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Haz realidad nuestros sueños por Paz

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Notas del capitulo: Siento haberme demorado tanto en actualizar..., aquí tenéis un pequeño adelanto

Haz realidad nuestros sueños



Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen



By Paz


Capítulo 6: El extraño sueño de una noche de verano
 

-Buenas noches, mamá –dijo Kaede dándole un beso en la frente.

-Buenas noches... –le tomó la mano, antes que se apartara- párale los pies a ese hijo mío o acabaras agotado.

Kaede se sonrojó al oírla, solo atinó a mover la cabeza asintiendo y saliendo apresuradamente de allí, llevándose por delante a Hanamichi que entraba a darle las buenas noches a su madre.

Desde que estaba viviendo allí con ellos, Kaede siempre se le adelantaba, no era tan torpe como para no darse cuenta de la necesidad de una madre que debió sentir Kaede cuando murió su mamá. Solo así se comprendía la prodigalidad de Kaede hacia ella la noche que se presentó con regalos, comida y adornos. Al pensar en ello recordó que aún no sabía como él se había enterado.

-Que le has dicho? –preguntó Hanamichi viéndole salir sofocado del cuarto.

-Yo?? Nada... –su expresión de inocencia no convenció a su hijo.

-Necesitas alguna cosa, agua? –miró la jarra y la vió llena.

-Me la trajo Kaede... es un gran chico... -le hizo una seña para que se sentara en el borde del lecho, cuando lo tuvo cerca le tomó la mano-Al principio cuando supe que te habías enamorado de un chico sentí temor y vergüenza. –confesó bajo.

-Mamá... no hace falta que hagas esto... sé como te sentiste. Yo... lamenté darte ese disgusto, pero no podía evitar amarle.

-Ahora lo se... –le miró a los ojos con una maravillosa calidez- cuando le conocí y supe quien era y como se portaba con nosotros comprendí que fue lo mejor que podías haber hecho, los dos os merecéis ser felices.

-Sabías que yo no...?

-Cariño... si para ti dibujar es ponerle a un globo cinco palotes, dándole cuerpo y extremidades y un pelo rizado en lo alto del globo y ya  tienes a tu papá.

-Mamá!!! –se sintió abochornado que le recordara aquel episodio de su infancia- Solo tenía cuatro años –se justificó.

-Pues sigues teniéndolos... –afirmó divertida al verle tan sonrojado.

-Siempre supiste que tu ángel, era mi ángel... –murmuró.

-Lo supe algunos días después. –Asintió- Hanamichi... –su tono era de seriedad- pórtate bien con él, déjale descansar y déjame descansar a mi también. Tu pobre madre no puede pasar otra noche más sin dormir. Ahora vete con él y recuerda lo que te he dicho.

Cuando entró al dormitorio encontró a Kaede ya acostado, quien se le quedo mirando con cierta sorpresa.

-También a ti te ha echado una reprimenda. –afirmó más que preguntó, le estaba esperando recostado en la cama, en una postura muy cómoda, con varios almohadones tras su espalda. El rostro de su do’aho estaba tan rojo como su cabello.

-Que va!!! –negó rotundo- Solo me echó en cara que no se pintar. Si... –reconoció mientras se desvestía- Kaede? Tú quieres que yo... yo....

Kaede le hizo una seña para que se tumbara a su lado. Cuando le tuvo al alcance de sus manos, le rodeó con sus brazos, apoyando su mejilla en su pecho a la altura de su corazón, le encantaba sentir el bombeo acelerado de sus latidos, porque le indicaba hasta que punto alteraba a su koi.

-Lo que tú quieras esta bien para mí. –murmuró besando la piel dorada de su amor.

-Mamá se queja de que no la dejamos dormir... –murmuró pesaroso.

-Busquemos otro horario más cómodo para todos. –propuso Kaede.

-Eres un amor... siempre tan complaciente...

-Por eso me quieres, no? –se burló.

-Y por muchas otras cosas –murmuró acariciando su mejilla y echando su cabeza hacia atrás para rozar sus labios con un minúsculo beso.

Se acomodaron para pasar la noche.

-Kaede...?

-Si?

-Si no te lo preguntó ahora me olvidaré otra vez. Cómo supiste de mis problemas para celebrar el cumpleaños de mamá.

-Me lo dijiste tú...

-Yo!!! –le miró sorprendido- no recuerdo, debía estar dormido. –pasó su mano por su cabeza desconcertado.

-Yo era el que dormía y tú me despertaste hablando con tu amigo Mito.

-¡Ah!! –recordó esa conversación- y estuviste escuchando...

-Estaba delante de vosotros, a la fuerza.

-Creí que estaba susurrando...

Sonrió.

Hana se perdió en esa maravillosa sonrisa, que momentáneamente se quedo sin habla.



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Bajo tierra, durante la noche, la temperatura descendía notablemente. No así durante el día porque entonces estaban funcionando los fuegos que mantenían el agua caliente y una neblina de vapor se levantaba del suelo hacia el techo impidiendo la visión a un metro de distancia. En aquel momento el ambiente era fresco y su cuerpo lo agradecía.

Un par de antorchas permanecían encendidas para él, creando una visión fantasmagórica de sombras y luces.

Las llamas de una de ellas comenzó a danzar formando arabescos y formas ante su mirada perpleja. Tomó un paño y lo humedeció pasándolo por su rostro como intentara así despejar su visión, de pronto se incorporó con brusquedad, salpicando el suelo de agua.

Aquello no podía ser real, acaso se había quedado dormido en la tina, de entre las llamas danzantes, que se alargaban y encogían, cimbreantes y cambiantes, sinuosas, que se ondulaban a derecha e izquierda, que adoptaban diversos colores, del rojo fuerte pasaban al azul, hasta transformarse en una llama blanca que inesperadamente se apartó de su soporte, una llama que avanzaba hacia él fulgurante, cambiando su forma hasta adoptar una forma femenina.

Una joven, no más de quince años, de delicadas facciones y cabellos como el fuego del que había aparecido, un vestido blanco con llamaradas azules y rojas que semejaban llamas al menor de sus movimientos.

-Señora... quién sois? –preguntó volviendo a sentarse para ocultar su desnudez bajo el agua.

-He sido enviado para cumplir vuestro deseo.

-Mi deseo? –preguntó sin saber que podía ser.

-Mis hermanas y yo hemos escuchado vuestro silencioso ruego, deseáis un hijo. El hijo que vuestro padre os pidió.

-Señora, eso es inadmisible, soy un hombre... Mi padre sabía que era una promesa imposible de cumplir.

-Y aún así deseabais poder cumplirla.

Sostuvo su mirada.

-Si... –musito bajo.

-Si vuestro amor es sincero, si creéis en vuestro deseo, conseguiréis la felicidad que anheláis junto a vuestro amado, solo si sois dos corazones con un mismo deseo, este se hará realidad y siempre que así sea, se cumplirá, es nuestra promesa a vuestra causa, si creéis en lo que buscáis, tú y tus descendientes verán cumplidos sus sueños. Recuérdalo... solo si sois dos corazones con un mismo deseo....

Antes que dejará de hablar la joven doncella comenzó a desvanecerse bajo la mirada del joven.

-No os vayáis, señora.... esperad... nos os marchéis... –pidió.

-Señor..., mi señor... despertad..., por favor, reaccionad.

El tono angustioso que escudaba como muy lejano fue acercándose más y más, hasta sentirlo como un trueno a su lado. Abrió los ojos, al principio su mirada estaba como extraviada, consiguió fijarla, viendo entonces al muchacho que le mirada con expresión asustada.

-Tranquilizaos... –murmuró.

-Que susto me habéis dado... –murmuró temblando- Os quedasteis dormido y vi como caíais sumergiéndoos. Quise sacaros, pero os resistíais.

-Te agradezco tu ayuda –dijo palmeando su mano- Ahora tranquilízate y alcánzame un lienzo para secarme.

El muchacho se apresuró a cumplir su pedido, cuando volvía cargado con todo lo necesario, le vió hacer ademán de levantarse, se dio prisa en extender el lienzo ante su señor, quien lo tomó y se lo enrolló a la cintura. Le agarró otro de las manos y comenzó el mismo a secarse el cabello, frotándolo con energía, en tanto el chico le secaba pecho y espalda y extremidades superiores cuando su señor dejo de moverse, lo hacia con eficiente rapidez, los lienzos estaban calientes y le ayudaban en la tarea., desprendió el lienzo húmedo que cubría a su señor y le secó con excesivo cuidado, comprobando con prontitud que no dejaba ni un resquicio húmedo. Secó sus muslos y piernas hasta alcanzar los pies a los que procedió también con especial esmero. Solo entonces alcanzó a su señor con un lienzo que con habilidad le cubrió, después procedió a vestirle con su yukata.

-Salgamos...

Los sirvientes de los baños les vieron salir presurosos, solo entonces, ellos se ocuparon de recoger los lienzos para entregarlos a las lavanderas.

El resto de la noche, el joven señor tuvo un sueño reposado, alejado de sus temores, una suave brisa le acompañó mientras dormía. A la mañana siguiente al despertar y antes que Masanobu y su joven escudero se presentaran ante él recordó el extraño sueño y las enigmáticas palabras de la joven señora “Dos corazones con un mismo deseo” Estaba dispuesto a creer, aún cuando su naturaleza no estaba preparada para engendrar, deseaba tener ese hijo, no para ganar su derecho a elegir, no porque su padre hábilmente le enredó con sus palabras llevándole a engaño. Si no porque deseaba tener la certeza que nada ni nadie pudiera interferir en el amor que sentía hacia Masanobu, además la ilusión de tener un hijo de su koi era algo inefable. Deseaba tenerlo, sentir el gozo de saber que él había dado vida a un ser, su propio hijo. Sonrió al darse cuenta de su pensamiento, Masanobu dejaría en él su semilla que germinaría y brotaría firme en su seno, él lo cobijaría con amor, le alimentaría durante..., cuánto tiempo? Eso era cosa de mujeres y nunca tomó interés en saberlo. A partir de ese día comenzaría a averiguar acerca de ello. Se prepararía para llevar a buen termino el nacimiento de su hijo –sonrió tontamente aún no lo había engendrado y ya estaba haciendo planes para su futuro.

El suave deslizar del panel no le sacó de sus cavilaciones, el chiquillo al verle levantado, volvió a cerrar. Media hora después regresaba con su primera comida del día. Estaba dando cuenta de los alimentos cuando se presentaron Masanobu y su escudero.

-Ohayo... –saludó despreocupado.

-Buenos días, mi señor –respondieron los dos arrodillados y con sus frentes tocando el suelo esperando su consentimiento para alzarse en su presencia.

-Levantaos. Habéis comido? –preguntó haciendo un gesto hacia su abundante desayuno. Tomad lo que queráis.

Su joven escudero no se hizo de rogar y de un bocado se tomó un par de bollos de delicioso aspecto, al punto que se atragantó con el bolo de masa. Al comenzar a dar señales de ahogo, Masanobu amablemente le palmeó la espalda con un golpe enérgico e inevitablemente la comida escapó de su garganta y boca siendo expulsada en diferentes direcciones.

El chiquillo palideció, en segundos, estaba inclinado disculpándose, mientras pensaba que esta vez nadie le salvaba. Estaba perdido, aún así, por primera vez, no sentía temor.

Katsuyoshi estaba demasiado eufórico para estropear el día, se limitó a hacer un gesto hacia su ayudante quien sin esperar su aviso ya estaba limpiando el estropicio.

-Llévatelo y ponle a practicar el resto del día –dijo mirando hacia el muchacho que abochornado esperaba su sentencia de muerte sin levantar la cabeza.

El joven aprendió aquella mañana una importante lección. Rechazar cualquier alimento que le ofreciera su señor, o al menos no intentar atiborrarse de dulces. Su castigo no era nada comparado con lo que él esperaba, por ello su lealtad hacia su señor continuaba creciendo.

No le fue difícil comprender que tenía un leal aliado en su escudero.

Pasaron los días y en los ratos que su instrucción, ardua y continua, se lo permitía le ordenaba tareas que nada tenían que ver con su trabajo, solo para probar su lealtad, cuando estuvo seguro de él, una tarde, en tanto enviaba a Masanobu–kun a realizar una tarea que le mantendría alejado de él un buen rato, salió a caballo con su escudero, con la idea de llevar a cabo una tranquila conversación con su escudero, lejos de oídos indiscretos.

No se alejaron excesivamente del castillo, que seguía al alcance de sus miradas, cuando llegaron a lo alto de la siguiente loma, le hizo un gesto para que se ubicara a su altura.

-Conoces bien cada rincón del castillo?

-No hay un lugar que no halla estado, mi señor. –reconoció el muchacho, un tanto sorprendido por su pregunta.

-Necesito saber si existe alguna habitación lo suficientemente segura para llevar a cabo un encuentro, tiene que ser un lugar donde la guardia no le impida el acceso, o bien, donde se pueda entrar y salir sin llamar excesivamente la atención, donde se pueda sostener una conversación sin oídos indiscretos. –le hizo saber.

Se quedó pensativo unos instantes. Luego una sonrisa ensanchó sus labios.

-Detrás de las caballerizas, existe unos cuartos abandonados, hubo un tiempo que se utilizaban para almacenar forraje y también como vía de escape porque existe una compuerta oxidada por la falta de uso, ahora en cambio se amontonan cosas en desuso.

-Cuando volvamos enséñamelos –pidió azuzando a su montura para que tomara un trote más largo, dando por concluida su conversación.

 



Hasta el próximo capítulo....

Paz 


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