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Adicción por MecyLyss

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Notas del fanfic:

Los personajes son de propiedad de Shinobu Ohtaka

Notas del capitulo:

Hola! Desde hace tanto quería subir un fic más o menos de esta temática, pero aún así no me quedó como realmente quería.

Quedó algo...extraño

Ustedes que piensan?

Las adicciones nunca fueron buenas.

Sharrkan lo sabe, entrar en el mundo de las drogas era la peor decisión que alguien podría tomar. Invaden a pasos acelerados cada espacio de vida, hasta absorber por completo. Es imposible dejarlo, el simple intentar hacerlo es un martirio. Aquella sensación asfixiante de no poseer en manos lo que se quiere. La abstinencia dolorosa de la droga letal, alegría efímera, perecedera.

El moreno sabe que nunca debió involucrarse en ello. Las señales le indicaban a gritos que esto para nada iría a llevarlo a algo bueno. Y no es como si tan solo lo hubiera ignorado. Se resistió al principio, entrar nuevamente en ese mismo círculo sinfín de alegrías desgarradoras, y tristezas taciturnas. Pero no pudo negarse, aquellos ojos que flameaban con un intenso brillo dorado, terminaron por envolverlo, condenarlo a ese estado.

Caía en un profundo abismo del cual más adelante no sería capaz de salir.

Ya lo sabía.

Tan solo haría lo de siempre. Fingiría demencia, y ahogaría tras copas de ginebra las insondables preguntas que su mente se plantea. Pero, aún tambaleante percibía aquel atisbo de emociones inescrutables. El aleteo en su pecho era imprescriptible.

No le causaba ningún bien, sus amigos se lo decían, él solo se negaba a escucharlos. Verlo nuevamente le causó una gran impresión, aquel ser que repudiaba con su alma reapareció trayendo consigo todo el dolor que su memoria le hubo ocultado.

Lo odiaba por no poder olvidarlo, por no poder sentir tanto odio como deseaba, por seguirlo amando a pesar de todo.

Verlo caminar todos los días frente a él, y demostrar disimulados pedidos de disculpa, no ayudaba tampoco. Pero en los ojos de aquel chico brillaba arrepentimiento, y Sharrkan con inocencia fingida creyó en él.

Los días pasaban rápidos y metálicos. Las ojeras resaltaban por sobre el decaído brillo de los orbes esmeraldas. Su intemperancia se acrecentaba en inauditas proporciones, ya nada era capaz de calmar aquella sed, el frío de su piel, ¿qué se supone que haría ahora? ¿qué peor sentir que el del rechazo?

El muchacho tenía conocimiento sobre ese amor mal habido en el interior del moreno. Lo supo desde mucho tiempo, cuando por deslices de cordura se inclinó a darle un beso, un simple roce de labios que terminó por dejarlo de este modo. Soltando suspiros cargados de ansiedad en una mesa de bar.

Patético.

Toda su vida se resumía en esa simple palabra.

Ahora, las palabras sonrisa y felicidad carecen de sentido. A sus oídos suena a pura poesía barata. Alejado de su vivir diario, tan inalcanzable como el mismo cielo. Cursilerías sin sentido, fantasmas de antiguos recuerdos.

Exagera, pero no puede discernir con claridad entre las espesas sombras de la noche. Camina a paso inseguro, la tierra se agita a sus pies, le cuesta trabajo mantenerse en equilibrio. Suelta risas huecas de vez en cuando, si sus labios no se ven invadidos por aquel nombre que suena a calidez.

Mismo calor que le fue arrebatado, y por el que ahora vive tratando de buscar algo con que cubrir el frío helado de la soledad.

Fue así como comenzó.

Descubrió en una de sus salidas, que el alcohol poseía el suficiente poder de engañar sus sentidos, porque el alcohol quemaba, cegaba, controlaba. Suficiente para Sharrkan, quien tan solo se refugió tras capas de indiferencia, y sonrisas saturadas de melancolía.

Y ahora que sus pies finalmente se detienen, el pequeño parque cerca de su casa luce sombrío sin alma alguna. El lugar se ve rodeado con unos cuantos postes de luz que iluminan ciertos puntos. Decide dirigirse hasta los columpios, donde se deja caer con pesadez.

Alibaba Saluja

El nombre finalmente optó por abandonar sus labios. Aquel chico de sonrisa alegre y determinación voraz, que terminó por llevarse – adjunto al primer y último beso, pensó con ironía– su cordura.

Aquel chico que se fue aún a sabiendas del amor que sentía por él. Huyó sin miramientos, abandonándolo en el proceso. Lo rompió en mil pedazos.

Y ahora pretendía regresar.

A un mes de su llegada, Sharrkan se topó al rubio en un día a camino de su trabajo. Quedó estupefacto. El aire hubo de abandonar sus pulmones, todo rastro de pensamiento racional se evaporó, dejando paso a un temblor incontrolable en sus piernas, una vibración angustiosa en su pecho.

Hizo lo que creyó era correcto, y ese día se forzó a ignorarlo. Pasó de largo desentendiéndose de los llamados del otro, no podía verlo a la cara y actuar como si nada hubiera pasado. A pesar de sus esfuerzos no pudo evitar volver la mirada atrás, pero no se permitió ir a su encuentro.

Transcurrió una semana entera antes de que lo volviera a encontrar. Fue un miércoles o tal vez un jueves – recuerda –, en que la insistencia del rubio terminó por dejarlo sin defensas, y escuchó las palabras del otro. Tan limitada era su voluntad. No debió hacerlo.

Se supone que no debía de ser así, se supone que estaba seguro de sí mismo, seguro de que Alibaba lo hubo abandonado. Se supone que se había ido por voluntad propia, y no lo obligaron a marcharse. Se supone que no sentía amor por él. Sharrkan ahora definitivamente carecía de una verdad a la cual aferrarse.

Y helo aquí. Meciéndose a compás del viento en un columpio de cadenas oxidadas. Escuchando nada más que sus propios pensamientos delirantes, y pasos lentos que resuenan a su espalda. Tratando de suprimir un escalofrío, que de todas formas recorre la longitud de su columna, a la vez que una voz suave pronuncia su nombre.

–Sharrkan – dice, y él cree sentir su corazón volver a latir –¿Estás bien?

No responde por unos segundos, tratando de tomar aquellas ideas las cuales el licor no pudo hundir.

–Vives al frente – logra articular arrastrando las palabras –, creo que vine aquí por eso…

Alibaba sonríe afable, y se sienta en el columpio al lado suyo –Escuché tu risa – dijo –, nunca fue muy discreta– termina mientras clava en el otro una intensa mirada. Sharrkan ríe sin emoción y murmura un "ya lo sé" para volverse a sumir en un profundo silencio que el rubio no es capaz de comprender.

–Deberías dejar de beber – aconseja el muchacho –, no te hace bien

–Eres tú el que no me hace bien.

El más joven aparta la mirada, mientras siente sobre sí la punzante mirada del peliblanco. Sharrkan se levanta tambaleante, tomando al otro del brazo, lo obliga a ponerse de pie. Acerca con lentitud su rostro al del joven, quien tan solo atina a llenarse de confusión al sentir sobre sus labios, el cálido aliento impregnado de alcohol del otro.

–¿Por qué no soy capaz de odiarte?

La pregunta queda flotando en el aire, pues Sharrkan se inclina rompiendo por completo el espacio existente entre ellos. Para él, ya nada existe en ese momento. Disfruta el temblor del joven entre sus brazos, el calor que desprende su cuerpo, la suavidad de los cabellos rubios entre sus dedos.

Delirante.

El cielo de negro terciopelo se extiende sobre ellos, adornándose de fríos focos de luz que resaltan su majestuosidad. Por supuesto, ninguno de ellos pone atención al firmamento. El beso termina finalmente cuando ambos sienten la escasez de oxigeno oprimirles el pecho.

Sharrkan se aleja sin soltar los brazos del otro. Su mente es un entreverado de ideas al cual no consigue poner orden. La soledad que se cernía sobre él, de algún modo fue disipada, no de la misma forma que lograba hacerlo el alcohol, esta vez la sensación es más tangible, más natural, real.

–Es mejor que beber – admite.

Alibaba murmura palabras inteligibles, mientras trata de ocultar el carmín de su rostro. Sharrkan no comprende el porqué de pronto siente nuevamente el calor envolver su piel, es reconfortante, y extraño.

Repiten varias veces el mismo ciclo de besos, sonrojos, y dudas. Se marchan cuando finalmente el rubio advierte la hora y reprende al otro por distraerlo del trabajo de investigación que estaba realizando.

Sharrkan se aleja sintiendo un torrente de adrenalina que cala sus huesos. El efecto del alcohol fue disipado permitiéndole experimentar con plenitud las emociones tan desconcertantes para él, ¿acaso eso que sentía era felicidad?

No lo comprendía, se asemejaba a los efectos que le producían el licor, pero de cierta forma completamente diferente. No existía ningún malestar en su cuerpo, sino todo lo contrario, la calidez invadía cada rincón. El calor impregnado con el perfume de su cabello.

Sonríe.

Sabe cuando una adicción comienza a tomar forma. Conoce a la perfección los síntomas de esta enfermedad, sabe que no resistirá mucho antes de volver a probar de sus labios.

Así como sabe que llegados a cierto punto, las pequeñas cantidades de las sustancias dejan de surtir el mismo efecto, por lo que estará obligado a aumentar la dosis para obtener de vuelta la emoción deseada.

¿Cuánto tiempo podría aguantar aquel muchacho antes de romperse en sus manos?

Sharrkan no puede esperar para probar los efectos de su nueva droga.

Notas finales:

Gracias por leer!


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