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Para siempre por ChiSutcliff

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Notas del fanfic:

 Los personajes no me pertenecen a mí, sino a Tadatoshi Fujumaki. Yo sólo inventé la historia.

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 El fic lo escribí para el grupo KiKuro, para el cumpleaños de Kise. 

 Espero que les guste.

Era una noche especialmente fría, más de lo que a Kuroko solía gustarle, aunque en esos momentos la temperatura era lo que menos le preocupaba. Estaba solo aquella noche del día de San Valentín caminando por una calle poco transitada, la misma en la que había iniciado la relación que había terminado hacía sólo unas pocas horas. Suspiró pensando en lo deprimente de su vida amorosa y, ¿por qué no? Lo patético de sí mismo.

—Soy un idiota—Se susurró. Observó en un incómodo silencio las nubecitas de vapor que salieron de entre sus labios.

Tetsuya, contrario a lo que todos imaginarían (incluido el mismo), había estado en muchas relaciones amorosas pues inexplicablemente para él, llamaba la atención de más muchachas de las que le hubiera resultado cómodo. Las Jóvenes solían confundir su amabilidad con interés. Pese a eso, en todas sus relaciones el final llegaba más temprano que tarde, siempre con la misma explicación y, sin embargo, una desconocida; todas sus ex-novias le decían lo mismo—con distintas palabras—, pero jamás lograban explicar el significado real de ésta, dejando al peliceleste con la incertidumbre.

Aunque el problema real no erradicaba en el fallo de sus relaciones ni en la explicación a aquello, era, más bien, que jamás había llenado el vacío que sentía en su corazón ni había logrado sentirse acompañado por las muchachas. Ni los besos más tiernos de las más dulces chicas, ni las caricias ni las palabras de amor, ¡nada! Era incapaz de sentir las cosquillas en su estómago y el rubor en sus mejillas, o la sensación de plenitud transmutada en una paz interior que aceleraba su corazón. Y no es que lo hubiera leído en alguna novela u oído de alguno de sus conocidos, él lo había sentido una vez, hace muchos años en la escuela media cuando era aún un joven inocente: se había enamorado de Kise Ryota.

En el momento en que conoció al rubio le pareció, en primera instancia; una persona algo llamativa (molesta), demasiado extrovertido y superficial, tal vez excesivamente radiante; aunque rápidamente se dio cuenta de lo arrogante, egocéntrico, vanidoso e hipócrita: fingía ser el príncipe azul de las chicas cuando era sólo un modelo egoísta más; en última instancia se percató de que no era una mala persona, sólo un idiota acostumbrado a obtenerlo todo con una sonrisa, que su personalidad falsa no era más que una máscara que se veía obligado a poner ante el mundo en el que se desenvolvía producto de su trabajo. Se terminó enamorando poco a poco, a raíz de aquellas cosas que descubría de su forma de ser, de su vida y cuando descubría secretos que Ryota jamás se hubiera atrevido a contar (esos de lo que el peliceleste se percató observándolo a diario). Sintió lástima al notar lo infeliz que era el chico fingiendo ser lo que no era, presionándose a sí mismo a siempre sonreír y ocultar todo.

Tetsuya solía negarse a la posibilidad de haberse enamorado de aquel rubio idiota, no sólo porque al principio no le agradaba, también temía que se tratara de alguna revelación, a él no le gustaban los hombres y a pesar de eso sentía cómo su corazón se disparaba y todo su valor se iba ante la presencia de Kise. Por eso jamás dijo nada; era imposible para su razón el desarrollar tales sentimientos. Si pensaba en esos tiempos, y era sincero, había actuado como un cobarde, jamás quiso explorar esas emociones, tenía miedo a lo que pudiera resultar de una confesión y por eso se guardó todo hasta que dejaron de verse y la llama de aquel primer amor se apagó. O eso creyó, ahora se sabía enamorado. ¡Ojalá pudiera volver al pasado e intentarlo!

 

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Tras dos semanas de su ruptura amorosa Tetsuya se sentía bien, comprendía que jamás había amado a la chica y, pese a sentirse culpable por ello, no mucho pues lo intentó, le aliviaba bastante pues no sentía su ausencia ni la extrañaba. Sin embargo, su ánimo había estado más bajo de lo acostumbrado, pensar en el amor que ahora era casi imposible dolía, dolía demasiado, también porque asumía que el sentimiento no se iría y jamás conseguiría ser feliz en una relación. Se sentía destinado a estar solo y era una visión deprimente.

El peliceleste ahora se encontraba de peor humor que en el último par de semanas. De brazos cruzados sentado en el sofá, observaba con el ceño fruncido a uno de sus mejores amigos: Takao, quien intercambiaba mensajes con una gran sonrisa en el rostro.

—Oye, ¡anímate!—Canturreó el pelinegro que no temía expresar su alegría pese a lo enfadado que lucía su amigo—, esta será una noche genial, ¡lo prometo!

El peliceleste le dirigió una mirada hostil, sabía que esa promesa no era sincera. Odiaba que lo obligara a ir a un club nocturno a “divertirse” y conocer personas, por eso se debatía internamente entre hablarle o ignorarlo y tras comprender que lo único que Kazunari quería era animarlo, habló:

—Luces feliz, ¿qué tienes planeado?

— ¿Planeado? Pues nada—rió—. Aunque sí invité a Himuro—añadió guiñando un ojo.

— ¡Eso era!—Le dirigió una sonrisa malintencionada antes de continuar—. Pues entonces de seguro que acabo regresando solo en un taxi y tú en brazos de Himuro-kun, o en su cama.

El pelinegro se sonrojó, levemente avergonzado, aunque sonrió igualmente ante la atrevida burla de Kuroko.

— ¡Quién sabe! Aunque lo dudo, esta vez voy contigo y no puedo dejarte a tu suerte, temo que luego despiertes en una tina de hotel con un riñón menos.

—Sé cuidarme, Takao-kun. No soy un niño—espetó algo molesto.

Tras una carcajada su amigo iba a responderle, mas nunca llegó a hacerlo pues en ese momento cuatro golpes en la puerta hacían que el pelinegro se pusiera de pie a toda prisa y corriera en dirección a la puerta; Himuro había llegado y eso indicaba que era hora de irse.

El viaje se lo pasó mayoritariamente en silencio oyendo las conversaciones de ambos chicos, le era más cómodo así. Ya en la disco, sin embargo, sintió deseos de hablar pues extrañaba poder hacerlo ya que el alto volumen de la música no le dejaba escuchar ni lo que él mismo decía.

Lo primero que hicieron fue dirigirse a la barra y pedir unos tragos. El peliceleste odiaba los lugares muy concurridos y con sonidos muy fuertes, así que sospechaba que se aburriría en aquel lugar y prefirió beber, incluso si no solía hacerlo, pues si iba a ser una noche diferente al menos que fuera agradable (o más bien soportable) y creyó que el alcohol le ayudaría con eso. A la segunda copa sus amigos decidieron ir a bailar, invitándolo, aunque declinó la oferta pues definitivamente no era lo suyo y tras prometerle que volverían en dos canciones, Himuro y Takao se marchaban a la pista de baile dejando solo a Tetsuya, quien continuó bebiendo.

Pasados más de treinta minutos el peliceleste comprendió que no volverían, pensamiento que se confirmó tras media hora y dos copas más de espera. Suspiró resignado, algo dolido, y creyó que sería mejor irse; había bebido el doble de lo que acostumbraba y ahora sentía que el piso se movía ligeramente.

Atravesaba la pista de baile sin mucho esfuerzo, debía pasar por ésta para llegar a la salida, aunque no se libró de uno que otro choque sin importancia. Así, estando a metros de la puerta de salida, creía que ese sería el fin de una noche inusual pero sin ningún acontecimiento importante, aunque no fue así. De pronto sintió un fuerte empujón, alguien lo había chocado de frente y ahora se disculpaba.

—Lo siento—decía el rubio que se inclinó levemente frente a él. Tenía una voz que a Tetsuya le pareció familiar, era atrayente y dulce, con cierto tono infantil.

— ¿Kise-kun?—Preguntó sorprendido. Su corazón pareció detenerse por unos segundos ante la posibilidad de que su amor de la secundaria, ese que no había logrado olvidar, estuviera ahí, de pie frente a él. Sintió su cuerpo débil cuando logró verle el rostro: era él.

— ¡¿Kurokocchi?!

Kise había ido esa noche por pura casualidad, había cambiado sus planes a última hora y acabó en ese lugar, ahora agradecía que así hubiera sido. Encontrarse con el pelicelste le significaba una verdadera alegría, había sido su mejor amigo en la secundaria y una persona que le interesó durante mucho tiempo en diversos aspectos, incluso en el ámbito amoroso. Por eso ahora encontrarlo ahí lo alteraba, se ponía nervioso y soltaba una risita algo torpe pues habían pasado dos años desde la última vez que se vieron y no sabía qué hacer; no había olvidado su amor e ignoraba por completo que no era el único, incluso ignoraba que era correspondido.

— ¿Qué haces aquí? ¿Estás con alguien?—Hizo un mohín ante la idea de que el pelicelste fuera a ese lugar con alguien, sí, estaba celoso y ni siquiera llevaban tres minutos de haberse encontrado, pero ¿cómo lo iba a evitar? Si en la secundaria se enamoró tanto y el sentimiento que creyó pasajero creció durante la preparatoria. Lo había amado todo ese tiempo y aún lo amaba como antes, jamás lo olvidó y todas las novias que tuvo solían ser semejantes a Kuroko, al menos en personalidad.

—N-no—respondió desconcertado ante las preguntas—. Vine con Takao-kun y Himuro-kun, aunque se olvidaron de mí y no sé dónde están ahora.

—Entonces ¿te dejaron solo?—No le gustaba la idea de que sus amigos hubieran arrastrado al chico a ese lugar para luego dejarlo a su suerte.

—Sí—suspiraba al afirmar, recordando su molestia anterior—. Pero da igual, supongo, total ya me iba.

— ¿Te vas?—Se apresuró a preguntar. ¡Al fin se veían y el peliceleste ya se iba!

—Sí. No es la clase de lugar en el que me siento cómodo.

—Entiendo pero, ¿por qué no te quedas un poco más?—Le regalaba su mejor sonrisa de comercial—. Hace mucho que no nos vemos, sería bueno charlar un rato.

—Sí, pero...—De verdad no quería quedarse, pero tampoco perder esa oportunidad, mucho menos después de haber pasado las últimas dos semanas maldiciendo su actitud cobarde en la secundaria.

—Vamos, sólo será una media hora, ¿sí?—Lo miraba como un cachorro pidiendo atención, incluso comida, realmente quería que se quedara.

—De acuerdo—aceptó—. Sólo una media hora.

Se ruborizó ante la sonrisa alegre que el rubio le regaló en agradecimiento de esa decisión, se veía tan atractivo como siempre y le avergonzaba notarlo tan interesado en él.

Regresó a la barra en compañía de Ryota, quien pidió dos tragos.

— ¿Pretendes emborracharme?—Rió el peliceleste.

—Sólo será una copa, además ya estuviste bebiendo, ¿o me equivoco?—Lo había notado por el ligero aroma a alcohol del más bajo y por su actitud levemente más risueña.

Abrió grandes sus ojos en señal de sorpresa.

— ¿Cómo sabes tú eso?

—Actúas diferente a lo normal, aunque no demasiado.

— ¿Qué sabes tú? No nos vemos hace dos años, puede que haya cambiado—sonrió con seguridad y leve picardía.

— ¡Oh, no lo dudo!—Exclamó alegre, esa sonrisa era una invitación a descubrir la veracidad de esas palabras—. Aún así lo sé, no me preguntes cómo, sólo lo sé y ya. Kurokocchi es Kurokocchi, no importa cuanto tiempo pase, yo sabré cuando ocurre algo.

Bajó la mirada con un lindo tono carmín en sus mejillas, ocultando la sonrisa de idiota que ponía al oír eso. Le gustaba lo que le quería decir, pues no era sólo una broma como lo quería hacer parecer el rubio, era su manera de decirle lo mucho que lo conocía y lo mucho que se fijaba en él. Se avergonzaba ante esa idea, aunque su corazón se regocijaba y se sentía increíblemente cálido.

Respondió todas las preguntas de Kise, haciendo las suyas, averiguando cosas que para él eran relevantes y, pese a no coincidir demasiado con las del rubio, hubo una que hicieron ambos casi de las primeras: ¿estás saliendo con alguien? Lo mejor es que la respuesta, en ambos casos, fue no.

La media hora se extendió, al igual que el número de copas que ambos bebieron, por lo que tras un buen rato conversando y poniéndose al corriente, los dos acabaron bastante mareados y con ganas de pasar aún más tiempo junto al otro.

— ¿Vamos a bailar?—Preguntó de pronto el rubio, sólo por intentarlo aunque estaba seguro de que la respuesta sería negativa.

—De acuerdo—respondió sorprendiendo al otro—. Sólo una canción y ya. Odio bailar, las multitudes y los sonidos demasiado altos, y lo sabes.

Sonrió, Tetsuya esa noche parecía saber cómo sorprenderlo.

— ¿Lo haces por mí?—Interrogó inocente, aunque no fuera más que inocencia fingida.

—Sí.

Era el pelicelste quien lo guiaba de la mano hasta la pista de baile. Se paraba frente a él y le obsequiaba una sonrisa antes de pegarse al cuerpo del mayor y rodearle el cuello con sus brazos, juraría que era culpa del alcohol, pero de pronto sentía la necesidad de estar más y más cerca del otro.

Ryota se estremeció al sentirlo tan cerca como nunca antes, se ponía nervioso pues era lo que siempre quiso. Se regañó mentalmente, no podía dejar pasar esa oportunidad actuando como un imbécil inseguro, ¡él no! Era un galán con las chicas, no había motivo para que fuera diferente con Kurokocchi, definitivamente iba a lograrlo. Y, con eso en mente, se armaba de valor, posando tímidamente sus manos en las caderas ajenas, pegándolo a su cuerpo.

La canción que comenzaba era, como burla o ayuda del destino (según Kise), una lenta, romántica. Los labios del rubio se curvaron agradeciendo, era su excusa perfecta para poder rodear la delgada cintura de Tetsuya con sus brazos, hundiendo su nariz en las celestes hebras que emanaban un delicioso aroma a champú.

—Me haces cosquillas—susurró con voz dulce al sentir cómo Kuroko rozaba con suavidad su pequeña nariz en la piel del cuello del rubio.

El peliceleste soltaba una risita al oírlo. En ese estrecho abrazo lograba sentir el perfume del otro, le molestaba un poco que lo hubiera cambiado; en la secundaria adoraba sentir ese aroma cuando caminaba junto a él. Aún así le agradó el nuevo perfume, venía bien con el modelo ahora que ya no era el niño de antes.

El corazón de Kuroko dio un vuelco cuando las manos traviesas de Kise se colaban bajo su camiseta para tocar su piel en suaves movimientos, dibujando sobre su espalda con la yema de sus dedos y pegándose a su cuerpo más de lo necesario acercando sus caderas. De los labios del peliceleste se escapaba un suspiro de satisfacción, se aferraba con fuerza al cuello ajeno y enredaba sus dedos en la rubia cabellera, quedando sus rostros tan cerca que ambos lograban sentir la cálida respiración del otro.

Su corazón latía con furia, apenas podía creer que estaba de esa manera con Kise. Se sentía embriagado por todas las emociones por las cuales pasaban al mismo tiempo; la incredulidad, la euforia, el amor, melancolía, felicidad e inseguridad. Pero nada importaba, ninguna cosa iba a sacarle de estado en el que se hallaba.

—Si te soy sincero—Ryota le habló lo más bajo que podía en aquel lugar, con nervios y cierta emoción—, me siento muy feliz de estar aquí contigo.

—Yo también—respondía susurrándole peligrosamente sobre los labios, sintiendo su corazón latir a mil.

—Kurokocchi, yo he pensado mucho en ti estos dos años.

— ¿Me extrañabas?—preguntó esperanzado y emocionado—, porque yo a ti sí.

—Mucho—afirmó con una sonrisa en los labios, contento de oír que no era el único que se mantenía ocupado pensando en el otro.

Se miraron a los ojos buscando alguna señal de algo, no sabían bien de qué, aunque tal vez sólo intentaban ver a través de los ojos ajenos una pista de lo que sentía. Hallaron lo que encontraban: una mirada de idiota, la felicidad y el amor. Se dejaban llevar por sus exaltados corazones y juntaban sus labios al fin, primero era un roce suave, casi tierno, en el cual parecían reconocerse y que rápidamente profundizaron; el rubio pasaba su lengua por la comisura de los dulces labios ajenos que durante tanto tiempo había querido probar, los cuales se entreabrían para darle paso a su deseosa lengua húmeda y caliente, que recorría con ahínco cada parte de su boca y que se encontraba con la más pequeña, rozándola con maestría e iniciando un juego delicioso. El apasionado beso lograba arrancarle un gemido de la garganta a Kuroko.

—Tenía muchas ganas de hacer eso—afirmó el rubio mientras observaba con deleite la expresión y el adorable sonrojo ajeno, enternciéndose y acariciandole la mejilla con amor. La mirada extasiada del peliceleste, llena de felicidad y deseo le provocaron a Ryota un cosquilleo en su vientre que bajó directo a su entrepierna; lucía muy sexy.

No respondió con palabras, pero sí con el impulso de robarle un nuevo beso, igual de apasionado y aferrándose con más fuerza al otro, necesitaba sentirlo cerca. Sintió al modelo sonreír dentro del beso y eso lo hizo desarmarse por completo, sintiendo un hormigueo en su corazón y su estómago, los cuales descendieron y lo excitaron.

—Kurokocchi, ¿podemos ir a algún lugar más privado?—Preguntó. Notaba como el menor se estaba encendiendo y no era el único que sentía ganas de más, era peligroso continuar en un lugar tan público.

—Sí...—Suspiró deseoso—. ¿Me llevarás a tu casa? ¿a tu habitación?

Aquella pregunta (que sonaba casi como invitación) tomaba por sorpresa al rubio, quien no se aguantaba las ganas y volvía a besar los deliciosos labios de Kuroko, soltando un suspiro en el momento que lo sintió tambalearse pues ahí se percató que estaba de puntillas para poder alcanzar su rostro.

—Te llevaré a mi habitación—sentenció el rubio tras separarse—. Vamos.

Tomaban un taxi que hacía una ruta que les parecía infinita, durante la cual Tetsuya apoyaba su cabeza en el hombro del rubio mientras intentaba procesar lo que estaba ocurriendo: se había encontrado con Kise, habían charlado durante un rato y luego… ¡Se habían besado! Y no sólo una vez, no sólo besos, había dado paso a mucho más y ahora se encontraban camino a su habitación. Estaba nervioso pero feliz, no sabía bien qué pensar e intentaba despejar su mente de cualquier duda o pensamiento negativo que pudiera nacer; no sabía si era o no correspondido, ni qué pasaría después de esa noche, pero no quería pensarlo, prefería concentrarse en lo bueno del momento y lo bien que se sentía estar juntos luego de dos años. Era la primera vez en todo ese tiempo que no se sentía solo.

Ryota se sintió enternecido ante la acción del peliceleste, quien parecía disfrutar de su compañía. Observó los cabellos celestes y analizó ese pequeño rostro que ahora mantenía los ojos cerrados; una lástima pues le parecían hermosos. Pese a aquello, de igual manera se deleitó notando lo pequeñita que era su nariz, sus labios también lo eran y su pálida piel se veía hermosa bajo las luces de la ciudad, las que se colaban por la ventana del automóvil. Se sorprendió entonces de la calidez que sentía en el corazón, le alegraba tenerlo a su lado incluso de esa manera porque lo amaba. Posó su mano sobre la más pequeña, acariciándola con el pulgar, sonriendo cuando Tetsuya correspondió ese apretón de manos.

 —Ya llegamos—oyó decir al rubio cuando el automóvil se detuvo.

Siguió al otro hasta el ascensor, donde sus labios fueron nuevamente requeridos. Tetsuya rodeaba los hombros del más alto con ambos brazos, acción que subía ligeramente su camiseta y dejaba expuesta una pequeña franja de su piel, la cual Kise no tardó en acariciar con sensualidad, haciéndolo estremecer ante el delicado toque que le causaba cosquillas. Se encendió y pegó más su cuerpo al contrario; necesitaba sentir su calor. Sólo se separaron el tramo del pasillo que había entre la puerta del rubio y la del ascensor, luego, tras ingresar al departamento, retomaron los besos. Sentían sus cuerpos arder, estaban demasiado deseosos, eran muchas emociones guardadas durante demasiado tiempo, eso sumado al alcohol que habían consumido eran una mezcla deliciosa y mortal; les aumentaba la lujuria y disminuía el autocontrol, por lo que cualquier beso o toque lo sentirían mil veces más intenso.

Ryota aprisionaba al peliceleste entre su cuerpo y la puerta de entrada, comiéndole la boca a besos y tocando con sus manos bajo la camiseta con descaro, acariciando con lujuria la suave piel, lo sentía temblar ligeramente bajo su palma, con la respiración agitada y su entrepierna despertando. Le subía entonces la camiseta y se la quitaba, alejándose un poco para poder observarlo de esa manera, devorando cada centímetro de su pecho con la mirada y centrando su atención en los pezones pequeñitos que tan deliciosos se veían, se moría de ganas por probarlos y no se aguantó; posó sus labios en uno de aquellos rosados botones que lo tentaban, jugaba con su lengua y lo succionaba.

Tetsuya se estremecía al sentirlo de esa manera, jamás se había dado cuenta de lo sensible que era y se alegraba de descubrirlo pues se sentía genial. Enredó sus dedos en el cabello rubio, gimiendo bajito.

—Se siente bien, Kise-kun—llamó su atención. Aprovechando el momento en que el modelo lo miraba le quitó la camiseta; él también quería ver su cuerpo, tocarlo y hacerlo sentir bien. Se mordía el labio ante la imagen del torso desnudo del modelo, de cerca se veía mucho mejor y su cuerpo hervía bajo su palma. Tocó con confianza, deleitándose por la sensación y deseando aún más al rubio.

Kise lo tomaba de la cintura y comenzaba a caminar, alejándose de la puerta y acercándose a su habitación; ya no aguantaría más, de eso estaba seguro desde que las manos del peliceleste lo tocaron, causándole una erección instantánea. En el marco de la puerta se detenían, le besaba los labios fugazmente y le desabrochaba los pantalones, dejándolos caer e imitando las acciones con los propios. Lo guiaba a la cama y una vez junto a ésta lo empujaba al mullido colchón, mirándolo con deseo, devorándolo con los ojos, el rubio se recostaba sobre el cuerpo de Tetsuya. Besó sus labios, un beso lento y placentero, lleno de pasión, luego bajó hasta su cuello, dejando una marca la cual luego admiró con orgullo.

Se estremecía ante cualquier cosa que Kise le hiciera, se sentían demasiado bien y por eso Kuroko cerraba sus ojos para poder disfrutar mejor. Los besos descendían cada vez más; primero por su pecho, sus pezones, su ombligo, lugar en el que se detenían. Abría los ojos intentando descubrir el motivo de que dejaran de proporcionarle esas lujuriosas caricias que tan bien se sentían, vio entonces al rubio observándolo con una sonrisa coqueta, con sus dedos colándose bajo el elástico de su ropa interior, deslizándola por sus piernas para quitársela. Luego se ubicó entre sus piernas.

—Siempre quise hacerte esto—indicó Ryota mientras levantaba una pierna del peliceleste, disfrutando de lo cálida y suave de su piel, dejando luego un beso sobre esta, sonrojando al menor. Lamía el lugar en el que había posado sus labios, besándolo luego y succionando la piel con malicia, dejando una marca.

Gimió, los labios y lengua de Kise besando sus muslos lo hacían encenderse aún más y su miembro despertaba. Sentía entonces cómo el modelo levantaba sus ambas piernas, dejándolo demasiado expuesto, jamás nadie lo había observado así y sintió su rostro arder por la vergüenza.

— ¡N-no!—Exclamó intentando taparse con ambas manos, mas no lo consiguió.

—Pero si es una hermosa vista—afirmó mientras separaba los glúteos del peliceleste con sus dedos, dejando a la vista su entrada—. ¡Ahora es aún mejor! No te avergüences, Kurokocchi, que te haré sentir muy bien.

Su rostro se tornaba aún más rojo (si es que se podía), intentaba cerrar sin éxito las piernas y gemía bien alto cuando sentía algo húmedo que reconocía como la lengua de Kise en su entrada. Jamás le habían hecho algo así ni se imaginó que se lo hicieran, era extremadamente vergonzoso y no sabía qué hacer ni si era normal que se sintiera tan bien que era casi humillante. Aún así lo disfrutaba, se notaba en su respiración que se volvía más pesada y en los excitantes sonidos que salían de su garganta. Dio un respingo cuando Ryota introducía su lengua en aquel estrecho lugar, se sentía demasiado extraño pero bien.

Sonreía al oír gemir a Kuroko y su erección dolía, tenía demasiadas ganas de tomarlo pero aún era muy pronto, antes debía prepararlo. Aún así no fue capaz de esperar demasiado e introducía rápidamente uno de sus dedos, notando cómo el peliceleste se tensaba un poco a lo que el rubio le dejaba un beso en la pierna, era su modo de decirle que todo estaría bien y el mensaje era captado; Tetsuya se relajaba, dejándolo continuar sin problemas con su labor y hasta disfrutándolo.

Si bien en un principio la intromisión le incomodó rápidamente se acostumbró y hasta le tomó el gusto en el momento en que el modelo tocaba un lugar en su interior que se sentía de maravilla, era la sensación más exquisita que había sentido en toda su vida. Se quejó levemente cuando sintió un segundo dedo abrirse paso en su cavidad, pero nada más tocaba ese delicioso lugar arqueaba la espalda y gemía a gran volumen.

—Estás casi listo—informaba el rubio mientras separaba los dedos con los que preparaba al otro, expandiendo de esa manera el lugar.

—Hazlo ya… Por favor...—su voz sonaba afectada por el placer y le avergonzaba aunque al otro lo excitaba. Mecía sus caderas al compás de la mano ajena, se estaba perdiendo en el placer y aún no comenzaban.

Tragaba saliva ante la lujuriosa petición, obedeciendo enseguida retiraba los dedos del lugar y se estiraba hasta alcanzar su mesita de noche de la cual tomaba un condón. Lo abría, ubicando en la punta de su miembro el preservativo, deslizándolo hasta llegar a la base.

—Voy a ponerlo dentro—decía mientras le besaba la frente y comenzaba a entrar en el cuerpo del peliceleste.

Dolía, dolía mucho. Llevaba sus manos a los hombros del rubio los cuales apretaba con fuerza hasta que entraba por completo. Cerraba los ojos intentando relajarse y el rubio le ayudaba dejándole deliciosos besos en el cuello, marcándolo una y otra vez en la espera a que el otro se acostumbrara.

Tetsuya se concentraba en lo bien que se sentía el cuerpo del otro contra su piel desnuda, era cálido y lo hacía sentir tan cálido por dentro que lo asustaba. Movió sus caderas cuando logró sentirse cómodo.

Ryota comenzó un vaivén lento, entrando y saliendo del cuerpo de Kuroko con calma intentando no dañarlo. No le tomó mucho tiempo hasta que aumentaba considerablemente la velocidad con la que lo embestía. Jadeaba ante la deliciosa sensación del cálido y estrecho interior del peliceleste, era el mejor sexo de su vida, de eso estaba seguro.

La habitación en un instante se llenaba de sonidos: los gemidos y jadeos, las agitadas respiraciones y el crujir de la cama bajo ellos. El aire se sentía pesado y caliente, ellos mismos estaban ardiendo en deseo y placer, en el amor. Pegaban aún más sus cuerpos; Tetsuya abrazaba con fuerza al rubio, enterrando sus uñas en la ancha espalda cada vez que el miembro que abusaba sin cesar su interior golpeaba profundo en su cuerpo, arqueando la espalda y gimiendo a gran volumen con desesperación. Estaba seguro de que se volvería loco por el placer.

El modelo hacía una mueca de dolor cada vez que el peliceleste arañaba su espalda pero se aguantaba por la emoción del momento, gracias a la cual le resultaba más placentero que otra cosa pues era la prueba de lo mucho que el otro gozaba.

Unían sus bocas una y otra vez, mezclando sus salivas y enredando sus lenguas. Llevaban mucho más rato del que podrían imaginar, por eso el cuerpo de Kuroko no tardaba en dar las primeras señales de lo próximo que estaba el orgasmo; con espasmos se aferraba con más fuerza al rubio, mordiendo su hombro por la desesperación, era demasiado placer el que sentía, su interior se contraía y, con una fuerte y profunda estocada, Tetsuya se estremecía por completo y se corría ensuciando su vientre.

El cúlmine del peliceleste hacía que las sensaciones del rubio fueran aún mejores, ahora las paredes de su cavidad se estrechaban sobre su miembro palpitante. Entre jadeos y roncos gemidos el rubio alcanzaba el orgasmo que lo dejaba agotado. Se dejaba caer sobre el peliceleste que lucía agotado, saliendo de su interior y quitándose el condón que arrojaba al piso tras anudarlo, no le importaba en esos momentos, sólo quería dormir abrazado al pequeño cuerpo junto a él.

 

 -

 

Abría los ojos lentamente en la mañana y Kuroko no lograba reconocer el lugar en el que estaba. Recordó entonces la noche que había tenido y su corazón se disparaba por la emoción y el temor de que todo hubiera sido un sueño. Se giraba para ver quién dormía a su lado y sentía su cuerpo débil por el alivio en el momento en que sus ojos se encontraban con los ámbar que lo observaban.

—Buenos días, Kurokocchi—saludaba atrayéndolo a su cuerpo.

—Buenos días—respondió mientras se acostaba sobre Ryota.

— ¿Ocurre algo?—Interrogó al notarlo extraño—, ¿dormiste bien?

Sonreía. Le preocupaba que lo que había pasado entre ellos no hubiera sido más que un desliz, aunque la actitud cariñosa del modelo lo calmaba, sentían lo mismo, ¿verdad?

—Dormí perfecto—contestó dejándole un beso en la mejilla—. Kise-kun, en la secundaria estaba enamorado de ti. Aún lo siento—le informó, quiso arriesgarse; lo que habían hecho y la sonrisa del rubio, la manera en que lo miraba, le decían que no se tenía que preocupar.

Su corazón latía con fuerza y velocidad al oír eso. Sonreía como idiota antes de abrazarlo fuertemente y estrecharlo contra su cuerpo, ¡jamás se había sentido tan feliz! Sentía su interior cálido y su alma en paz.

—Te amo, Kurokocchi, lo he hecho desde hace años.

No había nada más que decir, todo estaba bien ahora que estaban juntos, ninguno de ellos volvería a dudar de nada ni a pasar noches sin dormir por recordar un amor de la escuela media.

 

 

Notas finales:

 Eso, espero que les haya gustado y lamento que sea tan corto (al menos para mí lo es). 

 Y, bueno, ¡feliz cumpleaños, Kise! <3


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