Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Segunda oportunidad. por DanTamMu13

[Reviews - 43]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Espero que les guste el nuevo capítulo ;)

Les dejo leer la actualización. Perdón que siga siendo puro drama y también que sea tan largo; pero fue inevitable...

Les quiero (: 

Tras dos horas y media de camino, llegamos, Sasori, aún con su rostro inexpresivo, se bajó del auto apenas llegamos, pude notar su palidez, cosa que ahora mismo no me importaba.

Entré corriendo a la casa, mirando a mis padres, ambos con su elegancia de siempre, denotando la clase de la que provenían.

 

-        Bienvenido, Sasuke, nos alegra que hayas llegado pronto. – saludó mi madre con much tranquilidad.

-        ¿Estás de joda? – pregunté molesto.

-        No le hables así a tu madre. – la voz notablemente más ronca de mi padre me llamó la atención.

-        No, vengo lo más rápido posible por la noticia, no es como invitar a gente a tu casa, es que venga la familia para que podamos afrontar nuestra realidad. – le dije molesto.

-        Tienes razón, Sasuke; pero no es momento para pelear. – habló Itachi caminando por la sala, y señalándola también.

-        Sai, sal de ahí. – pedí tratando de calmarme.

 

Sai era nuestro hermano menor, y digo, no tan menor, ya tenía 16 años. No tardó en salir, era el menos amargado de la familia, supongo porque no había crecido con nuestros padres, sino que desde pequeño se lo mandó a un internado.

 

-        Hola hermano. – salió a saludarme, no dudó en darme un abrazo.

-        Lo siento, Sai. No tenías que escuchar nada de eso. – admití. Era el único de toda la familia que me hacía actuar casi como ser humano normal.

-        No, no importa.

 

Me soltó y se alejó un poco, después de eso nadie habló de nuevo de la enfermedad, al menos no por ese día. Hasta él necesitaba descansar de aquella dura noticia.

 

Me dediqué a investigar de dicha enfermedad los días siguientes, ya que podíamos darnos cuenta todos de que habían días “buenos”, malos, y terribles, y esos iban ganando por mayoría.

Sai no se marchaba de mi lado, ya que, aunque Itachi había pedido estos meses como favor al director, siempre estaba con Sasori.

Aunque debía admitir que todos ayudábamos en todo momento. Nuestra madre había despedido al servicio de su casa, por vergüenza a que vieran a nuestro padre así de enfermo en sus últimos días, y entonces entendí. No sólo era vergüenza, Minato me lo había dicho, esto era familiar. Y tenía razón.

 

Los días pasaban, y papá poco a poco tenía menos fuerza, y eso sólo hacía que todos en casa nos distanciáramos más, no entre nosotros, sino con la realidad en general, a excepción de Itachi.

Ya no hablábamos mucho, en realidad. No comentábamos nada, tampoco, no queríamos estar juntos por mucho tiempo. Hasta que un día llegó Itachi de la universidad, ya que lo habían llamado.

 

-        Chicos. – nos llamó a Sai y a mí.

-        Hmm. – fue mi única respuesta.

-        Sai, los exámenes ya están comenzando para la preparatoria. Será mejor que mañana vayamos juntos.

-        Vale. – hasta Sai ahora era más callado y retraído.

-        Y Sasuke, Sasori me dijo que te llamó la atención Programación en Java. Te conseguí un lugar, si te interesa, igual, vamos mañana.

-        Ajá. – respondí apenas y sin pensarlo me alejé de inmediato.

 

No había prestado atención realmente, así que tampoco entendí a que había accedido; pero traté de ignorar ese hecho.

El resto de la tarde fue un día terrible, papá no dejaba de toser sangre, cosa normal con ese tipo de cáncer, por lo que ya no nos preocupábamos, sólo nos limitábamos a limpiarlo y cuidar de él.

Llegó la noche y nos turnamos para dormir un rato entre Itachi y yo para dejar a nuestra madre dormir.

 

A la mañana siguiente Itachi nos despertó a Sai y a mí, ya que la última guardia había sido suya. Nos arreglamos rápidamente y salimos con él, a mitad del camino quise preguntar a dónde íbamos; pero desistí, ya que fuere lo que fuere, ya había aceptado antes.

Llegamos a la universidad donde trabajaba y entramos a la oficina de dirección de carrera, me dejaron y ellos se alejaron para buscar la de preparatoria.

 

-        Buenos días, ¿te puedo ayudar en algo? – me llamó una chica de cabello rosa, corto.

-        Seguro, mi hermano es Itachi Uchiha, y ayer habló para informes de Programación Java, porque me interesa. – dije sin pensar mucho.

-        Oh, buscas al director de carrera, bueno, su nombre es Kakashi Hatake, mira, sales al pasillo y giras a la derecha, hasta el fondo del pasillo y giras a la izquierda hasta el final, de nuevo. Ahí verás una puerta con su nombre escrito, con él puedes ver lo de tu lugar. – explicó antes de sentarse de nuevo y regresar a lo suyo.

 

Salí y seguí sus instrucciones al pie de la letra, encontrando así la oficina de aquel sujeto con quien debía hablar ahora, así pues, llamé y no tardaron en abrir.

 

-        ¿Sasuke Uchiha? – me preguntó al verme un hombre con cabellos plateados y una máscara que le cubría la mitad de la cara, incluido un ojo.

-        Sí, ¿cómo lo supo?

-        Se parecen tú y tu hermano. Entonces, ¿Programación? – preguntó como si no supiera.

-        Sí, así es.

-        Bien, la carrera comienza en un mes, ¿te sirve? – preguntó sin verme, fijándose más en los papeles sobre su escritorio.

-        Sí, me sirve.

-        De acuerdo, ¿edad?

-        21 años.

-        Vale, terminarías en 3 años, no es tan difícil como parece, creo. Lo único es el material, aunque para tu familia no debería ser problema. – dijo riendo.

-        ¿Perdón? – cuestioné sin comprender.

-        Oh, es material muy caro, generalmente. Lo que usaras, una computadora con excelente memoria gráfica, ya que ayudarás a tus compañeros de animación, ocasionalmente, y estas características. – dijo acercándome un papel.

-        De acuerdo, gracias.

-        Y Sasuke. – llamó antes de que saliera.

-        ¿Sí?

-        Lo siento mucho. – dijo antes de volver su vista a su trabajo.

 

Era evidente que todos supieran de aquello, después de todo, Itachi no recibía trato especial por su linda cara, sino por lo importante de la situación. No me sorprendió, sólo me incomodó un poco.

Caminé a la salida, esperando a Itachi y Sai en el patio. Estando ahí miré apenas un grupo de chicos que molestaban a uno en específico. Era un chico rubio, de tez morena y ojos claros, al menos lo que vi de lejos. Y entonces recordé lo crueles que podían ser los chicos. Me vi tentado a acercarme, aunque tampoco es como que fuera mi problema.

Antes de decidirlo salieron Sai e Itachi, quienes rápidamente me llamaron y se acercaron a mí.

 

-        ¿Listo? – preguntó Itachi.

-        Sí, en un mes. – respondí apenas.

-        Yo en dos, aunque no es carrera. – dijo Sai con una diminuta sonrisa.

 

Una parte de mí había odiado ver eso, había odiado a Sai por poder sonreír en la situación en la que estábamos, donde teníamos que recurrir a favores a causa de un factor que no podíamos controlar. Y antes de poder decirle algo, recordé al rubio en problemas, giré, y ya no había nadie allí. Me agaché en hombros y caminamos hacia el auto de Itachi para volver a casa.

 

 

Era increíble lo mucho que alguien podía empeorar en cuestión de dos semanas. La noche anterior todo se nos había salido de control de tal modo que estábamos todos en el hospital ahora, donde nos habían dicho que permanecería hasta nuevo aviso.

Todos sabíamos lo que eso significaba, y, aun así, nadie lo mencionaba, nadie estaba dispuesto a decirlo. No teníamos tanto valor.

 

Todos comenzamos a prepararnos para lo inminente, no era fácil, y no lo sería; pero no teníamos opciones. Ni bien habían pasado dos días cuando nos llamaron del hospital. Mamá cuidaba de él, por lo que fuimos los tres, dejando a Sasori en casa.        

 

-        Gracias por venir, chicos. Necesito hablar con ustedes. – habló nuestra madre.

-        Dinos. – habló Itachi.

-        Antes de que todo esto sucediera, cuando recibimos el diagnóstico, hablamos de esto su padre y yo. Y él me pidió, me hizo prometer que, si un día dependía de una máquina para poder respirar unos días más, que se la quitáramos. – explicó.

-        No. – susurré.

-        Sasuke, no les he pedido permiso, es lo que tu padre quiere. Los llamé para que podamos estar en familia y…

-        ¿Despedirnos? – preguntó Itachi.

 

La boca se me secó, los ojos se cristalizaron, los puños se cerraron tan fuerte que me dolía. Sin darme cuenta, la reacción inconsciente que tuve llamó la atención de todos. Sabía que no sería fácil; pero no teníamos alternativas.

Pasé por ellos y entré a la habitación, viendo a mi padre postrado en una cama, rodeado de máquinas y monitores, pitando todo el tiempo. Escuchar su respiración no me era difícil, ya que de niño había tenido un accidente y había perdido la vista por un par de años hasta que me operaron, por lo que tenía excelente oído.

 

-        Sasuke. – susurró mi padre.

-        Hey, no hables. – le pedí aguantando el llanto.

 

Me acerqué a él, sentándome a su lado, tomé su mano y besé su mejilla. Se sentía tan débil, tan frágil, que por poco temí lastimarlo con algún movimiento.

 

-        Te quiero, ¿lo sabes? – le pregunté mirándolo fijamente a los ojos. - ¿Qué se supone que hagamos sin ti? – pregunté ya dejando salir unas lágrimas. – Quiero decir, Itachi ya es grande, tiene todo, yo… no podrás verme en mi graduación… no podrás ver a Sai en la preparatoria.

 

Él sólo me miraba llorando también. No sólo era un momento emotivo, era doloroso. Había pensado tantas veces que, si fuera a pasar un día, esperaba que fuera después, cuando estuviéramos más grandes. Mi padre no era tan mayor, tenía apenas 55 años, no esperaba quedarme sin él en tan poco tiempo.

Entraron los demás a la habitación y yo, necesariamente, salí de ahí, tenía que calmarme un poco. Pasados veinte minutos, donde todos habían hablado con él, me acerqué nuevamente y entró un médico, quién preguntó si estábamos seguros. Y aunque me hubiera gustado decir que no, sabía que era más sufrimiento para él, y no era justo.

Accedimos y apagó las máquinas frente a nosotros. Y desde ese momento sentí un hueco en el estómago, sentí como me ardía el pecho, y las lágrimas sólo salieron. Nos quedamos 1 hora después de que su cuerpo estuviera inmóvil, llorando juntos, como familia.

 

Regresamos a casa y cada quién se fue a una habitación diferente. Yo pensé en muchas soluciones, y las medité todas y cada una de ellas en el trascurso de la noche. Así me decidí.

No lo soportaría, no podría seguir con aquella imagen en la cual mi padre poco a poco se dejaba de mover por completo.

A la mañana siguiente todos desayunaban juntos y me excusé fingiendo no tener apetito. Y aunque no era cierto, no veía el punto en comer, si de nada me serviría minutos después.

Entré a mi habitación y encontré rápidamente un cutter entre los cajones, lo tomé, y sin pensarlo demasiado entré al baño y sentado, recargando en la pared, enterré el filo en mis muñecas, detendiéndome cuando sentía la sangre brotar.

 

 

Desperté en una habitación ligeramente familiar, y ni bien había despertado, sentí mi mejilla izquierda arder luego de un sonido seco.

 

-        Eres un imbécil. – la voz era de Itachi, logré enfocar y lo vi, con un puño cerrado cerca de mí. Eso era lo que había sucedido, me había golpeado.

-        ¿Eh? – no recordaba mucho.

-        ¿Qué carajo te sucede? Perdimos a papá, todos, no sólo tú. – exclamó muy molesto.

-        Ita, calma, ve a respirar, déjame con él. – habló Sasori entrando a la habitación.

 

Intenté incorporarme y las muñecas inmediatamente me dolieron, fue un dolor como pocos, sentí quemar la piel y sin pensarlo las dejé descansando de nuevo. Las miré de reojo y lo recordé.

 

-        ¿No recordabas? – preguntó Sasori. No estaba serio como siempre.

-        No. – confesé.

-        Eres un idiota. Sai fue a buscarte, quería que lo acompañaras a comprar cosas para s nueva escuela. Él te encontró Sasuke. – escuchar eso me hizo estremecer, jamás pensé que fuera a ser él quién me buscara.

-        Su cara de terror fue indescriptible, ni siquiera recordó haber gritado. Llegamos corriendo para verte en el piso. Sai también está internado, entró en shock. Tu madre tuvo un colapso nervioso. En dos días había perdido a su esposo, casi pierde a su hijo, y su último hijo está en estado de shock. No habla, no responde todavía. Sabe que estamos ahí; pero está perdido en sus pensamientos, lejano a nosotros. – dijo molesto.

-        ¿Podré verlo? – pedí apenado.

-        Tienes que ser muy imbécil, ¿por qué hiciste eso? – preguntó ignorando mi pregunta.

-        Pensé que era la única salida, ¿de acuerdo?

-        No, nada de “de acuerdo”. Sai te adora, eres su hermano. Lo que les hiciste a todos no ha sido más que una gran estupidez. No tienen la culpa.

 

Después de decir eso salió de la habitación. Me dejó solo por un buen rato, hasta que finalmente entró el médico, que, en realidad, era mujer.

 

-        Soy Tsunade – se presentó. -, y soy tu médico. Ahora, ¿cómo te sientes?

-        Bien, ¿puedo ver a mi hermano? – pregunté de inmediato.

-        No servirá de mucho, sigue igual.

-        Lo quiero ver. – insistí.

-        De acuerdo, ven.

 

Ella me ayudó a levantarme, sin usar las manos. Salimos y me vieron Itachi y Sasori, pasamos de ellos y caminamos unas cuantas habitaciones hasta llegar a una donde vi a mi madre sentada al lado de Sai, quien se encontraba sentado en el sillón del rincón, perdido en su mente.

 

-        Señora, ¿nos permite un minuto? – preguntó la doctora.

 

Mi madre se levantó, y me miró llena de dolor, se acercó a mí y me dio una bofetada. La doctora intentó detenerla casi de inmediato.

 

-        No – le hablé a mi médico. -, déjela. – pedí.

 

La doctora salió de la habitación, mi madre me dio otra bofetada, y después de eso me abrazó con fuerza.

 

-        Lo lamento, me lo merecía, por imbécil. – admití.

-        Sí, no te quito eso; pero me alegra que estés bien. – dijo apenas soltando el abrazo.

-        ¿Cómo está él? – pregunté mirándolo.

-        Él se ha llevado lo peor. Lo están tratando, y tiene muchos médicos especializados; pero…

-        ¿Me puedes dar unos minutos a solas con él? – pedí atentamente.

-        Sí.

 

Salió cerrando la puerta tras ella, y yo sólo me senté en su lugar, al lado de Sai.

 

-        Hola, hermano – saludé, sin éxito. -. Todo salió bien, ¿sabes? Lamento que vieras todo eso – dije siendo totalmente honesto. -. Estarás bien ¿cierto? Te vas a recuperar, y no me importa si me odias el resto de mis días, necesito verte mejor, necesito escuchar de nuevo tu voz alegre. Necesitamos que regreses, eres el único normal de la familia. Te quiero.

 

Me acerqué a él besando su frente, mientras él permanecía en total silencio, inmóvil. Me alejé suspirando, y al llegar a la puerta tuve que tocarla para que me ayudaran a abrirla.

Abrió mi madre, y de inmediato se asomó con esperanza de verlo mejor.

 

-        Supongo que hubiera sido demasiado bueno. – habló bastante triste.

-        Él se mejorará. – le dije abrazándola.

-        Quiero confiar en eso.

-        Claro que lo hará, ¿quieres ayuda para cuidarlo? – pregunté curioso.

-        ¿Ayuda?

-        Sí, me refiero, puedo retrasar mi entrada a la carrera y ayudarte todo el día. – ofrecí.

-        No, no hagas eso. En realidad, hablé ya con tu hermano y su novio. Ellos me ayudarán, y creemos que lo mejor para ti sería que entraras a la universidad y te quedaras en el dormitorio entre semana.

-        ¿Qué? – no pelearía, no podía con todo lo que había hecho, sólo no entendía.

-        Sí, no queremos darte tiempos libres, Sasuke. No hasta que estés… mejor. – explicó.

 

Asentí sin discutir y caminé de vuelta a mi habitación. La doctora me visitó nuevamente, explicándome que para el comienzo de clases ya debería estar mejor, ya que no había cortado de gravedad ningún tendón, por lo que en un mes y medio estaría como nuevo. Así pues, tendría cita con ella cada fin de semana. Y en cuanto a psiquiatras, discutimos la posibilidad, y acordamos decidirlo acorde a mi progreso. Aseguré que no lo haría de nuevo y que todo estaría bien.

Sin embargo, me darían el alta unos días después, ya que no podía hacer muchas cosas y necesitaba muchos cuidados específicos.

 

Los días pasaron y día con día visitaba a Sai, sin lograr nada. Seguía ausente, él sólo miraba un punto fijo e ignoraba al resto del mundo; pero no me daría por vencido tan fácil.

Seguiría yendo hasta que él reaccionara. Terminaron dándome el alta dos días antes de las clases, y apenas llegué a casa, Itachi me esperaba con mis maletas. Me llevó de inmediato al dormitorio, habían conseguido que mi compañero de habitación fuera un chico que estuviera ya ahí.

 

Itachi no se despidió, me dejó y se fue aún molesto. Yo entré al dormitorio, buscando a aquel chico, pensando que, tal vez, podría abusar un poco pidiendo ayuda. Al no ver a nadie me arme de valor. Me costaría unas semanas más de recuperación; pero tenía que meter las maletas en mi habitación. Una vez lo había logrado, comencé a desempacar, guardando todo en donde podía. No parecía haber nadie aún. Quizá el chico llegaría después.

 

Al ver todo terminado y acomodado me recosté en la cama, sacando mis medicamentos, tomé los correspondientes y luego opté por dormir un poco.

 

-        ¿Hn? – me quejé abriendo los ojos. Giré sobre la cama y encontré a un chico desempacando. Lo vi y me pareció de lo más familiar; pero no sabía de dónde. Era rubio, ojos celestes.

-        Al fin has despertado. – dijo indiferente.

-        Sí, se suponía que cuando llegara yo, ya debías estar. – admití sin pensar. De inmediato lo pensé otra vez y me arrepentí.

-        Oh, bueno, he llegado algo tarde.

 

Dicho eso se dio la vuela, dándome la espalda. Aproveché y me miré las muñecas, no se notaba tanto la herida, aunque debería tener cuidado.

Permanecí acostado, de pronto él se sentó, prendiendo su computadora, y perdiéndose en sus pensamientos.

 

-        ¿No comerás? – pregunté.

 

Él me miró sorprendido, dudó unos segundos si hablar o no, y optó por no hacerlo. Bajó la mirada nuevamente, concentrándose en su laptop e ignorándome totalmente.

 

-        Oye, te hablé. – solté sin pensar.

-        No lo hagas y ya.

 

Ese chico era demasiado antisocial, hasta para mí. Lo miré fijamente unos minutos y, aunque no sabía de donde me sonaba, sí pude comprobar lo bien parecido que era. Me limité a permanecer acostado hasta que se hizo lo suficientemente oscuro para tener que encender una luz.

Me levanté sin usar las muñecas con algunos trucos que me habían enseñado en el hospital, y prendí la luz. Hasta ese momento mi compañero regresó en sí.

 

-        ¿Hmm? ¿Es muy tarde? – preguntó sorprendido.

-        Son las 11:30. – avisé.

-        Vaya, gracias.

 

Él se levantó y sin pensar en nada se quitó la playera y el pantalón, dejándome ver todo un espectáculo. En realidad, tenía un excelente cuerpo, muy bien formado, sus músculos marcados. Justo mi tipo de chico. Me giré al verle la intención de terminar de desvestirse. Al escuchar cada movimiento pude comprobar a cuantos pasos estaba el clóset de su posición, la cantidad de prendas que tomó, cuando se puso cada una de ellas e incluso cuando cerró su portátil en completo silencio, creyó él.

Entonces me levanté, con los ojos cerrados, contando los pasos de mi cama a mi clóset, la estatura, comparada a mis partes del cuerpo, de cada cajón, la cantidad de pasos para mi escritorio, incluso la cantidad de pasos para la puerta principal.

 

-        ¿Qué haces? – preguntó curioso.

-        ¿No que preferías que no te hablara? – atajé.

-        Yo no, lo preferirás tú. – explicó para después caminar lo suficiente como para, supuse, llegar a su cama, y el golpe fuerte de algo contra algo grande y ligeramente acolchonado, me lo confirmó.

 

Aun cuando no había entendido a lo que se refería me limité a seguir con lo mío. Memorizando mentalmente la ubicación de los objetos de la habitación.

 

-        ¿Y el baño? – pregunté curioso.

-        Bueno, estamos en el único edificio de dormitorios donde los baños son comunes. Están en el piso de arriba, al fondo del pasillo. – explicó.

-        ¿Te molestaría llevarme? – pregunté aún con los ojos cerrados.

-        Si me explicas lo que haces, no. – espetó.

-        Soy fotosensible, demasiado. Así que, ocasionalmente, cuando las luces son muy fuertes no puedo moverme con libertad a menos que no vea. – expliqué mintiendo un poco.

-        Vamos.

 

Se levantó y conté los pasos de su cama a la puerta, donde estaba yo. Abrió la puerta y me tomó la muñeca, cosa que de inmediato me dolió, por lo que lo solté.

 

-        ¿Qué fue…

-        Puedo ir solo, sólo indícame hacia donde, yo contaré los pasos. – dije interrumpiendo.

 

Él me guío, diciendo hacía donde debía girar ahora. Mientras yo contaba pasos de un sitio a otro, escalones, pasos nuevamente, y luego pasos desde la entrada del baño a los cubículos y, finalmente, a las duchas. Terminado eso le pedí que no me dijera nada de regreso, quería comprobar si lo había memorizado.

Caminé de vuelta seguido de él, y no dio un paso que yo no daba, para no hacerme notar si me había equivocado o no.

 

-        Lo hizo, sorprendente – murmuró una vez llegué a la puerta.

-        También tengo buen oído. Gracias. – dije entrando.

 

El chico sólo guardó silencio y decidí ir a dormir, nuevamente. Pensé antes de dormir que quizá contarle un poco de verdad sobre mis ojos no sería tan mala idea; pero preferí omitirlo. Me acerqué a mi escritorio, tomando un pequeño estuche donde guardaba los lentes de contacto, me los quité, los guardé, cerré el estuche, y entonces caminé de vuelta a la cama contando, ya con los ojos abiertos.

Entonces me di cuenta que no había puesto ninguna alarma, aunque siempre me despertaba temprano, asumí que eso sería a las 6 o 7 am, esperaba que él siguiera dormido entonces. Así no vería mis ojos.

Después del accidente mis ojos casi pierden toda visión, alcanzaron a rescatarla tras varias operaciones, aunque no fue exitoso del todo. Mis ojos eran totalmente blancos, como los ojos de cualquier invidente, así, cuando me dijeron que podía intentar con lentes, había comprado lentes de contacto con color, no se vería raro unos ojos oscuros como mi cabello, pensé. Cada dos años mi graduación aumentaba nuevamente, y ya iba en 10, antes de llegar al 13 debería ir a hacerme la última operación de mi vida, la cual me permitiría ver por otros veinte años, aproximadamente. Después de eso, quedaría permanentemente ciego; pero todo aquello era demasiado personal para contárselo a alguien que no conocía.

 

Notas finales:

Cuéntenme que les pareció el capítulo, por fi, aquí abajito en los reviews.

Buenas a todos, y pronto regresaré con el siguiente capítulo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).