En un pestañeo el tiempo había volado. Sasuke ya no formaba parte de la banda, él ya había terminado su carrera, se encontraba trabajando, mientras que yo estaba cerca de terminar veterinaria. La otra carrera, efectivamente, había terminado dejándola. Y, al menos, hasta hace unos meses todo iba bien.
En los últimos meses había comenzado con pequeños estremecimientos, espasmos musculares que me molestaban de manera ocasional. Todo había iniciado con espasmos involuntarios en los dedos de las manos, a veces, podía estar ocupado otras no, habían pasado algunas veces mientras abrazaba a Sasuke, incluso mientras dormía, había ido al primer médico que había podido y me habían recetado un par de medicamentos que mantenía los temblores al margen. Hasta ahora.
- Cada vez son peores. – le anuncié a Sasuke, quien había sido mi pilar esos meses.
- ¿Ya no sirven las medicinas que te enviaron? – preguntó dejando su trabajo de lado.
- No, no del todo. Si sigo así tendré que dejar veterinaria. No podría inyectar, operar. Nada. – le avisé desanimado, claro, comparado a mi salud, no me estaba quejando de tener que cuidarme.
- Iremos al médico mañana, lo prometo, amor. – declaró antes de besarme suavemente los labios.
No esperé a Sasuke al día siguiente, me marché solo. En realidad, yo ya sospechaba de lo que podría ser mi actual enfermedad; pero no quería preocupar a Sasuke con ese tipo de cosas.
Al volver del médico Sasuke me esperaba en la casa, molesto por haberme ido sin él. Luego de un largo rato de hacer de todo por convencerlo que no era nada importante, terminé contándole que sólo me habían cambiado medicamentos, y listo.
Sabía que lo que hacía era extremadamente egoísta; pero realmente no me sentía con opciones. Podía, simplemente, desaparecer de la vida de Sasuke, ahorrarle una pena con otra diferente, quizá, si me odiaba por irme, le sería más sencillo. También estaba la opción de contarle y permitirle elegir; pero no me atrevía. No podría escuchar su respuesta, si él quisiera quedarse, yo lo querría lejos; pero si quisiera marcharse, moriría por depresión antes de que mi estúpido cerebro lo consiguiera. Así fue que me decidí, no le diría nada. Nada en absoluto, me limitaría a vivir mis días a su lado, tendría que dejar la carrera; pero, a esas alturas, ya no importaba.
- Deidara, necesito hablar contigo, llámame. – le dejé un mensaje en su buzón de entrada a mi hermano. Solía estar muy ocupado últimamente, y necesitaría de él. Necesitaría que él fuera mi único confidente, y que me prometiera que, pasara lo que pasara, nunca dejara que Sasuke olvidara cuánto lo amaba.
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Ni siquiera un año pasó de que Naruto fue al médico por su cuenta, cuando, un día, entró ingresado al hospital. Los últimos días había estado postrado en la cama, argumentando fatiga, cosa que me atribuí a su enfermedad desconocida. No estaba tan equivocado.
- ¿Por qué nunca me dijiste nada, Deidara? – pregunté cuando estábamos todos en el hospital. Naruto no lo había logrado, no tenía ya la fuerza para respirar por sí mismo. No me apetecía llorar, todavía tenía que asimilarlo.
- No quería que te lo dijera; pero me pidió que te diera esto. – respondió destrozado, con la voz quebrada.
No tuve el valor de contestar, tomé la hoja que Deidara me tenía, era una simple hoja, doblada por la mitad. No quería leer lo que diría; pero necesitaba saber qué era lo último que Naruto había querido decirme.
Sasuke:
Para el momento en que leas esto, bueno, ya sabrás que los últimos meses a tu lado los he vivido con una enfermedad neurodegenerativa, ELA, en un tipo bastante agresivo. Primero que nada, perdóname. Perdóname por haber sido un cobarde y no haberte contado nada. Sé que pudiste ser mi apoyo, yo lo sé; pero no tenía el valor de verte derrumbar frente a mí. Segundo, gracias. Gracias por ser el mejor. No sólo cuidaste de mí, sino también de ti. Me apoyaste, me amaste con todo tu ser, y créeme que yo te pagué igual. Amándote hasta mi final. Tercero, por favor, prométeme que no dejarás solo a mi hermano, así como él no te dejará a ti. Saben que ustedes son lo más importante que tuve jamás. Mientras tanto yo te prometo que nunca te dejaré solo, nunca dejaré de cuidar de ti. Perdóname por no llegar a cumplir todas nuestras promesas, y perdóname porque nunca pude realizar el sueño que tú mismo me impulsaste a seguir.
Perdón por no poder cumplir todos los planes que teníamos juntos, por no poder salir más contigo en estos meses, por dejarte el peso completo de mantener todo en orden en nuestras vidas. Perdón por no haber sido lo suficientemente fuerte para confesarte tantas cosas, como que soñaba constantemente con poder casarme contigo, quería una vida a tu lado, una vida completa, quería vivir a tu lado siempre, formar una familia, y sí, pensaba morir a tu lado; pero jamás creí que fuera tan pronto. Perdón por no haber sido lo suficientemente fuerte para estar contigo otro poco más de tiempo; pero hice todo lo que pude, con todas mis fuerzas.
Sasuke, quizás nunca llegues a entender por qué hice todo lo que hice, como por qué nunca me despedí, o no te lo conté; pero no tenía el valor de verte sufrir por mí. Quise alejarme, marcharme, en más de una ocasión salí de la casa decidido a ya no regresar jamás; pero nunca fui tan valiente. Era un egoísta, y perdóname, sobre todo, por eso. Porque nunca pensé en ti más allá de en lo que sentiría yo, me negaba a imaginar mis últimos días sin ti a mi lado. Perdóname, también, porque al final de todo lo que ocurrió, siempre diste más tú que yo, aunque te di todo lo que pude darte.
¿Sabes, Sasuke? Desde la primera vez que te vi supe que eras tú la única persona con la querría estar alguna vez, aunque te haya demostrado algo diferente. También sé que en los últimos meses te hice creer cosas erróneas, me enteré de lo mal que lo pasabas cuando yo no volvía a casa por las noches; pero quiero decirte la verdad, aunque sea por aquí. Jamás te engañé, te amaba tanto que nunca hubiera podido hacerlo, siempre fuiste sólo tú en mi vida; pero, supongo, que mi subconsciente quería hacer lo correcto, alejarte para que no sufrieras como seguramente lo harías con mis estúpidas decisiones.
Pero, Sasuke, por sobre todas las cosas, perdóname por dejarte. Por irme tan pronto, por haber compartido tan poco de todo lo que alguna vez quise compartir contigo.
Te amo, Sasuke, siempre lo hice, hasta el final de los tiempos.
Naruto.
Lágrimas inundaban mis ojos, nublándome la vista. No había querido llorar frente a nadie; pero ¿qué otra cosa podía hacer? Naruto, el chico que había amado toda mi vida, ya no estaba. Nunca más volvería a ver su sonrisa. Jamás escucharía su risa otra vez, no bromearíamos de nuevo, no pelearíamos. No volvería a besarlo, no sentiría su tacto de nuevo. En casa sólo me esperaba Saki y una cama vacía, fría, una cama a la que le haría falta su dulce aroma, su presencia juguetona. ¿Cómo se suponía que siguiera mi vida si ya no estaba él en ella? No tenía sentido. Necesitaría de su voz, de sus palabras de aliento en más de una ocasión, ¿quién me contagiaría con sus ridículas estupideces? ¿Quién me haría sonrojar de ahora en más?