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Dulce. por Matsumoto Yuki

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Notas del fanfic:

Pues, serán tres especiales, espero les gusten uvu

 

Los personajes no son míos, son de la loca Shinobu Ohtaka, pero la historia sí es mía 7u7

Notas del capitulo:

Es en un mundo con Donceles, eh. 

Kouen caminaba a paso calmado por los pasillos del Palacio, en dirección a sus aposentos. Una caja color crema, con un listón adornando se hallaba en sus manos. Encima de ella reposaba una pequeña caja roja con base cuadrada y un tanto acolchada.

 

Dichos objetos en posesión del joven pelirrojo llamaron la atención de más de un sirviente, pero por el aura del Príncipe que imponía respeto y hasta miedo e intimidación en ciertas ocasiones, no pensaban ni siquiera en atreverse a preguntar qué contenían dentro.

 

En el camino hubo un desvío. Kouen pasó por el pasillo que daba al jardín, y de allí sacó una rosa tan roja como el fuego en su mirada. Sólo entonces fue directo a su aposento, sin interrupción ni titubeo.

 

Únicamente al introducirse en su propio territorio mostró, por un ápice de segundo, algo de incomodidad, de duda. Más nadie lo vio, nadie lo notó.

 

Kouen entró limpiamente a su habitación, dirigiéndose a su lecho, mientras pasaba por entremedio de muchas hileras de libros, y escritorios. Mismos que ahora no le importaban.

 

Un velo que bloqueaba la vista con una difusión de luz colgaba de los doseles de la cama. Pero el príncipe reconocía perfectamente la sombra que allí se hallaba, esperándole.

 

Sin más, quedó a un lado de su cama, y atravesó el velo.

 

La persona en su lecho pareció reaccionar de inmediato.

 

— ¡Kouen! —El joven rubio dio la cara al nombrado, con una radiante sonrisa plasmada en su rostro. El sonroso en sus mejillas y brillo daba la impresión de que cada día se hacía más hermoso.

 

El joven príncipe quedó un tanto cohibido ante esa escena, recayendo luego a mirar el vientre de Alibaba. Allí yacía su linaje, en una curva formada por seis meses de embarazo.

 

La expresión de Kouen se relajó, esbozando hasta un intento de sonrisa. Estiró su mano hacia el rostro ajeno para poder proporcionarle una caricia.

 

—He llegado, Alibaba. —Anunció, acercándose un poco más, mientras dejaba de lado ambas cajas que antes protegía receloso.

 

A Alibaba parecieron brillarle los ojos, y su sonrisa se ensanchó, acariciando con su propia mano la ajena. Daba la impresión de restregar con sutileza su mejilla en la gran mano del príncipe. —Bien venido ~ —Soltó con goce.

 

Entonces no pudo resistir más, como Kouen había previsto, y dejó de lado la mano para ir a por todo. Se abalanzó al pelirrojo, abrazándolo por el cuello, y dándole un gran y dulce beso en los labios de bienvenida. Al otro lado, en el dedo anular de su mano izquierda, brilló un simple anillo bajo la luz de las velas.

 

Ambos entonces se recostaron en el lecho, frente a frente, y reposaron.

 

Temas triviales salieron, sin mayor importancia. El punto era estar juntos. Para Alibaba era una maravilla, hablaba hasta de lo que no sabía. Y para Kouen, era el cielo, observaba a su querido ángel hablar efusivo, con ánimo, feliz.

 

Una sonrisa sincera fue formándose poco a poco en los labios de Kouen. El rubio lo advirtió, y se quedó mirándole. Por unos segundos, todo ruido cesó a excepción de sus respiraciones, que poco a poco se coordinaban.

 

Alibaba sintió una caricia en su cabello, y paulatinamente su rostro fue tornándose rojo cual tomate. Kouen se divirtió, nunca se cansaba de eso.

 

— ¿No vas a preguntar qué traen las cajas?

 

Alibaba dio un pequeño salto en su puesto, y cayó en el nerviosismo. Estaba tan feliz de lograr ver a Kouen que las había pasado desapercibidas. Se enderezó de a poco, y acariciando su vientre, buscó con la mirada las dichosas cajas.

 

Se hallaban a los pies de la cama.

 

Titubeando, el rubio volteó la mirada a su prometido. — ¿Qué… qué hay en las cajas? —Se enredó un poco su lengua ante la vergüenza, y su rubor aumentó.

 

Kouen imitó a su pareja y se sentó nuevamente en la cama, tomando la caja color crema y entregándosela. —Averígualo. —Con esa simple palabra y una sonrisa ladina, el corazón de Alibaba partió a mil.

 

Su mano tembló al tener la caja, pero con delicadeza retiró el listón, y la abrió. Un hermoso pastel de manjar y piña, con decoraciones de perlas amarillas y rojas, y un chocolate en medio con una frase escrita en Torán, le esperaba allí. Babeó sin querer, con un extraño brillo en sus ojos de admiración.

 

Feliz día de las madres… —Un susurro en su oído le hizo que se le erizara el pelo.

 

Su segunda reacción, fue ver a Kouen. Los ojos se le aguaron, en Torán decía exactamente lo mismo. Miró el pastel, luego a su pareja, nuevamente el pastel y finalmente a Kouen.

 

—Aún no…

 

Kouen posó su dedo índice en los labios del menor, y negó, levemente.

 

—Ya lo eres. —Se detuvo a pensar en lo que iba a decir. —La madre de mi hijo. —Casi se le salió una risa en eso. —Y espero, sean hijos.

 

Alibaba volvió a enrojecer cohibido, y quedó cabizbajo, intentando ocultarse en su flequillo.

 

Dicho suceso Kouen lo aprovechó al máximo. Tomó la caja roja, y la entreabrió, extendiéndola a Alibaba. Este volvió a verle, y preguntó sin palabras qué sucedería ahora. La nariz le picaba y sentía cómo se le sonrosaba. 

 

—Sé mi Emperatriz.

 

Otro balde de lleno para Alibaba, quien ahora no pudo resistir las lágrimas, pero de felicidad. El príncipe se alertó. — ¿Alibaba…?

 

—No, no. —Intentó en vano secarse las lágrimas. Por cada que limpiaba una, salían otras tres. —No me malentiendas…

 

— ¿Entonces?

 

Sin saber cómo explicarse, buscó la más fácil. La más él.

 

Tomó la mano de Kouen, y la guió hasta su vientre. El mayor se sorprendió, y él le sonrió. — ¿Lo sientes? —Se concentró, y sintió movimiento. —Está feliz, emocionado. —Un par de lágrimas más, que caían en la mano de Kouen dieron final al toque. Alibaba abrazó su vientre. —Nacerá como el legítimo hijo de su padre.

 

Un sí indirecto fue lo que detectó Kouen. Por una vez, dejó que su emoción le controlase, y elevando con sutileza el rostro de Alibaba, lo besó.

 

El resto del día se lo pasaron entre los tres, hablando, disfrutando y comiendo del pastel.

 

Al día siguiente la noticia se esparció como plaga.

 

Al séptimo mes el matrimonio se celebró, siendo bendecido al siguiente con un saludable niño, con la dulce mirada y sonrisa de su madre, y el rojo cabello y determinación de su padre.

 

 

 

«Eres el amor de mi vida, Kouen. »

 

 

«Y tú el dulce de mi vida, Alibaba. »

Notas finales:

Espero les gustase ~


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