezado indicaba la hora del célebre tentempié británico el cual se llevaba a cabo d pm.

 

— No tenemos tiempo para hacer de turistas, Aioros — amonestó el gemelo.

 

Inesperadamente el teléfono móvil de Saga timbró dentro del bolsillo de su abrigo y el pelilargo atendió la llamada del número registrado en el celular.

 

— Buenas tardes, Valentine — atendió en inglés el mellizo.

 

Aioros se quedó quieto y permaneció atento a aquella conversación.

 

— Fue un vuelo tranquilo, gracias…Me encuentro instalándome en el hotel de Londres… Sí… En County Hall… Premier Inn… ¿Qué tal mañana para el desayuno?... ¿Ahora?... Tengo compañía… No… De acuerdo, buenas tardes. —

 

El hombre de cabellera castaña no perdió ningún detalle de la situación y cuando Saga terminó la llamada no fue ninguna sorpresa para Aioros su siguiente declaración.

 

— Un taxi pasará por nosotros en cuestión de minutos. Tomaremos el té con Radamanthys y Valentine.

 

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El leal subordinado de Wyvern reservó un salón privado en un elegante lugar dedicado exclusivamente al Afternoon Te. Este establecimiento se encontraba ubicado en Riverside, una primorosa zona londinense de diseño urbano amistoso con la naturaleza a orillas del Río Támesis en el ala este de la Ciudad.

 

Los cuatro hombres fueron instalados en un inmaculado salón de paredes color hueso y elementos en sintonía con el ambiente verde de Riverside: macetas de vaporosas plantas de hojas verdes y de vez en cuando alguna flor se asomaba dentro de aquel mar de fotosíntesis.

 

Desde el gran ventanal enmarcado por traslúcidas cortinas color durazno podía contemplarse en célebre río londinense.

 

Les fue servido el té con toda la ceremonia inglesa y a su disposición los meseros dejaron múltiples charolas de varios pisos que contenían bocadillos salados como emparedados o scones de diversa naturaleza, sobresaliendo los invitantes sándwiches de lajas salmón crudo con pepinillos. A petición de Aioros también les llevaron una charola mediana que contenía atractivas tartas de crema y frutas.

 

Radamanthys se encontraba totalmente inapetente, así que se dedicó durante todo el convivio a beber tres tazas de té negro sin crema ni azúcar y comió a duras penas la mitad de un emparedado de salami por insistencia de Valentine.

 

El inglés se encontraba monstruosamente agobiado como de costumbre: su boda acontecería en un menos de dos meses y entre más se acercaba el fatídico día, más ganas tenía de desaparecer del planeta; a su vez, ya había aceptado que se entrevistaría con Kanon para cerrar su ciclo sentimental con la estrella de rock de manera saludable de una vez por todas; y por último, la mera presencia de Saga lo estaba sobrepasando de nueva cuenta a causa de su apabullante similitud física con su mellizo.

 

Y por aquello mismo Valentine había organizado aquella formalidad de compartir la hora del té: su jefe tenía que fortalecerse para encarar a Kanon sin un atisbo de titubeo ante su inquietante presencia.

 

Afortunadamente, la presencia de Aioros desbocó en una agradable e improvista situación para todos. Su afable y encantadora manera de ser medió a lo largo de aquella convivencia que se hubiese desarrollado incómoda sin él.

 

El nacido bajo el sol de Sagitario ofreció una lluvia de preguntas a Valentine y a Radamanthys sobre Londres e Inglaterra, así como otras de índole personal, pero con cuidado de no tocar terrenos privados.

 

— Didymoi — habló Radamanthys con la voz profunda y masculina que lo caracterizaba. El pronunciar aquel apellido en voz alta le era terapéutico. — ¿Aioros es tu pareja?

 

Saga entornó los ojos y le lanzó una primera mirada asesina al rubio.

 

— No lo somos — intervino Sagitario antes de que el mellizo devolviera la cortesía. — Aunque ciertamente Saga es una persona demasiado importante en mi vida. Quiero estar siempre a su lado de la manera más conveniente y saludable para ambos — confesó. Aquella declaración provocó que el gemelo mayor sintiera sus emociones reprimidas por el castaño aflorar con mayor ímpetu y se mordió el labio inferior. — Pero los hermanos Didymoi no son un enigma humano fácil de resolver ¿No es así, caballero Wyvern?

 

Aquella confesión tan simple significó una lección sumamente profunda para Radamanthys. Tanto fue así que las palabras de Aioros se quedarían revoloteando en su mente por horas y en cuestión de días se apropiaría de esta reflexión.

 

Valentine carraspeó y sorbió el último trago de té de su taza de porcelana antes de devolverla a su platito.

 

— ¿Podemos terminar de definir el plan de acción para los siguientes días? — habló el de melena rosácea con paciencia. — Los consejos de Saga y Aioros serán de vital importancia para concretar nuestros objetivos.

 

— Soy todo oídos — el castaño se inclinó atento.

 

— No viajé desde Atenas hasta Londres por nada, caballeros — agregó el gemelo mayor.

 

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Sin duda resolver el engorro legal en el que se había metido Kanon por haber organizado semejante orgía de desenfreno y drogas en su departamento, significó un calvario pues había hecho enfurecer a sus vecinos quienes eran tipos tan influyentes como él y Julián Solo.

 

Cuando Krishna acudió personalmente a primera hora de la mañana para ocuparse del asunto tenía el rostro constipado de ira y tras de él apareció Kaysa con una mueca de total hastío.

 

Luego de largas horas de negociaciones con sus vecinos quienes estuvieron acompañados por sus abogados en todo momento, logró resolverse la situación.

 

Kanon, entre otros términos, se comprometió a dejar de vivir en aquel condominio de lujo inmediatamente.

 

Al concluir la conciliación de aquella difícil situación, el severo representante de Poseidón se encerró con Kanon en las ruinas del departamento para darle la regañiza del año. Desde afuera podían escucharse los bramidos enardecidos del hombre de tez morena, a quien le sobresalían las venas del cuello y de la sien por la cantidad de enojo que estaba destilando por cada fibra del cuerpo.

 

El cantante al principio contestó con la misma violencia, pero fue inútil pues al poco tiempo se le unieron sus abogados para sermonearlo con un tono odioso. Al final incluso llegaron a la escena Baian y Sorrento.

 

Sus compañeros de banda no lo reprendieron, pero resultó aún peor la mirada de desaprobación y resignación que le dedicaron. Estaba seguro que el maldito de Julián los había enviado en su representación. Nada lograba sacar más de sus casillas al mellizo como esos ojos cargados de prejuicios contra él.

 

— ¿Terminaron? — Kanon estaba cruzado de brazos, recibiendo todo aquella situación en postura defensiva —. La lección de todo esto es: me compraré una casa que se encuentre al menos a dos kilómetros de distancia de mi vecino más próximo. Así nos ahorraremos estas mierdas legales. — concluyó socarronamente.

 

La ira de todos los presentes casi se materializó en la atmósfera de la vivienda y Kanon estiró la mano para saber si podía tocarla, luego se encogió de hombros con una sonrisa cínica tatuada en sus labios.

 

 

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El incidente tuvo que olvidarse a la brevedad posible, o al menos posponerse, pues el equipo de Poseidon debía empeñar sus últimos esfuerzos en lograr que los conciertos finales de la fuesen un éxito rotundo y para ello debía cesar de gastar energía y recursos en los desagravios de Kanon, los cuales nadie había echado de menos en absoluto.

 

El gemelo se acomodó de inmediato en la suite que le correspondía en el hotel Intercontinental London, un sitio de descanso de gran prestigio ubicado a unos cientos metros de distancia de la arena donde Poseidon realizaría tres conciertos en total para dar por concluida su agotadora gira.

 

Durante su último día de descanso antes de dar inicio con la apretadísima agenda previa a los conciertos, Saga visitó a su mellizo.

 

Era la primera vez que se entrevistarían de manera presencial, luego del desastroso incidente en Atenas.

 

El lugar de la cita fue acordado en el hotel de descanso del gemelo menor, específicamente en el bar ubicado en el piso 18 del lujoso edificio.

 

La vista que ofrecía el pulcro y sofisticado lugar a través de sus gigantescas ventanas trasparentes era inmejorable: podía apreciarse el célebre río Támesis en un ángulo espectacular, así como uno de los más importantes complejos de negocios londinenses conocido como Canary Wharf, el cual contaba con decenas de edificios que durante la noche se iluminaban de manera imponente.

 

Saga y Aioros acudieron al atardecer al Sky Bar Eighteen. Kanon ya los estaba esperando sentado cómodamente en un sofá de ancho respaldo frente a una mesa y otros dos asientos vacíos.

 

El famoso cantante se encontraba regalando autógrafos y posando para una selfie junto a una pareja de admiradores quienes también se hospedaban en aquel lujoso sitio, pues eran originarios de Irlanda y visitaban Londres aquellos días para asistir al concierto de Poseidón.

 

Cuando la estrella se percató de la llegada de su hermano, se disculpó con sus fans quienes parpadearon asombrados de toparse inesperadamente con el misterioso hermano mellizo de su cantante favorito. Incluso uno de ellos le pidió una fotografía al hermano mayor, pero Saga le devolvió una mirada severa al desconocido y permaneció mudo.

 

El mellizo menor profirió un par de carcajadas y habló a sus admiradores.

 

— Desafortunadamente a mi hermano le arrancaron la lengua y es mudo. Además no le gustan las fotografías, es un ratón de biblioteca.

 

Los admiradores se sobresaltaron y huyeron de la imponente presencia de Saga, pero antes se despidieron de Kanon y expresaron su deseo de que el concierto llegara rápido.

 

— Así que trajiste a tu putilla contigo esta vez — puntualizó el mellizo menor hablando en griego de manera natural y dirigiéndose finalmente a sus dos visitantes.

 

El cantante saboreó el disparo de tensión que recorrió el cuerpo de su hermano gemelo ante aquella intencionada provocación.

 

— Kanon — se adelantó Aioros a cualquier reacción del mellizo mayor y extendió su mano para saludar al menor — Ha pasado mucho tiempo ¿No es así? — alivió las tensiones amablemente.

 

— No el suficiente como para que mi hermano se decida a hacerse contigo oficialmente. — Estrechó la mano del nacido en sagitario mientras sonreía socarrón — ¿Les apetece comenzar con un aperitivo? Siéntanse libres de pedir cuánto deseen, son mis invitados esta noche.

 

Saga suspiró resignado y se acercó a saludar su hermano, posteriormente tomó asiento.

 

Aquella sería una larga noche.

 

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Tres horas habían transcurrido desde que Aioros y Saga habían llegado al Skybar Eighteen para encontrarse con Kanon.

 

Fue difícil vencer la tensión durante la primera media hora de charla, pero los líderes de la Fundación Athena fueron pacientes. Finalmente después de una botella de whisky y otra de ouzo, más unas intrépidas copas de absenta, los gemelos bajaron su guardia al fin.

 

— Hermano — llamó Saga con determinación en el rostro. — Sé que recuerdas la mañana cuando te visité en Atenas unos meses atrás, pues yo lo hago. Aquel episodio debió haberse desarrollado como hoy y no haber tenido aquel fatal desenlace — declaró con franqueza.

 

Kanon meció en su mano su vaso, el cual contenía tradicional licor griego de sabor dulce. Los hielos tintinearon dentro del cristal y finalmente el cantante dio un trago lento.

 

— Lo hecho, hecho está. Ya enterré todo ese asunto, Saga, es tarde para darte golpes de pecho — declaró el mellizo menor contundente.

 

— ¿Has vuelto a ver a ese hombre desde aquella ocasión? — cuestionó el mayor fingiendo desconocimiento de la situación.

 

— No y no veo por qué debería haber sido así. No quiero verle la cara a ese hijo de puta otra vez.

 

— Es saludable cerrar ciclos, querido hermano. Probablemente sea adecuado despedirse ¿No tienes nada que decirle?

 

El cantante frunció el ceño contrariado.

 

— ¿Qué maldita mosca te picó, eh Saga? ¿A qué viene toda esa mierda tan repentinamente? ¿Me quieres tirar tus culpas en la cara, maldita sea?

 

— No es la manera adecuada de hablarle a tu hermano mayor, Kanon. Además, no te desquites conmigo. Tú eres el único culpable de la cadena de pésimas decisiones que es tu vida y…

 

— ¡Kanon! ¿Qué es eso? — interfirió Aioros un segundo antes de que aquella situación colisionara irremediablemente. El castaño señaló la delgada cadena que colgaba del cuello del cantante.

 

La estrella de rock parpadeó repetidamente, saliendo del sopor de furia en el que estaba comenzando a adentrarse. Luego tocó el anillo que Julián Solo le había obsequiado pidiéndole matrimonio.

 

— Es… un anillo de compromiso — le restó importancia teatralmente.

 

— ¿De Julián Solo? — cuestionó Saga neciamente y se llevó el pulgar a la boca. Mordisqueó su uña sin quitar su vista de aquella simbólica joya.

 

— Sí.

— ¡Wow! Una boda ¡Qué maravilla! ¿Por qué no lo dijiste enseguida? — exclamó emocionado Aioros. — ¿Ya saben cuándo se casarán? ¿Acaso quieren guardar toda la discreción posible…

 

— No… no… — interrumpió Kanon sin estar del todo convencido de sí mismo. — No le he dicho que sí todavía, maldita sea.

 

— Es divertido ¿No? — alzó la voz el mellizo mayor quitándose la mano de los labios. — Más que una joya de compromiso, el anillo atado a tu cuello parece una cadena de perro.

 

— ¡Saga, por favor! — por primera vez en todas aquellas largas horas, Aioros alzó la voz con vigor reprobatorio.

 

— No, déjalo. — Agitó su mano el cantante, removiéndose en su asiento —. Tiene razón.

 

— Se un adulto, hermano — retó Saga. — Si quieres responderte a ti mismo si en verdad quieres unir tu vida a la de Julián Solo, tienes que enfrentarte a Radamanthys y terminar las cosas como deben de ser. Tú no eres un cobarde.

 

Kanon desvió la vista de los ojos de sus interlocutores. Luego se dedicó a terminar de beber el contenido alcohólico de su vaso. Se tomó su tiempo para responder.

 

— ¿Y qué? De repente puedes agendarme una cita civilizada con ese hijo de puta — lanzó el reto el solista.

 

— Pruébame.

 

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Minos llegó a Londres justo a tiempo para iniciar los preparativos para la despedida de soltero de Radamanthys.

 

Él y Aiacos fueron apoyados por algunos contactos en la capital inglesa, especialmente subordinados de Wyvern.

 

Todo estaba planeado para que el severo abogado hallara el desahogo que necesitaba con tanta urgencia o se iba enfermar por tragarse tanto estrés. Aquella era la lógica de Griffon y Garuda.

 

El festín bacanal preparado para Radamanthys se llevaría a cabo en un club para caballeros enterrado en el centro del célebre barrio de Soho. Una zona que a Wyvern no agradaba a causa de su sosa popularidad y su libertinaje; pero era justamente por eso que el noruego había seleccionado aquella zona. Su inglés colega tenía que estar totalmente fuera de su zona de confort.

 

Mientras Minos abordaba uno de los característicos taxis londinenses que lo llevarían a su sitio de descanso, hizo uso de su teléfono móvil para comunicarse con Albafica y después con Aiacos con el objetivo de informarles de su llegada y proveerles su itinerario. Ambos lo alcanzarían unas horas más tarde.

 

Posteriormente envió un mensaje a Kanon con una sonrisa perversa tatuada en su atractivo rostro de facciones nórdicas.

 

Minos: ¿Estás listo para una noche de caballeros el sábado?

 

Kanon: ¿Vas a llevar a Albafica contigo?

 

Minos: Eso es elemental.

 

Kanon; Bah, qué aburrido te pondrás entonces.

 

Minos: Más mujeres para ti.

 

Kanon: ¿Irá también el cejón hijo de puta?

 

Minos: Quizás ¿Te da miedo?

 

Kanon: Sí, claro. Me da miedo que me mate de aburrimiento su estúpida cara.

 

Minos: Entonces ¿Vienes?

 

Kanon: Esa noche es el primer concierto en Londres, así que llegaré muy tarde.

 

Minos: No te arrepentirás.

 

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Notas finales:

Cuánta intriga para este inminente re-encuentro de la pareja principal.


Estaré feliz de leer sus comentarios si tienen alguno.

 

Muchas gracias por sus muestras de ánimo y apoyo a la historia.

Un abrazo.

 

Respuesta para el comentario de "Nena": ¡Hola! Muchas gracias por tu apoyo y seguimiento a este relato, lamento tener que responderte por este medio, pero un error del sitio me impidió mandar un comentario a tu review. Me alegra que la historia te cause muchas emociones y gracias por tomarte un segundo para hacerme saber que me sigues, espero el fanfic continue siendo de tu preferencia ¡Un abrazo!


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