Siempre pensé que mi primer día en la universidad más prestigiosa de letras sería magnifico. Estaría atento a todas las clases y devoraría los libros mientras escuchaba con atención a los profesores. Sí, eso pensaba… Pero va a ser que la realidad es muy diferente cuando el día anterior estuve de fiesta, se me olvidó que hoy sería el primer día y bebí y fume como un cosaco. Y, bueno, pues ahora me veo a las diez de la mañana medio muerto, sentado en la primera fila al lado de la ventana haciendo un esfuerzo titánico para no dormirme y con una resaca que flipante.
Flashback
Pese a ser la segunda semana de septiembre el sol seguía picando. Con el vaso de medio libro de mojito en una mano y un cigarrillo en la otra me abrí paso, como pude, entre la gente al distinguir esa melena negra. Esbozando una picara sonrisa apresé su muñeca atrayéndola a mí al intuir que estrofa de la canción venía a continuación.
— «Señora usted me gusta tanto igual que el primer día
Bienvenida a la tercera dinastía
Se juntaron los que to’ el mundo quería
Para cumplir toditas sus fantasías
Con esa experiencia que usted me ha conquistado
Me tiene loco, me tiene enamorado
Y esa cinturita como que no ha cambiado
Y esta noche la quiero tener…
Ya en mi cama dos cuerpos calentaos, predios en llamas
Que el ron dure hasta las 3 de la mañana
Yo forever papa, tú forever mama » — canté inarticuladamente sacándole una gigantesca sonrisa.
— Madre mía, Eren — se abrazó a mi cuello. Sonreí estrechándola contra mí —. Cuatro meses sin vernos y estás para comerte ¿Estás más alto? Y tanto — rió observándome —. Anda, quítate las gafas que quiero verte los ojos.
Me quité las ray-ban negras y la mire fijamente.
— Qué hijo de puta — Reí. Va a ser que se ha dado cuenta. —. Vaya colocón*. ¿Con quién has venido?
— Con Jean y su grupillo y con mi novia, hermana.
— Pero si cambias más de novia que de calzoncillos, chiquillo.
Negué soltando una pequeña risilla.
— Es Andrew.
Frunció el ceño.
— No…
Asentí riéndome.
— Sí.
— ¿Andrea Aliza? — volví a asentir poniéndome nuevamente las gafas de sol — No puede ser… ¿¡Eren!?
— «Ayer me besaste y no podía parar
Y me bailaste hasta el amanecer
Cuando desperté yo te quise llamar
Y ahora me dice que borro cassette…»
La despedí con la mano mientras me iba bailando.
— ¡Eren! ¡No seas capullo! ¿¡Pero si ni te gusta el reggeatón!?
Me encogí de hombros.
— Nos vemos, Mikasa — le mandé un beso que la hizo arquear una ceja.
De vuelta a donde estaba mi grupito vi esa menuda y pequeña figura de pelo rubio hasta la cintura. Coloqué mis manos en la suave piel de su cintura que el top dejaba ver y le di un suave beso en los labios.
— Oye, bebé, ¿mañana no es tu primer día en la universidad?
Todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo se tensaron.
Me cago en la puta…
Fin del Flashback
Puta vida, señor, puta vida. En otra vida tuve que ser un cabronazo de primera porque el karma me odia. Con lo feliz que estaba yo ayer a mi bola. Resoplé, reposando la frente en mis cruzados brazos. Alcé la mirada desganado al escuchar como la puerta se abría.
Un hombre que se me antojó demasiado joven para ser un catedrático cruzó la puerta con una humeante taza café en su mano. De cabello azabache cortado en una clase de degradado militar, tenía los ojos verdes, de un verde muy oscuro, pero eran filosos y fríos — sonreí — no es muy alto que digamos, pero sin lugar a dudas el hijo de puta tiene mejor cuerpo que yo. Puto enano.
— Buenos días — saludó cordialmente apoyándose ligeramente contra su escritorio —. Mi nombre es Levi Ackerman y seré vuestro profesor de literatura.
Su forma de hablar es lenta y pausada, su voz grave y su gesto es completamente serio. Ya entiendo los suspiros de las chicas a mi lado. Ellas con las bragas por los tobillos y yo pues con sueño.
Traidora, te sigo esperando… No seas tan abusadora, la gente anda comentando, te veo y tú no te enamoras.
Cerré los ojos. No puede ser. Cada uno de los pares de ojos de la sala se clavaron en mí. Me quiero reír por no llorar, ¿pero qué coño quiere Andrea, ahora? Vamos sé que es ella porque ella eligió ponerse esa cancioncita para cuando me llamase. No mantuve los ojos cerrados ni un segundo pero la imagen con la que me encontré fue feroz. Los acerados ojos del señor Ackerman estaban clavados en los míos. No voy a salir vivo de esta, yo lo veo. Sonreí.
— Lo siento, creía haberlo puesto en silencio.
Jodido karma de mierda.
Sus pupilas se estrecharon en mí imperceptiblemente y al segundo siguiente clavó su mirada en los demás.
— Abrid el libro por la página 142.
Abrí mi mochila y busqué el libro; no estaba, la dejé nuevamente en el suelo. Empezamos bien…
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