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Le Petit por Aisato Momoka Yurie

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Notas del fanfic:

Mi primer Oneshot original, especial y únicamente dedicado a una maravillosa persona que no tiene cuenta en AY.

Lamento cualquier error, ya que es, en sí, mi primera historia original. 

Espero que disfruten de la lectura y gracias por darle una oportunidad.

Le petit.

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Generalmente, era una persona que se aburría con facilidad. Sí. Que deshacía o abandonaba las cosas ni bien han transcurrido unas pocas semanas. Por esto mismo, tenía la manía de desechar a las personas como si fueran unos juguetes. Juguetes monótonos y sin chiste, a mi parecer. Y como era de esa forma, me embargaba un sentimiento extraño en la boca de mi estómago --como si se revolvierar--, cuando me percaté de que aún no conseguía olvidar la dulce expresión que se plasmaba en su rostro cada vez que me saludaba, a pesar de que en ese momento ya nos conocíamos desde hace más de tres años, como compañeros y amigos de la escuela secundaria.


Él era algo así como… aquello que siempre soñé. Él era como un retrato delicado, valioso y único. Él era el conjunto de letras que tracé con mis finos y bruscos dedos. Él era lo más hermoso que había y he visto. Él y su sonrisa no dejaban nunca de rondar por mi cabeza. Él y lo delicado que era y es me hacían querer protegerlo. Él tenía de nombre Admes.


Yo siempre me encontraba al pendiente de él, porque era muy manipulable desde la perspectiva de los demás, y muy atractivo como para desear aprovecharse todo de él. Lo refugiaba en mis brazos y todas las personas que Admes conocía, primero pasaban por mi prueba. Y él era consciente de eso. Quizás, lo que más me agradaba de aquello era que esperaba por mi aprobación. Me quedaba un buen sabor en la boca, satisfecho.


Admes todo el tiempo estaba a mi lado. Comenzamos a ser vecinos luego de una semana de hablarnos. Y desayunábamos juntos, íbamos a clases juntos, nos sentábamos juntos, almorzábamos juntos, nos consultábamos todo; nunca existían los secretos duraderos. Una excelente descripción gráfica de “siameses”, “uña y mugre” o un concepto raro del “… hasta que la muerte los separe”. Y ya que todo era así, se me hizo muy raro cuando le alerté de que debía de alejarse del nuevo estudiante, Luka; ese típico chico malo que va en contra de las reglas, que tuvo una trágica vida con su madre drogándose o su padre abusando de él y queriendo obtener la atención de todos… Y Admes se negó a toda alma. Tengo que admitir que me había dolido, mucho. Además de un mal presentimiento ante eso. Lo ignoré, de todas maneras.


Me arrepiento de no haberle hecho caso en su momento. De verdad que me arrepiento.


Admes, poco a poco, empezó a alejarse de mí y prestarle más atención a Luka. Admes se encontraba en las nubes todo el tiempo, se sonrojaba siempre que se pronunciara el nombre “Luka” en su presencia, no le importó que estuviera solo en mi hogar y sin mi familia, a causa de un viaje de negocios que les surgió a éstos. No me acompañó en unos de los tantos sucesos difíciles que tuve que afrontar en la soledad de mi habitación.

Creo que era obvio. Admes se había enamorado completamente de Luka. No obstante, ¡yo no quise verlo! Así que procuré estar ciego. Procuré en no virar nada a mi alrededor. Me funcionó por bastante tiempo, eso sí. Pero hubo un punto en que no lo soporté más.

Dejé de insistirle a mi querido pequeño de que estuviera conmigo, de que permaneciera a mi lado. Ya no me empeñé en que comiera junto a mí en el receso en vez de que con Luka… Me rendí o demasiado temprano o muy tarde. Y cuando lo hice… ¡Oh, sorpresa! Sentí un enorme vacío en mi interior, como si me faltara algo, igual que si estuviera muerto en vida.

Allí, en esos instantes de amargura pura, con él indiferente, comprendí que me había enamorado del chiquillo con sonrisa deslumbrante, de la persona que me abandonó igual que yo lo hacía con todos antes de su aparición. Era… irónico. Pero no me reí, aunque mi humor siempre fue negro. Por más extraño que pareciera, tampoco lloré. Simplemente permanecí sin expresión, sin reacción. Tal vez por lo mismo él no se dio cuenta de nada… O tal vez no le importaba más.

De cualquier forma, dolía. Dolía mucho. ¿Es que Admes no tenía piedad? ¿Es que Admes ya no pensaba en mí más, es que le importaba un bledo, tanto así que ya no consideraba mis sentimientos?

Y nunca recibí una respuesta. Jamás. Ni siquiera el momento en que, con un gesto brilloso en su cara, formalizó su relación con Luka delante de mí y de todo el colegio. No les maldecí, no les deseé la felicidad. No me abnegué, no di mi opinión --ni negativa ni mucho menos positiva. Fue… peculiar. No sentí nada.

Me parece que ahí empezó a sospechar que algo me ocurría. Algo malo. Entonces, de nueva cuenta, sutilmente, se acercó a mí como en los viejos tiempos. Yo ya me encontraba cansado de todo aquello, de mis sentimientos. Nunca fui una persona valiente ni persistente, así que eso ayudó mucho.

Admes fue lento. Admes ya había destrozado mi corazón sin percatarse, al dejarme desamparado ante el cruel mundo que nunca me había gustado. No lo sé… Quizás me ofendí y por eso le ignoré. No le contesté. No le miré. No le hice ninguna expresión. Y se preocupó más. Y… es gracioso. ¡Se rindió rápido! ¡No duró ni un mes intentando descubrir qué me pasaba! ¡Y todo porque nos encontrábamos en la universidad y él anhelaba comprometerse con su adorable y bello Luka! Me abandonó por segunda vez. También fue extraño. Se suponía que mi corazón ya se encontraba destrozado, y sin embargo las piezas rotas se desquebrajaron más.

… Al cabo de unos años sin contacto alguno con él, que se mudó de la ciudad, el timbre de la puerta de mi departamento sonó. Abrí sin pensar, claro, haciendo varias hipótesis, como que era mi hermano menor de visita o algo así. Y no. No, no, no. Rotundamente no. Era Admes. Admes Kafkis. No sé por qué…, pero…

--¡Schim!

El apodo que salió de su boca reparó mi sufrimiento por completo. ¿Acaso los juguetes rotos podían averiarse y recuperarse tan rápido? ¿Por qué?

--¡Schizas!

Y al volver a llamarme por mi nombre intenté dimitir de mi hipnosis. No lo logré.

--¡Schizas Xanidis!

Sus manos apoyadas en su esbelta silueta, en sus caderas, me despertó.

--¿Qué haces aquí, Ad? ¿… Qué…?

Y no pude pronunciar ni una palabra, porque de repente, Admes se colocó de puntillas, cerrando fuertemente sus ojos y uniendo sus labios con los míos. De alguna manera, esa sensación fue inexplicable. No soy ni fui cursi, pero… Fue como algo interminable. Una chispa de luz que necesitaba en mí. Una cosa indescriptible, igual que una ilusión, como si con pellizcarme una parte de mi cuerpo me diera cuenta de que todo era un sueño y que me encontraba en mi solitario “hogar”. Y no. Era la realidad. Era algo que deseaba plasmar para siempre en mi memoria, en mi corazón, en mi alma y en mi ser. En todo de mí.

Sin embargo, luego de eso, Admes se fue corriendo y desapareció sin más, igual que lo hizo al reaparecer: sin aviso ni consideración. Nunca más volví a ver a Admes. Admes se esfumó de la faz de la Tierra.

No, Admes no murió. No, jamás encontraron su cadáver en alguna parte o algún indicio de su paradero. Ya ha pasado más de un año desde aquello. Y, aun así, con la misma intensidad, y me atrevería a decir que incluso más que antes, seguía amando a Admes. Admes fue y es mi ilusión hecha realidad. Admes, mi pequeño niño lleno de ilusiones, de felicidad, de ternura, de pureza, de amor y sin ninguna pizca de putrefacción… Admes, él, mi amor eterno.

“Mientras tanto, mientras sigas perdido en tu búsqueda al camino de vuelta hacia mí, estaré aquí. Y vuelve pronto, por favor, porque sin ti a mi lado es una eternidad retorcida y tormentosa. ¿Sabes, mi niño? Yo… Yo siempre te estaré esperando, Admes. Te amo, mi niño dulce.


Atte; Schizas Xanidis.”


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