Mi nombre es Alberto Cerón, estudio leyes en una universidad de Desa.
Mi vida es sencilla, soy hijo de uno de los hombres más ricos de *Nindo, pero eso a mí no me interesa, soy huérfano de madre y mi padre se casó hace 15 años cuando yo tenía 10 años, con una mujer muy buena y amable que nunca hizo diferencias entre su hijo Juan y yo, aunque soy mayor por 5 años, siempre me he llevado bien con él, tengo una hermana que nació poco después que mi padre se casara con ahora mi madre, Lucí, una niña muy interactiva que siempre nos hace bromas a Juan y a mí.
Extraño a mi familia, yo soy muy tradicional, y el estar en una ciudad tan grande es difícil.
Como soy muy malo para la cocina siempre voy a un pequeño restaurante que está cerca de mi departamento. Se come muy bien, llego todos los días que hasta los empleados me conocen.
En este momento voy en camino a desayunar, son las 8:30 Am y se me hace agua la boca de pensar en lo que siempre desayuno: huevos revueltos, un panque con miel y café negro. No es un desayuno muy llamativo pero la persona que cocina en este restauran lo hace muy bien, aunque no lo conozco. Sé que es el sobrino del dueño del restaurant y que es un joven muy amable según los meseros de lugar tiene la misma edad que mi hermano juan, 20 años, pero nunca lo he visto.
Al llegar al lugar me siento en la misma mesa de siempre, está cerca de la ventana, tomo un diario que está en la mesa y empiezo a leerlo hasta que soy interrumpido por un chico rubio de ojos azules.
-Buenos días Alberto ¿Lo de siempre verdad? - Me pregunta con una sonrisa en la cara.
-Buenos días Jay, si lo de siempre. - Contesto de igual forma. El chico rubio se va dándole la orden a su hermana, que es igual a él, son gemelos.
Poco después llega Jay con mi comida, huevos revueltos, un panque con miel y café negro. Es lo que desayuno siempre.
Asco.
¡Mis huevos tenían cascara!
Bueno los del plato.
-Jin. - Llame a la rubia. –Lamento ser yo quien te lo diga, pero mi desayuno está mal.
- ¿De qué hablas? - La chica me miro incrédula.
-Hay cascaras en mis huevos.
-Mierda. Lo siento le diré a Ron.
Ron era el cocinero, hasta donde sabia el hombre era el sobrino del dueño del restaurant. Nunca lo había conocido desde vengo a este lugar.
- ¡Quien hoza devolver mi comida! - Un joven salió de la cocina con un mandil sucio. Ron.
-Cálmate Ron. - Dijo uno de los meseros nuevos.
- ¡No me calmo!
Reí por la actitud del joven. Tenía espíritu.
- ¡Tú! - Me señalo. - ¿De qué carajos te ríes? ¿Quién eres?
-Es quien devolvió el plato. -respondió el mesero.
- ¡Como te atreves a regresar algo que yo prepare! -grito.
-Hey ¿Te calmas? No habría la necesidad de devolver nada si hicieras bien tu trabajo. - El chico me miro en shock. Golpe su ego.
-Jodido cabron...
-Ron ¿Qué está pasando?
-Él- Me señalo. –Dice que no hago bien mi trabajo.
-Disculpe señor ¿Qué sucede?
-Encontré cascaras de huevo en mi plato y devolví la comida.
-Eso es desagradable. Tengo entendido que frecuenta mucho mi restaurante y no quisiera que eso cambiara de ningún modo. Por lo tanto, Ron le ofrecerá disculpas y como compensación de este desagradable momento mi sobrino le preparará una cena especial para usted. - Dijo el hombre mayor.
-Yo no...
-Ron. - Advirtió.
-Lo siento. - El chico hizo una mueca, pero algo es algo.
-Bien. Ron ven a mi casa el sábado para nuestra cena. - Susurre en su oído lo cual solo lo hizo ponerse de un tono rojo en sus mejillas por el coraje. El chico era lindo, no lo podía negar.