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Rock you like a hurricane por Athena Selas

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Capítulo 22

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Alemania

 

Ikki se retiró del castillo Heinstein tras haber conseguido lo que se propuso desde la primera noche que durmió en el nido de Hades. Luego de largas semanas que se convirtieron en meses, memorizó la rutina del castillo y descifró un modo para burlar la casi perfecta seguridad del lugar para finalmente lograr escabullirse al interior de la oficina privada de Hades. Una vez dentro, buscó con precisión cualquier documentación que fuese clave para salvar al Santuario y a la Fundación Athena del inminente declive financiero que estaba despedazando al consorcio griego.

 

El audaz joven solamente contaba con 15 minutos para completar su tarea antes de que volviese a activarse el sistema de cámaras y alarmas el cual había logrado sabotear sólo por aquel día. El Fénix fue efectivo al momento de hallar el papeleo preciso y cayó en cuenta de que muchos de los documentos se encontraban encriptados. No había tiempo para discernir, así que Ikki metió todo lo que encontró relevante en un maletín. Aún no había terminado su asalto y apenas le quedaban cinco minutos para que las sirenas de alerta comenzaran a sonar.

 

Su hábil destreza mental logró encontrar una delgada agenda que contaba con las citas que Hades había pactado con otros grandes empresarios cuyo retiro de acciones sobre los negociones e inversiones de la Fundación Athena la estaban llevando al fondo del precipicio. Tres minutos menos.

 

Un diario empresarial, escrito en conjunto con Thanatos e Hypnos, sobre las estrategias a seguir para alcanzar el objetivo ¡Bingo! Treinta segundos.

 

Ikki logró cerrar la puerta de la oficina unos segundos antes de que el sistema de seguridad se restableciera. Las piernas le temblaban, pero el valiente Fénix logró cumplir su objetivo. Discretamente, el pelinegro volvió a sus habitaciones.

 

Cuando el Fénix abrió la puerta de los aposentos que le habían asignado junto con Tenma, se topó con la imagen del jovencito de cabellera castaña tirado teatralmente sobre la pulcra alfombra color arena de la alcoba. Estaba desmayado y había dejado su almuerzo a medio comer.

 

Los ojos oscuros de Ikki recorrieron casi con indiferencia el cuerpo del otro muchacho. Luego suspiró.

 

— Espero que no te hayas dado muy duro en la cabeza cuando te caíste. Sé que no te va a gustar que haya puesto sedantes en tu emparedado con el objetivo de dormirte para sacarte de aquí, pero eres el tipo más terco que conozco después de mí mismo, así que asumí era inútil comentarte que hoy nos iríamos de aquí.

 

El Fénix se acuclilló frente a Tenma y midió el pulso en su cuello con ayuda de sus dedos. Todo parecía normal.

 

— Finalmente es hora de volver a casa. Hemos pasado ya mucho tiempo lejos de Grecia.

 

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Menos de una hora más tarde, Ikki salió de la mansión por la puerta trasera de servicio cargando a Tenma inconsciente sobre su hombro derecho cual costal de papas. El escape había sido posible gracias a que el audaz pelinegro había percibido, tras su largo periodo de observación, a qué sirvientes podía sobornar efectivamente para que lo ayudasen a salir del castillo con eficacia y sin delatarlo en el intento.

 

Un automóvil particular de color negro se encontraba esperándolos al final de la verja que marcaba el límite de los terrenos del castillo Heinstein. Ikki contuvo la respiración durante los últimos metros de su recorrido. No podía creerlo. Lo estaba logrando. De verdad escaparía intacto de la boca del lobo junto con su compañero.

 

Estando a tan solo unos pasos de su meta, el Fénix esbozó una expresión triunfal.

 

Entonces Pandora salió de las sombras, escondida tras el pilar que sostenía la verja. Si silueta era tan delgada y su presencia tan fantasmagórica que le fue posible escapar de los ojos negros de Ikki sólo para develarse sorpresivamente y arrancarle toda esperanza al habilidoso muchacho.

 

— ¡Qué pocos modales te han enseñado en tu querido Santuario! Irte sin si quiera despedirte y agradecer a tus anfitriones ¡Qué descaro, qué grosería, qué patán!

 

Por primera vez en todo el tiempo de haberse conocido y haberse medido en juegos de palabras y egos, Ikki se quedó mudo ante la hermosa mujer alemana; no obstante, el orgulloso muchacho recuperó el aliento y se defendió como mejor pudo, totalmente desarmado.

 

— La verdad, hace un hermoso día para salir a pasear ¿No crees?

 

Pandora torció el labio y con su despiadada mirada violeta lo fulminó.

 

— No te atrevas a insultarme burlándote de mi inteligencia.

 

El Fénix frunció la frente y suspiró rindiéndose. Así que aceptó la derrota.

 

— De acuerdo, culpable. Ahora ejecuta tu siguiente acto de victoria, me pregunto qué tienes en mente, terrible mujer ¿De nuevo me mandarás a los calabozos de tortura como cuando me diste la bienvenida? Qué lástima mancillar tus blancas manos y, sobretodo, tu bonito anillo de compromiso con mi sangre.

 

Pandora torció su hermosa boquita y su rostro enrojeció. Parecía que el Fénix la había ofendido gravemente con aquella declaración.

 

— Sólo lárgate, idiota —. La alemana dio media vuelta y comenzó a caminar de vuelta hacia el castillo.

 

Ikki permaneció boquiabierto a causa de aquella escena que lo abofeteó con confusión. Cuando miró la espalda de la estricta mujer alejarse de él, reaccionó. Abrió la puerta trasera del vehículo negro y metió a Tenma adentro con prisa, solamente se aseguró de colocar de manera segura la cabeza del muchacho inconsciente. Luego, el pelinegro corrió a prisa para alcanzar a Pandora antes de que ella volviera a entrar al castillo. La logró atrapar unos metros antes de perderla, la tomó por el hombro con ímpetu y la giró para obligarla encararlo.

 

Honestamente cuando aquellos irises violetas se clavaron sobre sus ojos negros, el Fénix enmudeció. No estaba seguro de qué decir. Ciertamente no había preparado su despedida para Pandora.

 

— ¿No deberías estar ya al menos a 10 kilómetros lejos de aquí? — se le adelantó ella, mordaz. — Suéltame o te juro que tú y tu amiguito volverán a los calabozos de tortura y no…

 

— No te cases. No con Radamanthys.

 

La expresión de ella fue de pasmo total, su respiración se cortó de súbito.

 

— ¡Pero qué atrevimiento! Escúchame, si esto es una clase de chantaje emocional por parte del Santuario te juro que…

 

— No soy ningún perro del Santuario. Actúo por mí mismo y mi interés aunque te cueste creerlo — bramó fieramente al sentirse insultado. — Me importas. Si unen sus vidas en matrimonio, él pudrirá tu alma con su amargura causada por su propia cobardía y eso es algo que no soportaré. Eres una regia rival, dudo mucho que existan muchas mujeres como tú en el mundo. Quiero volver a enfrentarme a ti aunque sea en un tablero de ajedrez y quiero que tu dignidad siga intacta. Es más, quiero que seas más fuerte si es posible.

 

Ikki tomó la mano derecha de la mujer se inclinó y la besó largamente, disfrutando el tacto de aquellos largos y suaves dedos femeninos entre los suyos.

 

— Eres un suicida — respondió ella sonriendo sutilmente, tanto como su máscara de eterna impasibilidad se lo permitió. — Si hoy hubiese sido un juego limpio habrías perdido. Te atrapé, gané. ¿Te imaginas que pasará si vuelves a enfrentarme siendo yo todavía más superior que tú?

 

— Volverás a dejarme ganar — le guiñó un ojo el pelinegro aún sin soltar aquella mano exquisita.

 

Minutos más tarde, el automóvil de escape se alejó del castillo a buena velocidad llevando a dos griegos hacia el aeropuerto más cercano.

 

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Londres

 

Cuando Radamanthys despertó se encontraba solo en aquella habitación de hotel de poca monta. La luz del día se colaba por la habitación entre las cortinas de la ventana, lastimando sus retinas, pero sobre todo a su cerebro. El hombre gruñó molesto e intentó girarse para cubrirse de la luminosidad, paladeó su propia saliva y notó su sabor a borracho en desintoxicación. Tardó unos momentos en recordar qué diantres hacía ahí. Cuando reaccionó, abrió los ojos de súbito y buscó inútilmente a Kanon en la habitación con la mirada y con el oído. El griego ya no estaba ahí. La verdad, el abogado no sabía a ciencia cierta si el cantante se había echado a descansar a su lado al menos durante algunas horas luego de la sesión de sexo. Parecía improbable.

 

Cuando la esperanza parecía estar a punto de perecer, sus ojos localizaron algunos largos cabellos azules sobre la funda amarillenta de la almohada a un lado suyo. Wyvern suspiró y una dolorosa resaca comenzó a hacer mella en él. Mentalmente estaba exhausto y ni hablar de su estado emocional.

 

Había permitido a Kanon volver a su vida con una facilidad tan sencilla que se avergonzaba de lo patético había sido perecer ante el heleno.

 

Amodorrado, el inglés percibió el sonido de su teléfono móvil vibrando. Estaba recibiendo una llamada.

 

Quizás era Valentine preocupado, quizás era su madre alegando algún asunto sobre su boda, quizás era el imbécil de Minos siendo tan cínico como para preguntarle qué había pasado con Kanon.

 

No quiso molestarse en encontrar su móvil.

 

Se sentía miserable y apático. Sólo quería regresar el tiempo y volver a aquella estúpida fecha cuando conoció a Kanon por primera vez y borrar su encuentro para siempre.

 

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Kanon llegó de madrugada a la suite de lujo donde se hospedaba. Únicamente se permitió dormitar durante tres horas en la misma cama con el inglés debido que el calor del cuerpo de Wyvern le resultó reconfortante en medio del frío de la noche más la inconsciencia del sueño que comenzaron a orillarlo a arrinconar su cuerpo más y más con el ajeno, desencadenando un doloroso anhelo contra el que el mellizo luchó hasta salir del motel y escapar hasta su refugio temporal en cierto hotel de lujo en Londres.

 

El gemelo quería arrancarse todo el aroma, calor y sensaciones que se habían impregnado por todo su cuerpo tras la inesperada sesión de sexo con Radamanthys. Se dirigió al jacuzzi de la suite y moduló la temperatura del agua a un alto nivel de calor, después vertió aceites de limpieza perfumados con aromas dulzones y frutales, totalmente alejados del aroma del rubio; el cantante se desnudó y tiró al cesto de basura las prendas que había vestido esa noche. Finalmente se sumergió lentamente en el agua soltando sonoros quejidos de dolor a causa del cambio de temperatura mientras de introducía en la bañera y entonces se perdió por largos minutos en la vaporosa sensación del calor, los potentes chorros de agua masajeando su cuerpo y las burbujas relajantes del jacuzzi.

 

Tenía que afrontar una realidad innegable: se había engañado a sí mismo durante todos esos meses, pero no tenía por qué sentirse mal al respecto. Fue el mejor mecanismo de defensa que su psique le proveyó para resistir aquel abrupto y violento rompimiento con el rubio y salir bien parado durante aquella agotadora gira que le demandó energía sobrehumana. La única verdad es que aún anhelaba a Wyvern tanto como el primer día tras el quiebre de su relación; sin embargo, había tenido tiempo para meditar al respecto y enfriar la cabeza.

 

A lo lejos podía escuchar su teléfono celular que se encontraba sobre una mesita de noche con el cable cargador devolviéndole energía tras agotarse la batería. El aparato vibraba y sonaba sin parar. Al mellizo le daba hastío imaginar todos los rostros de quienes posiblemente lo estaban buscando con tanto ahínco: Albafica, Minos, Saga, Thetys, Kirshna, Julián. Eso más una lista de aventuras y amistades anónimas o sus rufianes compañías. ¿Quizás Radamanthys también? Nah, había cambiado de número celular y dudaba que el rubio hubiese renunciado a su orgullo preguntándole a Minos su nuevo número móvil.

 

Tras superar estas meditaciones, el heleno de larga cabellera comenzó a maquinar un nuevo plan para volver a ver a Wyvern y tener completo y total control sobre él, pero al mismo tiempo quedar fuera de la supervisión de Saga o de Valentine, quienes lo habían citado el próximo viernes a "tomar el té" o más bien "a tomar el té y terminar civilizadamente su relación con Radamanthys Wyvern bajo el escrutinio de sendos guardianes" como si de un simple divorcio de tratase.

 

No le tomó mucho tiempo hallar una excelente idea en las maquinaciones de su mente y mientras comenzaba a entretejer el plan una sonrisa comenzó a dibujarse en su atractivo rostro. Para cuando terminó de orquestarlo, Kanon salió del jacuzzi, se secó el cuerpo, tomó su celular y marcó el número de Valentine, el cual aún recordaba de memoria a pesar de no haberlo respaldado en su nuevo smartphone.

 

Cuando terminó la conversación con el asistente de Radamanthys, el gemelo se cepilló los dientes y, con toda la calma del mundo, se metió a la cama de sábanas de seda y se dispuso a dormir tras la larga faena interminable a la que se había enfrentado desde que aterrizó en Londres.

 

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Valentine, quien también había sido víctima de la desenfrenada despedida de soltero de su jefe, sintió el alivio regresar a sus pulmones cuando la aplicación de mensajería le notificó que había recibido un mensaje de Radamanthys. Presuroso, el hombre de cabellera rosada abrió la aplicación de mensajería de su celular, misma que le develó las palabras de su jefe.

 

"Estoy bien. Ahora me dirigiré solo a casa. Tranquilo, estoy en condiciones de manejar mi auto. Descansa, te veré el lunes. Espero te hayas divertido"

 

El leal subordinado suspiró en paz. Valentine se encontraba desnudo metido en las sábanas de una cama ajena. La verdad sí la había terminado pasando bien luego de que Minos y Aiacos se encargaran de bajarle la ansiedad cuando contempló a su adorado jefe salir de su propia celebración persiguiendo a Kanon. Quién sabe si los perversos Jueces del Infierno le habían metido una droga en la bebida, pero el hombre de cabellos rosados logró calmarse y treinta minutos después se encontraba coqueteando con un antiguo compañero de facultad de Radamanthys llamado Alan quien siempre acudía a los festejos de Wyvern y nunca podía quitarle los ojos de encima a Valentine.

 

Aquel admirador de Harpy solía obtener la discreta atención del pelirrosa quien no rechazaba del todo la mirada galante de Alan, después de todo el colega de Wyvern era exactamente su tipo: alto, varonil, anglosajón, treintañero, de apariencia ejecutiva, y rubio. Al parecer, el cazador de Valentine había logrado capturar a su presa… por otra noche.

 

Repentinamente, el celular de Valentine comenzó a vibrar anunciado la entrada de una nueva llamada proveniente de un número desconocido. El hombre de cabellera rosada frunció el ceño, inseguro de contestar; sin embargo, terminó tomando la llamada.

 

— ¿Sí?... ¿Quién habla?... ¿¡Kanon?!

 

Naturalmente, el pelirrosa sintió una sacudida de sorpresa recorrer su cuerpo. Aguzó su oído y permaneció completamente atento a cada palabra que el griego emitió.

 

El motivo de la llama de la ex pareja de Radamanthys fue sobre un tema tan inverosímil para Valentine que este parpadeó con confusión intentando procesar bien la información mientras la recibía y se preguntó repetidamente si el cantante le estaba jugando alguna broma.

 

El griego le solicitaba un favor especial: informar a Niobe, Queen, Zeros y toda la demás pandilla de la oficina de London Elysium fanática de Poseidon Marines que recibirían un regalo especial por su apoyo a la agrupación liderada por Kanon: recibirían boletos para el concierto el próximo martes en The O2 Arena, contarían con el máximo lugar preferencial posible, además recibirían pases para conocer a la banda posterior al concierto en sus camerinos.

 

El pelirrosa sólo atinó a asentir. Si hubiese estado en sus cinco sentidos, Valentine habría reprochado a Kanon tratarlo como el chico de los recados de la oficina y probablemente se hubiera negado a tal petición. Más aún cuando el gemelo añadió una nota extra a su petición: "Mañana por la mañana llegarán las invitaciones por mensajería a London Elysium, incluiré también un par de boletos extras para ti y Radamanthys"

 

En ese segundo, Valentine reaccionó e interrumpió la letanía de Kanon.

 

— ¿Te acostaste con el señor Radamanthys esta noche? — cuestionó duramente con el ceño fruncido.

 

— Sí.

 

— ¿Por qué? ¿Para ti sólo es un juego? Necesito saberlo, Dídymoi, te lo exijo.

 

—… — Kanon tardó muchos segundos en encarar el cuestionamiento de Valentine. Finalmente, cedió. — No es un juego, ojalá lo fuera. En verdad quisiera que tú y él tomen los boletos y vayan al concierto. Buen domingo.

 

La estrella de rock cortó la comunicación y dejó a Valentine con un montón de preguntas atoradas en la garganta. Harpy se mordió el labio inferior y bajó la mano que sostenía el celular. Por fortuna, su anfitrión volvió a la habitación.

 

— ¿En serio, Valentine, trabajando en domingo? — el apuesto rubio de nombre Alan dueño de la cama donde yacía el de cabellos rosas hizo aparición sosteniendo una bandeja que contenía sendos platos de tradicionales desayunos ingleses. El olor del té negro caliente relajó en automático a Valentine, pero más aún que su amante no se hubiese molestado en ponerse ropa, regalándole el placer de mirarlo en su atuendo natural.

 

— Wow ¡Buenos días! — Harpy olvidó de súbito el estrés causado por el interminable enredo de su jefe y el griego.

 

— Quiero hacerte olvidar todo este día. Incluso quién eres.

 

Valentine le devolvió una mirada lujuriosa. Necesitaba por completo esa terapia que prometía sexo y desenfreno. El lunes podía volverse a ocupar de cuidar de Radamanthys tras la larga faena interminable desde que aterrizó en Londres.

 

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Aquel lunes por la mañana el director de Londom Elysium se dio el lujo de llegar un par de horas más tarde del horario reglamentario de llegada. La resaca física del domingo había sido llevadera en comparación con los malestares emocionales posteriores a su despedida de soltero. Minos lo llamó para preguntar qué tal había ido su "noche especial" y Radamanthys le contestó secamente con un abrupto "Todo fue bien, gracias por la fiesta. Ahora regresa a trabajar, Griffon".

 

Cuando pasó a un lado del cubículo de Zeros y Niobe, estos dos se notaban inquietos, especialmente al ver aparecer a su jefe y ahogaron como pudieron unas risitas insoportables de cotilleo. A decir verdad, no era la mejor mañana de Wyvern y el jefe se plantó inusualmente a sus espaldas para reprenderlos.

 

— ¿Pueden compartirme qué es tan gracioso, caballeros? — cuestionó el rubio arqueando una ceja con severidad.

 

Los dos subordinados se removieron nerviosos y, en un tic temeroso, Niobe cerró la ventana de su reproductor de música en su ordenador y bajó el volumen de este, pues sonaba algún éxito de la agrupación Poseidon Marines. Zeros, más torpe aún, intentó esconder un par de boletos coloridos y brillantes por tintas de seguridad plateadas, pero Radamanthys lo descubrió y capturó los cartones.

 

— ¿Así que asistirás al concierto de Poseidon Marines este miércoles? — leyó rápidamente el superior con un rictus de desagrado en los labios. — Y no sólo eso, tienes asientos preferenciales y un pase de Meet &Greet.

Los otros trabajadores de London Elysium que se encontraban cerca, guardaron silencio y fingieron trabajar, pero en realidad estaban atentos a cada palabra del chismorreo.

 

— S-sí… ¿Qué buena suerte, verdad señor? — rio nervioso el hombrecillo con aspecto de rana.

 

— Felicitaciones, Zeros — le devolvió el boleto con acritud. — Pero déjame decirte que no podrás salir a tiempo la noche del miércoles de estas oficinas si no me presentas personalmente el informe del actual caso a tu cargo.

 

Después, el severo hombre de ojos ámbar le devolvió los valiosos pases y se encaminó con rapidez a su oficina. Detrás de él, todos los empleados gesticularon expresiones de asombro y esa clase de regodeo cuando te enteras de un buen cotilleo. Niobe y Zeros, por otra parte, permanecieron cabizbajos unos minutos, pero recuperaron fuerza tras observar sus boletos. Así tuvieran que permanecer despiertos por 72 horas, no se perderían aquella oportunidad por nada del mundo.

 

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La jornada de Radamanthys se desarrolló con normalidad: sobrecargado de trabajo, juntas y conciliaciones. Además de asuntos internos que resolver en la oficina. En materia personal, Wyvern no recibió alguna novedad y aquello fue particularmente extraño. Pandora no se había comunicado con él durante varios días y aunque esto le aliviaba, también le inquietaba dada la personalidad severa y clara de su futura esposa nacida bajo el signo de Virgo. Por otra parte, Minos y Aiacos, también permanecieron diligentes y discretos tras su despedida de soltero y aquello era aún más inquietante. Sin fotos, sin bromas, sin videos, sin juegos.

 

La cabeza comenzó a dolerle a tal grado que tuvo que tomar medicina, pero no cesó de trabajar. Su apetito fue inexistente y perdió la noción del tiempo hundido en el trabajo hasta que Valentine pidió permiso amablemente entrar a su oficina pasadas las nueve de la noche.

 

— Señor Radamanthys, son casi las diez de la noche. Le recomiendo cesar por hoy e ir a descansar. — comentó Valentine con diligencia. La verdad, estaba nervioso. Cargaba una carpeta forrada de cuero negro y la abrazaba contra su pecho. Dentro de ella estaba un pase de concierto y "Meet & Greet" que Kanon había enviado con un mensajero aquella mañana a London Elysium.

 

— No me parece que esa actitud holgazana sea la adecuada para que seas el asistente de la cabeza de esta sede — respondió con acidez Radamanthys.

 

El hombre de cabellera rosada se mordió los labios y, sin dejarse amedrentar, se adelantó con valor y se enfrentó a su jefe.

 

— Tampoco creo que su actitud durante los últimos meses lo sea, con todo respeto, señor Radamanthys —. Aquella insubordinación le valió que Wyvern cesara sus actividades en el ordenador y le mirara con intensidad feroz. — El día de hoy no hay hecho nada más que desquitarse por… lo que sea que haya pasado en su despedida de soltero con Kanon.

 

Harpy dejó sin palabras a su superior, pero el rubio permaneció agazapado como un dragón previo al ataque. El subordinado continuó sin miedo y caminó hacia el enorme escritorio de caoba barnizada y frente a los ojos severos de Radamanthys, dejó la carpeta que contenía el pase.

 

— Quiero que vuelva ser el líder que juré seguir hasta la muerte. Quiero de regreso a ese indomable y poderoso hombre que dominaba cada ámbito de su vida. Yo soy leal a usted, no a los Heinstein. — suspiró hondo, tragándose el llanto. — Ahí adentro encontrará un boleto de asiento preferencial para el último concierto de la banda de Kanon en Londres. Además de un pase Meet & Greet. El mismo griego se comunicó conmigo para hacerme saber que quería que usted asistiera al evento y luego se entrevistara a solas con él en su camerino. Tiene que ser el hombre que admiro y amo de nuevo, señor Radamanthys, se lo ruego, no soporto verlo así ni un día más. Enfrente a Kanon en el concierto o en el encuentro que arreglamos Saga y yo en la sala de té el viernes. No importa si terminan juntos o rompen definitivamente, pero no deje que un corazón roto controle su vida. — Valentine se inclinó a modo de disculpa y se retiró.

 

Radamanthys quedó pasmado y, tras largos momentos de haber digerido la noticia, abrió la carpeta como si de una bomba activa de tratase. En efecto, ahí estaba un pase idéntico al que había pillado a Zeros horas atrás.

 

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La noche del último concierto en Londres de Poseidon, Krishna observaba diligentemente las arduas actividades llevadas a cabo en el centro de logística de The O2 Arena. Debido a la experiencia adquirida durante las últimas dos fechas del espectáculo de los músicos, aquella última dinámica de preparativos se tornó más fluida y eficiente.

 

Técnicos de luz, sonido y video revisaban el escenario y los tableros de control; los encargados de seguridad revisaban las salidas de emergencia y repasaban los protocolos en caso de siniestro; el personal de limpieza aún se encontraba terminando de trabajar en cada rincón del famoso "Domo" de Londres. Por otra parte, en la sección de camerinos, el equipo de la agrupación se encontraba trabajando de cerca con ellos para preparar a los miembros de la banda que habían llegado a tiempo.

 

Kanon arribó al sitio de modo discreto, evadiendo pulcramente a la fila de fanáticos quienes ya habían comenzado a aglomerarse para conseguir los mejores lugares en la zona general de pie alrededor del escenario y del piso de desfile por donde los miembros de la banda caminarían para acercarse a sus admiradores durante el evento.

 

El mánager de tez morena y con un mohicano blanco se encontraba desconcertado por la inusual actitud de buen comportamiento del griego desde que él y Lymnades lo salvaron del escándalo por la fiesta ilegal en su apartamento varios días atrás. Sólo esperaba que la buena conducta del cantante se extendiera por unas horas más y cerraran la gira de modo satisfactorio y todos pudieran darse unas merecidas y muy largas vacaciones.

 

— Krishna — detrás de él se apareció el susodicho Kanon.

 

— ¿Todo bien? — preguntó con firmeza su cuidador.

 

— ¿Has visto a Isaak? Necesito practicar con él.

 

— Ni se te ocurra improvisar esta noche otra vez sin avisarnos — le amonestó el moreno oliendo la rebeldía que transpiraba el peliazul.

 

— ¿Sabes que esta noche Julián podría llegar al concierto? ¿Ni siquiera para aceptar su propuesta de matrimonio puedo improvisar? No creo que a él le guste enterarse que me impides ser romántico con él en público — rio el heleno cantarinamente dejando al mánager rojo de enfado y sin derecho a réplica.

 

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Sylphid bajó del taxi que lo llevo hasta la sede de London Elysium y caminó con vergüenza hacia el edificio. Un abrigo cubría su vestimenta de ajustados vaqueros negros, una playera negra con un cráneo impreso en blanco y unas botas de cargo. Se había acicalado para el concierto al que asistiría. No le avergonzaba su aspecto, más bien le abochornaba que su adorado mentor Radamanthys le viera en esas fachas indignas para un caballero, pero prefería el empacho con Wyvern antes que llegar con traje y corbata a un recinto infestado de rockeros.

 

Logró colarse rápidamente a las oficinas semi desiertas, pues ya eran las 8 de la noche y el horario de salida de normal era a las 6 de la tarde. El hombre de caballera plateada y ojos azules se dirigió a los sanitarios y ahí se topó con Queen, Niobe, Zeros, Myu y Gordon cotilleando emocionados con fachas parecidas a las suyas.

 

— ¡Sylphid! — exclamaron todos boquiabiertos por la sorpresa.

 

— Chicos — les sonrió sintiéndose más aliviado de no ser el único vestido de modo tan informal cerca de Radamanthys.

 

— Esta no deja de ser una noche de sorpresas ¿verdad? — puntualizó Queen acercándose a su viejo colega. — ¿También vas al concierto de Poseidon?

 

— Sí… sí… Valentine me invitó a ir con él.

 

— ¿Nos vamos juntos? Pediremos taxis y nos repartiremos los gastos.

 

— No…no… adelántense, muchachos.

 

— ¡Qué nervioso te pusiste! — exclamó Myu acercándosele descaradamente. El hombre de melena fuscia no portaba color negro, pero sí violeta y anaranjado.

 

— El señor Radamanthys irá ¿Verdad? — al fondo, la voz gangosa de Zeros se hizo escuchar y todos ahogaron una exclamación.

 

Sylphid fingió una sonrisa amable y asintió. El grupo guardó silencio y la incomodidad nació entre ellos.

 

— Pero no se preocupen, nuestros asientos estarán en otra sección. Diviértanse, por favor.

 

No logró convencerlos del todo y a los pocos minutos sus antiguos colegas abandonaron los sanitarios con una atmósfera tensa. El de ojos ámbar suspiró y luego recordó que tenía ganas de ir al baño inicialmente.

 

Minutos después, mientras se lavaba las manos, Valentine entró al sanitario y se alegró de ver a Syphid ahí. Ambos se saludaron y comenzaron a descargar sus inquietudes mutuas enseguida.

 

— La señorita Pandora está actuando de modo anormal en Alemania — comenzó el de cabello plateado con apremio. — Creo que… comenzó a cancelar algunos asuntos de la boda, pero nadie sabe sobre eso. Sólo sus doncellas más cercanas, ni siquiera Hypnos ni Thanatos lo saben. ¿Ya hablaron ella y el señor Radamanthys sobre el asunto y no me he enterado?

 

— En absoluto, ella no ha llamado desde hace días ¿Qué diablos ha sucedido y pasamos por alto? — replicó Harpy con turbación.

 

— ¿Y nuestro señor irá esta noche al concierto de Kanon?

 

Valentine suspiró con pesadez y cansancio.

 

— Irá.

 

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Aquella misma noche al punto de las nueve de la noche, el "Domo" de Londres se encontraba infestado de fanáticos de la banda internacional "Poseidon Marines" quienes se dieron cita portando sus mejores playeras y afiches en donde aparecía el símbolo del tridente del Dios de los mares. Todos los asistentes entraron ordenadamente a sus lugares y muchos de ellos no tardaron en comenzar a refrescar sus gargantas con cerveza que vendían de modo oficial en la arena, aprovechando para comprar el vaso oficial del evento color azul marino con estampado blanco.

 

El sonido de murmullos, voces, risas, expectación y emoción formaron un coro colectivo que apenas y se sobreponía a la música ambiental del coloso de espectáculos. La energía de euforia se encontraba gestándose.

 

El show comenzó con una banda telonera conformada por mujeres, su nombre "The Shore Pirates". Su música era potente y pegadiza, poco a poco lograron provocar que algunos asistentes agitaran sus cabezas al ritmo de sus estribillos y melodías. Mientras tanto, otros fanáticos no prestaban mucha atención, enviaban mensajes por celular o se tomaban fotografías. Hablar aún era posible, pese al sonido del escenario.

 

Poco a poco, el público se impacientó, ansioso por presenciar el espectáculo de la banda estelar por la que habían esperado varios meses. Cuando las músicas teloneras se despidieron tras 35 minutos de show, recibieron calurosos aplausos de despedida. Las luces del escenario se apagaron y el equipo técnico de Poseidón Marines entro en escena, trabajando ágilmente para hacer los cambios y ajustes pertinentes. Cuando montaron la característica batería de Baian en cuyo bombo central estaba tatuado un "Caballo de Mar" color naranja metálico, el público se exaltó y comenzó a golpear el suelo son sus pies.

 

Para las 22.13, los fanáticos estaban impacientes e inquietos, cualquier movimiento sobre el escenario era el centro de su atención y de sus suspiros, pero sólo era el equipo técnico laborando. Entonces…

 

El carismático Eo apareció, alumbrado por las luces del escenario y los espectadores bañaron al chileno en gritos y silbidos. El guitarrista de origen sudamericano inclinó su cabeza a modo de agradecimiento con el puño en alto. Sobre su hombro colgaba su guitarra y se acercó al micrófono central con soltura.

 

— Buenas noches, Londres — habló en inglés con un suave acento latino mientras sonreía con galantería. Luego se llevó un dedo índice sobre los labios cerrados en señal de pedir silencio y su rostro se transmitió por las pantallas gigantes de toda la arena. Un "chist" general recorrió el lugar por completo y una pausa sepulcral reinó por unos segundos.

 

La guitarra de Isaak entró a escena con una melodía perfectamente característica y los fanáticos comenzaron reaccionar en cadena con gritos de excitación. Posteriormente, Eo se incorporó con su instrumento en perfecta sincronía al mismo tiempo que el bajo de Sorrento y la batería de Baian.

 

La música de entrada de aquella canción tardaba alrededor de un minuto que a los admiradores les pareció un segundo. Cuando vino el momento de la voz, Kanon comenzó a cantar mientras entraba en escena desde las sombras de un punto ciego de luz y su atractivo rostro de pícara expresión se transmitió por las pantallas.

 

La melodía de "The Zoo" misteriosa, poderosa y sutil fue la nota de entrada para el concierto de Poseidon Marines y con ella la banda comenzó a hipnotizar a sus álgidos seguidores londinenses quienes agitaban sus cabezas al ritmo de las notas y suspiraban con cada movimiento de la melena y las caderas de Kanon, quien aquella noche vestía sus característicos pantalones de cuero y su chaleco adornado con estoperoles y picos plateados sobre su torso desnudo.

 

Mientras el griego interpretaba la melodía de rock pesado, llevó su mirada a lo largo de la arena y encaró a las miles de almas entregadas a su voz y a la música de sus compañeros. Luego, enfocó hacia los palcos preferenciales apostados en diagonal a un costado del escenario. Los asientos que había reservado para Radamanthys y Valentine se encontraban vacíos. Giró la cabeza hacia los lugares opuestos y ahí estaban los subordinados de Wyvern saltando emocionados. El gemelo nunca detuvo su interpretación, pese a la pena que se incrustó en su pecho, y cuando terminaron de tocar la pista, el vocalista saludó con algidez al público de Inglaterra que los acompañaba y los instó a gritar y cabecear con mucha mayor intensidad.

 

Continuaron con una segunda melodía, provocando que los ánimos del "Domo" subieran como espuma. Luego vino una tercera canción "Tease Me, Please Me". Mientras Kanon se encontraba a la mitad de la interpretación, misma en la que se lucía en demasía con movimientos sensuales dado lo sugestivo de la letra, Radamanthys apareció en el palco preferencial escoltado por sus dos guardianes. El heleno lo notó mientras realizaba una vista panorámica de la arena como parte de sus pantomimas y por poco se le escapa un jadeo, pero estaba tan preparado para el profesionalismo que logró continuar como sin nada y, de hecho, se adelantó a las instrucciones de performance y se abrió paso a través de la extensión del escenario que fungía como pasarela, pues sentía correr en sus venas adrenalina y euforia inmediatas al saberse observado por Wyvern.

 

Baian y Sorrento compartieron breves miradas de desaprobación en las sombras sin dejar de tocar sus instrumentos.

 

Kanon invitó al auditorio a acompañarlo a entonar los últimos "Tease Me, Please Me" del coro junto a él. El gemelo apenas pudo terminar la canción en tiempo correcto sin tener que obligar a los músicos a salvar la escena. Eo disfrutaba de las locuras de su líder, mientras que Isaak no las cuestionaba.

 

Radamanthys, sentado en su lugar simplemente quedó pasmado por la fuerza vibrante para embelesar a las masas que poseía el griego, pero la noche apenas comenzaba y Kanon tenía mucho que demostrar al rubio a lo largo del paso de las canciones que la banda estaba por ejecutar.

 

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Valentine y Sylphid cuidaron de su adorado líder con disciplina militar. Radamanthys deseó salir de London Elysium pasadas las 21 horas de la noche, hora que el boleto marcaba el inicio del concierto. Los subordinados se miraron inquietos, pues su jefe era un clásico caballero inglés riguroso con la puntualidad.

 

El rubio se mudó de vestimenta al interior de su oficina y colgó su traje con minuciosidad sobre un elegante perchero de ébano apostado a un costado de su escritorio. Luego, se colocó pantalones casuales negros y una camisa igualmente oscura. Así mismo, se cambió los zapatos brillantes y bien engrasados, por unos más viejos y gastados. Wyvern salió al encuentro de sus dos acompañantes y estos sonrieron tenuemente enternecidos ante el intento de perder rigor por parte de Wyvern para vestir acorde a un concierto de rock. ¿Cómo era posible que un hombre serio como aquel hubiese terminado perdidamente enamorado de Kanon, el rey de un mundo completamente opuesto y desconocido para Radamanthys?

 

Momentos más tarde, abandonaron el edificio y abordaron un taxi, encaminándose a The O2 Arena. Arribaron a las 22.35 a la sala de conciertos. Radamanthys fingía el temple de un iceberg y no conversó mucho con los otros dos.

 

Cuando el acomodador de la arena que les fue asignado en su puerta de acceso, los guió hasta a sus asientos V.I.P a mitad de plena euforia de música y ovaciones, los tres quedaron anonadados con la magia que ejecutaba el griego hacia el público del "Domo" abarrotado quienes agitaban sus melenas y cuerpos al ritmo de la música interpretada por la banda en el escenario, mismo del que salían luces, pirotecnia y fuego controlado.

 

Radamanthys sintió su respiración descontrolarse al mirar a Kanon ejecutar aquellos movimientos de pelvis y hombros tan eróticos mientras interpretaba una letra subida de tono, haciendo que su larga melena añil se ciñera a sus movimientos como un halo embelesador. El rubio se mordió el labio inferior, absorto con la inverosímil idea de que había sido el amante de aquel semi dios aclamado por las masas. Rememoró entonces que cuando él y el griego peleaban siendo pareja, el peliazul solía reprocharle al rubio no tener idea de lo afortunado que era por estar con él. Por primera vez, Wyvern sintió el peso de aquellas palabras calarle profundamente.

 

Aunque anteriormente el abogado hubiera visto grabaciones de los conciertos de Poseidon Marines, nada se comparaba con un espectáculo en vivo y en directo.

 

Cuando la melodía finalizó, el público saltaba y rechiflaba con vigor. La banda salió de escena momentáneamente y Radamanthys sintió que volvía a la realidad luego de haber sido hipnotizado por su ex pareja.

 

— ¿Una cerveza, señor Radamanthys? — le extendió un vaso de cartón Sylphid con una sonrisa nerviosa.

 

El rubio asintió rápidamente y bebió de un sorbo media ración. Los subalternos desearon conversar con su superior, pero Kanon regresó a escena portando una playera embarrada sobre su torso bien marcado. Esta prenda estaba estampada con la bandera del Reino Unido y el griego saludó a los fanáticos con entusiasmo. Radamanthys no prestó atención a nada más y, al igual que la mayoría de los asistentes, se dejó embelesar por el encanto y talento del griego, tal como ratones siendo guiados por el flautista de Hamelin versión solista de rock.

 

A lo largo de la velada, Poseidon Marines sumergió a sus seguidores en un vórtex de euforia y entrega, haciendo vibrar poderosamente al centro de espectáculos. La piel de cada espectador se erizaba continuamente ante el show, sobre todo cuando el público coreaba de memoria las letras o tras festejar el solo de algún instrumento o luego de presenciar algún truco de fuego y chispas del escenario en medio de las interpretaciones.

 

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Al perderse la cuenta del número de pistas ejecutadas, Radamanthys reconoció una canción de la banda que Kanon le había dedicado personalmente en la intimidad de la cama y esto le provocó a Wyvern dejar de sentir su estómago y notar cómo su garganta se resecaba por estrés. El abogado comenzó a sudar frío y a sentirse nervioso, no tenía idea de lo que provocaría a su psique contemplar de principio a fin aquella canción ni las ocurrencias de su antiguo novio al cantarla, puesto que sabía perfectamente que el perverso griego sabía que el rubio estaba presente y esto no era un detalle menor.

 

"No one like you" era el título de la canción y a esas alturas del show, aquel super éxito de la banda fue recibido de modo exultante por todos los fans.

 

El líder del grupo se abrió paso por la pasarela dispuesta en medio de la zona general y comenzó a interpretar la letra de modo teatral, pasándose la mano izquierda por el cuello, el torso y las caderas mientras sus gestos y posturas mostraban anhelo sexual. Luego mostró una soltura plena, viviendo y vibrando cada palabra de la canción. El decir que esto provocó suspiros generales era ser modesto. Radamanthys, por ejemplo, sintió lo mismo que algunos descarriados fans de Kanon, pues su vientre y zona pélvica cosquillearon ferozmente ante el espectáculo y una sed monstruosa se apoderó de la mente del rubio, completamente a merced del griego. Para rematar el banquete visual, cortinas de fuego salían del escenario intermitentemente para calentar literalmente el ambiente de la arena.

 

"Necesito que me mires, Kanon, maldita sea. Necesito saber que aún sigo siendo dueño de esa letra, maldito manipulador" gruñía la bestia interior de Wyvern.

 

Radamanthys se había vuelto una presa en el medio natural de Kanon en donde el griego era el maestro cazador. El cantante jamás lo miró a lo largo de la pista y simplemente dirigió su mirada al público de frente.

 

Wyvern, mientras tanto, sentía que explotaría de anhelo y frustración.

 

Durante el último minuto de "No one like you", Kanon salió de la pasarela para dar paso a Eo, quien ejecutaba un alucinante solo de guitarra en el clímax de la melodía. El chileno fue envuelto por los ojos y la ovación del público por completo.

 

Hasta ese momento, cuando el foco de atención se alejó del solista, fue cuando el heleno miró de reojo la zona donde estaba apostado Radamanthys. Lo hizo por miserables cinco segundos y no mostró ni una sonrisa al hacerlo. Casi pareció una coincidencia, pero Wyvern supo que no lo fue en absoluto y se sintió poseído por una ansiedad impropia de un caballero inglés.

 

Al término de la interpretación de este gran éxito, la banda comenzó a hacer amago de retirarse y a inclinarse a modo de agradecimiento. Eo y Kanon comenzaron a despedirse de Londres afectuosamente y, por supuesto, toda la asistencia del "Domo" se opuso.

 

Incluso Radamanthys no podía creer que aquello fuera todo y sus pies comenzaron a golpear al suelo al ritmo de los aplausos y el coro de los fanáticos quienes exigían un encore.

 

La banda regresó tras dos minutos con cambio de vestuario y de guitarras, recibiendo de lleno el furor máximo del The O2 Arena. Comenzó una nueva pista de notas más oscuras y pesadas, acorde a la nueva indumentaria de Kanon, con más cadenas, picos y cuero que nunca. Debido al vigor que conllevaba esta nueva melodía, el solista y los músicos permanecieron fijos en el escenario y "Alien Nation" fue ejecutada con potencia y poder inmensos, provocando que en la zona de pie alrededor del escenario comenzara una serie de empujones y de slam más intensos que nunca.

 

Syplhid notó que al otro lado, los subordinados de Radamanthys ya habían perdido los estribos y cabeceaban como desquiciados, saltando y coreando intensamente igual que la mayoría de la asistencia. Wyvern, por su parte, estaba boquiabierto y sentía sus pulmones y corazón vibrar debido a la inconmensurable impresión de presenciar la capacidad del griego y su agrupación para sostener semejante pedazo de melodía de rock pesado.

 

Al concluir con la pista, las aclamaciones y vítores fueron exultantes. Luego vino otra canción de corte similar, pero con fuerza en declive, comenzando a jugar con el ritmo del público para llevarlo a un punto más calmo tras los momentos de éxtasis del espectáculo.

 

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Finalmente, pasada la medianoche, la banda seguramente se preparaba para la última canción definitiva. Kanon se adelantó al escenario junto con Isaak. Baian y Sorrento se miraron inquietos, pues aquello no estaba en el guion del perfomance. De hecho, Isaak portaba una guitarra diferente a la que tenía que llevar calibrada para la pista de cierre.

 

Sorrento se mordió los labios, tenso; Baian apretó las baquetas hasta dejar sus nudillos blancos; Eo ladeó el rostro con curiosidad; y, tras bambalinas, el equipo se paraba de puntas sobre sus pies curioso por conocer el cambio de planes del solista, lo cual no era inusual tratándose del griego.

 

— Londres, está noche ha sido espectacular e inolvidable estar con ustedes —. Kanon ejecutó una reverencia y el guitarrista de cabellos verdes asintió con una sonrisa de medio lado —. Necesito que me acompañen en esta última canción. — Como era de esperarse, la audiencia protestó debido al inminente final y el heleno los dejó desahogarse dos segundos. — ¿Me prestarían su energía y voz una última vez para hacer llegar esta canción a una persona especial?

 

Una seguidilla de chiflidos y exclamaciones de sorpresa se extendieron como dominó a lo largo la arena.

 

Baian y Sorrento quedaron boquiabiertos y comenzaron a echar humo, estupefactos por el descaro del solista.

 

Eo rio entre dientes, girando sus ojos castaños hacia Radamanthys comprendiendo perfectamente hacia donde iba la cosa; entonces, el chileno comenzó a revisar el calibre y afinación de su guitarra, comenzando a preguntarse si podría sostener la melodía que seguramente venía y donde fungiría como compás secundario.

 

— Londres, eres increíble. — halagó Kanon, echándose hacia atrás en la pasarela y, una luz baño por completo al músico de cabellos verdes.

 

La guitarra de Isaak entró a escena con una tonada solitaria, cargada de un sentimiento melancólico. Al conocer de memoria aquella canción de desamor, el público suspiró y calló, poco a poco comenzaron a mecerse al ritmo de la melodía cargada de anhelo y tristeza.

 

La voz de Kanon se integró a la canción pulcramente, exhalando emoción con la primera palabra, luego comenzó la interpretación que calaba directo al corazón y a los huesos de la conmovida audiencia al compás de "Still Loving You".

 

Baian y Sorrento no cabían en su inmensa ira contra la desfachatez de Kanon y se negaban a tocar sus instrumentos para acompañar a los otros dos.

 

Eo, se hundió de hombros, tomó la guitarra y entró a tiempo para acompañar a Isaak.

 

Baian, con la mirada empañada de furia, tomó las baquetas y sin mayor demora entró en momento. Ese hijo de perra de Dídymoi había elegido una canción con la que únicamente necesitara de alcahuete a una guitarra para comenzar a ejecutarla y arrastrarlos a todos con él para darle serenata Radamanthys Wyvern.

 

Kanon se abrió paso con lentitud hacia la pasarela mientras la audiencia mecía sus cuerpos y alzaba sus manos con luces de sus celulares hacia Kanon, agitándolos a modo de linternas.

 

Finalmente, el griego al llegar al final del desfile. Se giró por completo hacia el embelesado y pasmado Radamanthys y comenzó a declamarle la canción con lujo de pantomima, acrecentando el dramatismo de la letra.

 

El público simplemente se dejó envolver por la música, impresionados por la pulcra y emocionante pista interpretada con semejante sentimiento en vivo.

 

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If we'd go again

(Si recorriéramos de nuevo)

All the way from the start

(Todo el camino desde el principio)

I would try to change

(Trataría de cambiar)

Things that killed our love

(Las cosas que mataron a nuestro amor)

Your pride has built a wall, so strong

(Tu orgullo ha construido un muro, tan fuerte)

That I can't get through

(Que no puedo vencerlo)

Is there really no chance

(¿Realmente no hay forma?)

To start once again

(¿De empezar nuevamente?)

I'm loving you

(Estoy enamorado de ti)

 

Cuando Kanon entonó cada línea de esta estrofa, sin miramientos, enfocó sus ojos esmeraldas directamente hacia Radamanthys. Sylphid y Valentine giraron al mismo tiempo a contemplar, pasmados, a su jefe. Eran incapaces de hacer algo y tampoco estaban dispuestos a arrancar a su superior del sopor al que lo había imbuido aquel griego manipulador.

 

La letra de aquella balada de rock era una declaración abierta y sincera. El único medio con el que contaba el solista, por el momento, para abrir su corazón plenamente al inglés y declarar sin miedos lo que aún sentía y admitir que el haber deseado enterrar aquellos anhelos y sentimientos que profesaba por Wyvern le había provocado más daño que sanación.

 

Sylphid se llevó las dos manos a la boca, sin poder digerir por completo aquella escena digna de alguna inverosímil película; pero ahí estaban contemplándolo en vivo y en directo. Siendo testigos de cómo el "Domo" de Londres coreaba una canción plenamente dedicada a Radamanthys.

 

El griego cantaba cada nota exudando emociones que nacían desde el fondo de su alma y esta vibración se multiplicó a lo largo de toda la arena, haciendo que sus fans suspiraran al compás de aquella infinita melancolía.

 

You should give me a chance

(Debes darme una oportunidad)

This can't be the end

(Esto no puede ser el final)

I'm still loving you

(Aún estoy enamorado de ti)

 

La estrofa "I'm still loving you" se repetía continuamente en la estrofa final y Kanon apartó la mirada de Radamanthys por motivos de perfomance, dirigiéndose al centro del público y depositando cada fibra de su corazón a su voz, transmitiendo de más a los espectadores, pues más de uno estaba llorando.

 

El mismo cantante terminó siendo sobrepasado por él mismo, pues termino con una rodilla en el suelo cantando las líneas finales con las venas abiertas.

 

Al final, Isaak entró a escena para concluir la melodía con un solo final y cerrar con su música los sentimientos que Kanon había desatado en la arena. El equipo técnico concluyó el show con una lluvia de chispas que cayó a lo largo del escenario junto a los últimos sonidos de la pista.

 

La audiencia quedó anonada por unos segundos. Los músicos se volcaron al centro del escenario central y comenzaron a reverenciar al público londinense quien comenzó a ovacionarlos, regalándoles una tormenta de aplausos y silbidos mientras todos los presentes coreaban "Poseidon" animadamente hacia los agotados músicos.

 

— El señor Julián se va a enterar de esto, Dídymoi — lo amenazo Baian hablando entre dientes.

 

Kanon le ofreció una sonrisa insoportable a cambio y, luego, giró su cabeza hacia Wyvern quien lo miraba con los ojos ámbar empañados y anonadados. El griego sintió una calidez bañar su pecho y luego rio irremediablemente al observar como Sylphid y Valentine intentaban regresar a la vida a su jefe con rostros compungidos.

 

Bueno, aún era muy pronto para descansar, aún había un Meet & Greet que cumplir.

 

Uno por uno, los miembros de la banda se adelantaban, agradecían a la multitud y salían de escena.

 

El último fue Kanon y sus fans no le permitieron irse tan rápido, pero el griego no se permitió demorarse más de la cuenta, pues no quería que Radamanthys se enfriara demasiado.

 

Así que se inclinó rápidamente, con la melena empapada de sudor, hasta que su cabeza estuvo a la altura de sus rodillas, se levantó como resorte, agitó su brazo y salió del escenario.

 

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Notas finales:

cialmente difícil para mí, pues tenía mis propias altas expectativas volcadas sobre él, pues desde que comencé a escribir esta historia soñaba con alcanzar el punto que acaban de leer: un concierto en el que Kanon se entregue a sus sentimientos y cante solo para Radamanthys por unos momentos.

Por otra parte, les dejo el setlist que nombré durante el capítulo, cuyos intérpretes reales son los alemanes The Scorpions y los derechos de cada segundo de las pistas pertenece a ellos y a sus sellos discográficos.

The Zoo - Scorpions
Tease Me Please Me - Scorpions
No one like you - Scorpions
Alien Nation - Scorpions
Still loving you - Scorpions

Me gustaría mucho que me permitiesen conocer sus perspectivas y reacciones respecto a este capítulo y el desarrollo del fanfic en general. Muchas gracias por su lectura y apoyo. Un abrazo,


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