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Beyond death. por luky_luze

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Notas del fanfic:

Es gracioso, con esta Ship comence a relacionarme con el fandom y hasta ahora, despues de casi dos años al fin me digno a escribir algo de ellos (??)

Aclaro:

Hay Hetero... digo, no quiero que me linchen despues :v

Hay Yaoi... OBVIAMENTE,

No me arrepiento de nada, disfrutenlo niñas /*/*/

Notas del capitulo:

Hello gente!!

Me apure *apalusos* me tomo una semana escribir este one-shot de nueve hojas, rompi mi record personal :D

No tengo mas que agregar mas lo que ya dije, si estan de acuerdo con eso continuen con la lectura, no quiero ofensas ni enojarme mas con el fandom >:(

Ya saben, los personajes no son mios OBVIAMENTE, otra vez.

Nos estamos viendo *3*

Por las llanuras del Monte Fuji, hay una zona que se ha estigmatizado por muchos años, tanto que esta historia se remonta en la época Edo del país naciente. Una nación forjada por leyendas y mitos que hoy en día es difícil de explicar, siquiera creer.

Hubo un tiempo en el que Japón era empobrecido, su basta naturaleza era destruida por la codicia de un solo hombre. Para el emperador, no existía otra cosa más importante que el poder, el placer de saber que él era el único hombre capaz de manipular a la madre naturaleza e incluso la muerte.

Y vaya, cuan equivocado estaba.

Pero como todo hombre en esta tierra, su tiempo de vida estaba llegando a su fin. Nunca contrajo matrimonio, mucho menos fue capaz de dejar un descendiente, pues creía que compartir la vida con una pareja o procrear un niño desprendía un pedazo de su alma. No compartiría su vida con nadie. Desesperado al saber que sus días estaban contados sumándole la ineptitud de sus consejeros y aliados para darle una solución a su interés por obtener la inmortalidad, mando todas sus tropas a buscar a una hechicera por todo Japón, con la intención de que esta le diera algo, hiciera algo con tal de detener el paso del tiempo.

-No se ha encontrado a nadie que cumpla con estas características, mi señor- hablo con la mirada en el suelo uno de sus generales, después de siete días de búsqueda implacable, nadie le había dado los resultados que quería escuchar.

-¡No me importa si tienen que escavar y llegar al infierno para conseguir esa mujer!- grito colérico el emperador, tocándose el pecho -¡quiero esa hechicera!-

-Mi señor, no grite por favor- pidió su consejero más cercano, ayudando al anciano a acostarse en su lecho –si las tropas imperiales no han encontrado nada, eso quiere decir que no hay poder divino y espiritual capaz de parar el paso del tiempo- intento hacer entrar en razón al hombre, temiendo por su cuello.

-¡Maldición!- grito furioso -¡¿Qué nadie en esta maldita sala sabe dónde encontrar quien de la vida eterna?!- bramo, estaba molesto y cansado.

-Aún hay una solución mi señor- exclamo apacible un anciano, antiguo consejero real. Se acercó lentamente hasta el lecho donde estaba el emperador, sus ojos grises sin brillo se fijaron en algún punto de la habitación, todos estaban expectantes por lo que diría el anciano –existe un lugar, un bosque donde vive bajo el anonimato total una mujer tan hermosa y bella que es capaz de cegar al hombre que la mire. Tan magnifica que es capaz de seducir al hombre más difícil que haya pisado la tierra- murmuro, logrando captar la atención de todos los que escuchaban sus palabras –pero caballeros, no se dejen influenciar y seducir por su enorme belleza, pues esta mujer no es como cualquier otra. Ella fue concebida bajo la encarnación de la misma muerte y una humana. Se cuenta que, su poder para quitar y ceder vida es tan inmenso que quien sea capaz de apoderarse del poder concebido por ella, estará a un solo paso de ser capaz de controlar la muerte misma- explico, marcando seriedad en sus palabras. Aquella leyenda era solo eso, no hay ser humano, ni siquiera hechicera capaz de hacer eso.

Fue el pensamiento de todos en esa sala, excepto uno.

-¿Y dónde se encuentra supuestamente esa mujer?- pregunto el emperador extasiado.

-El bosque Aokigahara, el sendero de los muertos- contesto, logrando que en la habitación hubiera un gran revuelo, pues en ese lugar, el que se atreviera a siquiera a penetrar su sendero, estaría dirigiéndose a una cita directa con la muerte –su padre mi señor conocía perfectamente esta leyenda, y no descanso hasta encontrar a esa mujer, pues estaba desesperado para salvarle la vida a su madre, pero todo fue en vano. ningún hombre que acompañaba a mi señor en esa excursión regreso con vida, y el único sobreviviente murió tan luego su amada dejo de respirar- añadió, ahora viendo al emperador –si lo que quiere es hallarla y pedir que haga su vida más dudara, sugiero que mande una tropa liderada por su mejor hombre en batalla y la traiga hasta aquí, usted no está en condiciones de hacer toda esta travesía- comento, el silencio en aquella sala reino por varios minutos, parecía que nadie hablaría más respecto al tema.

-De acuerdo- exclamo con firmeza, hizo una señal al más joven de sus sirvientes y mensajeros, necesitaba esa mujer inmediatamente –llama a Murasakibara Atsuhi, dile que es de grado urgente y que su señor lo necesita, que organice su tropa, en dos días partirá a una misión de vida o muerte- musito, viendo como el empleado salía a paso veloz de la habitación.

Dos días habían pasado exactamente, y era el turno del General Murasakibara Atsuhi entrar en acción. A regañadientes, y enojado tuvo que aceptar hacer el viaje hasta ese bosque, que, según sus hombres estaba maldito por la mujer que cuidaba sus laderas y ríos. Nadie era digno siquiera de entrar, solo las personas que fueran capaces de soportar tanto dolor, sufrimiento, miedo que se transpiraba en Aokigahara desde que se tiene registro. Solo la persona que tuviera un corazón puro, uno que fuera capaz de pasar por todo lo ya dicho y que aún así se mantenga limpio y sin influencias negativas.

-¿En qué piensa general?- pregunto uno de sus hombres más jóvenes. Había armado su tropa con hombres solteros y sin ningún compromiso de por medio, si lo que su señor le infirmo era cierto, lo que menos quería al momento de regresar a casa era cargar con toda esa culpa producto de las muertes de padres y esposos. Era aún considerado por eso.

-En nada- respondió seco, viendo el cielo que estaba arriba de ellos. Un color gris sombrío y deprimente, no era una buena señal -¿sientes eso?- pregunto a su segundo al mando, estaban comenzando a adentrarse al bosque, todo en aquel lugar le pintaba mala espina, además… ningún ave se escuchaba, no había señal de vida ahí. Solo arboles caídos, secos, y un horrible olor a putrefacción invadía sus fosas nasales.

Además, un aura de penumbra y dolor podía sentirse en sus huesos.

-Supongo que lo que dijo el anciano era cierto- murmuro el otro, llamando la atención del mayor peli morado –nos estamos adentrando en dominios de la muerte- completo, sintiendo la misma atmosfera que su general.

-¡Escuchen!- grito Murasakibara, llamando la atención del resto de su tropa –aún falta para llegar a al templo donde vive la mujer que quiere el emperador, acamparemos aquí esta noche- exclamo, bajando de su caballo blanco, quitándose su armadura como casco –realicen reconocimiento de la zona, no quiero sorpresas en la noche- añadió, sin inmutarse por sus palabras. No era de los que creían en cuentos de hadas, ni mucho menos… si podía tocarlo y porque no, matarlo, entonces lo creería.

Pero prefería mil veces prevenir que lamentar.

-Quiero los centinelas en los árboles que rodean el campamento, si algo nos ataca, quiero que ustedes lo hagan primero antes que yo- ordeno, movilizando a todos esos hombres, no por nada era el mejor en campo de batalla –arqueros, escóndanse donde nadie pueda verlos. Ataquen a todo lo que se mueva diez metros fuera del campamento- agrego, dirigiéndose a otro grupo de hombres –los demás, armen el campamento y busquen comida y agua para todos-

Entre órdenes y trabajo arduo cayo la noche en aquel campamento. Era media noche, y una singular luna roja resaltaba en medio de todo la oscuridad que solo un sitio maldito podía ofertar. Todo el mundo estaba atento a alguna anomalía en el lugar, pues estaba latente la tensión que ese lugar producía a quien pisara sus tierras.

El miedo era apenas el comienzo.

Murasakibara se encontraba viendo el mapa del bosque donde fue a parar, solo tenía cinco días para encontrar a la mujer que sería capaz de ayudar al emperador, de no conseguirlo se le consideraría desertor, y se le cazaría tal animal hasta darle muerte. No tenía intención de morir, no al menos en manos de sus amigos, mejor apurarse antes de que las consecuencias fueran peores.

-General- alzo la mira al ver que uno de sus hombres le llamaba. -¿Qué ocu…?- se quedó paralizado al ver que uno de sus soldados se desplomaba con estrepito y sin que pudiera evitarlo, corrió para recibir el cuerpo del chico que había caído, percatándose que en la espalda de este una flecha se encontraba clavada, directamente en el corazón.

Estaban bajo ataque.

Dejo el cuerpo del chico en el suelo, percatándose de que el campamento si estaba bajo ataque. Corrió hasta donde se encontraba su katana y su navaja. Daría batalla a quien los estuviera atacando.

-¡Muévanse! Defiendan el campamento- ordeno con voz seria, cuando por fin había salido de su tienda, se percató de que quien los atacaba no era un enemigo al que ya se hubieran enfrentado antes, no había nada que le confirmara eso –arqueros, apunten y disparen a todo lo que se mueva- volvió a hablar, observando perplejo como todos sus hombres eran arrastrados hasta las profundidades del bosque Aokigahara, mostrándole el futuro que le esperaba a aquellos que se atrevieron a perturbar su paz.

“¿Qué significa esto?” pensó, desvainando su katana al fin, mostrando la hoja filosa y delgada. Moviéndola con maestría y precisión, no iba a permitir que terminara igual que sus hombres. Si lo que esa bruja quería era su alma, primero tendría que ir por ella hasta el infierno.

Lo que nunca espero Murasakibara fue, ser golpeado en la cabeza por un pedazo de tronco mohoso, dejándolo semi inconsciente. Completamente ignorante de la situación de sus hombres, muchos gritos, una explosión y un sinfín de lamentos fue lo último que escucho antes de cerrar los ojos y que la oscuridad le invadiera en su totalidad.

“Despierta…” escucho a lo lejos, muy dentro de su cabeza, no podía ver nada. Solo negro y más negro, esa voz… se escuchaba fina, delicada. Era de una mujer, de eso estaba seguro.

Ya es tiempo” volvió a oír aquella cantarina voz, no. Parecía que estuviera en un sueño eterno. Tenía que hacer el intento de regresar, ayudar a sus hombres y al emperador. No podía darse el lujo de morir sin haber dado batalla primero.

Con lentitud fue abriendo los ojos, le pesaban incluso más que cuando se quedaba por las noches a hacer guardias sin dormir. Con forme pasaban los segundos fue capaz de asimilar la luz solar que se filtraba entre sus pestañas, nunca se sintió más afortunado de ser capaz de ver gracias al enorme astro y su luminosidad. Lo primero que vio después de su letargo fueron dos delicadas y finas manos colocando sobre su cabeza un pañuelo húmedo, no lograba distinguir la dueña de aquellas suaves y hermosas obras de arte. Pero estaba seguro de que se trataba de una fémina, pues ningún hombre sería capaz de hacer eso.

Pasados unos segundos, logro definir el rostro angelical de una hermosa chica, su cabello completamente oscuro y sedoso como la misma noche resaltaba de ella. Sus ojos, oh sus ojos, tan raros y hermosos como las estrellas mismas que brillaban en el infinito universo, de un color grisáceo, casi albino, cubiertos por una capa gruesa pero sin exagerar de pestañas igual de color negro. Sus labios, finos y definidos como solo una hermosa mujer podía poseerlos. Esta chica le veía entre curiosidad y distante. Lo sabía porque, en sus ojos había algo, algo que no podía ocultar a simple vista, ni siquiera creía que fuera capaz de hacerlo, no al menos con vida.

-¿Quién es usted?- se atrevió a preguntar Murasakibara, viendo con recelo a la fémina que tenía enfrente. Se fue incorporando lentamente, hasta quedar sentado en el suelo sin apartar la mirada de la mujer de bellos ojos -¿Dónde estoy?- volvió a preguntar, manteniéndose con el ceño fruncido.

-Estas en mi hogar, guerrero de alma bondadosa- respondió la peli negra, alejándose a pasos lentos del peli morado, igual que él, no le despegaba la mirada de encima –mi nombre mortal es Himuro Tatsuya, pero para ti soy “dueña y señora de la luz y oscuridad de estas tierras” soy capaz de prolongar la vida o cortar de tajo la miserable existencia de un pobre diablo, me llaman bruja por ser hija de la muerte y una mortal, soy capaz de hacer tanto con tan poco… soy tu esposa- pensó para sí misma, girándose a ver al peli morado, su aura… su esencia, se mantenía igual.

Mas, no la reconocía, como se esperaba de su maldición.

-¿A qué has venido?- pregunto la mujer, viendo con seriedad y autoridad al más alto. Ocultando perfectamente bajo su alma fría lo que sus ojos querían expresar en esos momentos -¿Qué es lo que quieres de mí, tanto así para arriesgar tu propia vida?- añadió, haciéndose una trenza con su largo cabello, sin intenciones de acercarse al otro. Quería negar sus sentimientos, pues si los aceptaba, estaba segura que volvería a perderlo.

Antes separados que ver como se le era arrebatado de las manos.

-¿Por qué me dejaste con vida? ¿Por qué yo y no mis hombres?- contesto el con una pregunta -mi emperador está muriendo, supo por sus consejeros de tu existencia, quiere que estés en su presencia lo más pronto posible- continuo con voz seca el peli morado, quitándose el trapo húmedo que tenía en la cara, comenzando a levantarse del lugar donde estaba.

-Eso no fue lo que pregunte, Atsuhi- alego la dama, terminando de hacer su trenza, acomodándose el mechón de cabello que cubría su ojo izquierdo, viendo con atención cada movimiento que el varón realizaba –si te deje con vida es debido a que hay algo en tu alma que anhelo con desesperación, algo que no todos en este mundo terrenal son capaces de poseer- añadió, sentándose en la mecedora que se encontraba afuera de la humilde casa que formaba parte del templo donde vivía, oculto entre sombras y un gran bosque maldito –si lo que desea el emperador es tener una audiencia conmigo, no puedo aceptarla. Se me prohíbe el contacto con los seres humanos por la posible inestabilidad que se podría producir si con mi don ayudo a alcanzar la vida eterna a quien no lo merece- explico, importándole poco las acciones egoístas del emperador.

-¿Cómo sabes mi nombre? Yo no me presente contigo- dejo de lado los intereses de su señor, después intentaría convencer a la fémina de acompañarlo hasta el imperio. Hubo algo en ella que le llamo la atención, no era su belleza, ni su menuda y definida figura, mucho menos sus ojos hipnotizantes y hermosos. No. Había algo en Tatsuya que lo hacía sentirse inquieto, acelerado e incompleto.

Era como si la hubiera conocido de antes y en otro lugar, pero no sabía de dónde.

-Existen ventajas de ser hija de la muerte- contesto con una leve sonrisa, viendo como la figura de un Murasakibara herido y tambaleante salía de la casita igual como lo hizo ella, siguiéndola. Recordarle varios recuerdos dolorosos, era mejor que nunca supiera que ya se habían conocido antes –haciendo a un lado mi inmortalidad y mi don, soy capaz de ver el futuro de las personas que se acercan a mis tierras, su vida antes de entrar a mis dominios y la muerte que le depara si continúan con lo que marca su destino. Lo siento por tus hombres, pero su destino ya estaba marcado por el simple hecho de haber entrado a Aokigahara- añadió, mitad mentira, mitad verdad pero todo tenía un porqué de las cosas.

-¿Cómo pierde la inmortalidad un inmortal?- pregunta tonta, se recrimino internamente Murasakibara, en toda su vida jamás había experimentado la necesidad de saciar su curiosidad, posiblemente se trataba de la mujer que tenía frente a sus ojos –¿es posible?- siguió, sentándose a un lado de la dama japonesa. Su kimono con tonalidades rosas y rojas además de su cabello atado en una trenza se veía magníficamente bella y hermosa. Además, los rayos de la luna azul que caían sobre ellos lograba resaltar sus facciones definidas y suaves, sus ojos grises brillaban con algarabía e intensidad.

Todo en ella, aun si era voluntad o no de Himuro, le alentaba e incitaban a probar sus labios.

-Amor- fue la corta pero profunda respuesta de la dama, viendo con intensidad al peli morado. Ambos, ya no podrían escapar por más tiempo de sus destinos, mucho menos ella –el amor hace del inmortal un mortal, pierde aquello que tantos más seres desean. Es un sentimiento de doble filo, que si no es considerado como es puede que se vuelva lo que más temas en la vida- añadió, acercándose lentamente hasta donde el cuerpo de Murasakibara estaba, su alto y fornido cuerpo sobresalía sin quererlo, como siempre lo recordó.

-¿Aplica lo mismo para ti?- ella asintió, bajando la mirada sonrosada. Solo frente de él se permitía bajar la guardia, pues así fue cuando se conocieron varios años atrás. El guerrero acorto la distancia que los dividía, tomando con firmeza la delineada y esbelta cintura de la dama, sentándola en su regazo –Tatsuya…- susurro a su oído, erizando los vellos de la nuca de la mujer, logrando que su sonrojo se intensificara. Se permitió soltar un jadeo cuando los labios del varón se colaron en su cuello, haciendo un pequeño camino de besos hasta posarse en sus labios.

Con un toque, logro recordar lo que hace muchas vidas había vivido junto a ella.

-Te extrañe- exclamo, girando a Tatsuya hasta que ella le abrazo detrás de su cuello.

-También yo Atsuhi- un par de lágrimas rodaron por sus mejillas con varios significados, el primero, el estar junto con el hombre que ha amado toda su vida, el segundo… se le arrebataría de nuevo, sin que pudiera hacer algo al respecto.

Beso los labios del peli morado, permitiéndole que con sus manos retirada lentamente su kimono, acariciando y tocando su piel con delicadeza y cariño, correspondiendo de la misma manera que el con sus prendas.

Solo por esa ocasión, dejaría de temer a lo que el destino marcara para ellos, esa luna azul seria testigo de un cambio significativo en el futuro de ellos de aquí, y en las vidas siguientes.

-No me gusto la historia Muro-chin- se quejó Atsuhi, comiendo su cuarto maibu, acostado sobre las piernas de Himuro –cambia el final, estuvo muy feo y no hay final feliz ¿Qué paso con el emperador?- pidió, haciendo un pequeño puchero con los labios, frunciendo las cejas un poco.

El peli negro acaricio con cariño los cabellos del infantil titán, le gustaba cuando se encaprichaba con algo tan sencillo como lo era una historia –te advertí que el final no iba a ser bonito Atsuhi, además… es una leyenda de cómo el primer hombre capaz de engendrar vida nació- contesto Tatsuya, soltando una pequeña risita al ver como el peli morado se cruzaba de brazos enojado –tenemos tiempo antes de regresar a los dormitorios, ¿quieres que continúe con la historia?-

-Quiero otro maibu- pidió el más alto, viendo con atención y curiosidad los ojos de Muro-chin. Tan luego lo tuvo en las manos, se acomodó mejor en las piernas del mayor, quitando con cuidado los pétalos de sakura que tenía en el cabello, pasando a acariciar las mejillas de Tatsuya.

-Bueno…- murmuro el peli negro, poniendo su mano en la frente de Atsuhi, viendo como este cerraba lentamente sus ojos, víctima del sueño que repentinamente le invadió. Acomodo con cuidado los mechones del menor, quitándolos de su rostro, delineando los pómulos y mejillas varoniles. Una briza de aire alboroto un poco las copas de los árboles de sakura que había en la escuela, haciendo que las ramas de estos chocaran entre si –lo mejor será que no lo recuerdes, mi guerrero-

Esa noche, habían hecho tantas veces el amor que… de solo recordarlo se sonrojaba. Había bajado la guardia, se había dejado seducir por la pasión y la lujuria, embriagándose con el amor que hace muchas vidas los había unido. Eran tantas experiencias que por un momento pensó que su don y su poder se descontrolarían en cualquier segundo.

-Atsuhi- gimió al verse rodeada por los fuertes brazos de Murasakibara, tan vulnerable e indefensa se sentía al estar entre esos brazos. Sentía que podía contra todo cuando estaba junto de él.

-¿Ocurre algo?- pregunto, viendo con interés e intensidad a la mujer, girándola hasta tenerla sobre su pecho.

-…- no se atrevió a contestar, pues al momento de posar sus manos en el cuerpo del varón pudo ver como seria su muerte, en donde y quien lo haría. Lloro al ver que no podría hacer nada para evitarlo –te amo- exclamo. Abrazando con fuerza al peli morado, disfrutaría todo lo que el tiempo que tuviera a su favor con tal de estar con él, no soportaría ver pasar otra vida sin él.

-También te amo- contesto el, tomando con delicadeza los hombros de la dama –por tal razón es que hago esto, es mi destino morir, y me alegra encontrarte antes de que eso ocurra. No llores, si tengo que hacerlo lo hare, pues en mi próxima vida te volveré a encontrar, sin importar que- agrego, limpiando con cuidado las lágrimas que derramaba Tatsuya.

-N-no, ya no quiero perderte, no quiero esperar otra vida para volver a estar contigo y ver cómo te arrebatan de mis brazos y de mi corazón, ya no quiero ver como mueres sin que yo pueda evitarlo- se negó, sollozando con intensidad, importándole poco lo que ocurriera a su alrededor.

-Si el precio de conocerte y enamorarme de ti es la muerte, es un precio que estoy dispuesto a pagar Tatsuya- aseguro, abrazando protectoramente a la dama de ojos grises, tranquilizando un poco su corazón agitado y la tormenta que se originaba afuera del templo

-¿Quién es?- se negó a contestar esa pregunta, todo menos eso.

-No voy a dejar que te lleven, no permitiré que te alejen de mí. Te protegeré sin importar que- protesto la mujer, cambiaría su destino junto con el de Murasakibara de ser necesario. Nada le importaba sino estaba el a su lado.

-Tatsuya…-

-¡No! Todo menos volver a perderte- tan luego dijo eso se retiró a sus aposentos, no discutiría más respecto al tema, tenía que prepararse para lo que se avecinaba.

Después de eso, el tema no volvió a salir, no al menos los días siguientes. Paso exactamente un mes cuando las cosas comenzaron a componerse, por extraño que pareciera eso. Un ambiente de calma se respiraba en el templo, ajeno a lo que en realidad ocurría en Aokigahara, la presencia de mortales aventurándose en la zona no era lindo, siquiera tranquilizante para la fémina, que, con advertencias y amenazas de muerte acompañada de los espectros atrapados bajo sus dominós de los pobres ilusos que en algún momento pensaron que regresarían con vida, los ahuyentaba, pues… no quería seguir cargando más muertes en su espalda.

De esto se dio cuenta Murasakibara, en especial al ver como Tatsuya acariciaba con ternura y cariño su vientre. No debías ser muy listo para darte cuenta de lo que pensaba la dama.

Pero esa tarde en particular, parecía diferente a las demás.

-¡Atsuhi!- grito la mujer, tocándose el vientre con intención de proteger a su bebé. El peli morado estaba en el jardín del templo, entrenado con su katana, ajeno al grito de la mujer -¡Atsuhi!- siguió gritando, ahogando un sollozo de temor y dolor, se hinco, protegiendo su hijo llorando con desesperación, ya no quería ver más eso, más muertes, personas separadas, cargar con un don que ella nunca quiso. Ver quien le arrebataría la vida a su pareja.

-¡Tatsuya!- exclamo Murasakibara, corriendo a socorrer a la dama, le abrazo con fuerza ocultando su rostro en su pecho, sintiendo el cuerpo sollozante y tembloroso de la fémina.

-Y-ya no quiero esto- murmuro con la voz rota Himuro –no quiero ver como mueres, no quiero que tú, que el…- no sabía que decir, su poder estaba descontrolándose, podía verlo y sentirlo.

-Ya es tiempo…- exclamo sin sentimiento alguno el peli morado, haciendo a un lado la figura de Himuro –recuérdame siempre, te amo y siempre lo hare, no importa lo que pase conmigo- siguió, tomando la mano de la mujer de ojos grises colocándola sobre su vientre –cuida de mi hijo, quizá algún día los tres podamos estar juntos- termino de hablar, besando su mano, para después soltarla, apartándose de ella varios pasos de ella.

-¡No vayas!- sollozo, corriendo a tras de él. Si él se iba, ella se iba junto con él –te asesinara-

-Soy un desertor, y como tal enfrentare mi destino, no temas Tatsuya- contesto el, besando por última vez los labios de la mujer que ha amado toda su vida, saliendo por la puerta principal del templo, siendo rodeado de inmediato por varios guerreros del emperador, siendo este el primero en encabezar la armada.

Ella intento con todas sus fuerzas abrir la tierra, hacer un terremoto, involucrar las almas en pena de las que era dueña, pero solo logro hacer que una torrencial lluvia cayera sobre el templo y Aokigahara, sabiendo perfectamente quien era capaz de hacer su poder fallara en el momento que más lo necesitaba.

-¡Estoy embarazada!- grito desgarrando su garganta en el paso, salió corriendo hasta donde se encontraba la figura del emperador y sus hombres, siendo estos los que la detuvieran antes de que pudiera pasar a enfrentarlo, completamente ignorantes de lo que ocurría a su alrededor, solo siguiendo órdenes de su señor –padre, no me lo quites, no me quietes al padre de mi hijo- suplico, viendo con piedad a su padre. El emperador en ese momento desvió la mirada de Murasakibara y después la enfoco en la de Tatsuya –por favor- sollozo, no quería más dolor.

-Hija mía- exclamo el emperador con voz de ultra tumba, viendo con cariño a la dama de cabellos negros –es un mortal, tu bien sabes que está prohibido relacionarse con ellos, mucho más enamorarse de uno de ellos. Son seres inferiores a nosotros- expreso la muerte, sin inmutarse en sus palabras –tu maldición al romper esa regla fue que se te arrebataría siempre que renaciera, no está permitido que exista una relación entre un inmortal y un mortal. Mucho menos que exista descendencia entre estos- agrego, desenfundando la katana del emperador, llevando su filosa y peligrosa hoja al cuello de Murasakibara que se encontraba arrodillado en el suelo, preparado para recibir el precio de su amor.

-Padre… yo lo amo- exclamo sin fuerzas, soltándose del agarre de los soldados del emperador –no importa cuántas veces lo hagas, cuantas veces el destino y tu decidan separarnos, yo siempre lo encontrare y le amare por toda la eternidad- siguió, acercándose al emperador –no lo hagas-

-Lo siento hija, pero lo que menos quiero es que tu pierdas tu inmortalidad por alguien que no viviera lo suficiente para ver como su propio hijo llega a la madurez- se disculpó sin sentir pena alguna en sus acciones, alejando la katana del emperador del cuello de Atsuhi para después, con un movimiento rápido y preciso atravesar el corazón del guerrero, logrando de que este escupirá sangre en el proceso.

-¡¡NOOOOOOO!!- grito Tatsuya, corriendo hasta donde estaba el cuerpo moribundo de Murasakibara, atrapándolo antes de que tocara el suelo, poniendo su cabeza en sus piernas, haciendo presión en la herida –quédate conmigo, no te vayas- suplico, importándole poco la cantidad de sangre que ensuciaba su kimono, lloro como nunca antes había llorado –mírame Atsuhi, no cierres los ojos te lo prohíbo-

-N-nunca te he dicho que me gustan tus ojos llenos de lágrimas- murmuro, tosiendo mas sangre, alzando su brazo con dificultad, pasando su mano en la mejilla húmeda de la fémina, un relámpago atravesó el cielo de Aokigahara, la oscuridad continuaba creciendo –perdóname- y con aquella ultima caricia dejo caer su brazo, sus respiración se detuvo y cerró los ojos para siempre.

-No Atsuhi, tu no… no me dejes de nuevo- suplico, llorando a su pareja fallecida. Abrazándola con fuerza, no tenía intención alguna de dejarlo ir, la tierra comenzó a temblar, los arboles caían, los relámpagos resonaban, todo a su alrededor era un caos, su poder comenzaba a emerger por la furia y el dolor que en esos momentos le invadían.

-Detente Tatsuya- ordeno el emperador, con un movimiento rápido de manos hizo que todo volviera a la normalidad –ese era su destino y él lo acepto años atrás. Y seguirá así durante más tiempo. No puedes hacer nada por él, hija-

-…- la mujer no respondió, se mantuvo callada todo el tiempo, su vida misma había muerto ahí mismo –si lo que quieres es que continúe como guardiana de Aokigahara, cumple con tu palabra padre-

-No voy a permitir que…-

-Atsuhi murió creyendo que por su amor yo me volvería mortal en un segundo, aun cuando sabemos que eso es solo la mitad de lo que tú y yo sabemos- alego con firmeza, viendo con cariño el rostro pálido de su pareja –hazme mortal, padre-

-Eres mi hija-

-Y la guardiana de este bosque maldito y quien lleva a tu nieto en su vientre- siguió, sin inmutarse en sus palabras –no voy a continuar con tu legado si es lo que quieres oír, ya no soporto ver como muere la persona que amo, quiero ser capaz de renacer a su lado, sin importar nada, sin miedo a que me lo arrebaten, sin que mi miedo a perderlo me atormente todo el tiempo que falte para volvernos a encontrar. Sin que él tenga que morir de nuevo en el proceso de nuestra vida- siguió, tomando con disimulo la navaja que descansaba en el pantalón de Murasakibara.

-Si lo hago, el niño que llevas dentro morirá en el proceso-

-Estoy de acuerdo con eso- perdóname hijo, pensó para sus adentros, tomando la navaja con firmeza.

La muerte, al ver que su hija no desistiría de su idea, murmuro algo inaudible mientras movía sus brazos, bajo de Tatsuya un círculo con distintas marcas y kanjis se dibujó, cubriéndola a ella una cegadora e hinoptizante luz. Por unos segundos todo el jardín se ilumino, los lamentos se dejaron de escuchar, todo había pasado a estar en paz en un pequeño lapso de tiempo.

-Espero y no te equivoque por la decisión que has tomado hija- exclamo, rodeando a los soldados del ser humano que utilizo para sus fines de tratar con los mortales y ejecutar a quien se atrevió a arrebatar el corazón a su hija con una manta oscura, saliendo de ahí sin que nadie pudiera evitarlo.

Cuando recupero la conciencia, se encontraba completamente sola. El cuerpo sin vida de Murasakibara le acompañaba, pero… su hijo, su hijo fue el pago que tuvo que dar para perder su inmortalidad. Estaba segura que algún día lo tendría en sus brazos.

-Espérame…- murmuro, besando los fríos labios del peli morado, haciendo un profundo corte en sus muñecas, cayendo cansada y somnolienta a un lado de su pareja, se abrazó a él, acariciando su vientre frio –no importa si renazco como hombre, tu y yo tendremos el hijo que se nos fue arrebatado todo este tiempo- exclamo, cerrando sus ojos con cansancio, dejando que la sangre de sus muñecas continuara brotando.

-Juntos para toda la eternidad-

Dio un último suspiro, y con la última chispa de luz en sus ojos dejo este mundo terrenal. Acompañando al fin a su pareja en el sueño eterno, hasta que volvieran a verse.

-¿Por qué lloras Muro-chin?- pregunto el titán, viendo con preocupación al peli negro. Ambos se dirigían a sus habitaciones, tomados de las manos, pero fue el peli morado el que se detuvo al percatarse de los leves sollozos que Tatsuya soltaba, aquello le había preocupado.

-No es nada Atsuhi- mintió, limpiando sus lágrimas, aun sin soltar la mano del menor –es solo que recordé el final de una película que vi ayer, algo triste por cierto- añadió, intentando sonreírle al más alto.

-Sigues viéndote lindo con lágrimas en los ojos- comento Murasakibara, llamando la atención de Tatsuya –cuando sea el momento ¿podremos tener muchos hijos?- pregunto infantilmente, abrazando con posesividad y cariño al peli negro, siendo correspondido de inmediato por el otro.

-Todos los que quieras Atsuhi- contesto Himuro, abrazándose al más alto –pero primero tendremos que tener nuestra propio hogar, y debemos estar casados-

-De eso me encargo yo Muro-chin- respondió el peli morado, acariciando los cabellos negros del otro –estaremos juntos para siempre, te lo prometo. Nadie nos separara-

-Nadie- pensó Himuro, aliviado y feliz con su resultado final. Había valido la pena nacer hasta esa época, ya nadie los alejaría del otro, nunca más.

Notas finales:

Y se acabo uwu.

Tengan piedad de mi, no estoy muy familiarisada con la fantasia, asi que... es mi segundo intento en esto... pero creo que salio bien 737

Gracias por leer nwn

Ya saben, sino entendieron algo me dicen y yo con gusto les contesto, es que creo que hay unas partes que posiblemente no comprendieran uwu.

Eso seria todo por el momento

Nos estamos viendo luego chicas

Un abrazo

Luky.


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