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Una "cita" accidentada por yingyang

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Notas del fanfic:

 

 

Notas del capitulo:

Buenos días a todos, cuándo sacaron está convocatoria, supe que debía escribir algo, Kise es mi personaje favorito, siempre he admirado su tenacidad en el básket, y así que escribí para él en su cumpleaños (No se si poonerlo en wattpad y fanfiction)

Cuándo leí la temática, supe que debía ser de comedia. (¿Yo escribiendo de comedia? XD), para este reto me basé en dos clichés: El protagonista (Kise) es algo torpe y lindo; y la otra. El beso es en la primera cita. Así que espero que lo disfruten. Hace mucho que no escribo, pero este fic, me salió del corazón.

“Este fic es parte de la convocatoria “El cliché de Kise” organizada por el grupo AoKiLovers~”. Los personajes le pertenecen a Tadatoshi Fujimaki. 

ACLARACIONES


—Diálogos—

 

Sin más, espero lo disfruten

Una “Cita” accidentada

Lloraba sin descansó, escondido en un callejón sin salida, con helado en su camisa, barro en sus pantalones, y manchas de origen extraño que ya no quería recordar, ¿Por qué todo le tenía que salir mal aquel día? Seguramente Midorima Shinatrõ, explicaría que todo aquello se debía a que estaba en el último puesto de Oha Asa, y que no debió haber salido de su casa.

Pero ¡Por Dios! Era su cumpleaños, no esperaba quedarse como ermitaño, viendo un canal deportivo, mientras se atragantaba en helado, no, él no era así, fue él quien llamó a todos sus amigos para que se encontrarán, él fue el que les dijo que aquel parque de diversiones sería divertido. Gran equivocación.

Primero los llamó a todos, Akashi le dijo —Lo siento Ryõta, esta tarde tengo una partida de shõgi, después un concierto de violín, una clase de francés y después clase de equitación, para cuándo me haya desocupado no quedará ningún tren—, claro que se resignó, pero entendiendo lo multitareas que era Akashi Seijurõ no quiso ahondar más en el asunto.

Después llamó a Midorima Shintarõ, su excusa —Oha Asa dijo que géminis está en el último puesto de Oha Asa el artículo de la suerte es algo de plata, no te recomiendo que salgas, además, estoy en el primer puesto, no quiero que se me pegue tu mala suerte— Y no le dijo más, era prácticamente un no rotundo.

Después llamó a Murasakibara Atsuchi, algo sobre Tokio, sobre golosinas, y sobre un osito gigante de azúcar con el que había soñado, le colgó sin antes decirle que después le daría algo como recompensa, cuando escuchó como le colgaban, suspiró de resignación, no le entendió nada, sentado en la entrada de su vacía casa una lágrima se escurrió entre sus ojos, ahora se daba cuenta de que probablemente nadie se hubiera acordado que ese día, él cumplía años.

Marcó un nuevo número, —¡Kurokochi!— gritó de felicidad, hasta que una voz afeminada le respondió, era su madre, al parecer había salido a dar una vuelta por el parque con su perrito, y había olvidado su celular, que después le llamó de un número que ella no conocía para decirle que estaba bien, y que se iba a demorar por qué se había encontrado con su amigo Kagami Taiga, y que no se preocupará por él.

Él colgó, no sin antes disculparse por gritar como un loco, y se sorprendió cuando le dijo —Feliz cumpleaños— bueno, al menos alguien recordaba su cumpleaños aquel día. Ahora él estaba quieto, observando el último de los números, o más bien el primero de ellos, el número de Aomine Daiki. Apretó el celular en su mano derecha, y no lo marcó, desde que “La generación de los milagros” se hubiera reunido para derrotar a aquellos estadounidenses, no habían vuelto a hablar. Ni siquiera él sabía por qué. Y la verdad, no quería hacerlo.

Así que sin pensar en mucho, decidió ir él solo, podría divertirse él solo, amarró sus tenis azulados y se paró, cuando el ring tone Uptown Funk comenzó a sonar, en la pantalla de su celular un nombre brillaba, “Aominechi” con estrellas corazones y otras cosas, él se quedó estático, y casi por inercia contestó.

— ¡Yo, Kise! — Escuchó por el parlante de su celular, escuchaba en el fondo risas y otras cosas — ¡Hola Aominechi— respondió, y antes de que pudiera decir una sola palabra más escuchó —Te espero en el parque de diversiones cerca a tu casa— antes de que le colgara.

No recuerda cómo fue que llegó allí, no se acordaba de la mitad del camino que había recorrido, solo “Despertó” cuando prácticamente tuvo a un Aomine Daiki frente a él. No fue él quien corrió a saludarlo, sino fue Aomine, lo abrazo y sacudió su caabello, le sonrió de oreja a oreja y lo soltó.

Kise supuso que él tampoco sabía de su cumpleaños, pero no quiso decírselo, le sonrió y comenzó a disfrutar de aquel ambiente, la primera atracción a la que subieron fue a los carritos chocones, una fila interminable para cinco minutos de diversión, pero le parecía tan divertido poder hacer aquello, hasta que fue su turno, aquel carrito enlatado, en donde ni siquiera sus piernas cabían completamente, con una antena de metal que tocaba un cielo lleno de circuitos, se preguntó por un breve instante que si la tocaba podría electrocutarse.

Como dicen, la curiosidad mató al gato, o más bien, le mando una ligera carga eléctrica que recorrió de un extremo a otro su cuerpo, no supo si era su imaginación o si era real, pero juró ver como el humo salía de la punta de sus dedos, fue un poco vergonzoso que lo regañaran como niño pequeño por hacer aquello, el resultado, ni siquiera pudo girar el manubrio.

Aomine se río de él, por los siguientes 10 minutos, diciéndole que había hecho el ridículo, incluso frente a niños de 4 años —¡Aominechi! — Gritó tratando de defender su estúpida travesía, él era un poco curioso, eso era todo.

La siguiente, la montaña rusa, la adrenalina que se sentía cuando estabas hasta el frente del carro, que era sostenido por unas poleas, mientras veías pasar tu vida ante tus ojos, mientras tu cuerpo daba giros a una velocidad de 100 Km/h. Pero nadie le dijo que no debía comer un perro caliente con triple salsa de mostaza, ni que no debía ir detrás de un niño con un algodón de azúcar de color azulado, ni nadie jamás le dijo, que aquella máquina del infierno daba tantas vueltas.

El resultado, él, con su cabeza metida entre la basura, mientras devolvía cada parte de su almuerzo, y otras cosas que preferiría olvidar, y con su camisa mojada, producto del mareo del niño frente a él. Adiós camisa. Se tranquilizó un poco cuando un Aomine le sonreía como si nada pasara, y le extendía una servilleta, no quería volverse a subir a algo así en su vida.

Ahora descansaba en una banca de madera, en medio de gritos y risas, mientras él se lamentaba por su mareo, Aomine lo había dejado, buscando no sé qué cosas, en no sé dónde, él se perdió en la mitad de aquella explicación. Estaba tan estúpidamente enamora de aquel hombre, que le enojaba sus sonrisas eternas.

De repente sintió algo frio sobre su cuero cabelludo, alzo la mirada, y frente a él, con los rayos del sol que lo cegaban momentánea, vio una imagen etérea y divina, y creyó que podría morir de felicidad en aquel instante. Aomine, le extendía un vaso desechable, con hielos en el interior, y para él, eso fue lo más tierno del mundo, y en su mano izquierda una camisa, con un Mickey mouse dibujado.

¿Cómo no enamorarse de aquello? —Gracias Aominechi— tomó el vaso y tomó un hielo, recordaba que cuando él era pequeño, se mareaba con facilidad, y su madre, para aliviar su malestar, tomaba un cubo de hielo, y lo pasaba por su rostro y por sus muñecas. Así que él hizo lo mismo. Con su dedo meñique y pulgar tomo el hielo, cerró sus ojos, y con lentitud lo puso en su frente, las gotas de agua escurrían por su nariz y se perdían en algún punto del suelo.

Siguió con sus parpados, esta vez, las gotas caían cerca de la comisura de sus labios, y eso lo tranquilizó aún más, después su nariz, sus mejillas, sus orejas, y después sus labios, tomó uno nuevo, y bordeó sus labios, mojándolos con el hielo, para después comerse lo que quedaba de este. Abrió sus ojos y observó a una multitud frente a él, que lo observaba como si le hubiera crecido una tercera cabeza. Y como siempre, los ignoró. Tomó un nuevo hielo, y con cuidado lo frotó en su muñeca, ya estaba mucho mejor.

Levantó de nuevo su mirada, y observó cómo aún su amigo estaba parado frente a él, con una camisa de Mickey Mouse en su mano izquierda —Gracias Aominechi— le dijo tomando la camisa, que era como tres tallas más de las que él solía utilizar. Le resultó algo extraño que el otro no hubiera dicho ni una palabra, pero lo dejo pasar, quizás había visto a alguien con una buena delantera, y aquello lo entristeció un poco.

Se paró de aquella butaca, no sin antes sentir como algo caía en su cabeza, se llevó una mano temerosa hasta aquel punto, no era nada más y nada menos que popo de pájaro, ahora solo quería irse. Intentó quitarse el olor a… bueno, el olor que tenía, pero sabía de antemano que ni siquiera el mejor baño con sopa de tomate le quitaría el recuerdo del olor que tenía impregnado en sus fosas nasales.

Observó aquella prenda, y no tuvo más remedio que botar su camisa nueva, que él había comprado para aquel cumpleaños, y ponerse una de Mickey Mouse, dos tallas más grande, pero no habiendo más. Con pesar arrojó su camisa al basurero de aquel baño. Se observó al espejo y no se pudo reconocer, ¡Genial!, ya nada podría empeorar.

Él y su bocota. Cuando salió de allí, solo tenía ánimos de irse a su casa, comerse el helado de vainilla y chocolate, y verse una película de drama, y llorar hasta que las lágrimas se le secaran. Pero Aomine Daiki no pensaba así, cuando él salió del baño, lo vio allí, con muchas mujeres rodeándolo, ya debía estar más que acostumbrado a ello, pero aún le dolía un poco ver aquello.

Él las saludaba con una sonrisa de oreja a oreja, y Kise supuso que estaba teniendo una conversación interesante, le sorprendió que apenas él lo vio, las dejó hablando solas, de reojo vio como unas cuantas estaban sonrojadas y otras estaban con la boca abierta, quien sabe que les había dicho.

Frente a él, su peor temor, más que la montaña rusa del infierno o el carrito electrificante, nada más y nada menos que la casa del terror. —¡Aominechi! ¡No entraré allí!

— ¡Oh sí!, claro que lo harás, o ¿Eres gallina? — Esas palabras le dieron una valentía momentánea, o más bien le aumentaron su estupidez, si es que se podía, después se arrepentiría. Se tensó al ver aquella casa negra, de aspecto tétrico, en el fondo sabía que no eran más que efectos de sonidos, y muñecos, y una que otra persona adicta a los disfraces, pero el miedo no comprendía aquello.

Una puerta lo recibió, con viseras colgando del techo, de las que caía sangre falsa sobre su cara, el payaso con cara tétrica, que lo recibía con un cuchillo ensangrentado y unas cuantas víctimas en el suelo, y gritó, claro que grito, y como niñita.

Cuando salió de allí, con su corazón en la mano, golpeo a un Aomine Daiki, que prácticamente lloraba de la risa, en serio, a veces le daban ganas de golpearlo, jamás le perdonaría. Así que sin querer quedarse más, comenzó a caminar, craso error, piso una cascará de banano y se resbaló cayendo en un enorme charco de barro, para que segundos después, un niño cayera sobre él, y el helado de chispas de colores con salsa de mora cayera sobre su pantalón, preciso en aquel lugar.

A veces odiaba a Oha Asa o quizás odiaba a su suerte. Así que comenzó a caminar, con sus puños apretados, quería gritar, y cuando pensó que nada podía empeorar, un aguacero empezó a caer de repente, mojando todo, vio como todos corrían despavoridos, y él solo corrió, corrió y corrió hasta que se detuvo en aquel callejón sin salida, se sentó y comenzó a llorar.

Así es como llegamos al inició de esta historia, con un Kise Ryõta escondido en un callejón, “Celebrando” su cumpleaños, prácticamente podría gritar ¡Yuju! Por lo bien que lo estaba pasando. En serio que no se lo imaginaba así, se imaginaba un mejor final, con una declaración de amor imposible y una clásica escena romántica, una típica cita cliché, pero aquello no era una cita, era el infierno en vida.

De repente la lluvia se detuvo, escuchó como rebotaba contra algo, alzo su mirada, allí estaba Aomine Daiki, con una sombrilla parado a su lado, con una ligera sonrisa en sus labios, le extendió su mano izquierda y él la tomó. Pensó que lo acompañaría hasta su casa, pero su mano fue ligeramente apretada. Lo observó a aquellos ojos tan azules —Feliz cumpleaños Kise— dijo el otro, y él se quedó boquiabierto. Así que si lo recordaba.

Le sonrió —Gracias Aominechi— contestó, uno, dos tres pasos, hasta que estuvieron a unos centímetros, él odiaba esos tres centímetros de diferencia, entre él y Aomine Daiki, Alzó su rostro y Aomine bajó el suyo, y por fin, luego de ese día lleno de accidentes, se besaron.

Una y otra vez, pequeños besos, y después besos más extendidos, aún se tomaban de la mano —Recuerdas aquellas chicas, ¿Sabes por qué reaccionaron así?­

— ¿En serio Aominechi? Nos acabamos de besar y me hablas de mujeres—

— ¿Quieres saberlo o no? —

— Si, sé que igual lo dirás—

— Les dije, que estaba esperando al amor de mi vida— Kise se quedó sin habla, y le sonrió, ahora entendía un poco por qué la reacción de ellas.

— ¡Ah! Y por favor, no vuelvas a hacer eso del hielo frente a tantas personas—

— ¿Por qué? —

—Eres demasiado sensual, sin que te lo propongas

— ¡Por Dios Aominechi, estaba cubierto en sustancias extrañas y otras cosas, me veía todo, menos sensual!—

— No viste lo que yo—

—Debes estar muy enamorado de mí—

—Así es— Le sonrió de medio lado y se volvieron a besar, se separaron y se sonrieron, caminando juntos hasta su hogar.

¡Oh sorpresa! Todos estaban allí, con regalos en sus manos, y un enorme, enorme pastel de cumpleaños en medio de un montón de botanas, y sonrió, este día pudo haber sido accidentado, pero en definitiva no cambiaría nada de él, por qué después de todo, la persona que él amaba, lo amaba, y ninguno de sus amigos, ni siquiera Midorima, se olvidó de su cumpleaños. Y Agradeció a cada uno por ello.

FIN

Notas finales:

Gracias a todos por darle una oprtunidad, publicaré el link respectivo en el grupo que realizó esta convocatoria. Si tienen alguna pregunta, sugerencias las contestaré, y sería feliz si me envían un Rw. 

Espero leernos en una próxima ocasión. Y espero les guste, ya que es la primera vez que escribo de humor.


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