Primavera de los sentidos.
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El simple hecho de verlo animaba su día y su humor mejoraba de manera sustancial.
El cabello plateado ondeando al viento.
El cuerpo delgado, fuerte pero también un toque de delicadeza que este jamás llegaría a admitir.
Ojos amatista, hermosas orbes, que destilaban hacia él era una mezcla de odio y deseo.
Y un hermoso tatuaje, que, a pesar de ser el collar de detenía su naturaleza, era una marca que adornaba su cuello, y demostraba más su carácter rebelde y tosco. Todo bajo el suave viento primaveral.
Era un deleite para su vista.
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Suena masoquista que adore su voz cuando este le decía palabras de odio e insultos hacia su persona. Pero no solo a esa voz cotidiana, sino que amaba esos insultos en la intimidad de su habitación, una indecorosa sinfonía privada.
Palabras de odio mezcladas con placer. Pero no solo adoraba esa voz llena de placer y de ira, sino también la voz tranquila y seria.
Hasta que llego un día en el que lo oyó reír de manera limpia y feliz; lo oyó cuando lo vio acariciar a su yegua.
Esa risa.
Suave, amable, única en su clase
Era la mejor sinfonía.
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Cada ser emite un aroma diferente.
Su hermana emitía un aroma dulce, si bien era agradable, lo hallaba empalagoso.
De sus súbditos eran diferentes, pero ninguno en especial le agrada.
Tenía que ser el de su amado enemigo el aroma más delicioso.
Era un aroma a incienso, el cazador meditaba siempre al alba y ese aroma quedaba prendido en él, hasta en las noches de desinhibición ese aroma quedaba en su piel.
Un aroma que perduraría en su memoria por siglos.
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Se supone que la piel de un hombre tenía que ser algo tosca, no suave y tersa.
Pero de él sí.
Su pálida piel era suave como la seda y no tenía desperfectos, hasta su mismo tatuaje adornaba más su piel. Amaba sentirla contra la suya y abrazarla después de un acto de amor a pesar de ser, según ambos, una forma de desahogo, amaba hacerlo, al igual que dejar marcas que dejasen en claro quién era su dueño.
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Era un sentimiento de egoísmo y superioridad cuando el cazador bebía de él, era una forma de decir que él era el único que podía alejarlo de la locura y ser el único que lo sacase completamente y vaya que le gustaba.
Pero jamás se había detenido a pensar, cuál era el sabor del joven, sabía que si bebía de él formarían un lazo que ni su actual compromiso podría romper.
Mas en una noche, cuando el joven ya estaba llegando a su clímax,el pensamiento volvio a cruzar por su mente y ya que estaba cegado por la pasión no dudo ni un segundo en poner a prueba su teoría.
Esa sangre que debía sentirla férrea y para nada especial, su sabor fue único como el mejor de los vinos.
Era el elixir, no beberlo habría sido una locura.
Ahora estaba unido a ese ser.
Y no se arrepentía de nada.
No fue un error haber unido su vida a la del joven cazador desde esa noche de primavera.
Solo él podía hacer florecer sus sentidos, al igual que sus sentimientos que creía marchitos.
Como lo hace la primavera a los árboles que uno cree marchitos.