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La habitación en penumbra. por Iri20

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La habitación estaba silenciosa y tenuemente iluminada por el alba, las luces naranjas y rojizas le daban un aire irreal a todo. Por la ventana abierta se colaba el olor a mar y se oía el alegre arrullo de las olas. En el centro del cuarto, apenas amueblado, había una cama. Esta no era muy grande, apenas un colchón de plaza y media. Dentro de él dos amantes habían sucumbido a la pasión. Uno de ellos, el menor y de cabellos castaños, dormía abrazado al moreno, que delineaba, una a una todas las línea del rostro del otro, bajaba por su cuello seguía por su pecho y para no caer de nuevo en la tentación de ese cuerpo de Dios daba la vuelta y acariciaba los cabellos.

 

 

 

Miraba la figura acurrucada contra su pecho, era tan hermosa que no tendría palabras para describirla. Acariciaba los cabellos castaños preguntándose que cosa podía haber echo bien en esta vida. No creía haber realizado ninguna acción que lavara sus pecados  y mucho menos haber sido digno del perdón, sobre todo estaba seguro de no haber ganado su perdón. Necesitaba que le reclamase algo, eran muchas las culpas; la infancia perdida, el hermano muerto, el deshonor, la soledad, la indefensión, las dudas y creía que el odio hacia su propia sangre pero no. Lejos de cualquier regaño o golpe Aioria se mantuvo siempre distante aunque sereno, hasta que la verdad fue revelada por Athena y como por arte de magia el griego lo había perdonado. Jamás imaginó lo que ese perdón significaría para él, sin saberlo se sacó un peso de encima, la carga era dura de llevar pero no tanto si en los ojos de Aioria no tenía que ver deprecio y no lo veía. Lejos de aquello aún recordaba la primera vez que le había encontrado en el pueblo, el muchacho que ahora descansaba entre sus brazos le saludó animadamente en la plazabajo un caluroso y sofocante Sol, le contó que estaba de compras y le invitó a una cerveza. Se fueron a un bar cercano y como si fueran amigos de toda la vida le contó sus historias, antes de irse y regresar a la monotonía del Santuario el hermano de Aiolos, el hombre al que años atrás asesinó, le dio una palmada en el hombro y le dijo;

 

- No te tortures, el pasado no se puede cambiar. Como todos tú fuiste la marioneta del mismo destino.

Se dio la vuelta y emprendió el regreso.

¿Y ahora qué? Esa cerveza dio paso a muchas más, a salidas, a cafés en Leo, vinos en Capricornio, amenas charlas y entrenamientos durante los cuales se había dado cuenta de lo mucho que le atraía el León. Las tardes riendo en su casa, las películas y el amor. Por último, ese amor y pasión juntas, habían dado paso a esa noche, en la cual los roces y las caricias habían sido tan dulces pero tan intensos a la vez que ahora ambos estaban exhaustos. Aioria era muy apasionado, el también estaba deseoso por tanta espera aunque contaba con mayor experiencia y había hecho gozar a su amante con todos sus recursos.

Aioria se movió, parpadeó ligeramente y abrió los ojos para ver con detenimiento al serio español, por un momento se asustó y creyó que pasaba algo, aunque más bien ya había pasado. Sonrió a sabiendas de que debía estar horrible. Miró a Shura el no parecía recién levantado, no tenía la cara hinchada ni el pelo alborotado, al menos no más de lo que él había provocado anoche.

-¿ Qué hora es?

- Temprano, solo son las siete y media.

- Ummm... lo que aún queda hasta las diez...

Aioria se removió entre la sábana y volvió a acurrucarse en el pecho de Shura, el español sonrió,  ” lo que aún queda hasta las diez...”  los entrenamientos empezaban a las ocho y media. A Shion le gustaba que los caballeros madrugasen y estuvieran siempre en guardia pero Aioria era de los que siempre llegaba a tarde, a pesar de que la mitad de los dorados atravesaran su casa para dirigirse al lugar de entrenamiento. Era un dormilón. Él en cambio, siempre estaba allí a las ocho y veinte para ir preparándose. Era curioso, sus personalidades eran muy distintas, por no decir opuestas, sin embargo eran incapaces de refrenar la pasión y el sentimiento que había empezado a fluir por sus venas hacía un tiempo.

Recordaba las frase de Shion “ Un caballero debe estar alerta incluso dormido”, se preguntaba si Aioria estaría alerta, era cierto que todos los caballeros dormían, sin excepción, en estado de alerta pero el león parecía tan relajado y a gusto. Él estaba cansado, se había pasado la noche observándolo. Decidió dormir un rato, solo hasta la hora de entrenar.

 

 

 

El guardián de Leo abrió los ojos lo justo para ver como se empezaba a cerrar los de su amante. Le pareció tierno ver a Shura tan aparentemente indefenso, aunque sabía que eso era una mera ilusión, pensó en Excalibur y sin llamarla la imagen de su hermano, muerto y totalmente ensangrentado, acudió a su mente.

Fue duro y reconocía que le había odiado, pero no más de lo que odió a Aiolos o de lo que se odiaba a si mismo. Estaba durmiendo con su asesino. De repente de dieron ganas de irse, sin embargo al mirar su rostro dulcemente dormido se apaciguó de nuevo. Pensó en Saga, él les había manipulado, él dio la orden. Se regañó en silencio, parecía estúpido, Saga era un enfermo con doble personalidad, ni siquiera podía considerar que fuera al mismo Saga... sino otro, era como Kanon y él, iguales pero totalmente diferentes. Se había quedado sin nadie más a quien odiar, a quien culpar de su desgracia, solo podía acusarse a si mismo por estúpido y cobarde.

Miró de nuevo al español y apartó un mechón rebelde que osaba impedirle la completa visión de tan bello rostro. Shura era tan dulce, no era muy alegre, ni efusivo, era un cariño que demostraba de otra forma, estando siempre ahí para lo que hiciese falta.

Se le escapó una risita por lo que acababa de pensar. Si, desde luego a él le demostraba su cariño de forma diferente. Todavía le dolía todo por culpa de la intensa noche pasada junto al moreno, aún así estaba contento, nunca pensó que el español fuese tan intenso, siendo siempre era tan serio y formal, pero desde luego que lo era, además de ser muy hábil.

Decidió dormir pero descubrió que por primera vez en su vida no podía, la visión de Shura tiernamente dormido se lo impidió. Se colocó a su lado, observándolo con devoción. Era bello y era bueno, sin embargo vivía atormentado por sus actos aún no siendo culpa suya el mal causado, le hubiese gustado decirle claramente que no pasaba nada, que su amor pesaba más que el recuerdo de su hermano pero sabía que ante tales palabras hacia Sagitario Shura le hubiera odiado, nadie respetaba más esa memoria que quien lo mató y ahora se sabía traidor e injusto. No fue culpa suya.

Al final ambos vencidos por Morfeo se abandonaron a la inconsciencia, para no despertar ni siquiera cuando a las nueve menos cuarto un Afrodita que corría presuroso por la casa hablaba a gritos por el móvil con un irritado D.M. Al que se podía oír hablar sin necesidad de pegar la oreja al teléfono.

- ¡¡Ya voy Maski!! ¡¿Tú crees que uno tiene este aspecto así, sin más? ¡¡Me da igual que como esté Shion!!! ¡¡Seguro que Aioria no se ha levantado aún!! ¿Que Shura no ha llegado? Espera, estoy en Capricornio, a lo mejor se encuentra mal, él nunca se duerme.

 

 

 

Afro se aproximó a la puerta. Pronunció un hola, bajito, por si el español estuviese medio moribundo en cama... aquello era extraño. Abrió la puerta poco a poco y lo que vio si era algo fuera de lo normal, Aioria y Shura, juntos, en la misma cama. El de cabellos celestes sonrió y cerrando la puerta tras de si dijo.

- Me encanta que el amor triunfe.

Afrodita, muy amable, excusó con Shion a Shura, ya que el Patriarca no quería ni oír hablar de la total falta de puntualidad de Leo. Cuando le preguntó por el suyo propio airado contestó.

- ¿Es que no ve? Estaba aplicándome la mascarilla.

Una voz ronca gritó a lo lejos ¿QUÉ? Todos rieron, pero sobre todo Afro al que le encantaban los finales felices.

Ambos amantes despertaron a medio día. Soñolientos y no imaginando siquiera la hora, se sonrieron, el menor acercó su mano a la mejilla del otro y la acarició con ternura. Le dio un suave beso en los labios. Shura se preguntó qué hora sería, miró el reloj y el espanto se reflejó en sus ojos.

- ¡¡Son las doce!!!!!!!!!

- ¿Qué? No puede ser tan tarde.

Lo era, y ambos se vistieron a toda velocidad, no tenía mucho sentido porque a esas horas el Sol pegaba muy fuerte y nadie entrenaba ya. Shion deseaba linchar a Aioria, ya que Shura estaba, según Afro, indispuesto.

Ambos salieron juntos y corriendo de Capricornio pero antes de bajar a la arena en sus labios había una gran sonrisa.


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