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Utopía perfecta. por Naruke

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Notas del fanfic:

Muy buenas tardes mi querida gente, ¿cómo están? Espero que muy bien, y en caso que no, ¡espero que pronto todo esté mejor! Lo digo de corazón.

Bueno, el día de hoy les traigo una pequeña historia. Bastante extraña en realidad, pero que aun así espero que les guste.

Esta historia está "inspirada" en una canción de José José llamada Almohada. En realidad la historia no guarda ninguna similitud con la canción pero... Bueno, hay que mencionarlo. Ja ja ja.

¡Espero les guste! Y espero poder saber sus opiniones en los comentarios.

¡Disfruten la lectura! Los quiero.

Nota: Un agradecimiento especial a Naru por creer siempre en mí y en lo que escribo <3

Notas del capitulo:

 

Los personajes no son de mi propiedad, ellos pertenecen a Masashi Kishomoto.

¡Que disfruten!

Título: Utopía perfecta.

Pareja: SasuNaru.

Autor: Naruke.

 

 

Capítulo único.

 

Se encontraba en un momento de trance, desconectado del mundo, solo se dedicaba a ver-sin realmente prestar atención-la distorsionada imagen que le era ofrecida a través del parabrisas de su automóvil.

Sus pensamientos no le dejaban accionar. Pensaba en tantas cosas y a la vez en tan pocas.

En el cielo completamente oscuro, sin señal de la luna o estrellas, caían millones de gotas precipitadamente; en algunas avenidas ya se habían provocado encharcamientos que en pocas horas ocasionarían un gran caos vial en la ciudad. La lluvia era acompañada por violentos vientos, que mecían con brusquedad la copa de los árboles y cables. Una fuerte tormenta se había desatado hacia horas.

No se movía, no reaccionaba, parecía que no parpadeaba incluso que ni respiraba… Solamente estaba ahí, ajeno a todo.

Mechones negros de su cabello mojado se pegaban a su imperturbable rostro serio pero ojeroso, todo su cuerpo estaba empapado, la camisa manga larga que antes era de un perfecto color blanco se le pegaba a su piel transparentándose, la corbata que antes portaba había quedado olvidada en algún lugar de su automóvil o quizá en el Bar en el que se permitió llenar su paladar de esa sustancia que embriagaba y anestesiaba sus sentidos por un rato, y de igual forma permitirse cegar por sus bajos instintos, envolviéndose en la lujuria y el deseo de la carne, acostándose con una desconocida.

Ningún auto transitaba a esa hora la ciudad, ni persona, tampoco algún animal; se encontraba solo.

Cerca de una hora se había quedado ahí, parado, sin avanzar, estando a unos pocos metros de llegar a casa con su esposo; con su amado rubio. Pero algo, una fuerza mayor o simplemente la vergüenza por el estado en que se encontraba, lo detuvo, quedando frente aquella casa. Su casa.

La tormenta a cada minuto que pasaba se hacía más fuerte, las gotas de lluvia se impactaban con mayor fuerza al pavimento y al vidrio del parabrisas, las fuertes corrientes de aire se habían agravado, y junto con esto otro nuevo fenómeno natural se hizo presente.

De un momento a otro, de forma sorpresiva y efímera, el cielo oscuro se ilumino escalofriantemente, escuchándose a los pocos segundos un estruendoso sonido. El pelinegro que hasta hacía unos momentos se encontraba divagando en sus pensamientos, perdido en su propio mundo, se sobresaltó saltando de su asiento al escuchar aquel sonido que sintió rezumbar dentro de su cabeza.

Parpadeó un poco desconcertado, desubicado, dándose cuenta de donde estaba al poco tiempo.

Un suspiro cansino salió de sus labios, pronunciando el nombre de alguien en un susurro.

Cerró sus ojos por un momento, tratando de ordenar en vano sus pensamientos, abriéndolos al instante rindiéndose ante sus confusos problemas que en una noche de lluvia no se resolverían.

Y con movimientos casi mecánicos, ya sin remedio alguno, abrió la puerta del elegante automóvil             y sin importarle mucho, o mejor dicho nada, salió por completo, cayendo sobre su cuerpo las gruesas gotas de lluvia.

Se sentía cansado y con un mal sabor de boca, su garganta se encontraba rasposa y seca, además que el aroma del alcohol se había adherido a él, junto aquel repugnante olor a sexo, esos olores penetraban en su nariz causándole nauseas hacia sí mismo. Caminaba bajo la lluvia esperando que esos olores entremezclados desaparecieran, pero estos no cedían, seguían impregnados a él.

No había tardado nada en llegar a la puerta principal de aquella acogedora casa, su serena expresión cambió a una de desagrado al verse ya ahí.

Con lentitud acercó su mano a la perilla dorada de la puerta, girándola al instante, verificando que exactamente se encontraba abierta. Ese idiota, ¿cuántas veces le he dicho que ponga el seguro?, negó con su cabeza al pensar en la imprudencia de su esposo, de Naruto.

Abrió despacio la puerta, haciendo el menor ruido posible, solo se escuchó en la oscuridad de la casa el rechinido de la puerta al abrir y cerrarse.

Se quedó parado ahí, viendo únicamente la oscuridad que inundaba el lugar que era interrumpida en ocasiones de forma fugaz por los relámpagos. Esa oscuridad se comparaba con el color de sus ojos;  fríos, solitarios… ¿Tristes?

Inconscientemente empezó a caminar recorriendo cada rincón de la planta baja, un ambiente frío y vacío se sentía a cada paso que daba, en ocasiones chocaba con algún mueble por la falta de luz y por su leve estado de ebriedad.

Con su vista cansada, y con sus sentidos aún anestesiados, buscaba con su mirada a alguien. Él esperaba ver a su esposo sentado en algún lugar de la casa, ya dormido por esperarlo toda la noche a que llegara. Pero no lo encontró en ningún lugar.

Ese deseo se había creado en él desde que cruzó la puerta de la casa, no le importaba el hecho de la gran reprimenda que le iba a dar, pero verlo dormir, esperándolo, era algo que eliminaba todo rastro de vacío en su interior, pero que hacía que en su corazón y en cada parte de su cuerpo se creara un sentimiento de culpabilidad por preocupar a su amado e imprudente rubio.

… … …

La torrencial lluvia que caí fuera empezaba a disminuir, mientras que la tormenta eléctrica ya había desaparecido. Tardo probablemente media hora caminando por la casa, repitiendo el mismo camino una y otra vez, sin ningún objetivo en sí.

Ya había entendido desde el principio que Naruto, que aquel joven de apariencia angelical y varonil, de cabellos sedosos y radiantes, de ojos tan enigmáticos y bellos como el océano… No estaba ahí.

Lo más probable, y estaba seguro de eso, que el tigreño estuviera durmiendo en la habitación que ambos compartían, ya aburrido y dolido de que cada viernes él, Sasuke Uchiha, llegara con algunas copas de más y con ese nauseabundo olor a sexo.

¡Maldita culpa que le carcomía!  Cada minuto, cada segundo le recordaba y le restregaba en su cara lo que hacía, lo mucho que hería a su rubio y como este cada día le perdonaba sus errores.

O, eso es lo que él quería creer.

Ya cansado de vagar en su propia casa sin ningún destino, y perdido en sus pensamientos de culpa, decidió terminar ese recorrido, dirigiéndose con paso cansado, en el silencio de aquel frío ambiente, a las escaleras de fina madera, cubiertas por una elegante alfombra.

Dejó escapar un suspiro cansado de sus labios, empezando a subir por esas escaleras, quienes le llevarían a la segunda planta de su casa, en el piso donde se encontraba su habitación y la de Naruto.

La imagen de Naruto invadía sus débiles y poco lucidos pensamientos, el cansancio se apoderaba con rudeza de él, solo quería llegar a su habitación y ver ese cuerpo tan hermoso-a su parecer y razón-relajado por el sueño.

Quería verlo, apreciar su belleza y disculparse en silencio por sus estúpidos actos. Quería acariciar, abrazar y besar ese cuerpo, para dormirse en silencio envolviendo con sus brazos a ese ser de perfección inigualable.

                   … … …

Cuando se vio en la segunda planta, y caminando con dirección hacia su habitación, una sensación de desenfrenado nerviosismo se apoderó de él, ese nerviosismo y temor que sólo era provocado cada fin de semana que llegaba en ese patético estado.

Su corazón golpeaba con rudeza en su pecho, escuchándose su palpitar descarriado. Ya se encontraba cerca de su destino, podía ver, a pesar de la oscuridad, la dorada perilla de la puerta. Dio unos escasos pasos más, deteniéndose cuando se encontró totalmente cerca de la puerta.

Cerró los ojos por un segundo, empuñando su mano abriéndola al instante, levantándola para dirigirla a la dorada cerradura, sintiendo el frío contacto del acero en su pálida mano, la giró con algo de lentitud, escuchándose un rechinido, apenas audible para él, al abrirse la puerta.

Sintió un escalofrío recorrerle en su cuerpo húmedo al sentir una fuerte ventisca de aire entrar por la ventana que se encontraba abierta.

Naruto idiota”, pensó, haciendo un gesto de reprobación al ver que el rubio no había cerrado la ventana habiendo tanto aire. Pero aquel pequeño instante de “enojo”, desapareció, cuando vio el cuerpo acanelado de su esposo, siendo envuelto por una sábana blanca, viéndose únicamente aquellos rebeldes cabellos rubios al acercarse más y más a la cama, tropezándose con algún objeto esparcido en el piso, haciéndolo tambalear un poco, contando que el cansancio no le era de mucha ayuda.

El frío, el temor, el nerviosismo y el enardecido tamboleo en su pecho desaparecieron, cuando estuvo cerca de aquel hermoso cuerpo cubierto por las sabanas. Una sensación de calor relajante y llenador invadió su cuerpo al verlo ahí.

Su mano fría y temblorosa, se acercaba con decisión pero lentitud, a los cabellos sedosos del blondo, sintiendo una sensación embriagante cegarle sus sentidos.

Acarició sus cabellos con amor, ternura y arrepentimiento.

Cerró sus ojos, dibujando una sonrisa demasiado leve en su pálido rostro, le encantaba esa sensación que invadía su cuerpo. Percibió, o eso sintió él, un pequeño estremecimiento en el del de ojos azules.

Poco a poco, su mano se fue deslizando de su cabello a sus mejillas, acariciándolas, sintiendo su calidez, sabiendo que a quien tocaba con suaves roces estaba ahí con él.

En cierto momento, que ni él mismo supo cuando sucedió, se encontraba encima de la cama, sentado, retirando la fina sábana blanca del cuerpo del rubio. Mantenía sus ojos cerrados, queriendo grabar en su mente únicamente por medio del tacto aquel cuerpo que sentía tan suyo.

Ese contacto tan dulce de sus pálidas manos con el cuerpo un poco frío del blondo sentía que le llenaba.

El cuerpo del joven no se movía, no reaccionaba, probablemente estaba perdido en un largo sueño, que no era capaz de salir por la pesadez de este.

Besó sus sedosos cabellos, su suave frente, sus tersas mejillas, y aquellos deliciosos labios, mientras que de sus ojos unas lágrimas fugitivas se escapaban.

De una a una las lagrimas salían de sus ojos que se encontraban cerrados, susurraba el nombre de Naruto, queriendo que se despertara, queriendo escuchar su voz, quería volver a tener esas peleas que le hacían sentir tan bien.

El solo quería fortalecer de nuevo ese lazo que cada día que pasaba se comenzaba a desgastar de forma peligrosa, no quería dejar morir la pasión con la que se amaban.

Tras esos pensamientos, detuvo todo acto de acariciar el cuerpo contrario, para abrazar el cuerpo de Naruto contra su pecho, un abrazo lleno de ternura y temor, quería sentir que el rubio, con ese abrazo, siempre permanecería a su lado… Amándolo.

Poco a poco, el sueño se apodero de él, las lagrimas habían dejado de brotar de sus ojos, ahora solo se dedicaba a abrazar ese cuerpo, ese abrazo lo sentía tan mágico que por momentos temía el quedarse dormido y que el cuerpo de Naruto desapareciera.

Pero, el cansancio era grande, y sin poderlo evitar se dejó vencer por el sueño, dejándose llevar por este, y la relajante sensación de sentir como sus brazos envolvían cariñosamente a… ¿Naruto?

… … …

 

Los rayos del sol se filtraban por las delgadas cortinas que se ondeaban por la exquisita brisa matinal. La habitación se encontraba completamente iluminada, dejando atrás la oscuridad en la que horas atrás estaba sumergida. El suave canto de los pájaros, junto con el sonido de los carros transitando la calle, llegó hasta los oídos de un somnoliento Sasuke, quien en susurros incoherentes los maldecía.

Paso uno de sus brazos a su rostro, tapándose los ojos, la luz le era demasiado molesta, y sentía que si abría los ojos, el dolor de cabeza que empezaba hacerse presente aumentaría a niveles exagerados.

Así se quedó durante unos segundos, tratando de desperezarse un poco. Sintió como la ropa se encontraba tiesa sobre su cuerpo, y un desagradable olor a humedad emanaba de ella.

Suspiró con desgane y sin remedio alguno se incorporó en la cama, quedando sentado en ella, escuchando como los huesos de su espalda tronaban, causándole una sensación de extraño placer.

-No estás-dijo de repente, dejando esas palabras volar en el viento, el cansancio se reflejaba en su voz, y una sonrisa leve en sus labios.

Con la cabeza ladeada, veía con una mirada vacía y triste, el lugar a lado suyo, donde debería estar a la persona que amaba era ocupado por una simple almohada.

Una agobiante sensación fluyó por su cuerpo de forma rápida, como si de un veneno se tratase, el asqueroso sabor a alcohol no se comparaba en nada a este.

Este era un sabor acido, amargo, desagradable. Era el sabor de la desesperante  y agobiante soledad, que lo llevaba a recordar su cruel realidad.

El incremento de emociones lastimeras aumentaba dentro de él, hiriéndole.

Cada sábado era lo mismo, todos los días era lo mismo. Se dormía con Naruto, abrazándolo contra él con amor, pero a la mañana siguiente, cuando se despertaba, se veía solo, acompañado únicamente por las revueltas sabanas en torno a él, y a lado suyo en el lugar que debía estar el blondo solo se encontraba una almohada… ¡Una maldita almohada!

Sentía que la vida se reía con crueldad de él, abofeteándolo con rudeza.

Todas sus emociones y sentimientos se agolpaban en su interior, se sentía ahogar en sus propias penas y falsas esperanzas de un amor marchito.

-Naruto-dijo con aspereza, arrastrando el nombre de la persona que amaba en un susurro. El silencio de la habitación fue la única que le contestó, sintiendo como algo dentro suyo se rompía más y más. Los pequeños fragmentos de su corazón ya roto, eran convertidos en partículas más pequeñas pero hirientes.

Se mordió el labio, apretando con fuerza sus puños, ya no aguantaba más, necesitaba liberarse de sus emociones contenidas, quería descargar ese dolor, quería…

…Quería gritar, gritar con fuerza. Gritar como si su vida dependiera de ello…

… Y así lo hizo…

Gritó repetidamente el nombre de su esposo. Gritó su nombre con voz ronca, sintiendo como su garganta se desgarraba, empezando a sentir como su interior era liberado del envolvente y asfixiante dolor.

… … …

Recargado en el marco de la ventana veía el panorama que le era ofrecido, las casas y calles se encontraban húmedas por la lluvia que había caído horas atrás, varias personas con ligeros suéteres caminaban por el pavimento mojado encerradas en sus propios pensamientos o hablando con la persona a lado suyo, otras se libraban de la tediosa tarea de caminar yendo en sus automóviles a su respectivo destino.

Ya había pasado un rato desde que había gritado con toda su fuerza y corazón el nombre de Naruto. Por un momento había pensado, se había imaginado que el Uzumaki cruzaría la puerta de la habitación y le preguntaría qué le sucedía con el ceño fruncido, marca de que estaba enojado.

Pero… no sucedió, no llegó nadie.

Una sonrisa amarga se formó en sus labios, ya era hora de que saliera de su mundo de fantasía e hiciera frente a la realidad, a una realidad que le dolía y que quería evitar.

Cada fin de semana se dedicaba a tomar en bares de gran o bajo prestigio, tratando que su dolido corazón se sintiera bien por un pequeño lapso de tiempo, completando esa terapia al tener sexo con cualquier persona de ese lugar. Hombre o mujer, realmente no le importaba, solo quería encontrar en esos cuerpos sudorosos, a su rubio, quería imaginar que era a él a quien hacia gemir y suspirar.

Todo eso había comenzado como un error, por así decirlo, pero de ahí se convirtió en una costumbre, en algo necesario, que si lo dejaba de hacer sentía que se perdería en una torturante locura.

Pero después de haber hecho eso, se veía así mismo arrepentido, pidiendo perdón a su Naruto por lo que le había hecho, porque lo había hecho preocupar…

…Porque él había hecho lo mismo que ese rubio…

Apretó sus puños con fuerza, lastimándose por la  presión que ejercía. Aquel último pensamiento que pasó por su mente era mentira. No podía ser verdad. No la era. Solo intentaba inculpar a alguien por sus desgraciados actos.

Naruto, ¡Su rubio! ¡Su esposo! ¡Su todo! Ese ser de magnifica y hechizante belleza nunca se atrevería a hacer algo así.

Se intentaba convencer con desesperación, gritándose a él mismo dentro suyo, que Naruto era un ser que no lastimaría a nadie.

Entonces, ¿por qué en su mente imágenes desagradables teniendo como protagonista al blondo aparecían?

Una a una, cada imagen invadían más su ser. Golpeándolo, apuñalándolo, hiriéndole profundamente.

Imágenes de un Naruto que sonreía con crueldad-o así es como le parecía-  al hablar con aquel sujeto de intensos cabellos rojos, alegando de cómo huirían.

Imágenes de un Naruto que miraba con un brillo especial a ese hombre que su corazón tanto odiaba.

Imagen, tras imagen, su Naruto aparecía en cada una acompañado de ese hombre.

Con gran dolor trataba de sujetarse de alguna mentira, intentaba de algún modo sepultar, guardar u olvidar las acciones del Uzumaki.

Pero no funcionaba. Los monstruos del pasado habían regresado a él, recordándole su cruda realidad.

Sus recuerdos habían tomado vida dentro de su cabeza, y la película de su vida con Naruto se reproducía.

Blanco y negro eran las tonalidades de la cinta, que a cada escena que pasaba, a cada beso, caricia, miradas de amor que no eran dirigidas a él, hacía que los tonos oscurecieran más. No escuchaba nada, no había sonido. Era una vieja película muda. Los gritos de su corazón, de su alma agonizante no eran escuchados por lo oídos de su ángel que se encontraba enfrente de él mirándole con una espeluznante indiferencia.

Las escenas se habían acabado, estaban en la última. Ellos dos eran los protagonistas; Sasuke Uchiha y Naruto Uzumaki. Frente a frente. El primero miraba con temor el movimiento de labios del más joven. No escuchaba ninguna palabra, ni un sonido llegaba a sus oídos, pero esa mirada le quemaba.

Seguía hablando, seguía moviendo sus labios, y de repente se detuvo, haciendo una pausa tenebrosa, para volver abrir su boca con gran lentitud.

¡Detente!

¡No lo digas!

 ¡No de nuevo!

Eran los gritos agonizantes de su corazón. Ya conocía el final de esa historia, de su historia. Sus ojos negros mostraban terror, y su corazón se destrozó.

… No te amo…

Fue el susurro que dio Naruto, los únicos sonidos de aquel cortometraje, y todo acabo. Todo se volvió oscuro.  Quedando sólo él en la frialdad de su habitación, ahora más vació y lastimado que nunca.

Con la respiración agitada, soltando grandes bocanadas de aire se sujetaba del marco de la ventana en la que minutos atrás había estado viendo sin real interés lo que ocurría a través de ella. Aquellos recuerdos y el golpe de la realidad lo habían dejado totalmente cansado y herido, sin poder evitarlo gruesas lagrimas caían por sus pálidas mejillas.

-¿Por qué?-soltó al aire con quebrada voz- ¿Por qué? Yo te amaba, te amo- se corrigió, irguiéndose, llevando sus manos a su cabello jalándolo levemente, mientras su mirada estaba puesta en el techo.

Repetía las mismas preguntas que le hizo una vez a Naruto Uzumaki, su antiguo esposo, un hombre que había perfeccionado la definición de belleza y crueldad. Un hombre que a causa suya se había sumido en un mundo de fantasía, un mundo utópico, donde la esperanza de que aun le amara seguía a flote.

Esa utopía era perfecta. Tan bien elaborada, todo en su lugar, organizada por su prodigiosa mente. Pero no por eso dejaba de ser una fantasía.

Aquel mundo por desgracia lo estaba absorbiendo, sucumbiéndolo  día con día en una locura irreversible. Eran pocos los momentos en los que realmente veía con lucidez la realidad en la que vivía. Y cuando lo hacía, los recuerdos de cierto rubio regresaban a él con más fiereza, con más crueldad, dejando en lugar de aquel ejemplar hombre de negocios de porte elegante e imponente, a un muñeco vacío sin vida, ansiando regresar al lugar que él mismo se creó.

-Pero, ¿qué cosas pienso? -se gritó a sí mismo frunciendo considerablemente el ceño- Naruto aún me ama. Él no se fue con otra persona.

Y con esas palabras, repetidas innumerables veces, se irguió y comenzó a caminar con pasos pesados hacía la fría y solitaria cama, dejándose caer bruscamente a los pies de esta, para agarrar con desesperación la misma almohada de la noche anterior y con un llanto desgarrante sostenerla contra su pecho, imaginando que quien tenía entre sus brazos era al rubio y no a esa maldita almohada.

Sasuke había entregado cada parte de él al amor que sentía por Naruto, había dejado en las manos del rubio su vida y cuando este se fue, se llevó todo él; su felicidad, su alma, su corazón y su cordura.

 

 

Notas finales:

Espero haya sido de su agrado, ¡en serio que si! 

No sé si el título quedó bien con la historia, ja ja ja ja. Al principio pensé ponerle Almohada. Ja ja.

Cualquier cosa pueden decirme en sus comentarios. Que tengan un día, tarde o noche excelente. Nos leemos después :3


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