La aventurilla de Zorro y Botas.
By: MarAmi
Sentado y recargado en un árbol solo se sentía Botas, pues Dora se había enfermado de colitis aguda, sin pensarlo dos veces se levantó de su arduo descanso, alzó la mirada y comenzó su raudo viaje hacia la casa de la nana (o abuelita) de Dora, para ver cómo se encontraba su querida amiga, no fuera que ya se hubiera muerto, ni el mismísimo Zorro le deseaba eso, pues ya no tendría a quién joder.
Mapa fue en ayuda de su pequeño amigo mono con botas, le dijo que debía de ir primero al puente, luego al río, y posteriormente llegaría a la casa de la niña con cabello de hongo. Mientras emprendía su maravilloso viaje, un par de ojos le seguían por la veredita alegre, con un intenso calor en su interior, los ojos de un personaje anteriormente mencionado —o séase Zorro— no se le despegaban de encima, se quedó estupefacto de su belleza ¿cómo era posible que en todos los años que se la pasaba molestándolos no se había dedicado a filosofar sobre la belleza del pequeño mono? Nunca le había podido apreciar de esa manera, ya que siempre estaba acompañado de la niña exploradora con ojos de sapo, cómo sentía un poco de envidia hacia ella, seguramente ya hasta había tenido un leve manoseo por ahí.
— ¡Oh, rayos!—chasqueó sus dedos al imaginarse detrás de un arbusto con el amiguito de botas rojas, a lo lejos de todos los que pudieran interrumpirles, haciendo cosas que niños buenos no deberían de hacer. Y con un carajo ¡Que ya se había puesto caliente! Tenía que encontrar una rápida manera de tranquilizar a su amiguito, su entrepierna tenía un cosquilleo intenso.
Suspiró resignado, él era todo un macho, y como buen macho, enfrentaría sus problemas a la cara. Pudo divisar que Botas se alejaba rápidamente de donde él estaba, comenzó su carrera y rápidamente llegó a la misma altura que el pequeño monito.
Botas sintió una presencia además de la propia. Volteó a ver quién lo seguía, asustado, alcanzó a ver esos guantes y el antifaz tan conocidos por él, aceleró su paso hasta que una voz le detuvo.
— ¡Alto ahí!
“Mierda”, pensó Botas, un tanto nervioso.
— ¿Zorro?—fingió sorpresa— Ahora no traigo nada que te interese robar—lo último lo dijo mientras temblaba de pies a cabeza.
—Oh, es que sí lo llevas, Botas—Zorro se acercó y le tomó del mentón, le alzó un poco para que sus miradas se encontraran, rápidamente el menor desvió la mirada, si antes ya estaba nervioso, ahora que Zorro tenía una pata delantera (la derecha, para ser más precisos) en su espalda lo estaba más.
— ¿Q… Qué haces?—cuestionó con preocupación, pero sus labios rápidamente fueron sellados por los expertos del otro. Nunca nadie le había dado un beso antes, ni si quiera su amiguita Dora, y ahora sabía lo bien que se sentía, pero al recordar que era Zorro quien se lo estaba dando…
Zorro sintió cómo rápidamente era empujado por su compañero, y sintió cómo se le hacía el corazón cachitos.
— ¿Por qué, Botas?
—Esto no está bien, ni siquiera somos amigos, pero se ha sentido realmente bien…—lo último lo dijo en u hilo de voz, tocándose los labios. ¿Acaso se sentía atraído por Zorro y nunca se había dado cuenta? Antes de que dijera alguna otra cosa, Zorro se lo impidió y volvió a besarle, esta vez con más delicadeza, no fuera que el pequeño se asustara.
Tal vez no estaba mal del todo. Botas ahora no puso resistencia, hasta de su amiga se había olvidado, ahora sólo eran él, zorro y sus magníficas patas.
—Vámonos a otro lado, Botas.