CAPÍTULO XV: Preguntas incómodas
No quiero volver a ver a Shere Khan, lo que me hizo no estuvo bien, ese tipo de cosas no creo que deba hacerlas con él… se sintió bien, yo… ni siquiera podía controlar los extraños sonidos que salían de mí. Era casi imposible mantenerme callado, fue vergonzoso; quería que parara y no lo hacía, no creo que lo hiciera a propósito, pero Shere ignoró mis peticiones y eso me molestó mucho. Sin mencionar que… ¡No quiero pensar más en eso! En mi otra escuela me enseñaron de esto, sé muy bien que iba a eyacular y que no lo logré porque paró justo a tiempo. Sé que me gustó lo que hizo, su lengua se sentía tan caliente y algo rasposa, cada vez que pienso en eso, hace que cierre mis piernas por la vergüenza.
-Kian, ¿estás bien? – pregunta Yamir, estamos en el receso, comiendo un poco lento.
-Sí, estaba pensando en algo, disculpa.
-No te preocupes, bueno es saber que pensabas – ese comentario logra sacarme una risilla, por alguna razón no me molestó.
-Todo lo contrario a ti.
-Prefiero pensar en voz alta – le doy un codazo a mi amigo mientras seguimos comiendo y platicando, de verdad que ya no quiero tener todo eso en mi cabeza, no volveré a ver a Shere Khan en un buen tiempo.
***
-Shere, ¿estás bien? – pregunta Suria con preocupación, estoy echado con mis ojos cerrados.
-Sí, estaba pensando en algo.
- Una novedad – anda demasiado temeraria al decir ese comentario, no logra darse cuenta que me causó gracia.
-Claro.
-Hablando en serio, estás algo diferente.
-Tal vez.
-¿No quieres contarme?
-No ahora, y no, no quiero hablarlo después – sé que estoy siendo cortante con ella, pero sé que lo que pasó no puedo contárselo a nadie.
-De acuerdo – extrañamente me ha dejado en paz, lo cual agradezco infinitamente.
Sigo recordando lo que pasó anoche, esos sonidos tan peculiares que salían de Kian, sus expresiones únicas, su voz, su rostro rojizo, casi estaba jadeando; me gustó verlo así, tan indefenso y rogándome que parara, aunque la verdad no lo estaba lastimando. Jamás le encajé ninguno de mis dientes, tuve cuidado con mis garras… ¿tal vez fue porque estaba aplastándolo? No lo creo, de lo contrario hubiera llorado como lo hacen las crías y no fue así. ¿Qué estaba sintiendo Kian?
-Shere – me saluda Nirek, está tomando el sol casi concentrado; siempre le ha gustado estar ahí para estar caliente. Sin pensarlo mucho me acuesto a su lado, comienzo a parpadear lento porque se está muy bien aquí – oye, mejor ve con cuidado – logra despertarme con esas simples palabras.
-¿A qué te refieres?
-No veo necesario decírtelo, cuando es obvio que ni siquiera debería de existir esta situación - ¿cómo lo supo? Es imposible que sea tan descuidado, es eso o los demás son unos maestros en pasar completamente desapercibidos. Esto se está volviendo incómodo.
-Tal vez no sea lo que crees – da una especie de suspiro y abre sus ojos, lo cual es sorprendente ya que como dije antes, cuando se da su “baño de sol”, en serio se concentra en ello.
-No creo, lo sé. Sé que llevas un tiempo hablando con ese cachorro humano, sé que te escabulliste con él a saber dónde y que algo pasó entre ustedes – me quedo perplejo, intentando no mirar a Nirek y mostrarme lo más tranquilo que puedo.
-¿Y qué harás?
-Lo que he hecho todo este tiempo. Aunque me pareció oportuno advertirte, seguro que Suria lo hace a diario - ¿qué tanto sabe este cocodrilo? Y lo más importante, si yo creía que ese hipopótamo ocupaba el primer lugar en entrometerse en asuntos ajenos… me equivoqué.
-Entonces necesito que me digas algo.
***
-¡Kian!
-¿Qué pasa?
-Que estás muy despistado, en serio, ¿qué ocurre?
-Yamir, ¿has tenido novia?
-¿A qué se debe esa pregunta?
-Sólo se me ocurrió- desvío la vista.
-De acuerdo, seguiré tu juego de “sólo se me ocurrió”. He tenido 2 novias en mis 16 años de vida, ¿y tú?
-Una, pero fue en segundo de primaria, así que no cuenta.
-¿Por qué no?
-Ni siquiera nos besamos- digo casi en un susurro.
-¿No has besado a nadie?
-Claro que sí, pero a ella no, por eso no cuenta – su mirada se vuelve algo traviesa.
-De acuerdo… ¿y con cuántas personas te has besado?
-¿Para qué quieres saber?- miro hacia otro lado, intentando restarle importancia a esto.
-No olvidemos que estamos jugando “sólo se me ocurrió”, así que responde – en serio, cuando Yamir se lo propone puede ser muy molesto e infantil. Aunque tiene razón, no tengo de otra.
-Dos… ¿y tú?
-Eres tan tierno, Kian – me abraza, zarandeándome un poco de paso.
-¿Por qué dices eso?
-¿Fue de piquito? - ¿qué tanto quiere saber este bobo?
-S-Sólo uno – suelto rápidamente, aunque con algo de tartamudeo. Esperen, él ni siquiera ha respondido esas preguntas, no me va a ver la cara de idiota.
-Ahora tú responde.
-¿Por qué tendría que hacerlo?
-¡Porque estamos” jugando”! Y tiene que ser parejo… ¡Yamir! – se ha echado a correr y ahora lo estoy persiguiendo, logro agarrarlo del cuello de su camisa y lo jalo hacia mí - ¡Responde!
-De acuerdo, de acuerdo. Uno fue de piquito en la primaria, tres con lengua… y bueno, con mis novias obviamente de la segunda forma. ¿Satisfecho?
-Sí, ya vámonos, Yamir bobo.
-¿Bobo yo? ¡Oh, es cierto! Que no puedes ver tu cara. No te preocupes, te conseguiré un espejo para que veas que aquí, el bobo mayor eres y siempre serás tú.
-¡No es cierto!
-A ver, ¿quién ha besado más de los dos?
-¿Eso qué tiene que ver? – se planta enfrente de mí.
-Todo – dice serio, clavándome esos ojos negros por toda la cara.
-Como sea, ya vámonos.
-Y eso que el juego apenas empezaba.
-¿Cómo?
-Que hay preguntas todavía más incómodas, más íntimas – susurra en mi oído con un tono divertido y malvado. Decido ignorarlo, mi cara está muy roja y caliente; no quiero que vea cómo me he puesto por esta tontería.
Ya en casa, me voy directamente a mi cama para enterrar mi rostro en la almohada. Preguntas más íntimas, no gracias, prefiero que se burle de mí a que sepa que pasó algo con Shere Khan. De acuerdo, eso es aún peor; un tigre me hizo cosas, y me gustó. ¡No! Él sólo estaba “ayudándome” y se le ocurrió hacerlo en un lugar tan sensible ¡qué pena! No quiero que entienda qué me hizo, no quiero que nadie se entere de lo que sentí ni de nada. Sólo quiero volver a la normalidad, si es que la tuve en cuanto le hablé a mi precioso tigre. Aunque no quiera, en verdad me pregunto qué estará pensando Shere Khan en estos momentos sobre eso, tal vez sólo anda confundido por mi reacción, igual y no fue nada especial para él... ¡Parezco un llorón!
***
-¿Qué?
-Bueno, creí que tú sabrías.
-¿Por qué piensas eso?
-Por lo que me has platicado, eres el que más sabe de los humanos. Me dijiste que se apareaban por amor, quiero saber qué hay de fondo.
-Eso es cierto, pero no veo la relación.
-Sólo dime lo que sepas, por favor Nirek – sé que lo que le pregunté es algo que pues, seguro en la vida algún otro animal se había planteado. Algo me dice que este cocodrilo lo sabe.
-De acuerdo. Es básicamente lo mismo, sólo que ellos sienten más placer, son mucho más sensibles que nosotros. Influye el hecho de que ellos tienen piel muy suave en todo su cuerpo, no es resistente como la mía o la de los elefantes. En fin, ¿con eso te basta?
-Casi. ¿Cuándo están en celo sueltan sonidos extraños?
-¿En celo? Ellos no tienen eso, son casi como tú que prácticamente pueden hacerlo en cualquier temporada. Y los sonidos… bueno, supongo que son de placer. Shere, hasta aquí llega mi conocimiento, sin mencionar que no tendría que andar respondiendo esto.
-Creo que es la primera vez que hablas tanto. Gracias Nirek – hago una leve reverencia al incorporarme.
-Intenta mantenerte al margen, es mejor que no sigas viéndolo… al menos por un tiempo.
-Aunque no quiera no lo haré – sé que eso ha despertado su curiosidad, casi puedo oler su duda de si preguntarme sobre eso o no.
-Bien – es lo único que decide decir, vaya que es bastante reservado considerando todo lo que me ha dado de información. Comienzo a caminar, completamente inmerso en mis pensamientos.
Así que placer, no puedo creer que ese cachorro haya sentido eso; además de inútiles los humanos son así de sensibles. Y saber que en todo este tiempo no les presté la debida atención, ahora que lo pienso bien, siempre que cazaba a algún humano sólo jugaba un poco con él. No me fascinaba la idea de escucharlos gritar todo el tiempo, sólo el miedo casi incontrolable era lo que me gustaba de ellos. Evidentemente me equivoqué, lo que pasó con Kian fue mucho más fascinante; esos soniditos tan llenos de miedo y vergüenza.
Ahora que sé todo esto, la reacción de Kian fue bastante obvia y natural. No me arrepentiré jamás por haberle hecho eso, ese cachorro es tan inocente y algo idiota. Lo único que me queda es esperar a que se calme para que vuelva a venir a mí, porque bien sé que aunque se mostró enfadado, le gustó. Sé también que regresará, porque los pequeños siempre regresan ante lo que les llama la atención, porque no todos los días un humano y un tigre tienen la oportunidad de conversar ni mucho menos de “convivir”.