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Rock you like a hurricane por Athena Selas

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Capítulo 21

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Radamanthys había perdido mucha fortaleza emocional durante los últimos meses, así que opuso escasa resistencia a los perversos planes de Minos y Aiacos quienes se ofrecieron a organizar su despedida de soltero.

 

La cita convocó a los invitados la noche del 22 de septiembre a partir de las 10 p.m. en un club llamado Kozmic Blues. El establecimiento contaba con escasa reputación moral en el barrio de Soho, Londres.

 

A cada asistente se le hizo llegar una invitación guardada dentro de un sobre rojo. El papel que contenía las indicaciones del evento estaba tapizado con imágenes sugestivas de atractivos cuerpos de hombres y mujeres en posturas incitantes. Los modelos portaban únicamente pequeñísimas prendas íntimas.

 

Wyvern sentía un leve entusiasmo por su celebración. Necesitaba desestresarse con urgencia, pues era un hombre de muy intensas necesidades sexuales y después de superar su depresión por la ruptura con Kanon no había tenido el mejor de los éxitos con las mujeres con quienes intentó consolarse en el plano erótico.

 

El inglés tenía un buen presentimiento sobre aquel festejo, lo supo cuando despertó aquella mañana sintiendo un agradable cosquilleo en su entrepierna vaticinando inesperadas y placenteras sorpresas esperándolo aquella noche.

 

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El Kozmic Blues fue rentado en su totalidad por los Jueces del Infierno. El lugar estaba ubicado en el penthouse de un edificio de ocho plantas y era un pequeño santuario dedicado al placer masculino.

 

Cuando se encontraba en servicio, la oscuridad era la cómplice de los asistentes, pues había escasez de luz y únicamente destellos de luces neón iluminaban el establecimiento misteriosamente.

 

Los tres escenarios distribuidos a lo largo del establecimiento y la barra del bar eran las únicas fuentes de luz permanente y uniforme.

 

Los asistentes del Kozmic Blues, quienes eran exclusivamente varones, se acomodaban a su llegada en mullidos sillones de piel color negro alrededor de alguna de las espaciosas mesas en cuyo centro sobresalían tubos de pole dance.

 

Al fondo del lugar existían habitaciones privadas donde los clientes recibían servicios especiales si pagaban por ellos. La iluminación de esta zona era de color rojo, brindándole un aspecto incitante a estos cubículos íntimos.

 

Radamanthys acudió puntual a la cita, siendo el estricto caballero inglés que era. El rubio vestía pantalones azul medianoche, una camisa de tonalidad igualmente oscura, así como una chaqueta de gamuza color gris oxford. Aquella noche estaba listo para gozar su despedida de soltero en plenitud, así que tuvo esmero en su imagen personal y desbordaba un exquisito aroma de loción varonil.

 

Wyvern arribó junto con Valentine a quien Minos no había informado de la invitación a Kanon la despedida de soltero de su colega. Griffon así lo quiso para que el encuentro de la antigua pareja fuera lo más sorpresivo posible para ambas partes.

 

El Kozmic Blues inició la fiesta puntualmente, así que el personal comenzó a ofrecer bebidas a los primeros invitados y tenue música electrónica comenzó a reproducirse en el equipo de sonido del establecimiento. El primer show de la noche empezaría a las 11 de la noche y el Kozmic Blues prometió que la temperatura en el lugar comenzaría a subir a lo largo de las horas hasta que los sentidos de los invitados estuvieran perdidos por completo.

 

Minos se moría de ganas por saber si el servicio del lugar cumpliría con sus expectativas, pues quería hacer gozar a Radamanthys hasta el éxtasis. El noruego, por su parte, debía medirse totalmente, pues su querido Albafica lo acompañaría durante toda la celebración la cual terminaría a las cuatro de la mañana.

 

— ¡Un brindis por el festejado! — exclamó Griffon con un coctel de vodka en mano, acercándose de inmediato a Wyvern y a Valentine.

 

— ¡Por el futuro Radamanthys Heinstein! — se unió Aiacos a quien se le notaban unas tremendas ojeras por el súbito cambio de horario respecto a Hong Kong; sin embargo, la expresión picaresca de su rostro y el tono cínico de su voz denotaban una energía inagotable.

 

— Corrección colega mío, Radamanthys Wyvern de Heinstein — añadió Minos con fingida voz solemne.

 

El nepalés y el noruego rieron sin reparo y gozaron del silencio que reinó del lado del inglés.

 

— Minos, Aiacos — les saludó el rubio con acritud. — ¿Les he dicho que después de mi boda ascenderé de rango y ustedes dos trabajarán para mí? Ya estoy saboreando tenerlos bailando entre mis dedos, así que más les vale que esta despedida de soltero sea una tregua de su parte.

 

El inglés pasó entre los dos hombres con garbo británico y se dirigió a saludar a los otros invitados que comenzaban a presentarse a la celebración.

 

— No habla en serio ¿Verdad? ¿Estás de joda? — murmuró Garuda atónito.

 

Minos se encogió de hombros.

 

— Ni idea, pero no vuelvas a recordarle a la señorita Pandora por esta noche. Si acaso fuera cierto lo de su ascenso, nos conviene que nuestro plan se desarrolle a pedir de boca esta velada.

 

— Nos conviene simplemente que termine dándole una buena follada a alguien de una buena vez. A cualquiera

 

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Durante la primer parte del festejo la mayoría de los invitados arribó y todos los hombres se acomodaron en sus lugares de preferencia con cervezas y bebidas alcohólicas en mano, las cuales no dejaron de servirse ni por un instante.

 

Los meseros, meseras y barman eran terriblemente atractivos y estaban ataviados de manera formal; pero había algo en su estilo de vestir que era incitante a la vista pues sus ropas eran demasiado ajustadas, casi como si fueran protagonistas de películas pornográficas.

 

Por si eso fuera poco, el personal de servicio pasó a segundo plano cuando dio inicio el primer espectáculo de striptease interpretado por tres bellísimas y voluptuosos mujeres de diferentes tonalidades de piel quienes vestían sensuales ropas de secretarias.

 

Los caballeros asistentes ya se encontraban relajados y con los ánimos desinhibidos a casa del alcohol en sus venas. Así que los hombres vitorearon y silbaron agitados a las intérpretes de danza erótica.

 

La música que acompañó su número artístico era un remix de The Chemical Brothers cuya música agitaba los sentidos acústicos de manera vigorosa y vibrante. Las melodías que acompañaron el punto más álgido de su acto fueron largos fragmentos de las pistas "Go" y "Galvanize".

 

Todas ellas realizaron sugerentes movimientos con maestría y cautivaron todos los ojos espectadores con su lento desprendimiento de ropas al ritmo de la enérgica música. Cuando ellas quedaron únicamente en ropa interior, la cual incluía ligueros y medias, se dirigieron hacia el invitado de honor, Radamanthys, y sobre su mesa dieron por terminado el espectáculo con movimientos tan excitantes que cortaron el aliento de todos los caballeros alrededor del rubio y al finalizar su número las tres besaron por turnos la comisura de los labios de Wyvern.

 

Cuando ellas se retiraron de escena, los asistentes recuperaron la cordura y soltaron una ola de exclamaciones y aplausos embravecidos.

 

Minos y Albafica se encontraban junto a Radamanthys. El noruego aprovechó la cercanía para susurrar al oído de su colega.

 

— Esta es tu fiesta, amigo mío. No tengas reparo en solicitar un servicio privado cuando llegue el momento, te aseguro que no te arrepentirás.

 

Wyvern carraspeó y recuperó la cordura.

 

— Juzgué mal tus intenciones, Griffon. Me encuentro terriblemente complacido con esta despedida de soltero.

 

— ¡Brindo por ello! Skål — pronunció "salud" en su lengua natal.

 

Media hora después el Kozmic Blues solicitó a sus asistentes elegir qué lado del club preferían.

 

Los caballeros que gustasen observar espectáculos protagonizados por hombres debían moverse hacia las mesas del lado izquierdo, iluminadas por tenue luz azul neón; mientras que quienes desearan continuar disfrutando del show femenino deberían colocarse en el lado derecho señalizado de rosa. Después de todo aquel era el Soho, un barrio gay por excelencia en Londres.

 

Radamanthys fulminó con la mirada a Minos quien se hundió de hombres con inocencia y le ofreció una sonrisa socarrona. Luego, el albino se puso de pie y se trasladó junto con Albafica hacia la zona azul.

 

Para increíble sorpresa de Wyvern, su leal Valentine los acompañó hacia el lado azul disculpándose apenado con su superior.

 

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El primer concierto de Poseidon en Londres fue un rotundo éxito.

 

Se presentaron en The O2 Arena y el espectáculo que ofreció la célebre banda de rock fue memorable para sus admiradores británicos quienes a cambio les ofrecieron un lleno total de locaciones y una entrega enardecida durante sus interpretaciones de la noche.

 

Para Poseidon aún restaban dos conciertos más por ofrecer y el próximo se celebraría dentro de dos noches.

 

Concluido el espectáculo, Kanon quiso relajarse un poco antes de asistir la fiesta de Minos.

 

Debía admitir que le causaba suma curiosidad toda aquella situación y el cantante sería muchas cosas, pero no era un idiota. Tenía bien claro que desde su llegada a Londres muchas personas se empeñaron en reunirlo con Radamanthys, incluido su propio mellizo. Sospechaba que el festejo de Minos iba hacia esa línea también.

 

Pues bien, le callaría la boca a todos y se enfrentaría a su ex; luego demostraría que aquel encuentro no arrojaría nada y ninguno tendría nada importante que decirse. Lo haría tanto en la fiesta, como en el encuentro en privado que había acordado con Saga.

 

Didymoi concluyó con todos los procedimientos profesionales posteriores al concierto y cuando tuvo luz verde para retirarse se encaminó de regreso a su habitación de hotel en donde se dio una relajante ducha caliente.

 

Se vistió con pantalones vaqueros oscuros, botines negros con estoperoles, playera lisa térmica y una audaz chaqueta de cuero completamente a la moda. Kanon ató su cabello en una coleta desarreglada, se colocó un abrigo encima. Antes de salir, se permitió dar algunas caladas a un cigarro de marihuana para proporcionarse valentía antes de salir y dirigirse a aquella fiesta sin avisar a ningún miembro de su banda.

 

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El cantante arribó al festejo después de la una de la madrugada y para esa hora, la mayoría de los asistentes ya sufría los efectos fatales del exceso de alcohol corriendo a lo largo de todos su cuerpos.

 

Minos y Albafica acudieron a un lado de Kanon para recibirlo personalmente, luego lo acomodaron en los asientos donde ellos descansaban en la zona azul.

 

Wyvern no quiso alejarse ni un ápice de la zona rosa, pues él no homosexual. O eso le había gritado a Minos un par de horas atrás.

 

— Albafica — saludó el griego a su pariente. — Dejé de saber de ti desde que abandonaste la farándula de la moda y finalmente comenzaste estudiar la universidad.

 

— Buenas noches, Kanon — respondió el hermoso hombre quien tenía la mano entrelazada con la de Minos.

 

— ¡La famosa estrella de rock vino a vernos! — habló Griffon y pocos pudieron escucharlo, pues la música electrónica era lo bastante alta para camuflar su voz; además, los y las nudistas eran lo suficientemente entretenidos como para que los asistentes se molestaran en percatarase de la presencia del griego. — Bienvenido, Kanon. Debes estar agotado después de ese brutal concierto, seguramente batieron récords — alabó el abogado escandinavo.

 

— No todavía — le restó importancia a sus actividades profesionales el griego. — ¿Qué se siente ver cómo unos tipos buenísimos se quitan la ropa en compañía de tu novio? — cambió de tema drásticamente el de ojos esmeralda.

 

— Es excitante — encaró Albafica a su impertinente pariente.

 

— ¿Alba? — le llamó Griffon confundido.

 

— Me dan ideas de lo que me gustaría hacer con Minos en privado — concluyó su idea.

 

— Oh, así que después de todo la rosita del Santuario no era asexual — el griego lanzó un silbido de auténtico asombro y miró con morbo a la pareja.

 

— ¿Vas a tomar un trago y a mirar un striptease o a qué mierda viniste a esta fiesta, Didymoi? — instó Minos. — Si tienes suerte puedo contarte uno o dos secretos de alcoba.

 

— ¡Kanon! — se les unió Aiacos antes de que el cantante pasara a tomar asiento. El nepalés tenía bastante alcohol en la sangre y su humor se encontraba especialmente embravecido puesto que ya había gozado de dos privados en la zona roja. Por ello, no tuvo el menor cuidado de declarar sus siguientes palabras. — ¿Ya viste a nuestro querido Radamanthys por allá? Al que le está bailando esa hermosa latina sobre su mesa ¡Eh, Radamanthys! Kanon vino a tu despedida de soltero — gritó a ronco pecho haciéndose escuchar por encima del caótico barullo.

 

Minos y Albafica se abalanzaron contra el borracho e impertinente de Garuda para callarlo, incluso Valentine salió de la nada para intervenir, pero ya era demasiado tarde.

 

Wyvern logró escuchar el llamado del nepalés y giró su rostro hacia donde este se encontraba.

 

Era difícil decidir cuál de los dos hombres se sintió más turbado dentro de aquella engorrosa situación provocada con deliberación por los amigotes del inglés.

 

Radamanthys, quien momentos antes había estado a un segundo de pedir un servicio privado debido a todo aquel mar de estímulos, sintió cómo toda su libido se congelaba instantáneamente ante aquella sorpresa completamente inesperada. Los testículos incluso le dolieron por la repentina interrupción a su sopor de excitación.

 

Kanon sintió que el mundo entero giró insólitamente a su alrededor y luchó ferozmente por no reflejar ni un ápice de la bomba de emociones que experimentó al admirar a aquel hombre de cerca nuevamente. Sentía sus piernas temblar como gelatina, sus pulmones y su estómago desparecer y su pecho agrietarse como vidrio roto. El orgullo, ese sentimiento que lo mantuvo en pie a lo largo de todos esos meses, se apoderó de su cordura nuevamente. El aire le regresó a los pulmones y tomó consciencia de la situación. Muchos de los asistentes lo conocían y sabían algo sobre su antigua relación con el rubio. No se permitiría una humillación de ese nivel.

 

La estrella de rock caminó con decisión hasta donde se encontraba su ex pareja.

 

Wyvern deseó en ese preciso instante desaparecer del mundo tragado por la tierra. Mejor aún: detener el tiempo y huir de aquella pavorosa situación. Sin embargo, al igual que Kanon su reputación de hombre estaba en juego. Tragó saliva repetidamente para humedecer la boca que se le secó de súbito. Inhaló profundamente y la garganta le quemó. Frunció su ceño como símbolo de firmeza y decisión.

 

De alguna manera, ambos se habían mentalizado en días previos para encarar aquel encuentro inevitable; no obstante, cayeron en cuenta de lo ingenuos que fueron al creerse lo suficientemente resistentes para encontrarse de nuevo. Se auto engañaron por completo. Sus corazones aún latían desbocados el uno por el otro y el recuerdo de su fugaz pero feliz romance permanecía anhelante dentro sus emociones y almas.

 

— Radamanthys — Kanon tuvo el valor de pronunciar públicamente aquel nombre después de tantísimo tiempo y quizás su profesión de cantante, el cual incluía un poco de dramaturgia, le ayudó a ser el primero en dar aquel paso para defender su honor. — Un brindis por tu futuro matrimonio ¡Qué increíble despedida de soltero! ¿No es así, caballeros? —

 

Con sincronización perfecta un mesero entregó al mellizo un cóctel de vodka recién preparado. Instantáneamente el pelilargo levantó su copa para gritar "Salud" con candor. La mitad de la fiesta había callado para admirar expectante el encuentro, así que todos ellos secundaron el brindis y volvieron a sus actividades de entretenimiento.

 

— Kanon… — respondió Wyvern igualmente sostenido por su dignidad. — Es una sorpresa tu asistencia — dedicó una peligrosísima mirada los otros dos Jueces quienes se encontraban unos metros tras la espalda del griego.

 

El gemelo jugueteó con la cadena que sostenía su anillo de compromiso. Aquella joya no pasó desapercibida por los ojos ámbar del festejado cuya atención había sido robada por el pelilargo con tal arrebato que la bailarina erótica quien estaba a punto de hacer delirar de excitación al inglés, prefirió retirarse.

 

— ¿Oh esto? — preguntó sardónicamente Kanon sosteniendo la argolla entre sus dedos índice y pulgar. Los valiosos diamantes brillaron seductoramente bajo las luces de neón. — Es un anillo de compromiso de parte de Julián. Bueno, no quiero aburrirte con mi vida, tú ya tienes la tuya bastante bien planeada ¡Sigue gozando tu festejo!

 

El mellizo salió de escena y regresó a la seguridad del ala de Minos y Albafica.

 

Después de esa declaración Radamanthys no fue capaz de disfrutar nada sobre aquella fiesta. Incluso temió que su aparato viril hubiera quedado descompuesto a causa de las amargas sorpresas encarnadas en su ex pareja.

 

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Las últimas horas del festejo significaron un calvario para el rubio quien intentó por todos los medios volverse a concentrar en el ambiente de desenfreno del Kozmic Blues bloqueando a Kanon de sus pensamientos.

 

Fue imposible a pesar de las grandes dosis de alcohol que continuó ingiriendo y los lujuriosos shows de nudistas quienes intentaron animarlo con todos sus recursos.

 

Incluso un amigo suyo le regaló el servicio privado más caro de todos al rubio con tal de que no desperdiciara su despedida de soltero.

 

Wyvern entró a la zona roja de la mano de sus dos bailarinas favoritas y el griego no perdió detalle de los movimientos del abogado.

 

Kanon permaneció en la zona de nudistas masculinos, aunque sólo se dedicó a beber y a conversar de cualquier tontería con los borrachos que lo rodearon y quienes, debido a sus inclinaciones, aprovecharon para coquetear y probar su suerte con el mellizo quien fingía interesarse en aquellas insulsas conversaciones, pero en realidad sus ojos esmeraldas no perdieron de vista a Radamanthys.

 

El estómago del griego se retorció cuando lo miró entrar a la zona de shows privados; sin embargo, ni siquiera transcurrieron cinco minutos y Wyvern salió desairado del lugar.

 

Frustrado, el rubio salió al balcón del penthouse donde se hallaba la zona para fumar.

 

Didymoi meditó unos minutos sobre su próximo movimiento y se debatió entre quedarse donde estaba o seguir su tórrido deseo de perseguir al inglés.

 

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El clima de las noches de otoño en Londres era frío, aunque no helado.

 

Así que para el inglés no fue necesario regresar al guardarropa del Kozmic Blues en busca de su abrigo para soportar el manto de la noche mientras fumaba varios cigarrillos en el balcón del penthouse, lejos de aquel ambiente de lujuria y desenfreno que de repente le asqueó por completo. Miró su reloj con apremio. Aún faltaba más de 1 hora para que su celebración concluyera. El tiempo de espera le pareció eterno.

 

— Lamento haber arruinado tu despedida de soltero —habló Kanon a su espalda. Por suerte el frío de la noche disimuló el escalofrío que le provocó encontrarse en solitario con el cantante.

 

— No lo arruinaste, Didymoi. Calma tu conciencia — respondió con sequedad el abogado con el tubo de nicotina entre sus labios.

 

El escucharlo pronunciar su apellido y no su nombre de pila fue un golpe bajo para el griego, pero no se acobardó ni un poco.

 

— Escucha, Wyvern. No quiero interferir más con tu vida, yo vine porque Minos…

 

— ¿Quieres cerrar la boca, maldita sea? ¡No es el jodido momento para hablar de eso!

 

— Para ti nunca es el jodido buen momento para hablar de nada.

 

Radamanthys inhaló profundamente su cigarrillo con la intención de que la nicotina golpeara profundamente su conciencia y así mantener la cordura frente a Kanon. De repente un tic nervioso invadió su ojo izquierdo y por supuesto que el mellizo lo notó en un segundo. Conocía al inglés como la palma de su mano y odiaba seguir recordándolo todo sobre aquel hombre.

 

Hubo un largo momento de silencio, Kanon sacó su propia cajetilla de cigarrillos y sacó uno, luego pidió fuego a Wyvern y lo acompañó mientras fumaba. El estar tan cercanos uno del otro provocó a ambos una serie de indeseables sensaciones a sus cuerpos: mariposas revoloteando enfurecidas en sus estómagos, hormigueos en la punta de sus dedos y ligeros temblores de sus piernas. ¿Acaso eran un montón de quinceañeros descorazonados o cuál era el maldito problema con ellos?

 

— ¿Qué tal el concierto de esta noche? — inició una conversación civilizada el rubio.

 

— Maravilloso, a decir verdad. El público londinense siempre ha sido uno de mis favoritos en todo el mundo.

 

— ¿Eso lo dices en todos los países? — alcanzó a sonreír de lado el abogado.

 

— No volveré a ser franco contigo, imbécil — arrugó su frente ligeramente ofendido el griego.

 

— Sólo jugaba. Qué dramático eres Didymoi — Wyvern exhaló el humo de su cigarrillo por la boca lentamente —. Por cierto, algunos de mis hombres de confianza asistirán a tu último concierto en The O2 Arena, no caben en su emoción. Intentaron permanecer discretos frente a mí, pero les fue imposible.

 

— ¿Queen, Zeros y sus amigos? — El mellizo sonrió del lado al recordar a los subordinados del rubio —. Tengo una sorpresa para ellos. Diles que les has conseguido un Meet & Greet conmigo y la banda después del concierto. Haré que mi equipo se comunique con Valentine para arreglarlo todo.

 

— ¿De verdad? — exclamó asombrado Radamanthys. — Vaya, quedarán fascinados con este inesperado regalo tuyo. — el abogado apagó su cigarrillo y lo tiró al contenedor de basura más cercano —. Qué terrible jefe soy, nunca les conseguí esa clase de beneficios cuando… — el inglés fue incapaz de terminar la oración.

 

— ¿Cuándo salías conmigo? — le ayudó a terminar el cantante aparentemente sin ningún apuro.

 

Wyvern permaneció quieto y no dijo más, posteriormente se dedicó a admirar distraídamente el animado barrio de Soho desde la cima de aquel edificio, recargando sus brazos cruzados sobre el borde del balcón.

 

— ¿Quieres follar?

 

— ¿Disculpa? — El abogado creyó haber escuchado mal y si no era así, seguramente aquello era una estúpida broma.

 

— Eso ¿Vamos a follar?

 

La entrepierna de Radamanthys al fin volvió a reaccionar y un cosquilleo animal se apoderó del aparato reproductor del rubio. A continuación Wyvern encaró al griego a su lado y las facciones atractivas del cantante lo encararon sin un ápice burlón en su expresión.

 

— ¿Pero qué? —

 

Kanon sonrió con calidez. Extrañaba profundamente aquella reacción natural de Radamanthys cuando le proponía tener sexo en situaciones inverosímiles: en la bodega de escobas del centro de rehabilitación, en la sala de juntas ejecutivas de la sede de London Elysium, en un callejón solitario detrás del contenedor de basura, dentro del automóvil aparcado en la cochera de otra persona en medio de una cena de Navidad, en la despedida de soltero de Wyvern…

 

— Escucha, seamos sinceros. Te arruiné tu noche: estabas disfrutando al máximo esta celebración dedicada a tu desenfreno y ya ni siquiera eres capaz de ver con atención a ninguna de las nudistas.

 

— Vaya, qué importante te crees, Didymoi — intentó defenderse inútilmente el británico.

 

— ¿Y no lo soy? — añadió con desgarbo el gemelo, recargándose de espaldas sobre la barda en actitud seductora y un brillo de lujuria en su mirada.

 

Al igual que en todas aquella propuestas indecorosas y a pesar de que el inglés fingió escándalo y trató de resistirse, le fue imposible decirle que no a Kanon.

 

En cuestión de minutos, ambos pagaron sus respectivas cuentas, se despidieron de un puñado de personas, tomaron sus pertenencias del guardarropa y salieron del Kozmic Blues con apremio.

 

A pesar de que no se retiraron juntos; uno salió detrás del otro con diferencia de escasos minutos. Detalle que no pasó desapercibido para más de uno de los asistentes.

 

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Eligieron la primera recomendación de motel que el navegador GPS del automóvil de Radamanthys arrojó. No querían hacer ese encuentro personal de ninguna manera, así que no eligieron la casa de Wyvern o el hotel donde se hospedaba Kanon. Tampoco mencionaron su lista de love hotels favorita de Londres, lugares donde dieron rienda suelta a su sexualidad cuando la capital inglesa fue testigo de su romance.

 

Eligieron un sitio austero, pero limpio y discreto. Un motel sin nombre, de fachada tan gris como el resto del callejón donde se encontraba enclavado.

 

Los dos hombres se encontraban tensos, así que hablaron de cualquier nimiedad insulsa durante los 20 minutos que les tomó trasladarse hasta el motel y caminar hasta la habitación que les asignaron en la recepción.

 

Wyvern abrió la puerta y dejó a Kanon entrar primero. A continuación, encendieron la calefacción.

 

Cuando se encontraron finalmente a solas en el pasillo de la pequeña habitación con cama matrimonial al centro y espejos en el techo, los dos se sintieron estúpidos por su nerviosismo y falta de iniciativa.

 

El griego fue el primero en ejecutar el primer paso, así que desprendió a Wyvern de su abrigo y luego de su chaqueta. Utilizó movimientos ágiles, pero no apremiantes. Evitó morderse los labios y denotar toda la avalancha de debilidad que aún sentía por el inglés.

 

Radamanthys se dejó hacer; después tomó al mellizo por el mentón y quiso besarlo, pero Kanon se lo impidió con firmeza.

 

— Nada de besos, Wyvern, esto sólo es sexo — estipuló con firmeza el griego.

 

El rubio abrió sus ojos con pasmo y su orgullo se sintió vulnerado por enésima vez en la noche. Luego se enderezó y tomó al griego de la mano, arrastrándolo con apremio hacia la cama en donde lo arrojó mientras él mismo comenzaba a desabrocharse el cinturón y a abrir la bragueta de sus pantalones.

 

El cantante se arrancó los botines como pudo y se apresuró a quitarse la chaqueta. Pero no alcanzó a desnudarse más, pues el poderoso cuerpo del inglés se le vino encima y metió su mano por debajo de la playera del pelilargo, buscando palpar su torso con apremio.

 

— Tienes las manos frías, maldita sea — gruñó el griego.

— Eso se puede arreglar — susurró el inglés malicioso.

 

Entonces, de improvisto, las manos de Wyvern se introdujeron en la parte trasera de los pantalones del mellizo con el objetivo de tocar directamente aquellos calientes y perfectos glúteos con lascivia.

 

El abogado jadeó irremediablemente y esto disparó la excitación inicial en Kanon al sentir el ronroneo perezoso de la bestia dormida que era Radamanthys en el plano sexual. Y lo deseaba, lo había deseado durante todos aquellos meses difíciles lejos del hombre que había amado como a nadie… que aún amaba.

 

Radamanthys, por su parte, sintió cómo la sangre volvía a bombear con vigor en su entrepierna y experimentó alivio de saberse más hambriento sexualmente que nunca. Así que se desbocó en cuestión de minutos mientras desnudaba aquella bella piel oliva la cual se mostraba sumamente sensible a su tacto y sus labios.

 

Sus manos alcanzaron la cadena sobre la que colgaba el anillo de compromiso de Kanon y se la arrancó del cuello con enfatizada agresividad.

 

Los ojos ámbar de Radamanthys fulminaron el anillo que había atrapado entre sus dedos y lo arrojó lo más lejos que pudo de la cama. La joya chocó con violencia contra una pared de la habitación.

 

— ¡OYE! — lo amonestó el pelilargo, pero fue callado con una sensual mordida que el inglés le clavó en el cuello.

 

Wyven ansiaba más contacto directo con la anatomía del otro hombre, así que se desprendió a sí mismo de sus pantalones y zapatos. Luego desabrochó cada botón de su camisa color azul, pero no se la quitó.

 

Cuando sus cuerpos se abrazaron desnudos ambos soltaron profundos suspiros que nacieron desde el fondo de sus almas. Desearon besarse en los labios, pero ambos se resistieron con ferocidad a su sentimentalismo.

 

Wyvern recorrió aquella atlética piel con sus manos y delineó todos los tatuajes con las yemas de sus dedos, recordando aquellas siluetas de tinta de memoria. Kanon se arqueó irremediablemente ante aquel sublime tacto y jadeó. Además, el espejo colocado sobre techo le regalaba la inigualable vista área de aquella mórbida escena. Su virilidad comenzó a hincharse y a levantarse.

 

El inglés disfrutó notar lo sensible que todavía eran los sentidos de su antigua pareja a sus atenciones, así que comenzó a hacer uso de su boca hacer gozar aún más al otro. Comenzó mordisqueando la clavícula y luego el hombro izquierdo. Con sonoros chupetones, descendió hasta el pecho lampiño del griego y comenzó a succionar sedientamente los pezones por turnos. Dedicó especial atención a la tetilla derecha, la cual seguía coronada por un piercing en forma de media luna con puntas redondeadas. El rubio enredó su lengua en aquella argolla hasta que arrancó el primer gemido del mellizo quien apretó las sábanas bajo sus manos.

 

Radamanthys continuó su recorrido en descenso y besó a los diamantes gemelos que descansaban encima del ombligo del pelilargo. Mientras tanto, con sus dedos comenzó a juguetear con la zona púbica del griego hasta que alcanzó sus testículos con travesura.

 

— ¡Quieto! Déjame algo de diversión también — le interrumpió Kanon quien escapó debajo de su cuerpo. — Quiero chupártela y luego quiero que me folles — le condicionó.

 

El abogado no se negó a tan irresistible oferta y se sentó con las piernas abiertas al borde la cama.

 

El griego se arrodilló con tranquilad frente a él y entonces comenzó a ejecutar una erótica felación saboreando con somera gula aquella verga que había echado tanto de menos.

 

El inglés no se inhibió al emitir sonidos placenteros los cuales fueron en aumento, desde débiles pujidos hasta gritos lascivos.

 

— Mierda, Didymoi, qué boquita tan dulce tienes ¡Ah! Sí, así, más rápido — gimoteaba impúdico mientras guiaba la cabeza de largos cabellos del griego con su gran mano.

 

La melena color cobalto estaba atada aún en una coleta, pero al rubio le gustaba más Kanon con la cabellera desparramada tras su espalda, así que desató su larga melena y la acarició mientras recibía un sexo oral de exquisita calidad.

 

Mientras el mellizo mamaba con habilidad hincado frente a la cama, con sus propias manos comenzó a masturbarse a sí mismo, terriblemente excitado por la sensación de sentir su boca llena con la erección de Radamanthys nuevamente.

 

Cuando alcanzaron el borde de su delirio sexual, Kanon cesó sus felaciones y se dirigió al tocador a menos de un metro de distancia del lecho. Sobre el mueble yacía una canasta de cortesía de la cual tomó condones y lubricante.

 

Luego se los arrojó a Radamanthys, quien aún estaba recuperando el aliento.

 

— Ahora rómpeme, Wyvern, rómpeme porque seguramente es la última vez que podrás hacerlo.

 

Con la conciencia totalmente dominada por sus instintos animales, el inglés atendió a la petición enseguida. Así que tiró a Kanon sobre la cama y comenzó un veloz ritual de preparación. El abogado le hizo un poco se sexo oral al gemelo mientras sus manos le acariciaban los muslos, el abdomen y, por supuesto, las firmes nalgas.

 

Tras algunos minutos de labor, el miembro de Kanon se encontraba completamente enrojecido e hinchado de sangre galopando en su interior, por lo que Radamanthys abrió aún más las piernas del otro y lo invitó a levantar las caderas. A continuación, el inglés vertió una generosa cantidad de lubricante sobre sus dedos y finalmente penetró la entrada anal del griego con sus dedos. El caballero deseó prepararlo adecuadamente, pues al palpar aquellas paredes encontró se encontraban tensas y firmes. Wyvern sonrió de lado al imaginar que último en poseer a Kanon había sido él.

 

Radamanthys, besó con ternura las pantorrillas de Kanon posicionadas sobre sus hombros.

 

— Para ya de ser tan considerado — gruñó Didymoi.

 

El rubio entonces cumplió los deseos del otro y enfundó su prominente erección con un condón. Luego giró el cuerpo de su compañero y Kanon se posicionó en cuatro. Radamanthys hizo la larga cabellera azul a un lado, pues deseaba admirar la espalda baja del gemelo cuanto fuera posible mientras lo hacía suyo.

 

Wyvern penetró paulatinamente a su ex pareja hasta que sus embestidas tomaron un ritmo cadencioso y lascivo. El sonido de sus cuerpos encontrándose durante cada estocada provocaba a ambos un escalofrío placentero que inflaba más y más sus libidos hasta el delirio carnal. Radamanthys, fascinado con la idílica visión de estar follándose a Kanon nuevamente por detrás, aumentó la velocidad de su pelvis, mientras sus manos tomaban con firmeza la breve cintura del griego quien reprimía gemidos demasiado escandalosos y se mordía los labios con furia.

 

— Ka..kanon…ka...non — comenzó a suspirar su nombre el abogado quien durante todos esos meses se había masturbado sin dejar de pensar en el maravilloso recuerdo del griego enredado en su cuerpo.

 

Y el mellizo no pudo reprimirse más y se dejó llevar por el momento, hipnotizado por la voz excitada del amor de su vida nombrándolo, por sentirse lleno nuevamente de él, por sentirse el único dueño de sus pensamientos y deseos.

 

Practicaron el coito en diferentes posturas y extendieron el momento tanto como tu temple sexual se los permitió. La melena azul de Kanon se interponía con frecuencia entre sus cuerpos y el rubio disfrutaba incluso ese detalle, pues había extrañado cada fibra de su ex pareja.

 

Cuando Kanon estaba recostado de espaldas con las piernas abiertas y el rubio en medio de ellas acribillando su interior sin cesar, Radamanthys no pudo contener sus deseos de besar los labios de Kanon y se atrevió a inclinarse y a robarle aquel beso que necesitaba con urgencia; pero el griego recuperó la cordura de último momento y se lo impidió, haciendo su rostro a un lado con violencia.

 

Wyvern sintió tal frustración y decepción emocional que lo escondió tras un velo de furia y sus estocadas comenzaron a ser duras y violentas. El cantante incluso profirió severos gritos de dolor por el cambio de actitud por parte del inglés.

 

Y Kanon se dejó llevar por sus culpas y frustraciones. No protestó. Se dijo a sí mismo que merecía aquel castigo y más. Lo merecía por ser un cobarde de mierda.

 

El resto del acto tuvo un desenlace agridulce. El inglés fornicó con aquel cuerpo por algunos minutos más, pero el encanto se había roto y al final simplemente tuvieron la sensación de estar practicando un acto animal y vacío.

 

Fue rotundamente desagradable.

 

Cuando ambos alcanzaron orgasmo y la fiebre sexual comenzó a ceder. Se miraron fijamente con las respiraciones agitadas a causa de la faena física.

 

Poco a poco tomaron conciencia de todo lo que había sucedido entre ambos. Ninguno de los dos imaginó terminar así. Habían destapado toda una serie de emociones que se habían empeñado en enterrar de manera artificial a lo largo de los últimos meses.

 

El primero en reaccionar fue Kanon quien salió de la cama y a pesar de que luchó por evitarlo, las piernas le temblaron peligrosamente, pues había pasado mucho tiempo desde que había sido penetrado. Sí, Radamanthys había sido el último con quien desempeñó la parte pasiva de la fornicación, aunque no el último con quien había tenido sexo. A continuación buscó su chaqueta en el suelo y cuando la halló, dentro de su bolsillo sacó su cajetilla de cigarrillos.

 

— Está prohibido fumar — comentó Wyvern.

 

— ¿Y qué hago? ¿Salgo al balcón de fumadores en pelotas? ¿O abro la ventana para que se te congele el escroto?

 

— Haz lo que quieras — Radamanthys rodó los ojos y se tiró sobre la cama. El olor de alquitrán y nicotina inundó la habitación pronto.

 

Kanon se metió al baño a fumar y a acomodar sus ideas.

 

Cuando salió, Wyvern ya se había quedado dormido y el griego se permitió a sí mismo relajarse un poco. Además, el extenuante agotamiento tras el concierto de aquella noche lo alcanzó de golpe.

 

Su parte racional le gritaba ponerse la ropa y salir tan rápido como pudiera de esa habitación, pues entre más cercaba estaba de Radamanthys, más se desmoronaba la frágil coraza que protegía su corazón.

 

Pero su físico no podía más y venció a su racionalidad. Así que Kanon se metió a la cama y se recostó a un lado de Wyvern.

 

El griego cayó presa del sueño en cuestión de segundos.

 

Pero antes se permitió depositar un veloz beso sobre el rostro del inglés durmiente, siendo la oscuridad de la habitación su única cómplice.

 

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