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Haz realidad nuestros sueños por Paz

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Notas del capitulo: Chicas, habéis sido tan amables con la gran acogida que ha tenido el capítulo anterior, que para no demorar vuestra curiosidad, aquí tenéis la continuación. He visto que es corto, si vuestra curiosidad no queda satisfecha decírmelo... y dejo todo lo demás para subir otro.

 

Haz realidad nuestros sueños

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

By Paz


Capítulo 3: Descubriendo sentimientos

 


 

-Vamos a bañarnos –propuso Masanobu- seguro que un buen chapuzón te aclara las ideas.

-Tú crees? –preguntó dudoso Katsuyoshi.

-Si. En caso contrario, te habrás refrescado. Hace una tarde agobiante.

Realmente, se sentía traspirado bajo las pesadas ropas, así que le hizo caso y levantándose comenzó a desnudarse. A pocos metros de él, su camarada y amigo hacia lo mismo. Algunos minutos después, corrieron desnudos hacia el agua y lanzaron al profundo remanso, el agua estaba fresca y alivió el bochorno que sentía, nadaron hasta cansarse y luego como cuando eran chiquillos sin preocupaciones comenzaron a rivalizar, haciéndose aguadillas o persiguiéndose bajo el agua, iniciando allí  una lucha para ver quien dominaba al otro. Brazos y piernas se enredaron entre si buscando tener ventaja para alcanza la victoria, manos que intentaban sujetar, piernas que se enroscaban en los cuerpos resbalosos, ninguno de los dos la consiguió mantener la sujeción, así entre toques y roces inadvertidos por la pasión de la lucha los dos guerreros se enzarzaron en una lucha ficticia hasta que la falta de aire les obligó a emerger y salir del río solo entonces al verse frente a frente, sus miradas fueron atraídas por una visión inesperada, pero grata a la mirada, en el ardor del juego no  advirtieron que se estaban excitando.

Allí, en la orilla del río se miraron como sorprendidos, como si estuvieran descubriendo algo nuevo. No era aquella la primera vez que se encontraban desnudos, pero si excitados y al verlo majestuoso y poderoso, sintió el deseo de tocarlo, de probarlo, de comerse ese trozo de carne que tan apetecible se le presentaba. Alzó su mirada y vió la admiración en su compañero, también él parecía absortó en su órgano, que nada tenía que envidiar al de su compañero.

En ese instante lo supo, no quería casarse, sus aventuras amorosas nunca significaron nada para él, solo fueron desafíos entre muchachos con las hormonas sobreexcitadas.

Allí junto a él, estaba la única persona que siempre ha estado a su lado, que ha permanecido fiel a su amistad en tiempos de paz y de guerra, que siempre ha luchado a su lado con denuedo. No se siente en deuda con él, porque ambos se han salvado la vida demasiadas veces.

-Disculpe, mi señor... –murmura avergonzado por ser sorprendido mirándole con una expresión de embeleso. Hizo ademán de caer de rodillas ante él para hacerse perdonar por su osadía.

Detiene su movimiento con un gesto. Masanobu se queda estático cuando le ve acercarse, hasta quedar tan cerca que sus penes se rozan y a su contacto, siente que siempre estuvo enamorado de su señor. Lo más inesperado fue sentir los fuertes labios de su señor sobre los suyos, presionando para que le permitiera el acceso. Fue un beso duro, apasionado, al principio sintió temor, luego se entregó a la caricia respondiendo con igual ardor, gimió al sentir la mano de su señor acariciándole, masajeándole, dándole placer.

-Tócame... –pidió separándose apenas de sus labios.

-Mi... –su mano se cerró en torno a la suya y la llevo hacia su entrepierna- ... señor –jadeó estremecido.

-Así... hazlo así –murmuró enseñándole como hacerlo.

Besos y caricias. Deseos satisfechos en instantes. Miradas enturbiadas por sensaciones plenas. Gemidos y jadeos entrecortados, sus manos proporcionándose mutuo placer y el deseo satisfecho, que como lava ardiente les recorre, sus piernas temblorosas casi no les sostienen, se dejan llevar y medio se recuestan en el suelo, hasta que el orgasmo les alcanza y se vienen, impregnando sus manos y pechos con la fuerza de su culminación.

Se miran en silencio, intentando calmar el golpeteo de sus corazones.

Katsuyoshi se levanta y estira la mano para ayudar a su amigo.

-Vamos a darnos un baño y volvamos a casa.

-Si, mi señor –murmura aceptando la mano.

-Masanobu... mientras estemos solos no me llames así.

-Cómo debo llamarte?

-Me basta con mi nombre.

-Katsuyoshi... –murmura silabeando el nombre. Como deleitándose en el sonido de su pronunciación- Me gusta, es musical. –nunca antes se había atrevido a pronunciarlo en voz alta.

Vuelven al río para lavarse. Media hora después, el sol se ha ocultado en el horizonte y el calor se atenúa, la canícula ha dejado paso a un atardecer fresco.

Se sienta sobre una roca plana que conserva el calor y acaba recostándose en ella dejando que absorba la humedad de su cuerpo, en tanto Masanobu se ha acercado hasta donde han dejado sus cosas y regresa con un lienzo y un peine, se deja secar sus cabellos mojados, negros como ala de cuervo y le permite que una vez secos los peine y sujete en la alto de su cabeza con una fina tira de cuero, dándole varios vueltas y quedándole recogido el cabello en una larga cola de caballo. Ninguno de los dos le parece extraño, que Masanobu haga ese menester, desde siempre, cuando tras una larga cabalgada deciden refrescarse en el río, el joven le ayuda en esa tarea. También le ayuda con la tediosa actividad de vestirse. Cuando concluye cabalgan de regreso a casa.

Al llegar a las puertas protegidas por samurais refrenan a sus cabalgaduras, apenas es identificado, se levanta la protección y los dos joven recorren un estrecho pasillo antes de desembocar en el patio al paso de sus caballos, junto a la entrada, un mozo acude rápido para hacerse cargo del animal, al mismo tiempo que otro se acerca para ayudarle a descabalgar, se pone a cuatro patas en el suelo tensando su espalda, el joven se apoya en él usándolo de escalón.

-Mañana a primera hora Masanobu... –dijo entrando a la casa sin mirar atrás.

-Si, mi señor... –se inclina en su dirección.

Una sonrisa asoma en el rostro de Katsuyoshi, no ha dejado de notar el tonillo que ha empleado.

Va a tener que usar un correctivo con él, debe saber cual es su lugar y no olvidarlo. Su rostro se ilumina en tanto va pensando como aplicarlo y cual es el más adecuado.

Su padre le sale al paso.

-Eso es todo… -murmura Kaede que esperaba mucho más. Estaba descubriendo que Hanamichi era un narrador nato, su voz se volvía seductora, apasionada, haciéndole sentir como si esos seres estuvieran allí, presentes antes ellos, viviendo en su presente y deseaba seguir escuchándole.

-Mañana habrá más… -sonrió ante su gesto decepcionado.

-Aún quedan algunas horas para el amanecer –le había dejado en el mejor momento de esa historia, no se sentía capaz de esperar tantas horas para conocer el desenlace de la trama-Cuánto queda? –preguntó ansioso de oír el resto, se sentía atrapado en la historia de esos dos adolescentes del pasado. Sería cierto que eran antecesores de su Do’aho?

-Poco…

-Cuánto es poco?… -insistió.

-Hummm… déjame pensar… dos o tres noches… lo dejaré en dos –dijo divertido ante su insistencia- Te ha atrapado?

-Nani!!?  No!! Solo quiero saber cuando podré dormir TODA LA NOCHE –le recalcó como si se sintiera molesto.

-Por qué te quejas ahora? Anoche, oía de tus labios decir lo contrario.

Kaede se sonrojó al recordarlo.

-Ahora que lo pienso, tienes razón, todavía es de noche y podemos hacer algo más que dormir.

-Vas a seguir hablando? –preguntó esperanzado.

-Algo mejor que eso…. –dijo volteándole y dejándole con la espalda descansando en el lecho y con él encima- Quiero oírte gemir… quiero ser yo quien te escuche ahora.

Y el resto de esa noche Rukawa le complació y es que Hanamichi sabía tocar las fibras más sensibles de su cuerpo.

Hasta el próximo capítulo....


Paz


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