Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Rock you like a hurricane por Athena Selas

[Reviews - 42]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Advertencia: Este capítulo tiene contenido ligeramente erótico

°º¤ø,¸¸,ø¤º°`°º¤

Agosto 2012

Tenma se encontraba en la oficina de Saga en el Santuario, había sido llevado a la fuerza por sus compañeros de colegio después de clases y aquello no le había gustado para nada al tenaz muchacho quien vestía uniforme escolar -pantalones cortos azules, camisa blanca y zapatos negros- tremendamente sucio a causa de los líos en los que siempre se metía, casi siempre salvando a los más débiles. Situaciones como salvar gatitos, cachorros, pájaros o meterse en peleas para interceder por aquellos que eran abusados por los bravucones del colegio eran parte de la agenda diaria de Tenma, el joven protegido del maestro Dohko.

 

— Puedes tomar asiento, Tenma — señaló con amabilidad el formidable hombre tras su escritorio.

 

— ¿Qué es lo que hice esta vez? — cuestionó con desconfianza el jovencito de cabellera castaña.

 

— Nada malo, por supuesto. Eres un excelente joven, el maestro Dohko siempre habla muy bien de ti y con buena razón.

 

El muchacho se acercó con precaución al escritorio de caoba barnizada al fondo de aquella espaciosa oficina de tranquilizadoras paredes color hueso, las cuales reflejaban formidablemente la luz que entraba a través de los dos grandes ventanales a espaldas del asiento de piel donde Saga solía sentarse.

 

— No te creo, quiero saber la verdad.

 

El griego sonrío de lado y se puso de pie, rodeó su escritorio y caminó hacia un colosal librero que ocupaba gran parte de la pared derecha. Tenma lo siguió con la mirada y observó cómo el alto hombre buscaba un libro con paciencia. Tenma esperó entonces a que Saga le recomendara un título aburrido y anticuado con el motivo de iniciar la conversación de modo solemne e indirecto, era un viejo truco que Dohko utilizaba con él todo el tiempo; sin embargo, aquello no sucedió y los minutos pasaron lentamente, provocando que el joven se impacientara y a causa de esto comenzó a pasearse por la oficina con libertad.

 

La mullida alfombra color ocre suavizaba sus desesperados pasos hasta que encontró algo que llamó su atención: un anaquel lleno de portarretratos que contenían, naturalmente, fotografías de personas importantes para Saga. Los ojos color avellana del jovencito se detuvieron en muchas de ellas, localizando fácilmente a quienes aparecían en varias imágenes: la mayoría personalidades importantes de la generación del griego criadas en el Santuario. Así mismo, había rostros que Tenma desconocía por completo.

 

— ¿Él es tu gemelo? — inquirió con voz muy alta para llamar la atención del hombre dondequiera que estuviera en la oficina.

 

Lleno de curiosidad, el muchacho se tomó la libertad de coger el portarretrato que contenía aquella imagen sumamente preciosa. Dos niños que no sobrepasaban los diez años de edad posaban juntos y sonrieron auténticamente alegres hacia la cámara, a ambos les faltaban dientes de leche en su adorable expresión de felicidad. Eran mellizos idénticos de cabellera color añil, aún corta. Uno de ellos rodeaba en un cariñoso abrazo los hombros del otro por detrás, mientras el gemelo de enfrente recargaba su mano derecha en el antebrazo de su hermano, el cual le pasaba por el pecho. Vestían sendos uniforme escolares, idénticos al de Tenma, sólo que con una adorable corbata de moño azul al frente; además, los pequeños estaban fajados pulcramente y sus pantalones cortos llevaban tirantes, no cinturones, para sostenerse en su lugar.

 

— Así es — respondió momentos después Saga mirando la fotografía por encima de la cabeza del jovencito.

 

— ¿Quién es quién?

 

— Kanon, mi hermano, está al frente — aclaró el hombre con un tinte de nostalgia.

 

— ¿Por qué no ha vuelto al Santuario en años? Todos lo conocen debido a lo famoso que es, hasta los más pequeños quienes nunca lo han visto en persona. Casi toda mi generación ha saturado cada año las clases de música buscando convertirse en celebridades musicales tan exitosas como él. El patriarca Shion nos tiene explícitamente prohibido tener discos o canciones de él y su banda en nuestros reproductores. Una vez hizo pedazos un póster de Poseidon que Yato ocultaba con recelo bajo su cama — Tenma interrumpió su relato debido a las risas que no pudo contener al recordar la cara escandalizada de su compañero de habitación cuando Shion redujo a confeti aquel afiche —. El patriarca insiste en que Kanon es un pésimo ejemplo para todos nosotros y nunca debemos aspirar a ser criaturas tan depravadas como él —

 

— Criaturas depravadas… — repitió Saga con voz neutral, luego soltó un par de encantadoras risitas muy quedas — Shion es bastante creativo cuando se trata de describir a mi hermano —

Ambos compartieron cómplices sonrisas que estaban de acuerdo en lo melodramático que podía ser el patriarca del Santuario en ocasiones.

 

— Tengo que admitir que cargo con la mayor parte de culpa respecto a la reticencia de mi hermano por regresar a casa — comenzó a abrirse el hombre al más joven — Cuando pasamos a la pubertad los dos cambiamos mucho, ya no éramos los inseparables compañeros de juegos, estudios y entrenamientos. A Kanon comenzó a pesarle lo apabullantemente sobresaliente que comencé a parecer ante los ojos de nuestros superiores. Él comenzó a tomar caminos inadecuados, se metía en problemas todos los días, según Shion para llamar la atención, pero yo no creo esa teoría del todo —

 

— ¿Es cierto que formó parte de una pandilla en Athenas cuando apenas tenía catorce años? — el joven de cabellera castaña tragó saliva con dificultad, pues él tenía exactamente esa lozana edad en esos mismos momentos.

 

— Sí, es verdad, como lo es el hecho de que yo también formé parte de otra organización mafiosa mucho más peligrosa tiempo después.

 

Tenma abrió los ojos como platos, impactado por aquella confesión. Saga era una figura inmensamente respetada en el Santuario, su presencia imponía admiración y solemnidad, pero además todos le conocían por su infinita bondad y lealtad hacia todos los habitantes y trabajadores del lugar, así como de muchos otros antiguos pupilos que se habían independizado y vivían en diversas partes del mundo. El atractivo hombre de más de treinta años de edad fungía también como la mano derecha de mayor confianza de Shion y de Dohko. Tampoco era un secreto el alto estima que le tenía la joven y bella Saori, el símbolo por excelencia de la Fundación Athena, quien resultaba ser además la musa e inspiración de todo el Santuario.

 

— Te confieso, Tenma, que mi mayor error fue juzgar tan duramente a mi hermano cuando, al final de cuentas, él y yo no somos tan diferentes no sólo físicamente sino también en nuestros corazones — la gallarda voz de Saga reflejó legítima pesadumbre ante tal revelación — Fui yo quien provocó que ingresara al reformatorio de Cabo Sunión a los quince años donde permaneció casi dos años; cuando salió de aquel infierno nunca volvió a ser él mismo y no pisó el Santuario desde entonces más que en dos o tres ocasiones especiales — concluyó con amargura el gemelo mayor.

 

El joven de ojos color avellana guardó silencio, permitiendo que el hombre de larga cabellera azul dejara pasar su duelo interior. Observó cómo aquellos ojos esmeraldas buscaron otra fotografía en el estante, luego el hombre capturó un portarretratos entre sus grandes manos y acarició el marco color plateado con anhelación. Tenma logró mirar la imagen de reojo: era una escena cálida y familiar, el cumpleaños número ocho de Saga y Kanon, o eso delataba el número de velas encendidas sobre el gran pastel de merengue color rosa. Detrás de la tarta, los dos hermosos gemelos se abrazaban mirando con emoción hacia la cámara, ambos usaban adorables gorritos de cumpleaños y se encontraban en medio de serpentinas, coloridos vasos y platos y detrás de ellos se alcanzaba a ver una gran manta de "Feliz Cumpleaños" escrito en griego en la que colaboraron todos sus amigos.

 

— ¿Quieres hablar sobre Hades, cierto? — soltó finalmente Tenma momentos después. Saga salió de su sopor tranquilamente, devolvió la fotografía a su lugar en el anaquel y sus solemnes ojos color verde intenso miraron al más joven de manera indescifrable.

 

— Tenma, sé que Hades es una persona muy especial para ti, pero respóndeme una cosa ¿Amas al Santuario?

 

— ¿Qué?

 

— ¿Te importa lo que le pase a nuestra gente? ¿El futuro de los otros niños y jóvenes?

 

— ¡Por supuesto, me importan mucho! ¿A dónde quieres llegar con esto? — desafió el muchacho comenzándose a irritar alarmantemente.

 

— Si eso es verdad, en nombre de todo el Santuario te ruego que cortes toda relación con ese hombre de manera tajante y para siempre.

 

— ¿Pero quién te crees que eres para pedirme esa clase de cosas? — vociferó Tenma con el ceño fruncido y todo su lenguaje corporal se volvió hostil y retador hacia Saga.

 

— Hace unos momentos te hablé sobre mi hermano. Él estuvo a punto de atentar en contra del Santuario y la vida señorita Saori cuando ella apenas era un bebé, no me toqué el corazón para hacer que lo encerraran antes de que cometiera tales atrocidades — La cálida mirada esmeralda de Saga se ensombreció en unos segundos y el cambio en su actitud fue aterrador. Sus facciones, de bondadosa expresión, se alteraron hasta formar una amenazante mueca que hubiera encogido de miedo a cualquiera que no fuese tan audaz como lo era Tenma quien permaneció impávido y defensivo frente al imponente griego. —. No dudaré en volver a tomar medidas extremas en contra de cualquier amenaza —

 

— No sabes lo que dices, Hades es un gran amigo, es una persona espléndida y muy justa. Jamás dañaría a inocentes — le espetó el moreno con los puños apretados.

 

— Eres un mocoso ¿Qué vas a saber tú de la vida? — reprendió con crueldad Saga cuyos ojos miraron con desprecio al jovencito de cabello castaño debajo de él. — Es tu obligación, por el bien de todos aquí, olvidarte por siempre de ese hombre tan ruin y desalmado. Te advierto que soy capaz de lo que sea necesario en nombre del Santuario —

 

— ¡Estás demente! ¡No haré nada de lo que me pides, tus argumentos son ridículos!

 

— ¡Insolente! — El griego levantó su mano dispuesto a soltar una despiadada bofetada a Tenma con el dorso de su mano, los ojos del mayor estaban llenos de un brillo rojizo de demencia

 

— ¡Saga no! ¡Detente, te lo ruego! — le interrumpió a tiempo una benévola voz femenina cuyo efecto fue inmediato sobre el peliazul.

 

Saori recién había entrado a la oficina y la bella mujer corrió al encuentro de los dos varones. Su vaporoso vestido blanco, inmaculado como su alma, dejaba tras de sí el dulce aroma de su perfume floral que confortaba a todos a su alrededor al instante.

 

El gemelo mayor se detuvo antes de arrojar el golpe, y la orden directa de Saori lo arrancó de su trance. Azorado, el griego miró a Tenma y comenzó a inhalar bocanadas de humo con vehemencia, como si sus pulmones estuvieran completamente vacíos de aire.

 

La mujer de sedosa y suave cabellera color lila tomó a Tenma en cuanto llegó a su lado y lo abrazó protectoramente.

 

— ¡Señorita Saori! — alcanzó a pronunciar Saga jadeante. — Tenma yo…

 

— Está bien, Saga, por fortuna no ha sucedido nada que lamentar — le interrumpió la mujer con suavidad, soltando al muchacho quien estaba aturdido por la confusa situación.

 

— Me parece adecuado solicitar su permiso para retirarme — habló el hombre avergonzado de sí mismo, sin ser capaz de mirar a Saori a los ojos.

 

— De acuerdo, Saga, yo terminaré de hablar con Tenma en ese caso — concedió ella con calma.

 

El griego se retiró respetuosamente de su propia oficina y al cerrar la pesada puerta de cedro tallado tras de sí, caminó unos pasos y Saga se recargó sobre la pared, como si un tremendo dolor corporal se apoderara de él y estuviese a punto de hacerlo desvanecerse. Tantas emociones evocadas por los recuerdos de su hermano menor habían desequilibrado peligrosamente su siempre delicado estado mental. Inmediatamente el hombre sintió la ferviente necesidad de ir a tomar sus medicamentos, los cuales estaban controlados meticulosamente por su médico especialista para controlar el padecimiento que lo había perseguido toda la vida y pocos conocían.

 


 

"Terror, un inmenso terror se apoderó de todos los sentido de su maltrecho cuerpo. El pánico de estar a un pelo de la muerte y no poder hacer nada para impedirlo se aunaba al tremendo dolor que experimentaban sus pulmones en ese mismo momento, los cuales se llenaban rápidamente de inmunda agua de inodoro hasta casi provocarle el desfallecimiento. Momentos antes de abrazar el consuelo de la inconsciencia, la misma cruel mano que mantenía su cabeza dentro del excusado casi le arrancó el cabello con el objetivo de sacarlo justo a tiempo.

 

Kanon, por instinto, inhaló todo el aire que le fue posible y al mismo tiempo trató de expulsar toda el agua que pudo de su boca y nariz. Este acto desesperado le provocó al adolescente comenzar a toser dolorosamente entre lastimosos gemidos. Sus aturdidos oídos sólo alcanzaron a percibir las carcajadas a su alrededor provenientes de la pequeña pandilla que disfrutaba de la tortura que le estaban causando en los solitarios baños del reformatorio.

 

Los crueles verdugos del jovencito de ojos esmeralda no permitieron darle mucho tiempo para recuperarse, pues lo arrastraron unos metros lejos del inodoro con el objetivo de doblegarlo contra el suelo en donde todos se permitieron meterle una paliza despiadada a base de patadas. Daba la impresión de que había un concurso descomunal para probar quién podía romperle más huesos al peliazul, el cual se había hecho un ovillo en el suelo a causa del dolor.

 

— ¡Basta, imbéciles! — ordenó el líder de aquellos maleantes juveniles, un sanguinario muchacho de complexión gruesa de diecisiete años. Su voz funcionó como un gatillo que detuvo a los otros en automático. Con desdén, aquel corpulento bastardo miró el tembloroso cuerpo del muchacho de quince años sobre el suelo. Un infinito placer le llenó entonces. — El pobre diablo de Dídymoi ha tenido suficiente por hoy. Si seguimos así, lo enviarán a la enfermería más tiempo del que nos gustaría y el muy hijo de puta tendrá vacaciones gracias a nosotros —

 

— ¡Qué listo es usted, jefe! ¿Oíste eso, hijo de puta Dídymoi? — uno de los muchachos lanzó una patada a las costillas de Kanon, pero se arrepintió en cuanto su líder lo miró con desaprobación.

 

— ¿Sabe qué remataría la lección que le metimos a este gusano, jefe?

 

— Escúpelo, escoria

 

— Llamar al vigilante Kit

 

Toda la pandilla pareció aprobar al unísono aquella sugerencia como simios enloquecidos. Kanon, con el rostro lleno de sangre se incorporó de inmediato y vomitó a causa de las arcadas de terror que le provocó escuchar el nombre de aquel depravado hombre que, desgraciadamente, había conocido con anterioridad.

 

— Creo que a esta putilla le ha encantado la idea ¿Quieres que te la meta otra vez el vigilante Kit? ¿Te gustan tanto las vergas? ¿Te las comes por delante y por detrás?

 

Todos estallaron en risas e insultos parecidos para secundar a su gordo jefecillo.

 

— ¡Vayan a buscarlo cuanto antes, quizás se esté violando a alguien más y este hijo de puta corra con suerte por hoy!

 

— Son unos cerdos cobardes — alcanzó a retarlos Kanon aún en su deplorable estado y desventajosa situación.

 

El primero en lanzarle una patada directo a la mandíbula fue el líder, acto seguido todos volvieron a abalanzarse sobre su víctima sin control."

 

Kanon despertó de aquella lúcida pesadilla en medio de la obscuridad de su propia habitación. Los vívidos recuerdos de su estancia en el correccional de menores durante su adolescencia provocaron a todos sus sentidos ser presas del pánico aún después de haber pasado más de quince años desde que vivió aquel infierno en la tierra.

 

Aún semiinconsciente por el sopor del sueño, buscó a Radamanthys a su lado mientras intentaba recuperar el aliento, y despertó por completo cuando lo único que encontró del otro lado de su cama fueron sábanas y cobijas frías.

 

El pelilargo apretó los ojos, llenos de lágrimas debido a la pesadilla, a causa de la frustración. Se colocó en posición fetal abrazando una de sus almohadas mientras los violentos escalofríos de auténtico miedo desaparecían.

 

Sin poder conciliar el sueño, Kanon esperó a que los efectos de aquel pésimo recuerdo cesaran a lo largo de los minutos en medio de la quietud de su alcoba con el silencio sepulcral de la madrugada cayendo a su alrededor.

 

No quiso reflexionar mucho al respecto sobre su siguiente movimiento y el griego rodó sobre su cama Queen Size hasta alcanzar una mesita de noche, donde reposaba su teléfono móvil y lo tomó de inmediato. Su dedo índice tembló al buscar a través de la pantalla táctil la aplicación de mensajería que solía usar para comunicarse con suma agilidad con sus amigos y seres queridos. Buscó el contacto bloqueado, desde hacía semanas, de Radamanthys y quitó el candado en tres segundos. Luego, sin querer detenerse a pensar o de lo contrario sería fatal para su orgullo, escribió únicamente dos palabras.

 

"Te necesito"

 

La aplicación le notificó que su mensaje había sido enviado y posiblemente recibido. A las tres de la madrugada Radamanthys no le iba a responder de ninguna manera, más aún después de haberlo echado a patadas de su casa luego del arranque de ira que lo cegó por completo después de la nada agradable imagen de ver a su hermano gemelo besando a su….

 

¿A su qué? Kanon rió con amargura y se obligó a sí mismo a conciliar el sueño, a pesar del pavor que le provocaba imaginar volver a tener esa clase de pesadillas.

 

Eventualmente lo logró.


 

Al despertar unas horas más tarde, Kanon agradeció a los dioses del olimpo haberle privado de nuevos sueños de cualquier tipo. Al abrir sus ojos esmeraldas, las espesas líneas de largas pestaña se encontraron pegadas entre sí debido a las lagañas que se habían formado a causa del llanto nocturno del que el griego fue presa.

 

Luego de asearse adecuadamente y tomar un ligero desayuno, la estrella de rock se atrevió a revisar su teléfono móvil y sintió sus entrañas desaparecer en cuanto notó que, en medio de los mensajes de Krishna, Julian e Isaac, su patético mensaje a Radamanthys no había obtenido respuesta alguna.

 

Con el orgullo herido, el griego fue a cambiarse de ropa a su armario, furioso. Salió ataviado con un traje de natación speedo negro, el cuál se pegaba sugerentemente a sus poderosos y marcados muslos. El banquete visual que Kanon otorgaba era tremendamente atractivo: su escultura figura era producto de arduos entrenamientos físicos desde la infancia de acuerdo a las tradiciones del Santuario; cada uno de sus músculos había sido trazado con esmero y perfección sobre la incitante piel oliva. Su silueta bien pudo haber inspirado a los grandes escultores del periodo clásico griego: su pecho era cuadrado y fuerte, pero aquella forma iba reduciéndose hasta alcanzar una delgada cintura. Sus brazos y sus piernas eran fornidos de manera proporcional al resto del cuerpo. Sus glúteos ¡Dioses! Esos glúteos valían millones de dólares, se jactaba Julian Solo siempre que se atrevía a lanzarles cumplidos con la aprobación previa de Kanon. Duros, masculinos, naturales, elevados, pecaminosos, tonificados, con sendos hoyuelos de ensueño, firmes. En fin, a todos los admiradores del cantante podía írseles la vida buscando todos los adjetivos que merecían para ser descritos.

 

No podían pasar desapercibidos los tatuajes que adornaban aquella exquisita dermis: el característico Dragón Marino en la curva de su cintura, pasando por el abdomen hacia la espalda baja; el tridente de Poseidón varios centímetros debajo de su clavícula derecha; una sirena juguetona que recorría su pantorrilla izquierda y el característico símbolo de los gemelos para representar a la constelación occidental de Géminis estaba tatuado en el lado anverso de su muñeca derecha.

 

Además, ese día llevaba piercings en la tetilla derecha y en ombligo dos diamantes gemelos, uno sobre otro.

 

En cuestión de minutos, Kanon llegó a la piscina de la residencia. La alberca estaba resguardada bajo techo y siempre en excelentes condiciones de mantenimiento. La longitud de la misma era de respetables veinte metros y contaba con cinco carriles de ancho. El cantante calzaba sandalias y se cubría el cuerpo con una gruesa bata de algodón de la cual se deshizo pronto. Llevaba, por supuesto, antiparras de natación colgando alrededor de su cuello.

 

La razón principal de que el pelilargo hubiera decidido vivir en aquel sitio durante sus largas estancias en Londres era aquella maravillosa piscina, casi privada, pues sus vecinos no hacían mucho uso de ella.

 

A un lado de la piscina había una zona especial de calentamiento y el cantante se dispuso a realizar adecuadamente sus ejercicios de estiramiento y preparación previos a la actividad física.

 

Al terminar varios minutos después, se dedicó a atar adecuadamente su larguísima cabellera en un complicado bucle con el propósito de lograr enfundar tanto cabello en una gorra de nado. Luego de esto, finalmente el griego se introdujo en la alberca con un perfecto clavado hacia delante. Inmediatamente Kanon comenzó a nadar a lo largo de la piscina con impecable técnica y asombrosa velocidad.

 

La natación era un deporte que el griego perfeccionó a lo largo de su vida. Era uno de sus pasatiempos preferidos y su válvula de escape para los momentos de estrés o tragos amargos.

 

Kanon era sumamente dichoso de que el nadar le perteneciera por completo y se refería a que ni siquiera su siempre sobresaliente hermano gemelo, Saga, le pudiera hacer par en aquella disciplina. Sí, su mellizo podía ser el mejor para la literatura, el latín, el combate cuerpo a cuerpo, en atletismo, la aritmética, el tiro con arco, en comportarse, en agradar a los demás y mil cosas más, pero su hermano jamás pudo acercarse a su maestría y talento para la natación y aquello le hacía sentir libre y satisfecho practicando este deporte.

 

Shion y Dohko insistieron por años en que Kanon tenía el potencial de convertirse en un atleta olímpico, pero el gemelo menor nunca quiso hacerles caso y dejar que le arruinaran algo que tanto amaba hacer. Al diablo con ellos, él disfrutaría del nado como mejor le viniera en gana.

 

El sobrenombre cariñoso que Julian le había puesto, Dragón Marino, había surgido a raíz del asombro del joven magnate cuando miró por primera vez a Kanon nadar en el mar por casualidad muchos años atrás.

 

Al cabo de una hora y media, el pelilargo hizo una pausa a su entrenamiento matutino, el cual le había sentado de maravilla y su estado de ánimo ahora era espléndido.

 

Salió de la alberca y se acercó al camastro donde había dejado sus pertenencias. Luego de secarse el cuerpo y quitarse las antiparras y la gorra de silicón, el hombre se percató de que su teléfono móvil vibraba con insistencia en el bolsillo de su bata. El cantante tomó el aparato y el autor de la llamada entrante hizo dar un vuelco a su corazón, ya de por si agitado causa del vigoroso entrenamiento.

 

— ¿Radamanthys? — fue lo primero que pronunció al tomar la comunicación. Casi como si temiera que no fuera verdad

 

— Kanon… — suspiró el rubio al otro lado de la línea en un suspiro parecido a una plegaria de agradecimiento después de semanas de no haber sido tomadas sus llamadas en el celular del griego.

 

— Hola — saludó el cantante sin saber qué más decir, sintiéndose un poco estúpido al respecto.

 

— ¿Estás bien? — cuestionó con auténtica preocupación Wyvern, no simplemente por el protocolo de conversación.

 

— Sí… — Kanon se mordió la lengua enfadándose con sus propias emociones ¡Era un hombre de más de treinta años, maldita sea! ¡No era una colegiala tímida hablando con el idiota de su ex por quien seguía profesando mil sentimientos diferentes! — El mensaje de anoche fue un error, aún estaba un poco dormido y yo… —

 

— Estoy afuera de la residencia y como me juraste la última vez que cumplirías: no me permiten pasar la primera línea de seguridad.

 

Impulsivo, el griego metió el teléfono móvil al bolsillo de su bata sin cerciorarse de haber cortado la llamada adecuadamente o no. Se calzó las sandalias en segundos y salió como bólido de la zona de la alberca mientras anudaba el cordón de su prenda de algodón.

 

Casi corrió para atravesar la mitad de la residencia hasta llegar a la recepción en donde los trabajadores miraron estupefactos cómo un personaje tan singular como Kanon atravesaba el corredor principal vistiendo sólo una bata y dejando tras de sí rastros de agua proveniente de la alberca. Los recepcionistas le gritaron algo, seguramente acerca de que afuera estaba lloviendo y que necesitaría un paraguas, pero el pelilargo no se molestó en escucharlos y mucho menos en detenerse.

 

Cuando atravesó el jardín principal, levantó todas las miradas curiosas de los choferes, mozos y vigilantes que presenciaron su inusual escena con curiosidad en medio de la lluvia matutina londinense, la cual estaba helada.

 

Kanon exigió a los guardias de la gran puerta principal abrirle inmediatamente y ellos, un poco dudosos, accedieron preguntándole si había un problema o si necesitaba ayuda.

 

Ignorándolos por completo, el cantante logró salir a la acera y caminó a prisa hasta darse cuenta que unos cuantos metros más adelante él estaba ahí.

 

Radamanthys vestía con característico garbo y elegancia uno de sus trajes color negro; debido al clima, portaba un abrigo largo de lana del mismo color. El abogado sostenía en la mano izquierda una bolsa de papel y un paraguas para protegerse de la lluvia; con la otra mano el inglés usaba su teléfono móvil seguramente aun intentando comunicarse con Kanon quien lo había dejado plantado en la línea.

 

Cuando los ojos ámbar se encontraron con aquella mirada esmeralda observándolo con tanto arrebato, Wyvern no dudó ni un segundo en caminar hacia su encuentro sin quitarle la vista de encima. El griego fue el primero en romper el hielo para abalanzarse sobre el otro, obligándolo a soltar el paraguas, yprocedió a besarlo hambrientamente debajo de la lluvia.

 


 

Como era de esperarse, Kanon y Radamanthys hicieron el amor aquella mañana antes que cualquier otra cosa, ni siquiera se dirigieron más palabras de las necesarias.

 

Al entrar juntos a la privacidad del departamento del griego continuaron el beso que habían comenzado bajo la lluvia y se dejaron arrastrar totalmente por el momento.

 

Sus cuerpos y sus almas se habían echado de menos y no tenían idea de cuánto hasta aquel inesperado reencuentro en el que el resto del mundo y el tiempo dejaron de existir a su alrededor.

 

En un primer momento sus caricias y sus besos fueron tímidos y delicados, queriendo tomarse los minutos, u horas, necesarios para reconocerse mutuamente y volver a recorrer rutas en sus pieles y bocas que no querían olvidar jamás.

 

Kanon disfrutó volver a poner en práctica la costumbre de deshacerse del traje completo de su pareja, pieza por pieza, casi torturándolo debido a lo paulatino que deseó ser hasta llegar a descubrir finalmente la blanca piel que se erizó en pasmosos escalofríos en cuanto los labios del griego hicieron contacto directo con su anatomía, deteniéndose a besar con calma su cuello, su torso, sus brazos, sus piernas, su abdomen, sus tobillos, las plantas de los pies "¡Dioses!" Maldijo Radamanthys, con las pupilas totalmente dilatas de deseo observando aquel cadencioso recorrido sobre su cuerpo, dejándose hacer por completo.

 

El cantante no necesitó ser desvestido y Wyvern decidió que quería quitarle aquel sugerente speedo hasta el último momento.

 

Igualmente llegó el turno de Kanon para ser acosado por las grandes manos del rubio; sin embargo, para esos momentos la temperatura de la situación había subido demasiado y el contacto de sus cuerpos comenzó a dejar atrás la ternura y el anhelo para dar paso a la auténtica lujuria contenida por semanas.

 

Cuando Radamanthys recorrió al griego se dio cuenta de que sobre la piel oliva existían sutiles marcas de sexo reciente, provocadas por la asesora con la que Kanon se apareó en un parpadeo por mero capricho pocos días atrás; el rubio, con sentimientos de celos y rabia entremezclados nublándole la mente, comenzó a comportarse más violento con el cuerpo que tenía entre sus brazos y dio paso a la mordidas, chupetones y rasguños a través de un tacto más brusco y autoritario, y todo aquello provocó al pelilargo arquearse de placer masoquista.

 

Eventualmente vino el sexo oral y para lástima de Wyvern, tuvo que deshacerse del traje de baño que tanto le gustaba ver puesto a su pareja, para poder abrirse paso entre los muslos de su amante. La entrepierna del griego sabía y olía a cloro de alberca y el rubio rió entre el vello púbico color añil porque no era, ni de cerca, la primera vez que sus labios probaban el sabor de la caliente virilidad de Kanon entremezclado con dicho producto de limpieza para piscina.

 

Su rubia y corta cabellera fue estropeada por completo por las manos del peliazul quien guiaba a su cabeza para participar en el ritmo de las felaciones que estaban volviendo al cantante loco de gusto, pues se retorcía con las piernas abiertas y la espalda contra la acolchada cabecera de su cama entre gimoteos y suspiros eróticos.

 

Aunque Radamanthys estaba dispuesto a aceptarlo de la otra manera, Kanon, siempre a través del lenguaje de su rostro y su cuerpo, le hizo saber que aquella vez quería recibir a Wyvern por completo y no al revés.

 

Así, su ritual de preparación y lubricación se llevó a cabo con familiaridad, en medio de besos y juegos sobre la cama. Fue un acuerdo tácito que, como de costumbre, no utilizarían condón.

 

Practicaron casi todas sus posiciones favoritas, hasta donde el cuerpo y sus sentidos les permitieron. Mirándose, abrazándose, por detrás, de rodillas, contra la cabecera de la cama, en la orilla del lecho, Kanon encima, en cuatro, de lado…

 

Había que admitir que Radamanthys no se midió en cuanto a la fuerza y vigor que propinó a través de sus cientos de estocadas a la profundidad de su amante y ni él sabría, ni mucho menos querría, explicar las razones precisas de esta brusquedad. Una mezcolanza de desahogo, celos, escarmiento, desquite, deseo, lascivia e impaciencia formulaban la respuesta a esta cuestión fútil.

 

Cuando llegó el segundo orgasmo de Kanon, en medio de sonoros gemidos eróticos y espasmos violentos de su cuerpo y sus genitales, su propia semilla le salpicó el abdomen, entonces, Wyvern salió de su interior con suavidad y, como caricia final, sus dedos tocaron el tibio semen recién salido de la virilidad griego, para pasárselo por las yemas de los dedos y así acariciar el tenso estómago de su amante que subía y bajaba al compás de su arrebatada respiración.

 

Finalmente ambos se echaron juntos en la cama, hecha un desastre, con el propósito de recobrar el aliento.

 

Los dos recuperaron la noción del tiempo y el espacio gradualmente.

 


 

Radamanthys permanecía sentado recargando su espalda en la acolchada cabecera de la cama Queen Size y entre sus piernas abiertas estaba Kanon en posición de loto dándole la espalda. Ambos aún disfrutaban de su desnudez y la cercanía de sus cuerpos, su conversación se había limitado a banalidades como el clima, la natación o el fútbol.

 

— Te traje las empanadas de espinaca del restaurante griego que tanto te gustan — comentó casualmente el abogado retirando el abundante cabello azul de la espalda de su amante, acomodándolo con delicadeza frente a los hombros del cantante.

 

— ¿Spanakopita? — pronunció en su lengua materna con bastante interés. El inglés hizo una exclamación afirmativa como respuesta — ¿No será lo que traías en la bolsa de papel? ¡Maldición! Se mojaron todas seguramente — se quejó frustrado el pelilargo con intenciones de abandonar la cama para ir a rescatar sus empanadas favoritas, pues repentinamente recordó el hambre que le había traído su sesión de natación y haber hecho el amor con Wyvern. Sus planes fueron obstaculizados por unos musculosos brazos rodeando su delgada cintura posesivamente.

 

— Radamanthys, tengo mucho apetito ¿Quieres soltarme?

 

No hubo respuesta por parte del otro, pero sí húmedos besos que recorrieron su nuca y las vértebras cervicales sobre la piel de su espalda. Kanon, aturdido por la sacudida eléctrica de placer que le trajo aquella atención, gimoteó ligeramente.

 

— Prometiste que te tatuarías un dragón Wyvern justo aquí — susurró el abogado con los labios casi pegados a la piel del griego, luego mordió aquella deliciosa curvatura que se formaba naturalmente entre el cuello y la espalda.

 

— Te lo prometí cuando todavía estábamos juntos — confesó el peliazul entrecerrando los ojos para contener algún sonido impúdico a causa de la maravillosa sensación de los dientes de su amante clavándose en una zona tan erógena de su cuerpo.

 

Casi como si todas aquellas horas plácidas hubiesen sido producto de un hechizo mágico, aquellas palabras fueron el desencanto suficiente para fastidiar la situación entre ambos.

 

— ¿No vamos a regresar? Kanon, no juegues a ser el duro.

 

— No estoy jugando a nada, estoy siendo realista.

 

Enseguida, el rubio retiró sus brazos de la cintura de su amante.

 

— ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Eh? ¿No he cedido suficientes cosas ante ti desde que decidiste que sería divertido jugar a enamorarme?

 

— Vaya, lo haces sonar como si yo fuera un maldito sin sentimientos y mis emociones no tuviera validez en todo esto.

 

Kanon quiso salir de la cama, pero el inglés se lo impidió en un abrazo posesivo que tiró a ambos boca abajo en el lecho. Posicionándose sobre él, Radamanthys siguió besando la espalda y los hombros del griego, mientras sus manos masajeaban el hermoso trasero del cantante.

 

— Pasado mañana saldré a una gira que durará meses — masculló Kanon con la respiración comenzando a acelerarse inadecuadamente. Con mucho pesar, se levantó de su precaria posición, obligando al otro a detener sus impúdicas atenciones. Luego, los ojos esmeraldas miraron con severidad a la mirada ámbar del otro. — Creo que es un buen momento para darnos un tiempo como adultos que somos —

 

— ¿Un tiempo? — saltó defensivo de inmediato Wyvern.

 

— Es mi mejor oferta; seguiremos comunicándonos cuanto queramos y podemos encontrarnos ocasionalmente en algún punto de la gira para vernos y ya sabes…

 

— ¿Es por la señorita Pandora? ¿Lo que deseas es que rompa abiertamente mi compromiso con ella?

 

— No es sólo esa mujer, Wyvern — le sosegó pacientemente Kanon, mordisqueando la nariz del rubio juguetonamente, el griego estaba conmovido por el puchero del abogado. — Es todo; también aplica para mí. Tengo que quitarme a Julian Solo de encima —

 

Al cantante le fascinó que el rubio frunciera el ceño y arrugara su expresión con asco después de pronunciar el nombre del billonario.

 

Repentinamente, el teléfono celular de Radamanthys comenzó a sonar escandalosamente en el pantalón tirado sobre el suelo de la habitación. Sorprendidos de escucharlo por primera vez después de todo el rato que pasaron metidos en la alcoba, el inglés bajó de la cama y encontró el aparato en el bolsillo de su prenda de vestir; aunque ya había dejado de timbrar devolvió la llamada, pues tenía quince iguales perdidas.

 

— ¿Si, Valentine? … Tranquilízate, por favor, me encuentro perfectamente bien. Estoy, arreglando unos asuntos… Sí… No… Llegaré a la oficina hoy para atender ese problema… Por tercera vez: estoy bien… Estoy con Kanon… Sí, con él… No te importa… Buenas tardes, Valentine —

 

El pelilargo presenció toda la escenita telefónica y no pudo contener por mucho tiempo sus despiadadas carcajadas.

 

— O quién sabe, quizás cuando regrese de la gira Valentine me haya ganado tu corazón y tu cama.

 

Sardónico, el griego se dirigió al recibidor para buscar la bolsa extraviada de papel que contenía las spanakopita que tanto le gustaban. Eventualmente las halló y, después de calentarlas en su hornillo eléctrico, las degustó todas sin permiso de su amante.

 

Varios minutos después, Radamanthys salió de la alcoba vistiendo ropa interior y, como se lo esperaba, Kanon se hallaba sentado frente a la barra de la cocina terminando todas las empanadas. El griego había envuelto su cuerpo desnudo con una sábana.

 

A decir verdad, Wyvern se había rendido mucho tiempo atrás al encanto irresistible que el pelilargo irradiaba por naturaleza. Este carisma inexplicable, que incluso tenía de rodillas a uno de los hombres más ricos y poderosos del planeta: Julian Solo, podía concederle a Kanon, si así lo quisiera, el planeta entero, sus tierras y sus mares.

 

Radamanthys se colocó detrás de él y con sutileza obligó al cantante a girar su rostro para besar la comisura de sus labios, ahora con sabor a espinaca, especias y carne de cordero.

 

— Tiempo será entonces — concedió el abogado con resignación.

 

°º¤ø,¸¸,ø¤º°`°º¤

 

Notas finales:

Por primera ocasión en el fanfic no me dirigí al pasado, creo que fui muy descuidada al irme de frente con tantas situaciones del "presente", ojalá no les haya molestado y puedan resistir las ganas de esperar un poco más para saber cómo fue la fiesta de cumpleaños de Minos.

 

Otra cosa: no planeaba que este capítulo quedara homoerótico, la cosa se dio sola. Ya les traía ganas a mis niños~

 

Muchas gracias si siguen leyendo y siguiendo esta historia.

 

Estaré contenta de leer cualquier sugerencia u opinión que deseen enviarme.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).