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Olvidé respirar por alba michaelis

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Notas del fanfic:

Por desgracia los personajes no me pertenecen todos los derechos a su creadora.

Notas del capitulo:

Este es mi primer fanfic de esta serie, espero que os guste ¡feliz lectura!

Capítulo 1 


 


Narra Zero


 


El olor de la tierra mojada inundaba mis sentidos. Llevé mi mirada hacía el engalanado cielo, que hoy por hoy se vestía de luto. El invierno cada vez estaba más encima, no quedaba mucho para que las gotas de agua pasaran a convertirse en copos. Bajando la vista a mis pies, evitando por todos los medios que mis ojos terminaran sobre el ataúd que reposaba a menos de un metro de mí, cerré los ojos recordando la noche anterior. 


 


Las tristes callejuelas de Londres recibían con pesar mis pisadas. Estaba apunto de amanecer y yo ya había terminado la patrulla en busca de nivel E. Por suerte o desgracia esa noche no paseaban ni las ratas. Solo estaba yo. No terminaba de abrir el portón del portal cuando el señor Bless, un anciano bonachón que se negaba a dejar el trabajo en la portería, se me acercó. No pasó desapercibida para mí la carta que sujetaba su rugosa mano derecha.     


 — Joven Kiryuu, está noche llegó una carta para usted — reportó con una sonrisa amable entregándome la, posteriormente nombrada, carta. 


 La acepté con un leve asentimiento de cabeza. 


 — Gracias. 


 No podía dejar de mirarla mientras subía las escaleras mecánicamente. La giré para leer de donde venía y quién era el remitente. Mis ojos se abrieron escépticamente. ¿La Academia Cross? Hacía dos años que no recibía noticias de allí, desde que me fui después de la lucha contra Rido no he vuelto a intermediar palabra con nadie de mi pasado. Casi despedacé la carta para leer el contenido. Mis pupilas se estrecharon y la garganta se me secó al leer el contenido de esa esquela mortuoria. 


 El director había muerto. 


 


 Yagari se situó a mi lado intentado cubrirme con su paraguas. Negué. 


 — Tranquilo, es mejor así. 


 Él, en una silenciosa afirmación se separó un par de pasos de mí, dejando que la gélida lluvia me mojase, como en una indirecta penitencia por la culpa que sentía en estos momentos. 


 — Yuki… — susurró avisándome. 


 Alcé la vista y, una vez más, me quedé prendado. Vestía con gracia un sencillo vestido negro acompañado de unos altos tacones del mismo color. El órgano en mi pecho que tenía nombre y apellido, y era los de ella, dio un vuelco al encontrarme con esos grandes e hinchados ojos; había estado llorando. Debí de reflejar la intranquilidad y desazón que me provocaba verla así, de un momento a otro la mano de mi antiguo maestro se ceñía al rededor de mi antebrazo. 


 — Cálmate, se te está notando mucho — gruñó, percatándose que aún no la olvidaba, ni la olvidaría. 


 Pestañeé, reaccionando. 


 — Lo siento. 


 Bufó. 


 — Tienes suerte que Kuran no se haya dado cuenta. 


 Nada más escuchar ese apelativo mi atención la acaparo el susodicho. Tenía razón. Kuran, tan elegante y cortés como siempre, se encontraba intercambiando unas cuantas palabras con el cazador que ejercería de sacerdote. Instintivamente hice una mueca de asco. Él tenía la culpa de que ella no fuera mía. Siempre tuvo algo que no termina de convencerme. Son sus ojos… No. No son sus ojos, es su mirada.    


 — Hijo — llamó el sacerdote para que lo escuchase —, ¿quieres dedicarle algunas palabras?


 Exhalé por la nariz negando. 


 — No. 


Fui consciente de la mirada reprobatoria que recibí por parte de esa menuda castaña que alguna vez me llamó hermano. Amagué una absurda y sarcástica sonrisa. ¿Cómo disimular ante una persona que ha sido todo para ti?  


 — Discúlpame pero necesito estar solo — espeté. Y sin darle mucho tiempo al sacerdote o a Yagari a que me interrumpieran me adentré con paso firme en la academia. 


 


 Con la vista fija en el oscuro firmamento me quité el cigarrillo de entre los labios tras darle una calada. Como duele aceptar las cosas, bueno, siempre lo he negado, sin embargo hoy todo ha quedado claro, no es que lo haya aceptado es que ha pasado frente a mis narices. Ni una puta mirada en condiciones. La he perdido. Pero que digo, — esbocé una agria sonrisa — nunca la tuve… 


 — Maldita sea mi estampa*… 


 — Suenas como un mal enamorado — resoplé al escuchar esa profunda voz. No me podía estar pasando esto. Esto es acojonante, si lo que no me pasa a mí… —. ¿Por qué no te olvidas ya de ella de una vez? Lo tuyo empieza a rozar el masoquismo. 


 — ¿Qué haces aquí, Kuran? — cuestioné tajante, cambiando radicalmente de tema.


 — ¿Tienes que hacer uno de tus numeritos hasta en el entierro de Cross? — me volteé a mirarlo con los ojos crepitantes de rabia. El muy hijo de puta seguía igual de estoico que siempre. — Alegas no necesitar a nadie pero siempre terminas acaparando todas las miradas, ¿es compasión lo que buscas? — sus ojos me escudriñaron apáticamente — Después de dos años y sigues siendo el mismo mocoso falto de atención. 


 Esas palabras desestabilizaron algo en mi interior. Unas gigantescas ganas de llorar acudieron tras ese incómodo sentimiento. Sin saber cómo reaccionar baje de la azotea. 


 


¿Continuara?                

Notas finales:

Maldita sea mi estampa*: para quien no lo sepa significa maldecir algo o a alguien, en este caso se auto maldice.

 

Hola guapetones y guapetonas, si queréis que la historia continue solo tenéis que decirlo y decirme que tal os ha parecido. Espero que me digais que sí y así podamos leernos y saber qué pasará ^^

 

¡Besos!


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